ORACIÓN, divino tesoro: ¡Llama a la puerta!

ORACIÓN, divino tesoro:


¡LLAMA A LA PUERTA!

“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros,
dice Jehová,
pensamientos de paz, Y NO DE MAL,
para daros el fin que esperáis.
Entonces me invocaréis,
y vendréis y ORARÉIS A MÍ,
y yo os oiré;
y me buscaréis y me hallaréis,
porque me buscaréis de TODO VUESTRO CORAZÓN”.
JEREMÍAS 29:11-13

“Clama a mí,
y yo te responderé,
y te enseñaré COSAS GRANDES Y OCULTAS que tú no conoces ”.
JEREMÍAS 33:3
Prólogo

A mis amados hermanos y hermanas en Cristo Jesús:

Dura es la circunstancia, que creía lejana, que me toca vivir actualmente. Casi siempre estamos mirando los toros desde la barrera, hasta que el GRAN ORDENADOR nos da la alternativa para lidiar con la bestia. Siempre son los otros que son abrazados y abrasados por el dolor, ¡no yo!

En medio de mi abatimiento descubro que no tengo otro lugar donde ir sino al regazo de mi Señor. ¡Gloria a Dios, mi verdadero Padre!

Queriendo enfocar mi ATENCIÓN, mi energía toda, en ORACIÓN al DIOS DE ISRAEL, me he topado con algunos sermones predicados por un hermosísimo hermano en el SEÑOR JESUCRISTO que hace ya muchos años que, dejando de morir en este mundo, vive ante Su divina presencia.

La identidad de este hermano, quien BASADO EN SU DEVOCIÓN A LA ORACIÓN en su tiempo fue dirigido por el Espíritu para construir y dirigir una gran congregación independiente, no es importante. Lo que sí es realmente importante es que este hombre que hoy mora en el Paraíso, fue un AUTÉNTICO CREYENTE EN CRISTO y fervoroso maestro de las Escrituras guiado por el ESPÍRITU SANTO que ha dejado tras sí un hermoso eco de esperanza a través de sus palabras; exquisitas palabras que nos instruyen maravillosamente sobre el VITAL TEMA que la oración es.

Es mi mayor deseo en este momento, justo antes de comenzar a verter en lengua castellana el mensaje que el ESPÍRITU expresara a través de nuestro hermano, que el mismo sea de gran provecho para todos y que provoque en todos no sólo el ENRIQUECEDOR DESEO DE ORAR sino que también provoque en nosotros el deseo de compartir nuestras experiencias en este terreno con todos.

Dios, Padre nuestro, ten misericordia de nosotros y enséñanos a administrar el diario maná que graciosamente nos envías; mantén Tu Santo Espíritu en nosotros para que así podamos clamar desde el fondo de nuestras extenuadas almas:

¡ABBA, PADRE, CÚMPLASE TU SAGRADA VOLUNTAD Y NO LA MÍA!



En Cristo Jesús,

Caleb Joshua



I

¡LLAMA A LA PUERTA!

“Pedid, y se os dará;
buscad, y hallaréis;
llamad, y se os abrirá.
Porque todo aquel que pide, recibe;
y el que busca, halla;
y al que llama, se le abrirá”.
MATEO 7:7-8


Abundemos en oración. Nada debajo del cielo paga como el prevalecer en oración. El que tiene poder en oración tiene todas las cosas a su alcance.

Pide por todo lo que necesites, cualquier cosa: Si ésta es buena y correcta, ya ha sido prometida al buscador sincero. Pide por lo que Adán te hizo perder en su caída y por lo que tú mismo has perdido por tu propia negligencia y recaída, por tu falta de oración. Busca hasta que halles la gracia que tanto necesitas. Entonces llama a la puerta. Si te parece que te has quedado sin comodidad, sin esperanza, sin Dios, entonces llama a la puerta; porque el Señor ha de abrirla para ti. Aquí tú necesitas la propia intervención del Señor: Puedes pedir y recibir, puedes buscar y hallar; pero no puedes llamar y abrir—el Señor, sólo Él, debe abrir la puerta o, de lo contrario, serás dejado afuera para siempre. Dios está listo para abrir la puerta. No hay un querubín guardando esta puerta con una fiera espada en la mano, pero, por el contrario, el SEÑOR JESUCRISTO ABRE y ningún hombre CIERRA.

¿Tienes miedo de que el pecado haya puesto barrotes en la PUERTA DE GRACIA para cerrártela permanentemente? En tu juicio, tus sentimientos de abatimiento echan el cerrojo a la puerta. No, todavía esto no es así. La puerta no tiene barrote o cerrojo alguno como tú piensas. Aunque pudiera decirse que en cierto sentido está cerrada, en otro sentido ésta nunca estará cerrada. En cualquier caso ésta se abre muy libremente; sus bisagras no están oxidadas, ningún cerrojo la asegura. El Señor está contento de abrir esta puerta a cada alma que llame a ella. Ésta está cerrada mucho más en tu temor que en la realidad. Ten fe y entra en este momento a través del SANTO CORAJE.

Y si le suplicamos a Dios por un rato sin haber recibido respuesta alguna, esto nos hace más fervientes. David se vio a sí mismo como sí estuviera hundiéndose en el lodazal, más y más hondamente, hasta que gritó desde las profundidades, y entonces al final él fue sacado de tan horrible pozo y sus pies colocados sobre una roca. Así, nuestros corazones necesitan ser agrandados y ablandados. La pala de la agonía está cavando zanjas para REPRESAR EL AGUA DE VIDA. Si los BARCOS DE ORACIÓN no vienen a casa rápidamente, es porque están PESADAMENTE CARGADOS CON BENDICIONES. Si llamas a la puerta con un corazón pesado, todavía debes CANTAR CON ALEGRÍA DE ESPÍRITU.

