por Frank A. Viola
Publicado por Present Testimony Ministry
1405 Valley Place
Brandon, FL 33510
En la edición de esta obra en inglés, a menos que se diga lo contrario, las citas tomadas de la Escritura son de la versión King James de la Biblia.
Las referencias a las Escrituras marcadas NIV se toman de la Santa Biblia: Nueva Versión Internacional.
Derechos de propiedad literaria, © 1973, 1978, 1984 por la Sociedad bíblica Internacional.
Usado con permiso de Zondervan Bible Publishers.
Con la salvedad de los segmentos citados, el permiso se concede a todos los que tienen el deseo de copiar y distribuir el material de este libro, pero no puede venderse o volverse a publicar sin el permiso expreso del autor.
Primera Impresión, Marzo 1997
Dedico este libro a mi esposa Susan, quien amorosamente ha compartido, apoyado, y fomentado mi visión de Cristo y Su iglesia desde que nuestro viaje comenzó.
Nota del traductor.- En la traducción al Español se ha utilizado la Versión de la Biblia de Casiodoro de Reina – Cipriano de Valera.
PRÓLOGO
El libro de Frank Viola 'Volviendo a meditar acerca de los odres de vino' forma parte de una larga línea de comentarios que retratan el modo de vida que caracterizó la iglesia neotestamentaria y su efecto sobre nosotros hoy. Voces como la de Frank hacen una exposición del carácter distintivo de la iglesia del Nuevo Testamento; la iglesia es un "cuerpo," una "familia," y una "novia." En efecto, la iglesia del Nuevo Testamento es una iglesia en la que existe una relación de tipo familiar.
Que la iglesia del Nuevo Testamento tiene una relación familiar es indiscutible. A muchas personas los libros de Frank les asustan. Las iglesias a las que la mayoría de nosotros asistimos tienen poco o nada en común con el modo de vida que marcó la iglesia neotestamentaria. Lejos de ser un cuerpo o una familia, la iglesia para la mayoría de nosotros es una organización o una institución. El contraste entre la forma institucional de la iglesia actual y la forma familiar de la iglesia neotestamentaria no puede por menos que resultar llamativa.
La iglesia institucional sabe, al menos vagamente, que la iglesia del Nuevo Testamento era un tipo de iglesia muy diferente, a pesar de eso sigue actuando a su manera, en flagrante desprecio de la forma en que aquellos primeros creyentes hacían iglesia. Pueden igualmente pretender que la Biblia es su única autoridad en "fe y práctica" y, sin embargo, seguir ignorando virtualmente su autoridad respecto a cómo practicar la iglesia. Quizás estén a favor de esta opción. Pero más frecuentemente la ignorancia se debe a la inercia producida por la velocidad, pues las iglesias institucionales son muy
semejantes a los trenes. Van en cierta dirección, y seguirán en esa dirección durante mucho tiempo, aún cuando todas las manos traten de hacerlas parar.
Al igual que los trenes, las opciones que tienen las iglesias institucionales para cambiar de dirección son, en el mejor de los casos, muy limitadas. Si hay disponible un cambio de agujas o una vía muerta, el tren podría dar la vuelta; si no, sencillamente seguirá la vía. Por eso, todo el mundo que va a bordo tiene la esperanza de ir en el tren correcto, en la dirección adecuada.
Las iglesias familiares, como las del Nuevo Testamento, son diferentes. No son como los trenes, sino grupos de personas en camino. Estos grupos se mueven mucho más lentamente que los trenes, sólo unos cuantos kilómetros por hora lo más rápido, pero pueden volverse en un instante, al menor aviso. Aún más importante, pueden estar atentos a su mundo, a su Señor, y pendientes unos de otros.
Como los trenes, las iglesias institucionales son fáciles de hallar. El humo y el ruido son inequívocos. Las iglesias familiares son una pizca más sutiles. Como no anuncian su presencia con letreros luminosos en cada intersección, algunos creen que iglesias como las del Nuevo Testamento desaparecieron hace mucho. Pero nada podría estar más lejos de la verdad. Las iglesias familiares están por todas partes. Yo personalmente hace más de veinte años que estoy en una. A pesar de eso, los grupos como el nuestro caminan sosegadamente juntos, procurando no llamar la atención indebidamente hacia nosotros, sencillamente porque somos peregrinos que caminamos juntos.
Una vez que aprendes cómo reconocer una iglesia "familiar", descubrirás pronto grupos de gente en todas partes reunidas precisamente como la iglesia del Nuevo Testamento: como cuerpos, familias y novias, más que como instituciones. Yo personalmente conozco gran cantidad de ellas; esos grupos, colectivamente, conocen centenares o millares más. Son simplemente grupos de personas que caminan con Dios. Los trenes los pasan continuamente. A veces las personas a bordo del tren se agitan, a veces ni eso tan siquiera, porque el tren va tan rápido que la gente, lanzada a tanta velocidad, sólo parecen una estela desdibujada.
Pero todo ello está en el libro de Frank. Su enfoque es muy personal: didáctico y espiritual a la vez. Esto le permite descubrir la iglesia neotestamentaria y su efecto sobre nosotros de un modo distinto. Y evitando mecanismos editoriales convencionales, él ha podido ponerlo a nuestra disposición de manera gratuita.
Si usted está en uno de los grupos de personas que ahora caminan como una iglesia "familiar", 'Volviendo a meditar sobre los odres nuevos' le dará una nueva percepción de sus raíces en la asamblea del Nuevo Testamento. Si usted va en uno de esos trenes lanzados a toda velocidad, puede resultarle sorprendente averiguar que algunas de esas manchas de color emborronadas que aparecen por fuera de su ventana, son grupos de personas que caminan con Dios. Eso que acaba de pasar es otra iglesia "familiar".
Hal Miller
Salem, Massachusetts
PRÓLOGO
En las páginas siguientes he intentado volver a tocar ciertas cuestiones provocativas sobre cómo hacemos iglesia en el siglo 20. Mi intención al hacerlo así es doble: 1) Presentar, a quienes estén poco familiarizados con ella, la enseñanza bíblica sobre la vida de iglesia en el Nuevo Testamento. 2) Procurar una comprensión más honda de cómo la práctica de la iglesia esta relacionada con la intención fundamental de Dios en Cristo.
A lo largo de este libro, me referiré a aquellas iglesias que la mayoría de las personas conocen coloquialmente como "iglesias institucionales." Yo podría haberlas llamado simplemente "iglesias establecidas," "iglesias basílica," "iglesias tradicionales," " iglesias organizadas," "iglesias dominadas por el clero," "iglesias contemporáneas," "iglesias basadas en programas," y así sucesivamente. A pesar de que esta frase es una herramienta lingüística inadecuada, parece que capta mejor la esencia de la mayoría de las asambleas modernas de hoy.
