Cuando tú aceptas a Jesucristo como Salvador personal de tu vida, y aceptas asimismo convertirlo en auténtico y absoluto Señor de tu vida, tú adquieres una identidad específica, puntual y sellada por el Espíritu Santo: salvo. Esa será de allí en más, tu documento a presentar en cada ocasión crítica. De ninguna manera podrás pretender vencer un problema sin presentar ese documento.