¡Nunca te desalientes!


Señor Jesucristo, Tú, sólo Tú, puedes abrir la puerta a la que en este instante estoy llamando. Ven a mí, yo oro. ¡Amen!.




II

¡NO TE PREOCUPES!

“Por tanto os digo:
No os afanéis por vuestra vida,
qué habéis de comer o qué habéis de beber;
ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.
¿No es la vida más que el alimento,
y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo…”.
MATEO 6:25-26


La excesiva ansiedad es muy común entre nosotros. Muchos de nosotros somos nerviosos, tímidos, dubitativos y propensos al miedo. Hay abundancia de pesimistas alrededor nuestro, aunque ellos muy raramente se reconocerían a sí mismos como tales. Para ellos lo malo es siempre inminente; siempre estamos a punto de dar un salto a la oscuridad. Todos los pájaros son búhos o cuervos. Todos sus cisnes son negros. Si hoy llueve, mañana lloverá y el día siguiente, y el siguiente, y por seguro habrá un diluvio. Y si el día está bonito hoy, seguro que estará seco mañana y así sucesivamente por meses hasta que la tierra y todos los prados perezcan bajo la inclemente sequía. Supongo que ellos no pueden superar la excesiva ansiedad pero los creyentes en Cristo deben hacerlo ya que la Palabra del Señor es sencilla y vinculante: “No os afanéis por vuestra vida”.

La quejosa ansiedad está prohibida al creyente y es totalmente innecesaria. Si tú tienes un PAPÁ en el cielo que te cuida y, sin embargo, perseveras en tu OBSTINADA preocupación, ¿acaso no arrojas vergüenza sobre cada pajarito que se posa sobre la rama y canta aun cuando éste no haya hallado ni siquiera dos granos de cebada en el mundo entero? Dios se encarga de los pájaros que pueblan el aire y así ellos viven exentos de preocupación. ¿Por qué no, nosotros?

Nuestro Señor también enseñó que tal ansiedad es inútil porque, con toda nuestra preocupación, no podemos agregar ni una sola hora a nuestras vidas ¿Podemos hacer algo más a través de nuestra quejumbrosa preocupación? ¿Qué pasaría si el granjero deplorara la falta de lluvia? ¿Acaso sus miedos destaparán las botellas de los cielos? Es infinitamente más sabio hacer lo mejor que podamos y entonces echar toda nuestra preocupación encima de nuestro Dios. Prudencia es sabiduría, porque está adapta los medios a los fines; pero la ansiedad es auténtica locura ya que ésta refunfuña y se preocupa y nada realiza, nada consigue.

Además, “los gentiles (paganos) buscan todas estas cosas”. Dejemos pues que el HEREDERO DEL CIELO haga su parte, la cual es mucho más noble que la del mero hombre de este mundo. Nuestra falta de confianza en nuestro Dios es infantil y deshonrosa. Si no pudiéramos confiar en Él, ¿acaso podríamos conducirnos mejor nosotros mismos? ¿Acaso podemos hacer algo mejor que “saber que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien?”.

Padre, abre los ojos de mi corazón para verte tal como Tú eres. Pongo mis preocupaciones a Tus pies. ¡Amen!


III

ADOPCIÓN: EL ESPÍRITU y EL GRITO

“Y por cuanto sois hijos,
Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo,
el cual clama: ¡ABBA, PADRE!”.
GÁLATAS 4:6


La palabra Abba* es de todas las palabras en todos los idiomas la palabra más natural para decir PADRE. Es ciertamente una palabra de niños; y no tengo duda alguna de que nuestro Maestro experimentó, en Su agonía en el Getsemaní, un gran amor por el lenguaje de los niños. (Marcos 14:36). Creo que esta dulce palabra Abba fue escogida para demostrarnos que necesitamos ser bien naturales con Dios, no rebuscados ni formales. Tenemos que ser bien afectuosos para acercarnos a Él y atrevidos para descansar en Su regazo, admirando Su rostro y hablando con santo aplomo. “Abba” no es una palabra cualquiera sino un balbuceo de bebé. ¡OH, cuán cerca estamos de Dios cuando podemos usar tal forma de hablar! Cuán amado Él es para nosotros y nosotros para Él cuando podemos decirle, tal como el GRAN HIJO lo hace, “Abba, Padre”.


Este grito en nuestros corazones no es sólo ingenuo sino también el tono y la manera de proferirlo. Nótese que estamos hablando de un “GRITO”. Si llegásemos a conseguir una audiencia con un rey, jamás gritaríamos; más bien, hablaríamos en mesurado tono y colocando cada frase en delicioso orden. Mas el ESPÍRITU SANTO DE DIOS nos saca de cualquier formalidad, conduciéndonos a gritar “Abba”. Hasta nuestros mismísimos gritos están llenos del ESPÍRITU DE ADOPCIÓN. ¿Y a que niño le importa que su papi lo oiga gritar? Cuando el Espíritu en nosotros nos envía gritos y gemidos, no nos avergonzamos ni sentimos miedo de llorar ante Dios. Tal vez pienses que Dios no escuchará tus oraciones porque no oras presuntuosamente como algunas otras personas lo hacen. Mas el Espíritu de Su Hijo grita y tú no puedes hacer nada mejor que gritar, también. Complácete en ofrecer a Dios palabras destrozadas, palabras saladas con tus gritos, empapadas con tus lágrimas. Ve a Él con santa familiaridad y no tengas miedo de gritar en Su presencia, “Abba, Padre”.