Antes de que un sociólogo objete mi uso de la palabra "institucional," admito que todas las iglesias, igualmente las que yo apruebo como "iglesias neotestamentarias" son de hecho instituciones. Sociológicamente hablando, una institución se refiere a cualquier organización o actividad humana diseñada para realizar un fin determinado. Sin embargo, yo uso la frase en un sentido mucho más limitado. Es decir, me refiero a esas iglesias que operan primariamente como instituciones que existen por encima de, más allá de, e independientes de sus miembros individuales; que están organizativamente centradas sobre un personal y unos pastores profesionales; que están construidas sobre programas más que sobre relaciones; y que están unificadas en base a prácticas o doctrinas especiales.
Por contra, lo que en este libro deseo es fomentar una visión de la iglesia que es orgánica en su construcción, con relaciones familiares en su funcionamiento, bíblica en su modelo, Cristocéntrica en su operación, y orientada hacia el Cuerpo en su unidad. Dicho sencillamente, el propósito de este libro es descubrir de nuevo lo que significa ser la iglesia desde el punto de vista divino.
Para quienes nunca leen ninguna cosa que cuestione su noción de "iglesia," este libro puede estallar como una bomba. A los que no están todavía preparados para hacer una evaluación honrada y rigurosa de la iglesia contemporánea, esta explosión pueden resultarles potencialmente ofensiva. Mas para los que se atreven a llevar toda práctica bajo el escrutinio de la revelación bíblica, aunque para ello hayan de caminar fuera de los límites seguros de la religión tradicional, capaces de desdeñar componendas para abrazar la cruz, las verdades explosivas presentadas en este libro bien pueden liberarles a una nueva dimensión de realidad espiritual.
Dada la cantidad de libros escritos sobre la iglesia neotestamentaria que se hacinan en muchos estantes de las bibliotecas de los seminarios, algunos pueden preguntarse porqué veo la necesidad de agregar uno más al lote. Sencillamente, creo que el valor de este libro reside principalmente en su acercamiento. Esto es, tratar de combinar la naturaleza celestial y espiritual del propósito de Dios en Cristo con las dimensiones prácticas y terrenales de la vida de iglesia. Mientras unos libros han tratado de discutir lo anterior a la luz de lo moderno (muchos de ellos tristemente fuera de imprenta), este libro intenta presentar lo actual a través de la lente de lo anterior. En otras palabras, trata de explorar rigurosamente la práctica de la iglesia del Nuevo Testamento dentro del contexto del propósito eterno de Dios. También intenta guardar un equilibrio saludable entre el aspecto teológico de la iglesia y sus dimensiones prácticas. Sencillamente, este libro es un modesto intento de presentar antiguas verdades desde nuevos puntos de vista.
Aunque no soy en ningún sentido experto en eclesiología (el estudio teológico de la iglesia), lo que he escrito ha salido de mi propia búsqueda bíblica así como de mi propia experiencia al encontrarme con muchas iglesias por todo el país que se reúnen en la manera que este libro describe. Así, los conceptos importantes en el libro no han permanecido en el reino de la teoría, sino que han nacido de una visión espiritual y han salido de las suelas de los zapatos de un cristiano. Lo que ofrezco en estas páginas, por tanto, no es el trabajo pulido de un erudito profesional, sino el rudo trabajo de tala de un creyente sencillo que ha repensado y 'repracticado' la iglesia durante años. Además, como éste no es un tratado erudito, he decidido citar mis fuentes de manera informal (aunque, las publicaciones importantes que he citado se enumeran en una bibliografía extensiva al final del libro).
Finalmente, soy deudor a un número incontable de hermanos preciosos y fieles amigos, quienes han tenido una influencia positiva sobre este trabajo, principalmente: Hal Miller, Russell Lipton, Stephen Kaung, Robert Banks, Christian Smith, Jon Zens, George Moreshead, Russ O'Connor, Howard Snyder, Dan Mayhew, Robert Long, Chris Kirk, y David Hebden del presente, así como también T. Austin-Sparks, Watchman Nee, y G. H. Lang del pasado. Gracias especialmente a mi esposa, Susan, conjuntamente con Peggy Osborn, JoAnne Gordon, Marca Mattison, Paul Hodges, Dan Barth, y Carey Kinsolving por sus comentarios técnicos sobre el manuscrito.
Ofrezco este libro como parte del trabajo no acabado del Maestro Constructor, el Señor Jesucristo, quien todavía hoy sigue construyendo Su iglesia con las piedras vivas de humanas vasijas redimidas.
Frank A. Viola Enero de 1997
INTRODUCCIÓN
ÉL EXIGE UN ODRE NUEVO
Mat 9:16 Nadie pone parche de tela nueva en vestido viejo, porque el parche tira del vestido y la rotura se hace peor.
Mat 9:17 Tampoco echan vino nuevo en odres viejos, porque los odres se rompen, el vino se derrama, y los odres se echan a perder. Más bien, echan vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan.
El tema de "la renovación de la iglesia" está hoy en boca de innumerables cristianos. No puede ir muy lejos en el mundo cristiano sin oír una exhortación sobre la necesidad de una unidad mayor en el Cuerpo de Cristo, la importancia del sacerdocio de todos los creyentes, la urgente necesidad de destruir todas las barreras artificiales, la demanda creciente de un poder espiritual más pleno, y el radical llamamiento al evangelismo global. Aunque ninguno de estos temas es nuevo u original, ahora captan la atención de muchos cristianos modernos.
Estas corrientes modernas de renovación espiritual no fluyen en exclusiva de una de las corrientes del Cuerpo de Cristo. Más bien, están siendo anunciadas a todas las líneas denominacionales tradicionales. En efecto, este énfasis bíblico en la renovación de la iglesia refleja el genuino obrar del Espíritu de Dios en Su pueblo. Son cauces del vino, incluso del vino nuevo, que representa la vida y ministerio del Espíritu Santo en el mundo de hoy.
Además, el testimonio del Espíritu registra también algo más, algo que toca una nota más profunda. Mediante una voz suave, aunque no por eso menos ferviente, Dios estimula a Su amada novia a que reexamine el propio contexto en el que ella asume que ha de tener lugar una renovación espiritual. Así, en el horizonte religioso, se puede detectar una largamente escondida, aunque cada vez más creciente, corriente de cristianos comunes a quienes Dios está utilizando para hacer volver a su iglesia a la sencillez y vitalidad del modelo del Nuevo Testamento que Él estableció para ella.
