Se nos enseña que la principal vía de circulación para cualquier ministerio, es la que va camino a perfeccionar a los santos. Y también sabemos que esa palabra, allí, que traducimos como perfeccionar, en realidad se traduce como madurar. La madurez, entonces, que entre otras cosas es la que impide los excesos del delirio místico o las carencias de la incredulidad intelectual, es primordial a la hora de convertirse en reales hijos de Dios.