¿Acaso Él no nos ha traído tan cerca de Sí hasta el punto de que algunas veces decimos, “No te dejaré, si no me bendices” (Génesis 32:26)? Gritando en pos de Él, nuestro corazón y nuestra carne piden a gritos y al unísono por la presencia de Dios, por el ETERNO DIOS VIVIENTE DE ISRAEL. ¡Aleluya!


*Papá



Abba, Padre, debo conocerte, debo degustar Tu amor, debo morar bajo Tu protectora ala. Debo contemplar Tu rostro, debo sentir Tu grandioso corazón paternal desbordándose y llenando mi corazón con paz. ¡Amen!






IV



ORACIÓN EFICAZ

“Al principio de tus ruegos fue dada la orden,
y yo he venido para enseñártela,
porque tú eres muy amado.
Entiende, pues, la orden,
y entiende la visión.”.
DANIEL 9:23


¿Con qué he de comparar las súplicas de Daniel? Me parece como sí hubiera tronado y relampagueado a las puertas del cielo. El permaneció allí ante Dios diciéndole: “OH, Altísimo, Tú has me has traído a este lugar tal como Tú llevaste a Jacob al vado Jacoc y contigo toda la noche quiero permanecer y batallar hasta el despuntar del día. No puedo y no te dejaré ir A MENOS QUE ME BENDIGAS”. Ninguna oración haría caer una respuesta inmediata si ésta no fuera una ORACIÓN FERVIENTE. “La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16), mas no podemos encontrarla eficaz si ésta no es ferviente. Debemos deshacernos de los témpanos de hielo que cuelgan alrededor de nuestros labios. Debemos pedirle al Señor que derrita las heladas cavernas de nuestras almas y haga de nuestros corazones calderas ardientes, siete veces más calientes que lo habitual. Si nuestros corazones no arden dentro de nosotros, bien pudiéramos preguntarnos si Jesús está con nosotros. Aquéllos que no son ni fríos ni calientes serán vomitados de su boca (Apocalipsis 3:16). Él es “fuego devorador”, Él no estará en íntima comunión con nosotros hasta que nuestras almas crezcan hasta el punto de ser como devorador fuego, también.

¡OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOH, por un poderoso grito! ¡Un imperioso grito! ¡Un estremecedor grito que sacuda al cielo! ¡Un grito que pueda hacer que las puertas del cielo se abran! ¡Un grito que los brazos de Dios no puedan resistir! ¡Un grito de los santos unidos en amor y llenos con el santo ardor! ¡Que sea Dios quien lance la piedra en la estancada charca de Su iglesia y pueda yo ver las olas de avivamiento arrojadas hacia fuera, hacia el mundo entero. El Reino de Dios ha de expandirse y refrescantes días han de venir desde la presencia del Señor. Ahora permítasenos decir en Su presencia que aun sí Él no quisiera oírnos en el principio de nuestra suplicación, es nuestro mayor deseo esperar en Él hasta que Él nos oiga. Tú, Señor nuestro, todavía permaneces escondido detrás de las montañas, hasta que esperemos por Ti así como ellas esperan por la mañana. Mas no te demores, ¡OH Dios nuestro! Date prisa AMADO nuestro.



Espíritu Santo, enciende en mi alma un fuego de ferviente amor por Jesús. A través de Su presencia derrite los témpanos que han enfriado mi corazón. ¡Amen!




V

ORANDO EN EL ESPÍRITU

“Pero vosotros, amados,
edificándoos sobre vuestra santísima fe,
ORANDO EN EL ESPÍRITU SANTO,
conservaos en el amor de Dios,
esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.”.
JUDAS 1:20-21

Es maravilloso saber que Dios observa a Su pueblo y no se sienta como un indiferente espectador ante sus conflictos y dificultades. El Señor sabe de nuestras flaquezas y fracasos en la oración, pero con todo Él no se enfada con nosotros. En cambio, Él se conmueve hasta el punto de la piedad y el amor por nosotros. En lugar de cerrar las puertas de la misericordia, Él descubre maneras de traer al lisiado ante Su presencia. Él enseña a orar al ignorante y fortalece al débil con Su propia fortaleza. Esta ayuda no puede ser hallada en ningún libro o en la vana repetición de ciertas palabras en ciertos “consagrados lugares” sino mediante la condescendiente asistencia del Espíritu Santo.

Entiendo que el Espíritu Santo está realmente ayudándome a orar, que Él me dirá cómo orar y que cuando yo llegue al un punto donde mis palabras se hayan agotado y no pueda expresar mis deseos, Él aparecerá en mí limitación e intercederá por mí con gemidos que no pueden ser proferidos por hombre alguno. Jesús en Su agonía en el Getsemaní fue fortalecido por un ángel; tú estás para ser fortalecido por el mismísimo Dios. Esta reflexión no necesita ser adornada por expresión retórica alguna. Tómala como un gran trozo del oro de Ofir y valórala; ésta no tiene precio, está más allá de todo precio. Dios el Espíritu Santo Se complace en ayudarte cuando estás arrodillado y no puedes poner dos palabras juntas en el habla que es común a los hombres. En este preciso instante Él—el Espíritu Santo—te ayudará a hablar con Dios Padre. Y si en el estrado de la misericordia yerras en las palabras, tú, en realidad, no has de fracasar ya que tu corazón saldrá victorioso. Dios no requiere palabras. Él nunca lee nuestras peticiones de acuerdo a la expresión externa sino de acuerdo a los gemidos internos. ¡ÉL NUNCA LEE EL PERIÓDICO, NI ESCUCHA NI VE LOS NOTICIEROS, PARA ESTAR INFORMADO! Él se da cuenta de la nostalgia, el deseo, el suspiro y del grito que surgen desde el fondo de nuestros corazones.