Por eso la carga presente del Espíritu es asegurarse un pueblo que arrojará las tradiciones de los hombres incrustadas en la iglesia, en lo que concierne a la política, la práctica y la organización de la iglesia, y que la conducirá al total señorío del Señor Jesucristo. Dicho de otra manera, el Espíritu de Dios no está hablando sólo del vino, también habla de los odres.
Estad seguros de que la corriente actual, que hace hincapié en una renovación espiritual y en una autoridad apostólica, es verdaderamente genuina y conserva una perspectiva bíblica. Pero esta otra corriente de vida, cuyo acorde distintivo es la recuperación de la vida y práctica apostólicas, está cavando cauces más profundos hacia el propósito eterno de Dios. Aunque esta última sea menos numerosa y obstructora que la anterior, refleja, sin embargo, los más profundos anhelos del Salvador bendito por Su prometida. No puede haber, pues, ninguna recuperación plena del poder apostólico si no se recobra primeramente la vida y la práctica apostólicas.
En la historia de la iglesia abundan los ejemplos que demuestran cuantas veces cada renovación del pasado se ha echado a perder porque el vino nuevo ha sido rutinariamente puesto en odres viejos. Por odre viejo, quiero decir esas prácticas de las iglesia tradicionales que toman como patrón el viejo sistema religioso judaico que dividía el pueblo de Dios en dos clases separadas, requiriendo la presencia de mediadores humanos, erigiendo edificios sagrados, y enfatizando las formas externas y el ritual. Las facetas del odre viejo son muchas: la distinción entre el clero y el laico, el estilo espectador - actor de reunión de iglesia, el sistema de un único pastor, el culto de adoración dirigido según un programa, el sacerdocio pasivo, el edificio o complejo de edificios, etc.
Así, el grito actual del Espíritu de Dios por una genuina renovación nunca llegará a ser realidad para quienes ignoran Su voz exigiendo un odre nuevo; el mismo odre que fue confeccionado bajo el Nuevo Pacto cuando la iglesia nació. Aunque no pocos han presumido de que Dios ha dejado el odre de la iglesia prácticamente a los antojos pragmáticos de los hombres bienintencionados, el Señor no nos ha dejado a nuestro criterio en lo que concierne al modelo para Su iglesia. ¡Con cuanta frecuencia olvidamos que la iglesia pertenece a Cristo y no a nosotros! Como en el modelo del Antiguo Testamento, ninguna estaca del tabernáculo fue dejado a la imaginación de hombre. Más bien, la casa había de ser construida "según el modelo" dado de lo alto.
Aquí reside la intención de este libro. Es un intento de equiparnos con un cuadro vívido del odre que Dios ha provisto para contener Su vino nuevo. Cada capítulo, en efecto, dibuja una imagen de la asamblea local tal como es plasmada sobre el lienzo del Nuevo Testamento. Y soportar serenamente cada golpe de pincel es un alegato solemne por los derechos soberanos del Espíritu Santo en Su iglesia de hoy.
Puede que nosotros no seamos tan necios de suponer que si retenemos los odres viejos de nuestras preferencias, podremos conservar el vino nuevo del Espíritu. Como nuestro Señor declaró, cuando los hombres ponen vino nuevo en odres viejos, "las pieles revientan y el vino se sale." Que el Señor trate radicalmente con nuestros corazones para que nosotros podamos recibir humildemente el vino nuevo que Él busca derramar, así como que también los prepare para abrazar el odre que El mismo se ha preparado. Esto, de hecho, es la única manera en que nosotros podemos asegurar la dirección plena de Cristo en Su iglesia. Por contra, nuestra negativa a separarnos de nuestros odres viejos continuará limitando Su mano soberana y afligiendo Su tierno corazón.
Que el Señor nos ayude a volver a meditar seriamente sobre la cuestión de los odres de vino.
CAPÍTULO 1
EL PROPÓSITO DE LAS REUNIONES DE LA IGLESIA
El gran expositor de la Biblia Martyn Lloyd-Jones dijo una vez, "Nosotros vivimos en una edad desesperadamente por debajo del patrón del Nuevo Testamento; satisfechos con un poco de pulcra religión" Con este pensamiento en mente, quisiera comenzar nuestra discusión sobre la práctica de la iglesia del Nuevo Testamento examinando el porqué se reunían en la iglesia primitiva. ¿Con qué propósito se reunía la iglesia del Nuevo Testamento?
Observe que cuando utilizo el termino "reunión de iglesia," lo hago en un sentido muy concreto. La Biblia muestra varios tipos diferentes de reuniones en que los cristianos primitivos se juntaban (reuniones para orar, reuniones de predicación del evangelio, reuniones en donde se ministra, reuniones apostólicas, concilios de iglesia, etc.). Por "reunión de la iglesia," me refiero a la reunión específica de la asamblea local que se describe en 1 Corintios 11-14. Según el registro bíblico, así como también en la tradición de la iglesia, esta reunión parece tener lugar en el primer día de la semana (Hech. 20:7):
Hech 20:7 El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan, Pablo comenzó a hablarles, porque había de partir al día siguiente, y alargó el discurso hasta la medianoche.
Antes de que examinemos el propósito de las reuniones en la iglesia del Nuevo Testamento, examinemos primero el porqué la mayoría de los cristianos de hoy se reúnen para "hacer iglesia".
Básicamente hay cuatro razones:
1) para adorar corporativamente,
2) para evangelizar,
3) para oír un sermón, o
4) por compañerismo.
Por extraño que parezca, en el Nuevo Testamento nunca aparece ninguna de estas razones como el propósito central de las reuniones de la iglesia primitiva.
El lugar del culto, evangelismo, predicación, y compañerismo
Según el Nuevo Testamento, la adoración es algo que nosotros vivimos. Es la consecuencia del agradecimiento, afecto, devoción, humildad, y obediencia sacrificada que Dios merece en todo momento (Mat. 2:11, Rom.12:1, Filp. 3:3).
Mat 2:11 Cuando entraron en la casa, vieron al niño con María su madre, y postrándose le adoraron. Entonces abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra.
Rom 12:1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Fil 3:3 Porque nosotros somos la circuncisión: los que servimos a Dios en espíritu, que nos gloriamos en Cristo Jesús y que no confiamos en la carne.
Por eso, cuando nos reunimos como pueblo de Dios, deberíamos entrar con un espíritu de adoración. El templo de Israel en el Antiguo Testamento es la figura clave para este aspecto de la reunión de iglesia, porque la característica principal del templo era la adoración. En la mente de muchos cristianos modernos, sin embargo, la adoración se limita a cantar coros, himnos, y cantos de alabanza. Aunque adorar a Dios mediante canciones fue una faceta muy importante en las reuniones de la iglesia primitiva (Efe. 5:19, Col. 3:16), la Biblia nunca lo presenta como su propósito principal.
