“POSIBLEMENTE EL ANUNCIO MÁS IMPORTANTE QUE HAYA DADO”

(carta manuscrita)

Gene Edwards es autor de unos treinta libros cristianos. Los más conocidos son “El Divino Romance”, “Perfil de Tres Monarcas” y “Crónicas de la Puerta”. Mantiene conferencias en todo el país que tratan sobre la vida cristiana más profunda, y forma parte del movimiento de Iglesias en Casas.

Una entrevista con Gene Edwards,

Las raíces de Gene

Gene Edwards tiene parentesco con el pueblo francés; concretamente con Lousiana Cajun. En el año 1790 un hombre francés llamado Joseph Edoir desembarcó en el puerto de Nueva Orleans y así fue como la familia Edwards empezó en América. Su padre, J.C.”Negrete” Edwards, un jornalero de los campos petrolíferos, se mudó a Texas durante el boom del petróleo. En 1927 se casó con Gladys Brewer. Tuvieron dos hijos, y Gene fue el segundo.

Cuando Negrete Edwards se casó era analfabeto, al igual que todos sus antecesores. La madre de Gene era hija de un granjero nómada; es decir, la familia se ganaba el pan trasladándose de un sitio a otro recogiendo algodón. El padre de Gladys le tenía fobia a los tornados, con lo que creció en una prisión contra las tormentas, una especie de trinchera a tres metros bajo tierra. Gladys fue la primera persona de su familia que consiguió ir a la Universidad. Gracias a su diploma universitario pudo enseñar gramática en la escuela. Durante toda su vida tuvo un único sueño —hacerse escritora; un sueño que nunca llegó a cumplirse. Sin embargo su don fue legado a su hijo pequeño.

Como el padre de Gene era un jornalero de un pozo petrolífero, Gene creció en un mundo de hombres —un mundo duro, bravo, sin sentido—, un tosco mundo poco pretencioso. Este hecho ha dejado una huella que ha perdurado a lo largo de su vida, tanto como cristiano como ministro.

A la edad de tres años, en Conroe, Texas, Gene contrajo la escarlatina. Sus pulmones se inundaron, y respirar se hizo algo imposible. Estuvo cerca de la muerte. El médico no le ofreció ninguna esperanza de vida. En tres de sus visitas a la casa de los Edwards creyó que Gene había muerto. No tenía pulso y su piel se había puesto azul.

En ese momento, en lugares separados, tanto su padre como su madre le ofrecieron al Señor con la súplica: “Señor, si le dejas vivir, te lo ofrecemos total y completamente a ti.” (Gene no estuvo al tanto de este drama hasta que entró en el ministerio. Entonces su padre se lo contó. Después su madre lo confirmó.)

Gene fue a la escuela de Bay City, Texas. Sin saberlo, sufría un grave atraso en forma de dislexia. Además era daltónico. Lo que sí que sabía era que le consideraban un niño torpe y atrasado. Era extremadamente tímido. Hace poco que acudió a la 50ª convención de sus antiguos compañeros de clase. No había nadie que se acordara de él. Hasta ese punto era tímido.

“No era difícil olvidarse de mí. Siempre me sentaba en la última fila y no decía ni mú.”

A los trece años, sus padres se divorciaron. Cada uno siguió un camino diferente. Gene pidió que se le permitiera acudir a una academia militar. Así, su año de novato lo pasó en la Academia Militar Bautista de San Marcos, en Texas.

“No sabía que la escuela era una especie de reformatorio. La mayor parte de los chicos tenía antecedentes policiales y les habían dado a elegir entre una academia militar o una escuela reformatoria. Fue un año duro, por decir poco, pero sobre todo fue uno de esos actos soberanos que Dios usó para moldear mi vida.”

Los dos años siguientes Gene vivió solo en Cleveland, Texas.

