Introducción
¿Alguna vez has contado cuántas veces se mencionan las palabras amor y perdonar en la Biblia? Bueno, si tomamos una Concordancia Bíblica (VRV 1960), descubriremos que hay por lo menos 220 versos donde aparece la palabra amor; y más de 160 veces la palabra perdonar. Si combinamos ambas cantidades, tenemos que estas palabras aparecen mencionadas en más de 380 ocasiones.
Estas palabras describen dos de las características más importantes que existen en la vida de alguien que profesa ser un seguidor/a de Jesucristo. Lo que pretendemos a través de esta predicación es establecer que no se puede perdonar si no se ama. Y que quien ama, tiene que estar claro en que para poder amar a alguien tiene que estar dispuesto a perdonarle cuando falle. El proceso de análisis se hará utilizando el caso de una mujer que se acercó hasta Jesús creyendo que EL la podía restaurar porque la amaba. O sea, que garantizándonos el amor de Cristo, también nos garantizamos su perdón.
I. ¡Cristo, en la Casa de un Fariseo!
Nuestro Maestro es verdaderamente asombroso. Hoy, se le ha ocurrido aceptar la invitación de una persona que pertenece al grupo que más se opone a lo que EL dice y hace: los fariseos. Estas personas eran sumamente rígidas con sus interpretaciones bíblicas, sin embargo, ahí está Jesús reclinado en la casa de uno de ellos. ¿Cuántos podríamos hacer lo mismo con aquellas personas a las que clasificamos como "santurrones/as"? Bueno, de todas formas aquí tenemos otro ejemplo más que nos muestra que nuestro SEÑOR no discrimina. Y como se sabe que EL no discrimina, hay una mujer que también ha decidido acercarse a la casa del fariseo. ¡Sólo piense un instante en lo que esto significa para esta mujer!
II. Una Pecadora entra a la Casa de un Fariseo
Esto es algo escandalizante. El "santo" se enfrenta cara a cara y en su propia casa con una persona que merece ser despreciada y rechazada.
Cuando esta mujer decidió ir tras Cristo sabía a lo que se exponía entrando a la casa de este hombre donde Jesús estaba. Es muy probable, que ella se corriera este riesgo sabiendo que mientras Jesús estuviera allí, el fariseo no haría nada en contra de ella. Ella había visto en Cristo su protector, así que valía la pena correrse el riesgo. A fin de cuentas, ¡que podía perder! Veamos lo que sucede.
"Y he aquí, había en la ciudad una mujer que era pecadora, y cuando se enteró de que Jesús estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume." (Lucas 7:37)
La manera como Lucas describe a esta mujer nos indica que su estilo de vida era uno donde se practicaba el pecado; en el caso de ella, se trataba de la prostitución.
Difícilmente, exista una condición que afecte más a la vida humana que la prostitución. La persona pierde poco a poco la dignidad y su auto estima. Se auto-percibe, simplemente, como un instrumento para proveer placer a los hombres. La vida, eventualmente, perderá su valor y sentido. Se vive porque no puede hacer otra cosa, a menos que intente terminarla a través del suicidio.
¿Cuántas personas se habrán relacionado con esta prostituta? ¿Con cuántos hombres se habrá acostado? ¿Cuántas veces le habrán dicho palabras hirientes y destructoras? Ahora, una vez más estaba frente a dos hombres. Uno de ellos, la aborrecía por lo que hacía; el otro la amaba a pesar de lo que era. Ambos, pretenden ser seguidores de Dios. Sin embargo, uno odia y el otro ama. ¿Será posible tal contradicción cuando ambos dicen servir y practicar las enseñanzas de Yahvé? Bueno, este caso nos dice que sí es posible que estas cosas sucedan en el pueblo de Dios.
III. ¿Por qué uno odia y el Otro Ama?
El pasaje nos dice que…
"poniéndose detrás de El, a sus pies, llorando, comenzó a regar sus pies con lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza, besaba sus pies y los ungía con el perfume." ( Lucas 7: 38)
Lo que llama mi atención en este verso es el llanto que toma control de la vida de esta mujer cuando se acerca a Jesús. ¿Por qué lloraba? ¿Podría usted contestar esta pregunta? Para poderlo hacer tenemos que esforzarnos en no olvidar el estilo de vida de esta mujer. ¿Cuántos sueños fueron destruidos aquel día cuando se prostituyó por primera vez? ¿Quién fue la persona que le robó su virginidad? La ilusión de tener un hogar y una familia, se convirtió en una pesadilla que nunca alcanzó. Quizá veía el abismo que existía entre lo que ella anhelaba ser y lo que en realidad era en ese momento. ¿Cuántos hogares habrá destruido ella? ¿Cuántos hijos/as bastardos/as habrá a su lado? No en balde el fariseo está molesto y airado con la presencia de esta mujer en su casa. Hey, ella es un saco de problemas; lo que ha hecho es daño. Y ahora, parece ser que desea acostarse también con el Maestro—razona Simón. ¡Mira lo que está haciendo!
