La visita fue sorpresiva. Sobre el marco de la puerta se dibujaba, a contra luz, la silueta.


--Es hora de partir... Llegó el momento—
--Está bien, Señor...—Una respuesta que revelaba nostalgia en la voz. En cuestión de segundos toda la vida pasó por su mente como un largometraje en el que se unieron imágenes de la niñez, la adolescencia y la edad adulta. Miró junto a su cama. Allí estaba una maleta. “¿En qué momento empaqué mis cosas?”, pensó, y prefirió no formular esa pregunta a Jesús, que lo esperaba con una expresión de ternura en su rostro. De qué serviría, se preguntó, al razonar que se iría para no regresar jamás...

Y fue en ese instante que reflexionó en lo mucho que no había hecho en vida. Si bien es cierto no podía devolver el tiempo, lo embargó una profunda tristeza al recordar cuán poco había compartido con su esposa. Trabajo, siempre había trabajo y muy poco espacio para ella. Y los hijos, tan rápido pasaron los años que no se dio cuenta de que habían crecido sino hasta el día que uno de ellos se graduó de la universidad...

Pero algo más le inquietó. Él debía rendir cuentas ante el Creador, y en parte estaba satisfecho. Y sus vecinos... ¿Qué pasaría cuando ellos debieran ir al tribunal de Cristo? Él había argumentado tantas ocupaciones que jamás les compartió el evangelio. Y sus compañeros de trabajo ¿Irían a la eternidad con Dios? Lo más probable es que no, porque a ellos tampoco les predicó... y su familia próxima ¿Dónde iría al emprender el viaje sin retorno? De seguro a la oscuridad eterna porque tampoco les compartió las Buenas Nuevas de Jesucristo... Un nudo se hizo en su garganta... Definitivamente había malgastado mucho el tiempo, sus talentos y oportunidades...

--Es hora de partir... –le recordó el Señor Jesús con amor en sus palabras. Y comenzaron a caminar al más allá... Ya no había tiempo...

Es hora de realizar un inventario

¿Qué hacemos con cada instante de nuestra vida? El tiempo se escapa como agua entre las manos ¿Ha pensado en eso? Por mucho que nos afanemos, no podremos retroceder el tiempo. El minuto que avanzó, es imposible retrocederlo.

¿Ha meditado que a vuelta de pocos años se lamentará por los preciosos instantes que desperdició hoy? Esta es una realidad inexorable e inevitable.

Pero hay algo más complejo aún: en este mismo instante muchos, quizá decenas de personas, están partiendo a la eternidad. Lo grave es que la gran mayoría de quienes mueren, no aceptaron a Jesucristo como su único y suficiente Salvador. Es decir, pasaron al más allá sin Cristo... Y si nos atenemos a lo que dicen las Escrituras, quienes fallecieron irán a la perdición eterna.

Pero la historia pudo ser diferente... Sólo bastaba que usted o yo dedicáramos más tiempo para compartir las Buenas Nuevas entre quienes no conocen la obra redentora de Jesús, el Hijo de Dios,

¿Cómo invierte sus talentos?

Cuando meditamos en este aspecto, no podemos menos que recordar la parábola de los talentos. Encontramos este pasaje en el evangelio de Mateo, capítulo 25, versículos del 14 al 30. El Señor Jesucristo hizo el paralelo: “Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos” (versículos 14 y 15).

Aquí encontramos dos aspectos fundamentales:

a.- Dios delegó autoridad y poder en sus siervos para que invirtiesen los talentos.

b.- Dios conoce las aptitudes y potencialidades de toda persona. Tal vez usted no haya valorado sus capacidades, pero el Señor sí. El Sabe cuán lejos puede llegar usted en Sus manos.

Llamados a multiplicar los talentos

El centro del asunto es: ¿Cómo invertimos esos talentos?. Muchos cristianos que tienen formación profesional o capacitación empírica, desperdician toda su potencialidad y se limitan únicamente a ir al templo. ¿Imagina cuánto podrían servir esas vidas en manos del Señor? Un médico, una enfermera, un trabajador de la construcción, un plomero...en fin, muchas personas que podrían sumarse a brigadas sociales, y a través de esas jornadas aprovechar la ocasión para predicar. A partir de sus aptitudes y habilidades, hay sinnúmero de ideas que pueden surgir y que podríamos aprovechar para que la Palabra de Dios sea predicada.

Sin embargo, en la vida hallaremos a quienes multiplican los dones, y quienes asumen una actitud indiferente. “Y el que había recibido cinco, ganó también otros cinco. Pero el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en tierra, y escondió el dinero de su señor” (versículos del 18 al 20).

Tarde o temprano rendiremos cuentas

Es inevitable que rindamos cuentas al Señor respecto a cómo utilizamos nuestra mayordomía. “Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos”(Versículo 19).

Pienso en pastores, líderes y cristianos que se conformaron con vivir a Cristo amparados en las cuatro paredes del templo. Jamás salieron a evangelizar. Siempre esperaron que las almas llegaran a la congregación. Nunca salieron a la calle en búsqueda de esas vidas que se pierden sin la salvación eterna. En cierta manera las personas condenadas a la perdición eterna, son nuestra responsabilidad.

Imagine por un instante que está disfrutando del paraíso. Todo a su alrededor es hermoso. Sin embargo, algo rompe la tranquilidad. Son miles de seres que gritan desperados en el infierno. Y usted reconoce que pudo haber salvado decenas, con solo compartirles el evangelio. No tenía tempo. Su argumento era que siempre estaba ocupado. Y por su culpa, las almas se perdieron...

Fiel en lo poco, fiel en lo mucho

Hay algo más que le invito a examinar. Dios tiene una recompensa para su pueblo. Lo que usted hace por la propagación del evangelio, tendrá su reconocimiento divino. A quienes habían multiplicado sus talentos les dijo: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor”(versículo 23). El apóstol Pablo escribió también: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58).

Conozco personas que aspiran, de la noche a la mañana, ir a predicar a las naciones, pero jamás se animan ni siquiera a distribuir un tratado o folleto evangelístico. O quienes desean ser pastores de iglesias prósperas donde la congregación sea enorme, pero no son capaces de salir a evangelizar en las calles.

Dios permita que hoy comience a pensar honestamente: ¿Cómo está invirtiendo sus talentos? No deje que sus capacidades sigan dormidas, mientras miles de personas se pierden en la eternidad sin Cristo...

Ps. Fernando Alexis Jiménez

Ministerio de Evangelismo y Misiones “Heraldos de la Palabra”

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