A causa de la dislexia no podía leer en alto. Tampoco podía deletrear. (Aún hoy no puede hacerlo.) Así mismo, debido a la gravedad de la dislexia, su escritura era irreconocible. (Aún hoy lo es.) Gene no superó las matemáticas de Bachillerato. (Aún hoy tampoco las ha superado.) En su cartilla de notas hay cuatro MD (muy deficiente). Los cuatro MD son en una sola asignatura: Álgebra I. (¡Con el fin de poder graduarse y pasar a la Universidad tuvo que hacer seis créditos de latín para compulsar un solo crédito de Álgebra que nunca habría de aprobar!)

El 17 de Julio de 1949, el día anterior a su diecisiete cumpleaños, Gene sufrió un descalabro, en palabras suyas, “me di de cabeza contra Jesucristo.” Fue salvo en el asiento trasero de un Chevrolet de 1934, al lado de un cementerio donde había ido a estar a solas. Entre las muchas, muchas cosas que su conversión labró, empezó a romper la cuerda de la timidez.

En el verano de 1950, a un semestre de su graduación, Gene conoció a Helen Rogers. Sólo contaba 17 años, y ella tenía 19.

A últimos de enero del año 1951, Gene se graduó en el instituto, a la edad de 18 años. Era sábado. El domingo 21 de enero, hizo su entrada en público en el ministerio, y el lunes se matriculó en el Seminario Teológico Bautista del Suroeste en Fort Worth, Texas.

Probablemente fuera el universitario más joven que nunca se inscribiera en ese seminario.

Mientras tanto, a Helen le ofrecieron un trabajo en la Escuela Dominical Bautista del Sur, en Nashville. Al mismo tiempo, Gene tuvo el privilegio de formar parte de uno de los estudiantes americanos seleccionados para representar a América en el Seminario Internacional Europeo Bautista en Zurich, Suiza. Llegó allí en Septiembre de 1951, casi al mismo tiempo que Helen se mudó a Nashville.

Así, su primer año de entrenamiento teológico lo pasó en Europa, en la misma ciudad que fue la cuna del movimiento Anabaptista. Mientras estuvo allí, la mayor parte de las asignaturas versaban sobre historia de la iglesia. Ese verano, con sólo $300 en el bolsillo viajó desde Zurich hasta Tierra Santa. Visitó Grecia, Creta, Chipre, Egipto, el Líbano, Siria, Jordania e Israel.

“Iba en 4ª clase, lo que significaba que dormía en la cubierta del barco. Viajé haciendo dedo por aquellos países. El peligro de hacer autostop en países en guerra, de los cuales seis odiaban entonces a los norteamericanos, no se dejó sentir hasta varios años después.”

Al regresar de Israel a Europa, Gene se quedó el resto de ese verano viviendo en Roma. Todo esto sucedió antes de su vigesimoprimer cumpleaños.

En septiembre de 1952 regresó al Seminario del Sudoeste. De nuevo todos sus créditos optativos los cursó en historia de la iglesia.

Con 21 años Gene se casó con Helen ¡en la televisión! Se casaron en el estudio B de la plaza Rockefeller de Nueva York. En aquel entonces había un programa en la NBC titulado La novia y el Novio. Se invitaban parejas con historias interesantes que contar. Tras la entrevista se casaron. En la televisión, ante una audiencia de 6.000 personas.

El ministro que los casó fue Frank Laubach, quien, por entonces, probablemente fuera uno de los 3 o 4 ministros más famosos del mundo —posiblemente una de las personas más conocidas a lo largo y ancho del globo. El doctor Laubach había viajado a casi todos los países del mundo, como invitado de los respectivos gobiernos, para ayudar a establecer programas para enseñar a leer y escribir a los analfabetos. En la India Laubach era considerado un héroe y una leyenda.

El verano anterior Gene había hecho un curso sobre cómo escribir para “cuasiletrados” en la escuela Scarritt de Nashville. Entonces no se hubiera imaginado que el curso de ese verano afectaría su estilo como escritor por el resto de su existencia. “Escribo libros de un nivel de bachillerato... ¡el mismo nivel de mis matemáticas!”

