Salmos del Hno. Claudio (1993-1998)



Santiago de Chile, otoño 2000

Prólogo
Tenemos el agrado de presentar a los amados hijos de Dios un nuevo tomo de poemas del hermano Claudio.

Al igual que el anterior “Del cielo hasta la tierra”, la inspiración poética fluye aquí también abundante, ya sea en alabanza a nuestro bendito Dios, ya a la exaltación de la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo, ya a la herencia y experiencia del creyente en su caminar de fe. En todo ello, el poeta conduce al alma devota hasta la intimidad de su propia contemplación de Dios.

Con una armoniosa versificación, el hermano Claudio usa en este libro preferentemente la forma del soneto para dar solemne expresión a su vena poética. Entre ellos, aquí y allá, introduce de pronto una nota distinta con algún pequeño poema en versos menores, tales como “Quebrantado”, “Centinela Cristo” o “Naamán, el sirio” –ejemplos de sencillez y diafanidad.

Es esta una lectura edificante e inspiradora para todos aquellos que aman a Dios, y que no dejará indiferentes a quienes aún no le conocen. Su temática variada abarca todos los aspectos del “misterio de la piedad”, en especial la figura del Señor Jesucristo, cuyos sufrimientos quedan reflejados con un acento muy marcado en los siete sonetos de “Redención” y en los tres de “Memorial de un sufrimiento”.

Permita nuestro bendito Dios que estos poemas redunden en gloria para su amado Hijo Jesucristo, y para bendición de su pueblo. Para que más corazones se inclinen ante su Majestad, le adoren y le sirvan como es digno de su grande Nombre.

Eliseo Apablaza
Temuco, enero 2000



Dos palabras

A todos mis amados hermanos en Cristo:

Heme aquí para presentarles este nuevo título de salmos, que se suma a nuestro anterior “Del cielo hasta la tierra” (1995). La gracia del Señor me concede llegar a vosotros con estas vivencias de la fe que nos une en Cristo. Siendo este un trabajo espiritual antes que literario, creo privilegiar en la metáfora la vida en Cristo, a partir de la palabra como instrumento de gracia, a fin de producir ese lazo trascendente con la verdad revelada.

Este librito está, por lo tanto, dedicado al pueblo cristiano, como medio de inspiración, meditación y alabanza a Aquel que es digno de toda gloria y honor. Como salmista, me gozo en recrear en este estilo todo cuanto viene de nuestro Dios, fuente suprema de inspiración, y de Cristo, el tema íntimo, profundo y legítimo de nuestra consagración.

Para todos los santos hermanos: gracia y paz en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Hermano Claudio



“Carne vieja, espíritu nuevo”

(Testimonio de la hna. Sofía Huenteñanco)

Pasó como un silbido suave y limpio
en toda la asamblea redimida.
Saltó de Ruca-Kura al universo
el habla mapudungun de Sofía.
Salió la ungida voz de nuestra hermana:
como una nube se extendió el sonido
en la escogida multitud de santos,
diciendo esta palabra revelada:
“Si carne es vieja y arrugado el cuerpo,
en el espíritu, la vida es nueva.”

La boca de Sofía Huenteñanco
habló del corazón a los creyentes.
Del óleo celestial hasta lo sumo
dejó el olor de Cristo en el ambiente,
así la aurora se encarnó en la iglesia;
y en la materna lengua de su raza,
Dios trajo a los confines de la tierra
el goce del falerno de su gracia.

En esta latitud de Araucanía
de Cristo quedó claro el testimonio.
Como el silbido de una caña, dijo,
el nombre poderoso de su Amado,
el día en que la iglesia hace memoria
de Aquel que en una sola ofrenda incluye
a huincas y mapuches en su mesa.
¡Pasó como un silbido en la asamblea:
saltó de Ruca-Kura al universo
el habla mapudungun de Sofía!



Esencia y misterio

La almendra de mi almendra está en su mano.
Tejida hace un minuto fue mi carne.
No salgo de mi núcleo todavía:
estoy en el origen de mi esencia.

En la contemplación de lo Absoluto
abrevo de ese cosmos invisible.
Tal vez en un millón de años quiera el Padre
sacar a luz mi embrión de su proyecto.

En el sutil destello de una flecha
cabalgo hacia el misterio de la vida,
y como fui pensado, emerjo al mundo:

Salté de la burbuja a mi esqueleto.
Y aquí me tienes, oh Señor, ahora,
en el albor de lo que fui primero.



¡Hermón: divino rocío!

Hermón gigante, divino rocío,
pelícano mayor de Palestina;
altura dromedaria congelada;
matriz, vertiente, surtidor jordano.

Antigua sinagoga de dos aguas:
flotante campanil de Galilea.
Suntuoso manantial en Medio Oriente,
de higueras, almendrales y viñedos.

Cascada blanca de luz y rocío,
inmóvil ballenero diluviano.
Generador del viento y la neblina.

¡Hermón de Dios! ¡Obispo de los montes,
extiende tu llovizna de gaviotas
al ancho y largo de la Tierra Prometida!



