Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. (Colosenses 3. 1-2)
He visto todas las obras que se han hecho bajo el sol, y he aquí, todo es vanidad y correr tras el viento. (Eclesiastés 1.14)
El otro día, a mediados del mes de Julio, pasaba un tiempo de oración: Cuando levanté la vista, el día estaba nublado, pero en el momento en el que miré por la ventana el sol iluminó una zona en las que había instalada un mercado ambulante. El Señor me mostró lo que significaba el texto de Eclesiastés; lo recibí como una revelación personal: Todo lo que está bajo el cielo es vanadidad. Recibí como algo personal y profundo que todo lo que estaba iluminado por el sol había sido declarado como vano por la Palabra. El afán de los hombres por prosperar, las relaciones humanas contaminadas por el egoísmo, las costumbres de los pueblos, la cultura: Todo está destinado a pasar por el fuego (ver 2 Pedro 3. 10-12).
A continuación el Señor me habló del estado de mi vida espiritual y en consecuencia, del estado de la iglesia, nuestra madre espiritual. El pueblo de Dios tiene una visión profundamente contaminada por la percepción de lo que está bajo el sol. La mayoría de nuestros proyectos y propósitos están profundamente anclados en lo que está bajo el cielo, con una visión profundamente alejada de la de Dios. La iglesia vivimos bajo el sol, anclados y atados a todo lo que está bajo el sol, y con una visión excesivamente limitada por la vanidad de lo que nos rodea. El hombre ha comido del árbol del conocimiento del Bien y del Mal, y ello ha producido una profunda deformación de su visión de la realidad: El centro de nuestro conocimiento no es Dios, el árbol de la Vida, sino la Ley moral, lo bueno y lo malo, que nos centra en nosotros mismos: Eso es la religión, el esfuerzo moral por mejorarnos a nosotros mismos sin pasar por el arrepentimiento y la vuelta a la Vida.
Por ello Salomón, mirando a lo que estaba bajo el sol, después de una vida dedicada a buscar la sabiduría, de haber conocido la fama y la prosperidad, llego a la conclusión de que todo lo que estaba bajo el sol era vano, profundamente vano.
El punto de mira de la iglesia
Puestos los ojos en Jesús (Hebreos 12.2)
Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios (Colosenses 3.1)
Transformaos mediante la renovación de vuestra mente (Rm12.2)
La obra del Espíritu en la iglesia, y por tanto en la vida de cada líder cristiano, responsable, creyente..., antes de dar paso al ministerio de la iglesia de los últimos días será una profunda renovación de nuestra manara de valorar la realidad, de pensar, una profunda reforma de nuestras prioridades y criterios. Nuestros criterios, contaminados por el árbol del conocimiento, están centrados en una reforma moral, en una búsqueda de las bendiciones de Dios; de este modo, el cristiano cree que un bien material, una posición de honor, o de prestigio social, la prosperidad material, etc..., son señales inequívocas de la bendición de Dios. Este criterio nos lleva sin duda a buscar las bendiciones en lugar de buscar a Dios, y el resultado es que estamos más centrados en nosotros mismos, en lugar de estar centrados en Jesús.
Así que la obra de preparación de la iglesia por el Espíritu pasa por una reforma profunda en la manera de valorar la bendición de Dios, en un cambio profundo de nuestro sistema de valores: El foco de nuestro interés será la persona de Jesús, y el Espíritu nos va a impregnar de los valores del Cielo, con el fin de dar valor a lo que Dios da valor, y aprender a llamar vano aquello a lo que Dios llama vano.
De igual manera, esta reforma en nuestro pensamiento tocará también nuestro estudio de la Palabra; pasaremos de tratar de comprender para justificar nuestra posición doctrinal, a estudiar la Palabra para descubrir al autor de la Biblia, el Espíritu: Nuestro interés será comer del árbol de la Vida, más que del árbol del Conocimiento. Entoces dejaremos de vivir la eterna tensión cristiana entre la razón y el Espíritu, y dejaremos simplemente nuestra razón influenciarse, ser dirigida por la Revelación, para entender a Dios con la mente de Cristo ( ver 1 Co 2.16)
De igual modo la evangelización vivirá una reforma en su forma y contenido; el propósito de la evangelización dejará de ser el hacer crecer nuestra iglesia, para pasar a ser el poner a los hombres en contacto con Jesucristo.
Cuando nos hemos convertido, hemos dado nuestro corazón al Señor, y está bien, pero hemos seguido pensando como la gente del mundo, lo que ha provocado continuamente problemas en la iglesia, auténticos desenfoques en la visión. El Espíritu quiere renovar y reformar los valores de la iglesia, para dar paso después a un mover del Espíritu nunca antes visto.
El Señor va a desarraigarnos de nuestra visión vana de la realidad, para hacernos entender la realidad desde un nuevo punto de vista; el del Cielo, en el que Cristo está sentado a la derecha del Padre.
