En un ambiente religioso por excelencia en el que se ha transformado el cristianismo actual, salir a la palestra con una palabra de Reino, de Reforma o de cualquier otra cosa que no sea la predicada tradicionalmente desde los púlpitos de las grandes organizaciones conocidas, lleva inexorablemente un sello de desconfianza e incredulidad. La pregunta es la del título. La respuesta, una vez accedes a ella, es tuya.