En este ambiente de laicos y ministros, muy pocos recuerdan que la palabra de Dios dice que, además de ser un pueblo de reyes y sacerdotes, somos todos ministros competentes. El dilema, luego, será el saber con exactitud qué cosa es un ministro competente para Dios. No para el hombre, para Dios. Este trabajo entrega los principios que sustentan esa calidad.