Quebrantado

Como frasco de alabastro
se quebranta el corazón.
Se derrama el nardo puro
a los pies de mi Señor.

Muero yo para que viva
solo Jesucristo en mí.
Como frasco de alabastro
me quebranto el corazón.

El tesoro de mi vaso
es tesoro de su amor;
por su Espíritu me anuncia
que lo deje en libertad.

Como ungüento derramado
a los pies de mi Señor,
muero yo para que viva,
solo Jesucristo en mí.



Redención

I

A solas sangra el corazón de Cristo:
la muerte se acerca en la penumbra.
A solas y angustiado está en el huerto.
Sin compasión la noche le amenaza.

Él sabe que no tiene mayoría.
No habrá en el Sanedrín quien interceda.
Del olivar a la ciudad es empujado.
Serena es su postura. No protesta.

La vil pandilla lo somete
al hierro, a la tortura y al vejamen.
Le arrojan al concilio de la muerte.

No riñe con la turba: se ha entregado.
Su mansedumbre ha conmovido al mundo.
¡El corazón de Cristo se ha humillado!



II

La casa de Caifás se ha desbordado.
El Sanedrín lo tiene decidido
y príncipes y escribas confabulan:
la posición del clero está resuelta.

¿Qué títulos se arroga el inculpado?
¿De qué discurso es digno de condena?
Es una la razón de su pecado:
Jesús es acusado de “blasfemo”.

“Hijo de Dios” ha osado declararse.
No tiene salvación. Es reo de muerte.
No hay ángeles ni amigos. ¡Es culpable!

Y en el infame contubernio acuerdan
-- romanos, fariseos y herodianos --
matar en una cruz al “indeseable”.



III

Febril padecimiento sufre Cristo.
Dolor en sus entrañas agobiadas.
El estupor deslíe su silencio.
La red del mundo le ha caído encima.

¡Oh Cristo, por mil lanzas apuntado,
de acero y bronce, en pies y manos!
La humillación es demasiado grande
y el sacrificio demasiado cruento.

Por eso me detengo en su vigilia,
inmensa para Él que está tan solo;
pequeña a los villanos de este mundo.

Sus vasos de violeta paralizan.
Se extingue el primer mártir de los cielos,
y un céfiro de paz sopló en la tierra.



IV

¡Dolor! Dolor de Cristo que me abraza,
que no puedo contenerlo y lo contengo.
Dolor, locura de piedad y muerte:
es Cristo el que a la llaga se somete.

Dolor de las extremidades febles.
Dolor en vísceras y huesos.
Dolor en las entrañas blandas,
violetas y rosadas, sin aliento.

Dolor de Cristo que no sabe de protesta.
Dolor que sube por su sangre,
la sangre que salvó nuestro planeta.

Dolor de muchos malos sobre un Bueno.
Dolor de Cristo que conmueve al Padre.
¡Dolor que abraza la tragedia humana!



V

En el suplicio de la cruz Jesús pronuncia
perdón por el insulto y felonía.
Perdón por sus verdugos demenciales.
Perdón por todo el mundo, en su agonía.

Si alguno todavía no lo sabe:
que sepa que asumió nuestro pecado.
No tuvo dónde reclinar su frente
y amó de corazón al miserable.

De igual manera sigue siendo Cristo:
igual de fiel y amable. Igual que siempre.
¿Alguno todavía no lo sabe?

¡Si ayer le fue negado un hospedaje,
hoy busca un corazón tan temperado,
solícito y benigno, como el suyo!



VI

El estupor de tus gemidos nos revela
la enorme desazón que te conmueve.
La púrpura licuada que derramas
quitó las maldiciones de la tierra.

El bronce de la luna entró radiante
con sus puñales fríos por tu espalda.
Y pasa sus cohetes en tu sangre
que salta para salvación del mundo.

Palomas invisibles en la noche
comprimen tu dulzor que sana.
¡Tus ruegos conmovieron las estrellas!

¡Enciéndenos la flor agonizante
con ese prístino soplido tuyo,
que es fuerte más que el sol y que la muerte!



VII

¡Oh cruz: tú fuiste la primera causa
en el origen de todas las cosas!
¡Que fue en el corazón del Padre que tuviste
profundo parlamento con el Verbo!

¡Oh cruz: madero sustantivo al alma!
¡Condenación para la infame carne!
¡Humillación de la soberbia humana!
¡Derrota del imperio de la muerte!

¡Oh cruz: desde el principio Dios te asume
por signo redentor del mundo:
tropezadero escrito con locura!

¡Renuncia! ¡Negación! ¡Convocatoria!
¡Escándalo! ¡Vergüenza! ¡Infamia!
¡Dolor que salva! ¡Signo de victoria!



Memorial de un sufrimiento:

Diario espiritual de Cristo



I

Un manto de cilicio cubre el alma.
Me cuelgan largos flecos funerarios.
Contar puedo mis huesos uno a uno.
Al mundo puedo ver desde el Calvario.

La maldición se encarna por mi cuerpo.
El Padre me abandona. ¡Me abandona!
Vuelve el rostro: no impidió mi suerte.
El cielo ceniciento se apoyó en mis hombros.