En 1954 se graduó del Seminario del Sudoeste. (Tiene título para enseñar teoría del lenguaje (“lengua”) en bachiller y universidad) Gene comentó esto respecto a su educación de seminario, “Mirando en retrospectiva, en realidad nunca encajé en el molde típico ministerial. Me había criado en un tosco campo petrolífero del este de Texas. Nunca entendí porqué los ministros cambiaban su voz cuando oraban, al tiempo que mantenían sus manos juntas de forma piadosa. Ni tampoco porqué hablaban con una voz gótica o “retórica típica de cristal tintado” cuando oraban. Ni tampoco porqué sus oraciones se pronunciaban con vocablos ingleses típicos de la edad media. Sencillamente yo no encajaba en este cuadro. Cuando pastoreaba, mis formas dejaban consternada a la congregación. Así mismo, parecía que ponía nerviosos a los ministros.

Durante los veranos me había ganado la vida dando clases en toscos y vulgares institutos. Ese era el mundo en el que había crecido.

Los campos petrolíferos me dieron de mamar. Todo ello hace de mí un pésimo modelo de ministro. Nunca se me pegó nada del presumido mundo del ministerio. Esto me dañaría mucho como pastor.

Piensa por un momento los problemas que generó con la gente de la iglesia. Esta falta de presunción habría de zarandear —llegaría a ser una especie de grave enfermedad de la que había que huir— mi vida por completo para cuando tuve 30 años y me salí de la iglesia organizada.”

Después de acabar su educación en el Seminario Gene se hizo pastor de la Iglesia del Tabernáculo Bautista de Pickton, en Texas. Tiene muchas anécdotas divertidas para contar de esa época en su vida.

“Casi desde el primer día choqué de frente con los diáconos, con las tradiciones de la iglesia, los poderes establecidos, y las expectativas ministeriales de la congregación. ¡En realidad nunca formé parte del pastorado! Tampoco nunca hubo en mi vida un momento en el que sentí que hubiera de ser pastor. Ocurrió porque era lo que se suponía que tenía que pasar. Aparte de eso no sabía por qué estaba ahí. En definitiva, hicimos lo que hicimos.”

Gene entró en el evangelismo con 25 años. Para cuando tenía 27 años mantenía campañas a nivel de toda una ciudad y era autor de dos libros, ambos bestsellers. (Y ambos retirados de imprenta cuando abandonó a la iglesia institucional.)

El ministerio evangelístico de Gene creció al punto que no sólo mantenía campañas asistidas por múltiples iglesias, sino que incluso fue invitado por muchas denominaciones de América para entrenar a sus líderes en el evangelismo personal.

Sin embargo, durante todo este tiempo una desesperación se adueñaba de su ser, un sentimiento de que estaba obrando en el alma, no en el espíritu. Así mismo se dio cuenta de que esto también ocurría en todo el ministerio a lo largo y ancho del planeta.

“Ninguno de nosotros sabíamos mucho de Cristo.”

Gene tuvo un impulso que le guiaba a conocer mejor al Señor. No sabía que en lo profundo de su ser latía el corazón y el ansia de un místico cristiano. No había manera de que llegara a saberlo, pues siempre había sido un “hacedor”, no un “contemplador”.

Alguna de las cosas que Gene aprendió como evangelista fue (en palabras de Gene): “Que todas las reuniones de los domingos por la mañana estaban muertas y eran aburridas, da igual la denominación que fuera.” Parecía no haber relación alguna entre nuestras prácticas modernas al compararlas con lo que sucedía en la iglesia del primer siglo. “Lo que es más, y es peor, ninguna persona con la que me relacionaba parecía conocer al Señor con profundidad, y nadie parecía tener algún interés en conocerle mejor. Esto último me preocupaba. ¿Me habría de quedar en un plano tan superficial en mi vida Cristiana?”

