ESTUDIO-VIDA DE ROMANOS


MENSAJE SESENTA Y CUATRO

LA TRANSFORMACION Y LA CONFORMACION

POR LA VIDA INJERTADA

(1)

En los mensajes anteriores hemos visto el asunto de la dispensación del Dios Triuno y el asunto de la vida injertada. En este mensaje consideraremos la función de la vida injertada. Para ver esto, necesitamos pedir al Señor que nos quite todos los velos que nos impiden recibir una comprensión verdadera de este libro. Es posible que leamos el libro de Romanos una y otra vez, pero no sepamos que estamos cubiertos de capa tras capa de velos. Debido a que muchos lectores de este libro están velados, no ven la dispensación de la vida del Dios Triuno, la vida injertada, ni siquiera el hombre tripartito en Romanos 8. Por lo tanto, necesitamos que se nos quite el velo y luego necesitamos venir a este libro como si nunca lo hubiéramos leído.
NUESTRO DESTINO

La vida injertada está relacionada con la transformación y la conformación a Cristo. En el 12:2 Pablo habla de la transformación: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio del renovar de la mente” (lit.>. El mundo, el sistema satánico, se compone de varias edades, cada una con cierto modo y moda. El designio de Satanás es conformarnos a este siglo presente. Aunque Pablo menciona la meta de Satanás en cuanto a la conformación por el lado negativo, él no habla aquí del objeto de la transformación. El simplemente nos exhorta que seamos transformados por medio del renovar de la mente.

La meta de la transformación está en Romanos 8. El versículo 29 dice: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen conformados a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (lit.) Como los llamados y justificados, nues­tro destino ha sido determinado de antemano por Dios. Antes de la fundación del mundo Dios nos predestinó para que fuésemos conformados a la imagen de Su Hijo. Esto significa que la conformación a Cristo es nuestro destino y también nuestra destinación. ¿Saben ustedes adónde vamos? Nuestra destinación es la imagen del Hijo de Dios. Nuestro destino no es el cielo: es ser conformados a la imagen del Hijo de Dios.

UNA VIDA INJERTADA

Si nosotros queremos entender el significado de la transformación y la conformación, necesitamos darnos cuenta de que el libro de Romanos habla de una clase de vida particular: una vida injertada. Una vida injertada es una vida mezclada, una vida que es producto de la mezcla de dos vidas. En el 11:24 Pablo habla del injerto de dos olivos, y no de dos tipos de árboles completamente diferentes. Por tanto, el injerto en Romanos es aquél entre dos árboles de la misma familia. La diferencia es que uno es un olivo cultivado y el otro es un olivo silvestre.

En 4 capitulo cinco de Romanos, Pablo empieza a hablar de la vida. En el versículo 10 él dice que seremos salvos en la vida de Cristo. Además, según el 5:17, reinaremos en vida. En el 6:4 Pablo habla de andar en novedad de vida. En el capitulo ocho él menciona el Espíritu de vida en Cristo Jesús (v. 2). Él pasa luego a decir que nuestro espíritu es vida (y 10), que Aquel que levantó a Jesús de entre los muertos desea impartir vida en nuestros cuerpos mortales (v. 11). La vida de la que se habla en todos estos versículos es una vida injertada.

EL INJERTO DE VIDAS SEMEJANTES

Nosotros hemos señalado que una vida injertada es una vida mezclada. Este injerto solamente puede ser efectivo si ]as vidas que han de ser injertadas son similares. Que exista una similitud entre la vida humana y la vida divina se prueba por el hecho de que Dios creó al hombre a Su imagen y conforme a Su semejanza (Gn. 1:26). Él hizo esto a propósito para que la vida humana sea muy parecida a la vida divina. Podemos usar un guante como una ilustración. En forma, en semejanza y en función, el guante es igual que la mano. De otro modo, la mano no podría encajar en el guante. Todos nosotros somos guantes hechos conforme a la semejanza de la mano divina. Cuánto necesitamos adorar a Dios por hacernos a Su imagen y conforme a Su semejanza. ¡Alabémosle por hacernos vasos para que le contengamos! Dios nos creó de esta manera intencional­mente para que Él pudiese poner a Su Rijo dentro de nosotros.

Puesto que la vida humana y la vida divina son similares, es posible reunirlas. Esto significa que la vida divina y la vida humana pueden “casarse”. En el día que fuimos salvos nos casamos con Cristo (RO. 7:4). Por eso, ser cristiano no es solamente un asunto de salvación o de regeneración, sino también de estar casado con Cristo. La vida en Romanos 8 es una vida injertada, una mezcla de dos vidas diferentes pero similares. La transformación y la conformación son por tal vida injertada. A través de los más de cincuenta años que llevo como cristiano, yo he aprendido que la vida que me transforma y me conforma a la imagen del Hijo de Dios es una vida injertada.

CALIFICADO PARA ENTRAR EN NOSOTROS

Desde el tiempo en que Dios nos creó a Su imagen y conforme a Su semejanza, estábamos listos para recibirle dentro de nosotros como vida. Teníamos un espíritu para recibirle y un alma para expresarle. Aunque nosotros estábamos listos, Dios todavía no estaba listo. El todavía no estaba calificado para entrar en el hombre. A fin de hacerse calificado para esto, Él tuvo que ponerse la humanidad; es decir, Él tuvo que encarnarse. En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios podía venir sobre los profetas, pero El no podía entrar dentro de ellos. Hoy día muchos cristianos solamente saben cómo Dios viene sobre la gente, y no cómo Él entra dentro de ellos. En un sentido muy real, ellos son creyentes del Antiguo Testamento.

El Nuevo Testamento revela que por medio de la encarnación de Cristo, Dios entró en la humanidad. Él entró en la humanidad por una puerta estrecha, habiendo nacido de una virgen, en un pesebre en Belén. Por treinta años Él vivió en la casa de un carpintero. Un día salió para empezar Su ministerio. Nadie pudo reconocer que este hombre era Dios mismo. Haciendo contacto con algunos pecadores jóvenes en Galilea, Él dijo: “Síganme”, y ellos le siguieron, aunque El aparentemente no tenía nada. ~ tenía un poder tan atrayente que Sus seguidores estaban fuera de sí de amor por Él. Ellos fueron atraídos a El por­que había algo magnético en Él. Pasaron un tiempo maravilloso por los tres años y medio que estuvieron con Él. Sin embargo, de repente un día Él dijo a Sus discípulos que iba a dejarles al ser crucificado. Esta palabra les perturbó profundamente, especialmente a Pedro. Entonces el Señor les dijo que les era provechoso que El se fuese. De otro modo, el Espíritu de realidad no podría venir para estar en ellos (Juan 16:7). Hasta ese momento, el Señor solamente había estado entre ellos; El todavía no había entrado en ellos. Después de Su resurrección, Él podría estar en ellos, y ellos podrían estar en Él (Juan 14:20). No obstante, Pedro y los otros discípulos probablemente preferían que el Señor permaneciera entre ellos en vez de que El se fuese para poder entrar en ellos en resurrección.

