que ama al Señor
que busca al Señor
que sufre en el Señor...
A ti, mi papá terrenal...
...que en estas líneas halles consuelo y paz.
Copyright Martha Kilpatrick 1999
http://www.Shulamite.com
Traducido por Círculo Santo
2001
Madrid, España
Todas las citas extraídas de
Reina Valera 1960
ADORACIÓN
“Yo soy el Camino,” dijo Jesús
Sólo Un Camino a Dios
Y es Él, una Persona...
No una idea, ni una tarea,
Ni un credo.
Marta Kilpatrick
Esta es la Declaración de Fe del autor:
Jesucristo, el único Hijo de Dios,
Vino en carne, derramó Su Santa Sangre en la
Cruz del Calvario por los pecados del mundo.
Él es el Señor del Universo, Rey de Reyes.
... y yo soy su Sulamita.
Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón;
Contaré (recordaré y proclamaré)
todas tus maravillas.
Salmos 9:1
El que los hizo
al principio,
varón y hembra los hizo
Mateo 19:4
Esto trata acerca de una mujer...
pero no es un libro para mujeres.
Es un libro para todos aquellos que buscan al Salvador.
A los hijos, al igual que a las hijas, se les reclama
desde un lugar de Santa Reverencia,
a Sus pies,
junto a María, tu hermana...
...y a un estado de Santa Intimidad,
acurrucado en Su pecho
como Juan, tu hermano.
LA PALABRA DE SU VIDA
La Biblia nunca se diseñó para que fuera reducida al mero estudio ni insultada diseccionándola.
La Biblia está viva y... está diseñada para ser vivida.
Es una aventura personal.
Por la intensidad de vivir
bajo la Inquisitiva Luz de Dios,
la Biblia se convierte en el descubrir de la realidad,
no en una colección de sucesos.
Todos los tratos de Dios con nosotros tienen su contrapartida en la Escritura
y caminamos sobre las mismísimas
pisadas de sus personajes y
penetramos en el curso de su historia.
Sus luchas son nuestras luchas y
sus éxitos ocultan la llave que necesitamos.
Así entendemos al héroe sólo cuando
peleamos nuestras batallas y hallamos la victoria.
Estamos cerca de lo derrumbado cuando
admiramos nuestro propio tropiezo.
Los personajes bíblicos están para ser nuestros íntimos mentores,
y nosotros, sus humildes pupilos.
El lance consiste en encontrar tu camino presente y
tu actual compañero de fatigas
en las intrincadas cavernas de la Escritura.
Entonces conocemos a Dios como es Él en realidad,
alcanzable y cercano,
lucero para nosotros pero
acérrimo en
Su Inalterable Santidad y
Su Glorioso Plan...
INTRODUCCIÓN
La Biblia presenta muchas de sus grandes
verdades en pareja,
contrastando una frente a la otra...
y así,
en mayor revelación.
María y Marta comprenden tal yuxtaposición.
No pueden explicarse por las diferencias del
temperamento o personalidad.
No presentan caminos alternativos para seguir a Dios:
“Esta o aquella forma, la que se te adecúe mejor.”
María y Marta, símbolos de una elección...
entre aquello que gana a Dios
y aquello que lo pierde.
Defendemos en Marta aquello que Jesús condenaba.
Esto sólo demuestra que somos... Martas,
independientes y sordos a Su voluntad,
prestando oídos sólo a nuestra preferencia...
Igual que ella.
Dos sendas de elección:
Un camino de cómodo tránsito,
agradable a la humanidad, y
un camino austero, cerrado y oscuro.
Sólo un camino lleva a Dios y
“pocos son los que lo hallan.”
Mateo 7:14
BETANIA
Cuando Jesús visita
algunos miran pero están ciegos,
algunos saben y son ignorantes.
Pero de vez en cuando alguien contempla
en santa admiración...
EL MINISTERIO DE LOS PIES
María siempre se hallaba a los pies de Jesús.
Se sentaba a Sus pies buscando enseñanza.
Se Postró a Sus pies en sufrimiento.
Ungió Sus pies para un funeral.
Enjugó Sus pies en agradecimiento.
He aquí toda la búsqueda de una vida de encuentros con Dios, perfilada,
trazada y coloreada en la experiencia de María.
Los pies son la parte más vulgar de nosotros.
Somos grandiosas y gloriosas creaciones,
mas los pies a todos nos recuerdan
que estamos en el mismo sitio,
a nivel del suelo.
Los pies sólo sirven de asidero y movilidad.
Nada más noble pueden hacer.
Los pies son humildes, en contacto con la tierra y, sí, representan esa vulgar realidad.
El resto de nosotros puede suspenderse en magnificencia,
pero ahí están esos pies innobles, viviendo en mugrienta realidad.
Antes de que el Cristo lavara los pies
de Sus más cercanos seguidores,
María lavó Sus pies.
Sólo las dos Marías y Jesús lavaban pies.
De todos aquellos que le seguían ella abrazó este
“ministerio de los pies.”
Sólo una delgada suela de cuero separaba los pies Judíos
del infinito polvo de aquella yerma tierra,
y a menudo no había sandalia...
tan sólo un pie desnudo tocando piedra y tierra.
Lavar pies; la más baja tarea para el siervo más plebeyo.
Nadie ambicionaba esta función...
Maloliente, desagradecida... sucia.
Pero este era su lugar, atesorado y anhelado.
No simplemente su posición o molestia,
sino su realidad... la descarnada realidad acerca de sí.
La abyecta humanidad de María
no podía hacer otra cosa.
El pie era su trabajo.
Sin vergüenza y en presteza,
ella lo hacía gozosa.
Debemos ser lo que somos.
Debemos tomar el lugar apropiado de quién somos.
María tocó la tierra,
no era mejor que ella, sino en conexión
con el lugar de donde ella proviene.
En base a esta elemental verdad ella asintió en ser,
ser sencillamente...
sólo ella misma.
En tal menester abrazó la Idea Divina de ella
y halló el don de la dignidad
que apartó su individualidad
de lo vulgar.
Esta es la gran ironía del universo:
aquellos que se humillan a sí mismos al
fango de su origen
habrán de tocar el cielo.
Dios hizo a la humanidad del polvo.
Nosotros siempre mintiendo aferrándonos a ser más,
otra especie siquiera,
cualquier cosa excepto natural humanidad...
Pero somos barro y saliva...
y sólo la vasija que quiera ser de tierra es adecuada,
vacía de presunción,
para acoger el Gran Tesoro.
Ser “pie” es la senda,
el tosco camino que lleva a Él.
Sentada a Sus pies María oyó de misterios.
Inclinada a Sus pies vio la muerte destruida.
Ungiendo Sus pies se le otorgó alabanzas...
nunca oídas.
Cuando tomamos nuestro lugar espiritual a Sus pies,
Podemos tomar Su propio lugar de Rey
para repartir el poder y el tesoro de Su trono...
Demócratas que pretendemos utilizar
nuestro “derecho de voto”
en el reino de Dios.
Este Reino no es una república sino más bien una Monarquía,
agradable por la perfección de su Rey
y justa por la excelsa sabiduría de su Gobernante.
El que se sienta a Sus pies le ha coronado
y disfruta del Reino Invisible
de Su Reino Absoluto y Suprema Protección...
Nuestro ministerio con Él siempre ha de empezar,
cada día debe empezar, a Sus pies.
En total rendición;
una postura humilde ante Él.
Nos transformamos en sus pies.
¡Sentados a Sus pies, nos transformamos!
Sólo a Sus pies... siendo Sus pies somos elevados...
sólo allí podemos ser
Su mano venerada...
Su libertadora influencia...
Somos Sus pies en esta tierra,
Él, nuestra cabeza sentada sobre el Trono del Universo,
Nosotros, Su cuerpo literal
sentado a Sus pies.
Gestionamos Su porción terrenal.
¡Somos Sus pies!
Pero nunca bajo Sus pies, hollados y pisoteados.
Los pies son la historia del evangelio:
el Mismísimo Hijo de Dios pisó
la sucia tierra entre nosotros.
Ahora habremos de andar Su tierra,
sobre preciosos pies calzados con el evangelio...
Habremos de andar como gente corriente
infundidos con un Dios Extraordinario.
El camino hacia Dios siempre es cuesta abajo,
Él se encarga de “subir.”
EL SAMARITANO
Había una casa en la que Jesús se sentía como en casa. Sus amigos en esa casa eran una familia:
Lázaro, Marta y María.
Cada cual,
una historia contada para la eternidad.
Pero antes del relato vemos el lugar donde acontece.
La escritura tiene su orden y ese orden cuenta
de otra dimensión a la historia,
...desvela su secreto.
La historia parece que comienza en Lucas 10:38 en el pueblecito de Betania, pero se engendra en realidad en el versículo 21 con el rechazo de dos ciudades que no creían en Jesús ni estaban conmovidas por sus milagros.
En respuesta, Jesús “se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños (los que son como niños, inexpertos y sin instrucción). Sí, Padre, porque así te agradó.”
Lucas 10:21
Ese pasaje establece como un principio
lo que María ilustraba en vida.
Marta nos desvela el ego propio del cual
Su vida se escondía
y María es el niño, al descubierto y sencillo,
a quien Él habría de ser revelado.
A continuación un jurista vino a tentarle
con una pregunta.
“Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?”
Jesús siempre hacía al engañador
responder su propia pregunta.
Sabiendo que el letrado le estaba tentando sobre
la adhesión a la ley,
preguntó, “¿Qué está escrito en la ley?”
El letrado respondió con el primer y segundo mandamiento:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.”
Entonces Jesús contó una parábola, una historia con significado oculto para ilustrar la pregunta
“¿Quién es mi prójimo?”
A la parábola la llamamos “el Buen Samaritano.”
“Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
Tanto un sacerdote como un levita pasaron de largo con asco, negándose a ayudar, ¡dejándole morir!
Pero el samaritano “vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.”
La parábola es un acertijo que debes resolver,
con el propósito de hacerte volver
a una búsqueda de Dios.
Una parábola es una pregunta acerca de ti más que una respuesta para ti.
No obstante, oculta como una semilla de oro en el negro suelo de la historia se halla
tu respuesta, profunda y preciosa.
La parábola es una verdad disfrazada como un cuento
que parece ser una cosa pero significa otra.
Esta historia cuenta de una buena persona,
que ayuda al que no se puede ayudar.
Y así ha sido interpretada por los siglos.
El epítome de un buen prójimo.
Y esa es una buena forma de verlo...
pero el verdadero significado,
oculto y precioso, es este:
El hombre caído es Cristo y la descripción de Su crucifixión.
Él fue despojado de sus ropas, Él fue herido.
Él fue dado por muerto.
El Samaritano es aquel que
se detendrá en la vida y ministrará a Jesús,
siempre ungiéndole por Su continuo sacrificio
a manos de los ignorantes y obstinados...
al cuidarse de Sus cuitas.
Pero por favor ten en cuenta la advertencia del cuento:
el que toma el lugar del Samaritano
siempre será un ajeno a los religiosos,
ofensivo a lo legal
igual que Él lo era...
Después de esta parábola, Jesús partió a casa de María y Marta y así comienza la imagen viva —en María—
del mandamiento: ama a Dios
y de la parábola: úngele por Sus heridas.
María, por amor de Él, era la Samaritana
ungiendo Sus heridas
antes de que Él fuera herido.
MUCHAS COSAS
“Marta, Marta, afanada y turbada estás con
muchas cosas... ”
Jesús se detuvo un día en Betania y Marta se apresuró a solucionar su almuerzo y ponerle cómodo.
Optó por relacionarse con su humanidad...
Marta habría de alimentarle.
María se acallaba a sí misma cuando Él estaba en casa.
Optó por relacionarse con Su divinidad...
María se alimentaría de Él.
En su estado de ruidosa acción, Marta se quejaba a Jesús. María no estaba trabajando y le dijeron a Jesús que la corrigiera.
A Jesús siempre se le ordena que obedezca a aquellos que trabajan para Él,
pero aquellos que se menosprecian a Sus pies...
dejan que Él sea Él Mismo.
Así pues el alarmante contraste entre ambas mujeres permanece para
enseñarnos lo que a Él le gusta
Y lo que a Él no le gusta.
El hacer estridente gala de tus labores es actuar
para la audiencia de la humanidad.
Un verdadero siervo no exige ayuda,
esquiva la atención.
La reprensión de Jesús hacia Marta en la lengua griega conlleva una corrección áspera y severa. Estaba equivocada. Punto.
Tan embebidos estamos en el error de trabajar PARA Dios que estamos decididos a defender a Marta.
Al esforzarnos en otorgarle deuda, cierto mérito,
estamos defendiendo nuestras propias labores
y esperando también que ellas valdrán para con Dios.
Jamás lo harán.
No yerres, Jesús increpó a Marta.
La vida de Marta era múltiple,
dispersa en la fiebre de muchas abstracciones,
confusa por muchos amores propios.
La vida de María era simple,
purificada y destilada hacia
aquello que ella consideraba esencial,
su objeto de amor,
Uno aparte de... ella.
La vida es un conjunto de tentadoras trampas.
Cien senderos amistosos nos hacen señas,
prometiéndonos un mágico destino.
Mas recorrer tan grande número de avenidas sólo ofrece un “laberinto”, un fútil enredo
sin escape y sin propósito,
y ese el espléndido misterio de nuestra existencia
se pierde en una circunferencia carente de sentido.
La vida no es una serie de caminos, de avenidas que explorar.
Y la vida no se trata de actividad.
La vida es un conjunto de valores, los cuales —si no se escogen con cuidado— llegan a la esclavitud en demanda de lo ridículo.
Marta vivió en caminos y en actividades, no en valores deliberados. Jesús le diagnosticó:
ni productiva ni responsable, ni noble ni justa.
Nada elogió de lo que hacía. ¿Lo entiendes? ¡Nada!
El retrato del seco hueso que era su inútil vida es este:
“afanada y turbada estás con muchas cosas.”
Si vives con “muchas cosas”,
preocupación y enfado es tu hábito diario.
A la inversa, si “preocupación y enfado” es tu hábito, señal de que estás en tortura de “muchas cosas”.
Muchos caminos.
Muchas ambiciones.
El trabajo es un dios penoso cuya recompensa tiene siempre un extraño vacío. Nunca compensa la carga de amor que se le anticipa. Pero nuestra fe en ese dios no se desanima por la horrible paga.
Seguimos ofreciéndole nuestra mayor concentración y nuestro más sutil esfuerzo
aunque devora... siempre más.
Vivir para trabajar
—vivir PARA el trabajo—
sólo acoge agrio aturdimiento porque
Dios no se impresiona.
Un necio cualquiera puede dar vueltas sobre sí
y llamarlo “noble obra”.
Descerebrada tarea, aún los caballos realizan.
El trabajo es la medida de la humanidad
del valor de una persona.
Se le pesa sobre la escala de la productividad y
cuanto más esclavo, tanta mayor significancia adquiere aquel.
Cuanto más mártir de la tarea sea, mayor simpatía
y admiración obtiene
y esa breve atención es su paga final.
Pero es una paga que compra... poco del mañana.
El trabajo de Marta se hacía para
ganar aplauso y atraer Su atención.
Estaba comprando Su admiración,
pagando por Su amor.
Pero Él no estaba en venta y
ella se sintió engañada.
Así que pensó que le ayudaría a ver...
Su petulancia
“Señor, ¿no te da cuidado?”
era el gimoteo del ego en pena
¡un vergonzoso insulto a Su amor!
Era Marta quien no se cuidaba... de Él.
Siempre somos expuestos en la medida
de nuestro acusar a Dios.
LA ELECCIÓN
“María ha escogido la buena parte.”
Jesús explicó la diferencia
“María ha escogido”, dijo Él.
Nada complejo, nada difícil
la respuesta era muy, muy simple.
No que María fuera indiferente,
impía o vaga.
Ni que María lo tuviera más fácil...
Sólo esto:
María escogió... y ella le había escogido... a Él.
Explica esto su actividad,
que Marta tenía por inactividad.
Era este el resultado externo de su secreto motivo,
la punta de lanza de su poder postrarse,
escuchar,
ver
y sobre todo... estar en calma.
Su poder provenía de su elección.
En medio de las posibilidades, de las multiformes oportunidades, de una miríada de opciones,
María le había escogido a Él como su mayor tesoro,
su meta,
lo que tenía la suficiente importancia
para dejar que todas las demás importancias
sencillamente... se fueran.
No que María pudiera optar y pobre Marta,
demasiado ajetreada en mundanas tareas
no tuviera tiempo ni oportunidad de escoger.
No, Marta había elegido tarea y María había elegido a Jesús, y la opción de María se mostró superior.
“María ha escogido la buena parte.”
Aquello que escoges se apodera de ti y te impulsa.
Esta resolución tuya es tan fuerte que perfila su propia autopista y te conduce a su destino.
Una vez que tu elección es hecha, no has de gobernar.
Te gobierna.
Estás poseído por tus decisiones.
Esclavo te encuentras de tus elecciones y
habrá de ser lazo o gozo...
Marta soportó una miseria desfigurada.
María disfrutó la dicha de la quietud.
Hoy eres lo que escogiste ayer.
La elección pudiera parecer involuntaria,
pero nunca es así.
La opción es siempre deliberada.
El escoger pudiera ser casual,
flotando sin esfuerzo sobre la corriente.
La indecisión es la decisión de no decidir
y como tal... rige.
La decisión nos guía.
Tú eliges. Tú siempre eliges.
La voluntad es la fuerza, el poder, el timón
que Dios sustenta y ordena a los cielos sostener.
La libre voluntad es don que nos distingue
de toda la creación.
Dios otorga ese don y no lo rescindirá.
Ofrece profundo respeto a nuestros propósitos.
Ni siquiera nosotros podríamos
mostrar tanta consideración.
Ni siquiera podríamos nosotros entender
el terrible poder,
las habituales consecuencias irrevocables
de la opción adversa.
¡Nuestra propia opción!
No lo que “nos hacen”,
ni lo que está fuera de nuestro control,
sino aquello que está pasmosamente dentro de nuestros parámetros,
lo que nosotros mismos dirigimos en secreto
mediante la preferencia que apoyamos, o los deseos
que escogemos respaldar.
Ese inmenso poder de decisión asume nuestro control.
Hoy eres lo que escogiste ayer.
Hoy pierdes lo que no se deseó ayer.
Mañana tendrás lo que escogiste hoy.
Fluimos en la incontenible corriente de
nuestras necias elecciones y no podemos nadar contra esa marea.
El vigoroso flujo se impone por
nuestra voluntad y desear.
Siempre comiendo del fruto de la
semilla de nuestras secretas intenciones.
No obstante, con tenacidad creemos que somos víctimas en patente ineficacia de
un universo que se opone a nuestros más férreos intentos.
Esto es cierto: Oposición da mano a toda decisión.
María confrontada por familia,
pero Marta confrontada por Dios Mismo.
Tu elección elige oponente, pero escoge uno, tú eliges.
¿Ves?
Eres libre de escoger pero sólo escoger “aquella cosa”
—la que es “mejor”—
te acerca al descanso y a la defensa intercesora de un Dios Protector que aborda a tus insignificantes adversarios...
todo por Sí Mismo.
UNA COSA
Jesús agregó insulto al daño de Marta.
Señaló a su hermana como el ejemplo de Su placer.
“...Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte...”
Lucas 10:42
¿Una cosa? ¿Entre todas las “cosas”?
¿Qué es la cosa que es mejor que toda otra cosa?
¿Qué hace a las otras irrelevantes?
¿Rendición a sus pies? ¿Un esclavo subordinado?
No, Él quiere amigos, no vasallos.
¿Reverencia por Su categoría?
No, Él quiere amantes, no monumentos.
Quiere a aquellos que le ofrezcan su mundo interior,
que superen su intelecto,
que disminuyan su independencia
por el único propósito de estar junto a Él.
María tenía una agenda trascendental e infecunda.
Y esa agenda era... no tenerla.
Todos los propósitos eran Suyos en origen.
Toda actividad era Suya prescribirla.
Se acercó a Él en íntima reverencia,
lo suficiente cerca para escuchar —si nada más fuera—
Su aliento.
En descarada conciencia de Él.
cada deseo y cada enfoque en Él estaba centrado.
En Él, solamente.
María nunca cedió a la disputa
que se arremolinaba en torno suyo.
Su concentración inquebrantable por la crítica,
nunca hubo de entrar en la lucha que su postura había originado.
¿Qué era la cosa?
Otros hubo que la hallaron también.
Dijo David, “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.”
Salmos 27:4
Al igual que Pablo. “...aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo.”
Filipenses 3:8
Hay quienes quieren conocerle más
de lo que quieren conocer...
cualquier otra cosa.
Aquellos que hierven y destilan sus vidas
hasta el hueso mismo,
en Jesús hallan más fascinación
de la que pueden manejar.
Y estos son aquellos con quienes Él se sienta.
LA BIENVENIDA
“... entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.”
María, la definida por su relación con Marta como
“su hermana”, fue puesta bajo el eclipse de la energía motriz de Marta. Pero María se movía para sentarse
a la sombra de Otro.
Ella tomó su lugar en el suelo.
María le recibió.
Marta sólo le había saludado...
con estrepitoso aplauso y tal vez rimbombante orgullo.
Él, el famoso, venía a su casa.
Se decía que era su casa.
La orgullosa se digna a dar a cambio en conspicua generosidad.
La humilde
—sólo consciente de una macilenta pobreza—
se sienta a mendigar.
Nada tenemos que decir a Dios excepto gracias.
No hay lugar que ofrecerle más que un hogar en nuestro corazón.
No hay don que ofrecer más que desnuda receptividad.
María le recibió... en los dos únicos tesoros de la vida:
su corazón y su tiempo.
Este era su hogar.
Le otorgó el lugar donde ser Él Mismo,
en el que definir —revelar— Su Propio Espléndido Ser.
Ningún otro hizo tal cosa,
ni siquiera los discípulos que le querían como el superhéroe de su imaginación.
Para María ofreció Él Sus secretos.
Los pequeños castores en defensa de su presa,
no tienen tiempo de cortejar secretos con Él.
Al final, Marta halló en Él
una punzante interrupción de su invento,
un desagradecido intruso en su alma.
No quería ella ser percibida por Dios,
sólo por el hombre.
En realidad sólo María hubo de ofrecerle abierto convite
a Su propio dominio.
Después de todo... era Su hogar.
LA TAREA
Una tarea válida nos espera:
Una tarea del diseño de Dios.
Una tarea que convoca al valor,
Un cometido de sudores que es
nuestra mayor aventura.
Jesús respondió
a la legítima consulta de hombres responsables
“Dinos cómo poner en práctica las obras de Dios.”
“Obras”, dijo Él, eran estas:
“que creáis en el que él ha enviado.”
Juan 6:29
...y es algo de lo más práctico.
Cree que el Hijo de Dios es
tu mismísima acción, tus obligaciones,
tu fuerza de vida.
Otro vive tu vida... por completo.
Hace tu trabajo para ti... no DE ti.
Otra Energía te moviliza.
