Los tiempos donde la iglesia se reducía a un anónimo y silencioso grupo de personas que iba domingo tras domingo a sentarse en unos bancos para oír lo que el responsable del lugar tuviera para enseñarles o anunciarles sin el menor trabajo por escudriñar por sí mismos, ya pasaron. Este es un tiempo donde cada uno de nosotros, si deseamos ser hombres y mujeres de Reino, deben hallar por sus medios las llaves especiales que abran un entendimiento acorde con tiempos de transición y reforma.