Cuando yo era un cristiano joven, yo quería haber estado vivo cuando el Señor Jesús estaba en la tierra. Yo quería haberle visto, haberle oído y haberle tocado en la carne. Hasta me quejé al Señor de esto y le pregunté porqué El no había hecho que yo estuviera vivo durante el tiempo en que Él estaba en la tierra para que yo pudiera haber estado en Su presencia físicamente Todavía no me daba cuenta de que es mucho mejor tener a Cristo dentro de mí que solamente tenerle a mi lado. ¿Prefieren ustedes tener al Señor físicamente entre ustedes o en ustedes como el Espíritu? Con su boca tal vez declaran que ustedes prefieren tenerle en ustedes, pero dentro de ustedes, probablemente prefieren tenerle con ustedes, así como Él era con los primeros discípulos. Si de repente el Señor Jesús apareciera de una manera física, se asombrarían. Esto comprueba que preferimos a un Cristo que está entre nosotros que a un Cristo que está en nosotros. Sin embargo, si Cristo todavía estuviera solamente entre nosotros, Su vida no podría ser injertada con la nuestra, porque El no estaría en nosotros. Él podría hacer milagros entre nosotros, pero nosotros permaneceríamos iguales, sin cambio o transformación. Nosotros podríamos abrazarle, pero no podríamos ser injertados en Él. Por lo tanto, a fin de que estemos mezclados con Él, Cristo prefiere estar en nosotros. Él desea que nosotros permanezcamos en Él para que Él permanezca en nosotros (Juan 15:4). Esta es la mezcla que produce la vida injertada. Es esta vida la que nos transforma y nos conforma a la imagen de Cristo.

A fin de estar calificado para entrar en nosotros, Cristo tuvo que pasar por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Además, como el Espíritu, Él tuvo que descender sobre nosotros. Entonces lo único que queda es que nosotros le invoquemos con fe. Cuando decimos: “Oh Señor Jesús, yo creo en Ti”, Su vida calificada entra en nuestra vida preparada, y las dos vidas se unen. De esta manera nuestra vida se injerta en la Suya.

DOS VIDAS COMPLICADAS

Quizás ustedes hayan sido cristianos por muchos años sin darse cuenta de que la vida cristiana es una vida injertada, una mezcla de la vida divina con la vida humana. Tanto la vida divina como la vida humana son complicadas. La vida divina realmente es Cristo mismo. Como Dios, Cristo es el Creador de todas las cosas. Un día, El se encarnó y se vistió de la naturaleza humana. ¡Qué misterio que la divinidad y la humanidad pudieran mezclarse juntas como una unidad! Después de la encarnación, Cristo pasó por el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Todos estos elementos ahora están incluidos en la vida divina. Esta vida tiene el poder de matar todas las cosas negativas; también tiene el poder de resurrección para generar, germinar, transformar y conformar. Esta vida comunicada y calificada es la misma vida que recibimos cuando creímos en el Señor Jesús.

¿Pero y qué acerca de la vida humana con la cual esta vida divina tan maravillosa está mezclada? Nuestra vida creada ha venido a ser caída, corrupta, obscurecida, mundana y satánica. Por eso está llena de elementos malignos, negativos y demoníacos.

Juan 3:16 nos dice que Dios amó al mundo. Por muchos años no pude comprender por qué la Biblia no dice que Dios amé a la humanidad. A los ojos de Dios1 el hombre caído ha venido a ser el mundo. Esto significa que la humanidad caída, corrupta, mundana y satánica es el sistema de Satanás. Antes de que fuésemos salvos, éramos parte de este sistema. Por maligno que sea este sistema, la Biblia todavía declara que Dios amó al mundo. La razón por la cual Dios ama al mundo es que en él está la vida que Él creó a Su imagen y conforme a Su semejanza para contener]e a El mismo como vida.

Tanto la vida divina como la vida humana son complicadas. La vida divina es complicada en un sentido positivo, mientras que la vida humana es complicada en un sentido negativo. Conforme a Su economía, Dios desea injertar esta vida humana, que es complicada en un sentido negativo, dentro de Su vida que es complicada en un sentido positivo. Cuando nosotros creímos hacia dentro del Hijo de Dios e invocamos el nombre del Señor, la vida que es complicada positivamente entró en nosotros, y nuestra vida que es complicada negativamente fue injertada en ella.

TERMINADA, RESUCITADA Y LEVANTADA

En el mensaje anterior señalamos que, conforme al principio ordenado por Dios, la vida inferior no puede someter la vida superior, sino que la vida superior con­sume los aspectos negativos de la vida inferior. La vida divina es como una dosis de medicina todo-inclusiva. Comprendida en esta dosis está el poder de matar de la crucifixión de Cristo que da muerte a los elementos negativos de nuestra vida humana. Además, el poder de la resurrección de Cristo resucita y eleva todos los elementos apropiados en nuestra vida humana, los elementos que Dios creó a Su imagen y conforme a Su semejanza. Dios creó al hombre con una mente, emoción y voluntad. Sin embargo, todas estas partes de nuestro ser se volvieron corruptas por medio de la caída. Cuando la vida divina entra en nosotros y somos injertados en esta vida, el poder de matar que ella contiene termina la corrupción en nuestra mente, emoción y voluntad. Luego resucita los elementos que originalmente fueron creados por Dios a Su imagen y conforme a Su semejanza para el cumplimiento de Su propósito. La vida divina no anula lo que ha sido creado por Dios. Por el contrario, resucita nuestra vida creada y la eleva.

Los maestros de la Biblia tal vez digan que como los que han sido crucificados con Cristo, nosotros debemos rechazar nuestra alma. Sin embargo, cuanto más intentamos rechazar el alma, más está presente con nosotros. Por ejemplo, después de que fuimos salvos, puede que lleguemos a ser muy tiernos en nuestra emoción. Según mi experiencia, cuanto más yo negué el alma con su mente, emoción y voluntad, más descubrí que mi mente se había vuelto más aguda, mi emoción más activa y mi voluntad más fuerte. Antes de ser salvo, yo era como un aguamar, pero ahora mi voluntad es sumamente fuerte. ¿Cómo podemos explicar este fenómeno? ¿No han sido crucificadas y negadas nuestra mente, emoción y voluntad? Si, lo han sido. Acuérdense que la Biblia no dice solamente que hemos sido crucificados con Cristo, sino también que hemos sido resucitados con Él. La crucifixión y el entierro no son el fin. Una vez que nuestra alma ha sido crucificada y enterrada, es resucitada, porque ha sido injertada en la vida divina. Puesto que la vida divina y la vida humana se han injertados juntos, el poder de matar en la vida divina nos crucifica, y el poder de resurrección en ella nos eleva.