Por: Carlos Veiga. (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.)
El otro día, a mediados del mes de Julio, pasaba un tiempo de oración: Cuando levanté la vista, el día estaba nublado, pero en el momento en el que miré por la ventana el sol iluminó una zona en las que había instalada un mercado ambulante. El Señor me mostró lo que significaba el texto de Eclesiastés; lo recibí como una revelación personal: Todo lo que está bajo el cielo es vanadidad. Recibí como algo personal y profundo que todo lo que estaba iluminado por el sol había sido declarado como vano por la Palabra. El afán de los hombres por prosperar, las relaciones humanas contaminadas por el egoísmo, las costumbres de los pueblos, la cultura: Todo está destinado a pasar por el fuego (ver 2 Pedro 3. 10-12).
A continuación el Señor me habló del estado de mi vida espiritual y en consecuencia, del estado de la iglesia, nuestra madre espiritual. El pueblo de Dios tiene una visión profundamente contaminada por la percepción de lo que está bajo el sol. La mayoría de nuestros proyectos y propósitos están profundamente anclados en lo que está bajo el cielo, con una visión profundamente alejada de la de Dios. La iglesia vivimos bajo el sol, anclados y atados a todo lo que está bajo el sol, y con una visión excesivamente limitada por la vanidad de lo que nos rodea. El hombre ha comido del árbol del conocimiento del Bien y del Mal, y ello ha producido una profunda deformación de su visión de la realidad: El centro de nuestro conocimiento no es Dios, el árbol de la Vida, sino la Ley moral, lo bueno y lo malo, que nos centra en nosotros mismos: Eso es la religión, el esfuerzo moral por mejorarnos a nosotros mismos sin pasar por el arrepentimiento y la vuelta a la Vida.
Por ello Salomón, mirando a lo que estaba bajo el sol, después de una vida dedicada a buscar la sabiduría, de haber conocido la fama y la prosperidad, llego a la conclusión de que todo lo que estaba bajo el sol era vano, profundamente vano.
El punto de mira de la iglesia
Puestos los ojos en Jesús (Hebreos 12.2)
Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios (Colosenses 3.1)
Transformaos mediante la renovación de vuestra mente (Rm12.2)
La obra del Espíritu en la iglesia, y por tanto en la vida de cada líder cristiano, responsable, creyente..., antes de dar paso al ministerio de la iglesia de los últimos días será una profunda renovación de nuestra manara de valorar la realidad, de pensar, una profunda reforma de nuestras prioridades y criterios. Nuestros criterios, contaminados por el árbol del conocimiento, están centrados en una reforma moral, en una búsqueda de las bendiciones de Dios; de este modo, el cristiano cree que un bien material, una posición de honor, o de prestigio social, la prosperidad material, etc..., son señales inequívocas de la bendición de Dios. Este criterio nos lleva sin duda a buscar las bendiciones en lugar de buscar a Dios, y el resultado es que estamos más centrados en nosotros mismos, en lugar de estar centrados en Jesús.
Así que la obra de preparación de la iglesia por el Espíritu pasa por una reforma profunda en la manera de valorar la bendición de Dios, en un cambio profundo de nuestro sistema de valores: El foco de nuestro interés será la persona de Jesús, y el Espíritu nos va a impregnar de los valores del Cielo, con el fin de dar valor a lo que Dios da valor, y aprender a llamar vano aquello a lo que Dios llama vano.
De igual manera, esta reforma en nuestro pensamiento tocará también nuestro estudio de la Palabra; pasaremos de tratar de comprender para justificar nuestra posición doctrinal, a estudiar la Palabra para descubrir al autor de la Biblia, el Espíritu: Nuestro interés será comer del árbol de la Vida, más que del árbol del Conocimiento. Entoces dejaremos de vivir la eterna tensión cristiana entre la razón y el Espíritu, y dejaremos simplemente nuestra razón influenciarse, ser dirigida por la Revelación, para entender a Dios con la mente de Cristo ( ver 1 Co 2.16)
De igual modo la evangelización vivirá una reforma en su forma y contenido; el propósito de la evangelización dejará de ser el hacer crecer nuestra iglesia, para pasar a ser el poner a los hombres en contacto con Jesucristo.
Cuando nos hemos convertido, hemos dado nuestro corazón al Señor, y está bien, pero hemos seguido pensando como la gente del mundo, lo que ha provocado continuamente problemas en la iglesia, auténticos desenfoques en la visión. El Espíritu quiere renovar y reformar los valores de la iglesia, para dar paso después a un mover del Espíritu nunca antes visto.
El Señor va a desarraigarnos de nuestra visión vana de la realidad, para hacernos entender la realidad desde un nuevo punto de vista; el del Cielo, en el que Cristo está sentado a la derecha del Padre.
Por: Carlos Veiga. (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.)