IV. La mujer se suelta el cabello.
Esto nunca se hacía. Era una violación a lo que era aceptado en aquella sociedad. La mujer judía siempre debía mantener su cabello recogido mientras estuviera en público.
Pero, recordemos que cada vez que ella iba a vender su cuerpo se soltaba el cabello. Cada vez que se entregaba a un hombre su cabello se liberaba. Así que esto, significaba para ella que una nueva herida sería añadida a su alma. Una vez más se le restaría a su dignidad un pedacito, si era que todavía quedaba algo.
Cristo la está observando y le permite continuar con su obra de lavarle y ungirle sus pies con el costoso perfume que había traído. Esta mujer se estaba entregando a un hombre por última vez. Se entregaba a Cristo porque sabía que la amaba con amor genuino y verdadero. Amor como nunca había experimentado.
Simón, también la está observando y, mentalmente, llega a una conclusión:
"…Si este fuera un profeta, sabría quién y qué clase
de mujer es la que le está tocando, que es una pecadora." (Lucas 7: 39)
V. ¿Por qué Simón piensa así?
Es obvio que el concepto de santidad de Simón no guarda armonía con el de Cristo. Para Simón, significa separarse de las personas que todavía no conocen a Dios. Para Cristo, significa estar cerca de estas personas para que puedan conocerle. En este momento es menester que pensemos qué significa para nosotros/as la santidad. ¿En qué equipo estamos, con el de Simón o, con el de Cristo?
Pero, esto no es lo único que está en la mente del fariseo. Cuando Cristo le relata una parábola nos deja ver lo que hay en el corazón de este hombre. Leamos.
"Cierto prestamista tenía dos deudores; uno le debía
quinientos denarios y el otro cincuenta; y no teniendo
ellos con qué pagar, perdonó generosamente a los dos
¿Cuál de ellos, entonces, le amará más?
Simón respondió, y dijo: Supongo que aquel a quien le
perdonó más. Y Jesús le dijo: Has juzgado correctamente." (Lucas 7: 41-43)
Inmediatamente, el Maestro confronta a Simón con la mujer. ¿ A favor de quién estará este Hombre? ¿Será posible que Simón haya pensado o visto a Cristo como su aliado en contra de esta perversa y pecadora prostituta? ¡Que sorpresa se va a llevar el santurrón!
Cristo le deja ver a Simón su verdadero problema: el fariseo no necesita perdón porque él cree que está bien con Dios. Para Simón era muy difícil, quizá imposible, el perdonar a esta mujer porque él pensaba que no tenía necesidad de ser perdonado. Y cuando pensamos como Simón es bien difícil que estemos dispuestos a perdonar. En cambio, la mujer sí sabía quien era y lo qué hacía cuando se acercó al Maestro y por esto recibió perdón a todos sus pecados. Es aquí donde podemos apreciar el poder transformador que tiene el perdón en la vida de alguien que hace algo mal. Si usted y yo deseamos que alguien cambié, entonces, debemos comenzar perdonando. Porque quien dice amar lo evidencia con el perdón. Perdonar significa no tomar venganza ni hacerle pagar a quien nos ofende o humilla. Es dejar todo atrás como si nunca hubiera sucedido.
Conclusión
Hemos visto que las palabras amar y perdonar son inseparables. El amor de Dios lo llevó a entregar a su Hijo para que así se pudiera perdonar nuestra deuda.
Hemos visto las dos posiciones representadas en Jesús y en Simón. En Simón vemos que es incapaz de perdonar porque él se ve como uno que no necesita el perdón de Dios; en Cristo vemos cómo Dios nos ama y nos perdona a pesar de lo que somos y de lo que hacemos. Pero esto no es lo único que el Maestro nos enseña. El perdón generado por el verdadero amor (agape, gr) es capaz de hacer lo que ningún ser humano puede hacer: transformar una vida a la semejanza de nuestro SEÑOR Jesucristo.