Ef 5:19 Hablando entre vosotros con salmos, himnos y canciones espirituales; cantando y alabando al Señor en vuestros corazones.
Col 3:16 La palabra de Cristo habite abundantemente en vosotros, enseñándoos y amonestándoos los unos a los otros en toda sabiduría con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando con gracia a Dios en vuestros corazones.
Del mismo modo, la Biblia nunca iguala la evangelización con el propósito de la reunión de iglesia. Más bien, el Nuevo Testamento demuestra claramente que el evangelismo se reservaba comúnmente para fuera de las reuniones de la iglesia. Yo llamo a tales reuniones "reuniones de evangelismo" y habitualmente se producían en lugares frecuentados por incrédulos, p. ej. en las sinagogas de los judíos y en las plazas del mercado. Por contra, las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento era, en primer lugar, una reunión de creyentes. El contexto de 1 Corintios 11-14 deja esto bastante claro. Aunque a veces estaban presentes personas inconversas, estas no eran el foco de la reunión. (En 1 Corintios 14:23-25, Pablo menciona de pasada la presencia de incrédulos en la reunión, planteando su comentario en lenguaje hipotético.)
1Cor 14:23 De manera que, si toda la iglesia se reúne en un lugar y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o no creyentes, ¿no dirán que estáis locos?
1Cor 14:24 Pero si todos profetizan, y entra algún no creyente o indocto, por todos será convencido, por todos será examinado,
1Cor 14:25 y lo oculto de su corazón será revelado. Y de esta manera, postrándose sobre su rostro, adorará a Dios y declarará: "¡De veras, Dios está entre vosotros!"
Es más, la creencia popular de que la reunión semanal de iglesia era para oír un sermón no tiene confirmación bíblica. Mientras que el ministerio de la Palabra estaba ciertamente presente en las reuniones de la iglesia primitiva (1 Corintios 14 habla de los que traen doctrinas, revelaciones, y profecías), oír "un sermón" nunca fue su característica principal. En este aspecto, las reuniones de iglesia del Nuevo Testamento eran notablemente diferentes a los servicios religiosos de la iglesia institucional típica, en donde el púlpito es el punto central, donde todo conduce hacia y se estructura en torno al sermón, y donde la congregación evalúa la reunión por la calidad del mensaje. Una lectura cuidadosa del texto bíblico nos conducirá a la realidad sorprendente de que la creencia en una iglesia orientada hacia el sermón, estilo púlpito – banco, no puede ser sostenida por el Nuevo Testamento.
Aun cuando es cierto que en unas ocasiones a lo largo del libro de Hechos hallamos a los apóstoles ministrando la Palabra profusamente, tales reuniones no eran reuniones de iglesia. Más bien, eran reuniones apostólicas de ministerio en donde los apóstoles predicaban a un público pasivo cuando visitaban temporalmente un pueblo o fundaban una iglesia nueva. Esto sería semejante a un apóstol, profesor o profeta moderno ejercitando su don específico en un seminario especial de ministerio, taller, o conferencia. Tales reuniones son "reuniones de ministerio" y no se deben confundir con las "reuniones de iglesia." En aquel, un ministro dotado comparte con un auditorio pasivo para equiparlos para trabajos de servicio; en este último caso, cada miembro ejerce libremente sus dones. Por eso, la enseñanza de la Biblia era sencillamente uno de los aspectos de la asamblea de la iglesia. No era su propósito central. Además, en la reunión de la iglesia la enseñanza no era impartida por la misma persona cada semana como es costumbre en la mayoría de las iglesias institucionales.
Finalmente, el compañerismo no era el propósito central de las reuniones en el Nuevo Testamento. Aunque el compañerismo es una demanda de la vida del Cuerpo, nunca se declara que sea el propósito primario de las reuniones de la iglesia. El compañerismo, conjuntamente con las oraciones, el partimiento del pan, y la doctrina de los apóstoles, es simplemente una parte del crecimiento orgánico que surge cuando el pueblo de Dios comienza a entronizar con gozo al Señor Jesús y permitir que Su Espíritu dirija sus reuniones (Hech. 2:42):
Hech 2:42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en las oraciones.
Incluso, aunque estas cuatro actividades son tan necesarias para la vida de la iglesia, ninguna de ellas (por separado) se puede equiparar exactamente con el propósito de la reunión de la iglesia.
Exhortación y edificación mutua
Si el propósito de las reuniones de iglesia, como describe el Nuevo Testamento, no era para el culto juntos, el evangelismo, la predicación o el compañerismo, ¿para qué era entonces? Según la Sagrada Escritura, el propósito principal de las reuniones de iglesia era para la mutua edificación y exhortación. 1 Corintios 14:26 lo dice claramente:
1Cor 14:26 ¿Qué significa esto, hermanos? Que cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene un salmo o una enseñanza o una revelación o una lengua o una interpretación. Todo se haga para la edificación.
Hebreos 10:24,25 lo dice aún más claro:
Heb 10:24 Considerémonos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.
Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre; más bien, exhortémonos, y con mayor razón cuando veis que el día se acerca.
(Veamos también 1 Tes. 5:11; Heb. 3:13-14):
1Tes 5:11 Por lo cual, animaos los unos a los otros y edificaos los unos a los otros, así como ya lo hacéis.
Heb 3:13 Más bien, exhortaos los unos a los otros cada día, mientras aún se dice: "Hoy", para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.
Heb 3:14 Porque hemos llegado a ser participantes de Cristo, si de veras retenemos el principio de nuestra confianza hasta el fin,
La reunión de iglesia que vemos en la Escritura fue diseñada para permitir que cada miembro del Cuerpo local participara en la edificación de la iglesia como un todo (Efe. 4:16):
Ef 4:16 De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todas las coyunturas, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor.
La reciprocidad era la marca de calidad de las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento; "cada uno de vosotros" era su característica más destacada. Aunque se entonaban canciones de alabanza y adoración, no estaban supeditados a un grupo especial de músicos "profesionales" que, de manera exclusiva, dirigían a la asamblea en el canto. Más bien, la reunión era abierta para permitir a "cada uno" ministrar mediante el canto. En palabras de Pablo, "cada uno de vosotros tiene un salmo" en la reunión local.
Incluso las mismas canciones llevaban el sello de la reciprocidad, por lo que Pablo exhorta a los hermanos a que "hablando entre vosotros con salmos, himnos y canciones espirituales." (Efe. 5:19, Col. 3:16):
Ef 5:19 Hablando entre vosotros con salmos, himnos y canciones espirituales; cantando y alabando al Señor en vuestros corazones.
Col 3:16 La palabra de Cristo habite abundantemente en vosotros, enseñándoos y amonestándoos los unos a los otros en toda sabiduría con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando con gracia a Dios en vuestros corazones.