Nuestra crucifixión con Cristo, efectuada hace más de mil novecientos años, se realiza y se experimenta hoy día por medio de la vida divina dentro de nosotros. Lo mismo es verdad de la resurrección. La efectividad de la crucifixión y el poder de la resurrección están incluidos en el Espíritu todo-inclusivo y vivificante. Desde el momento cuando creímos en el Señor Jesús y fuimos injertados en Su vida todo-inclusiva, los diferentes ingredientes de esta vida han estado trabajando dentro de nosotros. Cuanto más decimos al Señor Jesús que le amamos, nos ofrecemos a Él para contenerle y pasamos más tiempo con Él en la Palabra y en la comunión, más obran los ingredientes de la vida divina para terminarnos y resucitarnos. Esto hace que nuestra mente llegue a ser sobria, que nuestra emoción llegue a ser cariñosa, y que nuestra voluntad se fortalezca. El elemento corrupto de nuestra vida humana es crucificado y sepultado, pero el elemento positivo es elevado en resurrección Por esto, ya no somos nosotros los que vivirnos, sino que es Cristo quien vive en nosotros (Gá. 2:20). Aquí vemos ]a función de la vida injertada. La función de esta vida es causar la transformación, la cual resulta en la conformación a Cristo. Cuando experimentamos interiormente la crucifixión, la sepultura y la resurrección, somos transformados y conformados a la imagen de Cristo. La transformación y la conformación son el resultado de la obra interior de la vida injertada.

ESTUDIO-VIDA DE ROMANOS

MENSAJE SESENTA Y CINCO

LA TRANSFORMACION Y LA CONFORMACION

POR LA VIDA INJERTADA

(2)

Como creyentes en Cristo, nuestra relación con el Señor es completamente un asunto de vida. Empezando con el 5:10, Pablo tiene mucho que decir acerca de la vida. En este versículo él dice que “seremos salvos en Su vida”, y en el 5:17, que “reinaremos en vida”. En el 6:4 él dice: “Así también nosotros andemos en novedad de vida” (11t.). En el 8:2 Pablo habla del Espíritu de vida, y en el 8:10 él dice que nuestro “espíritu es vida a causa de la justicia”. Además, la mente puesta en el espíritu es vida (8:6), y la vida divina es impartida dentro de nuestros cuerpos mortales por medio del Espíritu de Aquel que levantó a Cristo Jesús de entre los muertos (8:11).

LA META DE DIOS

A través del crecimiento y la función de la vida divina dentro de nosotros, Dios alcanzará Su meta para producir muchos hijos a fin de formar el Cuerpo para expresar a Cristo. Hoy día Cristo, el Hijo de Dios, ya no es simplemente el Hijo unigénito, sino también el primogénito entre muchos hermanos (8:29). Como el Hijo primogénito, Él es el prototipo y el patrón de la filiación para todos los que creen en Él. Con el tiempo, todos los hijos de Dios formarán un organismo vivo, el Cuerpo, para expresar a Cristo.

Por medio de la expresión de Cristo en el Cuerpo, el Padre es glorificado. Esto está relacionado con la justicia y la santificación. La justicia es el principio y el fundamento, la santificación es el progreso, y la gloria es la consumación. El proceso por el cual somos llevados completamente dentro de la gloria es totalmente un asunto de transformación en la vida.

LA VIDA HUMANA Y LA VIDA DIVINA

La vida por la que somos transformados es una vida injertada, la mezcla de la vida humana con la vida divina. Conforme a la soberanía de Dios en la creación, la vida humana es similar a la vida divina, al igual que un guante es similar a la mano. A menos que exista la mano, el guante no tiene propósito y es inútil. En el mismo principio, a menos que contenga a Dios, la vida humana no tiene propósito y es inútil. La vida humana fue creada a la imagen de la vida divina y conforme a la semejanza de la vida divina con el propósito de contener la vida divina. Si no contiene la vida divina, la vida humana es como un guante vacío que no tiene propósito. El significado de la vida humana es contener la vida divina.

La vida humana es complicada. No solamente fue creada por Dios, pero ha llegado a ser caída, corrupta y mezclada con las cosas satánicas, diabólicas. Sin embargo, el buen elemento creado por Dios permanece. Por esta razón, Dios ama la vida humana complicada.

Para ser recibida por la vida humana, la vida divina tuvo que pasar a través de un proceso que comprende la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Por medio de la encarnación Cristo se puso un cuerpo físico para poder derramar Su sangre por nuestros pecados en la cruz. En la cruz, El no solamente realizó la redención, sino que también terminó todas las cosas negativas en el universo. Después de Su crucifixión y Su entierro, Él entró en la resurrección con Sus elementos divinos y luego fue capaz de germinamos, generamos y transformarnos. Además, en Su ascensión Cristo ha sido exaltado, glorifi­cado y entronado y se le ha dado la dirección, el señorío y el reinado. Ahora la vida divina está completamente calificada y preparada para ser recibida por la vida humana.

El día que recibimos la vida divina dentro de nosotros, el casamiento de la vida humana y la vida divina. Por medio de este casamiento nosotros hemos llegado a ser un pueblo muy especial. Esta es la razón por la cual Pablo nos dice en 1 Corintios 3 que todas las cosas son nuestras. Los cielos son para la tierra y la tierra es para ~ hombre. Nosotros los que tenemos una vida que está casada con la vida divina somos el centro, el punto focal del universo. Dentro de nuestro ser hemos experimentado el injertar de la vida humana a la vida divina. La mezcla de estas dos vidas producirá hijos apropiados para la realización del propósito de Dios. Por medio de esta vida mezclada e injertada seremos completamente transformados y conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios.

EL PROCESO Y LA META

La transformación y la conformación son dos palabras muy significantes. Son ventanas a través de las cuales podemos ver hacia adentro de las profundidades de la revelación implícita en el libro de Romanos. La transfor­mación está relacionada con el proceso de vida, y la conformación está relacionada con la meta de vida. Es crucial que todos tengamos un entendimiento pleno de este proceso y de esta meta. Lo que quiero compartir tocante a esto es el producto de más de cincuenta años de experiencia cristiana considerada a la luz de la santa Palabra de Dios.