¿Quieres ver tu vida cambiada y, cambiando la de los demás? Conviértete en instrumento del Espíritu Santo, amando y perdonando a tu prójimo. Has de tu casa, "Casa del Alfarero" y no, "Casa del Fariseo."
Sermón predicado en la Iglesia Presbiteriana "Casa del Alfarero"
Domingo, 2 de mayo de 1999.
Ismael González-Silva, Pastor
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I. ¡Cristo, en la Casa de un Fariseo!
Nuestro Maestro es verdaderamente asombroso. Hoy, se le ha ocurrido aceptar la invitación de una persona que pertenece al grupo que más se opone a lo que EL dice y hace: los fariseos. Estas personas eran sumamente rígidas con sus interpretaciones bíblicas, sin embargo, ahí está Jesús reclinado en la casa de uno de ellos. ¿Cuántos podríamos hacer lo mismo con aquellas personas a las que clasificamos como "santurrones/as"? Bueno, de todas formas aquí tenemos otro ejemplo más que nos muestra que nuestro SEÑOR no discrimina. Y como se sabe que EL no discrimina, hay una mujer que también ha decidido acercarse a la casa del fariseo. ¡Sólo piense un instante en lo que esto significa para esta mujer!
II. Una Pecadora entra a la Casa de un Fariseo
Esto es algo escandalizante. El "santo" se enfrenta cara a cara y en su propia casa con una persona que merece ser despreciada y rechazada.
Cuando esta mujer decidió ir tras Cristo sabía a lo que se exponía entrando a la casa de este hombre donde Jesús estaba. Es muy probable, que ella se corriera este riesgo sabiendo que mientras Jesús estuviera allí, el fariseo no haría nada en contra de ella. Ella había visto en Cristo su protector, así que valía la pena correrse el riesgo. A fin de cuentas, ¡que podía perder! Veamos lo que sucede.
"Y he aquí, había en la ciudad una mujer que era pecadora, y cuando se enteró de que Jesús estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume." (Lucas 7:37)
La manera como Lucas describe a esta mujer nos indica que su estilo de vida era uno donde se practicaba el pecado; en el caso de ella, se trataba de la prostitución.
Difícilmente, exista una condición que afecte más a la vida humana que la prostitución. La persona pierde poco a poco la dignidad y su auto estima. Se auto-percibe, simplemente, como un instrumento para proveer placer a los hombres. La vida, eventualmente, perderá su valor y sentido. Se vive porque no puede hacer otra cosa, a menos que intente terminarla a través del suicidio.
¿Cuántas personas se habrán relacionado con esta prostituta? ¿Con cuántos hombres se habrá acostado? ¿Cuántas veces le habrán dicho palabras hirientes y destructoras? Ahora, una vez más estaba frente a dos hombres. Uno de ellos, la aborrecía por lo que hacía; el otro la amaba a pesar de lo que era. Ambos, pretenden ser seguidores de Dios. Sin embargo, uno odia y el otro ama. ¿Será posible tal contradicción cuando ambos dicen servir y practicar las enseñanzas de Yahvé? Bueno, este caso nos dice que sí es posible que estas cosas sucedan en el pueblo de Dios.
III. ¿Por qué uno odia y el Otro Ama?
El pasaje nos dice que…
"poniéndose detrás de El, a sus pies, llorando, comenzó a regar sus pies con lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza, besaba sus pies y los ungía con el perfume." ( Lucas 7: 38)
Lo que llama mi atención en este verso es el llanto que toma control de la vida de esta mujer cuando se acerca a Jesús. ¿Por qué lloraba? ¿Podría usted contestar esta pregunta? Para poderlo hacer tenemos que esforzarnos en no olvidar el estilo de vida de esta mujer. ¿Cuántos sueños fueron destruidos aquel día cuando se prostituyó por primera vez? ¿Quién fue la persona que le robó su virginidad? La ilusión de tener un hogar y una familia, se convirtió en una pesadilla que nunca alcanzó. Quizá veía el abismo que existía entre lo que ella anhelaba ser y lo que en realidad era en ese momento. ¿Cuántos hogares habrá destruido ella? ¿Cuántos hijos/as bastardos/as habrá a su lado? No en balde el fariseo está molesto y airado con la presencia de esta mujer en su casa. Hey, ella es un saco de problemas; lo que ha hecho es daño. Y ahora, parece ser que desea acostarse también con el Maestro—razona Simón. ¡Mira lo que está haciendo!