En semejante contexto tan abierto, es razonable suponer que los cristianos primitivos regularmente componían sus propias canciones y las compartían con el resto de los santos durante la reunión.
Más aún, en la asamblea se daba libertad a cada creyente que poseyera una palabra de Dios para administrarla mediante su propio don espiritual. Por lo cual, una reunión típica de la iglesia del Nuevo Testamento puede haber tenido este aspecto: un niño comparte la palabra de Dios mediante una presentación dramática y una canción; una joven da su testimonio; un hermano joven comparte una exhortación seguida por una discusión en grupo; un hermano mayor expone una porción de las Escrituras siguiendo con una oración; una hermana mayor cuenta una historia extraída de su propia experiencia espiritual; varios adolescentes relatan su semana en la escuela y piden oración; y todo el grupo experimenta el compañerismo durante la comida compartida. Cuando el Apóstol, en 1 Corintios 14, descorre la cortina de lo que significa el compartir de las asambleas del Nuevo Testamento, nos encontramos una reunión en donde cada miembro se involucra activamente. La lozanía, la franqueza, y la espontaneidad eran las marcas principales de esta reunión, y la mutua edificación era su meta primaria.
Cristo, Líder de las asambleas del Nuevo Testamento
Los mandamientos bíblicos con respecto a las reuniones de la iglesia primitiva en la Escritura descansa sólidamente sobre la Dirección de Cristo, quien es el punto central del propósito eterno de Dios (Efesios 1:9-22, Col. 1:16 -18):
Ef 1:9 Él nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito que se propuso en Cristo,
Ef 1:10 a manera de plan para el cumplimiento de los tiempos: que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra.
Ef 1:11 En él también recibimos herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que realiza todas las cosas conforme al consejo de su voluntad,
Ef 1:12 para que nosotros, que primero hemos esperado en Cristo, seamos para la alabanza de su gloria.
Ef 1:13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo que había sido prometido,
Ef 1:14 quien es la garantía de nuestra herencia para la redención de lo adquirido, para la alabanza de su gloria.
Ef 1:15 Por esta razón, yo también, habiendo oído de la fe que tenéis en el Señor Jesús y de vuestro amor para con todos los santos,
Ef 1:16 no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones.
Ef 1:17 Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de él;
Ef 1:18 habiendo sido iluminados los ojos de vuestro entendimiento, para que conozcáis
cuál es la esperanza a que os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,
Ef 1:19 y cuál la inmensurable grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la operación del dominio de su fuerza.
Ef 1:20 Dios la ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y le hizo sentar a su diestra en los lugares celestiales,
Ef 1:21 por encima de todo principado, autoridad, poder, señorío y todo nombre que sea nombrado, no sólo en esta edad sino también en la venidera.
Ef 1:22 Aun todas las cosas las sometió Dios bajo sus pies y le puso a él por cabeza sobre todas las cosas para la iglesia.
Col 1:16 Porque en él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, dominios, principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él.
Col 1:17 Él antecede a todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten.
Col 1:18 Y además, él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo él sea preeminente.
Es decir, la preeminencia de Cristo era total en las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento. Él era su centro y su círculo. Él decidía el orden del día, Él dirigía los acontecimientos, y Él daba órdenes. Aunque Su dirección era invisible a simple vista, Cristo era claramente el Agente Guía.
En esta unión, el Señor Jesús era libre para hablar mediante cualquiera que Él escogiese, cualquiera que fuese la capacidad de esa persona. Por el contrario, la práctica común de unos pocos pastores profesionales asumiendo toda la actividad de la asamblea, mientras el resto de los santos permanecen pasivos, era absolutamente ajena a la iglesia primitiva. En cambio, las reuniones del Nuevo Testamento se basan en el principio de la "mesa redonda", en donde a cada miembro se le alienta a participar, en lugar del principio "púlpito-banco", donde los miembros se dividen en unos pocos activos y muchos pasivos.
En las asambleas del Nuevo Testamento, ni el sermón ni "el predicador" eran el centro. En cambio, la participación colectiva era la regla divina. Las reuniones reflejaban una espontaneidad no litúrgica, flexible, en donde el Espíritu de Dios tenía el control absoluto, moviéndose libremente mediante cualquier miembro del Cuerpo como Él quería, de forma ordenada. De hecho, las reuniones de la iglesia primitiva se gobernaban tanto por el Espíritu Santo, que si una persona recibía una revelación mientras otra compartía la Palabra era libre para exponer su pensamiento. Sorprendentemente, la persona que estaba en uso de la palabra paraba dando prioridad a lo que decía la otra (1 Cor. 14:29,30):
1Cor 14:29 Igualmente, los profetas hablen dos o tres, y los demás disciernan.
1Cor 14:30 Si algo es revelado a alguno que está sentado, que calle el primero.
Además, una parte común de la asamblea eran las preguntas provechosas y las discusiones saludables (1 Cor. 14:27-40):
1Cor 14:27 Si es que alguien habla en una lengua, hablen dos o a lo más tres, y por turno; y uno interprete.
1Cor 14:28 Y si acaso no hay intérprete, que guarde silencio en la iglesia y hable a sí mismo y a Dios.
1Cor 14:29 Igualmente, los profetas hablen dos o tres, y los demás disciernan.
1Cor 14:30 Si algo es revelado a alguno que está sentado, que calle el primero.
1Cor 14:31 Porque todos podéis profetizar uno por uno, para que todos aprendan y todos sean exhortados.
1Cor 14:32 Además, los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas;
1Cor 14:33 porque Dios no es Dios de desorden, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos,
1Cor 14:34 las mujeres guarden silencio en las congregaciones; porque no se les permite hablar, sino que estén sujetas, como también lo dice la ley.
1Cor 14:35 Si quieren aprender acerca de alguna cosa, pregunten en casa a sus propios maridos; porque a la mujer le es impropio hablar en la congregación.
1Cor 14:36 ¿Salió de vosotros la palabra de Dios? ¿O llegó a vosotros solos?
1Cor 14:37 Si alguien cree ser profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo es mandamiento.
1Cor 14:38 Pero si alguien lo ignora, él será ignorado.
1Cor 14:39 Así que, hermanos míos, anhelad profetizar; y no impidáis hablar en lenguas.
1Cor 14:40 Pero hágase todo decentemente y con orden.