Otra Vida por completo te impulsa,
y ese Otro Ser lleva a término tus tareas.
El trabajo para obtener esto es una inversión
en personal relación.
La poco ponderada labor de María:
construir una relación con el Hijo de Dios y
desde ese profundo parentesco
creer en Él.
Vivir POR Él.
Fundamentar una unión con el Hijo conocible
es un trabajo,
que requiere toda la energía y enfoque
de cualquier otro esfuerzo.
Requiere el empleo de una raída voluntad
para hallar a Dios cara a cara.
La actividad puede escudarte, reservarte y protegerte de esa Insostenible Mirada
en tu asquerosa nada.
La actividad puede enmascarar un alma vacía y otorgarte un disfraz fraudulento
de nobleza.
Pero para enfrentarse a Dios cuando éste llama
tu nombre
se necesitan más agallas que esfuerzo,
más sudor que ideas.
Y cuidarte de cosa alguna excepto Él
—nadie más excepto Él—
es una merma que implica esfuerzo
hasta la muerte misma.
María lo hizo.
Trabajó para subyugar su mente a Su mente,
su vida a Sus deseos
su tiempo a Su placer,
su corazón a Su amor.
La obra secreta de María —por ser oculta—
no ganó elogio de sus semejantes.
Escuchar a Alguien que no seas tú,
escuchar a una Voz sin eco —porque no se oye—
es el más duro trabajo de la humanidad.
Tan duro que pocos lo harán.
Significa esperar, significa arriesgar. Implica la rendición de todo ardid, la pérdida de toda independencia.
El trabajo de la humanidad
es incrementar,
mas la tarea del espíritu oyente
es sólo decrecer.
Escuchar al Intelecto Divino está tan por encima de nosotros que es un extraño
a cada partícula de nuestra comprensión
—escuchar a Esa Voz—
es llevar a cabo la tarea premeditada de hacerse a uno mismo estúpido,
lisiando el ego de uno mismo.
Y eso es trabajar contra ti mismo,
cuando los otros trabajan para sí mismos.
Escuchar a cualquier otra cosa ajena a nuestras propias y apropiadas nociones es
duro esfuerzo, pero escuchar a Dios impone
pérdida de libertad intelectual
para sondear en una Mayor Inteligencia.
María, reducida a una vida de escucha,
aprendió a no oír nada más.
La opinión pública acerca de Jesús pasaba de largo.
Los chismorreos de Sus hazañas
no lograban su captura.
Las dudas,
las calumnias,
en poco interés lo tenía.
Ella no escuchaba ni siquiera el menosprecio
de su propia familia.
La atención de todo su ser
—mente, corazón y cuerpo—
estaba empleada,
sobrecogida por un Divino Hechizo
que hacía que el mundo se desvaneciera.
LA PERSONA
Dios se hizo persona.
¡Dios residiendo en Su propia creación!
El que nos hizo, andando como uno de nosotros...
¡Sorprendente!
Ya que no podíamos unirnos a Él
—nacidos muertos por la caída de Adán—
se encogió a Sí Mismo
en nuestro reino... para ser descubierto.
Ahora es alcanzable. Es personal.
Pero todavía le dejamos solo en Su trono distante,
le empujamos para que habite en las categorías
de nuestro dogma, “remoto y ambiguo.”
Practicamos la vida frente a Él
pero le mantenemos lejos de nuestras pasiones.
Dios está dispuesto a ser y quiere ser
(¿Lo entiendes? ¡Quiere ser!)
el íntimo Compañero del lugar más incógnito,
el Amante Consumado del alma desesperada.
Para María, Jesús era una persona
fabulosa y sorprendente.
Lo conocía por Su nombre... Jesús.
No sólo era Maestro, Rabí, Padre.
Era una persona, conocible, íntima.
Para ella... Él no era Sus etiquetas.
Él no era Sus cargos y cometidos,
Él no era ni siquiera Sus milagros para ella.
Él era el compañero de su corazón,
la ha tiempo perdida pareja de su alma, el término
de su propio ser, el espejo de su creación,
el secreto de su misterio.
Dejó que Él entrara en su tosca humanidad
sin inhibiciones.
Expuso ante Él su alma desnuda,
para ser conocida, para ser capturada.
A través del acceso que había descubierto,
disfrutaba de
¡compenetración con Dios!
Quizás era esa compenetración a lo que Marta objetaba,
y nada tenía que ver con deberes caseros.
Ira es para los que lo contemplan.
María se movía en una relación,
afín y privada,
tan íntima que Él era su mundo,
en sí una esfera en la que ella vivía,
aislada dentro de Su Presencia.
Vino a la tierra para darse a conocer,
no acostumbrado...
a ser percibido
por Su propio carácter exquisito,
y ella hubo de ser el primero
en valorar profundamente
Su Verdadera Identidad.
Reconocemos como Dios a Jesús,
pero como Alguien que había vivido como una Persona
—humana, normal, accesible —
y ahora simpático a lo más bajo
de nuestra bajeza humana,
esto no podíamos imaginar.
¡Eso sería demasiado, demasiado bueno!
EL CONFLICTO
María y Marta representan un principio.
Son reales pero al tiempo también...
simbolismos.
Son la carne y el espíritu. Dos maneras de vivir. Dos potencias del interior.
En guerra,
en enemistad,
ambos no puede regir.
Y no coexistirán porque no son compatibles.
Uno u otro
ha de regentar.
La carne es la ilusión de Marta:
“Sé hacerlo. Puedo hacerlo.”
El espíritu es la instintiva realidad de María:
“No sé hacerlo, no puedo hacerlo. ¡Oh Dios!”
En la familia de Dios, la Carne se convierte en obrero y el Espíritu en adorador.
El conflicto hierve entre ambos, insalvable
pues es irreconciliable.
No puedes trabajar para Dios y adorarle
al mismo tiempo.
La adoración asiente en que Dios lo es todo mientras que el obrar es la humanidad “ayudándole” en Su “insuficiencia”.
Los obreros vierten desprecio en los adoradores y se esconden de tal oficio.
Los adoradores no tienen tal desprecio por los obreros
porque no tienen interés.
Están demasiado enredados en la aventura.
El principio
—en sí el espantoso problema—
es tan viejo como las escrituras.
Marta y María son
Caín y Abel.
Dios rechaza la ofrenda del trabajo, la tarea de los campos.
Es la propia suficiencia, independencia
y estos en realidad son... desafíos.
Levanta la piedra de cualquier logro humano
y verás que cada “buena obra”
oculta una muerte final.
Caín trajo su fruto de sudor y diligencia.
Abel cuidaba del ganado. Lo único que hacían era pastar y crecer
por mano de Dios.
Caín ofreció su preciosa causa, una tediosa creación
de cosecha propia sobre la que orgulloso reclamaba reconocimiento.
Abel devolvió a Dios lo que Dios Mismo había hecho.
Una ofrenda viva de sangre.
Y al igual que sucedió con Marta,
la tediosa ofrenda de Caín se ganó...
el rechazo.
La terrible injusticia de aquello le encendió.
Así que Caín derramó sangre inocente, la de su hermano.
La única ofrenda a Dios es la sangre. Así lo ha decretado,
y no puede ser anulada por la superioridad humana a la Absoluta Sabiduría de Dios.
Si no ofreces sangre a Dios, entonces derramarás sangre...
por venganza contra el Dios que se manifiesta en los Abeles que lo hacen.
La sangre es inevitable al tratar con Dios,
y será derramada por obediencia o por rebelión.
Los obreros asesinan a los adoradores
de una forma u otra...
Muchos son las Marías y Martas, fruncidos por la disimilitud en un conflicto atemporal.
Isaac e Ismael. Ismael, salvaje y furioso, luchó por su sustento.
Isaac meditaba en los campos y todas las cosas
vinieron a él por regalo y herencia,
sin esfuerzo.
Saúl y David.
Moisés y Josué...
Moisés el cansado líder, mediante enorme
esfuerzo y monumental paciencia nunca
entró en Canaán, la tierra de descanso.
Lo que le llevó a Moisés (Marta) 40 años de fracaso,
le llevó a Josué (María) alcanzar en 11 días.
Josué dejó que Dios fuera Dios
—entró, cruzó, conquistó—
descansó.
Nunca fácil. A veces juego sucio...
pero siempre Dios. Sólo Dios.
María y Marta son
fuerzas impuestas —en combate— dentro de nosotros.
Ambas viven y advierten su presencia por presión
interior. Y constituyen una crisis de opciones.
La elección es totalmente secreta... e interna.
¿Cuál dominará?
¿A cuál fuerza sustentaré, dejaré que me posea?
La lucha es el sendero propio de la arrogancia.
Puede ser la febril tarea de hacer algo
o la infructousa búsqueda de ser alguien.
La adoración es la necesidad más instintiva.
Adorar al trabajo es una mezcla de ruinas
y la implacable tentación de nuestra naturaleza.
El conflicto es eterno... con repercusiones eternas.
La elección es... por siempre una.
CONOCIDO
Saber de Dios es una cosa
pero ser “conocido” por Él,
ah, esa es la dicha de María.
“... pero si alguno ama a Dios (con reverencia de afecto, pronta obediencia, y reconocimiento agradecido de Su bendición) es conocido por él (reconocido como digno de Su intimidad y amor, y es poseído por Él).”
1 Cor. 8:3
Le conoces al ser conocido,
al dejar que Su invasión te posea,
al tener una casa sin puertas
y las ventanas abiertas de par en par.
Y al mirar en el espejo de Su mirada
ves tu verdadero ser
a través de Su visión...
Siendo Su percepción el único conocimiento verdadero
de tu enigmático ser.
En su ilimitada imaginación, soñó tu ser y
te creó en específica cualidad divina.
El Diseñador
conoce
Su diseño...
también sabe cuánto ha desfigurado
tu intromisión el original.
Todo esto se ve cuando le ves...
reclinado a Sus pies.
En ese lugar de silencio, todo lo que sabe de ti
—y de Sí—
ha de ser también, tu secreto.
LA NECESIDAD
El contraste entre ambas está trazado,
en deliberada proposición dispuestas una frente a otra,
percibiéndose en mayor clarividencia
ante el reflejo contrario.
Marta avanzaba engalanada en su autosuficiencia,
María se acurrucaba en el nido de su insuficiencia.
El rumbo de María anclado por su abyecta necesidad.
Sus motivos poderosos,
constreñidos por esta desesperación suya.
Se arrodillaba porque le necesitaba,
escogió porque precisaba de Él...
de su Suprema Necesidad.
No eligió porque “supiera” elegir.
Eligió porque era suficientemente honesta como para
vivir su innata penuria.
La elección era el resultado de su necesidad.
La elección no era noble opción,
encaramada en el despertar de su superioridad.
No, sino grata inferioridad
en virtud de la cruda necesidad.
Su necesidad de Él era gozo... no el sonrojo de la desnudez,
ni la vergüenza de extrema carencia.
María aceptó su profundo vacío humano
con todo su dolor y humillación y
lo llenó sólo con
Jesús... su ocaso.
Alma yerma la suya que reconoció en Él su Existencia.
Su hambriento corazón creyó en Él su Sustento.
Alma inquieta que sabía que Él era su Realidad.
María consintió en su vacío.
Marta llenó su pozo con... ella misma.
María escuchaba porque estaba
desesperada por oír.
Marta no se sentaba a Sus pies porque
¡no necesitaba oír de Él!
La necesidad es la gran dádiva de Dios.
Cuando permitió que optáramos
por nuestra independencia de Él
allá en el Edén,
no nos libró de este nuestro necesitarle,
y en carencia de Él,
camino de vuelta que lleva a Él.
La necesidad es el llanto en crisis
de nuestro núcleo interior:
la vil e inicua carencia de... Dios.
Y nada —ni logro ni persona—
llenará esa
contrita oquedad.
Pero es una pesadilla ser olvidado, un espectro
harto terrible de encarar, harta locura admitirlo.
Esto que ocultamos siquiera de nosotros mismos,
tosca y primaria carencia,
siempre arropando la frágil desnudez.
Humanidad que en mutuo acuerdo encubre esta
interna bancarrota.
Validamos la mascarilla del otro.
“Si tú no lo admites, yo tampoco.”
Pero el mendigo honrado sopesa solitario,
“Habré de ser sólo yo.
No parece que padezcáis esta misma
trastornante fosa de escasez.”
La pobreza de espíritu espinoso es un aliado,
compañero de vergüenza,
el cual –—si es amigo—
habrá de guiarte al Reino
que será tu lugar de formidables tesoros.
María se acostó en licenciosa satisfacción con
su palpable miseria y
sacó de quicio a sus espectadores.
Sólo un principio en el reino: recibir.
TODO ha sido entregado.
Lee el Libro y ve.
Pero sólo los hambrientos, obtienen alimento.
Los enfermos sólo admiten cura.
Y sólo son llenados los necesitados.
Haz tregua con tu horrible carencia,
rinde tu existencia solitaria a ella...
entonces podrás recibir.
Cuando puedes recibir,
el tuyo suplir es inmediato
porque
“consumado es.”
Y entonces tienes todo lo que... tú necesitas.
¡En Él!
UNA POSESIÓN
“La cual no le será quitada...”
La opción de María hubo de afianzar la posesión... descrita como permanente e inviolable.
Nada que pueda nombrarse o tocarse permanece.
Y nada es “mío.”
No hay nada
—posición, lugar, objeto, fama—
que sea estable,
seguro,
fidedigno.
Ninguna persona es “mía...”
Ni los que provienen de mi cuerpo,
ni los que hacen pacto conmigo,
ni siquiera los que escogen ser míos.
Pueden serme arrebatados
por potencias más allá de mí ante las cuales...
mi incapacidad es total.
No puedo fraguar ninguna relación.
Nada puedo proteger.
Ningún poder a poseer.
Ninguna capacidad que preservar.
Lo que aferro, mato. Lo que quiero, prender no puedo.
Lo que busco poseer, al apresarlo me traiciona .
Toda buena cosa de personas y tesoros pueden entrar en mi vida,
pero nada tiene mi impronta,
ni mi seguridad.
Nada es “mío.”
La verdadera verdad es que no tengo
Nada ni Nadie.
Todo prestado, temporal, pasajero...
Vivimos un tiempo prestado, en lugares temporales,
en acelerada actividad.
Toda la vida es una frágil hebra, una mecha en vacilante parpadeo,
que pasa sin nada que se mantenga.
Esto sabemos en las profundidades de nuestras asustadizas almas,
y la historia al completo lo atestigua.
Me llama Él para que todo lo deje por causa de Su nombre.
Tierras, casas, familia, amores
pero su llamado es para sólo dejar
una ilusión de seguridad,
la fantasía de ser jefe
en la presunción de un derecho dado en tierra,
bajo el auspicio de algún papel que arde:
proeza, certificado de nacimiento, contrato matrimonial,
nacionalidad, árbol genealógico.
Su llamada es total
incluso al abandono de mí propiedad de mí.
No puedo guardar mi salud, mi entendimiento, mis percepciones. Y sencillamente es una llamada a la verdadera realidad, la verdad sencilla de que
ninguno de estos son míos,
una llamada para dejar la presuntuosa propiedad de aquello que verdaderamente
jamás he poseído.
En esta horrenda humanidad que
está presa en mundo corrupto,
precisamos permanencia,
algo no sujeto a la tiranía y ruinas de lo humano,
algo intocable por los esfuerzos naturales.
En desesperación engendraremos esta seguridad
en propiedad.
“¡Mío! ¡No lo toques!”
Cementamos nuestro pequeño dominio de piedras
y lo llamamos “Hogar”,
salvaguardia inconmovible, imperecedera.
En la sombra de su falsa cubierta
descansamos y nos mentimos
al confiar en su seguridad.
Una Roca necesitamos, no sujeta a
injusticia ni sujeta a miseria.
Esta no es mas que carencia humana en virtud de extrema debilidad.
En toda nuestra falsa bravata, chiquillos en rabieta,
faltos de ayuda y ropa.
Es Dios la Roca.
Irreducta. Indivisible.
Lo único sólido entre tanto fluido...
El Refugio Aislado que es capaz de proteger
porque es el Único
que controla, posee y dirige TODO.
“De Jehová es la tierra y su plenitud;
El mundo, y los que en él habitan.”
Nada ni Nadie existe para mí. Todo es de Dios y todo existe para servir a Su Idea... de la cual yo sólo soy uno.
Toda propiedad, TODOS los derechos de propiedad son de Dios.
Todo lo ha comprado por precio de costosa
Sangre Sacra.
Tiene todo derecho legal para con Su propiedad.
Nosotros, los crueles usurpadores de Su dominio.
Puedo poseer al Todo y Único... Dios.
Es Él Todo lo que tengo
en verdad la única posesión posible.
Pero Él es TODO lo que necesito y el Único que preciso...
Y eso es permanencia
inmutable, inamovible.
Dios es mío. “Yo seré tu Dios.”
Su propia sentencia de permiso
de poseerle en franco aferro,
un envite a mi absoluto "derecho" de
Su presencia en mis días.
No puedo franquear mi necesidad de Él.
No puedo exigir en demasía de Él.
Este gobierno suyo sin feudos,
mas bajo ese precepto
que Él ha dispuesto
de poner todo su cielo
a los pies de mi hambruna.
Si soy suyo,
entonces Él es mío...
y todo lo suyo,
es mío.
Dios nada ha retenido. “¿Si nos ofreció a Su único Hijo no nos habrá también de dar todas las cosas?”
Al no poseer nada excepto a Dios, poseo todo
lo que Él posee.
Y eso lo comprende... Todo.
Lo que María escogió buscar... estrechar... poseer
así mismo la poseyó y vino a ser el Anhelado Tesoro
sobre el cual obtuvo licencia perenne.
Cristo era su Salud personal, su Premio de Vida,
su Hogar.
Ni hombre ni naturaleza podrían desarraigar o arrebatar esta posesión.
Ningún mal podría dislocarlo.
Ningún enemigo robarlo.
Él,
el único Imperecedero,
el escondrijo de su espíritu.
Y nadie podía entrar,
menos aún hurtar.
Si eres suyo, Dios es tuyo.
Y lo suyo se hace tuyo,
para arropar tu desflorada existencia
y sostener tu maravilloso destino
por Su riqueza.
Aquello que se deja en libertad en Sus dominios
habrá de ser
privada, abrazada propiedad.
Y todo su Poder Colosal es otorgado
en su cuidado e íntegra protección.
Él Mismo se ofrece. ¿Lo entiendes? ¡Él!
sin reservas,
hasta el fin de la profundidad de tu carencia,
desde el ahora de una sencilla existencia
hasta la insondable eternidad.
LA TUMBA DE LÁZARO
La mortal hediondez y putrefacción sólo son
harapos que se desprenden en la presencia de Jesús
cuando Él dice tu nombre.
LA ALDEA
“Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana.”
Juan 11:1
La aldea... ahora narrada como de María.
Había sido la casa de Marta.
Estacas de la linde bien definidas...
pero era la aldea de María.
No tenía ella cerca ni frontera.
Jesús era su hogar,
no tenía otro.
El trabajo obsesivo te confina al círculo donde
viven tus labores,
jaula de estrechez.
La vida de Marta estaba tapiada.
María —desatada— libre de “lugar”,
se mudó a un mundo mayor.
María,
al hacer de Jesús su centro,
se hizo ella misma el centro
de su perplejo mundo...
como estamos a punto de ver.
Cristo es el eje de la historia, el cruce de todo asunto
y cuando Él es el núcleo de tu cuento,
inconscientemente te conviertes tú
en el centro de tu mundo,
un enfoque para el perplejo.
“...y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano.”
“Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado deprisa y había salido,
la siguieron...,
diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.”
Juan 11:19,31
Los endechadores de Jerusalén permanecieron al lado de las mujeres afligidas.
Y cuando Marta fue a confrontar a Jesús,
se quedaron junto a María.
Marta se encontró sola con Él, sin audiencia.
Ella que quería audiencia, actuar ante la multitud,
no tuvo a espectador alguno en interés.
Pero cuando Él convocó a María, ellos la siguieron.
Las Martas espigan respeto. De ellas pensamos bien.
Pero no inspiran fascinación
y no evocan misterio.
No aprobamos las Marías ¡pero no podemos
dejar de observarlas!
Viven ellas en una esfera deliciosa desconocida para nosotros.
Cuando las Marías van, la aventura va. Cuando Marta fue tenía conversación doctrinal... y los muertos muertos quedan
pero cuando María fue... los muertos viven.
La influencia jamás es consciente.
Si fuera consciente sería manipulación
y no inspiración.
María atrae adeptos que la aman.
Mas en poco queda apercibida,
incluso en gran ignorancia,
de su atractivo.
El poder de influencia es
una esencia
más que un discurso,
un misterio
en vez de explicación.
David era una María.
Siquiera en su avergonzante exilio,
condiscípulos se le congregaron
en feroz lealtad de amor por él
y por ese amor que desea compartir
el mortífero peligro en el que vivía.
El mundo desaprueba de María mas
no resiste su magnetismo.
El mundo de las gentes adora a Marta mas
sabe que no sostiene misterio.
¿Quién habría de seguir a la lengua ácida
y la gastada queja?
Marta le ofreció al mundo sus esfuerzos y labores,
y el mundo estaba aburrido.
María distraída mostraba Cristo al mundo
y fueron cautivados.
Aquellos espectadores no se prendaron de Marta
ni cuando marchó a encontrarse con el Salvador.
Pero bastaba mirar a María llorar ante la tumba,
para incitarlos a ceñirse y marchar.
AMOR SIN FAVORITOS
“Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro.”
Juan 11:5
El amor de Jesús es indiscriminado. A todos ama.
Jesús amaba a Marta.
Su corrección ni lo menguaba ni lo refutaba.
Su amor es absoluto para cada persona.
Él ama porque Él ama.
Él no ama a causa de nada.
Te ama sin razón. Nunca le darás ninguna.
Marta se menciona aquí la primera.
María, empequeñece;
que Él la amaba, era obvio.
Marta, imposible de amar, era amada por igual.
Y ese Amor por ella confrontó y reprendió.
¿Por qué?
Porque deseaba su amor y el de María.
Su esfuerzo febril la dejaba lejos de aquel
amor que intentaba ella obtener.
Él amaba demasiado para
dejarla pasar y abandonarla a su noble delirio.
Su error le costó ÉL,
pero también a ÉL le costó... ella.
En el reproche del Señor,
el amor nunca está en crisis, nunca se ve amenazado.
Su amor es constante, un amor que no podemos
destruir por una búsqueda mal encaminada,
ni por nuestro necio eludir de Aquel.
La pasión de Su reprimenda,
obvia en la lengua de Grecia,
¡revelaba la angustia que le ocasionaba!
Jamás pensamos que se ve afectado por nuestra
actitud nómada.
Le vemos como si fuera como nosotros.
“¿Qué me importa?”
Mas quebramos su corazón y desgarramos su
Alma Santa al intentar ganar
lo que Él solloza por dar.
Por resistir Su lazo de amor hacia nosotros.
El amor de Dios y Su deleite son cosas distintas,
inconexas por aislamiento.
