“Maestro, grábalo en lo profundo de nuestro ser.”

En el transcurso de un viaje, a lo largo de varios días, tuve que estar con un hombre muy religioso erudito de la Biblia. Me “rebajó” a base de insultos, y en ese mismo insulto se “realzó” a sí mismo.

“Mira qué pequeño eres tú y qué grande soy yo.”

Me asaltó verbalmente con sutiles indirectas que negaban por completo mi trabajo, mi vida, mi virilidad, mi senda con Dios. Aunque el ataque fue sutil, los efectos fueron patentes. Me sentí menos que humano, devaluado a mis propios ojos, pensando que Dios sentía lo mismo. Empecé a preguntarme mi validez en cada área de mi vida. Estuve tentado a volverme en contra mía, contra un ser que Dios había creado y salvado. Odiar a mi propio ser también era volverme contra Él.

¿Y por qué?

Porque Satanás le había cuchicheado a mi oído por medio de este hombre que se creía bueno. Era una intimidación de Satanás. Los “buenos” creen que son más altos que el Altísimo. De hecho se encuentran en el campamento del enemigo y asumen que pueden decir y pensar lo que quieran en aras de su superioridad.

En ese entonces salí a hacer unos recados y un dependiente me ofendió. Reaccioné exageradamente a su afrenta. Yo llevaba razón pero al dejar la tienda me di cuenta de que se trataba de una cuestión espiritual.

El hombre “bueno” me había infectado con su hostil enfermedad y me había acatarrado. Yo, que transportaba el agente infeccioso, extendí la agresión al mundo para destruirlo con su propia inconfesa amargura. ¡Pillé el catarro! Agarré la violencia reprimida que me había escupido encima, aquella de la que no podía defenderme ni podía echar de nuevo sobre él. Su tarea consistía en destruir la creación misma de Dios. Sal ahí fuera, sé violento, y recibe violencia. Los que me rodeaban reaccionaron ante la violencia y me la devolvieron. Había sido marcado por el “perro” y el hedor repulsivo airaba a la gente contra mí y a mí contra ellos. Era la argucia de Satán. Nacida de lo “bueno”.

Yo había demostrado su teoría de que era espiritualmente inferior a él.

En la superioridad, la “bondad” golpea a cada persona con la condenación. El “bueno” tiene despectivos pensamientos secretos que atacan. Aunque son secretos y pueden mantenerse callados, chillan fuerte y se escuchan.

El hombre “bueno” te desafiará a que tú también tomes la bondad. Se convierte en un duelo y el retador mide tu bondad por una regla de tres cuyo cálculo se ejecuta tan sólo con su opinión. Nunca te dejará A TI ser bueno. La vara de medir siempre se alza más y más de modo que el “retador” siempre es más bueno que tú.

Ahora tengo que probar mi propia bondad y medir mi valía en un duelo.

Sólo el orgullo aceptará el desafío de un duelo. “¿Cuál de nosotros es mejor, cuál es más bueno?”

Con latigazos de condenación, el que blande su propia “bondad” me denostará y me derribará al suelo con superioridad y me tentará a apartar mi rostro de mi Buen Dios para situar mi fe en la ilusión de la bondad del hombre. Y de mi propia bondad.

Las opciones obvias son (1) defender mi bondad y atacar e intentar superar su bondad. O bien (2) perder mi ser en la cobardía del silencio que es lo que verdaderamente él está exigiendo. Cualquiera de las respuestas es orgullo. Si arremeto es orgullo y si me inclino ante su apreciación, eso también es orgullo. Una es el orgullo de la superioridad. La otra es el orgullo de la inferioridad.

De cualquiera de las formas él gana.

Es un duelo que NO PUEDES ganar. El oponente no te lo permitirá. Te deja como un cadáver ensangrentado al que miras y dices, “mira, acaban de masacrarme y ni siquiera vi el instrumento que me golpeó.”

Se me acerca por un lateral sin que lo vea y deja mi alma hecha jirones. Como la fachada era “bondad” nunca le vi acercarse. De repente te encuentras con que tienes que recoger del suelo todas estas piezas y has perdido tu ser. Has sido incinerado por la superioridad.

La bondad es un cruel capataz. “Sólo eres bueno o válido si haces como digo.”

A base de martillo obliga al yo a estar bajo el yo, y la “bondad” en ti acuchilla y azota a todos en rededor. Tu alma se encuentra en el expositor de subastas. El precio a pagar es trabajar, demostrar tu bondad. Pierdes tu alma al enfrentarte a tu propia creación. Dios no te creó para que fueras bueno sino para ser una vasija, vacía y receptiva. No hay bondad en la vasija. Así que, ¿cómo puedes defender algo que no existe?

¡Ser bueno es rebelión!

¿Cómo puedes ser algo para lo que Dios no te ha creado, y que Su propio Hijo viviente estando en el mismo cuerpo carnal no se atribuía a su propio ser?