Tal reunión parece casi inconcebible en el contexto de la mayoría de las iglesias actuales. Pues la mayoría de nosotros tememos confiar en la dirección del Espíritu para dirigir y dar forma a nuestros cultos. El hecho de que nosotros no podamos concebir una asamblea sin ponernos bajo la guía directa de un moderador humano revela que nos resultan extrañas las maneras de Dios. Mucha de la razón de esto tiene que ver con nuestra falta de familiaridad con el trabajo del Espíritu en nuestros propios asuntos personales. Si no conocemos el control del Espíritu en nuestras propias vidas, ¿cómo podemos conocerlo cuando nos reunimos? La verdad es que muchos de nosotros, al igual que el antiguo Israel, todavía queremos que un rey gobierne sobre nosotros y que haya un mediador visible para que nos diga lo que Dios ha dicho (Ex. 20:19; 1 Sam. 8:19):
Exo 20:19 Y dijeron a Moisés: --Habla tú con nosotros, y escucharemos. Pero no hable Dios con nosotros, no sea que muramos.
1Sam 8:19 Sin embargo, el pueblo rehusó escuchar a Samuel. Y dijeron: --¡No! Más bien, que haya rey sobre nosotros.
Indudablemente, la presencia de un moderador humano en las reuniones de iglesia es una tradición apreciada que muchos cristianos defienden furiosamente. El problema es, que no cuadra con la Sagrada Escritura. En ninguna parte del Nuevo Testamento hallamos una reunión que esté dominada, dirigida, y oficiada por una persona. Ni hallamos una reunión que se circunscriba a un púlpito, centrada en un de hombre. Una de las características más destacables de las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento era la ausencia de oficiantes humanos. Cristo conducía las reuniones por medio del Espíritu Santo en la comunidad de creyentes. Nuevamente, el principio que gobernó las reuniones de la iglesia primitiva fue el de "los unos a los otros". ¡No es ninguna maravilla que la frase "los unos a los otros" se use aproximadamente 60 veces en el Nuevo Testamento!
Por eso, la orientación popular actual hacia un hombre, que rivaliza con la dirección funcional de Cristo, era completamente desconocida en las asambleas primitivas. En cambio, todos los hermanos iban a las reuniones de la iglesia sintiendo que tenían el privilegio y la responsabilidad de contribuir con algo. Además, las reuniones de la iglesia primitiva estaban marcadas por una abierta libertad y una ausencia de formalismo que era la atmósfera requerida por Cristo para manifestarse libremente a través de cada miembro de Su Cuerpo.
En esencia, yéndonos a la iglesia del primer siglo, primero significó más dar que recibir. No asistían a las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento para recibir de una clase de especialistas religiosos llamados "clero." En vez de esto, se reunían para servir a sus hermanos mediante sus dones individuales para que el Cuerpo entero pudiera ser edificado (Rom. 12:1-8):
Rom 12:1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Rom 12:2 No os conforméis a este mundo; más bien, transformaos por la renovación de vuestro entendimiento, de modo que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.
Rom 12:3 Digo, pues, a cada uno de vosotros, por la gracia que me ha sido dada, que nadie tenga más alto concepto de sí que el que deba tener; más bien, que piense con sensatez, conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno.
Rom 12:4 Porque de la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, pero todos los miembros no tienen la misma función;
Rom 12:5 así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero todos somos miembros los unos de los otros.
Rom 12:6 De manera que tenemos dones que varían según la gracia que nos ha sido concedida: Si es de profecía, úsese conforme a la medida de la fe;
Rom 12:7 si es de servicio, en servir; el que enseña, úselo en la enseñanza;
Rom 12:8 el que exhorta, en la exhortación; el que comparte, con liberalidad; el que preside, con diligencia; y el que hace misericordia, con alegría.
En el pensamiento de Dios, lo esencial para la edificación de la asamblea local es la unidad diversificada de los dones dados por el Espíritu. Robert Banks describe el funcionamiento de las asambleas del Nuevo Testamento diciendo:
"A cada miembro de la comunidad se le concede un ministerio hacia los otros miembros de la comunidad. Esto significa que ninguna persona, o grupo de personas, pueden rechazar, sobre la base de sus dones particulares, otras contribuciones del 'Cuerpo' o imponer una uniformidad sobre todos los demás. La comunidad contiene una gran diversidad de ministerios, y es precisamente en las diferencias de funciones en donde la totalidad y la unidad reside en el Cuerpo. Dios ha diseñado de tal manera las cosas que la involucración de cada persona, con su contribución especial, es necesaria para el funcionamiento adecuado de la comunidad. Esto significa que cada miembro tiene un papel único que realizar, aunque también es dependiente del de todos los demás" (la idea de Pablo sobre la Comunidad).
Es importante acentuar en este punto que el concepto de ministerio mutuo que se percibe en el Nuevo Testamento es muy distinto de la angosta definición "laico-pastor" que se fomenta en la iglesia institucional moderna. La mayoría de las iglesias establecidas ofrecen una plétora de cargos voluntarios para los laicos tales como cortar el césped de la rectoría, acomodar a los feligreses, lavar el automóvil del pastor, estrechar manos en la puerta de la iglesia, repartir boletines, enseñar en las clases de la escuela dominical, cantar en el grupo de alabanza o coro, e ir pasando diapositivas. Aún, estos cargos restringidos del ministerio están muy lejos del libre y abierto ejercicio de los dones espirituales que fueron dados a cada creyente en las asambleas de la iglesia neotestamentaria.
La necesidad de un sacerdocio funcional.
Considere estas cuestiones a la luz de todo cuanto se ha dicho: ¿Por qué se reunía la iglesia primitiva de esta manera? ¿Era una tradición cultural transitoria? ¿Representó la infancia de la iglesia primitiva, ignorante, e inmadura? Pienso que no. El modelo de las reuniones de la iglesia primitiva está profundamente enraizada en la teología bíblica. En efecto, esto hizo real y práctica la doctrina bíblica del sacerdocio de todos los creyentes, una doctrina que casi todos los evangélicos afirman con sus labios.
¿Y cual es esa doctrina? En palabras del Apóstol Pedro, es el concepto de que todos los creyentes son sacerdotes espirituales llamados para ofrecer "sacrificios espirituales" al Señor por sus hermanos.
1Ped 2:5 También vosotros sed edificados como piedras vivas en casa espiritual para ser un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo.
En lenguaje de Pablo, es la idea de que todos los cristianos funcionan como los miembros del Cuerpo Cristo. Desde un punto de vista pragmático, entonces, las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento son la dinámica bíblica que produce crecimiento espiritual tanto corporativa como individualmente (Efe. 4:11-16):
Ef 4:11 Y él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros,
Ef 4:12 a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
Ef 4:13 hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Ef 4:14 Esto, para que ya no seamos niños, sacudidos a la deriva y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar, emplean con astucia las artimañas del error;
Ef 4:15 sino que, siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo.
Ef 4:16 De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todas las coyunturas, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor.