Mientras que María le agradaba por su elección,
Marta partía en una senda infructuosa
que preocupaba al Señor.
Así pues Jesús invadió su alboroto
para despejarle
la visión de una vereda diferente.
El Amor de Dios es tal que
habrá de guiarnos mientras luchamos con Él,
y mantendrá la opción de escogerle siempre
abierta de par en par.
Esta es la bondad y compromiso del Amor Divino
que no muda lo más mínimo por
nuestro fracaso de amarle e incluso por...
la ceguera ante el hecho de que no lo hacemos.
SABIÉNDOLO TODO
Marta marchó a enfrentar al Jesús demorado mientras acudía Él hacia Betania. Ella, en atrevida acusación, le dejaría explicarse hasta que estuviera satisfecha.
Su deber era dar cuentas de Su fracaso.
Le entrometió en una especie de argumento doctrinal
que Su compasión aceptó.
Se encuentra con nosotros allá donde queramos encontrarle,
pero siempre intercediendo para llevarnos
a Su tierra más alta.
Antes de que Él pudiera hablar, dijo ella “sé... que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.”
Por esta anticipación de lo que Él podía hacer,
exigió lo que Él debía hacer.
Era sutil mandato
a Jesús para hacer,
no fe de que lo haría.
La presunción de las Martas que
dictaminan a Dios hacer lo que Él ya hace.
Primero Jesús le ofreció su promesa personal:
“Tu hermano resucitará.”
A lo cual respondió ella, “Yo sé”,
por segunda ocasión.
Marta usó una palabra para “saber” en griego (oida)
que significaba pleno conocimiento,
entendimiento irrevocable.
Una palabra que encajaba en su intelecto,
su conocimiento mental de la verdad.
La puerta de sus oídos estaba cerrada
porque ella ya lo sabía todo.
Pablo nunca usó esa palabra al referirse al Señor.
Su palabra para “saber” era “ginoska”,
que significaba revelación continua, interminable.
La lógica de María la guiaba.
Su mente estaba allí donde ella se relacionaba con Jesús y
Él sólo podía encontrarse allí con ella.
Así lo hizo Él, pero siempre llamándola a
mudar del conocimiento a la relación.
¡Para verle!
Para vincularse con Él en Su identidad.
Dios no puede conocerse ni capturarse por la comprensión.
Sin etiquetas, por favor.
Él las hará volar, o peor aún,
te dejará que las tengas.
Jesús es un perpetuo misterio, una constante sorpresa.
No era previsible ni comprensible.
Sólo se le puede seguir, nunca anticipar.
No puede ser guiado. Él Mismo es un Rastreador.
Todas sus sendas son inéditas.
Aún ahora...
Como último intento, Jesús le dijo quién era Él,
una nueva revelación
que ha nadie había dado antes.
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”
Siempre deseoso de contar Sus secretos al sordo,
Él demostró
cuánto la valoraba,
cuánto anhelaba que ella le conociera...
a Él,
no acerca de... Él.
Sólo puedes ser instruido cuando eres empobrecido,
cuando tus preguntas no tienen respuesta.
Y sólo escuchas cuando necesitas respuestas.
Marta no era dócil...
no tenía preguntas
así que
no tenía búsqueda.
De nuevo Marta afirmó, “Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”
“Habiendo dicho esto, (se) fue...”
Las Martas tienen la última palabra, incluso con Dios.
Y su última palabra era una verdad que
—a la luz de sus acciones—
no podía comprender porque no escuchaba.
Pero audazmente creía... ella creía.
Es posible ver quién es Cristo sin ninguna
conexión con Él...
creer sin fe,
seguir sin rendir,
ser de Él pero sin Él.
Reconocer quién es Él sin la
comprensión de lo que sabes.
Saber libros y permanecer completamente ignorante...
especialmente en cuanto a Dios.
ESPERANDO AL SEÑOR
“Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.”
Juan 11:20
Marta se apresuró a encontrarse con Jesús
antes de que siquiera llegara Él a Betania.
María se quedó en casa.
Habrías de pensar que sería al contrario...
María siempre en su busca,
muy al tanto de Él...
seguro que ella sería la que se abalanzaría
sobre Él en tiempos difíciles.
Las Martas van a donde no les mandan,
contestan cuando no se les pregunta,
inician lo que Dios no empezó.
Las Marías, doblegadas incluso en crisis,
esperan hasta que las llaman...
Se rinden a Sus órdenes sin ordenarle a Él.
Jesús hizo lo mismo, sin desplazarse hacia Betania
durante días
hasta que Su Padre se lo pidió,
aunque supiera que Lázaro estaba muerto.
María, al conocerle, conocía Sus caminos.
Sólo podía esperar a Su citación.
Ella, al no quitar sus ojos de Él,
se había hecho igual que Él.
“(Marta) llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.”
Marta le llamaba Maestro, una palabra griega que significaba
Instructor, un título irónico para ella,
pues no era alguien instruido.
Para María Él era Señor y Amante, no maestro.
Pero como Él
era Señor,
esperó hasta que la llamaron.
La sumisión es la respuesta del amor al Ser Amado.
EL AGUIJÓN MORDAZ
A medida que Jesús se aproximaba a la tumba de Lázaro,
ella a quien Él se reveló a Sí Mismo como la Vida y la Resurrección,
hizo el ridículo supuesto de que
¡Él no conocía el aguijón mordaz!
“Marta... le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.”
Juan 11:39
Quien creó la vida y llenó el universo,
quien sabía todo el pasado y el sobresaltado
futuro del hombre... sabía que
Lázaro
estaba
en el aguijón
de la putrefacción.
Las Martas siempre están educando a Dios.
“Pobre Dios,
necesita de mi ayuda.
No entiende.
Dejadme que le diga
lo que está ocurriendo.”
Ella que creía que creía
e incluso proclamaba,
“creo”
no tenía fe en el momento
ni sabía nada de Sus intenciones
ni Su poder.
Lo que ella creía en cuanto a este Señor de Vida
eran simplemente arrogantes ideas en referencia a un futuro distante
sin una realidad
para el presente.
El conocimiento es siempre futuro... y por tanto es muerte para el ahora.
Espaldas cubiertas.
Allí no hay error posible, pero...
La fe es actual y viable pues lidia con
la urgencia del hoy.
La fe que levanta a los muertos nunca surge de
los razonamientos de la mente religiosa.
La verdadera fe crece en la esfera del corazón
a través de la catálisis del Amor.
JESÚS LLORÓ
“Y dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.”
“María, cuando llegó... se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.”
Hay una vasta diferencia entre
una queja petulante que reprende a Dios
y una aturdida búsqueda que intenta desentrañarle.
Las palabras iniciales de María y Marta era idénticas,
la diferencia yace en el corazón oculto
que sólo Cristo ha de discernir.
Nunca respondía a las palabras,
sólo a los corazones.
En Su presencia Marta en pie y María postrada y así
revelada es la distinción entre sus corazones.
Al corazón endurecido siempre
contestaba Él preguntas con preguntas,
haciendo a la persona declarar su error en alto
en la esperanza de que se habrían de escuchar
a sí mismos, si no a Él.
Esto hizo con Marta.
La relación entre Jesús y Marta existía sólo
en ideas y palabras,
romance de la mente.
Para el corazón vulnerable en pasión descubierta,
Él daba —no sólo respuestas— sino milagros de acción.
Para el corazón suave, su propio corazón responde.
Marta le comprometía en la verdad
pero María cautivaba Su corazón por la influencia
de su angustiada sumisión
en congoja... desgarbada a Sus pies.
Así pues, María, en su aturdida sumisión,
prendió la compasión de Su parte divina.
Ella sólo dijo una frase,
sin argumento, sin discusión.
Sencillamente ella vino a Él porque...
Él era la Solución.
A todo.
A todo.
Su corazón fue desgajado por la unión con el suyo
y Su alma lloró con ella
en el silencio
de su profunda intimidad.
No ofreció Él palabras en respuesta...
Su comunión no era en palabras,
su cercanía no necesitaba de
conversación que otros pudieran oír.
“Jesús entonces, al verla llorando... se estremeció en espíritu y se conmovió.”
¡Sin respuesta! ¡Sin palabras! ¿Entiendes?
Todo su Santo Ser
se retorcía en íntima fusión con su sufrir
y entonces Él
se estremeció
para demoler las leyes de la muerte.
Se apartó de María con Su espíritu
exhalando en angustiosa intercesión
y solicitó la tumba fuera abierta.
La Palabra de Su Poder pidió un nombre y la muerte
dejó caer el cuerpo.
Lázaro se levantó vivo de una muerte consumada,
vieja y pútrida.
Sin esperanza, excepto para la súplica de amor de la Fuente de Vida.
En respuesta a Marta, dio explicaciones.
En respuesta a María, resucitó a Lázaro.
Antes bien estremecerle
que tratar de entenderle.
Antes bien exprimiría mi corazón ante Él
que ejercitar mi mente acerca de Él.
Antes bien preferiría ser ignorante y en el desespero de
un amor aturdido
que estar informado y... ciego.
SIGUIENDO A MARÍA
“Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él.”
Juan 11:45
María el foco de la historia,
aquella en torno a la cual sucedían milagros.
Como el pueblo se mantenía a su lado,
ellos la veían y... creían.
Las Martas engendran Martas.
Y las Marías engendran Marías.
Cuando María corrió a Jesús en respuesta a Su cita,
los judíos acudieron junto a ella. No siguieron
cuando Marta se marchó.
Puede que simpaticemos con un quejica,
podremos pensar que tienen razón, pero
no se tardará el momento en que le dejemos
en su senda.
Cuando María se movía, ellos se movían... tras ella.
No la aprobaban. No la comprendían,
pero olían a vida y esperanza, y se sentían
atraídos sin explicación.
Vieron su derroche de amor por Él,
que prendía un rostro que sólo era para Él...
y ellos la siguieron.
Cuando ella se quedaba, ellos se quedaban.
A dónde ella iba, también ellos iban.
Y porque la seguían, observaron a Jesús tratar
con lo intratable y así conocieron a Aquel que María conocía.
Y también ellos... creyeron.
LA UNCIÓN
Todavía se vende y se usa a Jesús,
apenas ungido incluso hoy
por el entendimiento de Sus seguidores...
DOS DÍAS
En menos de una semana
—sólo dos días—
Jesús sería crucificado y
Él se encaraba hacia
Jerusalén para ese horrible compromiso de Su designio.
Considera Su estado de temor.
¡Piensa en cuáles son sus pensamientos!
El desenlace de Getsemaní no había llegado aún.
Pero allá se reunían en torno a Él con toda normalidad,
una cena con Sus amigos y discípulos.
Lázaro estaba allá en la mesa y Marta servía.
Las cosas seguían lo previsto.
Nadie creía en Su crucifixión.
¡Era el Hijo de Dios!
Enviado para dirigir una nación.
La muerte, impensable.
¡Jesús no sabía de lo que hablaba!
De la Crucifixión...
de eso hablaba.
La cena se ofrecía en casa de Simón el leproso,
hombre sanado por el propio Amo que se sentaba
a su mesa.
Pero para Jesús escondía
singular y patético secreto.
Simón era el padre de Judas Iscariote.
No puede concebirse
—lo profundo del vago espanto de Jesús—
Estaba en familia con Su traidor.
Pero aquí se sentaba, convidado a su casa,
sanador de su padre.
Pronto a ser ejecutado por su mano.
Comiendo y sirviendo, hablando y riendo.
Nadie se percató de lo sobrio de Jesús,
ni se cuidaba
de Sus discretas cuitas.
Mientras otros se ocupaban de sus quehaceres humanos
y placeres en casa de Marta,
María había escuchado a Sus pies el
objeto de Su angustia,
la venida de la Cruz.
Nadie le escuchó excepto María.
Ella, la única amiga de SU necesidad,
creyó que cualquier cosa Él dijera
era más cierta que cualquier
otra verdad que ella conociera.
Él iba a morir... pronto... y sería desagradable.
Y el corazón de su sierva estaba desgarrado
por lo que Él enfrentaba.
Al tiempo que otros comían con alivio
y vertían sus preciosas horas finales,
ella estaba inquieta y en llanto.
¿Cómo, oh, cómo consolarle?
VASIJAS ROTAS
“...vino una mujer con un vaso de alabastro... y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza.”
Marcos 14:3
Sin reservar nada,
sin retener parte alguna,
María rompió la jarra de alabastro,
en sí un tesoro,
ya inservible para uso en el mañana.
Era para Jesús, ningún otro uso
habría jamás de ver. Todo para Él.
María rompió su precioso recipiente, pero aquello
nada era porque ella
tomó todo su propio ser, corazón y alma
y los rompió ante Él
para uso Suyo.
Su regalo meramente
un cuadro de su vida,
abierta por la brutal opción
de la propia destrucción,
su propia muerte secreta para Él,
para Jesús, su Amor,
su Único Amor.
María representando ante Él Su propia crucifixión.
La vasija quebrada, Su cuerpo roto.
El contenido fluye, sangre Santa Suya derramada.
Ella comprendió y le mostró...
Se trataba de Su muerte
pero también era la suya al perderle.
Le estaba ministrando a Él pero
también consentía en decir adiós
a su Mayor Cuita porque esa
era Su voluntad... y Su deseo...
Ella respaldaría Su elección a
expensas de su propia existencia de necesidad.
Nunca más se sentaría a Sus pies y
escucharía los secretos de Su corazón.
Nunca más vería Su rostro brillar, ni oiría Sus
palabras de amor, nunca jamás volvería a sentir
Su dulcísimo y cortante toque.
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Traducido por Círculo Santo
2001
Madrid, España
Todas las citas extraídas de
Reina Valera 1960
ADORACIÓN
“Yo soy el Camino,” dijo Jesús
Sólo Un Camino a Dios
Y es Él, una Persona...
No una idea, ni una tarea,
Ni un credo.
Marta Kilpatrick
Esta es la Declaración de Fe del autor:
Jesucristo, el único Hijo de Dios,
Vino en carne, derramó Su Santa Sangre en la
Cruz del Calvario por los pecados del mundo.
Él es el Señor del Universo, Rey de Reyes.
... y yo soy su Sulamita.
Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón;
Contaré (recordaré y proclamaré)
todas tus maravillas.
Salmos 9:1
El que los hizo
al principio,
varón y hembra los hizo
Mateo 19:4
Esto trata acerca de una mujer...
pero no es un libro para mujeres.
Es un libro para todos aquellos que buscan al Salvador.
A los hijos, al igual que a las hijas, se les reclama
desde un lugar de Santa Reverencia,
a Sus pies,
junto a María, tu hermana...
...y a un estado de Santa Intimidad,
acurrucado en Su pecho
como Juan, tu hermano.
LA PALABRA DE SU VIDA
La Biblia nunca se diseñó para que fuera reducida al mero estudio ni insultada diseccionándola.
La Biblia está viva y... está diseñada para ser vivida.
Es una aventura personal.
Por la intensidad de vivir
bajo la Inquisitiva Luz de Dios,
la Biblia se convierte en el descubrir de la realidad,
no en una colección de sucesos.
Todos los tratos de Dios con nosotros tienen su contrapartida en la Escritura
y caminamos sobre las mismísimas
pisadas de sus personajes y
penetramos en el curso de su historia.
Sus luchas son nuestras luchas y
sus éxitos ocultan la llave que necesitamos.
Así entendemos al héroe sólo cuando
peleamos nuestras batallas y hallamos la victoria.
Estamos cerca de lo derrumbado cuando
admiramos nuestro propio tropiezo.
Los personajes bíblicos están para ser nuestros íntimos mentores,
y nosotros, sus humildes pupilos.
El lance consiste en encontrar tu camino presente y
tu actual compañero de fatigas
en las intrincadas cavernas de la Escritura.
Entonces conocemos a Dios como es Él en realidad,
alcanzable y cercano,
lucero para nosotros pero
acérrimo en
Su Inalterable Santidad y
Su Glorioso Plan...
INTRODUCCIÓN
La Biblia presenta muchas de sus grandes
verdades en pareja,
contrastando una frente a la otra...
y así,
en mayor revelación.
María y Marta comprenden tal yuxtaposición.
No pueden explicarse por las diferencias del
temperamento o personalidad.
No presentan caminos alternativos para seguir a Dios:
“Esta o aquella forma, la que se te adecúe mejor.”
María y Marta, símbolos de una elección...
entre aquello que gana a Dios
y aquello que lo pierde.
Defendemos en Marta aquello que Jesús condenaba.
Esto sólo demuestra que somos... Martas,
independientes y sordos a Su voluntad,
prestando oídos sólo a nuestra preferencia...
Igual que ella.
Dos sendas de elección:
Un camino de cómodo tránsito,
agradable a la humanidad, y
un camino austero, cerrado y oscuro.
Sólo un camino lleva a Dios y
“pocos son los que lo hallan.”
Mateo 7:14
BETANIA
Cuando Jesús visita
algunos miran pero están ciegos,
algunos saben y son ignorantes.
Pero de vez en cuando alguien contempla
en santa admiración...
EL MINISTERIO DE LOS PIES
María siempre se hallaba a los pies de Jesús.
Se sentaba a Sus pies buscando enseñanza.
Se Postró a Sus pies en sufrimiento.
Ungió Sus pies para un funeral.
Enjugó Sus pies en agradecimiento.
He aquí toda la búsqueda de una vida de encuentros con Dios, perfilada,
trazada y coloreada en la experiencia de María.
Los pies son la parte más vulgar de nosotros.
Somos grandiosas y gloriosas creaciones,
mas los pies a todos nos recuerdan
que estamos en el mismo sitio,
a nivel del suelo.
Los pies sólo sirven de asidero y movilidad.
Nada más noble pueden hacer.
Los pies son humildes, en contacto con la tierra y, sí, representan esa vulgar realidad.
El resto de nosotros puede suspenderse en magnificencia,
pero ahí están esos pies innobles, viviendo en mugrienta realidad.
Antes de que el Cristo lavara los pies
de Sus más cercanos seguidores,
María lavó Sus pies.
Sólo las dos Marías y Jesús lavaban pies.
De todos aquellos que le seguían ella abrazó este
“ministerio de los pies.”
Sólo una delgada suela de cuero separaba los pies Judíos
del infinito polvo de aquella yerma tierra,
y a menudo no había sandalia...
tan sólo un pie desnudo tocando piedra y tierra.
Lavar pies; la más baja tarea para el siervo más plebeyo.
Nadie ambicionaba esta función...
Maloliente, desagradecida... sucia.
Pero este era su lugar, atesorado y anhelado.
No simplemente su posición o molestia,
sino su realidad... la descarnada realidad acerca de sí.
La abyecta humanidad de María
no podía hacer otra cosa.
El pie era su trabajo.
Sin vergüenza y en presteza,
ella lo hacía gozosa.
Debemos ser lo que somos.
Debemos tomar el lugar apropiado de quién somos.
María tocó la tierra,
no era mejor que ella, sino en conexión
con el lugar de donde ella proviene.
En base a esta elemental verdad ella asintió en ser,
ser sencillamente...
sólo ella misma.
En tal menester abrazó la Idea Divina de ella
y halló el don de la dignidad
que apartó su individualidad
de lo vulgar.
Esta es la gran ironía del universo:
aquellos que se humillan a sí mismos al
fango de su origen
habrán de tocar el cielo.
Dios hizo a la humanidad del polvo.
Nosotros siempre mintiendo aferrándonos a ser más,
otra especie siquiera,
cualquier cosa excepto natural humanidad...
Pero somos barro y saliva...
y sólo la vasija que quiera ser de tierra es adecuada,
vacía de presunción,
para acoger el Gran Tesoro.
Ser “pie” es la senda,
el tosco camino que lleva a Él.
Sentada a Sus pies María oyó de misterios.
Inclinada a Sus pies vio la muerte destruida.
Ungiendo Sus pies se le otorgó alabanzas...
nunca oídas.
Cuando tomamos nuestro lugar espiritual a Sus pies,
Podemos tomar Su propio lugar de Rey
para repartir el poder y el tesoro de Su trono...
Demócratas que pretendemos utilizar
nuestro “derecho de voto”
en el reino de Dios.
Este Reino no es una república sino más bien una Monarquía,
agradable por la perfección de su Rey
y justa por la excelsa sabiduría de su Gobernante.
El que se sienta a Sus pies le ha coronado
y disfruta del Reino Invisible
de Su Reino Absoluto y Suprema Protección...
Nuestro ministerio con Él siempre ha de empezar,
cada día debe empezar, a Sus pies.
En total rendición;
una postura humilde ante Él.
Nos transformamos en sus pies.
¡Sentados a Sus pies, nos transformamos!
Sólo a Sus pies... siendo Sus pies somos elevados...
sólo allí podemos ser
Su mano venerada...
Su libertadora influencia...
Somos Sus pies en esta tierra,
Él, nuestra cabeza sentada sobre el Trono del Universo,
Nosotros, Su cuerpo literal
sentado a Sus pies.
Gestionamos Su porción terrenal.
¡Somos Sus pies!
Pero nunca bajo Sus pies, hollados y pisoteados.
Los pies son la historia del evangelio:
el Mismísimo Hijo de Dios pisó
la sucia tierra entre nosotros.
Ahora habremos de andar Su tierra,
sobre preciosos pies calzados con el evangelio...
Habremos de andar como gente corriente
infundidos con un Dios Extraordinario.
El camino hacia Dios siempre es cuesta abajo,
Él se encarga de “subir.”
EL SAMARITANO
Había una casa en la que Jesús se sentía como en casa. Sus amigos en esa casa eran una familia:
Lázaro, Marta y María.
Cada cual,
una historia contada para la eternidad.
Pero antes del relato vemos el lugar donde acontece.
La escritura tiene su orden y ese orden cuenta
de otra dimensión a la historia,
...desvela su secreto.
La historia parece que comienza en Lucas 10:38 en el pueblecito de Betania, pero se engendra en realidad en el versículo 21 con el rechazo de dos ciudades que no creían en Jesús ni estaban conmovidas por sus milagros.
En respuesta, Jesús “se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños (los que son como niños, inexpertos y sin instrucción). Sí, Padre, porque así te agradó.”
Lucas 10:21
Ese pasaje establece como un principio
lo que María ilustraba en vida.
Marta nos desvela el ego propio del cual
Su vida se escondía
y María es el niño, al descubierto y sencillo,
a quien Él habría de ser revelado.
A continuación un jurista vino a tentarle
con una pregunta.
“Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?”
Jesús siempre hacía al engañador
responder su propia pregunta.
Sabiendo que el letrado le estaba tentando sobre
la adhesión a la ley,
preguntó, “¿Qué está escrito en la ley?”
El letrado respondió con el primer y segundo mandamiento:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.”
Entonces Jesús contó una parábola, una historia con significado oculto para ilustrar la pregunta
“¿Quién es mi prójimo?”
A la parábola la llamamos “el Buen Samaritano.”
“Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
Tanto un sacerdote como un levita pasaron de largo con asco, negándose a ayudar, ¡dejándole morir!
Pero el samaritano “vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.”
La parábola es un acertijo que debes resolver,
con el propósito de hacerte volver
a una búsqueda de Dios.