EL ESPÍRITU COMPUESTO

El Nuevo Testamento dice explícitamente que nosotros hemos sido crucificados con Cristo y resucitados con Él <6:6; Gá. 2:20; Ef. 2:5~6; Col. 3:1). Cuando yo era joven, traté de explicarme cómo podía yo haber sido crucificado con Cristo y sepultado con Él cuando Su crucifixión y entierro sucedió hace más de mil novecientos años. Con el tiempo, leí un libro que señalaba que con Dios no hay elemento de tiempo. Nosotros estamos atados por el tiempo, pero Dios, siendo eterno, no está atado de esta manera. Aunque fue de ayuda para mí ver esto, no tuvo efecto práctico en mi vida Podía creer que había sido crucificado y resucitado con Cristo, pero estaba perturbado e insatisfecho por el hecho de que todavía no había efecto práctico en mi vivir. No podía estar satisfecho simplemente con la doctrina o teoría.

Después empecé a ver que en el Espíritu vivificante hay muchos elementos, muchos ingredientes. En Éxodo 30 tenemos el ungüento compuesto, un ungüento compuesto de aceite de olivo que significa el Espíritu Santo, compuesto con cuatro especias. Estas especias significan principalmente la humanidad, la muerte y la resurrección de Cristo. En los tiempos del Antiguo Testamento, antes de que el Espíritu fuera compuesto, el Espíritu era el Espíritu de Dios, representado por el aceite. El Espíritu todavía no habla llegado a ser el ungüento, el Espíritu compuesto producido por medio de la adición de las especias. Pero por medio del proceso de la encarnación, la crucifixión y la resurrección de Cristo, la humanidad, la crucifixión y la resurrección de Cristo han sido todas compuestas con el Espíritu de Dios. Por lo tanto, el Espíritu Santo hoy es el Espíritu compuesto, el ungüento compuesto con los elementos de la humanidad, la muerte y la resurrección.

UNA DOSIS TODO-INCLUSIVA

Supóngase que tienen un vaso de agua pura. Luego se añaden varios ingredientes nutritivos al agua para formar una bebida deliciosa. Después, es imposible tomar el agua sin beber esos ingredientes. Algunas veces una madre puede añadir medicina a tal bebida para un niño enfermo. Aunque el niño rehúse el tomar la medicina misma, él la beberá cuando es parte de tal bebida compuesta. De esta manera, la medicina> añadida a la bebida que sabe dulce, entra en él y espontáneamente funciona dentro de él.

Hoy día el Espíritu vivificante es como una dosis todo-inclusiva de la “medicina” divina, llena de ingredientes. Esta dosis en realidad es el mismo Dios Triuno procesado como el Espíritu vivificante todo-inclusivo. En este Espíritu están La divinidad, la humanidad y la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión de Cristo. Por lo tanto, cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, este Espíritu todo-inclusivo con todos estos ingredientes maravillosos entran en nosotros.

CRECIENDO JUNTO CON CRISTO

Ahora venimos a un punto crucial. En el 6:5 Pablo dice: “Porque si hemos crecido junto con Él en la semejanza de Su muerte, también seremos en la semejanza de Su resurrección” (lit.). Como creyentes en Cristo, hemos crecido junto con Él en la semejanza de Su muerte. La semejanza de la muerte de Cristo se refiere al bautismo. Además, así también lo seremos en la semejanza de la resurrección de Cristo. Esto también implica el asunto de crecer junto con Cristo, como se entiende en la primera parte de este versículo. Por lo tanto, Pablo está diciendo que si nosotros hemos crecido junto con Cristo en la semejanza de Su muerte, así también creceremos juntos en la semejanza de Su resurrección, es decir, en la novedad de vida mencionada en el versículo anterior. Romanos 6:5 incluye dos pasos de nuestro crecimiento en Cristo. El primer paso ya ha ocurrido, mientras que el segado es progresivo. Por un lado, hemos crecido junto con Cristo, pero por otro, creceremos en la semejanza de Su resurrección. Nosotros hemos crecido en el bautismo y creceremos en la novedad de vida.

Según el 6:5 Pablo consideró el bautismo como un paso en nuestro crecimiento en vida. Sin embargo, pocos cristianos ven que el bautismo se relaciona con el creci­miento. No obstante, ser bautizado es crecer junto con Cristo. Conforme a la palabra griega usada aquí, nosotros hemos “co-crecido” con Él. Esto significa que mientras nosotros estábamos siendo bautizados, estábamos creciendo junto con Cristo. Para poder entender la transformación por la vida injertada, es esencial que captemos este punto. Después de que nuestro bautismo habla sido completado, hemos crecido junto con Cristo en la semejanza de Su muerte.

Cuando nos arrepentimos, invocamos el nombre del Señor Jesús y creímos en Él, la vida divina que es complicada en un sentido positivo entró en nosotros, y hubo un casamiento, un injertar, de la vida humana con la vida divina. Inmediatamente esta vida divina empezó a crecer. Esto significa que nosotros empezamos a crecer en nuestra vida cristiana junto con Cristo. Además, al ser bautizados en el agua, continuamos a crecer junto con Él. El bautismo es la mejor tierra para el crecimiento espiritual. Cuando fuimos puestos en el agua, éramos como una semilla plantada en la tierra. Luego aparecimos en resurrección, habiendo crecido junto con Cristo en el bautismo. Tal bautismo ciertamente no es sólo un ritual o una formalidad.

Al experimentar un creyente un bautismo apropiado, el Espíritu divino dentro de él da muerte al viejo hombre con sus elementos mundanos, pecaminosos. Entonces se levanta del agua una persona nueva. En esta forma ~ da un paso mayor en el crecimiento en vida. De ese tiempo en adelante, el creyente continúa creciendo en Cristo en la semejanza de Su resurrección, es decir, él anda día tras día en la novedad de vida. Este es el crecimiento verdadero y no sólo una actividad externa. Cuanto más crece un creyente, más funciona la vida divina dentro de él para crucificarle y resucitarle. A través de tal crecimiento experimentamos la aplicación de nuestra crucifixión con Cristo, la cual fue llevada a cabo hace más de mil novecientos años. Ya no es nuestra crucifixión con Cristo sólo una teoría, una doctrina o una creencia que no tiene efecto práctico sobre nuestro vivir. Al contrario, se aplica a nosotros de una manera completa. Por lo tanto, día tras día crecemos en la semejanza de la resurrección de Cristo y andamos en la novedad de vida.

UNA VIDA DE BAUTISMO

La vida cristiana es una vida de bautismo. Por una parte, el bautismo ha sido realizado. Pero por la otra, el bautismo continúa hasta que estemos completamente transformados y conformados a la imagen de Cristo. Por esto1 hasta que se haya obtenido esta meta, nosotros continuamos viviendo una vida de bautismo. Esto quiere decir que nosotros estamos diariamente bajo la aplicación de la muerte de Cristo mientras experimentamos la efectividad de la muerte de Cristo, la cual es ahora uno de los ingredientes, los elementos, en el Espíritu todo-inclusivo.

