“Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi salvador”


“Elí, Elí, ¿Lama sabactani?”

Dedicado a todos los que esperan anhelantes la manifestación de Señor
Era un día como cualquiera, en Nazaret, el sol alumbraba o quizás la luna. En ese momento, en ese instante, una luz intensa cubrió el cuarto donde se encontraba una jovencita en la presencia del Señor.
¡Salve muy favorecida! El Señor es contigo; Bendita tú entre todas las mujeres”

Su corazón palpita, su mente se turba, pero ahí está la manifestación, (de un momento a otro), el Espíritu Santo la llena y lo glorioso se produce: “Concibe del Espíritu Santo”. ¡Que glorioso!, el Espíritu Santo produciendo vida. Desde este momento la vida de Maria se ve trastornada, para nunca más ser la misma. Aunque ella se había guardado y su corazón estaba dispuesto a servir al Señor, la manifestación de la vida del Señor, en la realidad de esta joven causa un giro en su propia historia y en la historia de todos los hombres.
“He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”

Con el transcurrir de los días su angustia aumentaba; los movimientos del bebe y los síntomas del embarazo. La calma llega cuando José la recibe como su esposa.
Aquellos movimientos aumentan con el transcurrir del tiempo y la manifestación del Espíritu santo se hace sentir aún antes de nacer el niño. En este momento nace un grito desde lo profundo:
“Engrandece mi alma al Señor,

y mi espíritu se regocija en Dios mi salvador.
Porque ha mirado la bajeza de su sierva;
Pues he aquí, desde ahora me dirán
Bienaventurada todas las generaciones..”
La manifestación del Señor era imparable, irremediable, la manifestación del Amor de Dios venia con todas sus fuerzas a la tierra. Sin mirar condiciones sociales, sin mirar la “realidad” o “proyecciones” de esta joven. Fue un paso hacia la manifestación en su cuerpo de aquella vida divina que abrazaría a todos los hombres.
El niño nace, quebrando todo parecer humano sobre su nacimiento, pero cumpliendo cada una de las profecías que se habían dicho respecto de Él.
Detrás del mal olor, del gemir de aquellos animales en ese establo, la vida del Señor se manifestó en carne a este mundo.
Pasaron 30 años para que el amor del Padre se hiciera manifiesto por completo a la humanidad.

Incomprendido en su propia tierra, tentado por satanás, juzgado una y otra vez por los fariseos y saduceos, la manifestación sigue adelante: sanando, predicando el año agradable del Señor, salvando, enseñando, bendiciendo, amando y algo que no se nombra mucho en nuestras reflexiones: Sufriendo y llorando.
Nos conmueve el cómo estallaba de felicidad el corazón de Cristo al hacer la voluntad de su Padre, nos conmueve el cómo llora por un amigo que fallece, el cómo ama, aún sintiendo el rechazo.
Aquella generación tuvo la oportunidad de verle, de recibir el toque maravilloso de su amor, pero, ante eso, el hombre rechazó esa fuente de amor, y es más, la asesinó.
Las tinieblas cubren la tierra, la presencia de satanás recorre cada callejuela de aquel lugar que lo vio crecer. En el Gólgota, aquella cruz bañada de sangre es testigo de su corazón acelerado, de su desesperación. En estos momentos de horror nace una frase única en la eternidad:

“Dios mío, Dios mío; porqué me haz desamparado. Eli Eli ¿lama sabactani?.

En esos momentos su corazón está a punto de estallar, sus coyunturas están destrozadas, su cuerpo molido por los azotes, su cabeza llena de espinas, pero lo que más le dolía era el sentir el abandono del Padre, aquello que eternamente había sido cultivado ahora estaba en riesgo de romperse.
Guárdame como a la niña de tus ojos;
Escóndeme bajo la sombra de tus alas,
De la vista de los malos que me oprimen,
De mis enemigos que buscan mi vida.

Salmos 17:8-9

Los millares de pecados pasados y futuros son anulados en su efecto, las garras de la muerte se ciernen sobre Él.

“Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu”
La oscuridad cubre la tierra y aquella doncella (ahora una mujer) que alguna vez dispuso su corazón a Dios observa con llantos agónicos esta patética escena. Aquellas convicciones que habían en su corazón son sacudidas, todo esto contrasta con lo que sucedía en el plano espiritual.