Una parábola es una pregunta acerca de ti más que una respuesta para ti.
No obstante, oculta como una semilla de oro en el negro suelo de la historia se halla
tu respuesta, profunda y preciosa.
La parábola es una verdad disfrazada como un cuento
que parece ser una cosa pero significa otra.
Esta historia cuenta de una buena persona,
que ayuda al que no se puede ayudar.
Y así ha sido interpretada por los siglos.
El epítome de un buen prójimo.
Y esa es una buena forma de verlo...
pero el verdadero significado,
oculto y precioso, es este:
El hombre caído es Cristo y la descripción de Su crucifixión.
Él fue despojado de sus ropas, Él fue herido.
Él fue dado por muerto.
El Samaritano es aquel que
se detendrá en la vida y ministrará a Jesús,
siempre ungiéndole por Su continuo sacrificio
a manos de los ignorantes y obstinados...
al cuidarse de Sus cuitas.
Pero por favor ten en cuenta la advertencia del cuento:
el que toma el lugar del Samaritano
siempre será un ajeno a los religiosos,
ofensivo a lo legal
igual que Él lo era...
Después de esta parábola, Jesús partió a casa de María y Marta y así comienza la imagen viva —en María—
del mandamiento: ama a Dios
y de la parábola: úngele por Sus heridas.
María, por amor de Él, era la Samaritana
ungiendo Sus heridas
antes de que Él fuera herido.
MUCHAS COSAS
“Marta, Marta, afanada y turbada estás con
muchas cosas... ”
Jesús se detuvo un día en Betania y Marta se apresuró a solucionar su almuerzo y ponerle cómodo.
Optó por relacionarse con su humanidad...
Marta habría de alimentarle.
María se acallaba a sí misma cuando Él estaba en casa.
Optó por relacionarse con Su divinidad...
María se alimentaría de Él.
En su estado de ruidosa acción, Marta se quejaba a Jesús. María no estaba trabajando y le dijeron a Jesús que la corrigiera.
A Jesús siempre se le ordena que obedezca a aquellos que trabajan para Él,
pero aquellos que se menosprecian a Sus pies...
dejan que Él sea Él Mismo.
Así pues el alarmante contraste entre ambas mujeres permanece para
enseñarnos lo que a Él le gusta
Y lo que a Él no le gusta.
El hacer estridente gala de tus labores es actuar
para la audiencia de la humanidad.
Un verdadero siervo no exige ayuda,
esquiva la atención.
La reprensión de Jesús hacia Marta en la lengua griega conlleva una corrección áspera y severa. Estaba equivocada. Punto.
Tan embebidos estamos en el error de trabajar PARA Dios que estamos decididos a defender a Marta.
Al esforzarnos en otorgarle deuda, cierto mérito,
estamos defendiendo nuestras propias labores
y esperando también que ellas valdrán para con Dios.
Jamás lo harán.
No yerres, Jesús increpó a Marta.
La vida de Marta era múltiple,
dispersa en la fiebre de muchas abstracciones,
confusa por muchos amores propios.
La vida de María era simple,
purificada y destilada hacia
aquello que ella consideraba esencial,
su objeto de amor,
Uno aparte de... ella.
La vida es un conjunto de tentadoras trampas.
Cien senderos amistosos nos hacen señas,
prometiéndonos un mágico destino.
Mas recorrer tan grande número de avenidas sólo ofrece un “laberinto”, un fútil enredo
sin escape y sin propósito,
y ese el espléndido misterio de nuestra existencia
se pierde en una circunferencia carente de sentido.
La vida no es una serie de caminos, de avenidas que explorar.
Y la vida no se trata de actividad.
La vida es un conjunto de valores, los cuales —si no se escogen con cuidado— llegan a la esclavitud en demanda de lo ridículo.
Marta vivió en caminos y en actividades, no en valores deliberados. Jesús le diagnosticó:
ni productiva ni responsable, ni noble ni justa.
Nada elogió de lo que hacía. ¿Lo entiendes? ¡Nada!
El retrato del seco hueso que era su inútil vida es este:
“afanada y turbada estás con muchas cosas.”
Si vives con “muchas cosas”,
preocupación y enfado es tu hábito diario.
A la inversa, si “preocupación y enfado” es tu hábito, señal de que estás en tortura de “muchas cosas”.
Muchos caminos.
Muchas ambiciones.
El trabajo es un dios penoso cuya recompensa tiene siempre un extraño vacío. Nunca compensa la carga de amor que se le anticipa. Pero nuestra fe en ese dios no se desanima por la horrible paga.
Seguimos ofreciéndole nuestra mayor concentración y nuestro más sutil esfuerzo
aunque devora... siempre más.
Vivir para trabajar
—vivir PARA el trabajo—
sólo acoge agrio aturdimiento porque
Dios no se impresiona.
Un necio cualquiera puede dar vueltas sobre sí
y llamarlo “noble obra”.
Descerebrada tarea, aún los caballos realizan.
El trabajo es la medida de la humanidad
del valor de una persona.
Se le pesa sobre la escala de la productividad y
cuanto más esclavo, tanta mayor significancia adquiere aquel.
Cuanto más mártir de la tarea sea, mayor simpatía
y admiración obtiene
y esa breve atención es su paga final.
Pero es una paga que compra... poco del mañana.
El trabajo de Marta se hacía para
ganar aplauso y atraer Su atención.
Estaba comprando Su admiración,
pagando por Su amor.
Pero Él no estaba en venta y
ella se sintió engañada.
Así que pensó que le ayudaría a ver...
Su petulancia
“Señor, ¿no te da cuidado?”
era el gimoteo del ego en pena
¡un vergonzoso insulto a Su amor!
Era Marta quien no se cuidaba... de Él.
Siempre somos expuestos en la medida
de nuestro acusar a Dios.
LA ELECCIÓN
“María ha escogido la buena parte.”
Jesús explicó la diferencia
“María ha escogido”, dijo Él.
Nada complejo, nada difícil
la respuesta era muy, muy simple.
No que María fuera indiferente,
impía o vaga.
Ni que María lo tuviera más fácil...
Sólo esto:
María escogió... y ella le había escogido... a Él.
Explica esto su actividad,
que Marta tenía por inactividad.
Era este el resultado externo de su secreto motivo,
la punta de lanza de su poder postrarse,
escuchar,
ver
y sobre todo... estar en calma.
Su poder provenía de su elección.
En medio de las posibilidades, de las multiformes oportunidades, de una miríada de opciones,
María le había escogido a Él como su mayor tesoro,
su meta,
lo que tenía la suficiente importancia
para dejar que todas las demás importancias
sencillamente... se fueran.
No que María pudiera optar y pobre Marta,
demasiado ajetreada en mundanas tareas
no tuviera tiempo ni oportunidad de escoger.
No, Marta había elegido tarea y María había elegido a Jesús, y la opción de María se mostró superior.
“María ha escogido la buena parte.”
Aquello que escoges se apodera de ti y te impulsa.
Esta resolución tuya es tan fuerte que perfila su propia autopista y te conduce a su destino.
Una vez que tu elección es hecha, no has de gobernar.
Te gobierna.
Estás poseído por tus decisiones.
Esclavo te encuentras de tus elecciones y
habrá de ser lazo o gozo...
Marta soportó una miseria desfigurada.
María disfrutó la dicha de la quietud.
Hoy eres lo que escogiste ayer.
La elección pudiera parecer involuntaria,
pero nunca es así.
La opción es siempre deliberada.
El escoger pudiera ser casual,
flotando sin esfuerzo sobre la corriente.
La indecisión es la decisión de no decidir
y como tal... rige.
La decisión nos guía.
Tú eliges. Tú siempre eliges.
La voluntad es la fuerza, el poder, el timón
que Dios sustenta y ordena a los cielos sostener.
La libre voluntad es don que nos distingue
de toda la creación.
Dios otorga ese don y no lo rescindirá.
Ofrece profundo respeto a nuestros propósitos.
Ni siquiera nosotros podríamos
mostrar tanta consideración.
Ni siquiera podríamos nosotros entender
el terrible poder,
las habituales consecuencias irrevocables
de la opción adversa.
¡Nuestra propia opción!
No lo que “nos hacen”,
ni lo que está fuera de nuestro control,
sino aquello que está pasmosamente dentro de nuestros parámetros,
lo que nosotros mismos dirigimos en secreto
mediante la preferencia que apoyamos, o los deseos
que escogemos respaldar.
Ese inmenso poder de decisión asume nuestro control.
Hoy eres lo que escogiste ayer.
Hoy pierdes lo que no se deseó ayer.
Mañana tendrás lo que escogiste hoy.
Fluimos en la incontenible corriente de
nuestras necias elecciones y no podemos nadar contra esa marea.
El vigoroso flujo se impone por
nuestra voluntad y desear.
Siempre comiendo del fruto de la
semilla de nuestras secretas intenciones.
No obstante, con tenacidad creemos que somos víctimas en patente ineficacia de
un universo que se opone a nuestros más férreos intentos.
Esto es cierto: Oposición da mano a toda decisión.
María confrontada por familia,
pero Marta confrontada por Dios Mismo.
Tu elección elige oponente, pero escoge uno, tú eliges.
¿Ves?
Eres libre de escoger pero sólo escoger “aquella cosa”
—la que es “mejor”—
te acerca al descanso y a la defensa intercesora de un Dios Protector que aborda a tus insignificantes adversarios...
todo por Sí Mismo.
UNA COSA
Jesús agregó insulto al daño de Marta.
Señaló a su hermana como el ejemplo de Su placer.
“...Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte...”
Lucas 10:42
¿Una cosa? ¿Entre todas las “cosas”?
¿Qué es la cosa que es mejor que toda otra cosa?
¿Qué hace a las otras irrelevantes?
¿Rendición a sus pies? ¿Un esclavo subordinado?
No, Él quiere amigos, no vasallos.
¿Reverencia por Su categoría?
No, Él quiere amantes, no monumentos.
Quiere a aquellos que le ofrezcan su mundo interior,
que superen su intelecto,
que disminuyan su independencia
por el único propósito de estar junto a Él.
María tenía una agenda trascendental e infecunda.
Y esa agenda era... no tenerla.
Todos los propósitos eran Suyos en origen.
Toda actividad era Suya prescribirla.
Se acercó a Él en íntima reverencia,
lo suficiente cerca para escuchar —si nada más fuera—
Su aliento.
En descarada conciencia de Él.
cada deseo y cada enfoque en Él estaba centrado.
En Él, solamente.
María nunca cedió a la disputa
que se arremolinaba en torno suyo.
Su concentración inquebrantable por la crítica,
nunca hubo de entrar en la lucha que su postura había originado.
¿Qué era la cosa?
Otros hubo que la hallaron también.
Dijo David, “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.”
Salmos 27:4
Al igual que Pablo. “...aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo.”
Filipenses 3:8
Hay quienes quieren conocerle más
de lo que quieren conocer...
cualquier otra cosa.
Aquellos que hierven y destilan sus vidas
hasta el hueso mismo,
en Jesús hallan más fascinación
de la que pueden manejar.
Y estos son aquellos con quienes Él se sienta.
LA BIENVENIDA
“... entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.”
María, la definida por su relación con Marta como
“su hermana”, fue puesta bajo el eclipse de la energía motriz de Marta. Pero María se movía para sentarse
a la sombra de Otro.
Ella tomó su lugar en el suelo.
María le recibió.
Marta sólo le había saludado...
con estrepitoso aplauso y tal vez rimbombante orgullo.
Él, el famoso, venía a su casa.
Se decía que era su casa.
La orgullosa se digna a dar a cambio en conspicua generosidad.
La humilde
—sólo consciente de una macilenta pobreza—
se sienta a mendigar.
Nada tenemos que decir a Dios excepto gracias.
No hay lugar que ofrecerle más que un hogar en nuestro corazón.
No hay don que ofrecer más que desnuda receptividad.
María le recibió... en los dos únicos tesoros de la vida:
su corazón y su tiempo.
Este era su hogar.
Le otorgó el lugar donde ser Él Mismo,
en el que definir —revelar— Su Propio Espléndido Ser.
Ningún otro hizo tal cosa,
ni siquiera los discípulos que le querían como el superhéroe de su imaginación.
Para María ofreció Él Sus secretos.
Los pequeños castores en defensa de su presa,
no tienen tiempo de cortejar secretos con Él.
Al final, Marta halló en Él
una punzante interrupción de su invento,
un desagradecido intruso en su alma.
No quería ella ser percibida por Dios,
sólo por el hombre.
En realidad sólo María hubo de ofrecerle abierto convite
a Su propio dominio.
Después de todo... era Su hogar.
LA TAREA
Una tarea válida nos espera:
Una tarea del diseño de Dios.
Una tarea que convoca al valor,
Un cometido de sudores que es
nuestra mayor aventura.
Jesús respondió
a la legítima consulta de hombres responsables
“Dinos cómo poner en práctica las obras de Dios.”
“Obras”, dijo Él, eran estas:
“que creáis en el que él ha enviado.”
Juan 6:29
...y es algo de lo más práctico.
Cree que el Hijo de Dios es
tu mismísima acción, tus obligaciones,
tu fuerza de vida.
Otro vive tu vida... por completo.
Hace tu trabajo para ti... no DE ti.
Otra Energía te moviliza.
Otra Vida por completo te impulsa,
y ese Otro Ser lleva a término tus tareas.
El trabajo para obtener esto es una inversión
en personal relación.
La poco ponderada labor de María:
construir una relación con el Hijo de Dios y
desde ese profundo parentesco
creer en Él.
Vivir POR Él.
Fundamentar una unión con el Hijo conocible
es un trabajo,
que requiere toda la energía y enfoque
de cualquier otro esfuerzo.
Requiere el empleo de una raída voluntad
para hallar a Dios cara a cara.
La actividad puede escudarte, reservarte y protegerte de esa Insostenible Mirada
en tu asquerosa nada.
La actividad puede enmascarar un alma vacía y otorgarte un disfraz fraudulento
de nobleza.
Pero para enfrentarse a Dios cuando éste llama
tu nombre
se necesitan más agallas que esfuerzo,
más sudor que ideas.
Y cuidarte de cosa alguna excepto Él
—nadie más excepto Él—
es una merma que implica esfuerzo
hasta la muerte misma.
María lo hizo.
Trabajó para subyugar su mente a Su mente,
su vida a Sus deseos
su tiempo a Su placer,
su corazón a Su amor.
La obra secreta de María —por ser oculta—
no ganó elogio de sus semejantes.
Escuchar a Alguien que no seas tú,
escuchar a una Voz sin eco —porque no se oye—
es el más duro trabajo de la humanidad.
Tan duro que pocos lo harán.
Significa esperar, significa arriesgar. Implica la rendición de todo ardid, la pérdida de toda independencia.
El trabajo de la humanidad
es incrementar,
mas la tarea del espíritu oyente
es sólo decrecer.
Escuchar al Intelecto Divino está tan por encima de nosotros que es un extraño
a cada partícula de nuestra comprensión
—escuchar a Esa Voz—
es llevar a cabo la tarea premeditada de hacerse a uno mismo estúpido,
lisiando el ego de uno mismo.
Y eso es trabajar contra ti mismo,
cuando los otros trabajan para sí mismos.
Escuchar a cualquier otra cosa ajena a nuestras propias y apropiadas nociones es
duro esfuerzo, pero escuchar a Dios impone
pérdida de libertad intelectual
para sondear en una Mayor Inteligencia.
María, reducida a una vida de escucha,
aprendió a no oír nada más.
La opinión pública acerca de Jesús pasaba de largo.
Los chismorreos de Sus hazañas
no lograban su captura.
Las dudas,
las calumnias,
en poco interés lo tenía.
Ella no escuchaba ni siquiera el menosprecio
de su propia familia.
La atención de todo su ser
—mente, corazón y cuerpo—
estaba empleada,
sobrecogida por un Divino Hechizo
que hacía que el mundo se desvaneciera.
LA PERSONA
Dios se hizo persona.
¡Dios residiendo en Su propia creación!
El que nos hizo, andando como uno de nosotros...
¡Sorprendente!
Ya que no podíamos unirnos a Él
—nacidos muertos por la caída de Adán—
se encogió a Sí Mismo
en nuestro reino... para ser descubierto.
Ahora es alcanzable. Es personal.
Pero todavía le dejamos solo en Su trono distante,
le empujamos para que habite en las categorías
de nuestro dogma, “remoto y ambiguo.”
Practicamos la vida frente a Él
pero le mantenemos lejos de nuestras pasiones.
Dios está dispuesto a ser y quiere ser
(¿Lo entiendes? ¡Quiere ser!)
el íntimo Compañero del lugar más incógnito,
el Amante Consumado del alma desesperada.
Para María, Jesús era una persona
fabulosa y sorprendente.
Lo conocía por Su nombre... Jesús.
No sólo era Maestro, Rabí, Padre.
Era una persona, conocible, íntima.
Para ella... Él no era Sus etiquetas.
Él no era Sus cargos y cometidos,
Él no era ni siquiera Sus milagros para ella.
Él era el compañero de su corazón,
la ha tiempo perdida pareja de su alma, el término
de su propio ser, el espejo de su creación,
el secreto de su misterio.
Dejó que Él entrara en su tosca humanidad
sin inhibiciones.
Expuso ante Él su alma desnuda,
para ser conocida, para ser capturada.
A través del acceso que había descubierto,
disfrutaba de
¡compenetración con Dios!
Quizás era esa compenetración a lo que Marta objetaba,
y nada tenía que ver con deberes caseros.
Ira es para los que lo contemplan.
María se movía en una relación,
afín y privada,
tan íntima que Él era su mundo,
en sí una esfera en la que ella vivía,
aislada dentro de Su Presencia.
Vino a la tierra para darse a conocer,
no acostumbrado...
a ser percibido
por Su propio carácter exquisito,
y ella hubo de ser el primero
en valorar profundamente
Su Verdadera Identidad.
Reconocemos como Dios a Jesús,
pero como Alguien que había vivido como una Persona
—humana, normal, accesible —
y ahora simpático a lo más bajo
de nuestra bajeza humana,
esto no podíamos imaginar.
¡Eso sería demasiado, demasiado bueno!
EL CONFLICTO
María y Marta representan un principio.
Son reales pero al tiempo también...
simbolismos.
Son la carne y el espíritu. Dos maneras de vivir. Dos potencias del interior.
En guerra,
en enemistad,
ambos no puede regir.
Y no coexistirán porque no son compatibles.
Uno u otro
ha de regentar.
La carne es la ilusión de Marta:
“Sé hacerlo. Puedo hacerlo.”
El espíritu es la instintiva realidad de María:
“No sé hacerlo, no puedo hacerlo. ¡Oh Dios!”
En la familia de Dios, la Carne se convierte en obrero y el Espíritu en adorador.
El conflicto hierve entre ambos, insalvable
pues es irreconciliable.
No puedes trabajar para Dios y adorarle
al mismo tiempo.
La adoración asiente en que Dios lo es todo mientras que el obrar es la humanidad “ayudándole” en Su “insuficiencia”.
Los obreros vierten desprecio en los adoradores y se esconden de tal oficio.
Los adoradores no tienen tal desprecio por los obreros
porque no tienen interés.
Están demasiado enredados en la aventura.
El principio
—en sí el espantoso problema—
es tan viejo como las escrituras.
Marta y María son
Caín y Abel.
Dios rechaza la ofrenda del trabajo, la tarea de los campos.
Es la propia suficiencia, independencia
y estos en realidad son... desafíos.
Levanta la piedra de cualquier logro humano
y verás que cada “buena obra”
oculta una muerte final.
Caín trajo su fruto de sudor y diligencia.
Abel cuidaba del ganado. Lo único que hacían era pastar y crecer
por mano de Dios.
Caín ofreció su preciosa causa, una tediosa creación
de cosecha propia sobre la que orgulloso reclamaba reconocimiento.
Abel devolvió a Dios lo que Dios Mismo había hecho.
Una ofrenda viva de sangre.
Y al igual que sucedió con Marta,
la tediosa ofrenda de Caín se ganó...
el rechazo.
La terrible injusticia de aquello le encendió.
Así que Caín derramó sangre inocente, la de su hermano.
La única ofrenda a Dios es la sangre. Así lo ha decretado,
y no puede ser anulada por la superioridad humana a la Absoluta Sabiduría de Dios.
Si no ofreces sangre a Dios, entonces derramarás sangre...
por venganza contra el Dios que se manifiesta en los Abeles que lo hacen.
La sangre es inevitable al tratar con Dios,
y será derramada por obediencia o por rebelión.
Los obreros asesinan a los adoradores
de una forma u otra...
Muchos son las Marías y Martas, fruncidos por la disimilitud en un conflicto atemporal.
Isaac e Ismael. Ismael, salvaje y furioso, luchó por su sustento.
Isaac meditaba en los campos y todas las cosas
vinieron a él por regalo y herencia,
sin esfuerzo.
Saúl y David.
Moisés y Josué...
Moisés el cansado líder, mediante enorme
esfuerzo y monumental paciencia nunca
entró en Canaán, la tierra de descanso.
Lo que le llevó a Moisés (Marta) 40 años de fracaso,
le llevó a Josué (María) alcanzar en 11 días.
Josué dejó que Dios fuera Dios
—entró, cruzó, conquistó—
descansó.
Nunca fácil. A veces juego sucio...
pero siempre Dios. Sólo Dios.
María y Marta son
fuerzas impuestas —en combate— dentro de nosotros.
Ambas viven y advierten su presencia por presión
interior. Y constituyen una crisis de opciones.
La elección es totalmente secreta... e interna.
¿Cuál dominará?
¿A cuál fuerza sustentaré, dejaré que me posea?
La lucha es el sendero propio de la arrogancia.
Puede ser la febril tarea de hacer algo
o la infructousa búsqueda de ser alguien.
La adoración es la necesidad más instintiva.
Adorar al trabajo es una mezcla de ruinas
y la implacable tentación de nuestra naturaleza.
El conflicto es eterno... con repercusiones eternas.
La elección es... por siempre una.
CONOCIDO
Saber de Dios es una cosa
pero ser “conocido” por Él,
ah, esa es la dicha de María.
“... pero si alguno ama a Dios (con reverencia de afecto, pronta obediencia, y reconocimiento agradecido de Su bendición) es conocido por él (reconocido como digno de Su intimidad y amor, y es poseído por Él).”
1 Cor. 8:3
Le conoces al ser conocido,
al dejar que Su invasión te posea,
al tener una casa sin puertas
y las ventanas abiertas de par en par.
Y al mirar en el espejo de Su mirada
ves tu verdadero ser
a través de Su visión...
Siendo Su percepción el único conocimiento verdadero
de tu enigmático ser.
En su ilimitada imaginación, soñó tu ser y
te creó en específica cualidad divina.
El Diseñador
conoce
Su diseño...
también sabe cuánto ha desfigurado
tu intromisión el original.
Todo esto se ve cuando le ves...
reclinado a Sus pies.
En ese lugar de silencio, todo lo que sabe de ti
—y de Sí—
ha de ser también, tu secreto.
