Regularmente, todos competimos en cualquier cosa que sea con un objetivo sencillo y claro: obtener la victoria. De no mediar esta necesidad, no habría competencia. La vida del creyente es una permanente batalla de corte espiritual y una suerte de carrera de obstáculos. ¿El objetivo? Parecería ser el mismo. La gran pregunta y su probable respuesta en este trabajo, es:…