No somos ninguna institución con unas siglas que nos definan, somos de la institución más hermosa y eterna que haya existido nunca, formamos parte del Cuerpo de Cristo. Somos cristianos, y nos basamos en los principios de la Reforma, siendo nuestra máxima autoridad la Santa Biblia.
Así como los antiguos cristianos podían reconocerse entre sí con menor riesgo represivo dibujando un pez, así en este tiempo la iglesia, que ha transitado más de dos mil años de diferentes alternativas, ha adoptado un sello que la identifica como genuina por sobre tanta imitación babilónica. Acompáñame a descubrir y utilizar ese sello para la gloria de Dios.
En este ambiente de laicos y ministros, muy pocos recuerdan que la palabra de Dios dice que, además de ser un pueblo de reyes y sacerdotes, somos todos ministros competentes. El dilema, luego, será el saber con exactitud qué cosa es un ministro competente para Dios. No para el hombre, para Dios. Este trabajo entrega los principios que sustentan esa calidad.
Pertenece a un trabajo de fondo sobre nuestros conflictos emocionales enfocados y solucionados desde la óptica bíblica. Una manera eficaz de establecer claras diferencias entre nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo.
Todavía quedan muchos cristianos que, quizás por deficiente enseñanza, tal vez por exceso de tradiciones, suponen que la iglesia es un lugar al cual los cristianos deben ir sin cuestionarlo una vez a la semana. Sin embargo, la palabra de Dios nos deja clara evidencia que no es así. Y además de ello, nos hace saber la clase de autoridad que la iglesia, como cuerpo divino en la tierra, posee. Y a quien le pertenece.
Todavía quedan muchos cristianos que, quizás por deficiente enseñanza, tal vez por exceso de tradiciones, suponen que la iglesia es un lugar al cual los cristianos deben ir sin cuestionarlo una vez a la semana. Sin embargo, la palabra de Dios nos deja clara evidencia que no es así. Y además de ello, nos hace saber la clase de autoridad que la iglesia, como cuerpo divino en la tierra, posee. Y a quien le pertenece.
En las congregaciones cristianas más nuevas, no tanto en las tradicionales, se predica, se enseña y se habla mucho de lo que denominan como Guerra Espiritual. En casos, ajustándose a la Biblia sin tacha ni enmienda, y en otros casos, dando demasiado énfasis a lo demoníaco por sobre lo divino. Este trabajo, entiendo y espero, procura poner las cosas en su debido sitio.
En el Antiguo Testamento, nadie ignora lo que era y significaba el velo, ese mismo velo que, en el momento de morir Jesús en la cruz, se rasgó violentamente de arriba hacia abajo. Sin embargo, del velo que hablamos en este trabajo no es de ese histórico y antiguo, sino del velo moderno que es nada menos que la ceguera espiritual o, lisa y llanamente, la incredulidad. Y no precisamente la incredulidad de un mundo secular, sino de gente que se dice cristiana.
En el Antiguo Testamento, nadie ignora lo que era y significaba el velo, ese mismo velo que, en el momento de morir Jesús en la cruz, se rasgó violentamente de arriba hacia abajo. Sin embargo, del velo que hablamos en este trabajo no es de ese histórico y antiguo, sino del velo moderno que es nada menos que la ceguera espiritual o, lisa y llanamente, la incredulidad. Y no precisamente la incredulidad de un mundo secular, sino de gente que se dice cristiana.
Este trabajo es el primero de una extensa saga que iremos compartiendo de manera periódica. Apto para coleccionar porque profundiza sobre el elemento quizás más ministrado, pero también el más atacado de la iglesia en su conjunto: el alma. Si desea conocer y conocerse, es de audiencia obligada. No sienta doctrina ni impone pensamiento único, pero desglosa matices que le llevarán a reflexionar y, quizás, cambiar cosas para modificar el rumbo de su vida.
De hecho, cuando leemos este título, de inmediato nos remitimos a otras épocas, a otras costumbres, a otras fuertes pero casi ya extinguidas tradiciones. Sin embargo, este trabajo tiene por finalidad, precisamente, dejarte más que en evidencia que hoy, en pleno siglo veintiuno, hay ídolos que están recibiendo grandes sacrificios y, lo más grave, en muchos de esos casos, por parte de personas que dicen ser cristianas.