LA NECESIDAD
El contraste entre ambas está trazado,
en deliberada proposición dispuestas una frente a otra,
percibiéndose en mayor clarividencia
ante el reflejo contrario.
Marta avanzaba engalanada en su autosuficiencia,
María se acurrucaba en el nido de su insuficiencia.
El rumbo de María anclado por su abyecta necesidad.
Sus motivos poderosos,
constreñidos por esta desesperación suya.
Se arrodillaba porque le necesitaba,
escogió porque precisaba de Él...
de su Suprema Necesidad.
No eligió porque “supiera” elegir.
Eligió porque era suficientemente honesta como para
vivir su innata penuria.
La elección era el resultado de su necesidad.
La elección no era noble opción,
encaramada en el despertar de su superioridad.
No, sino grata inferioridad
en virtud de la cruda necesidad.
Su necesidad de Él era gozo... no el sonrojo de la desnudez,
ni la vergüenza de extrema carencia.
María aceptó su profundo vacío humano
con todo su dolor y humillación y
lo llenó sólo con
Jesús... su ocaso.
Alma yerma la suya que reconoció en Él su Existencia.
Su hambriento corazón creyó en Él su Sustento.
Alma inquieta que sabía que Él era su Realidad.
María consintió en su vacío.
Marta llenó su pozo con... ella misma.
María escuchaba porque estaba
desesperada por oír.
Marta no se sentaba a Sus pies porque
¡no necesitaba oír de Él!
La necesidad es la gran dádiva de Dios.
Cuando permitió que optáramos
por nuestra independencia de Él
allá en el Edén,
no nos libró de este nuestro necesitarle,
y en carencia de Él,
camino de vuelta que lleva a Él.
La necesidad es el llanto en crisis
de nuestro núcleo interior:
la vil e inicua carencia de... Dios.
Y nada —ni logro ni persona—
llenará esa
contrita oquedad.
Pero es una pesadilla ser olvidado, un espectro
harto terrible de encarar, harta locura admitirlo.
Esto que ocultamos siquiera de nosotros mismos,
tosca y primaria carencia,
siempre arropando la frágil desnudez.
Humanidad que en mutuo acuerdo encubre esta
interna bancarrota.
Validamos la mascarilla del otro.
“Si tú no lo admites, yo tampoco.”
Pero el mendigo honrado sopesa solitario,
“Habré de ser sólo yo.
No parece que padezcáis esta misma
trastornante fosa de escasez.”
La pobreza de espíritu espinoso es un aliado,
compañero de vergüenza,
el cual –—si es amigo—
habrá de guiarte al Reino
que será tu lugar de formidables tesoros.
María se acostó en licenciosa satisfacción con
su palpable miseria y
sacó de quicio a sus espectadores.
Sólo un principio en el reino: recibir.
TODO ha sido entregado.
Lee el Libro y ve.
Pero sólo los hambrientos, obtienen alimento.
Los enfermos sólo admiten cura.
Y sólo son llenados los necesitados.
Haz tregua con tu horrible carencia,
rinde tu existencia solitaria a ella...
entonces podrás recibir.
Cuando puedes recibir,
el tuyo suplir es inmediato
porque
“consumado es.”
Y entonces tienes todo lo que... tú necesitas.
¡En Él!
UNA POSESIÓN
“La cual no le será quitada...”
La opción de María hubo de afianzar la posesión... descrita como permanente e inviolable.
Nada que pueda nombrarse o tocarse permanece.
Y nada es “mío.”
No hay nada
—posición, lugar, objeto, fama—
que sea estable,
seguro,
fidedigno.
Ninguna persona es “mía...”
Ni los que provienen de mi cuerpo,
ni los que hacen pacto conmigo,
ni siquiera los que escogen ser míos.
Pueden serme arrebatados
por potencias más allá de mí ante las cuales...
mi incapacidad es total.
No puedo fraguar ninguna relación.
Nada puedo proteger.
Ningún poder a poseer.
Ninguna capacidad que preservar.
Lo que aferro, mato. Lo que quiero, prender no puedo.
Lo que busco poseer, al apresarlo me traiciona .
Toda buena cosa de personas y tesoros pueden entrar en mi vida,
pero nada tiene mi impronta,
ni mi seguridad.
Nada es “mío.”
La verdadera verdad es que no tengo
Nada ni Nadie.
Todo prestado, temporal, pasajero...
Vivimos un tiempo prestado, en lugares temporales,
en acelerada actividad.
Toda la vida es una frágil hebra, una mecha en vacilante parpadeo,
que pasa sin nada que se mantenga.
Esto sabemos en las profundidades de nuestras asustadizas almas,
y la historia al completo lo atestigua.
Me llama Él para que todo lo deje por causa de Su nombre.
Tierras, casas, familia, amores
pero su llamado es para sólo dejar
una ilusión de seguridad,
la fantasía de ser jefe
en la presunción de un derecho dado en tierra,
bajo el auspicio de algún papel que arde:
proeza, certificado de nacimiento, contrato matrimonial,
nacionalidad, árbol genealógico.
Su llamada es total
incluso al abandono de mí propiedad de mí.
No puedo guardar mi salud, mi entendimiento, mis percepciones. Y sencillamente es una llamada a la verdadera realidad, la verdad sencilla de que
ninguno de estos son míos,
una llamada para dejar la presuntuosa propiedad de aquello que verdaderamente
jamás he poseído.
En esta horrenda humanidad que
está presa en mundo corrupto,
precisamos permanencia,
algo no sujeto a la tiranía y ruinas de lo humano,
algo intocable por los esfuerzos naturales.
En desesperación engendraremos esta seguridad
en propiedad.
“¡Mío! ¡No lo toques!”
Cementamos nuestro pequeño dominio de piedras
y lo llamamos “Hogar”,
salvaguardia inconmovible, imperecedera.
En la sombra de su falsa cubierta
descansamos y nos mentimos
al confiar en su seguridad.
Una Roca necesitamos, no sujeta a
injusticia ni sujeta a miseria.
Esta no es mas que carencia humana en virtud de extrema debilidad.
En toda nuestra falsa bravata, chiquillos en rabieta,
faltos de ayuda y ropa.
Es Dios la Roca.
Irreducta. Indivisible.
Lo único sólido entre tanto fluido...
El Refugio Aislado que es capaz de proteger
porque es el Único
que controla, posee y dirige TODO.
“De Jehová es la tierra y su plenitud;
El mundo, y los que en él habitan.”
Nada ni Nadie existe para mí. Todo es de Dios y todo existe para servir a Su Idea... de la cual yo sólo soy uno.
Toda propiedad, TODOS los derechos de propiedad son de Dios.
Todo lo ha comprado por precio de costosa
Sangre Sacra.
Tiene todo derecho legal para con Su propiedad.
Nosotros, los crueles usurpadores de Su dominio.
Puedo poseer al Todo y Único... Dios.
Es Él Todo lo que tengo
en verdad la única posesión posible.
Pero Él es TODO lo que necesito y el Único que preciso...
Y eso es permanencia
inmutable, inamovible.
Dios es mío. “Yo seré tu Dios.”
Su propia sentencia de permiso
de poseerle en franco aferro,
un envite a mi absoluto "derecho" de
Su presencia en mis días.
No puedo franquear mi necesidad de Él.
No puedo exigir en demasía de Él.
Este gobierno suyo sin feudos,
mas bajo ese precepto
que Él ha dispuesto
de poner todo su cielo
a los pies de mi hambruna.
Si soy suyo,
entonces Él es mío...
y todo lo suyo,
es mío.
Dios nada ha retenido. “¿Si nos ofreció a Su único Hijo no nos habrá también de dar todas las cosas?”
Al no poseer nada excepto a Dios, poseo todo
lo que Él posee.
Y eso lo comprende... Todo.
Lo que María escogió buscar... estrechar... poseer
así mismo la poseyó y vino a ser el Anhelado Tesoro
sobre el cual obtuvo licencia perenne.
Cristo era su Salud personal, su Premio de Vida,
su Hogar.
Ni hombre ni naturaleza podrían desarraigar o arrebatar esta posesión.
Ningún mal podría dislocarlo.
Ningún enemigo robarlo.
Él,
el único Imperecedero,
el escondrijo de su espíritu.
Y nadie podía entrar,
menos aún hurtar.
Si eres suyo, Dios es tuyo.
Y lo suyo se hace tuyo,
para arropar tu desflorada existencia
y sostener tu maravilloso destino
por Su riqueza.
Aquello que se deja en libertad en Sus dominios
habrá de ser
privada, abrazada propiedad.
Y todo su Poder Colosal es otorgado
en su cuidado e íntegra protección.
Él Mismo se ofrece. ¿Lo entiendes? ¡Él!
sin reservas,
hasta el fin de la profundidad de tu carencia,
desde el ahora de una sencilla existencia
hasta la insondable eternidad.
LA TUMBA DE LÁZARO
La mortal hediondez y putrefacción sólo son
harapos que se desprenden en la presencia de Jesús
cuando Él dice tu nombre.
LA ALDEA
“Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana.”
Juan 11:1
La aldea... ahora narrada como de María.
Había sido la casa de Marta.
Estacas de la linde bien definidas...
pero era la aldea de María.
No tenía ella cerca ni frontera.
Jesús era su hogar,
no tenía otro.
El trabajo obsesivo te confina al círculo donde
viven tus labores,
jaula de estrechez.
La vida de Marta estaba tapiada.
María —desatada— libre de “lugar”,
se mudó a un mundo mayor.
María,
al hacer de Jesús su centro,
se hizo ella misma el centro
de su perplejo mundo...
como estamos a punto de ver.
Cristo es el eje de la historia, el cruce de todo asunto
y cuando Él es el núcleo de tu cuento,
inconscientemente te conviertes tú
en el centro de tu mundo,
un enfoque para el perplejo.
“...y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano.”
“Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado deprisa y había salido,
la siguieron...,
diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.”
Juan 11:19,31
Los endechadores de Jerusalén permanecieron al lado de las mujeres afligidas.
Y cuando Marta fue a confrontar a Jesús,
se quedaron junto a María.
Marta se encontró sola con Él, sin audiencia.
Ella que quería audiencia, actuar ante la multitud,
no tuvo a espectador alguno en interés.
Pero cuando Él convocó a María, ellos la siguieron.
Las Martas espigan respeto. De ellas pensamos bien.
Pero no inspiran fascinación
y no evocan misterio.
No aprobamos las Marías ¡pero no podemos
dejar de observarlas!
Viven ellas en una esfera deliciosa desconocida para nosotros.
Cuando las Marías van, la aventura va. Cuando Marta fue tenía conversación doctrinal... y los muertos muertos quedan
pero cuando María fue... los muertos viven.
La influencia jamás es consciente.
Si fuera consciente sería manipulación
y no inspiración.
María atrae adeptos que la aman.
Mas en poco queda apercibida,
incluso en gran ignorancia,
de su atractivo.
El poder de influencia es
una esencia
más que un discurso,
un misterio
en vez de explicación.
David era una María.
Siquiera en su avergonzante exilio,
condiscípulos se le congregaron
en feroz lealtad de amor por él
y por ese amor que desea compartir
el mortífero peligro en el que vivía.
El mundo desaprueba de María mas
no resiste su magnetismo.
El mundo de las gentes adora a Marta mas
sabe que no sostiene misterio.
¿Quién habría de seguir a la lengua ácida
y la gastada queja?
Marta le ofreció al mundo sus esfuerzos y labores,
y el mundo estaba aburrido.
María distraída mostraba Cristo al mundo
y fueron cautivados.
Aquellos espectadores no se prendaron de Marta
ni cuando marchó a encontrarse con el Salvador.
Pero bastaba mirar a María llorar ante la tumba,
para incitarlos a ceñirse y marchar.
AMOR SIN FAVORITOS
“Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro.”
Juan 11:5
El amor de Jesús es indiscriminado. A todos ama.
Jesús amaba a Marta.
Su corrección ni lo menguaba ni lo refutaba.
Su amor es absoluto para cada persona.
Él ama porque Él ama.
Él no ama a causa de nada.
Te ama sin razón. Nunca le darás ninguna.
Marta se menciona aquí la primera.
María, empequeñece;
que Él la amaba, era obvio.
Marta, imposible de amar, era amada por igual.
Y ese Amor por ella confrontó y reprendió.
¿Por qué?
Porque deseaba su amor y el de María.
Su esfuerzo febril la dejaba lejos de aquel
amor que intentaba ella obtener.
Él amaba demasiado para
dejarla pasar y abandonarla a su noble delirio.
Su error le costó ÉL,
pero también a ÉL le costó... ella.
En el reproche del Señor,
el amor nunca está en crisis, nunca se ve amenazado.
Su amor es constante, un amor que no podemos
destruir por una búsqueda mal encaminada,
ni por nuestro necio eludir de Aquel.
La pasión de Su reprimenda,
obvia en la lengua de Grecia,
¡revelaba la angustia que le ocasionaba!
Jamás pensamos que se ve afectado por nuestra
actitud nómada.
Le vemos como si fuera como nosotros.
“¿Qué me importa?”
Mas quebramos su corazón y desgarramos su
Alma Santa al intentar ganar
lo que Él solloza por dar.
Por resistir Su lazo de amor hacia nosotros.
El amor de Dios y Su deleite son cosas distintas,
inconexas por aislamiento.
Mientras que María le agradaba por su elección,
Marta partía en una senda infructuosa
que preocupaba al Señor.
Así pues Jesús invadió su alboroto
para despejarle
la visión de una vereda diferente.
El Amor de Dios es tal que
habrá de guiarnos mientras luchamos con Él,
y mantendrá la opción de escogerle siempre
abierta de par en par.
Esta es la bondad y compromiso del Amor Divino
que no muda lo más mínimo por
nuestro fracaso de amarle e incluso por...
la ceguera ante el hecho de que no lo hacemos.
SABIÉNDOLO TODO
Marta marchó a enfrentar al Jesús demorado mientras acudía Él hacia Betania. Ella, en atrevida acusación, le dejaría explicarse hasta que estuviera satisfecha.
Su deber era dar cuentas de Su fracaso.
Le entrometió en una especie de argumento doctrinal
que Su compasión aceptó.
Se encuentra con nosotros allá donde queramos encontrarle,
pero siempre intercediendo para llevarnos
a Su tierra más alta.
Antes de que Él pudiera hablar, dijo ella “sé... que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.”
Por esta anticipación de lo que Él podía hacer,
exigió lo que Él debía hacer.
Era sutil mandato
a Jesús para hacer,
no fe de que lo haría.
La presunción de las Martas que
dictaminan a Dios hacer lo que Él ya hace.
Primero Jesús le ofreció su promesa personal:
“Tu hermano resucitará.”
A lo cual respondió ella, “Yo sé”,
por segunda ocasión.
Marta usó una palabra para “saber” en griego (oida)
que significaba pleno conocimiento,
entendimiento irrevocable.
Una palabra que encajaba en su intelecto,
su conocimiento mental de la verdad.
La puerta de sus oídos estaba cerrada
porque ella ya lo sabía todo.
Pablo nunca usó esa palabra al referirse al Señor.
Su palabra para “saber” era “ginoska”,
que significaba revelación continua, interminable.
La lógica de María la guiaba.
Su mente estaba allí donde ella se relacionaba con Jesús y
Él sólo podía encontrarse allí con ella.
Así lo hizo Él, pero siempre llamándola a
mudar del conocimiento a la relación.
¡Para verle!
Para vincularse con Él en Su identidad.
Dios no puede conocerse ni capturarse por la comprensión.
Sin etiquetas, por favor.
Él las hará volar, o peor aún,
te dejará que las tengas.
Jesús es un perpetuo misterio, una constante sorpresa.
No era previsible ni comprensible.
Sólo se le puede seguir, nunca anticipar.
No puede ser guiado. Él Mismo es un Rastreador.
Todas sus sendas son inéditas.
Aún ahora...
Como último intento, Jesús le dijo quién era Él,
una nueva revelación
que ha nadie había dado antes.
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”
Siempre deseoso de contar Sus secretos al sordo,
Él demostró
cuánto la valoraba,
cuánto anhelaba que ella le conociera...
a Él,
no acerca de... Él.
Sólo puedes ser instruido cuando eres empobrecido,
cuando tus preguntas no tienen respuesta.
Y sólo escuchas cuando necesitas respuestas.
Marta no era dócil...
no tenía preguntas
así que
no tenía búsqueda.
De nuevo Marta afirmó, “Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”
“Habiendo dicho esto, (se) fue...”
Las Martas tienen la última palabra, incluso con Dios.
Y su última palabra era una verdad que
—a la luz de sus acciones—
no podía comprender porque no escuchaba.
Pero audazmente creía... ella creía.
Es posible ver quién es Cristo sin ninguna
conexión con Él...
creer sin fe,
seguir sin rendir,
ser de Él pero sin Él.
Reconocer quién es Él sin la
comprensión de lo que sabes.
Saber libros y permanecer completamente ignorante...
especialmente en cuanto a Dios.
ESPERANDO AL SEÑOR
“Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.”
Juan 11:20
Marta se apresuró a encontrarse con Jesús
antes de que siquiera llegara Él a Betania.
María se quedó en casa.
Habrías de pensar que sería al contrario...
María siempre en su busca,
muy al tanto de Él...
seguro que ella sería la que se abalanzaría
sobre Él en tiempos difíciles.
Las Martas van a donde no les mandan,
contestan cuando no se les pregunta,
inician lo que Dios no empezó.
Las Marías, doblegadas incluso en crisis,
esperan hasta que las llaman...
Se rinden a Sus órdenes sin ordenarle a Él.
Jesús hizo lo mismo, sin desplazarse hacia Betania
durante días
hasta que Su Padre se lo pidió,
aunque supiera que Lázaro estaba muerto.
María, al conocerle, conocía Sus caminos.
Sólo podía esperar a Su citación.
Ella, al no quitar sus ojos de Él,
se había hecho igual que Él.
“(Marta) llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.”
Marta le llamaba Maestro, una palabra griega que significaba
Instructor, un título irónico para ella,
pues no era alguien instruido.
Para María Él era Señor y Amante, no maestro.
Pero como Él
era Señor,
esperó hasta que la llamaron.
La sumisión es la respuesta del amor al Ser Amado.
EL AGUIJÓN MORDAZ
A medida que Jesús se aproximaba a la tumba de Lázaro,
ella a quien Él se reveló a Sí Mismo como la Vida y la Resurrección,
hizo el ridículo supuesto de que
¡Él no conocía el aguijón mordaz!
“Marta... le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.”
Juan 11:39
Quien creó la vida y llenó el universo,
quien sabía todo el pasado y el sobresaltado
futuro del hombre... sabía que
Lázaro
estaba
en el aguijón
de la putrefacción.
Las Martas siempre están educando a Dios.
“Pobre Dios,
necesita de mi ayuda.
No entiende.
Dejadme que le diga
lo que está ocurriendo.”
Ella que creía que creía
e incluso proclamaba,
“creo”
no tenía fe en el momento
ni sabía nada de Sus intenciones
ni Su poder.
Lo que ella creía en cuanto a este Señor de Vida
eran simplemente arrogantes ideas en referencia a un futuro distante
sin una realidad
para el presente.
El conocimiento es siempre futuro... y por tanto es muerte para el ahora.
Espaldas cubiertas.
Allí no hay error posible, pero...
La fe es actual y viable pues lidia con
la urgencia del hoy.
La fe que levanta a los muertos nunca surge de
los razonamientos de la mente religiosa.
La verdadera fe crece en la esfera del corazón
a través de la catálisis del Amor.
JESÚS LLORÓ
“Y dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.”
“María, cuando llegó... se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.”
Hay una vasta diferencia entre
una queja petulante que reprende a Dios
y una aturdida búsqueda que intenta desentrañarle.
Las palabras iniciales de María y Marta era idénticas,
la diferencia yace en el corazón oculto
que sólo Cristo ha de discernir.
Nunca respondía a las palabras,
sólo a los corazones.
En Su presencia Marta en pie y María postrada y así
revelada es la distinción entre sus corazones.
Al corazón endurecido siempre
contestaba Él preguntas con preguntas,
haciendo a la persona declarar su error en alto
en la esperanza de que se habrían de escuchar
a sí mismos, si no a Él.
Esto hizo con Marta.
La relación entre Jesús y Marta existía sólo
en ideas y palabras,
romance de la mente.
Para el corazón vulnerable en pasión descubierta,
Él daba —no sólo respuestas— sino milagros de acción.
Para el corazón suave, su propio corazón responde.
Marta le comprometía en la verdad
pero María cautivaba Su corazón por la influencia
de su angustiada sumisión
en congoja... desgarbada a Sus pies.
Así pues, María, en su aturdida sumisión,
prendió la compasión de Su parte divina.
Ella sólo dijo una frase,
sin argumento, sin discusión.
Sencillamente ella vino a Él porque...
Él era la Solución.
A todo.
A todo.
Su corazón fue desgajado por la unión con el suyo
y Su alma lloró con ella
en el silencio
de su profunda intimidad.
No ofreció Él palabras en respuesta...
Su comunión no era en palabras,
su cercanía no necesitaba de
conversación que otros pudieran oír.
“Jesús entonces, al verla llorando... se estremeció en espíritu y se conmovió.”
¡Sin respuesta! ¡Sin palabras! ¿Entiendes?
Todo su Santo Ser
se retorcía en íntima fusión con su sufrir
y entonces Él
se estremeció
para demoler las leyes de la muerte.
Se apartó de María con Su espíritu
exhalando en angustiosa intercesión
y solicitó la tumba fuera abierta.
La Palabra de Su Poder pidió un nombre y la muerte
dejó caer el cuerpo.
Lázaro se levantó vivo de una muerte consumada,
vieja y pútrida.
Sin esperanza, excepto para la súplica de amor de la Fuente de Vida.
En respuesta a Marta, dio explicaciones.
En respuesta a María, resucitó a Lázaro.
Antes bien estremecerle
que tratar de entenderle.
Antes bien exprimiría mi corazón ante Él
que ejercitar mi mente acerca de Él.
Antes bien preferiría ser ignorante y en el desespero de
un amor aturdido
que estar informado y... ciego.
SIGUIENDO A MARÍA
“Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él.”
Juan 11:45
María el foco de la historia,
aquella en torno a la cual sucedían milagros.
Como el pueblo se mantenía a su lado,
ellos la veían y... creían.
Las Martas engendran Martas.
Y las Marías engendran Marías.
Cuando María corrió a Jesús en respuesta a Su cita,
los judíos acudieron junto a ella. No siguieron
cuando Marta se marchó.
Puede que simpaticemos con un quejica,
podremos pensar que tienen razón, pero
no se tardará el momento en que le dejemos
en su senda.
Cuando María se movía, ellos se movían... tras ella.
No la aprobaban. No la comprendían,
pero olían a vida y esperanza, y se sentían
atraídos sin explicación.
Vieron su derroche de amor por Él,
que prendía un rostro que sólo era para Él...
y ellos la siguieron.
Cuando ella se quedaba, ellos se quedaban.
A dónde ella iba, también ellos iban.
Y porque la seguían, observaron a Jesús tratar
con lo intratable y así conocieron a Aquel que María conocía.
