Quien haya leído mínimamente la historia del pueblo de Israel, sabrá que Israel jamás perdió una batalla contra enemigos externos. Que cada vez que gustó derrota, fue por infiltración o enemigos de su propio seno. Con la vida y la madurez del creyente, sucede exactamente lo mismo. Es muy poco probable que gente del mundo secular se atraviese en tu camino y te impida madurar, pero muy posible que ciertos hermanos muy singulares sí lo hagan y lo consigan.