Recuerda que lo externo de la oración no es sino la cáscara; la oración interna es su verdadera almendra y esencia. En efecto, la oración gemida desde adentro en la angustiosa amargura de un espíritu desolado—en medio de un llanto demasiado discordante para los oídos humanos—es música a los oídos de Dios. Date cuenta del valor que el corazón tiene en la oración y sé confortado.


Espíritu Santo, enséñame a orar, fortaléceme en oración. Mi corazón es Tuyo. Intercede por mí ante el trono del Padre. ¡Amen!



VI

Oración verdadera, ¡VERDADERO PODER!

“Por tanto,
os digo que todo lo que pidiereis orando,
creed que lo recibiréis,
y os vendrá”.
MARCOS 11:24


¡Miremos hacia arriba y permitámonos llorar! ¡OH, Dios! Tú nos has dado una poderosa arma y nosotros la hemos dejado oxidar. Tú nos has dado eso que es tan poderoso como Tú mismo y nosotros hemos dejado que ese poder yazga aletargado. ¿Qué debemos decir de nosotros mismos cuando Dios nos ha dado poder mediante la oración—inigualable poder, pletórico de bendiciones para nosotros mismos y de incontable misericordia para otros—y éste todavía yace inútilmente en nosotros? A Tu pueblo Tú le has dado un regalo que es muchísimo mejor que el sol o el viento o la vida misma y, sin embargo, dejamos que éste yazga inútilmente en nosotros. Incluso, casi olvidamos cómo ejercer tal poder. ¡Llora, creyente! Por no haber orado, hemos sido derrotados y nuestros estandartes se arrastran por la polvareda. ¡Llora, creyente, llora! Regresa a tu Dios y confiesa ante Él que, aun estando bien armado y cargado de excelente municiones, te echaste para atrás en EL DÍA DE LA BATALLA. ¡Llora, creyente, llora! Tu espíritu no se ha movido en lo absoluto. Despierta, despiértate y asómbrate: ¡HAS DESCUIDADO LA ORACIÓN! ¡Llora, creyente, llora! Batalla y esfuérzate con la ayuda de tu Dios y la bendición ha de venir a ti—la temprana y tardía lluvia de Su misericordia— y la tierra dará a luz copiosamente, y todas las naciones le llamarán a Él, “¡BENDITO!”.

Una vez más, mira hacia arriba y ¡REGOCIJATE!. No, no has buscado suficientemente Su cara, pero al contemplarte Él te todavía te grita, “¡BUSCA MI CARA!”. ¡Qué bendición tan grande que el MAESTRO en los cielos esté siempre listo para escucharnos! Deja que cada vena de tu corazón se rebose con la riquísima sangre del deseo de verle a Él y deja que cada vena de tu corazón pelee, batalle y se esfuerce por alcanzarle a Él, usando las promesas y suplicando los atributos de Dios, y entonces ve si Dios no ha de darte los deseos de tu humillado corazón. ¡Te reto, hermano mío, amigo mío! Te reto a que sobrepases en oración, si fuese posible, la generosidad del Maestro. Créele a Él para que seas más y más como Él es. Abre tu boca ampliamente, hasta donde creas que Él no va a poder llenarla. ¡Acude a Él ahora!, más por fe que por las garantías prometidas. Aventúrate, arriésgate y, si fuese posible, supera al Eterno. Entonces ve si por creerle a Él, Él no cumple la promesa y te bendice ricamente con el ungiente aceite de Su Espíritu Santo mediante el cual tú serás fortalecido en y para oración. Él te oirá y tu entonces orarás como un imperante príncipe.


Padre, busco Tu cara, necesito tu cara. Tu promesa es abrumadora. Lléname con Tu maravilloso don de la FE en ti. ¡Amen!









VII

Oración incesante

“Orad sin cesar”.
1 TESALONICENSES 5:17


Nuestro Señor Jesucristo en estas palabras asegura que tú puedes orar sin cesar. No hay tiempo alguno en el que no puedas orar. No hay ni un solo momento impuro en la hora ni una hora en el día o el año inaceptable para orar. Doquiera buscamos al Señor de todo corazón Él es hallado por nosotros; siempre que le clamamos, Él nos oye.

He aquí que tú tienes permiso para venir al sillón de la misericordia cuando quieras ya que el velo que cubre el lugar del Altísimo ha sido rasgado en dos partes de arriba abajo, de modo que nuestro acceso al sillón de la misericordia sea indiscutido e indiscutible. El monarca cuyo palacio estaba en Susa no permitía acceso alguno a él a menos que él mandara a buscar a la gente; mas el Rey de reyes ha llamado a TODO SU PUEBLO y éste puede venir a Él todo el tiempo. Los que se presentaban ante el trono del rey Asuero eran asesinados, a menos que él extendiera su cetro hacia ellos; pero nuestro Rey nunca retira Su cetro, éste siempre está extendido y cualquiera que desee venir a Él puede venir AHORA y a CUALQUIER HORA. Entre los persas había unos pocos de la nobleza que tenían el peculiar y especial derecho de tener una audiencia con el rey en cualquier momento que ellos escogieran. Ese peculiar derecho de unos pocos y de los muy importantes es el privilegio de CADA HIJO DE DIOS. Los HIJOS DE DIOS podemos venir ante el Rey a toda hora, en todo tiempo. La madrugada no es demasiado tarde para Dios; el descollar del día, cuando el primer y débil rayo de luz se ve en el horizonte, no es demasiado temprano para el Altísimo; al mediodía Él no está demasiado ocupado y cuando se avecina la noche Él no está demasiado cansado o aburrido con las oraciones de Sus hijos. Orar continuamente es uno de los más dulces y preciosos permisos que EL CREYENTE –AUTÉNTICO CREYENTE- tiene para abrir su pecho ante el Señor a toda hora, en todo tiempo.