Y también ellos... creyeron.
LA UNCIÓN
Todavía se vende y se usa a Jesús,
apenas ungido incluso hoy
por el entendimiento de Sus seguidores...
DOS DÍAS
En menos de una semana
—sólo dos días—
Jesús sería crucificado y
Él se encaraba hacia
Jerusalén para ese horrible compromiso de Su designio.
Considera Su estado de temor.
¡Piensa en cuáles son sus pensamientos!
El desenlace de Getsemaní no había llegado aún.
Pero allá se reunían en torno a Él con toda normalidad,
una cena con Sus amigos y discípulos.
Lázaro estaba allá en la mesa y Marta servía.
Las cosas seguían lo previsto.
Nadie creía en Su crucifixión.
¡Era el Hijo de Dios!
Enviado para dirigir una nación.
La muerte, impensable.
¡Jesús no sabía de lo que hablaba!
De la Crucifixión...
de eso hablaba.
La cena se ofrecía en casa de Simón el leproso,
hombre sanado por el propio Amo que se sentaba
a su mesa.
Pero para Jesús escondía
singular y patético secreto.
Simón era el padre de Judas Iscariote.
No puede concebirse
—lo profundo del vago espanto de Jesús—
Estaba en familia con Su traidor.
Pero aquí se sentaba, convidado a su casa,
sanador de su padre.
Pronto a ser ejecutado por su mano.
Comiendo y sirviendo, hablando y riendo.
Nadie se percató de lo sobrio de Jesús,
ni se cuidaba
de Sus discretas cuitas.
Mientras otros se ocupaban de sus quehaceres humanos
y placeres en casa de Marta,
María había escuchado a Sus pies el
objeto de Su angustia,
la venida de la Cruz.
Nadie le escuchó excepto María.
Ella, la única amiga de SU necesidad,
creyó que cualquier cosa Él dijera
era más cierta que cualquier
otra verdad que ella conociera.
Él iba a morir... pronto... y sería desagradable.
Y el corazón de su sierva estaba desgarrado
por lo que Él enfrentaba.
Al tiempo que otros comían con alivio
y vertían sus preciosas horas finales,
ella estaba inquieta y en llanto.
¿Cómo, oh, cómo consolarle?
VASIJAS ROTAS
“...vino una mujer con un vaso de alabastro... y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza.”
Marcos 14:3
Sin reservar nada,
sin retener parte alguna,
María rompió la jarra de alabastro,
en sí un tesoro,
ya inservible para uso en el mañana.
Era para Jesús, ningún otro uso
habría jamás de ver. Todo para Él.
María rompió su precioso recipiente, pero aquello
nada era porque ella
tomó todo su propio ser, corazón y alma
y los rompió ante Él
para uso Suyo.
Su regalo meramente
un cuadro de su vida,
abierta por la brutal opción
de la propia destrucción,
su propia muerte secreta para Él,
para Jesús, su Amor,
su Único Amor.
María representando ante Él Su propia crucifixión.
La vasija quebrada, Su cuerpo roto.
El contenido fluye, sangre Santa Suya derramada.
Ella comprendió y le mostró...
Se trataba de Su muerte
pero también era la suya al perderle.
Le estaba ministrando a Él pero
también consentía en decir adiós
a su Mayor Cuita porque esa
era Su voluntad... y Su deseo...
Ella respaldaría Su elección a
expensas de su propia existencia de necesidad.
Nunca más se sentaría a Sus pies y
escucharía los secretos de Su corazón.
Nunca más vería Su rostro brillar, ni oiría Sus
palabras de amor, nunca jamás volvería a sentir
Su dulcísimo y cortante toque.
Él iba al Padre, por elección deliberada
y eso también significaba, que ella quedaba atrás.
Dejar que se fuera habría sido un gran sacrificio
pero ayudarle a hacerlo, animar su marcha...
ah, en verdad era una vasija quebrada.
Comparado con esto,
la jarra de alabastro no era nada.
ACEITE DE GRAN PRECIO
“Vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa.”
Mateo 26:7
“...una libra de perfume de nardo puro,
de mucho precio”
Juan 12:3
Lázaro y sus dos hermanos eran pobres,
no tenían sirviente en la cocina.
María tenía un tesoro, años de trabajo.
Apartado como reserva,
su valiosa riqueza.
La tomó de su escondido lugar.
Ahora sabía ella lo que Él necesitaba.
No reñiría Su muerte como hizo Pedro.
Quería lo que Él quería.
Así que habría ella
de enviar su corazón junto a Él en
esta horrenda prueba.
Este aceite de nardo puro, una libra.
¿Ofrecer parte? Un trozo... no, habrá de ser todo,
“pues Él lo es todo para mí.”
Despreciada y amonestada,
dejó atrás a sus crueles críticos.
Al amparo de una pasión que
la inmunizó del menosprecio,
María derramó el aceite en su cabeza
para que
se vertiera a lo largo de Su cuerpo,
salpicó Sus pies
y en descarada confesión,
exhibió su melena, algo no hecho en público,
y secó Sus pies con ella.
Manifiesta intimidad para un
ungimiento conspicuo...
Lance ultrajante,
demasiado extravagante para el beneplácito
de una persona decente.
ES DIGNO
“Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía... haberse dado a los pobres.
Y murmuraban contra ella.”
Marcos 14:4,5
Lo que ofreces a Cristo es precisamente
la medida de su valor para ti...
Cuánto ofreces, lo que das,
cuánto guardas,
estos contarán la historia de Su atractivo secreto para ti,
y... la muestra de tu amor.
En un lugar u otro, de esta o aquella forma
Él pide todo tesoro de esta tierra porque
esa es la prueba
no sólo de tu obediencia sino de
Su estima dentro de tu secreto corazón.
Es Él Mismo la joya entre rubíes,
el tesoro del campo, la perla de gran precio.
La cosa más valiosa de todo el universo,
Su valor...
inestimable.
Poseerle cuesta hasta la última fibra de toda
propiedad atesorada, sea
tierra, amores, lujos.
Para algunos, su propia sangre.
La eternidad probará Su valía y la profunda necedad
de cualquier otro galardón.
Ora derramamos todo nuestro tesoro en Él,
ora vertemos nuestra eternidad
en el pozo sin fondo de
toda Su bondad.
Comprarte de la prisión del pecado
le costó todo,
incluso su lugar junto a Su padre.
Para ser digno de Su jornal y de Su presencia
(no para ganarlo, pues hecho está)
debes también pagar todo el precio,
derramar tu tesoro hasta la última gota de aceite
de gran precio.
María le había ofrecido dos tesoros:
su tiempo y su reputación.
Ahora le ofrecía en un solo instante de extravagancia,
lo que costaba años ganar.
Este es el cuadro que María perfiló por los tiempos.
El cuadro de Su valor,
no sólo darlo a Él todo sino
participar de Su Cruz
por amor de Él.
El cordero es digno.
DESPERDICIO
Para la necia dádiva de
aquello que no era necesario,
—ni siquiera apropiado—
los judíos lo desaprueban en una indignación moral.
“¿Por qué este desperdicio?”
Saltando su orgulloso juicio en dura crítica,
los discípulos no soñaban siquiera
que habían cruelmente expuesto
la medida de su aprecio por Cristo.
Judas en protesta del pobre,
y hurtaba dinero.
Simón, un hombre sanado de lepra,
la dolencia de la rebelión,
No sólo sanado,
perdonado.
Ni siquiera Él defendía la estima de Jesús.
Desperdicio es cuando le das un jugoso filete a un perro.
Un perro no lo merece.
Desperdicio es darle una perla al cerdo,
lanzar oro al mar.
Desperdicio es dar algo de valía a
lo que no alcanza el coste.
Para nadie allí —siquiera sus propios discípulos—
merecía Jesús las ganancias de años.
Sólo para María.
El valor de Jesús es inestimable.
Cómo podríamos calcular
Su valía y coste para Dios,
cuando Dios le desperdició sobre nosotros,
quebrando la vasija de Su cuerpo
y derramándole por medio
de Su propia Sangre Santa,
vertida en el suelo de una tierra contaminada
para cubrir el hedor de nuestra impureza,
Su inocencia
a cambio de nuestra culpa.
¡No hay nada
–—ni don, ni sacrificio posible—
que nunca haya de ser
un desperdicio derramado sobre Él!
FRAGANCIA
“Y la casa se llenó del olor del perfume.”
María derramó el magnífico aceite sobre la cabeza de Jesús.
Una libra de aceite perfumado, una gran vasija.
Fluyó hacia abajo, empapando Su pelo y barba,
saturando sus ropas, cubriendo Su piel
de esa forma en que se adhiere el aceite...
Era un baño literal en este dulce aceite
y la fragancia era tan fuerte que
“llenó la casa.”
Se arrodilló y cubrió Sus pies con aquel perfume
y secó el sobrante con sus cabellos.
María le ofreció su esencia
La adoración de un humano hacia su Creador.
Y el aceite que ella vertió sobre Jesús
le salpicó, se apegó a su cabello.
Ella olía como Él olía.
Y Él olía como ella olía.
Tal es el aroma de
una vida vivida para Sus deseos.
Hechos uno, un aroma agradable a Dios,
delicioso y grato.
Y la llevó Él consigo, aspirando su aroma
por las bulliciosas calles de Jerusalén,
hacia un juicio injusto en la corte de Pilato.
Ante el arrogante desprecio de Fariseos,
Llevaba su amor en la fragancia
que a Él se aferraba.
Bajo el palo y el sangrante azote
persistía en Él aquel sahumerio.
Mientras guiaban los clavos, los guardias habrían percibido esa alfombra de aceite de Su piel
como único consuelo
en una experiencia empapada de malicioso rencor.
Mientras colgaba de la cruz,
¿ofrecería alivio y esperanza aquella esencia?
¿Sabía Él que al menos uno le amaba?
¿Y que muchos también lo harían?
¿Desprendía aún Su piel, humedecida de sangre,
el olor del perfume de nardo puro?
¿Podría Él percibirlo en las horas que allí colgaba
sufriendo con la carga de nuestro pecado?
Ya por entonces un efluvio,
apagado y distante,
pero Él...
aún ungido con el incienso
de ese cariñoso adorar,
un símbolo y promesa de aquellos
por los que Él se moría.
Estaba desnudo
—llevando sólo puesta esa unción como prenda Suya—
holocausto para Dios, agradable y dulce aroma.
Los soldados contienden
por Su prenda perfumada,
blandieron suertes sobre esa túnica,
transpirada con el santo aceite del amor de María.
El óleo se habría derramado entre ellos
cuando se la arrebataban para sí.
Su última posesión terrenal salvo por el aceite
apegado a Su piel.
¡Él dijo! Dijo ÉL,
ella me ha ungido para mi entierro.
Él dijo,
“para el día de mi sepultura ha guardado esto.”
Mientras yacía en la tumba,
sin galas de especias.
Era demasiado tarde para eso
y estaba Él adornado.
Ungido con abundante Amor de María por su sacrificio.
Y Dios, que pide fragancia
y que habita donde sopla el incienso
del sacrificio ante Sus santos nasos,
fue atraído al cuerpo perfumado
de Su Hijo abandonado,
en aquella cueva muerto,
pero aún despidiendo olor a nardo puro...
de las manos de María.
Y fue Él, en ese mismo cuerpo aceitado, levantado de
la muerte a una nueva forma de vida que un día nosotros compartiremos.
¿Lleva aún esa fragancia?
¿Es un aroma que respiraremos cuando le veamos?
Muchos han apercibido en esta vida,
una dulce esencia
de Su presencia.
¿Sigue siempre ese óleo, siquiera ahora, apegado a Él?
¿Aún le ofrece a Él la promesa de todas
las Marías futuras que harán de Su
espantoso sufrir algo digno...
amantes y no siervos,
mas por el amor, hechos... siervos?
MEMORIA
“De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.”
Mateo 26:13 y Marcos 14:9
El acto de María, tan extraño, tan poco apropiado,
(¿A medio cenar?)
condenado por aquellos
que no tenían sitio en su corazón
por las cuitas de Jesús.
Jesús, profundamente conmovido por la intensa representación
de Su muerte próxima,
alzó este acontecer a lugar
de eterna memoria.
Por siempre enlazado al evangelio,
exaltado por Él, como ningún otro suceso
de la Biblia.
Debemos entender este hecho.
En Su Enérgico Precepto
de presentar siempre esta historia donde
la Buena Nueva
se anunciara.
La pregunta es: ¿Me habla a mí este hecho
en el centro de mi salvación
como parte del sencillo plan redentor de Cristo?
¿Se conmemora en mí?
¿Qué significado conlleva el acto de María?
Los discípulos acudieron en presuntuosa defensa de la necesidad humana.
“Se debería haber dado al pobre.”
Certidumbre suya de que el Cristo existía para la humanidad.
Esa crisis humana era la obligación de Dios
y prioridad vital para los seguidores de Cristo.
Estaban equivocados.
Ese es el error del cual son víctimas todos los creyentes.
Servir a las personas
es el error que da por finalizado
su valor para Dios
y la esperanza de fruto.
Los encierra en la amarga esclavitud del devastar humano
aunque ciertos están de ser la voluntad de Dios,
sacrificio pesado,
pesado.
Es el error de Marta.
El acto de María es la imagen y el símbolo de todos los tiempos del verdadero ministerio
—servicio auténtico para Dios—
que trae Su apasionada aprobación.
Este es el ministerio: servir PRIMERO a Su Hijo en
lo que dicta SU necesidad.
Y esa necesidad no puede conocerse por conjeturas,
sólo por la profunda escucha diaria en
la comunión del amor.
El antiguo precepto reza: Ama a Dios con todo
lo tuyo, mente, corazón y fuerza:
todo.
Sólo cuando has hecho aquello
ENTONCES
ama a tu prójimo como a ti mismo.
La tentación es creer que amar a tu prójimo
es amar a Dios.
La lógica que sigue es que ese amor
es “hacer” por tu prójimo.
No. El amor, tan vívidamente definido, tan inequívocamente demandado por
Jehová únicamente podría ser personal e individual
en la senda de una constante relación hecha verídica en
una órbita de comunicación... con Dios Mismo.
La humana necesidad de Dios... no es lo primero.
Es siempre lo segundo.
¡Dios creó la raza humana por Su necesidad!
Él es completo y suficiente por Sí Mismo pero
en Su amor NECESITÓ
un objeto en la cristalina transparencia de ese amar.
Nosotros somos
ese objeto.
Fuiste creado para amar.
Fuiste formado POR el Amor.
Y fuiste formado para NECESITAR amor
y para necesitar AMAR...
y Dios necesita que tú seas la
vasija de Su amor.
Al igual que María hizo frente a Su necesidad de un íntimo compañero
—SU necesidad, ¿estás oyendo?—
ella fue la ignorada levadura del mundo bajo su
influencia, demostrando
—viviéndolo—
que el
sendero de Cristo era relación,
apasionada, libre, intensa e imprudente.
El mundo avizor de los religiosos no
censuraban meramente su aceite,
sino que les causaba verdadero asco
su amor radical por el Maestro.
Mas en algún lugar de todos nosotros
yace la inherente visión
de una Adoración Divina así,
y se nos otorga tanto
la esperanza como el desespero de su vista.
La esperanza de poseerla,
el desesperar de que otro lo posee.
Terrible destino jamás contemplarlo.
Y aún peor destino nunca experimentarlo.
“De tal manera amó Dios al mundo que HA DADO a su Hijo Unigénito...”
¡pero el Hijo vino porque amaba al Padre!
Jesús vivió,
murió por el amor
que tenía por el Padre,
no por la raza humana... lo primero.
Al igual que amaba Él al Padre y Su vida de
obediencia era siempre un ministrar
a lo que el Padre
deseaba y por tanto necesitaba,
así fue María un patrón de aquello,
el primer patrón humano que siguió a Jesús
en la Historia del Nuevo Testamento.
Pero a Dios gracias, no la última.
Los discípulos también se adentraron en ese molde suyo del patrón de Jesús.
Y unos pocos, desde entonces.
El ungimiento de Jesús es
el vivo reflejo del sacerdocio que debe salir
con el Evangelio.
La motivación del amor por Dios que derrama la vida de uno
ante Él
por cualesquier propósito que Él necesite...
Y por favor advierte; no es en memoria de Él Mismo,
sino de ELLA.
“Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.”
Juan 12:26
JUDAS
“Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo. Ellos, al oírlo, se alegraron, y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba oportunidad para entregarle.”
Marcos 14:10,11
Probablemente sólo existan dos ministerios en el universo:
ungir Sus pies
o tramar Su muerte.
Judas contempló el ungimiento
y encendió su rencor celoso.
Ofreció el dictamen final a lo que había sido una opción.
Algo con lo que hacía tiempo
había estado jugando su
mente
ahora de repente era una
decisión valiente.
Desde aquella misma habitación, ajeno a la presencia de aquel santo acontecer,
derecho fue, alocado y decidido,
para vender a Jesús a sus homicidas.
¿Qué desafió María en Judas?
María preparó a Jesús para Su muerte
mas Judas la orquestó.
Cercanos pero tan distantes.
No era Judas quien fue desafiado.
Fue Satanás,
el príncipe del odio hacia el favorecido Hijo de Dios.
Lo que María hizo en amor y lo que Jesús alabó en
gratitud, incitó a Satanás a salvaje locura.
“¡Se ha de acometer ahora!”
Judas la marioneta de su veneno, seducido a
creer que era suyo el ardid.
Por chapotear demasiado en blasfemias ocultas,
Judas sucumbió ante el Enemigo al que agasajaba.
Por meditar y razonar en lo que se perfilaba inocente,
perdió él su alma.
Tal furia infernal siempre se desata
por las Marías
en su postrada adoración del Salvador.
Pues María es el peor enemigo posible del Enemigo.
Desde que el Amor se asienta, la guerra acaba,
pues sólo el Amor puede vencer al desamor.
EPÍLOGO
Verle, hallarle...
¿Cómo?
Tendré Maestro si estoy dispuesto
a ser su pupilo.
EL DEFENSOR
Con todos sus oponentes, con todos sus acusadores,
María nunca respondió, nunca explicó.
Y ella jamás se desvió de su curso.
No sólo Jesús acogió su defensa,
sino que de cierta manera atacó a sus atacantes
y los avergonzó exponiéndoles.
Nunca respondió a Marta. No tuvo que hacerlo.
Jesús es defensa de aquellos que ofrecen lugar
a Aquel Esencial.
Él Mismo acoge la lucha por tus derechos
y la defensa de tus acciones.
Él es el abogado personal para Sus Marías.
Aquel que está sólo enfocado en JESÚS
no puede preocuparse consigo mismo;
siquiera tiene interés.
Y cuando Jesús te defiende, se acabó todo
para tus contendientes.
Has ganado
la batalla
sin lucha.
EL TESORO DEL TIEMPO
El tiempo es el tesoro de la vida. El tiempo ES la vida.
El tiempo es el sacrificio que ofreces para
adorar a quien tú amas.
No me digas lo que amas. Dime dónde pasas tu
TIEMPO y te diré lo que amas.
La dispensación del tiempo, el empleo del tiempo
es la revelación de lo que en verdad amas.
Ofreces tu tiempo a tu estimado tesoro. Lo haces.
El frenesí dice que no hay tiempo para Dios
Las prisas no pueden vivir la vida de María.
La prisa le INSULTA. Dice que hay
otra importante actividad, de mayor urgencia que estar con
el Señor del Universo.
Conlleva ofrecerle el preciado don del tiempo para hallarle,
para escuchar Sus latidos,
para obtener la sabiduría de dónde invertir tus
riquezas de tiempo.
Muchos hay que ofrecen sus vidas a Él,
y no ofrecen su tiempo.
Para el frenético, la vida de María era un desperdicio.
El desperdicio de tiempo y energía en Jesús.
Para el ocupado, el tiempo siempre es de crítica magnitud.
No hay suficiente tiempo para el ambicioso... ni para el preocupado.
Sus muchas obras son más de lo que su espalda puede
soportar, más de lo que sus horas pueden llenar.
Son como Marta, siempre detrás y
siempre apiadada de sí misma por ello.
Sus esfuerzos son de sí.
Jesús no les mandó llamar
y no se puede culpar cuando los esfuerzos
no tienen éxito ni ofrecen cumplimiento.
El tiempo es la brillante joya que Satanás hurta.
No entendemos su valor tanto como él.
Si puede tener tu tiempo, te tiene... a ti... sin Dios.
Tu tiempo es tu vida.
Así pues en noble demanda y necia distracción,
se lleva sin querer los minutos de
tu eternidad.
Hay una ferviente batalla por tu tiempo,
un implacable e ingenioso plan para llenar
tus días de lo que no es Dios
de lo que no es para Él y ni siquiera trata de Él.
Marta fue el instrumental inconsciente
de ese diabólico enemigo
que llama necedad y falta de responsabilidad lo que en María en verdad era...
lo mejor y más alto en Dios.
Así será siempre.
Se desenvuelve una batalla para ser María.
Y conlleva una brava resistencia
para defender lo precioso de tu propio tiempo.
Perder tu tiempo es perder tu destino.
Derrochar el tiempo es derrochar tu única riqueza.
Abundancia de tiempo hay para tu encomienda...
para la genuina voluntad de Dios.
Hartura de tiempo para escuchar y amplitud de tiempo para cumplir.
Dios plantó la tierra en el eje del Tiempo
y cuando Él lo gobierna,
es
—al igual que todos Sus dones—
un patrimonio extravagante.
Dios requiere en este día, la ofrenda del tiempo.
Regala el tiempo a Dios y enriquécete en Él.
Pues ofrecer el tiempo es dar de ti mismo
y a cambio Él se da a SÍ MISMO.
Dios siempre es consciente del tiempo y limitada amplitud de la humanidad.
Así pues cualesquier cosa le sea ofrecida se multiplica por el misterio de
Su trascendencia sobre el Tiempo y el Espacio.
El tiempo que se le ofrece se restituye acrecentado, expandido por una
proliferación que no podemos comprender.
María colmó su tiempo en Él...
porque le consideró digno de ello.
Marta no tenía tiempo para Él, sólo un período
para trabajar para Él,
una labor que Él rechazó
como una verdadera... pérdida de tiempo.
Para Marta, Jesús no era digno
de su cuidadosa atención
y esto Él lo sabía observando cómo
pasaba ella su... tiempo.
EL DESCANSO DE MARÍA
El trabajo no empieza con trabajo.
El trabajo de Dios debe partir del descanso.
A continuación deriva del descanso
al poder y la acción.
El trabajo que no comienza con descanso
es trabajo carente de la aprobación
y participación de Cristo.
La vida es confusa, indescifrable.
Las presiones de esta esfera nos cargan
de expectaciones y afanes febriles.
La necesidad aúlla tu nombre.
Las obligaciones hilachan tus manos y te hacen marioneta.
Los afectos amarran tu corazón con nudos de imposición.
Y la tentación es moverse, moverse rápido,
¡hay tanto que hacer!
“¡Crisis! ¡Trabaja! ¡Está esperando...
y yo soy el único que puede hacerlo!”