Las bocas de demonios me apabullan.
La sierpe venenosa me acorrala.
¡Estoy agonizando, y estoy solo!

La sangre va escurriendo gota en gota.
Soy hombre solamente. Dios lo sabe,
y expiro ante los ojos de mi Padre.



II

Mis débiles amigos se dispersan.
La sangre se apresura hasta la tierra.
Sollozos de mujeres a lo lejos.
La salvación ha sido consumada.

Desde ese día en adelante el mundo,
sabrá que la serpiente fue vencida,
que nunca más en la conciencia humana
acusará el inicuo a los creyentes.

Me quitan del madero. No respiro.
El sol está bajando hacia el poniente.
El sábado judío se aproxima.

José de Arimatea se ha atrevido
a untarme las heridas con aceite.
Después: ¡penumbra! ¡hielo! ¡Tumba!



III

Afuera, el “día de reposo” es claro;
en tanto, en el abismo una batalla
remece las honduras del infierno.
El reino de la muerte se resiste.

Intenta retenerme. ¡Ya no puede!
El “padre de mentira” está perdido.
Rompí cerrojos. Liberté cautivos.
Las almas oprimidas descansaron.

Y el Padre, que me había abandonado,
sacude los cimientos de la tierra,
envía sus angélicos ministros,

Y mueve las entrañas del sepulcro.
La luz del día tercero ya comienza.
¡Vencida está la muerte! ¡¡Resucito!!

Levantaré canción

Levantaré canción al Escogido:
al Cedro, y al Manzano, y al Olivo,
al árbol cuya copa llega al cielo
y cuyo dulce fruto es medicina.

Levantaré canción a Jesucristo,
que en el tupido bosque se levanta
más alto, más frondoso, más perfecto,
más bienaventurado que ninguno.

Levantaré bandera de victoria
al árbol más precioso de la tierra.
¡Levantaré a Jesús por la palabra!

¡Levantaré su cetro majestuoso
sobre naciones, pueblos, razas, lenguas!
¡Levantaré su nombre poderoso!



Piedra revelada

Me arraigo en Ti, preciosa piedra:
rubí de Dios; rubí del cielo.
Bendito fundamento de la iglesia
en jaspe, cornalina y esmeralda.

Me arraigo en Ti, preciosa piedra:
diamante perdernal, cimiento enorme,
soporte estructural inconmovible:
jacinto, lapislázuli, topacio.

Me arraigo en Ti, precioso cuarzo,
carbón cristalizado milenario,
labrada perla de Jesús sufrido.

En la preciosa piedra revelada
me arraiga el Padre para siempre,
arrodillado en el zafiro del relieve.



Piedras escogidas

Tú tienes la plomada de tu reino,
el fundamento; el arte y el estilo.
Las piedras escogidas de tu casa,
de todo el edificio de tu Iglesia.

Salvar al mundo es tu primera gracia.
Reconstruirlo. Cancelar la deuda.
Librar de la cautividad las almas
y en el santuario interno restaurar al hombre.

Quitaste hollín; sulfato; herrumbre,
y todos los guijarros del pecado;
la peste destructora; la violencia.

¡Colocas en tu Casa muro y antemuro
y sacas a victoria la potencia
del reino establecido en tu Palabra!



Dueño de mi corazón

¡Oh Dueño de mi corazón! ¡Oh Dueño!
Amargo recordar que no era tuyo,
cuando dejé pasar tu nombre sin desearte.
¿Tan necia es la criatura en su ceguera?

Tan sólo imaginar mi indiferencia
en esa multitud de gente vana,
corriendo a los placeres que atormentan,
me entristeció pensar que no era tuyo.

Tus cuerdas invisibles me atrajeron.
Quisiste ser mi Dueño y mi destino.
¡Y cuánto he resistido tu llamada!

¡Oh Dueño de mi corazón! ¡Oh Dueño!
Esclavo y siervo, todo tuyo he sido,
del día en que tu Amor me ha convertido.



Todo es tuyo

Contigo nada es mío. ¡Nada es mío!
Los cielos lo confirman: ¡Todo es tuyo!
El astro sol se inclina en tu homenaje
y reverbera sobre el mar, que es tuyo.

La nieve que corona las montañas;
la línea imaginaria de las sombras;
el último suspiro de mi boca,
y todo lo que aquí contemplo: ¡es tuyo!

Contigo, nada es mío, y sin embargo,
en ti soy dueño universal de todo;
mi suerte se involucra con la tuya.

Por sólo estar en comunión contigo,
tener tu mente y pensamiento, oh Cristo,
tendré feliz herencia con lo tuyo.




El rostro de Jesús

¡Oh rostro de Jesús, objeto amado,
fundido estás en uno con el mío!
¡Me atraes con la luz que me reflejas
hasta llenar mi corazón de tu ambrosía!

¡Oh rostro salvador, oh rostro amado!
Tus ojos, tu perfil, tu frente digna
conmueven mi razón y sin palabras
convences a la fría inteligencia.

¡Oh rostro de Jesús inconmovible:
espejo espiritual del alma humana,
perfecto resplandor de gracia y vida!