Si nuestro esposo o esposa nos da un momento difícil, podemos experimentar en ese mismo momento la aplicación de la muerte de Cristo. En vez de cruzar palabras, podemos experimentar el dar muerte al elemento negativo dentro de nosotros. Esto no ocurre por una doctrina ni por una práctica particular, sino por el elemento que mata en la muerte de Cristo incluido en la vida divina todo-inclusiva.

UN ANTIBIOTICO CELESTIAL

La vida divina es un antibiótico celestial. Discutir con nuestro esposo o esposa es tener “tos”. Cada vez que cruzamos palabras con nuestro esposo o esposa, estamos “tosiendo”. La muerte de Cristo es el único antibiótico que puede eliminar los gérmenes que causan esta enfermedad.

El antibiótico celestial no sólo nos crucifica, sino que también nos resucita y renueva las facultades de nuestra mente, nuestra emoción y nuestra voluntad. Esta resurrección y renovar es el crecimiento y la transformación genuinos.

EL PROCESO DE TRANSFORMACION

El proceso de la transformación es orgánico y metabólico. Es orgánico porque está relacionado con la vida y es metabólico porque está relacionado con un proceso en el cual los elementos viejos son arrojados y los elementos nuevos son añadidos. Cambiar el aspecto de alguien por medio de maquillaje no es orgánico ni metabólico. Pero un cambio de aspecto que viene por medio de comer alimentos nutritivos es orgánico y metabólico. Un cambio así puede considerarse como una transformación física.

Si nosotros vamos a ser transformados, debemos mirar al Señor, orar, leer la Palabra e invocar el nombre del Señor constantemente. De esta manera comemos, bebemos y respiramos el suministro rico de Cristo hacia adentro de nosotros. Este suministro producirá un cambio metabólico en el cual los elementos negativos viejos son arrojados y reemplazados por elementos positivos y nuevos. Este cambio metabólico es transformación.

En 2 Corintios 3:18 Pablo habla de mirar y reflejar a cara descubierta la gloria del Señor y de ser transformado a Su imagen por e] Señor Espíritu. Al contemplar a Cristo y reflejarle, somos transformados a Su imagen de gloria en gloria, es decir, de un grado de gloria a otro. Esto es desde el Señor Espíritu, el propio Espíritu vivificante mencionado en el versículo 6. El versículo 17 dice claramente que el Señor es el Espíritu. Para poder hacer clara la conexión entre los versículos 6 y 17, Darby pone entre paréntesis los versículos del 7 al 16, indicando de ese modo que el versículo 17 es la continuación del versículo 6. Por consiguiente, el Señor es el Espíritu que da vida. Al mirar y reflejar la gloria del Señor, somos transformados por este Espíritu. Cuanto más le miramos, más recibimos Su suministro y somos transformados metabólicamente.

CRECIMIENTO Y SANTIFICACION

la transformación incluye el crecimiento y la santifica­ción. Al ser transformados, crecemos y somos santificados. Con el tiempo la transformación resultará en la conforma­ción. Cuanto más somos transformados, más somos confor­mados a la imagen de Cristo. Por medio de este proceso de transformación y conformación, somos llevados completa­mente a la filiación divina para ser miembros del Cuerpo de Cristo. Como hemos señalado, ganar tal Cuerpo para expresar a Cristo es la meta del propósito eterno de Dios. Yo tengo la carga de que todos los santos puedan tener el disfrute pleno de la vida divina todo-inclusiva y experimenten la transformación y la conformación. No necesitamos enseñanza o esfuerzo propio, necesitamos una visión. Oro que el Espíritu ilumine a los santos y les revele estas cosas para que ellos puedan experimentarlas en su diario vivir.

Cuando vemos la visión de la transformación y la conformación por la vida injertada, el 6:8 llegará a ser real en nuestra experiencia práctica. Nuestro haber muerto con Cristo ya no será más solo un hecho que creemos; llegará a ser nuestra experiencia diaria por medio de la operación de la vida adentro. Esta vida nos da muerte y nos resucita. De esta forma nosotros crecemos, somos santificados y somos transformados.

CUATRO CARACTERISTICAS DE VIDA

Cada clase de vida tiene cuatro rasgos básicos: la esencia de vida, el poder de vida, la ley de vida y la forma de vida. Toda vida tiene su propia esencia. Aunque la esencia de cierta vida sea abstracta y misteriosa, la vida misma es muy poderosa de una manera muy substancial. Consideremos una semilla de clavel. Después de que una semilla de clavel ha sido sembrada en el suelo y ella crece, con el tiempo rompe la superficie del suelo y empieza a crecer visiblemente. Toda vida también tiene su ley, el principio que gobierna su función y desarrollo.

Por causa de la ley de vida que contraía su crecimiento, un clavel no produce rosas, sino flores de clavel. No hay necesidad de que oremos tocante a eso; la ley de vida en el clavel funciona automáticamente para dirigir su desarrollo. Ade­más, toda vida tiene su forma de vida particular. Por ejemplo, una manzana Washington tiene una forma característica. Los agricultores no necesitan enseñar a los manzanos a producir fruto con cierta forma. La vida en las manzanas automáticamente las forma. Esto es verdad con cada clase de vida.

FORMADOS EN EL PATRON DEL HIJO PRIMOGENITO

Conformación denota la formación de la vida. Mientras la vida divina crece dentro de nosotros y nos transforma, espontáneamente nos forma en el patrón, la imagen, del primogénito Hijo de Dios. Muchos cristianos, ciegos a esta realidad, tratan de formarse a si mismos a la semejanza de Cristo. Semejante esfuerzo propio nunca funciona. Con­cerniente a esto, sólo una cosa está prevaleciente: la vida divina que crece en nosotros, que nos santifica, nos transforma y nos forma. No es necesario que nos formemos a nosotros mismos, que actuemos o que nos esforcemos a mejorar nuestro comportamiento. Lo que necesitamos es una experiencia más completa de la vida injertada. La vida divina tiene su esencia, su poder, su ley y su forma. Como aquéllos que están pasando por el proceso de la transfor­mación, nosotros vamos siendo formados gradualmente a la imagen del Hijo de Dios por la función de la vida divina y todo-inclusiva que ha sido mezclada con nuestra vida humana. Por lo tanto, nosotros podemos estar en paz.

ARROJANDO EL ELEMENTO NEGATIVO

Mientras la vida divina actúa en nosotros para transformar y conformarnos, arroja el elemento negativo dentro de nosotros. Por esta razón, nosotros no tenemos nece­sidad de que nadie nos corrija. La vida divina actúa en nosotros para eliminar gradualmente todo lo que sea negativo o natural.