El tiempo parece inadecuado para cubrir la faena y
las energías, ¡exiguas ante tan gran demanda!
El descanso es el primer paso del trabajo,
el comienzo de lo que está en proceso.
Hallar tu tarea en particular
y despojarse de las falsas labores, conlleva
una intensa búsqueda... en quietud ante Él
haciendo a Jesús —el que inicia—
Señor y Maestro
de tus obras.
Jesús declaró Sus últimas palabras humanas, “Consumado es.”
En esa Declaración Divina,
todo el dilema humano se resolvió,
el pecado conquistado
la muerte derrotada... ¡pero éstos no eran
nuestros dos únicos problemas!
También estaba el problema
de la vida y la vida se compone de trabajo.
Se quebró la maldición sobre la tierra y
Jesús Mismo solventó el problema
humano del trabajo con
¡la solución más sorprendente!
Él Mismo haría nuestro trabajo.
Es este nuestro Sabath.
Él trabaja, nosotros descansamos.
La pacífica llamada de Dios es sencillamente acudir
a Él...
y cesar el ajetreo.
Debes descargarte antes de poder tomar
Su inconmovible carga.
En sencillo acudir, despojarse de esa carga humana
y volcarla a Sus Divinas Espaldas,
sólo entonces puedes tú llevar el Divino Yugo.
Ven a Él... siéntate a Sus pies y deja que se infiltre
en el laberinto de tus demandas e inquietudes.
Tolérale eliminar lo que no es tuyo
y separar lo posible de lo irracional.
El descanso es un lugar donde vivir, al que
debes volver cada día,
por culpa del vagar de la voluntad humana y
su tendencia a deslizarse
al ridículo de los esfuerzos.
Este es el genio de María.
No habría de moverse hasta que descansara con Jesús.
Se negó a ser la marioneta de la locura humana.
Su voluntad descansaba en violento anclaje sobre Él.
Y su calma era la prueba de ello.
Nadie podía seducirla con presión o vergüenza.
Nada tienes que ofrecerle
hasta que estás lleno DE Él...
EL SONIDO DEL SILENCIO
María vivió en un profundo silencio.
En los tres episodios ella está tranquila.
Sólo se narra una breve cita.
Y era un ruego dirigido a Jesús,
no a los oídos de la gente.
El mensaje de su vida:
no un legado de palabras
más bien una absoluta ausencia de habla,
un silencio... insólito y exótico.
La única voz de su vida era la de Jesús.
Él hablaba por ella,
de ella...
en defensa de ella.
María no tenía trayecto que trazar,
ni celo que demostrar.
ni obsesión que entender.
La lascivia por las audiencias se había marchitado.
Tales cosas habían muerto para ella.
Había hallado su alma entendimiento en Él.
El suficiente reposo para saber que la escuchaban
y ahora —en calma—
podía escuchar.
Nuestra idea de la oración consiste
en lanzar palabras a Dios.
María conoció la oración como silencio en Su presencia,
para escuchar... sin el descaro del habla...
“Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra.”
Habacuc 2:20
El mundo es un torbellino de ruido,
estridente pugna de voces,
acopio de palabras inútiles.
María ni entró ni lo oyó.
Las únicas palabras que trataba de escuchar
eran las cautivantes Palabras de Dios en Cristo,
plenas de
Viva Eternidad.
Y eran —para ella— inestimables,
las únicas Palabras que merecía la pena oír.
El silencio es algo
—sorprendente en sí mismo—
pero la quietud es una exótica calma del interior
una paz de mente,
un descanso de corazón,
por haber hallado el hogar ya antaño perdido...
en la Suave Presencia de Dios.
María descubría la serenidad antes de que
entrara ella en la quietud.
La verdadera quietud resulta de invitar a Dios a
las hace tiempo selladas cámaras
del alma
y permitir que Su invadir
calme
nuestra convulsión natural.
El habla centrada en uno mismo
es expresión del orgullo,
no habiendo visto
al Dios cuyo Rostro nos percibe.
La mansedumbre no es lo natural
de una humanidad
que se estima
superior a su propio Creador.
La humildad es la cualidad
de vanas ilusiones incineradas
en el Abrasador Amor de Cristo.
El silencio nace de la humildad,
la conciencia de que
ninguna de tus propias ideas
tiene nada que decir digno de ser oído.
Es haber encontrado
a Dios en Su Magnitud Verdadera
sobrecogedora y excelsa,
y contemplar el contraste
entre tú y Él.
Es la medida precisa
de tu conciencia
de Dios y la
prueba de tu confianza en Él...
...el hecho de que Él ES...
el Dios que tú quieres que sea,
nada más y nada menos.
No acertamos a ver la Bondad Santa de Dios.
Si insistimos en
el babeo de nuestra cruda humanidad,
encandilados por el sonar de
nuestro propio chirrido, entonces
este Dios de Benignidad se retraerá,
y arropado en Su Digna Calma
nos dejará la ineficaz irradiación
del habla interrumpida.
Su voz no se haya en la tormenta o en el viento,
ni en terremoto ni en fuego.
No podríamos sobrellevar esa voz en
la Plenitud de tal Ilimitada Energía.
Como Elías aprendió, Su voz era mansa y baja,
“apacible y delicada.”
Jesús dijo a sus discípulos, “Lo que os digo
en tinieblas...”
Si el género humano sencillamente
se detuviera un instante,
La Trinidad al completo se adelantaría
y hablaría
por un susurro en el silencio...
escuchado por ningún otro.
LA MIRADA DEL ALMA
María llenó su paisaje de Jesús. El ojo de su ser
no tenía doble visión,
mirando al mundo y a Dios... al tiempo.
Veía ella en concentración,
un Objeto, lo Importante,
ignorando lo insignificante.
La mirada de su alma interior, anclada en Él,
no tenía visión rival.
El ojo de tu alma no yace en la vista física.
Es el centro de los pensamientos,
la obsesión del corazón... en secreto.
A doquiera tu ojo enfoque se halla
el auténtico rumbo de tu futuro.
Lo que ves es lo que sigues.
A lo que mires es a donde te diriges.
El objeto de tu enfoque incluso es...
aquello en lo que te conviertes.
La humanidad siempre está consumida en algo,
ensimismada a cierta esencia interior.
Nuestra naturaleza es devoción
criaturas de adoración,
sujetos postrados
a algo elegido,
digno de ser amado.
El ojo de la naturaleza humana está clavado
en infatuación enfermiza con
el mezquino objeto del... yo.
María hizo acopio de los fragmentos
de su cordura dispersa,
abandonó la complejidad de la lógica,
el sempiterno aburrimiento
de su previsible ser
y en simplicidad,
con un único enfoque
contemplaba ensimismada
a Jesús.
La vista de su mente,
el centro de su corazón
era una Persona,
no una idea,
no una doctrina
no una religión.
Como el anciano David, ella había
dado forma a su propósito
de ir tras sus huellas,
de conocerle íntimamente,
por una elección de pasión
para “contemplar la hermosura de Jehová.”
Salmos 27:4
Para saturar su ser con
la estima de Alguien más
aparte de su propia exigente tiranía.
Ella había encontrado a Alguien cuyo misterio
mantuvo cautiva su imaginación
y no había razón
para mirar en otra dirección.
“...si tu ojo es sencillo (sin visión doble), todo tu cuerpo estará lleno de luz.”
Mateo 6:22
Y ella lo estaba.
MARÍA LA NIÑA
María es la niña, “a quien el padre revela Sus secretos.”
Ella es el ‘niño’ que entra con facilidad
al reino de los cielos.
Vivió en base a restas,
no sumas ni compleja multiplicación.
Una drástica reducción de la arrogancia del adulto,
un abandono de la rivalidad,
un descargo de arrogancia responsable
y desinterés en la presunción de ser importante.
Los adultos viven en el futuro o el pasado,
a veces en ambos,
siempre intentando solucionar el embrollo.
María, inconsciente del embrollo, igual que un niño,
vivía en el asombro del momento.
Ahora... la única realidad que captaba su fascinación.
Todo era “este momento” para María,
todo el trabajo, errores y problemas.
Y eso la hizo
fresca,
actual,
sin trabas.
Ni pasado ni futuro.
Únicamente el exquisito ahora.
Ser niño no es cosa de niños.
Ser como un niño
es la simplicidad de una intensa honestidad,
espontánea y verdadera,
leal a cualquier cosa que es verdad.
La niñería
es un defectuoso carácter,
que escapa
de la verdadera responsabilidad de vivir
en una pura existencia sin máscara,
fidedigna con lo propio
y real para con Dios.
Marta era la ‘chiquilla’,
desempeñando papeles de adulto,
tediosos y ostentosos.
Ambición aburrida
de propia hechura
y ausente de inspiración.
María, la niña,
vivía creativamente en su ser primitivo
sin sofistificación alguna.
Esa era su sencillez.
Natural, pero no ingenua.
El verdadero niño vive de la innata disciplina
de dos cosas:
su propia pasión desinhibida y
el deseo de agradar al Progenitor.
María,
dispuesta a ser nada de importancia mundana,
con énfasis eterno, honrada.
¡Nada, ser nada!
Ser nada.
Ser nada...
eso es un niño
cuyo significado duerme
sólo en Dios.
UN AMOR SENCILLO
María le amaba.
Eso es cuanto puede explicarse de ella.
Muchos eran testigos, escuchaban,
eran sanados por Él...
pero nunca le amaron.
Miríadas estudian,
leen,
recitan y
le imitan hoy...
mas nunca le aman.
Ella, la ilustración del primer mandamiento.
Mediante Su Primer Mandamiento
Dios se reveló
a Sí Mismo
... y a Su necesidad.
Amarle con todo
esa era su estampa,
su identidad,
y su fama eterna.
Y puede ser el legado de aquellos que la comprenden.
Por tanto debemos conocer de su secreto.
Debemos saber cómo llegó ella a amarle.
María se permitió a sí misma necesitarle
en cruda desesperación.
Ella le recibió y le permitió ser su Salvador.
Ella le permitió estrujar su corazón
con el estremecimiento del pecado.
Ella permitió a Su amor quemar en su corazón
hasta que le amó...
“porque Él la amó primero.”
¡Sea!
La palabra mágica, la llave maestra es permitir...
una palabra de no—resistencia,
una rendición abierta.
En todo el mundo y el universo de todos aquellos
que han vivido
y habrán de vivir,
sólo Uno Ama, sólo Uno.
María le amó con el Amor que le dio... ¡Él Mismo!
El primer mandamiento
Ama a Dios
con todo tu ser,
cuerpo (toda tu fuerza),
alma (toda tu mente)
y espíritu (todo tu corazón).
El sorprendente, intrigante secreto del Evangelio es que ¡Dios Mismo cumple el mandamiento
para todos aquellos que le dejan!
El oculto manantial de vida
mana de tu estima hacia Dios.
Todo lo externo, lo que sale,
se ve determinado por este interior.
El pecado cardinal de todos los pecados es sencillamente
el fracaso de amar a Dios.
Por ser la primera norma de Dios,
quebrantarla es el pecado radical,
la raíz del corazón de la que todo
pecado no es mas que una rama.
En la recóndita médula del hueso al desnudo
que es la Vida,
¿le amas?
La crisis del Jardín era opción...
así como la tuya lo es.
Ama a Dios o ámate a ti.
Tanto hombre como mujer
se convierten en conscientes galanes
de su ser...
hecho dios.
Así pues ahora la humanidad vive sin ser nacida y
atrozmente consanguínea
hasta que Dios sea el
Galán del corazón,
el Gozo del alma,
y el Descanso de la mente.
¿No le amas como María?
No te desveles... sólo escoge.
Y Él te dará tal amor.
INVITACIÓN
Puedo ser la presidenta de las Martas.
Tenía buen nombre
pero por él fui desafiada.
Y he rastreado ardientemente a María
por causa de mi Cristo durante casi 30 años.
Así pues escribo... conociéndolas a ambas.
Y termino con una invitación.
Para ti que no le conoces como Salvador,
pero le necesitas,
digo, pido... una y otra vez
que le pidas que te dé el arrepentimiento,
la puerta a la Salvación.
Pídele que te dé un nuevo nacimiento.
Para vosotros que estáis cargados con obras para Él,
y ahora veis que hay un camino de gozo sereno
sentado a Sus pies, digo
que elijas como María escogió.
y le busques con todo el deseo que Él te da.
...y ÉL vendrá a tu aldea para encontrarse contigo.
LOOR AL AUTOR
No puedo dedicar este libro a ninguna persona porque es SUYO,
desde el vivir al escribir, es Cristo, sólo Cristo.
‘Para mí el vivir es Cristo’
Y no puedo agradecer a una persona, pues todas las cosas provienen de Él y son para Él. “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces.”
Santiago 1:17
Pero deseo agradecer profusamente a mi Señor y mi Dios por estas,
mis “dádivas y dones perfectos.”
Por mi marido, Kenneth,
el mayor don humano de Dios hacia mí.
Padre, bendícele siempre por su
amor y resignación.
Por el inefable gozo de mis hijos,
Scott y Robyn, Lee y Debbie,
Sam y Julia... y sus preciosos hijos.
Padre, fascina su corazón con Tu Amor.
Por la rica unidad del Cuerpo de Cristo,
la iglesia que Él ha construido entre todos nosotros.
Os honro a cada uno de vosotros,
aunque no estéis aquí nombrados, conocidos sois de Él.
Padre, deposita su galardón en muchas coronas.
y eso también significaba, que ella quedaba atrás.
Dejar que se fuera habría sido un gran sacrificio
pero ayudarle a hacerlo, animar su marcha...
ah, en verdad era una vasija quebrada.
Comparado con esto,
la jarra de alabastro no era nada.
ACEITE DE GRAN PRECIO
“Vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa.”
Mateo 26:7
“...una libra de perfume de nardo puro,
de mucho precio”
Juan 12:3
Lázaro y sus dos hermanos eran pobres,
no tenían sirviente en la cocina.
María tenía un tesoro, años de trabajo.
Apartado como reserva,
su valiosa riqueza.
La tomó de su escondido lugar.
Ahora sabía ella lo que Él necesitaba.
No reñiría Su muerte como hizo Pedro.
Quería lo que Él quería.
Así que habría ella
de enviar su corazón junto a Él en
esta horrenda prueba.
Este aceite de nardo puro, una libra.
¿Ofrecer parte? Un trozo... no, habrá de ser todo,
“pues Él lo es todo para mí.”
Despreciada y amonestada,
dejó atrás a sus crueles críticos.
Al amparo de una pasión que
la inmunizó del menosprecio,
María derramó el aceite en su cabeza
para que
se vertiera a lo largo de Su cuerpo,
salpicó Sus pies
y en descarada confesión,
exhibió su melena, algo no hecho en público,
y secó Sus pies con ella.
Manifiesta intimidad para un
ungimiento conspicuo...
Lance ultrajante,
demasiado extravagante para el beneplácito
de una persona decente.
ES DIGNO
“Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía... haberse dado a los pobres.
Y murmuraban contra ella.”
Marcos 14:4,5
Lo que ofreces a Cristo es precisamente
la medida de su valor para ti...
Cuánto ofreces, lo que das,
cuánto guardas,
estos contarán la historia de Su atractivo secreto para ti,
y... la muestra de tu amor.
En un lugar u otro, de esta o aquella forma
Él pide todo tesoro de esta tierra porque
esa es la prueba
no sólo de tu obediencia sino de
Su estima dentro de tu secreto corazón.
Es Él Mismo la joya entre rubíes,
el tesoro del campo, la perla de gran precio.
La cosa más valiosa de todo el universo,
Su valor...
inestimable.
Poseerle cuesta hasta la última fibra de toda
propiedad atesorada, sea
tierra, amores, lujos.
Para algunos, su propia sangre.
La eternidad probará Su valía y la profunda necedad
de cualquier otro galardón.
Ora derramamos todo nuestro tesoro en Él,
ora vertemos nuestra eternidad
en el pozo sin fondo de
toda Su bondad.
Comprarte de la prisión del pecado
le costó todo,
incluso su lugar junto a Su padre.
Para ser digno de Su jornal y de Su presencia
(no para ganarlo, pues hecho está)
debes también pagar todo el precio,
derramar tu tesoro hasta la última gota de aceite
de gran precio.
María le había ofrecido dos tesoros:
su tiempo y su reputación.
Ahora le ofrecía en un solo instante de extravagancia,
lo que costaba años ganar.
Este es el cuadro que María perfiló por los tiempos.
El cuadro de Su valor,
no sólo darlo a Él todo sino
participar de Su Cruz
por amor de Él.
El cordero es digno.
DESPERDICIO
Para la necia dádiva de
aquello que no era necesario,
—ni siquiera apropiado—
los judíos lo desaprueban en una indignación moral.
“¿Por qué este desperdicio?”
Saltando su orgulloso juicio en dura crítica,
los discípulos no soñaban siquiera
que habían cruelmente expuesto
la medida de su aprecio por Cristo.
Judas en protesta del pobre,
y hurtaba dinero.
Simón, un hombre sanado de lepra,
la dolencia de la rebelión,
No sólo sanado,
perdonado.
Ni siquiera Él defendía la estima de Jesús.
Desperdicio es cuando le das un jugoso filete a un perro.
Un perro no lo merece.
Desperdicio es darle una perla al cerdo,
lanzar oro al mar.
Desperdicio es dar algo de valía a
lo que no alcanza el coste.
Para nadie allí —siquiera sus propios discípulos—
merecía Jesús las ganancias de años.
Sólo para María.
El valor de Jesús es inestimable.
Cómo podríamos calcular
Su valía y coste para Dios,
cuando Dios le desperdició sobre nosotros,
quebrando la vasija de Su cuerpo
y derramándole por medio
de Su propia Sangre Santa,
vertida en el suelo de una tierra contaminada
para cubrir el hedor de nuestra impureza,
Su inocencia
a cambio de nuestra culpa.
¡No hay nada
–—ni don, ni sacrificio posible—
que nunca haya de ser
un desperdicio derramado sobre Él!
FRAGANCIA
“Y la casa se llenó del olor del perfume.”
María derramó el magnífico aceite sobre la cabeza de Jesús.
Una libra de aceite perfumado, una gran vasija.
Fluyó hacia abajo, empapando Su pelo y barba,
saturando sus ropas, cubriendo Su piel
de esa forma en que se adhiere el aceite...
Era un baño literal en este dulce aceite
y la fragancia era tan fuerte que
“llenó la casa.”
Se arrodilló y cubrió Sus pies con aquel perfume
y secó el sobrante con sus cabellos.
María le ofreció su esencia
La adoración de un humano hacia su Creador.
Y el aceite que ella vertió sobre Jesús
le salpicó, se apegó a su cabello.
Ella olía como Él olía.
Y Él olía como ella olía.
Tal es el aroma de
una vida vivida para Sus deseos.
Hechos uno, un aroma agradable a Dios,
delicioso y grato.
Y la llevó Él consigo, aspirando su aroma
por las bulliciosas calles de Jerusalén,
hacia un juicio injusto en la corte de Pilato.
Ante el arrogante desprecio de Fariseos,
Llevaba su amor en la fragancia
que a Él se aferraba.
Bajo el palo y el sangrante azote
persistía en Él aquel sahumerio.
Mientras guiaban los clavos, los guardias habrían percibido esa alfombra de aceite de Su piel
como único consuelo
en una experiencia empapada de malicioso rencor.
Mientras colgaba de la cruz,
¿ofrecería alivio y esperanza aquella esencia?
¿Sabía Él que al menos uno le amaba?
¿Y que muchos también lo harían?
¿Desprendía aún Su piel, humedecida de sangre,
el olor del perfume de nardo puro?
¿Podría Él percibirlo en las horas que allí colgaba
sufriendo con la carga de nuestro pecado?
Ya por entonces un efluvio,
apagado y distante,
pero Él...
aún ungido con el incienso
de ese cariñoso adorar,
un símbolo y promesa de aquellos
por los que Él se moría.
Estaba desnudo
—llevando sólo puesta esa unción como prenda Suya—
holocausto para Dios, agradable y dulce aroma.
Los soldados contienden
por Su prenda perfumada,
blandieron suertes sobre esa túnica,
transpirada con el santo aceite del amor de María.
El óleo se habría derramado entre ellos
cuando se la arrebataban para sí.
Su última posesión terrenal salvo por el aceite
apegado a Su piel.
¡Él dijo! Dijo ÉL,
ella me ha ungido para mi entierro.
Él dijo,
“para el día de mi sepultura ha guardado esto.”
Mientras yacía en la tumba,
sin galas de especias.
Era demasiado tarde para eso
y estaba Él adornado.
Ungido con abundante Amor de María por su sacrificio.
Y Dios, que pide fragancia
y que habita donde sopla el incienso
del sacrificio ante Sus santos nasos,
fue atraído al cuerpo perfumado
de Su Hijo abandonado,
en aquella cueva muerto,
pero aún despidiendo olor a nardo puro...
de las manos de María.
Y fue Él, en ese mismo cuerpo aceitado, levantado de
la muerte a una nueva forma de vida que un día nosotros compartiremos.
¿Lleva aún esa fragancia?
¿Es un aroma que respiraremos cuando le veamos?
Muchos han apercibido en esta vida,
una dulce esencia
de Su presencia.
¿Sigue siempre ese óleo, siquiera ahora, apegado a Él?
¿Aún le ofrece a Él la promesa de todas
las Marías futuras que harán de Su
espantoso sufrir algo digno...
amantes y no siervos,
mas por el amor, hechos... siervos?
MEMORIA
“De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.”
Mateo 26:13 y Marcos 14:9
El acto de María, tan extraño, tan poco apropiado,
(¿A medio cenar?)
condenado por aquellos
que no tenían sitio en su corazón
por las cuitas de Jesús.
Jesús, profundamente conmovido por la intensa representación
de Su muerte próxima,
alzó este acontecer a lugar
de eterna memoria.
Por siempre enlazado al evangelio,
exaltado por Él, como ningún otro suceso
de la Biblia.
Debemos entender este hecho.
En Su Enérgico Precepto
de presentar siempre esta historia donde
la Buena Nueva
se anunciara.
La pregunta es: ¿Me habla a mí este hecho
en el centro de mi salvación
como parte del sencillo plan redentor de Cristo?
¿Se conmemora en mí?
¿Qué significado conlleva el acto de María?
Los discípulos acudieron en presuntuosa defensa de la necesidad humana.
“Se debería haber dado al pobre.”
Certidumbre suya de que el Cristo existía para la humanidad.
Esa crisis humana era la obligación de Dios
y prioridad vital para los seguidores de Cristo.
Estaban equivocados.
Ese es el error del cual son víctimas todos los creyentes.
Servir a las personas
es el error que da por finalizado
su valor para Dios
y la esperanza de fruto.
Los encierra en la amarga esclavitud del devastar humano
aunque ciertos están de ser la voluntad de Dios,
sacrificio pesado,
pesado.
Es el error de Marta.
El acto de María es la imagen y el símbolo de todos los tiempos del verdadero ministerio
—servicio auténtico para Dios—
que trae Su apasionada aprobación.