¡Oh rostro de Jesús, objeto amado,
aunque de escarnio y de dolores sufres,
no pierdes tu carácter y atractivo!



¡Bendito fuego!

Espíritu de Dios bendito fuego,
que soplas con tu poderoso aliento,
palabras que nos limpian desde adentro.
¡Espíritu de Dios bendito fuego!

Levantas de cenizas nueva vida;
devuelves la salud; nos purificas.
¡Espíritu de Dios bendito fuego!
¡Poder que nos bendice desde el cielo!

Quebrantas la dureza que aprisiona;
sacudes la pereza de mi alma.
¡Espíritu de Dios bendito fuego!

Enciendes corazones apagados.
Irrumpes con tu luz que nos despierta.
¡Espíritu de Dios bendito fuego!





Río de salvación

En Cristo voy nadando hasta su gloria,
en sus profundas aguas me sumerjo.
Primero los tobillos y rodillas;
luego, hasta los lomos, todo el cuerpo.

De Dios el cristalino río fluye:
torrente transparente desde el cielo.
Es manantial que angélico desciende.
¡En Cristo sumergirse es un deleite!

Hermoso hondor silvestre que prolonga
hasta la tierra salvación y vida.
¡Navego en Cristo: espíritu, alma y cuerpo!

El río sideral es anchuroso:
caudal de eterna gloria revelada.
¡En Cristo voy nadando hasta su gloria!



Centinela Cristo

Centinela de la aurora,
alza el cuerno pregonero
de la luz de la mañana.

Centinela del rocío,
vigilante de la noche.
Centinela libertario,
escudero de mi sueño,
rubio heraldo de los bronces.

¡Cristo centinela, Cristo:
alza el cuerno de tu gracia
sobre el alma que vigila
esperando tu regreso,
con la luz de la mañana!

¡Centinela de la aurora,
alza el cuerno pregonero
de la luz de la mañana!



¡Jesús está vivo!

En dogma escondido,
oh Cristo, te ocultan:
detrás de una imagen;
de un púlpito seco,
con formas y cromos
y fino tallado.
¡Bendita sorpresa:
no estás en la tumba,
tampoco en el mármol;
no estás en el yeso;
ni en bronce ni estampa,
ni en templos ni altares!
¡Jesús está vivo!
¡Jesús no está muerto!
No es carne corrupta
ni hueso reseco;
no está en la liturgia
ni en letra que mata.
¡Bendita sorpresa:
no está sepultado:
a la diestra del Padre
se encuentra sentado!
¡Jesús está vivo!
¡Jesús no está muerto!




¡Necesito de Cristo!

Necesito del cuerpo de Cristo.
Necesito la gracia de Dios.
Necesito la vida del cielo.
Necesito de todo su amor.

Necesito su fe para verlo.
Necesito vivir en su luz.
Necesito estar siempre gozoso.
Necesito esperar en Jesús.

Necesito confiar en su brazo.
Necesito estar cerca de Él.
Necesito el bautismo de Cristo.
Necesito tenerlo en mi ser.

Benditos sufrimientos

Bendigo cada sufrimiento,
efecto de la cruz de Cristo,
que en los eriales de la tierra
nos hieren míseras dolencias.

La daga de la muerte apunta,
hostil y aguda por el diablo;
sus filos lacerantes matan,
mas Cristo resucita y vence!

Bendigo cada sufrimiento:
peligros y contradicciones;
si así no fuere, no sabría
que en el dolor, por Cristo, venzo!



La otra mejilla
(Experimentos en la humillación según Cristo)

I

Si la locura de la cruz es grande,
tan grande lo es también el sufrimiento.
Si doy una mejilla y lo soporto,
más gloria tiene colocar la izquierda.

No es fuerte aquel que nos golpeó primero,
es fuerte quien al golpe no responde.
Es fuerte el que viril se humilla en Cristo,
aquel que en tal justicia espera.

Si tienes enemigos eventuales,
y sobre tu cabeza enseñorean;
si verdadero o errado el juicio sea,

¡No importa si mereces esa espada,
si fue del diablo, o Dios la ha permitido,
si sufres el agravio y callas, tú has vencido!



II

Y si al vencer no guardas para ti la gloria;
te vuelves y caminas la segunda milla,
entonces tu valor es noble, digno y puro,
tan propio el gesto de un varón cristiano.

No busques los laureles de la tierra.
Si hay otros que lograron preeminencia;
si la virtud de las preseas logran
jamás la envidia te corrompa el alma.

Si alguno deshonró tu nombre y fama,
remite a Dios tu digna causa
y entrégate a la gracia con reposo.

Recuerda que no es fuerte quien te agrede,
es fuerte el que a sí mismo se ha vencido.
¡Es fuerte quien ha muerto en Cristo, y vive!

III

Si alguno te pidió cubrir su cuerpo
ofrécele el vestido, y además la capa.
Hay muchos que, desnudos, buscan
albergue hospitalario de ternura.

Si piensas que el dolor que te infligieron
no tiene excusas y temes tu futuro,
¡despierta, mira a Cristo en el Calvario,
su ejemplo alentador es nuestro testimonio!