RESUCITANDO LA CREACION DE DIOS

En segundo lugar, la vida divina nos resucita. Por caídos que estemos, sin embargo somos la creación de Dios. Todo lo que Dios crea es bueno. En vez de dejar por imposible Su creación, Dios la reclamará y la restaurará por el poder de resurrección de la vida divina Mientras la vida divina arroja las cosas negativas, obra para resucitar la creación original de Dios. Dios nos creó con una mente, una emoción, una voluntad, un alma, un corazón y un espíritu, y Él tiene la intención de introducir todos estos aspectos de nuestro ser en la resurrección. Antes de ser salvos, es posible que nosotros fuésemos sosos en la mente, sin balance en las emociones y inapropiados en la voluntad. Pero cuanto más tenemos contacto con el Señor y le experimentamos, más nuestra mente llega a ser clara y sobria, nuestra emoción llega a ser balanceada adecuadamente y nuestra voluntad se corrige. Esto no es nuestro carácter natural, sino un carácter resucitado. Alabado sea el Señor que la vida divina dentro de nosotros resucita todas las partes de nuestro ser que fue creado por Dios.

ELEVANDO NUESTRAS FACULTADES

Mientras la vida divina resucita nuestras facultades, las eleva al nivel más alto. Esto producirá en nosotros un carácter bien desarrollado. los cristianos no deben ser de carácter bajo. Dondequiera que estemos, deberíamos mostrar el carácter más alto, porque nuestras facultades naturales han sido elevadas por la vida divina. A fin de experimentar esto de una manera completa, necesitamos ser fieles a tener contacto con la vida divina dentro de nosotros. Si somos fieles a hacerlo, nuestro carácter se elevará.

SUMINISTRANDO LAS RIQUEZAS DE CRISTO

Además, mientras la vida divina arroja, resucita y eleva, ella suministra las riquezas de Cristo a nuestras partes internas. Por esta razón, muchos que aman al Señor vienen a ser muy agudos en su mentalidad. Aunque ciertos hermanos y hermanas se den a asistir a todas las reuniones de la iglesia, todavía son estudiantes sobre salientes en la escuela porque sus facultades resucitadas y elevadas están proveídas de las riquezas de Cristo.

SATURANDO NUESTRO SER

Finalmente la vida divina saturará todo nuestro ser. Esta saturación es mucho mejor que la inspiración. Al fin y al cabo, todo nuestro ser será empapado con la vida divina. Esto efectúa la transformación. Las riquezas de Cristo saturan nuestro ser y causan un genuino cambio metabólico. Por esta saturación de la vida divina somos conformados a la imagen de Cristo.

La vida divina está preparada y es capaz de hacer tal obra dentro de nosotros. Pero nosotros necesitamos ejer­citamos en cuanto a lo que el Señor nos ha mostrado. Necesitamos ser fieles a tener contacto con Él, a orarle a Él, a leer la Palabra, y a inhalarle. Hacer estas cosas es poner nuestra mente en el espíritu (8:6). Cuando nuestra mente está puesta en el espíritu, ninguna parte de nuestro ser interior será separada del espíritu. Esto dará a la vida divina un curso libre para arrojar el elemento negativo, resucitar, elevar y suministrar nuestras facultades y saturar cada parte de nuestro ser. Concerniente a esto, nosotros necesitamos orar por nosotros mismos, por otros y por todas las iglesias locales. Que seamos fieles a vivir y andar conforme a lo que hemos visto en estos mensajes.

ESTUDIONIDA DE ROMANOS

MENSAJE SESENTA Y SEIS

DIOS CONDENANDO EL PECADO EN LA CARNE

Lectura Bíblica: RO. 8:1-11

DOS CLASES DE CONDENACION

En este mensaje consideraremos el 8:1-11. En el 8:1 Pablo dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”- Nos es fácil dar por sentado este versículo y suponer que lo entendemos, tal vez pensando que la condenación aquí es la misma que se menciona en el capítulo tres. Pero la condenación descrita en los capítulos dos y tres ha sido eliminada antes del 8:1. Por tanto, la condenación en este versículo es de otra categoría, una condenación que está dentro de nosotros. La condenación en los capítulos dos y tres es algo delante de Dios, no algo según nuestro sentir o conocimiento interiores. Es una condenación objetiva, una condenación según la ley de Dios. Antes de ser salvos, probablemente no teníamos ninguna comprensión de que a la vista de Dios fuimos condenados según Su ley justa. Cuando creímos en el Señor Jesús, esa condenación fue eliminada por la sangre redentora de Cristo. Aleluya, esta condenación ha sido lavada por la sangre de Jesús! Por lo tanto, ya no tenemos esta condenación.

Nosotros no debemos confundir la condenación en los capítulos dos y tres con ésa en el 8:1. La condenación en este versículo es subjetiva; es algo interior que es según nuestro sentir interior y también es en conformidad con nuestra conciencia cristiana. Esto está claro cuando nos damos cuenta de que el 8:1 sigue inmediatamente al capitulo siete. Si leemos el capitulo siete cuidadosamente, veremos que describe una guerra dentro de varias partes de nuestro ser. Sabemos que como seres humanos somos hechos de más de una parte fundamental. A consecuencia de la caída, las varias partes de nuestro ser no están en armonía una con otra.

En el capitulo siete Pablo, el escritor del libro de Romanos, nos dice que una guerra está en furia entre sus partes interiores. Una parte esfuerza la voluntad para guardar la ley de Dios perfectamente y a lo máximo. Esta parte desea deleitarse en Dios, agradar a Dios y satisfacer a Dios. Por eso, en el 7:22 Pablo dice: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios”. Sin embargo cuando esta parte de nuestro ser se ejercita para hacer el bien y cumplir la ley, otra parte se levanta para batallar Esta parte siempre derrota a aquella parte que se deleita en la ley de Dios. Por lo tanto, el 7:28 dice: “Pero veo otra ley en mis miembros, que da guerra contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (lit.>. La buena parte es derrotada cada vez. Puede que nos hagamos a] lado de esta buena parte y que estemos al lado de ella contra la otra parte, pero siempre sufrimos derrota y perdemos la batalla.

Hemos señalado que en el 7:23 Pablo habla de ser llevado cautivo en la ley del pecado que está en sus miembros. ¿No es una situación lastimosa llegar a ser cautivo de esta manera? Sin embargo tenemos que com­prender que como cristianos podemos ser capturados cada día por esta ley del pecado. No somos capturados por enemi­gos gigantes fuera de nosotros, sino por enemigos pequeños dentro de nosotros, por ejemplo, por nuestro mal genio. A menudo hablamos de perder nuestra paciencia. En realidad, es más preciso hablar de ser capturado por la ley del pecado. No es asunto de perder nuestra paciencia; es un asunto de ser cautivo en la ley de] pecado en nuestros miembros.

