Desespero, impotencia y la íntima sensación de que si no actuaban pronto, ese problema iba a prolongarse por muchos años más. Esta confusión de emociones embargaban al padre. Junto a él, dando alaridos estremecedores, su hijo. El no entendía muy bien de estos asuntos, pero le dijeron: “El chico está endemoniado”. Y lo único que le interesaba en ese momento…