Alguien, con mucho tino, consignó alguna vez que Dios es lo más parecido a una locomotora que arrastra un tremendo tren. Dijo que cuando Él se pone en marcha, no hay nadie ni nada que lo detenga. Pero aclaró que todo eso será posible siempre y cuando esa poderosa locomotora tenga vías por las cuales moverse. Y a esas vías, las pones tú o yo. Porque esas vías representan a la fe.