Pero si nosotros no hacemos nuestra función no crecemos, y esta es una ley del reino (Mar. 4: 24,25):
Mar 4:24 Les dijo también: "Considerad lo que oís: Con la medida con que medís, será medido para vosotros y os será añadido.
Mar 4:25 Porque al que tiene le será dado, y al que no tiene aun lo que tiene le será quitado."
En este aspecto, la iglesia institucional es en su esencia una guardería para bebés excesivamente crecidos espiritualmente. Por habersele habituado al pueblo de Dios a ser sujetos pasivos, se les ha impedido su desarrollo espiritual manteniéndoles en una infancia espiritual. La incesante necesidad de alimento espiritual predigerido es una señal de inmadurez espiritual (1 Cor. 3:1,2, Heb. 5:12-14):
1Cor 3:1 Y yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niñitos en Cristo.
1Cor 3:2 Os di a beber leche y no alimento sólido, porque todavía no podíais recibirlo, y ni aún ahora podéis.
Heb 5:12 Debiendo ser ya maestros por el tiempo transcurrido, de nuevo tenéis necesidad de que alguien os instruya desde los primeros rudimentos de las palabras de Dios. Habéis llegado a tener necesidad de leche y no de alimento sólido.
Heb 5:13 Pues todo el que se alimenta de leche no es capaz de entender la palabra de la justicia, porque aún es niño.
Heb 5:14 Pero el alimento sólido es para los maduros, para los que por la práctica tienen los sentidos entrenados para discernir entre el bien y el mal.
Aunque la Reforma recobró la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes, fracasó en la restauración de las prácticas necesarias que encarnaran esta enseñanza. Así, mientras la iglesia ha reclamado el terreno del sacerdocio del creyente, ha fracasado en ocupar este terreno. Por consiguiente, en la iglesia evangélica típica, la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes no es nada más que una verdad estéril. Al respecto, Joseph Higginbotham y Paul Patton comentan puntualmente:
"Cada año en el 'Domingo de la Reforma' se proclama insistentemente que la Reforma ganó la batalla para el sacerdocio del creyente. El deseo es ciertamente el padre del pensamiento, pero todavía estamos hablando de anhelos, no de hechos. Las mismas congregaciones que oyen la proclamación niegan con su política, con su vida congregacional, e incluso con su arquitectura la verdad que ellos reclaman encarnar... Nuestras palabras traicionan las celebraciones por la victoria el Domingo de la Reforma. La batalla no está ganada; nosotros no ocupamos aún el terreno donde el sacerdocio de los creyentes sea un hecho." ("The Battle for the Body," Searching Together, (La Batalla por el Cuerpo, Buscando Juntos), Vol.13:2)."
En efecto, la doctrina del sacerdocio del creyente en el evangelicalismo moderno continúa rogando su aplicación práctica y su realización en la vida del pueblo del Señor. Así, Dios ha establecido reuniones de participación abiertas para encarnar la espléndida realidad espiritual de expresar al Cristo Resucitado mediante una utilización plena del sacerdocio. De esta manera, las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento fue diseñada por Dios para cumplir Su propósito eterno, que se centra en formar a Cristo en un grupo de gente para llevarlos a la plena estatura de Su Hijo (Gal. 4:9, Efe. 4:11-16):
Gál 4:19 Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros.
Efe 4:11 Y él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros,
Efe 4:12 a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
Efe 4:13 hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Efe 4:14 Esto, para que ya no seamos niños, sacudidos a la deriva y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar, emplean con astucia las artimañas del error;
Efe 4:15 sino que, siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo.
Efe 4:16 De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todas las coyunturas, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor.
No hay nada más conducente al crecimiento de la vida espiritual que las reuniones abiertas de iglesia que se reflejan en el Nuevo Testamento. A este respecto, el libro de Hebreos demuestra ampliamente que el alimento mutuo del Cuerpo es vital para el crecimiento espiritual de la iglesia. Simplemente, el ministerio mutuo es el antídoto divino para prevenir la apostasía, el requisito divino para asegurar la perseverancia, y los medios divinos para cultivar la vida espiritual individual. Considere Hebreos 3:12-14:
Heb 3:12 Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros un corazón malo de incredulidad que os aparte del Dios vivo.
Heb 3:13 Más bien, exhortaos los unos a los otros cada día, mientras aún se dice: "Hoy", para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.
Heb 3:14 Porque hemos llegado a ser participantes de Cristo, si de veras retenemos el principio de nuestra confianza hasta el fin.
Aquí el escritor de Hebreos nos enseña que la mutua edificación es el remedio para no desarrollar un corazón descreído y una voluntad endurecida a causa del engaño del pecado. Además, en Hebreos 10:25-26, la Biblia nuevamente presenta la exhortación mutua como la salvaguarda divinamente establecida para no desviarse del Señor.
Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre; más bien, exhortémonos, y con mayor razón cuando veis que el día se acerca.
Heb 10:26 Porque si pecamos voluntariamente, después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por el pecado.
Aunque una multitud de clérigos han hecho uso común de este texto para acentuar la importancia de "asistir a la iglesia," han ignorando alegremente el resto del pasaje, que nos equipa con el propósito primario y la actividad de las reuniones de iglesia, es decir: el aliento y la exhortación mutua. Francamente, es peligroso que ignoremos toda la enseñanza de este pasaje, pues nuestra prosperidad espiritual depende de estas reuniones corporativas marcadas por el ministerio mutuo.
Manifestando a Cristo en Su plenitud
No es baladí que la palabra griega para iglesia, ekklesia, signifique literalmente "asamblea." Esto encaja exactamente con el pensamiento dominante del corpus Paulino: que la iglesia es el cuerpo de Cristo como expresión corporativa (1 Cor. 12:1-27, Efe.1:22,23, 4:1-16).
1Cor 12:1 Pero no quiero que ignoréis, hermanos, acerca de los dones espirituales.
1Cor 12:2 Sabéis que cuando erais gentiles, ibais como erais arrastrados, tras los ídolos mudos.
1Cor 12:3 Por eso os hago saber que nadie, hablando por el Espíritu de Dios, dice: "Anatema sea Jesús." Tampoco nadie puede decir: "Jesús es el Señor", sino por el Espíritu Santo.
1Cor 12:4 Ahora bien, hay diversidad de dones; pero el Espíritu es el mismo.
1Cor 12:5 Hay también diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.
1Cor 12:6 También hay diversidad de actividades, pero el mismo Dios es el que realiza todas las cosas en todos.
1Cor 12:7 Pero a cada cual le es dada la manifestación del Espíritu para provecho mutuo.
1Cor 12:8 Porque a uno se le da palabra de sabiduría por medio del Espíritu; pero a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu;
1Cor 12:9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por un solo Espíritu;
1Cor 12:10 a otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
1Cor 12:11 Pero todas estas cosas las realiza el único y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él designa.
