No somos ninguna institución con unas siglas que nos definan, somos de la institución más hermosa y eterna que haya existido nunca, formamos parte del Cuerpo de Cristo. Somos cristianos, y nos basamos en los principios de la Reforma, siendo nuestra máxima autoridad la Santa Biblia.
A Moisés se le ordenó que golpeara la roca para obtener agua. La historia luego relata cuando fue obediente y fue bendecido por ello, y cuando eligió hacer lo que él estimaba como más oportuno y, por esa causa, fue sancionado nada menos que con la imposibilidad de entrar a la tierra que se le había prometido. LA pregunta, hoy, es: ¿Estás tú golpeando esa roca o estás haciendo lo que tú crees que es mejor? en tu respuesta está tu bendición.
A Moisés se le ordenó que golpeara la roca para obtener agua. La historia luego relata cuando fue obediente y fue bendecido por ello, y cuando eligió hacer lo que él estimaba como más oportuno y, por esa causa, fue sancionado nada menos que con la imposibilidad de entrar a la tierra que se le había prometido. LA pregunta, hoy, es: ¿Estás tú golpeando esa roca o estás haciendo lo que tú crees que es mejor? en tu respuesta está tu bendición.
El cristiano que asegure que jamás sintió, -por lo menos-, cierta intriga respecto al por qué a cierta gente que sabemos rozando la delincuencia, las cosas parecen irle bien, mientras que personas honestas y fieles viven rozando la miseria, está disimulando una duda clásica. De allí la pregunta del título. ¿Son felices los que eligen vivir sin Dios? Este trabajo pretende dilucidarlo con bases escriturales evidentes.
Es indudable que el mayor obstáculo que el hombre cristiano tiene para poder servir eficientemente a Dios, es él mismo. O, mejor dicho, su propia carnalidad, que suele anticiparse con exagerada prisa, producto de una ansiedad que suele ser el mejor antídoto para la fe, a lo que Dios verdaderamente pretende de él. Si aprendes a escuchar al Señor, puesto que hablarle ya sabes, entonces te equivocarás mucho menos y tu propósito estará alineado al Suyo.
La sabiduría es un don de Dios que se pide del mismo modo en que se pide la fe. Confundir la sabiduría divina con la que este mundo nos proporciona a través de un sistema educativo eminentemente informativo, es acceder a un grado de preparación intelectual más que suficiente para trabajar o funcionar socialmente, pero de ninguna manera para ministrar en las cosas de Dios. Por la sabiduría humana, la iglesia está como está.
La sabiduría es un don de Dios que se pide del mismo modo en que se pide la fe. Confundir la sabiduría divina con la que este mundo nos proporciona a través de un sistema educativo eminentemente informativo, es acceder a un grado de preparación intelectual más que suficiente para trabajar o funcionar socialmente, pero de ninguna manera para ministrar en las cosas de Dios. Por la sabiduría humana, la iglesia está como está.
Es la duda que suele embargar a cada creyente: ¿Hasta dónde haré las cosas según mis fuerzas y cuándo deberé recurrir a las fuerzas del cielo? ¿Hasta qué momento estaré realizando obras de mi carne y en qué momento comenzaré a ejecutar las obras de Dios? Son dudas y se nos enseña que no debemos dudar, pero estas dudas no resultan negativas, ya que son el punto de partida a un crecimiento que redundará en madurez.
Cuando utilizamos la palabra dimensión, generalmente se nos presenta una duda respecto a su validez dentro del evangelio. Es que sectores esotéricos han hecho uso y abuso de ella y no podemos evitar el sobresalto por relacionarla con ellos. Sin embargo, este trabajo demuestra y deja en evidencia que dicha palabra, por dudosa que parezca, tiene relación en cierto sentido con el evangelio de Jesucristo.
Cuando utilizamos la palabra dimensión, generalmente se nos presenta una duda respecto a su validez dentro del evangelio. Es que sectores esotéricos han hecho uso y abuso de ella y no podemos evitar el sobresalto por relacionarla con ellos. Sin embargo, este trabajo demuestra y deja en evidencia que dicha palabra, por dudosa que parezca, tiene relación en cierto sentido con el evangelio de Jesucristo.
Todos los creyentes sabemos que así como tenemos un Dios en el cual confiar, también tenemos un enemigos contra el cual debemos batallar. No es el enemigo de Dios, porque Él lo creó y debe sujetársele, es nuestro enemigo. Es la batalla que debemos pelear con la mejor predisposición porque es a través de la cual que seremos más que vencedores en Cristo Jesús. No enfatizamos excesivamente en la demonología, sólo aclaramos que no podemos ser vencedores de nada si no hay una guerra en la cual debemos vencer.