Romanos 7:24 dice: “¡Miserable hombre soy yo! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?” <lit.). este="" grito="" está="" relacionado="" con="" la="" condenación="" en="" el="" 8:1.="" esta="" no="" es="" condena­ción="" que="" objetiva="" y="" delante="" de="" dios;="" subjetiva,="" dentro="" nosotros.="" además,="" un="" problema="" para="" dios,="" sino="" se="" hace="" nosotros.<br="">


Muy pocos incrédulos experimentan esta clase de condenación. Sin embargo, casi todos los cristianos busca­dores tienen un problema con ella. Cuando ustedes no buscaban al Señor sino que amaban al mundo, no tenían este problema. Pero cuando comenzaron a amar al Señor y a buscarle a Él, espontáneamente se resolvieron a mejo­rarse, aun a ser perfecto y amar al Señor a lo máximo. Esta decisión ocasiona la guerra descrita en Romanos 7. Resolvemos a hacer el bien o a mejorarnos despierta la ley del pecado en nuestros miembros. Causa que todos los enemigos pequeños dentro de nosotros se levan­ten y batallen contra nosotros. Hay muchos enemigos dentro de nosotros. Sin embargo, si un cristiano no ama al Señor mucho, o si no se resuelve a agradarle al Señor, estos enemigos no le molestan. Pero tan pron­to como se resuelva a hacer el bien, los enemigos se levantan.

En el versículo 25 Pablo pasa luego a decir: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo como esclavo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (lit.>. Esta es la conclusión del capitulo siete. En este capitulo no se nos da la manera de ser librados de la condenación subjetiva. Por lo tanto, el capitulo ocho es necesario.

NINGUNA CONDENACION

Pablo empieza el capitulo ocho con una palabra concerniente a la condenación: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. Una vez más yo diría que la condenación aquí es interior. Aquí el escritor puede alabar y declarar que ya no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús. Cuando algunos leen este versículo, tal vez digan: “Yo estoy en Cristo Jesús. Pero, ¿porque no tengo tal grito de victoria? En lugar de eso, todavía estoy suspirando y gimiendo”. La razón es que en realidad y prácticamente es posible que estemos en el 7:24 y no en el 8:1. Cuando disfrutamos al Señor en una reunión de la iglesia, puede que tengamos una sensación de victoria. Estamos entonces en el 8:1. Pero después de la reunión, es posible que seamos derrotados otra vez y que nos encontremos una vez más en el 7:24.

Necesitamos prestar atención al tiempo gramático del 8:1. Este versículo está en el tiempo presente, no en el futuro. Pablo no dice: CCNO habrá condenación”; él dice que ahora no hay ninguna condenación. Cuando surge un problema, deberíamos acordarnos de esto y declarar: “Ahora no hay ninguna condenación”. Por ejemplo, cuando regresen a casa después de una reunión y su esposo o esposa está a punto de hacer mención de un asunto molesto, necesitan recordar que en ese mismo momento no hay condenación. Si declaramos 4 8:1 en medio de nuestras situaciones diarias, veremos cuán efectiva es la palabra de Dios.

Necesitamos proclamar la palabra de Dios al enemigo, a los demonios. Adondequiera que vayamos, debemos declarar la palabra de Dios. En particular, debemos declarar que no hay condenación para los que están en Cristo. Satanás nos mentirá y dirá que estamos derrotados, aunque estamos en Cristo. No acepten esta mentira, y no la crean. Más bien, declaren la palabra de Dios. Declaren que para los que están en Cristo ahora no hay condenación.

COMO TRATO DIOS CON EL PECADO

El grito de victoria de Pablo en el 8:1 no es en vano. Él tiene una base, un fundamento, definitiva para hacer una declaración así. En el versículo 2 él dice: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”. En el próximo versículo él pasa luego a decir: “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne”. Según este versículo, Dios envió a Su propio Hijo no solamente en la semejanza de carne de pecado, sino que también Él le envió concerniente al pecado.

En el 8:3 el pecado no se refiere a los hechos pecaminosos tales como el hurtar. Por supuesto, el hurtar es pecado. Pero éste no es el pecado a que se refiere este versículo. A fin de entender la palabra pecado en este versículo, tenemos que volver al capitulo siete. Según el capítulo siete, el pecado debe de ser una persona, porque puede guerrear contra nosotros, engañarnos, matarnos y capturarnos. El versículo 11 dice: “Porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento me engañó, y por él me mató”. El hecho de que el pecado pueda engañar y matar indica que no solamente es algo personificado, sino que es una persona. Según los capítulos cinco, seis, siete y ocho, el pecado no es meramente una cosa o asunto; es una persona poderosa y viviente que puede capturarnos y aun matarnos. Seguramente, este pecado es mucho más poderoso que nosotros. ¿Quién, entonces, es esta persona llamada el pecado? ¿Quién es este pecado viviente que nos puede engañar, capturar y matar?

Concerniente a este pecado, Dios envió a Su Hijo en la semejanza, en la forma, de la carne de pecado. Esto indica que el pecado mora en cierto elemento, y que este elemento es la carne del hombre. Nuestra carne es por eso la habitación del pecado. El pecado mora en nuestra carne. Además, el pecado se ha hecho uno efectivamente con nuestra carne, haciendo nuestra carne virtualmente la encarnación del pecado.

La mayoría de los cristianos saben el significado de la pa­labra encarnación. Encarnación se refiere a una cosa que anteriormente estaba fuera de otra cosa y que entonces entra en esa cosa y se haga una con ella. El Señor Jesús es Dios. Pero un día El se encarnó; El vino como hombre. De esta manera, el hombre llegó a ser la encarnación de Cristo. En el mismo principio, el pecado se ha hecho uno con nuestra carne, haciéndola la encarnación misma del pecado. No podemos decir exactamente cuando sucedió esta encarnación, pero sabemos que es un hecho. Por eso, nuestra carne es llamada “la carne de pecado” porque el pecado se ha hecho uno con la carne.

Ahora debemos ver que cuando Dios el Padre envió a Dios el Hijo concerniente el pecado y para tratar con el pecado, aun para abolirlo, Él lo envió no en la realidad de la carne de pecado, sino en la semejanza1 en apariencia, de la carne de pecado. Esto significa que Él lo envió en la semejanza de la carne, la cual había llegado a ser la encarnación del pecado. En la semejanza de la carne de pecado, Dios envió a Su Hijo concerniente al pecado y para tratar con el pecado, para condenarlo.