De hecho, la bondad es maldad, es demoníaca, respaldada por el reino satánico. La bondad humana es una creación de tu propia hechura, un montaje, y al estar en falsedad eres respaldado por el padre de mentiras, cuyas hordas demoníacas te otorgan poder y habilidad para ser lo que has creado, que en realidad es lo que él ha creado. Estás en la esfera de Satanás. Estás intimando con demonios en vez de con la verdad. No puedes quedarte en el campamento de Satanás y ganar.


Tú pierdes. Tú pierdes. Tú pierdes.

Irónico que cuando vas de “bueno” abandonas a Dios. Truecas tu lealtad por un capataz demoníaco. Él te dará lo que exiges: un catálogo de normas en vez de una relación.

Queremos un repertorio de normas y tenemos la seguridad de que podemos acatarlas. Hemos adorado las normas desde el jardín pero tan sólo eran una señal que indicaba el camino hacia nuestra necesidad, necesidad que no tendremos, que REHUSAMOS tener. La letra mata. La ley mata. Tienes que usar la maldad para ser “bueno”.

Por orgullo, inclinaré mi rodilla ante el capataz, “bondad”, para poder así ser bueno. Luego se burla de mí, como Satanás en el árbol del bien y del mal. Pongo a mi Dios en entredicho. Mi alma es violada bestialmente. Me visto del mismo orgullo de la bondad y digo “no, ¡yo soy mejor que tú!”

Mi carencia de bondad señala mi desnudez y si agarro una hoja de higuera, ya estoy muerto. Pero si permanezco desnudo ante mi Dios, en mi tosca y desnuda humanidad, Él me vestirá con gloria y llevaré puesta Su bondad.

La bondad mueve su dedo apuntando hacia Dios y dice, “me avergüenzas, fracasado. Yo sé más, soy mejor que el Padre y el Creador de toda vida.” El hombre exaltándose por encima del Dios Altísimo.

Puedo crear una imagen mejor que la Suya.

Es la misma superioridad que estaba en Lucifer antes su caída.

Si le hubiera sido leal a Dios, hubiera visto algo incorrecto y sus opiniones no me hubieran afectado. No me hubiera movido de mi lugar de valor en Dios. Pero dejé que me etiquetara, luego acepté su etiqueta, y salí afuera, y la viví.

Pero, ¿cómo debería reaccionar?

Si yo respondo de cualquier forma, voy a caer en el pecado de la carne obrando la voluntad de Dios, ¡la “bondad”! Sólo el Espíritu de Dios puede manejar la maldad religiosa. Cristo mismo no tenía una metodología al tratar con los religiosos de Su época. A veces, permanecía callado. Otras veces, zahería.

En cada situación, Jesús dejaba que su respuesta proviniera de Dios. La única forma de ganar es someterse a Dios porque lo que estás combatiendo en la “bondad” es en realidad una rebelión satánica.

Un hombre llamó a Jesús, Buen Maestro.

Y Jesús le dijo, “¿por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.

Marcos 10:18 Lucas 18:19

Si el Hijo de Dios no se atribuyó a Sí Mismo bondad, ¿cómo podemos nosotros? Jesús vivió por la bondad de Su Padre.

La Religión de la Bondad

De hecho, ser bueno es religión. Es un intento de ser bueno sin Dios. Es una creencia, una “fe” de que eres, puedes ser, y debes ser bueno por tu propio pie.

“Bondad” es una religión que suplanta al cristianismo y a Cristo Mismo.

La “persona buena” sustituye a Dios a cambio de sí mismo.

La bondad dice “soy mejor que el Creador y puedo crear una imagen mejor que la Suya.” La bondad mueve su dedo apuntando hacia Dios y dice, “me avergüenzas, fracasado.” Lo “bueno” tiene más “o” que Dios. La bondad es más que Dios, más grande que Dios, mejor que Dios. La bondad le llama mentiroso a Él, quién dice que no hay bien alguno en nosotros.

No tienes relación con Dios cuando estás en la bondad. Es una relación con tu Yo, con tu propia persona de bondad.

Para permanecer en la “bondad” te casas con el espíritu maligno de la bondad: te unes a ELLO, intentas satisfacerlo, lo alimentas, lo escuchas. Es una involucración total con el demonio de la bondad. Todos tus pensamientos, motivos y rumbos provienen de ELLO. Eres guiado totalmente por ello. El espíritu maligno de la bondad se convierte en tu maestro, tiende un lazo alrededor de tu cuello y te lleva donde quiera llevarte. Te conviertes en la personificación de la maldad de Satanás que es el consumado mentiroso. Todo se construye sobre la mentira de que eres “bueno”. Por eso es demoníaco.

Has escogido creer la mentira de que eres bueno, estás totalmente ciego a la argucia de Satanás. Tanto has vuelto tu espalda a la verdad acerca de ti que te conviertes en una presa fácil para que Satanás te alimente.