¡Abreva el agua de la vida en Cristo!
¡Soporta hasta el martirio de tu carne!
¡Declina la violencia que te muerde!

¡Si hay fruto espiritual después de un dardo;
si algún provecho te dejó el quebranto,
es verte débil, siendo fuerte en Cristo!





El Artesano de Nazaret

Oh Carpintero: con resinas y maderas
se aloma tu pequeña empresa:
seis sillas, un armario y una mesa
para tu madre y tus hermanos.

Debajo de ese rostro transpirado
tu gloria irradia, afable Carpintero.
Tu aroma es de aserrín y de viruta.
A encino y a ciprés huelen tus manos.

En Nazaret no hay otro tan prolijo,
artista ni artesano, como Cristo,
perfecto es el ensamble de sus obras.

Con herramientas celestiales labra
el don de Dios para los hombres.
¡En Nazaret su gracia es admirable!

Betania

Recuerdos memorables de Betania:
María está a los pies de Cristo, absorta.
Y Marta, en los afanes de la casa,
deléitase en servir a su Maestro.

Comparte el fiel Pastor de la familia
con Lázaro, el amigo inseparable;
y entre el descanso y los proyectos prueban
los dátiles que abundan, y los higos.

Vajilla y utensilios: plata y loza.
Y el agua en la tinaja siempre pura.
La casa es para Cristo cálido hospedaje.

Lucidos murallones y azotea,
de cedro el envigado oscuro y firme:
la casa de Betania es familiar y amable.





Rey de los tesoros

¡Oh Rey de los tesoros más sublimes:
me tengo por dichoso ser tu siervo,
llevar tu yugo y tus sandalias:
correr el mismo riesgo de tu muerte!

¡Oh Rey, si yo, tu peregrino, rindo
el último suspiro en tu homenaje,
será feliz tributo que le ofrende
al único que es digno en merecerlo!

¡Oh Rey resplandeciente en las alturas:
el fruto de tu luz llenó la tierra:
tu lumbre se hizo vida entre nosotros!

¡Oh Rey, saludo tu bendito cetro:
santificados sean tus mandatos:
me tengo por dichoso ser tu obrero!

Padre bueno

Medito en aquel Padre bueno
que en las alturas de los cielos tengo.
En sus rodillas mi cabeza inclino
y escucho sus razones y sus leyes.
Derrocha en mí su amor incalculable:
conoce mis suspiros cada día.

Son gratos los afectos de su gracia.
Inagotable su misericordia.
¡Los cielos tienen a mi Padre bueno!
¡Bendita es la criatura que en Él piensa!
Su gloria ocupa todo el ancho cielo.
Sublime, bondadoso y compasivo.

Mi Padre tiene un reino y un palacio
y quiere que yo viva en su morada.
De todas las estrellas y distancias
es creador, sustentador y Dueño.
¡Es bueno el Padre que en los cielos tengo!
¡Su celeste bondad es mi consuelo!

La Palabra


Su vigencia, potencia y dulzura
I

Voy andando, y mientras ando,
la Palabra va conmigo:
dulce miel maravillosa
que el Señor ha destilado
bajo el manto de su gracia.

Voy andando y mientras ando,
testifico del Camino,
con metáforas al viento
donde el sol está apuntando
su potencia luminosa.

Voy andando, y cada día
es más corta la distancia
de la gloria venidera,
y en el tramo que nos resta
mi deleite es la Palabra.

Voy andando, y mientras ando,
el paisaje cristalino
nuestros ojos va aclarando,
con la luz de la Palabra
que en el alma queda escrita.



II

Voy andando, voy en Cristo;
va conmigo la Palabra
me seduce, me alimenta.
Me libera, me conduce
sin errar sus mandamientos.

Voy andando, y mientras ando,
la Palabra no se aparta:
me descubre el horizonte;
toma forma en mi lenguaje.
Es maestra por presencia.

Reconozco su estatuto,
sus destellos celestiales;
es su narración perfecta,
y en los hechos que registra
el amor de Dios encuentro.

Como el oro refinado
Dios la puso en nuestras manos.
Deleitosa es la Palabra,
coherente y revelada;
se sostiene por sí sola.

III

Voy andando en la Palabra
que me cruza el pensamiento,
la que ha dicho desde el cielo
nuestro Dios por mandamiento,
para andar más sabiamente.

¡Oh Palabra creadora:
vínculo de cielo y tierra,
digna, fiel, restauradora,
más que el oro; más que plata,
sólo en Cristo salvadora!

Lámpara a mis pies es ella;
de peligros me previene.
Sus amados testimonios
embellecen mi camino.
¡La verdad de Dios me enseña!

¡Oh Palabra luminosa:
estatuto de los cielos:
libro, verso, testamento,
bienaventuranza simple
que bendice mi sendero!