Este es el ministerio: servir PRIMERO a Su Hijo en
lo que dicta SU necesidad.
Y esa necesidad no puede conocerse por conjeturas,
sólo por la profunda escucha diaria en
la comunión del amor.
El antiguo precepto reza: Ama a Dios con todo
lo tuyo, mente, corazón y fuerza:
todo.
Sólo cuando has hecho aquello
ENTONCES
ama a tu prójimo como a ti mismo.
La tentación es creer que amar a tu prójimo
es amar a Dios.
La lógica que sigue es que ese amor
es “hacer” por tu prójimo.
No. El amor, tan vívidamente definido, tan inequívocamente demandado por
Jehová únicamente podría ser personal e individual
en la senda de una constante relación hecha verídica en
una órbita de comunicación... con Dios Mismo.
La humana necesidad de Dios... no es lo primero.
Es siempre lo segundo.
¡Dios creó la raza humana por Su necesidad!
Él es completo y suficiente por Sí Mismo pero
en Su amor NECESITÓ
un objeto en la cristalina transparencia de ese amar.
Nosotros somos
ese objeto.
Fuiste creado para amar.
Fuiste formado POR el Amor.
Y fuiste formado para NECESITAR amor
y para necesitar AMAR...
y Dios necesita que tú seas la
vasija de Su amor.
Al igual que María hizo frente a Su necesidad de un íntimo compañero
—SU necesidad, ¿estás oyendo?—
ella fue la ignorada levadura del mundo bajo su
influencia, demostrando
—viviéndolo—
que el
sendero de Cristo era relación,
apasionada, libre, intensa e imprudente.
El mundo avizor de los religiosos no
censuraban meramente su aceite,
sino que les causaba verdadero asco
su amor radical por el Maestro.
Mas en algún lugar de todos nosotros
yace la inherente visión
de una Adoración Divina así,
y se nos otorga tanto
la esperanza como el desespero de su vista.
La esperanza de poseerla,
el desesperar de que otro lo posee.
Terrible destino jamás contemplarlo.
Y aún peor destino nunca experimentarlo.
“De tal manera amó Dios al mundo que HA DADO a su Hijo Unigénito...”
¡pero el Hijo vino porque amaba al Padre!
Jesús vivió,
murió por el amor
que tenía por el Padre,
no por la raza humana... lo primero.
Al igual que amaba Él al Padre y Su vida de
obediencia era siempre un ministrar
a lo que el Padre
deseaba y por tanto necesitaba,
así fue María un patrón de aquello,
el primer patrón humano que siguió a Jesús
en la Historia del Nuevo Testamento.
Pero a Dios gracias, no la última.
Los discípulos también se adentraron en ese molde suyo del patrón de Jesús.
Y unos pocos, desde entonces.
El ungimiento de Jesús es
el vivo reflejo del sacerdocio que debe salir
con el Evangelio.
La motivación del amor por Dios que derrama la vida de uno
ante Él
por cualesquier propósito que Él necesite...
Y por favor advierte; no es en memoria de Él Mismo,
sino de ELLA.
“Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.”
Juan 12:26
JUDAS
“Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo. Ellos, al oírlo, se alegraron, y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba oportunidad para entregarle.”
Marcos 14:10,11
Probablemente sólo existan dos ministerios en el universo:
ungir Sus pies
o tramar Su muerte.
Judas contempló el ungimiento
y encendió su rencor celoso.
Ofreció el dictamen final a lo que había sido una opción.
Algo con lo que hacía tiempo
había estado jugando su
mente
ahora de repente era una
decisión valiente.
Desde aquella misma habitación, ajeno a la presencia de aquel santo acontecer,
derecho fue, alocado y decidido,
para vender a Jesús a sus homicidas.
¿Qué desafió María en Judas?
María preparó a Jesús para Su muerte
mas Judas la orquestó.
Cercanos pero tan distantes.
No era Judas quien fue desafiado.
Fue Satanás,
el príncipe del odio hacia el favorecido Hijo de Dios.
Lo que María hizo en amor y lo que Jesús alabó en
gratitud, incitó a Satanás a salvaje locura.
“¡Se ha de acometer ahora!”
Judas la marioneta de su veneno, seducido a
creer que era suyo el ardid.
Por chapotear demasiado en blasfemias ocultas,
Judas sucumbió ante el Enemigo al que agasajaba.
Por meditar y razonar en lo que se perfilaba inocente,
perdió él su alma.
Tal furia infernal siempre se desata
por las Marías
en su postrada adoración del Salvador.
Pues María es el peor enemigo posible del Enemigo.
Desde que el Amor se asienta, la guerra acaba,
pues sólo el Amor puede vencer al desamor.
EPÍLOGO
Verle, hallarle...
¿Cómo?
Tendré Maestro si estoy dispuesto
a ser su pupilo.
EL DEFENSOR
Con todos sus oponentes, con todos sus acusadores,
María nunca respondió, nunca explicó.
Y ella jamás se desvió de su curso.
No sólo Jesús acogió su defensa,
sino que de cierta manera atacó a sus atacantes
y los avergonzó exponiéndoles.
Nunca respondió a Marta. No tuvo que hacerlo.
Jesús es defensa de aquellos que ofrecen lugar
a Aquel Esencial.
Él Mismo acoge la lucha por tus derechos
y la defensa de tus acciones.
Él es el abogado personal para Sus Marías.
Aquel que está sólo enfocado en JESÚS
no puede preocuparse consigo mismo;
siquiera tiene interés.
Y cuando Jesús te defiende, se acabó todo
para tus contendientes.
Has ganado
la batalla
sin lucha.
EL TESORO DEL TIEMPO
El tiempo es el tesoro de la vida. El tiempo ES la vida.
El tiempo es el sacrificio que ofreces para
adorar a quien tú amas.
No me digas lo que amas. Dime dónde pasas tu
TIEMPO y te diré lo que amas.
La dispensación del tiempo, el empleo del tiempo
es la revelación de lo que en verdad amas.
Ofreces tu tiempo a tu estimado tesoro. Lo haces.
El frenesí dice que no hay tiempo para Dios
Las prisas no pueden vivir la vida de María.
La prisa le INSULTA. Dice que hay
otra importante actividad, de mayor urgencia que estar con
el Señor del Universo.
Conlleva ofrecerle el preciado don del tiempo para hallarle,
para escuchar Sus latidos,
para obtener la sabiduría de dónde invertir tus
riquezas de tiempo.
Muchos hay que ofrecen sus vidas a Él,
y no ofrecen su tiempo.
Para el frenético, la vida de María era un desperdicio.
El desperdicio de tiempo y energía en Jesús.
Para el ocupado, el tiempo siempre es de crítica magnitud.
No hay suficiente tiempo para el ambicioso... ni para el preocupado.
Sus muchas obras son más de lo que su espalda puede
soportar, más de lo que sus horas pueden llenar.
Son como Marta, siempre detrás y
siempre apiadada de sí misma por ello.
Sus esfuerzos son de sí.
Jesús no les mandó llamar
y no se puede culpar cuando los esfuerzos
no tienen éxito ni ofrecen cumplimiento.
El tiempo es la brillante joya que Satanás hurta.
No entendemos su valor tanto como él.
Si puede tener tu tiempo, te tiene... a ti... sin Dios.
Tu tiempo es tu vida.
Así pues en noble demanda y necia distracción,
se lleva sin querer los minutos de
tu eternidad.
Hay una ferviente batalla por tu tiempo,
un implacable e ingenioso plan para llenar
tus días de lo que no es Dios
de lo que no es para Él y ni siquiera trata de Él.
Marta fue el instrumental inconsciente
de ese diabólico enemigo
que llama necedad y falta de responsabilidad lo que en María en verdad era...
lo mejor y más alto en Dios.
Así será siempre.
Se desenvuelve una batalla para ser María.
Y conlleva una brava resistencia
para defender lo precioso de tu propio tiempo.
Perder tu tiempo es perder tu destino.
Derrochar el tiempo es derrochar tu única riqueza.
Abundancia de tiempo hay para tu encomienda...
para la genuina voluntad de Dios.
Hartura de tiempo para escuchar y amplitud de tiempo para cumplir.
Dios plantó la tierra en el eje del Tiempo
y cuando Él lo gobierna,
es
—al igual que todos Sus dones—
un patrimonio extravagante.
Dios requiere en este día, la ofrenda del tiempo.
Regala el tiempo a Dios y enriquécete en Él.
Pues ofrecer el tiempo es dar de ti mismo
y a cambio Él se da a SÍ MISMO.
Dios siempre es consciente del tiempo y limitada amplitud de la humanidad.
Así pues cualesquier cosa le sea ofrecida se multiplica por el misterio de
Su trascendencia sobre el Tiempo y el Espacio.
El tiempo que se le ofrece se restituye acrecentado, expandido por una
proliferación que no podemos comprender.
María colmó su tiempo en Él...
porque le consideró digno de ello.
Marta no tenía tiempo para Él, sólo un período
para trabajar para Él,
una labor que Él rechazó
como una verdadera... pérdida de tiempo.
Para Marta, Jesús no era digno
de su cuidadosa atención
y esto Él lo sabía observando cómo
pasaba ella su... tiempo.
EL DESCANSO DE MARÍA
El trabajo no empieza con trabajo.
El trabajo de Dios debe partir del descanso.
A continuación deriva del descanso
al poder y la acción.
El trabajo que no comienza con descanso
es trabajo carente de la aprobación
y participación de Cristo.
La vida es confusa, indescifrable.
Las presiones de esta esfera nos cargan
de expectaciones y afanes febriles.
La necesidad aúlla tu nombre.
Las obligaciones hilachan tus manos y te hacen marioneta.
Los afectos amarran tu corazón con nudos de imposición.
Y la tentación es moverse, moverse rápido,
¡hay tanto que hacer!
“¡Crisis! ¡Trabaja! ¡Está esperando...
y yo soy el único que puede hacerlo!”
El tiempo parece inadecuado para cubrir la faena y
las energías, ¡exiguas ante tan gran demanda!
El descanso es el primer paso del trabajo,
el comienzo de lo que está en proceso.
Hallar tu tarea en particular
y despojarse de las falsas labores, conlleva
una intensa búsqueda... en quietud ante Él
haciendo a Jesús —el que inicia—
Señor y Maestro
de tus obras.
Jesús declaró Sus últimas palabras humanas, “Consumado es.”
En esa Declaración Divina,
todo el dilema humano se resolvió,
el pecado conquistado
la muerte derrotada... ¡pero éstos no eran
nuestros dos únicos problemas!
También estaba el problema
de la vida y la vida se compone de trabajo.
Se quebró la maldición sobre la tierra y
Jesús Mismo solventó el problema
humano del trabajo con
¡la solución más sorprendente!
Él Mismo haría nuestro trabajo.
Es este nuestro Sabath.
Él trabaja, nosotros descansamos.
La pacífica llamada de Dios es sencillamente acudir
a Él...
y cesar el ajetreo.
Debes descargarte antes de poder tomar
Su inconmovible carga.
En sencillo acudir, despojarse de esa carga humana
y volcarla a Sus Divinas Espaldas,
sólo entonces puedes tú llevar el Divino Yugo.
Ven a Él... siéntate a Sus pies y deja que se infiltre
en el laberinto de tus demandas e inquietudes.
Tolérale eliminar lo que no es tuyo
y separar lo posible de lo irracional.
El descanso es un lugar donde vivir, al que
debes volver cada día,
por culpa del vagar de la voluntad humana y
su tendencia a deslizarse
al ridículo de los esfuerzos.
Este es el genio de María.
No habría de moverse hasta que descansara con Jesús.
Se negó a ser la marioneta de la locura humana.
Su voluntad descansaba en violento anclaje sobre Él.
Y su calma era la prueba de ello.
Nadie podía seducirla con presión o vergüenza.
Nada tienes que ofrecerle
hasta que estás lleno DE Él...
EL SONIDO DEL SILENCIO
María vivió en un profundo silencio.
En los tres episodios ella está tranquila.
Sólo se narra una breve cita.
Y era un ruego dirigido a Jesús,
no a los oídos de la gente.
El mensaje de su vida:
no un legado de palabras
más bien una absoluta ausencia de habla,
un silencio... insólito y exótico.
La única voz de su vida era la de Jesús.
Él hablaba por ella,
de ella...
en defensa de ella.
María no tenía trayecto que trazar,
ni celo que demostrar.
ni obsesión que entender.
La lascivia por las audiencias se había marchitado.
Tales cosas habían muerto para ella.
Había hallado su alma entendimiento en Él.
El suficiente reposo para saber que la escuchaban
y ahora —en calma—
podía escuchar.
Nuestra idea de la oración consiste
en lanzar palabras a Dios.
María conoció la oración como silencio en Su presencia,
para escuchar... sin el descaro del habla...
“Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra.”
Habacuc 2:20
El mundo es un torbellino de ruido,
estridente pugna de voces,
acopio de palabras inútiles.
María ni entró ni lo oyó.
Las únicas palabras que trataba de escuchar
eran las cautivantes Palabras de Dios en Cristo,
plenas de
Viva Eternidad.
Y eran —para ella— inestimables,
las únicas Palabras que merecía la pena oír.
El silencio es algo
—sorprendente en sí mismo—
pero la quietud es una exótica calma del interior
una paz de mente,
un descanso de corazón,
por haber hallado el hogar ya antaño perdido...
en la Suave Presencia de Dios.
María descubría la serenidad antes de que
entrara ella en la quietud.
La verdadera quietud resulta de invitar a Dios a
las hace tiempo selladas cámaras
del alma
y permitir que Su invadir
calme
nuestra convulsión natural.
El habla centrada en uno mismo
es expresión del orgullo,
no habiendo visto
al Dios cuyo Rostro nos percibe.
La mansedumbre no es lo natural
de una humanidad
que se estima
superior a su propio Creador.
La humildad es la cualidad
de vanas ilusiones incineradas
en el Abrasador Amor de Cristo.
El silencio nace de la humildad,
la conciencia de que
ninguna de tus propias ideas
tiene nada que decir digno de ser oído.
Es haber encontrado
a Dios en Su Magnitud Verdadera
sobrecogedora y excelsa,
y contemplar el contraste
entre tú y Él.
Es la medida precisa
de tu conciencia
de Dios y la
prueba de tu confianza en Él...
...el hecho de que Él ES...
el Dios que tú quieres que sea,
nada más y nada menos.
No acertamos a ver la Bondad Santa de Dios.
Si insistimos en
el babeo de nuestra cruda humanidad,
encandilados por el sonar de
nuestro propio chirrido, entonces
este Dios de Benignidad se retraerá,
y arropado en Su Digna Calma
nos dejará la ineficaz irradiación
del habla interrumpida.
Su voz no se haya en la tormenta o en el viento,
ni en terremoto ni en fuego.
No podríamos sobrellevar esa voz en
la Plenitud de tal Ilimitada Energía.
Como Elías aprendió, Su voz era mansa y baja,
“apacible y delicada.”
Jesús dijo a sus discípulos, “Lo que os digo
en tinieblas...”
Si el género humano sencillamente
se detuviera un instante,
La Trinidad al completo se adelantaría
y hablaría
por un susurro en el silencio...
escuchado por ningún otro.
LA MIRADA DEL ALMA
María llenó su paisaje de Jesús. El ojo de su ser
no tenía doble visión,
mirando al mundo y a Dios... al tiempo.
Veía ella en concentración,
un Objeto, lo Importante,
ignorando lo insignificante.
La mirada de su alma interior, anclada en Él,
no tenía visión rival.
El ojo de tu alma no yace en la vista física.
Es el centro de los pensamientos,
la obsesión del corazón... en secreto.
A doquiera tu ojo enfoque se halla
el auténtico rumbo de tu futuro.
Lo que ves es lo que sigues.
A lo que mires es a donde te diriges.
El objeto de tu enfoque incluso es...
aquello en lo que te conviertes.
La humanidad siempre está consumida en algo,
ensimismada a cierta esencia interior.
Nuestra naturaleza es devoción
criaturas de adoración,
sujetos postrados
a algo elegido,
digno de ser amado.
El ojo de la naturaleza humana está clavado
en infatuación enfermiza con
el mezquino objeto del... yo.
María hizo acopio de los fragmentos
de su cordura dispersa,
abandonó la complejidad de la lógica,
el sempiterno aburrimiento
de su previsible ser
y en simplicidad,
con un único enfoque
contemplaba ensimismada
a Jesús.
La vista de su mente,
el centro de su corazón
era una Persona,
no una idea,
no una doctrina
no una religión.
Como el anciano David, ella había
dado forma a su propósito
de ir tras sus huellas,
de conocerle íntimamente,
por una elección de pasión
para “contemplar la hermosura de Jehová.”
Salmos 27:4
Para saturar su ser con
la estima de Alguien más
aparte de su propia exigente tiranía.
Ella había encontrado a Alguien cuyo misterio
mantuvo cautiva su imaginación
y no había razón
para mirar en otra dirección.
“...si tu ojo es sencillo (sin visión doble), todo tu cuerpo estará lleno de luz.”
Mateo 6:22
Y ella lo estaba.
MARÍA LA NIÑA
María es la niña, “a quien el padre revela Sus secretos.”
Ella es el ‘niño’ que entra con facilidad
al reino de los cielos.
Vivió en base a restas,
no sumas ni compleja multiplicación.
Una drástica reducción de la arrogancia del adulto,
un abandono de la rivalidad,
un descargo de arrogancia responsable
y desinterés en la presunción de ser importante.
Los adultos viven en el futuro o el pasado,
a veces en ambos,
siempre intentando solucionar el embrollo.
María, inconsciente del embrollo, igual que un niño,
vivía en el asombro del momento.
Ahora... la única realidad que captaba su fascinación.
Todo era “este momento” para María,
todo el trabajo, errores y problemas.
Y eso la hizo
fresca,
actual,
sin trabas.
Ni pasado ni futuro.
Únicamente el exquisito ahora.
Ser niño no es cosa de niños.
Ser como un niño
es la simplicidad de una intensa honestidad,
espontánea y verdadera,
leal a cualquier cosa que es verdad.
La niñería
es un defectuoso carácter,
que escapa
de la verdadera responsabilidad de vivir
en una pura existencia sin máscara,
fidedigna con lo propio
y real para con Dios.
Marta era la ‘chiquilla’,
desempeñando papeles de adulto,
tediosos y ostentosos.
Ambición aburrida
de propia hechura
y ausente de inspiración.
María, la niña,
vivía creativamente en su ser primitivo
sin sofistificación alguna.
Esa era su sencillez.
Natural, pero no ingenua.
El verdadero niño vive de la innata disciplina
de dos cosas:
su propia pasión desinhibida y
el deseo de agradar al Progenitor.
María,
dispuesta a ser nada de importancia mundana,
con énfasis eterno, honrada.
¡Nada, ser nada!
Ser nada.
Ser nada...
eso es un niño
cuyo significado duerme
sólo en Dios.
UN AMOR SENCILLO
María le amaba.
Eso es cuanto puede explicarse de ella.
Muchos eran testigos, escuchaban,
eran sanados por Él...
pero nunca le amaron.
Miríadas estudian,
leen,
recitan y
le imitan hoy...
mas nunca le aman.
Ella, la ilustración del primer mandamiento.
Mediante Su Primer Mandamiento
Dios se reveló
a Sí Mismo
... y a Su necesidad.
Amarle con todo
esa era su estampa,
su identidad,
y su fama eterna.
Y puede ser el legado de aquellos que la comprenden.
Por tanto debemos conocer de su secreto.
Debemos saber cómo llegó ella a amarle.
María se permitió a sí misma necesitarle
en cruda desesperación.
Ella le recibió y le permitió ser su Salvador.
Ella le permitió estrujar su corazón
con el estremecimiento del pecado.
Ella permitió a Su amor quemar en su corazón
hasta que le amó...
“porque Él la amó primero.”
¡Sea!
La palabra mágica, la llave maestra es permitir...
una palabra de no—resistencia,
una rendición abierta.
En todo el mundo y el universo de todos aquellos
que han vivido
y habrán de vivir,
sólo Uno Ama, sólo Uno.
María le amó con el Amor que le dio... ¡Él Mismo!
El primer mandamiento
Ama a Dios
con todo tu ser,
cuerpo (toda tu fuerza),
alma (toda tu mente)
y espíritu (todo tu corazón).
El sorprendente, intrigante secreto del Evangelio es que ¡Dios Mismo cumple el mandamiento
para todos aquellos que le dejan!
El oculto manantial de vida
mana de tu estima hacia Dios.
Todo lo externo, lo que sale,
se ve determinado por este interior.
El pecado cardinal de todos los pecados es sencillamente
el fracaso de amar a Dios.
Por ser la primera norma de Dios,
quebrantarla es el pecado radical,
la raíz del corazón de la que todo
pecado no es mas que una rama.
En la recóndita médula del hueso al desnudo
que es la Vida,
¿le amas?
La crisis del Jardín era opción...
así como la tuya lo es.
Ama a Dios o ámate a ti.
Tanto hombre como mujer
se convierten en conscientes galanes
de su ser...
hecho dios.
Así pues ahora la humanidad vive sin ser nacida y
atrozmente consanguínea
hasta que Dios sea el
Galán del corazón,
el Gozo del alma,
y el Descanso de la mente.
¿No le amas como María?
No te desveles... sólo escoge.
Y Él te dará tal amor.
INVITACIÓN
Puedo ser la presidenta de las Martas.
Tenía buen nombre
pero por él fui desafiada.
Y he rastreado ardientemente a María
por causa de mi Cristo durante casi 30 años.
Así pues escribo... conociéndolas a ambas.
Y termino con una invitación.
Para ti que no le conoces como Salvador,
pero le necesitas,
digo, pido... una y otra vez
que le pidas que te dé el arrepentimiento,
la puerta a la Salvación.
Pídele que te dé un nuevo nacimiento.
Para vosotros que estáis cargados con obras para Él,
y ahora veis que hay un camino de gozo sereno
sentado a Sus pies, digo
que elijas como María escogió.
y le busques con todo el deseo que Él te da.
...y ÉL vendrá a tu aldea para encontrarse contigo.
LOOR AL AUTOR
No puedo dedicar este libro a ninguna persona porque es SUYO,
desde el vivir al escribir, es Cristo, sólo Cristo.
‘Para mí el vivir es Cristo’
Y no puedo agradecer a una persona, pues todas las cosas provienen de Él y son para Él. “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces.”
Santiago 1:17
Pero deseo agradecer profusamente a mi Señor y mi Dios por estas,
mis “dádivas y dones perfectos.”
Por mi marido, Kenneth,
el mayor don humano de Dios hacia mí.
Padre, bendícele siempre por su
amor y resignación.
Por el inefable gozo de mis hijos,
Scott y Robyn, Lee y Debbie,
Sam y Julia... y sus preciosos hijos.
Padre, fascina su corazón con Tu Amor.
Por la rica unidad del Cuerpo de Cristo,
la iglesia que Él ha construido entre todos nosotros.
Os honro a cada uno de vosotros,
aunque no estéis aquí nombrados, conocidos sois de Él.
Padre, deposita su galardón en muchas coronas.