Las PUERTAS DEL TEMPLO del DIVINO AMOR no serán cerradas. Nada ni nadie puede poner barrera alguna entre un alma orante y su Dios. El camino de los ángeles y de las oraciones está siempre abierto. Permitámonos enviar fuera la paloma de la oración y podemos estar seguros que ella ha de retornar a nosotros con una rama de oliva de paz en su boca. Eternamente el Señor ha tomado en cuenta las súplicas de Sus servidores y espera ser misericordioso con ellos.


Señor Jesús, Tú abriste las puertas del templo para siempre. ¡Que mi corazón siempre more allí! ¡Amen!




VIII

Hágase Tu voluntad

“Venga tu reino.
Hágase tu voluntad,
como en el cielo,
así también en la tierra”.
MATEO 6:10


Dios conoce de antemano lo que será mejor para servir a Sus misericordiosos designios. Él ordena todas las cosas según el consejo de Su voluntad y tal consejo nunca se equivoca. Consintamos, pues, con adoración que esto es así sin desear modificación alguna. Esa voluntad puede costarnos muchísimo aunque ésta nunca se permita atravesar nuestras voluntades. Dejemos que nuestras mentes se sometan totalmente a la MENTE DE DIOS. Esa voluntad puede traernos pesar, enfermedad y pérdida, pero aprendamos a decir que “Él es Jehová; que haga lo que mejor le parezca” (1 Samuel 3:18). No sólo debemos rendirnos ante la DIVINA VOLUNTAD sino consentir en ésta, así como regocijarnos en las tribulaciones que ésta ordena. Ésta es una posición bien alta, pero debemos proponernos alcanzarla. Aquél que nos enseñó esta oración la usó Él mismo en el sentido más ilimitado. Cuando el sudor ensangrentado resbaló por Su cara y todo miedo y temblor de hombre se hicieron sobre Él, Él no cuestionó el decreto del Padre sino que inclinó Su cabeza y clamó: “Mas no se haga lo que Yo quiero, sino lo que quieres Tú”.

Si la oración no hubiera sido prescrita por nuestro Señor Jesús, pudiéramos pensar que ésta es demasiado ATREVIDA. ¿Es posible en esta tierra que una mera gota de un balde pudiera tocar el GRAN OCÉANO DE VIDA Y LUZ de allá arriba y no perderse en éste? ¿Puede esta gota permanecer en la tierra y aún estar hecha como del cielo? ¿Acaso puede la SANTIDAD morar en esta tierra —sujeta a vanidad, envilecida con el pecado y surcada con la tristeza— como lo hace en los cielos? Nuestro DIVINO INSTRUCTOR no nos enseñaría a que oráramos por imposibilidades. Él pone tales peticiones en nuestras bocas en la medida en que éstas puedan ser oídas y respondidas. Aunque sea una oración gigantesca, ésta tiene el tono de lo infinito alrededor de sí. ¿Acaso puede la tierra sintonizarse con las armonías del cielo? ¡Sí, sin duda alguna! Esto puede y debe ser así porque Aquél que nos enseñó esta oración no se burló de nosotros con vanas palabras. Ésta es una oración valerosa que sólo una Fe nacida del cielo puede pronunciar. Aunque ésta no es hija del atrevimiento, precisamente por atrevimiento nunca le extraña que la VOLUNTAD DEL SEÑOR se ejecute perfectamente.

Allá arriba nadie juega con las cosas sagradas: Se cumple con Sus mandamientos, escuchando la voz de Su palabra. ¡Que la VOLUNTAD DE DIOS sea no sólo predicada y cantada abajo sino que realmente sea hecha aquí como lo es en los cielos! ¡Amen!

Padre, cualquiera sea lo que Tu voluntad pudiera costarme en este instante, en este día de hoy, en el transcurso de mi pequeñita vida; esto será muchísimo menos que lo que ésta le costó a Tu Hijo. ¡Que se cumpla tu voluntad! ¡Amen!


IX

El trono de la gracia

“Acerquémonos, pues,
confiadamente al TRONO DE LA GRACIA,
para alcanzar misericordia
y hallar gracia para el oportuno socorro.”.
HEBREOS 4:16


Si me encuentro a mí mismo favorecido por la divina gracia para permanecer entre aquellos favorecidos que Dios corteja frecuentemente, ¿no he de estar contento? Pudiera haber estado en Su prisión, expulsado de Su presencia para siempre, pero ahora estoy ante Su trono, incluso invitado dentro de Su aposento secreto de audiencia misericordiosa. ¿Mi agradecimiento no habrá de transmutarse en alegría y no habré de sentir que soy hecho vasija de inmensos favores cuando se me permite orar?

¡OH, corazón mío! Asegúrate de postrarte ante tamaña Presencia. Si Él es tan grande, muerde el polvo del suelo ante Él porque Él es EL MÁS PODEROSO DE TODOS LOS REYES. Su trono tiene dominio sobre todos los mundos. El cielo le obedece alegremente, el infierno tiembla ante el fruncir de Su ceño y la tierra está constreñida a rendirle adoración, voluntaria o involuntariamente. Su poder puede crear o destruir. ¡OH, alma mía! Asegúrate de que cuando te acerques al OMNIPOTENTE, que es FUEGO DEVORADOR, quites los zapatos de tus pies y le ADORES CON LA MAYOR HUMILDAD.

