Seguramente que, desde que aceptaste formar parte de la iglesia del Señor, alguien te enseñó que debes orar mucho y bien, que de tu conversación cotidiana con Dios, surgirán las mejores cosas para tu vida. Sin embargo, lo que no siempre se ha enseñado -y aquí trato de hacerlo-, es que en algunos casos ciertos asuntos constituyen obstáculo para tu oración. Tanto para ejecutarla como para que llegue al trono de la Gracia.