“Cada mensaje que oía, y cada idea novedosa a la que me veía expuesto, no era más que un parche de cosas del pasado. No hay nada nuevo allá afuera.”

(Una vez Gene mencionó que no ha oído un mensaje o ha escuchado una nueva idea en el cristianismo organizado que ya no hubiera escuchado, o leído, para cuando contaba 22 años).

En 1962, con 29 años, desesperado por conocer mejor al Señor, y desesperado por encontrar una expresión de la iglesia del primer siglo, Gene suspendió todas sus conferencias. Se tomó un año fuera del ministerio.

Durante ese año, sentado al borde de su escritorio en su casa del 1620 de la avenida Snead en Tyler, Texas, escribió toda la historia del primer siglo. No pasó ni un detalle por alto, fuera nombre de persona, lugar o acontecimiento. Usó cualquier libro que pudo encontrar en imprenta que contuviera alguna pincelada de la historia del primer siglo. Como consecuencia, Gene tejió lo que habría de ser la primera historia completa del primer siglo cristiano. Esa creciente concienciación de que en realidad no había ninguna relación entre el cristianismo del primer siglo y el de hoy en día, ahora se veía confirmada.

El impacto de ese sencillo hecho habría de cambiar su vida para siempre.

Algunos años después Gene escribió un libro titulado Revolución: La Historia de la Iglesia Primitiva. Era su tercer escrito.

Pero pasarían cerca de cuarenta años antes de que Gene empezara a publicar el resto de esa historia en forma manuscrita. Estos libros se titulan Los Diarios del Primer Siglo. Es un volumen compuesto de cinco libros que cuentan toda la historia del primer siglo, en toda su extensión. Edwards entrelaza, no sólo la historia de los primeros cristianos, sino que lo une con la complejidad de las costumbres sociales de aquel día, al igual que con el mundo marítimo, político, meteorológico, religioso y militar de aquel siglo.

Cuando ese año finalizó, a la edad de 29 años, Gene supo que no podía seguir formando parte de la iglesia organizada y mantener una conciencia limpia. La exposición de sus ideas a la iglesia en una docena de diferentes denominaciones, su propio deseo de conocer mejor a Cristo, su reciente atisbo de lo que era en realidad el primer siglo, y su deseo de experimentar la vida de la iglesia “en un estilo del primer siglo”, todo ello —junto a una obra intangible en su corazón— colaboró en crear esta crisis. A eso se suma el hecho de que se atiborró de historias de disidentes de la iglesia, como los Anabaptistas, por ejemplo. También había seguido la pista de casi todas las prácticas protestantes. Además de eso, su corazón estaba en llamas por llegar a conocer mejor a su Señor.

“No había manera de seguir en la senda tradicional sin ponerme en un compromiso. Tuve que marcharme para salvaguardar la integridad. En 1963 me hice velas a un océano poco transitado, sobre unas aguas que no estaban trazadas en cartas de navegación.”

“No abandoné la teología evangélica. Las doctrinas históricas de la fe protestante son mías mientras viva. Lo que dejé fue la práctica del protestantismo evangélico. Nunca lamentaré esa decisión. Es más, sólo deseo que el Señor guíe a más personas llamadas por Dios para andar esta senda.”

A lo largo de los seis años subsiguientes, Gene Edwards se recorrió de cabo a rabo los E.E.U.U., y también el Lejano Oriente (China...) buscando personas que supieran algo acerca de una práctica cristiana al estilo del primer siglo. Y siempre buscando a alguien que pudiera decirle más para conocer al Señor.

Esta fue la dinámica, las fuerzas que moldearon su vida.

“El día que dejé el ministerio tradicional dije al Señor, ‘Jamás volveré a servirte en lo que me reste de vida. Ni un día, ni un minuto. Aquí está mi cadáver —si quieres expresar tu vida a través de mí, entonces eres libre de hacerlo. Pero tú serás el que vivirá esa vida, no yo. ¡Nunca más volveré a servirte! De aquí en adelante, cualquier cosa que ocurra será lo que tú hagas’. ¿La respuesta de Dios? Dios me puso en un estante durante cinco años, aparte de que me arrebató la salud para siempre.”