La bondad hace de ti un cascarón de persona porque has tirado la verdad en violento rechazo. Satanás llena tu cavidad, vacía de Dios, con interminables nociones que apoyan tu bondad, que son de hecho ejércitos demoníacos con la misión de sacar de ti destrucción, muerte y asesinato. Y tú, engañado, no tienes remordimientos.

Todo el mundo piensa, “será posible, ¿cómo podría la bondad hacer eso? Estás siendo bueno, como Dios quiere que seas.” “Vaya, que chico tan bueno que es, es tan bueno.”

Si no es Dios, es pecado. Si no está todo arraigado y plantado en la rectitud de Dios, creciendo a partir de los pensamientos de Dios y de la iniciación de Dios, entonces es la semilla de Satanás. La bondad no es emprendida por el Padre así que es emprendida por el ‘padre de mentiras’.

La bondad busca agradar al hombre en vez de a Dios, y por esta razón eres validado en tu maldad. Como emana de un motivo del yo y del placer del hombre, (la carne) nunca puede agradar a Dios. Puede que tengas todos los “vamos”, los “hip, hip, hurra” y “porque es un muchacho excelente.” Puedes tener todos los elogios de la humanidad, pero Dios no está impresionado.

Tu encanto y tu fraude no le engañan. Él ve a través de la fachada y lo condena desde el trono. Su juicio mismo descansa sobre tu dios de bondad. Tú y tu ‘padre’ estáis en pie ante el trono de Dios, defendiendo este caso tuyo de que tu pequeño trono es más alto que Dios. De aquí proviene el hervor de la bondad, de lo íntimo de Satanás que dice que mi trono será exaltado por encima del Altísimo. Por eso es que es tal maligno, por estar en lo íntimo de Satanás, la razón misma por la que fue expulsado del cielo. La falsedad que encierra engañó a un tercio de los ejércitos celestiales. El hombre de carne no tiene razones de peso para sostenerse contra la falacia. Si los propios ejércitos celestiales pudieron ser engañados ante la mismísima presencia de Dios, ¿cómo puede el hombre que no está en la verdad desenmascarar la mentira?

El cristianismo es una relación con Dios, íntima, en una tosca verdad acerca de ti mismo y acerca de quién es Dios. Para tener una relación con el Creador has de ser la creación que Él diseñó que fueras: una vasija de Santidad, y por ello, completamente dependiente de Él.

La bondad es la imitación de la santidad y si te apuntas a ese “ideal” el hostigamiento que recibes será a tu favor. La santidad se “reúne” en torno al Creador. La bondad se “dispersa” de Dios.

“El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.”

Mateo 12:30

La bondad escucha a su propio mantra y lo mantiene todo en pie para ese altar. El “bueno” obliga a otros a escuchar para evitar que nadie hable en su contra, luego captura tu mente y te hace un prisionero, atrevido para desafiarles. Exigen la adoración de los demás EN VEZ de la de Dios y le ponen grilletes a tu alma.

Viven en un mundo de ilusión. Tiene sus propias leyes y principios, su propio sistema de pesos y medidas y juicios, donde las cifras y la balanza se inclina siempre de su lado. Es un universo de su propia cosecha. Entras a él como ciudadano o como extranjero. Si eres un extranjero eres un enemigo para el campamento. Los extranjeros traen con ellos pensamientos contrarios que sacuden los pilares sobre los que ese raquítico universo se asienta. Tienen que intimidarte para que te hagas un ciudadano y les adores como su dios o te matarán. Este universo está construido de vapores hediondos, vestigios de pensamientos contrarios a la verdad. Ser cómplice de traer la verdad a este artificio amenaza su misma existencia.

Son los creadores de su propio universo que incluye su verdad en todas las cosas. La Verdad sacude sus fábulas caprichosas. Han sido exiliados y ahuyentados de la realidad. Ora tienen que obligarte a postrarte y adorarles, ora su universo al completo, todo lo que crearon y que tienen en tanta estima, ¡desaparece! Como aquellos en la “bondad” depositan todo sobre esta mentira, viven en un pánico al desnudo de la Verdad, no sea que muestre que ELLOS mismos son la mentira. Creen ellos en otra mentira básica: DEBEN ser buenos.

Si no son “buenos” no serán amados.

¿A quién hablaré y amonestaré, para que oigan? He aquí que sus oídos son incircuncisos, y no pueden escuchar; he aquí que la palabra de Jehová les es cosa vergonzosa, no la aman. Jeremías 6:10

Y se acordaban de que Dios era su refugio,

Y el Dios Altísimo su redentor.

Pero le lisonjeaban con su boca,

Y con su lengua le mentían;

Salmos 78:35-36

Copyright © 2001 John Enslow

Traducido por el Hijo de Epafrodito

Material extraído de:
http://www.shulamite.com

Material en español sobre la vida interior:

 

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