IV

Yo soy la Palabra eterna:
testimonio de la luz,
excelencia de los cielos,
invasora del azul.
Yo pasé por los umbrales
donde se genera el sol,
con poderes siderales
en el cosmos que hizo Dios.
Yo soy la Palabra Eterna:
la Palabra creación;
la Palabra de la vida,
la que Dios ejecutó.
Yo soy la Palabra escrita
del primer amanecer,
la que irrumpe en el sonido,
la que es gracia y voz de Dios.
Soy la que contengo al tiempo
y éste, me contiene a mí.
Soy la fuerza ejecutiva;
soy el don de la virtud.
Yo soy lógica y profunda,
mi camino es la verdad;
mi nobleza el estatuto
y mi juicio la razón.
¡De mi origen no hay memoria,
pero soy Verbo de Dios!




El gran día del Señor

Pienso, cómo habrá de ser
el gran día del Señor,
en aquel amanecer
cuando brille más que el sol
el bendito Salvador!

Con los ángeles vendrá,
el gran día del Señor.
Con los santos reinará:
sus millares cantarán
al bendito Salvador!

Con tremenda expectación
le veremos descender:
en las nubes Él vendrá;
con poder y autoridad,
el bendito Salvador!



Cantaba mi Señor

Cantabas, mi Señor, con voz sencilla,
igual que tus hermanos de milicia;
igual que el trino simple de las aves;
afines a la cuerda de tu gracia.

Me gusta oír tu voz y tus canciones
que canta la armonía de tu iglesia,
preludio de los hechos memorables
en la bendita exaltación del Padre.

Prorrumpe la asamblea con tus salmos.
Canciones que en la boca de los santos
son vivas, excelentes, venerables.

¡Tú mismo eres mi canto y mi salmodia.
Tú mismo la excelencia en mi alabanza
y acorde trovador en mi garganta!





¡Lázaro, ven fuera!

Estuve dormido en la roca
cubierto de oscuro silencio.
Dormido en perfumes y mirra,
callado en la piedra azulosa.
Entrañas y huesos hedían.
Mortaja cubría mi carne
y el sueño era largo y profundo.
(Betania, mi pueblo, gozaba
de soles ardientes y dulces).
Y así cuatro días estuve
en mustio rocoso sepulcro.
Jesús, el amigo, está ausente.
Mi suerte ya estaba sellada,
y Marta y María sollozan.
Se acerca el Maestro a la aldea:
parado de frente a mi huesa
reprende el poder de la muerte,
y un rayo de luz me despierta:
“¡Ven fuera!”, Jesús ha gritado,
y tal como fui sepultado,
en lienzo y cilicio cogido,
la gente presencia el milagro.
Es Cristo, mi amigo y hermano,
quien rompe a la muerte su enigma.
¡Yo, Lázaro, he vuelto a la vida!

















Ruego y confesiones

Mitiga, oh Señor, esta llaga
que pasa brumosa y doliente
debajo de todas mis venas.
¡Oh vuelve, Jesús, a decirme
tu limpia palabra que sana,
y llena de versos mi boca!
Tu voz deleitosa al oído
con leve susurro me atrae,
y escucho mi nombre en tus labios
que escurre cual gotas de oliva.
Escucho estribillos de gloria
que silban los dones perfectos
allí donde todo es pureza
y el alma por fin queda libre!
Me olvido que he sido una brizna,
un leve junquillo reseco,
gavilla madura que inclina
su henchida figura en la tierra.
La fe que me diste sostuve,
por ella hoy contemplo tu gloria,
por ella veré tus moradas
el día que suba a tu estrado,
y el alma, librada, te adore!





Aves y lirios

Las aves del cielo no siembran ni siegan,
y rondan y vuelan rasantes la tierra.
Escarban buscando gusano y semillas,
debajo del viento; debajo del lodo.

Jesús que cruzó las praderas, conoce
la espiga silvestre que besa el rocío,
las aves del cielo que no siembran nada
recogen las migas, muy agradecidas.

Jesús observaba las aves cantoras
y de ellas decía: “No siembran ni siegan”;
no llenan graneros, ni juntan dinero,
y vuelan contentas por todos los cielos.

Tampoco los lirios trabajan ni hilan
y es Dios quien los viste de gala en el campo;
más nobles que el rey Salomón en su gloria,
asoman su nimbo por sobre la tierra.

Las aves del cielo. Los lirios del campo.
El cuervo y sus crías. La hierba y las flores,
no guardan en arcas y son tan felices.
(Jesús lo sabía, y por eso lo dice).





Como Naamán el sirio

Siete veces se sumerge
Naamán en el Jordán,
por mandato del profeta,
bajo el agua, hasta sanar.

Como Naamán el sirio
me sumerjo yo también,
cada día, todo el día,
al Jordán he de volver.

Como Naamán el sirio
limpio y salvo en Cristo estoy,
de la lepra limpio, limpio,
sano y limpio en Cristo estoy.



La barba de Aarón

Ha escurrido fragancia de Cristo
por la barba tupida de Aarón.
Por la barba del viejo patriarca,
sobre el pecho del santo varón.

Del Hermón ha bajado el rocío
por la barba tupida de Aarón.
Transparente y perlado volumen
que han tocado los dedos de Dios.

Por la barba del viejo patriarca
la abundancia de Dios destiló,
del Hermón hasta el valle sumiso,
por la barba tupida de Aarón.