Gene ha dicho a menudo que como pastor y evangelista, al igual que otros muchos ministros... “¡Seguimos al dios equivocado! Nuestro dios no es Jesucristo. El verdadero dios ante el que nos postramos es el servir a Jesucristo. Estamos muy atados al hecho de servir a Jesucristo (llevando a cabo aquello que nosotros creemos que Él quiere), atados a las cosas que creemos que Él enfatizó, a las cosas que creemos que Él espera de nosotros, y al mismo tiempo estamos sirviendo a un Señor que apenas conocemos. Renuncié a ese dios, al dios de servir a Cristo.

¡Ahora es Cristo!”

A últimos de diciembre de 1968, cinco años después, Gene dio un mensaje a estudiantes de bachiller que se reunían en un auditorio en U.C.L.A. El cassette de ese mensaje llegó a conocerse como “La cinta de U.C.L.A”. Se convirtió en la cinta más escuchada del “Movimiento de Jesús.”

En marzo de 1969 Gene fue invitado a Santa Bárbara, en California, por un grupo de estudiantes de la Universidad de California de Santa Bárbara. Se reunían en un pequeño pueblecito que formaba parte del campus de la universidad llamado Isla Vista.

“Hasta ese momento no hubo nada que jamás hiciera que se pudiera clasificar como ministerio. Los libros que había escrito cuando era joven, las campañas multitudinarias —todo aquello— fueron de poco o de ningún valor eterno.”

Las iglesias en casas

esde ese momento Gene ha estado involucrado en fundar iglesias en casas; esto es, ayudando a cristianos a reunirse en casas. Hoy en día hay una congregación de creyentes con los que Gene está involucrado, en cada una de las siguientes ciudades: Jacksonville (Florida), Lithia Springs (Atlanta), Colorado Springs, Philadelphia, Dearbon (Michigan), Ventura (California), Houston (Texas), Minneapolis, Rotterdam (New York).

Gene mantiene conferencias sobre la vida de iglesia y sobre la vida cristiana más profunda.

Aparte de eso, Gene es escritor. Sus libros pueden encontrarse en casi cualquier librería del mundo anglohablante.

SUS LIBROS

Hace poco que se desarrolló una encuesta con los dueños de las librerías en cuanto a qué libros cristianos —escritos en el siglo veinte— se podrían clasificar como literatura... en contra de simples “escritos.” Se preguntó a los dueños de las librerías lo siguiente: “¿Qué libros escritos en el siglo XX piensa que perdurarán al tiempo? ¿Cuáles piensa que aún estarán en los estantes dentro de 100 años? ¿Siendo impresos? ¿Aún siendo conocidos?”

Esta fue la respuesta:

Sólo tres libros componían esa lista. Fueron: Mi Todo por Su Todo de Oswald Chambers, Cristianismo y nada más de C.S.Lewis, y El Divino Romance de Gene Edwards.

Gene Edwards vive en Jacksonville, en Florida, donde actualmente está preparando a un grupo de cuatro o cinco hombres como fundadores de iglesias. ¡Está preparando a obreros para el siglo veintiuno! Esta preparación dará comienzo en enero del año 2000. Si estás interesado en contactar con Gene personalmente, lo puedes hacer escribiendo a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Un libro revolucionario: La Historia de Mi Vida Contada por Jesucristo. Hemos trabajado en este libro durante dos años. No hay nada que se le parezca. Es una experiencia devocional sin parangón. Mateo, Marcos, Lucas y Juan entrelazados. Los cuatro evangelios se han convertido en un solo libro. No hay ni una frase que se haya omitido de ninguno de los cuatro evangelios. Este libro tiene fechas y lugares a lo largo de los márgenes. La historia está en primera persona del singular.