IV. La mujer se suelta el cabello.
Esto nunca se hacía. Era una violación a lo que era aceptado en aquella sociedad. La mujer judía siempre debía mantener su cabello recogido mientras estuviera en público.
Pero, recordemos que cada vez que ella iba a vender su cuerpo se soltaba el cabello. Cada vez que se entregaba a un hombre su cabello se liberaba. Así que esto, significaba para ella que una nueva herida sería añadida a su alma. Una vez más se le restaría a su dignidad un pedacito, si era que todavía quedaba algo.
Cristo la está observando y le permite continuar con su obra de lavarle y ungirle sus pies con el costoso perfume que había traído. Esta mujer se estaba entregando a un hombre por última vez. Se entregaba a Cristo porque sabía que la amaba con amor genuino y verdadero. Amor como nunca había experimentado.
Simón, también la está observando y, mentalmente, llega a una conclusión:
"…Si este fuera un profeta, sabría quién y qué clase
de mujer es la que le está tocando, que es una pecadora." (Lucas 7: 39)
V. ¿Por qué Simón piensa así?
Es obvio que el concepto de santidad de Simón no guarda armonía con el de Cristo. Para Simón, significa separarse de las personas que todavía no conocen a Dios. Para Cristo, significa estar cerca de estas personas para que puedan conocerle. En este momento es menester que pensemos qué significa para nosotros/as la santidad. ¿En qué equipo estamos, con el de Simón o, con el de Cristo?
Pero, esto no es lo único que está en la mente del fariseo. Cuando Cristo le relata una parábola nos deja ver lo que hay en el corazón de este hombre. Leamos.
"Cierto prestamista tenía dos deudores; uno le debía
quinientos denarios y el otro cincuenta; y no teniendo
ellos con qué pagar, perdonó generosamente a los dos
¿Cuál de ellos, entonces, le amará más?
Simón respondió, y dijo: Supongo que aquel a quien le
perdonó más. Y Jesús le dijo: Has juzgado correctamente." (Lucas 7: 41-43)
Inmediatamente, el Maestro confronta a Simón con la mujer. ¿ A favor de quién estará este Hombre? ¿Será posible que Simón haya pensado o visto a Cristo como su aliado en contra de esta perversa y pecadora prostituta? ¡Que sorpresa se va a llevar el santurrón!
Cristo le deja ver a Simón su verdadero problema: el fariseo no necesita perdón porque él cree que está bien con Dios. Para Simón era muy difícil, quizá imposible, el perdonar a esta mujer porque él pensaba que no tenía necesidad de ser perdonado. Y cuando pensamos como Simón es bien difícil que estemos dispuestos a perdonar. En cambio, la mujer sí sabía quien era y lo qué hacía cuando se acercó al Maestro y por esto recibió perdón a todos sus pecados. Es aquí donde podemos apreciar el poder transformador que tiene el perdón en la vida de alguien que hace algo mal. Si usted y yo deseamos que alguien cambié, entonces, debemos comenzar perdonando. Porque quien dice amar lo evidencia con el perdón. Perdonar significa no tomar venganza ni hacerle pagar a quien nos ofende o humilla. Es dejar todo atrás como si nunca hubiera sucedido.
Conclusión
Hemos visto que las palabras amar y perdonar son inseparables. El amor de Dios lo llevó a entregar a su Hijo para que así se pudiera perdonar nuestra deuda.
Hemos visto las dos posiciones representadas en Jesús y en Simón. En Simón vemos que es incapaz de perdonar porque él se ve como uno que no necesita el perdón de Dios; en Cristo vemos cómo Dios nos ama y nos perdona a pesar de lo que somos y de lo que hacemos. Pero esto no es lo único que el Maestro nos enseña. El perdón generado por el verdadero amor (agape, gr) es capaz de hacer lo que ningún ser humano puede hacer: transformar una vida a la semejanza de nuestro SEÑOR Jesucristo.
¿Quieres ver tu vida cambiada y, cambiando la de los demás? Conviértete en instrumento del Espíritu Santo, amando y perdonando a tu prójimo. Has de tu casa, "Casa del Alfarero" y no, "Casa del Fariseo."
Sermón predicado en la Iglesia Presbiteriana "Casa del Alfarero"
Domingo, 2 de mayo de 1999.
Ismael González-Silva, Pastor
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