Para entender el versículo 3, necesitamos identificar el sujeto y el predicado. El sujeto es Dios, y el predicado es condenó. Este versículo nos dice que Dios condenó al pecado. Él condenó al enemigo que nos engaña, que guerrea contra nosotros, que nos derrota, que nos captura y que nos mata. ¿Dónde condenó Dios a este pecado? Lo condenó en la carne. Ahora debemos hacer otra pregunta: ¿En la carne de quién condenó Dios al pecado? La respuesta es que Dios condenó al pecado en la carne de Jesucristo, el que fue enviado en la semejanza de la carne de pecado. En esta carne Dios condenó al pecado. Según Juan 1:1 y 14, la Palabra, la cual es Dios, se hizo carne. En esta carne, la encarnación de la Palabra eterna, Dios condenó el pecado a través de la crucifixión. Cuando el hombre Jesús fue crucificado en la carne, ése fue el momento en que Dios condenó el pecado en la carne. Por lo tanto, en la carne de Jesucristo y por medio de Su muerte todo-inclusiva, Dios condenó el pecado.

El versículo 3 no termina con punto1 sino con una coma. Esto indica que el versículo 4 es la continuación del versículo 8. Según estos versículos, Dios condenó a] pecado en la carne para que “la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, mas conforme al espíritu”.

Romanos es un libro sobre la vida cristiana y sobre la vida de la iglesia. Con respecto a la vida cristiana y la vida de la iglesia, el capitulo ocho de Romanos es crucial. Si no tenemos la experiencia revelada en este capitulo, es imposible que tengamos una vida cris­tiana adecuada y una adecuada viña de la iglesia. Entre millones de cristianos hoy, pocos tienen una vida cristiana adecuada y una adecuada vida de la iglesia porque muy pocos saben el secreto crucial encontrado en el capitulo ocho.



DOS MUNDOS, DOS ESFERAS

En el universo hay dos mundos, dos esferas, un mundo espiritual y un mundo físico. En este mundo espiritual hay demonios, espíritus malignos y muchas cosas negativas que nos molestan. Pablo tuvo una revelación del mundo espiritual. En Colosenses 2:14 y 15 él señala que cuando el Señor Jesús fue crucificado, Él despojó a los principados y a las potestades, haciendo una exhibición de ellos en público y triunfando sobre ellos. Los que crucificaron al Señor Jesús no sabían lo que estaba sucediendo en el mundo espiritual mientras el Señor estaba en la cruz. Pero los demonios y los ángeles malignos se dieron cuenta de que la muerte del Señor Jesús en la cruz significó la derrota de ellos. Según Colosenses 2:15, Dios Padre entró para abrir camino para que la crucifixión de Cristo no fuese frustrada. Por lo tanto, mediante la muerte de Cristo en la cruz, los principados y las potestades fueron derrotados. Esto indica que durante Su crucifixión Cristo estaba luchando contra los poderes malignos. Los poderes malig­nos no pudieron prevalecer contra Cristo en la cruz.

Después de que el Señor Jesús murió, fue sepultado. En cierto sentido, los ángeles malignos se alegraron de que Cristo fuese sepultado. Cuando él estaba a punto de levantarse de los muertos, los enemigos de Dios una vez más intentaron frustrarle. Los poderes malignos hicieron todo lo posible para detenerle, retenerle, en la muerte. Pero según Hechos 2:24, fue imposible que Cristo fuese retenido por la muerte. El se levantó de entre los muertos y ascendió al cielo. Cuando ascendió, despojó a las potestades malig­nas y las capturé. Al mencionar esto mi propósito es señalar que la vida cristiana no solamente está relaciona­da con el mundo físico, sino que también está involucrada con el mundo espiritual.

Nuestros problemas en la vida cristiana no son princi­palmente con el mundo físico, sino con el mundo espiritual. Aun el pecado no es en realidad un asunto físico. Al contrario, es algo espiritual y existe en la esfera espiritual. Por lo tanto, si queremos vencer el pecado, necesitamos el poder espiritual, la fuerza espiritual. El poder mental, el cual está en realidad relacionado con el mundo físico, no nos puede librar del poder del pecado. El pecado es espiritual, y se lo puede vencer solamente por medio del poder espiritual. En cuanto a este poder espiritual, Romanos 8 es vital.

ANDANDO CONFORME AL ESPÍRITU

En el 8:4 Pablo se refiere tanto al mundo físico como al mundo espiritual. Él dice que nosotros ‘no andamos conforme a la carne, mas conforme al espíritu”. La expresión “conforme a la carne” se refiere a la esfera física, pero la expresión “conforme al espíritu” se refiere al mundo espiritual. La vida cristiana es complicada. Por un lado, tenemos una parte física que se relaciona con el mundo físico; por otro lado, tenernos una parte espiritual, nuestro espíritu, la cual se relaciona con el mundo espiritual. Necesitamos ver que la vida cristiana está involucrada con ambos mundos y que estos mundos existen dentro de nosotros, Tenernos la carne, y tenemos también el espíritu. Necesitamos considerar si estamos viviendo en la carne, en el mundo físico, o en el espíritu, en el mundo espiritual. ¿Andamos conforme a la carne o conforme al espíritu?

En el 8:3 vemos que con respecto al pecado Dios hizo una gran cosa: Mediante la encarnación del Hijo de Dios, Dios trató con el problema del pecado, condenando 4 pecado en la carne. El versículo 3 incluye tanto la encarna­ción como la crucifixión. Dios envió a Su Hijo en la semejanza de la carne de pecado: esto se refiere a encarnación de Cristo. Entonces Dios condenó al pecado en la carne: esto está relacionado con la crucifixión de Cristo.

Dios condenó al pecado en la carne a fin de que el requi­sito justo de la ley fuese cumplido en nosotros. Notemos que en el versículo 4 Pablo dice cumplido, no guardado. Si hubiera dicho guardado en vez de cumplido, este versículo significaría que nosotros debemos guardar la ley. Sin embargo, aquí Pablo se refiere no solamente al guardar la ley, sino al cumplimiento de los justos requisitos de la ley en los que andan conforme al espíritu. Esto significa que los requisitos de la ley son cumplidos no en los que guardan la ley, sino en los que andan conforme al espíritu.

Romanos 8 es recóndito, profundo y muy experimental. Sin la experiencia espiritual adecuada, no podemos enten­der este capitulo. Según los versículos 3 y 4, Dios envió a Su Hijo encarnado concerniente al pecado. Por la muerte de Su Hijo en la cruz, Dios condenó al pecado en la carne. Su propósito en condenar el pecado era que el requisito justo de la ley de Dios fuese cumplido en nosotros, no por nuestros esfuerzos para guardar la ley, sino por medio de nuestro andar conforme al espíritu. Por eso, no somos los que guardan la ley; somos los que andan conforme al espíritu.



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