¿Cómo reaccionamos ante los problemas de la cotidianidad?

Cuando los cubiertos volaron por encima de la mesa, no pensó que era una reacción violenta. Sentía necesidad de expresar su contrariedad. Y lo hizo. Fue algo mecánico, aprendido con el paso de los años. De su estado no lo sacó ni siquiera la estridencia de platos y cucharas al caer.

 
Su esposa e hijos miraban atónitos. No podían entender qué había desencadenado una reacción así. Frente a sus ojos, un padre furibundo que sacudía un recibo de servicios básicos. Vociferaba, decía cosas sin coherencia, amenazaba.

Nadie se atrevía siquiera a abrir los labios. Los niños salieron en dirección a su cuarto. La esposa recogió los alimentos que habían rodado por el suelo. No tomaron la cena. El incidente lo echó todo a perder... No dijeron nada porque no había nada que decir.

Minutos después, Rafael estaba sentado en la sala, viendo la televisión. Miró de nuevo la factura de los servicios. “No está tan cara... Otras veces la cuenta ha sido mayor...”, razonó. Pero estaba solo. Los demás estaban fuera. No querían compartir ese instante con él. No era el momento apropiado. Sintió remordimiento y concluyó que ese incidente pudo tener otro curso. Que las cosas pudieron resolverse de otra forma, con sensatez.

¿Cuáles son sus reacciones?

Incidentes sencillos de nuestra cotidianidad revelan gran parte de lo que somos. Nuestras reacciones ponen al descubierto cómo pensamos y actuamos. Por esa razón, eventualidades por pequeñas que parezcan, sacan a la luz quiénes somos en realidad, Para enfrentar situaciones complejas quizá estemos preparados, pero no para afrontar contrariedades pequeñas.

Un incidente familiar relatado en la Biblia evidencia la personalidad, principios y valores que asisten a un cristiano auténtico. El pasaje lo encontramos en el segundo libro de Reyes, capítulo seis, versículos del uno al siete. ¿El protagonista? El profeta Eliseo. De su experiencia podemos aprender pautas que aplicadas en la práctica, nos traerán crecimiento personal y espiritual.

1. Un cristiano está preparado para el mejoramiento continuo.

El conformismo y la mediocridad no deben estar asociados con el cristiano. Por el contrario, nuestra mente debe estar abierta a los cambios, a mejorar cada día, a ser excelentes tanto en nuestro desempeño social, familiar como ministerial, es decir, el servicio que prestamos en nuestra congregación.

La Escritura señala que: “Un día, los profetas dijeron a Eliseo: Mira, el lugar donde vivimos contigo es demasiado estrecho para nosotros. Permítenos ir al Jordán y tomar cada uno de nosotros un tronco para construir allí un lugar donde vivir. –Vayan pues—respondió Eliseo.” (2 Reyes 6:1, 2 Versión Popular “Dios habla hoy”).

No es concebible asumir que estamos resignados a vivir en el estancamiento. Cristianos que no aspiren a progresar, que asimilan y adoptan la miseria y la falta de condiciones de vida digna – a nivel personal y con quienes le rodean--, aquellos que no esperan avanzar en todas las áreas de su vida, están condenados al estancamiento. Y eso no es justo. Nuestro Dios es activo, dinámico... y sus hijos no podemos sujetarnos a la inercia sin hacer lo más mínimo por salir adelante.

3. Un cristiano tiene sueños, metas y propósitos claros

Conocí una iglesia que crecía de manera sorprendente, al sur de Cali. Pronto las instalaciones no ofrecían el espacio suficiente para albergar un elevado número de asistentes. Sin embargo sus pastores y líderes se resistían no solo a cambiar de sede sino a contemplar la posibilidad de adquirir o al menos rentar un espacio más amplio.

Si revisamos los dos primeros versículos del texto que analizamos, encontraremos a un grupo de personas que anhelaban “ensanchar la tienda”, es decir, crecer.

Como cristiano, usted nació para cosas grandes. Revise su vida. No puede seguir estancado en pequeñeces. Su reto son los sueños que rompen las dimensiones de los que tienen quienes le rodean. El compromiso: materializarlos con ayuda de Dios.

4. Un cristiano no se limita a ordenar sino que es el primero en actuar

Despierta preocupación que en nuestras iglesias haya muchos “caciques” y pocos “indios”. Pareciera que todos aspirara a ser pastores para acceder al poder, a impartir cátedra y dejar de lado el trabajo que es necesario hacer, aunque algunos pastores y líderes no lo hacen.