Él es el más SANTO de todos los reyes. Su trono es un gran trono blanco—inmaculado y claro como el cristal. “Si ni aun la misma luna es resplandeciente ni las estrellas son puras delante de sus ojos, ¿cuánto menos el hombre, ese gusano, ese gusano que es el hijo de hombre?” (Job 25:5-6). ¡Con cuánta humildad debes acercarte a Él! Familiaridad puede haber, pero no dejes que ésta se salga del campo de lo sagrado. Atrevimiento puede haber, pero no dejes que éste sea impertinente. Estás todavía en la tierra y Él en el cielo. ¡No lo olvides! Eres todavía un gusano del sendero de polvo y Él el Eterno. ¡No lo olvides! Antes de que las montañas fuesen dadas a luz, ÉL YA ERA DIOS y si todas las cosas creadas desapareciesen, con todo ÉL SIEMPRE SERÍA EL MISMO. Me temo que no nos inclinamos como es debido ante LA ETERNA MAJESTAD. Pidámosle al Espíritu Santo que nos encuadre correctamente, que cada una de nuestras oraciones puedan constituirse en una aproximación reverencial ante LA INFINITA Y SUPERIOR MAJESTAD.


Padre, me humillo en silencio ante Uno tan majestuoso como Tú. ¡Amén!




X

Adoración

“A él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades,
por los siglos de los siglos.
Amén”.
EFESIOS 3:21

En este versículo encontramos ADORACIÓN; no oración, el apóstol Pablo ya había orado. Encontramos adoración—ni siquiera demasiada alabanza en el completo sentido de lo que ésta es— y mucho más de ésta que lo que podemos interpretar. A duras penas puedo describir la adoración. La alabanza es un río que fluye jubiloso en su propio cauce, con orillas de cada lado que le permiten correr hacia su único objetivo, en tanto que la adoración es el mismo río desbordándose por encima de todas sus orillas, inundando el alma y cubriendo la naturaleza entera con sus grandiosas aguas, las cuales no se mueven ni se agitan demasiado cuando al permanecer todavía en profundo reposo, reflejan LA GLORIA QUE BRILLA SOBRE ÉSTA tal como el sol del verano brilla sobre un mar de vidrio. Adoración no es buscar la divina presencia, pero se hace consciente de ésta a un grado impronunciable y, por tanto, está llena de sobrecogimiento y paz tal como el mar de Galilea cuando sus olas sentían el toque de los sagrados pies. Adoración es plenitud, lo alto y lo profundo, lo largo y ancho de la alabanza. Adoración me parece que es como el cielo estrellado que está siempre manifestando la GLORIA DE DIOS aunque “no hay lenguaje ni palabras ni es oída su voz” (Salmos 19:3). Es el elocuente silencio de un alma que igualmente está lleno de lenguaje. Postrarte en el polvo en humildad y, no obstante, remontar vuelo en sublime pensamiento; hundirte en el mero centro de la nada y aún ser tan dilatado como para ser llenado con toda la plenitud de Dios; no tener pensamiento alguno y aún tener todos los pensamientos; perderte dentro de la grandeza de Dios; ESTO ES ADORACIÓN.

Es menester que fijemos un buen espacio de tiempo para esta cita sagrada. Redundará en nuestro mayor enriquecimiento si hacemos de la adoración parte fundamental de nuestra cotidiana oración de modo que el Espíritu bendito nos lleve frecuentemente fuera de nosotros mismos y nos eleve por encima de las preocupaciones subalternas que nos rodean HASTA QUE SEAMOS CONSCIENTES SOLAMENTE DE DIOS Y SU ABUNDANTE GLORIA. OH que Él nos sumergiera dentro del más profundo océano del Altísimo hasta que nos perdiésemos en Su inmensidad y pudiéramos exclamar maravillados, “¡OH qué profundidades! ¡OH qué profundidades!” Aparta tus ojos de todo lo otro para Él, el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero. Considéralo a Él, tan sólo a Él, y ríndele a Él gloria.

Gloria a Ti, Eterno. Por siempre jamás Tú eres Dios. ¿Me permites perderme en la plenitud de Tu Santo Espíritu? ¡Amén!





XI

La dorada llave de la oración

“Clama a mí,
y yo te responderé,
y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”.
JEREMÍAS 33:3

Las piedras sólo pueden romperse mediante el serio uso del martillo; generalmente, en el cumplimiento de tal cometido, el mampostero se arrodilla. Usa el martillo de la diligencia y deja que la rodilla de la oración se te ejercite. No existe doctrina pedregosa alguna en materia de revelación que sea tan provechosa como para que tú entiendas lo que no habrá de volar en pedazos bajo el ejercicio de la oración y la fe. “HABER ORADO BIEN ES HABER ESTUDIADO BIEN”, sabiamente afirmaba Lutero. Puedes forzar tu camino a través de cualquier cosa con la influencia de las oraciones. Pensamientos y razonamientos pudieran ser como cuñas de acero que pueden abrir un camino dentro de la verdad, pero la oración es la palanca que fuerza la entrada al pecho de acero del sagrado misterio. El Reino de los Cielos todavía sufre violencia y el violento lo toma por la fuerza. Si te das cuenta que trabajas aparte con el poderoso implemento de la oración, nada ni nadie podrá erguirse en tu contra.

Al permanecer en oración, el santo (el que ha sido apartado, aquél que vive y trabaja aparte) puede esperar descubrir experiencias más profundas y aprender más sobre una vida espiritual más elevada. No todos los estadios de desarrollo de la vida espiritual son análogamente fáciles de lograr. Existen cuadros comunes de arrepentimiento y fe, pero hay también un REINO MÁS ALTO DE ARREBATAMIENTO, COMUNIÓN Y CONSCIENTE UNIÓN CON CRISTO. Todos los auténticos creyentes ven a Cristo, pero no todos ponen sus dedos dentro de las huellas de los clavos. No todos tienen el privilegio de recostarse sobre el pecho de Jesús o ser llevados dentro del tercer cielo.

