Es el verdadero flagelo que ha paralizado la obra de Dios en toda la tierra. Es la mejor arma esgrimida por el infierno para contrarrestare las bondades globales que encierra el evangelio de la cruz. Porque a favor del trabajo de este espíritu maligno que es real y muy efectivo, la fe sencilla y de triunfo, se ha trocado en rutinas, tradiciones, actividades y mucho discurso humanista, que hoy por hoy está reemplazando a la palabra de Dios.