Hemos publicado este libro con el propósito primordial de ayudar a cristianos a relacionarse con el Señor. Se dice muchas veces, “En mi vida de oración yo hablo, pero el Señor no contesta.” ¡Ahora sí que va a contestar! Por favor, hazte con una copia de La historia de Mi Vida y vuelve a descubrir a tu Señor como la primera vez.

Tu hermano,

Gene

“POSIBLEMENTE EL ANUNCIO MÁS IMPORTANTE QUE HAYA DADO”

G.E.

Esa es la aseveración que os hice en mi anterior carta. Sin embargo, tratar de explicar lo que quiero decir va a requerir más de una frase.

Cuando tenía treinta años escribí toda la historia de los creyentes del primer siglo. Esto es, creé el primer y único modelo de cristiano del primer siglo.

Una de las cosas que aprendí en aquella aventura es que hay tres líneas de iglesias: la línea de Jerusalén, la línea de Antioquía, y la línea de Éfeso. Las primeras dos líneas son fáciles de discernir. La tercera línea ha sido completamente pasada por alto.

He deseado con todo mi corazón ver un nuevo escudriñar de la línea de Éfeso. Durante los 35 años siguientes rara vez me hice eco de la línea de Éfeso, pero el sueño de mi vida ha sido ver esa línea restaurada.

¿Qué es la línea de Éfeso?

Antes del Pentecostés, y del nacimiento de la iglesia, Jesús preparó a doce hombres. Lo que no se sabe es que Pablo —haciendo uso de los mismos métodos de los que se valió el Señor— también preparó a ocho hombres en Éfeso.

Cuando tenía 30 años mi sueño era: “Cuando me haga muy viejo quiero preparar a hombres en la estirpe y los caminos del Señor y de Pablo... preparar a hombres llamados por Dios... para fundar iglesias, bajo el patrón del primer siglo.”

La razón por la que escribí (1) Revolución (2) El Diario de Silas (3) El Diario de Tito (4) El Diario de Timoteo es para contar la historia de lo que sucedió en el primer siglo. Lo hice para dar al cristianismo un modelo de cómo se practicaba en realidad la fe en el Siglo Primero. (El Diario de Timoteo cuenta la historia de lo que ocurrió en Éfeso. Este es el primer y único desarrollo escrito que he ofrecido sobre la línea de Éfeso.)

Hace poco cuatro jóvenes leyeron El Diario de Timoteo todavía en forma de manuscrito. Me llevaron a una habitación y dijeron, “Gene, tendrás tu Éfeso. Más aún, nosotros (los cuatro) escogemos la ciudad —será Jacksonville, en Florida— y tú nos vas a preparar...según el modelo del siglo primero.”

Y así es como ocurrió. ¡Cada uno de esos cuatro jóvenes se ha mudado a Jacksonville! Empezamos en Enero. (Puede que haya cinco hombres para cuando el humo se disipe.) Alguno de estos cuatro hombres ha vivido en vida de iglesia..., y otros vivirán en la vida de iglesia mientras estén en Jacksonville. Y al igual que ocurrió con Pablo, estos hombres serán preparados por un anciano que funda iglesias.

Por la misericordia del Señor, permaneceré en Jacksonville durante tres años. Recordad, no fue idea mía, sino de hombres de iglesias tras leer El Diario de Timoteo.

Van a pasar dos cosas en Jacksonville. Habrá “iglesia” y habrá “preparación” con una demarcación divisoria entre ambos. La preparación será para cinco o seis hombres. La iglesia es para todos. Si te interesa venir a Jacksonville para el apartado de iglesia, por favor escríbeme una carta.

Así que, resumidamente: Uno de los anuncios más importantes que daré. Vamos a tener obreros. Cuando muera, habrá hombres en esta tierra que han sido preparados para ser obreros, al estilo del siglo primero. Obreros que hayan vivido en la vida de iglesia y que hayan sido enseñados por un fundador de iglesias. Esto es algo único. Puede que sea la primera vez en 1700 años que se produzca un fenómeno parecido.
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