Ha escurrido fragancia de Cristo
por lecho del verde Jordán,
y ha besado la orilla sinuosa
donde moja sus barbas Aarón.





¿Qué se dice de Jesús?

De ti, Jesús, se han dicho grandes cosas,
y todavía cosas grandes dicen.
No existe espacio que contenga todo,
de todo lo que en ti está contenido.

No hay lengua que te añada alguna gloria,
ni verso, ni metáfora elogiosa.
Ninguna gracia ni poder te suman
por elocuente que el concepto sea.

Santificó la paja en el pesebre.
Purificó el Jordán al sumergirse.
Por cama y por almohada sólo tuvo
el alba y el rocío en el desierto.

¿Qué agrego con mi ruma de palabras?
¿Qué dignidad acuño en su estandarte?
¡No existe espacio que contenga todo,
de todo lo que en Él es contenido!



¡El Fiel y Verdadero!

El más hermoso de los hijos de los hombres
cabalga entre las nubes: blanco y rubio.
En cielo, tierra y mar se ha erguido:
son muchas las diademas en su frente.

Ni ejército ni espada necesita.
Un séquito de angélicas criaturas
entró en el mundo a cautivar los reinos.
¡De sangre se retintan sus vestidos!

Cabalga en la palabra de su boca.
El rayo es su ministro de defensa,
y la verdad su ministro de justicia.

¡Oh Cristo, ayer yaciente en el pesebre;
hoy, Soberano de los reyes de la tierra!
¡Hermoso Rey! ¡Señor del Universo!



En tu honor te alaban

De ti, Jesús, se apropia Bach para exaltarte
con fugas que trascienden en el tiempo.
De ti se apropia el oratorio excelso.
En ti derrocha el viento su alabanza.

De ti se apropian los violines corzos,
las voces que de antaño te alabaron;
las violas y las flautas alargadas.
¡De ti, Jesús, se apropian los sonidos!

Son para ti las notas del teclado.
Mereces todo el canto del salterio.
Las cuerdas de los hombres y las aves.

Es bueno que en tu honor haya alegría,
las maravillas que en tu gracia vibran.
¡Es digna de tu gloria toda sinfonía!



Iglesia: tejido celestial

Primoroso tejido del cielo:
es la Iglesia el tramado de Dios,
donde está revelado el misterio
de los santos que moran en luz.

Es preciosa la Iglesia lavada
por la sangre que Cristo vertió,
y quitó las arrugas y manchas,
ofreciéndola pura ante Dios!

¡Oh, besad al Señor Jesucristo
que con hilo de oro tejió
a tu alma y la mía en su Cuerpo,
y las lleva ante el trono de Dios!





¡Habrá un milenio!

¡Habrá un milenio donde Cristo reine!
El reino tendrá espacios colosales.
El viento se hará música en los montes,
y diáfanas las ondas celestiales.

Habrá galaxias de azahares y semillas
de encinos, arces, cedros y araucarias.
Habrá alamedas de pomares dulces
que alargarán las avenidas de la tierra.

Habrá un milenio donde Cristo reine!
No habrá vejez, tumores, llagas, duelos;
la vara del Señor hará justicia
y en todas las naciones pondrá gloria.

Los arcos de mil puertas darán paso
al pueblo redimido en Jesucristo.
Será la instancia de la vida plena.
¡Habrá un milenio donde Cristo reine!



Incomparable amigo

Incomparable amigo. Fiel amigo,
que en mí renuevas tus misericordias:
seguirte sin amarte es imposible;
amarte y no seguirte es un suplicio.

Te ruego que no quites este gozo.
Corona de virtudes esta caña,
y púlsame por tu palabra
hasta que brote tu sonido puro.









Blanca presencia de Cristo

Pasó entre las manos creyentes
la blanca presencia de Cristo:
en pan amasado y perfecto,
el Hijo de Dios se reparte.

La copa y el pan representan
memoria de gracia y misterio,
que Cristo contiene en su cuerpo,
que el pueblo de Dios hace suyo.

El santo convite proclama
la blanca presencia de Cristo,
y alegre la iglesia comparte
la mesa que él mismo preside.

Un pan solamente nos basta.
La copa igualmente una sola,
y así celebramos la pascua
unidos al Cuerpo de Cristo!



Elección irrevocable

I

Elegiste, Señor, tus ministros
de la fibra trenzada y el polvo.
La silvestre semilla del yuyo.
Una brizna de paja aventada.
Un gorrión. Un vapor. Un rocío.
Una mota de cardo en el viento.
El granizo. La lluvia. La escarcha.
El volcán. La pradera y el risco.
Elegiste palomas y cuervos.
Arrecifes. Espigas. Canteras.
Elegiste el albor de la nieve,
y del mar sus australes confines.
Elegiste la higuera y la palma.
Elegiste el rumor de las hojas.
Cataratas. Riachuelos. Sonidos.
Elegiste matrices sin vida
y por ellas al mundo le diste
Colosal descendencia a la Iglesia.
Elegiste el arrullo del niño.
Elegiste un humeante pabilo.
Elegiste honorables perdidos:
al mendigo, al desnudo, al cansado.
Al leproso llagado sanaste,
y el cristal de los ojos del ciego.