Jesucristo muere y aún en su muerte es victorioso. Baja al mismo Hades y el autor de la vida le quita las llaves de la muerte a aquel que tenia las llaves del imperio de la muerte. Destruyó las obras del diablo y abrió la puerta de la gloriosa salvación, la cual todavía no se cierra, Aleluya.

Aquel propósito eterno del Señor necesitaba de un instrumento para hacerse carne a nosotros, necesitaba - en este caso – una joven que aguardaba la voluntad del Señor, una joven que estaba dispuesta para que el Señor hiciera lo que quisiera con ella.

En este tiempo, ¿Estamos esperando la manifestación del Señor?
¿Estamos dispuestos a que Él trastoque nuestra vida?
¿Estamos dispuestos a que Él cambie todos nuestros planes?
¿Estamos dispuestos a sentir su irresistible llamado a querer manifestarse en nosotros?
Cómo reflexionábamos en “Manifestación de amor I”, ¿Estamos dispuestos a irnos de su mano?, quizás al principio no hay nada claro, quizás es por pura fe, quizás no hay luces ni grandes ceremonias, pero lo único seguro es donde vamos: “A sus brazos”.

Quizás para algunos de nosotros el “estar dispuestos” ha significado incomprensión, rechazo y el muchas veces nadar contra la corriente, pero vemos por el Espíritu que la gloriosa manifestación de Dios en este tiempo necesita a jóvenes y jovencitas que tengan la actitud de María en su tiempo.

En medio de la sequedad espiritual, en medio de nuestros planes, en medio de nuestras concepciones de la vida, el Espíritu viene con todas sus fuerzas sobre nuestras vidas para producir cambios que nunca imaginamos y llevarnos a ser instrumentos de renuevo espiritual.

Al resucitar Jesucristo, está unos días con sus discípulos, mientras se preparaba una gran fiesta como nunca ha acontecido. Todo el universo se prepara, estamos a minutos del comienzo, Jesucristo se despide de sus discípulos diciéndoles que aún hay una mayor manifestación de Dios para el futuro.

Jesucristo asciende.......
Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.

¿Quién es este Rey de gloria?
El Señor fuerte y valiente
El Señor poderoso en batalla.

Alzad, oh puertas vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.

¿Quién es este Rey de gloria?
El Señor de los ejércitos,
Él es el Rey de la gloria.

Salmos 24: 7 al 10.

Aleluya, todo el universo lo aplaude, el estruendo va más allá de los confines de los tiempos.
El Padre lo recibe y lo sienta a su diestra y le da un nombre que es sobre todo nombre: Rey de Reyes y Señor de Señores.

Pero El no llegó solo, ¡Oh Dios mío! Nosotros estamos dentro de Él, cambiamos la historia a través de Él, manifestamos la vida de Él, alcanzamos al perdido a través de Él, pusimos a satanás bajo nuestros pies a través de Él, ¡Aleluya!.

Los discípulos esperan anhelantes la manifestación de Dios “al igual que María”, quizás algunos desertan, pero un grupo sigue fiel hasta que sobre ese aposento viene la gloria del Señor como nunca ellos la habían experimentado, “venia sobre ellos” para habitar permanentemente y para siempre. Lenguas extrañas, conversiones multitudinarias, renuncia a las posesiones, cambio de vida, persecución, muerte, agravio y calumnias se gatillaron desde entonces.

Aquel grupo no recibió ese fuego sólo para evangelizar, sino que, el fuego vino a cambiar sus vidas, quizás muchos de ellos tenían grandes proyectos o estaban a punto de abandonar la fe al ver irse a su maestro, quizás muchos eran aceptados socialmente y después “de un momento a otro” la persecución se hizo sentir sobre sus vidas.

Es tiempo de prepararse para un vuelco en nuestras vidas, es tiempo de que el fuego de Dios nos lleve a que nunca más seamos los mismos.

¿Estás dispuesto/a?
¿¿¿O prefieres el camino mediocre y rutinario???
¿¿¿Estás dispuesto a pagar el precio???
Aquellas callejuelas de Nazaret hoy están asoladas por la violencia en el Medio Oriente, aquellas calles en las cuales una jovencita esperó la manifestación de Dios, y Dios en medio de la pobreza y sencillez cambio su vida para siempre.

¿¿¿Quieres que cambie tu vida???
Esperemos anhelantes la manifestación de Señor

_____Comunidades Cristianas_____
Enero 2001

 

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