Cursaba por aquél entonces los primeros semestres de teología en el Seminario. Un sábado en la tarde nos enviaron a evangelizar en las calles. El líder nos instruyo por varios minutos sobre lo que debíamos hacer al abordar a quienes no conocían a Jesucristo. Y salimos con entusiasmo. Sobra decir que en verano Cali es una ciudad calurosa.

Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando, media hora después, encontramos a nuestro líder al amparo de la sombra, bebiendo soda mientras que los estudiantes sudábamos la gota gorda en la avenida. La jornada terminó en un rotundo fracaso. A ninguno le quedó ánimo de nada.

Ahora bien ¿De qué manera encaja este principio de vida en el texto? Frente a la propuesta que le hicieron, Eliseo estuvo dispuesto a ser el primero en involucrarse: ”—Vayan, pues—respondió Eliseo.

--Por favor, acompáñanos—dijo uno de ellos.

--Muy bien, los acompañaré—contestó él. Y Eliseo fue con ellos hasta el Jordán, y allí se pusieron a cortar árboles” (versículos 3 y 4).

Es fundamental que desechemos la actitud autoritaria, de sólo ordenar y comenzar desde ya a ser cristianos que jalonan el cambio, que no sólo dicen sino que hacen.

5. Un cristiano enfrenta situaciones normales...

Una actitud generalizada entre muchos cristianos es pensar que sólo a ellos les ocurren incidentes. Algunos asocian las circunstancias con una “difícil prueba que me puso el Señor”. Otros preguntan: “¿Por qué a mí?”. Y olvidamos que al aceptar a Cristo no compramos un “seguro contra todo incidente”. Y por supuesto, no debería ser así.

El pasaje que analizamos muestra que circunstancias contrarias, así sean pequeñas, es normal que se presenten. De ahí que llama la atención que las haya consignado allí el autor. “Pero ocurrió que, al cortar uno un tronco, el hacha se le cayó al agua. Entonces gritó: --¡Ay, maestro! ¡Esa hacha era prestada!” (versículo 5).

Sorprende que haya quienes se descomponen por cosas sencillas. Pero ocurre con frecuencia y es necesario aprender a manejar esas situaciones. No podemos ni desanimarnos ni desesperarnos porque perdemos la capacidad de actuar con serenidad. Y el afán y la desesperación no son buenos consejeros.

6. Un cristiano busca soluciones, no agranda los problemas

La reacción de Eliseo, frente a este incidente que estaba fuera de sus planes, no fue la de buscar un culpable ni de señalar o cuestionar el descuido. Fue, sencillamente, de buscar soluciones con ayuda de Dios. “—¿Dónde cayó?— le preguntó el profeta. El otro señaló el lugar. Entonces Eliseo cortó un palo, lo arrojó allí e hizo que el hacha saliera a flote. –Recógela— ordenó Eliseo. El otro extendió la mano y recogió el hacha” (versículos 6 y 7).

Si buscáramos salidas antes que laberintos, de seguro las cosas serían más fáciles. La vida sería más llevadera. El problema radica en que tornamos complejo todo lo que nos rodea. En ocasiones hasta nos ahogamos en un “vaso con agua”. Y eso no es justo para nuestra vida ni para la de quienes nos rodean.

Sus reacciones y actitudes pueden cambiar

La disposición de cambio nace en el corazón. Nadie puede obligarnos para hacerlo. Pero no basta con querer. Es necesario que haya una fuerza que nos motive para hacerlo. Y esa fuerza proviene de Dios. Sólo Él puede ayudarnos.

Yo le invito para que rinda todas sus debilidades a Aquél que puede cambiar las vidas. Sólo Jesucristo, el Hijo de Dios, puede hacer de usted una nueva persona. Pero es necesario que reconozca sus errores y le pida que obre en su existencia. El Señor transformará su existencia. No lo dude ¡Comience ahora!. No olvide que las pautas trazadas en la Biblia no son para ilustrarnos únicamente sino para llevarlas a la vida práctica. Sólo de esta manera crecemos espiritual y personalmente.

Si tiene alguna duda, petición de oración o inquietud, no dude en escribirme.

Ps. Fernando Alexis Jiménez
Ministerio de Evangelismo y Misiones “Heraldos de la Palabra”
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