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Es interesante mirar las 111 frecuencias que en 106 versículos en nuestra RV-1960 aparece la palabra “evangelio”.
No sabiendo de otros que anteriormente se hayan tomado tal trabajo selectivo –pues disponemos de comentarios completos del NT versículo por versículo-, razón de más para que asumamos tal emprendimiento; pero no yendo hacia el texto para su exégesis, sino trayendo el texto hasta nosotros para que alumbre nuestra presente situación local.
El Señor Jesús primero; luego sus apóstoles; y finalmente todos los discípulos de la iglesia en Jerusalem que fueron esparcidos: “iban por todas partes anunciando el evangelio” (Hch. 8:4). ¿Es lo mismo hoy?
El Señor Jesús primero; luego sus apóstoles; y finalmente todos los discípulos de la iglesia en Jerusalem que fueron esparcidos: “iban por todas partes anunciando el evangelio” (Hch. 8:4). ¿Es lo mismo hoy?
Convendrá a nuestro estudio reparar en algunos aspectos sugestivos:
Mateo 4:
23Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. 24Y se difundió su fama
Este expresión nos escudriña profundamente: ¿cuál fama hoy día comúnmente trasciende? ¿La del Señor Jesucristo o la del evangelista que
lo predica? Hace esto acordar a la vieja anécdota de aquellos tres amigos londinenses que se encuentran al final de un domingo para intercambiar impresiones sobre las distintas predicaciones que escucharon en sus respectivos lugares de reunión:
Dice admirado el primero: -¡Qué gran predicador!
El segundo, embelesado: -¡Qué estupendo sermón!
El tercero, como adorando: -¡Qué maravilloso Salvador!
Se dice de este último que había ido al Tabernáculo Metropolitano a oír a Spurgeon.
Mateo 4:
23Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. 24Y se difundió su fama
Este expresión nos escudriña profundamente: ¿cuál fama hoy día comúnmente trasciende? ¿La del Señor Jesucristo o la del evangelista que
lo predica? Hace esto acordar a la vieja anécdota de aquellos tres amigos londinenses que se encuentran al final de un domingo para intercambiar impresiones sobre las distintas predicaciones que escucharon en sus respectivos lugares de reunión:
Dice admirado el primero: -¡Qué gran predicador!
El segundo, embelesado: -¡Qué estupendo sermón!
El tercero, como adorando: -¡Qué maravilloso Salvador!
Se dice de este último que había ido al Tabernáculo Metropolitano a oír a Spurgeon.
Debido a la longitud del Estudio no lo publicamos completo. Para seguir leyéndolo abra la versión en PDF.