II

Elegiste un Moisés tartamudo.
Un porfiado Jonás misionero.
Un astuto engañoso Jacobo.
Un audaz Nehemías copero.
Elegiste un Daniel cortesano,
y un Amós agresivo profeta.
Elegiste a san Juan el Bautista:
adalid; precursor, pregonero.
Elegiste entre muchos a “doce”
y con ellos a Pedro impulsivo.
Elegiste al muchacho aldeano:
cinco panes y dos pececillos
para dar de comer a millares.
Elegiste en betania hospedaje,
y bebiste del pozo en Samaria.
En villorrios, comarcas o pueblos
te quedaste a posar muchas veces.
Elegiste judíos, romanos, fenicios,
generales, soldados, paisanos.
Elegiste tu Saulo rebelde
y lo diste por Pablo a las gentes.
Elegiste a Rahab la ramera,
y a María doncella tu sierva.
Una Ester. Una Ruth. Una Sara.
En Saúl tu primer rey hebreo
y en David tu guerrero y poeta.





III

Elegiste a Noé diluviano,
y a Abraham el gerente semita.
Elegiste a Josué decidido.
Elegiste a Caleb reportero.
Elegiste a José Arimatea
y a Zaqueo el odiado empresario.
Los olivos del huerto elegiste;
y la cruz y los clavos de hierro,
y la lóbrega tumba de piedra.
Elegiste, oh Señor, nuestro siglo
de motines, terrores y muerte
para darnos visible tu gracia.
Si elegiste estos vasos de barro,
si tomaste lo poco que somos,
no habrá nadie que impida servirte
por pequeño que sea el servicio.
Estos siervos que a ti se consagran
te declaran Señor y Maestro,
nuestro amigo, pastor y consiervo.
¡Si elegiste, Señor, estos hombres
--artesanos, obreros, amigos --,
estaremos en pie cuando vuelvas!
Cuando vuelvas y anuncien los cielos
que tu diáfano día ha llegado,
y en justicia tu Reino comiences
el milenio con tus elegidos!!





A ti, pastor

A ti, pastor, consiervo de milicia;
dilecto hijo de Dios, se te confiere
el báculo sagrado del servicio.
Ungido desde el cielo serás padre,
angélico profeta y sacerdote;
amable protector del desvalido;
consuelo al corazón de los creyentes.

Procura que de Cristo, su carácter,
irradie de su gracia en tu persona:
su sencillez, modestia y apertura.

A ti, pastor, consiervo de milicia,
que al asumir tu oficio en este día,
la unción de Dios corone tu cabeza.
¡Jesús te ha encomendado sus ovejas!



Lluvia temprana y tardía

Abundaron las semillas
en el tiempo que pasó.
Desde la humedad oculta
el milagro floreció;
la matita verde oliva
de la tierra levantó.
Unos siembran. Otros riegan:
el crecer lo ha dado Dios.
Con la lluvia primeriza
sementeras empapó;
la tardía ha demorado:
se endurece el sequedal,
luego el sol la languidece,
la deprime un gran turbión,
y a pesar de la tormenta
¡nunca Dios la abandonó!
Dios lloró por nuestros ojos:
la sequía fue total.
Todo el huerto agonizaba.
Dios también enmudeció.
Pero de los cuatro extremos
mana el agua de salud:
la tardía nos empapa:
¡Dios abrió su corazón!

Amanecer con Jesús

La luz natural nos inunda.
La luz del Señor resplandece.
El alba predice el encuentro
de Cristo con todas sus obras.
El trino del ave lo anuncia:
Jesús se ha pasado la noche
de hogar en hogar y al rocío.
¡Es hora de abrirle la puerta!

Jesús quiere entrar y quedarse:
hay fuego, café y pan tostado.
Y luego que Él mismo da gracias,
se goza probando el bocado.
Pasó al hospital y la cárcel.
Untó las heridas de muchos.
Al muerto los párpados baja.
¡Jesús se detuvo en mi casa!

El cielo se extiende azulino
más allá de la luz de la aurora.
Circula la gente en la calle.
¡Jesús se vistió de paisano!
Jesús ha extendido su manto
que es amplio, seguro, abrigado.
Jesús no ha pasado de largo:
¡Jesús ha posado en mi casa!



Más de Ti, Dios mío

Sé que hay más de Ti, Dios mío;
mucho más. Hay más de Ti.
De los infinitos mundos:
desde el organismo azul
hasta el monstruo submarino,
siempre hay más, hay más de Ti.
¿Qué poder mayor existe
que la gracia de tu amor?
Sé que hay más de Ti, Dios mío;
mucho más, hay más de Ti.
Más que gloria y sinfonía,
más que estrellas como el sol.
De mi palpitar profundo
de mi cosmos interior,
Tú eres júbilo sublime,
lumbre, estrépito, razón,
diáfano volar de arcángel,
lirio de la creación.
¡Sé que hay más de Ti, Dios mío,
mucho más, hay más de Ti!

&&&

Editado en el mes de enero de 2001, en Telstar Impresores - Temuco (Chile)

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