La mayoría de los creyentes sólo se sumergen hasta los tobillos en el RÍO DE LA EXPERIENCIA. Algunos han avanzado por el agua hasta que la corriente les llega a las rodillas. Unos pocos se encuentran con el agua cubriéndoles los hombros. Pero, en realidad, poquísimos encuentran que están en un río que tiene que ser nadado y cuyo fondo no pueden tocar. Hay alturas en el conocimiento vivencial de las cosas de Dios que el ojo de águila de la perspicacia y el pensamiento filosófico jamás han visto. Hay senderos secretos por los que el CACHORRO DE LEÓN DE LA RAZÓN Y EL JUICIO no ha aprendido a transitar. Solamente Dios puede llevarnos por tan augustos senderos. Y una vez activada la ruta por el GRAN ELECTOR, el carruaje de guerra en el que Él nos eleva y los fieros corceles, que lo arrastran, despuntan triunfantes en las oraciones.

Señor Jesús, llévame aparte y húndeme más profundamente dentro de la corriente de Tu infinito amor para que así pueda conocerte y glorificarte más. ¡Amén!





XII

Oración en la cueva

“*Masquil de David. Cuando estaba en la cueva. Oración.”.
Título del Salmo 142


David oró cuando estaba en la cueva. Si hubiese orado tan sólo la mitad de lo que lo oró en la cueva que cuando estuvo en el palacio, habría sido mucho mejor para él. Si hubiese estado mirando hacia los cielos, si su corazón hubiese estado en comunión con Dios, él nunca habría mirado desde la azotea de su palacio hacia aquella casa aledaña ni habría cometido aquel crimen tan grande que mancilló tan profundamente todo su carácter.

Nuestro Dios no es sólo el Dios de las colinas sino también el de los valles; Él es Dios tanto del mar como de la tierra. Él oyó a Jonás cuando la tierra con sus barrotes parecía estar a punto de aprisionarlo para siempre. Doquiera que trabajes, tú puedes orar. Doquiera descanses, tú puedes orar. No hay lugar en el cual te sea prohibido orar, donde Dios no esté cerca, así como no hay hora del día o de la noche cuando Su trono esté inaccesible. Las cuevas han escuchado las mejores oraciones. Algunos de los HIJOS DE DIOS alumbran más brillantemente en la oscuridad. Muchos de los HEREDEROS DEL REINO DE LOS CIELOS nunca oran tan bien como cuando están se ven obligados a hacerlo. Algunos, cuyo canto rara vez es oído cuando están pletóricos de salud, cantan himnos en alta voz, a las mil maravillas, desde sus camas de enfermo. Algunos, bajo el FUEGO DE LA AFLICCIÓN, retumban los divinos predios con altas alabanzas a DIOS que no habían sido capaces de hacer antes de que la prueba viniera.

David estaba a punto de reinar sobre todo Israel. ¿Cuál era el camino al trono de Jerusalén? Fue aquél a través de la cueva de Adulam. Debía ir allí como un paria ya que ése era el camino que tenía que transitar para convertirse en rey. Siempre que Dios está a punto de elevarte a una plataforma más alta en tu vida espiritual, eres lanzado al suelo. Él te hace hambriento antes de alimentarte; Él te desnuda antes de vestirte; Él te hace añicos antes de hacer algo de ti. Jacob sólo se convirtió en “el príncipe de Dios” después de que Dios le tocó el muslo y lo sacó de su coyuntura. No te sorprendas, pues, si te toca transitar el camino de la cueva. Allí sí es verdad que Él te enseñará a orar.



Padre, sea lo que sea que venga a mí hoy, sea una cueva o un trono, que Tus más altas alabanzas permanezcan en mis labios. ¡Amén!







XIII

Oraciones del momento

“—¿Qué cosa pides?—preguntó el rey.
ENTONCES ORÉ AL DIOS DE LOS CIELOS…”.
NEHEMÍAS 2:4


Por cuatro meses Nehemías había orado sobre las ruinosas murallas de Jerusalén. Día y noche Jerusalén parecía escrita en su corazón, pintada en sus ojos. En medio del singular ardor que quemaba el alma de Nehemías, Dios le envió una hermosa oportunidad. Ante la pregunta del Rey Artajerjes sobre lo que Nehemías deseaba que él hiciera por Jerusalén, Nehemías inmediatamente oró a Dios para solicitar su ayuda.

Insertada entre la pregunta del rey y la respuesta de Nehemías, aquella no fue la oración que se mantiene llamando a la puerta de la MISERICORDIA sino la fusión de muchos llamados en uno. Probablemente el intervalo entre pregunta y respuesta no fue suficientemente largo para notarlo, pero suficiente para que Dios lo percibiera y suficiente para que Nehemías hubiese buscado y obtenido orientación por parte de DIOS sobre cómo habría de responderle al rey. Nehemías, al estar “demasiado asustado” en aquel momento, ofreció su oración como un centelleo, como el guiño de un ojo, la cual—aun habiendo siendo hecha intuitivamente—probó ser una que se valió de, que se gozó en, Dios.

Sabemos que ésta fue una oración silenciosa. Aunque probablemente estaba parado a unos pocos metros de Nehemías, Artajerjes nunca supo que éste había orado en aquel momento. En el más recóndito santuario del templo—en el santo de los santos de su propia alma secreta—allí oró Nehemías. Corta y silenciosa fue aquella oración; una oración en el sitio, en el instante. Él no fue a su recamara y abrió la ventana como lo hiciese Daniel, quién por lo demás estaba en lo correcto. ¡Fue una ocasión diferente! Ni siquiera volteó su cabeza a la pared. ¡No! Mas allí y entonces, con la copa del rey en la mano, Nehemías oró al DIOS DE LOS CIELOS. ¡Aleluya! Y entonces, sólo entonces, fue cuando respondió la pregunta del rey. Aquella oración fue muy intensa y directa. “El Dios de los cielos” era el nombre favorito de Nehemías para Dios. Sabía a quién estaba orándole. No dirigió Nehemías una reverencia o lanzó su oración a dirección alguna sino que oró DIRECTO AL SEÑOR por lo que él deseaba.

