La sabiduría es un don de Dios que se pide del mismo modo en que se pide la fe. Confundir la sabiduría divina con la que este mundo nos proporciona a través de un sistema educativo eminentemente informativo, es acceder a un grado de preparación intelectual más que suficiente para trabajar o funcionar socialmente, pero de ninguna manera para ministrar en las cosas de Dios. Por la sabiduría humana, la iglesia está como está.