Nunca subestimemos el inconmensurable valor de una ORACIÓN DEL MOMENTO. La oración de Nehemías—ese pedacito de oración deslizada de soslayo entre una PREGUNTA y una RESPUESTA, MERO FRAGMENTO DE DEVOCIÓN—nunca ha pasado desapercibida para el AUTÉNTICO CREYENTE que se pasea por y se goza en las palabras contenidas a lo largo del relato bíblico.

Dios de los cielos, gracias a Ti por que ninguna oración es demasiado breve o insignificante como para que escape de Tus siempre atentos oídos. ¡Amén!






XIV
ORACIONES CORAJUDAS

“Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado,
entró en su casa;
abiertas las ventanas de su habitación que daban a Jerusalén,
se arrodillaba tres veces al día,
oraba y daba gracias delante de su Dios como solía hacerlo antes”.
DANIEL 6:10


Hay algunas formas de la vida espiritual que no son absolutamente esenciales, mas la oración es la mismísima esencia de la espiritualidad. El alma de aquél que no tiene oración carece del aliento mismo de la vida de Dios. Se nos ha dicho que Daniel fue un hombre de excelente espíritu, un hombre abundante en oración. Oraba por su pueblo que estaba en el exilio, recordando a aquéllos que estaban en cadenas. Intercedió por Jerusalén. Le entristeció que la ciudad estuviese postrada en sus desperdicios, que todavía el destructor caldeo posara su pie sobre el tan hermoso Monte Sión, una vez la gloria de toda la tierra. Imploró Daniel por el regreso desde el cautiverio, el cual sabía que había sido ordenado por su Dios. Cuán delicioso pudiera haber sido el escuchar a través del ojo de la cerradura del armario de Daniel para oír las poderosas intercesiones que elevaba al DIOS DE LOS EJÉRCITOS.

Se nos ha dicho que Daniel con todas sus oraciones mezclaba el agradecimiento. Es bien pobre la devoción que siempre está pidiendo y nunca retornando su gratitud. Las oraciones en las que no hay acción de gracias son peticiones egoístas que no recibirán respuesta alguna. Oración y alabanza se asemejan al proceso por el cual vivimos. La oración toma profundas bocanadas del amor y la gracia de Dios para que la alabanza active estos preciosos bienes en nosotros y finalmente los exhale. INHALAR y EXHALAR: He aquí que hay vida. Daniel ofreció a Dios aquel dulce incienso hecho de variadas especies, de sinceros deseos fervientemente mezclados con ADORACIÓN.

Daniel había sido exaltado a la mayor prosperidad material; sin embargo, su alma también había prosperado hasta el punto de rehusarse a ser INTOXICADA POR EL ÉXITO y a darse la vuelta para recoger los falsos tesoros que el mundo brinda. Sostuvo Daniel la energía de su profesión externa por la constante y secreta comunión con su Dios. Cuando sus enemigos se abalanzaron contra él, él ya sabía que había cosas MUCHO MÁS PRECIOSAS que el HONOR y las RIQUEZAS. Muchísimo mejor un gramo de GRACIA DIVINA EN ORACIÓN que una tonelada de bienes mundanos. Arrodillarse ante el HONOR DE DIOS supera con creces lo que esto pudiese costar, incluso si tal costo fuese el ser arrojado a un foso atestado de leones.

Padre, ayúdame hoy a atreverme a ser como un Daniel. Hazme un príncipe de oración. ¡Amén!




Amado, amada, que me escuchas: Si este mensaje (traducido a la lengua castellana y proveniente de un inspirado hermano en Cristo Jesús que ahora mora con el Señor) te ha sido de edificación y deseas leer otros de la misma cosecha, te ruego entonces que abras los vínculos siguientes:

* 01 ORACIÓN, divino tesoro - ¡LLAMA A LA PUERTA!
* 02 ORACIÓN, divino tesoro - ¡NO TE PREOCUPES!
* 03 ORACIÓN, divino tesoro – ADOPCIÓN: EL ESPÍRITU y EL GRITO
* 04 ORACIÓN, divino tesoro – ORACIÓN EFICAZ
* 05 ORACIÓN, divino tesoro – ORANDO EN EL ESPÍRITU
* 06 ORACIÓN, divino tesoro – ORACIÓN VERDADERA, ¡VERDADERO PODER!
* 07 ORACIÓN, divino tesoro – INCESANTE ORACIÓN
* 08 ORACIÓN, divino tesoro – HÁGASE TU VOLUNTAD
* 09 ORACIÓN, divino tesoro – EL TRONO DE LA GRACIA
* 10 ORACIÓN, divino tesoro – ADORACIÓN
* 11 ORACIÓN, divino tesoro – LA DORADA LLAVE DE LA ORACIÓN
* 12 ORACIÓN, divino tesoro – ORACIÓN EN LA CUEVA
* 13 ORACIÓN, divino tesoro – ORACIONES DEL MOMENTO

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“El Reino de los Cielos se ha acercado. ¡ARREPENTÍOS!” (Mateo: 4-17)

¡Éstos son los ÚLTIMOS DÍAS justo antes de que mi SEÑOR, y SALVADOR, CRISTO JESÚS regrese para juzgarnos a todos, ¡absolutamente a todos!, de acuerdo a SU SANTA PALABRA!

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Publicado en ForoCristiano.com por Joshua C.
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