1Cor 12:12 Porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo.
1Cor 12:13 Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados todos en un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu.
1Cor 12:14 Pues el cuerpo no consiste de un solo miembro, sino de muchos.
1Cor 12:15 Si el pie dijera: "Porque no soy mano, no soy parte del cuerpo", ¿por eso no sería parte del cuerpo?
1Cor 12:16 Y si la oreja dijera: "Porque no soy ojo, no soy parte del cuerpo", ¿por eso no sería parte del cuerpo?
1Cor 12:17 Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oreja, ¿dónde estaría el olfato?
1Cor 12:18 Pero ahora Dios ha colocado a los miembros en el cuerpo, a cada uno de ellos, como él quiso.
1Cor 12:19 Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
1Cor 12:20 Pero ahora son muchos los miembros y a la vez un solo cuerpo.
1Cor 12:21 El ojo no puede decir a la mano: "No tengo necesidad de ti"; ni tampoco la cabeza a los pies: "No tengo necesidad de vosotros."
1Cor 12:22 Muy al contrario, los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles son indispensables.
1Cor 12:23 Además, a los miembros del cuerpo que estimamos ser de menos honor, a éstos los vestimos aun con más honor; y nuestros miembros menos decorosos son tratados con aun más decoro.
1Cor 12:24 Porque nuestros miembros más honrosos no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba;
1Cor 12:25 para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen los unos por los otros.
1Cor 12:26 De manera que si un miembro padece, todos los miembros se conduelen con él; y si un miembro recibe honra, todos los miembros se gozan con él.
1Cor 12:27 Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros suyos individualmente.
Ef 1:22 Aun todas las cosas las sometió Dios bajo sus pies y le puso a él por cabeza sobre todas las cosas para la iglesia,
Ef 1:23 la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo.
Ef 4:1 Por eso yo, prisionero en el Señor, os exhorto a que andéis como es digno del llamamiento con que fuisteis llamados:
Ef 4:2 con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos los unos a los otros en amor;
Ef 4:3 procurando con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
Ef 4:4 Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como habéis sido llamados a una sola esperanza de vuestro llamamiento.
Ef 4:5 Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo,
Ef 4:6 un solo Dios y Padre de todos, quien es sobre todos, a través de todos y en todos.
Ef 4:7 Sin embargo, a cada uno de nosotros le ha sido conferida la gracia conforme a la medida de la dádiva de Cristo.
Ef 4:8 Por esto dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad y dio dones a los hombres.
Ef 4:9 Pero esto de que subió, ¿qué quiere decir, a menos que hubiera descendido también a las partes más bajas de la tierra?
Ef 4:10 El que descendió es el mismo que también ascendió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.
Ef 4:11 Y él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros,
Ef 4:12 a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
Ef 4:13 hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Ef 4:14 Esto, para que ya no seamos niños, sacudidos a la deriva y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar, emplean con astucia las artimañas del error;
Ef 4:15 sino que, siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo.
Ef 4:16 De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todas las coyunturas, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor.
Por tanto, la función de la asamblea local está en expresar al Salvador Resucitado; estando así reunidos el Señor Jesús puede manifestarse a Sí mismo en Su plenitud en la edificación de Su Cuerpo. La única manera que esto puede llegar a ser una realidad, es si cada miembro de la asamblea cumple con ese aspecto de Cristo que él o ella ha recibido.
Así que si la mano no hace su función en la asamblea, entonces Cristo no es plenamente manifestado. El Señor Jesús no puede revelarse totalmente a Sí mismo mediante un único miembro. Asimismo, si los ojos fracasan en su función, Cristo estará limitado en revelarse a Sí mismo. En cambio, cuando cada miembro del Cuerpo realiza sus funciones según su particular don, ¡Cristo es percibido plenamente, como lo fue entonces, en medio de nuestra Asamblea!
Consideremos la analogía de un rompecabezas. Cuando cada pieza de un rompecabezas se pone en su posición correcta en relación con las otras piezas, decimos que el rompecabezas ha sido "ensamblado". Como resultado, el cuadro entero será visto y entendido. Lo mismo sucede con Cristo y Su iglesia. Cuando cada miembro de la ekklesia suministra (provee) algo de Cristo Resucitado mediante el libre, aunque ordenado, ejercicio de los dones impartidos por el Espíritu, se cumple nuevamente el deseo de Dios de dar a conocer a Su bendito Hijo a nuestros corazones.
Para que nadie entienda mal esta cuestión, la participación en las reuniones no excluye la idea de planificación. Tampoco significa que estemos desechando cualquier clase de orden o forma. En 1 de Corintios 14, el Apóstol Pablo despliega un amplio número de recomendaciones para que las reuniones de la iglesia transcurran de una forma ordenada. Estas directrices demuestran que en el pensamiento de Pablo, no hay tensión entre una participación abierta en las reuniones y una participación ordenada que resulta en la edificación de cada miembro. Con discernimiento erudito, Robert Banks resume la textura de la reunión de la iglesia del Nuevo Testamento:
"La soberanía del Espíritu sobre los dones da como resultado una distribución estable, aunque no inflexible, dentro de la comunidad y una interacción ordenada, aunque no fija, en las reuniones... Así pues, provistos ciertos principios básicos por la operación del Espíritu que saltan a la vista: Equilibrio, inteligibilidad, equidad, orden, y el ejercicio del amor, Pablo no ve ninguna necesidad de establecer reglas fijas que regulen el proceder de la comunidad... Pablo por lo tanto no tiene ningún interés en construir una liturgia fija. Esto restringiría la libertad de las comunicaciones de Dios. Cada asamblea de la comunidad tendrá una estructura, pero surgirá de manera natural de la combinación particular del ejercicio de los dones" (La idea de Pablo de Comunidad).
La cuestión del Poder Sustentador
Lo que ha sido largamente expuesto en lo concerniente al propósito de las reuniones de la iglesia primitiva toca un aspecto vital que aleja a la iglesia del Nuevo Testamento de la iglesia institucional moderna. Se trata de la importante cuestión sobre quién controla y sostiene la iglesia.
En la iglesia institucional, la maquinaria religiosa del 'programa' de la iglesia es la fuerza que propulsa y traza la dirección de la asamblea. Así, si el Espíritu de Dios saliera de una iglesia institucional, Su ausencia sería inadvertida. En cambio, el proceso 'según uso y costumbre' seguiría adelante: el culto no se vería afectado, la liturgia no se interrumpiría, se oirían los anuncios, se recogería la ofrenda, se predicaría el sermón, y se ofrecería la canción de final de culto. Al igual que el viejo Sansón, la congregación seguiría adelante con el programa religioso, "no sabiendo que el Señor se había apartado" (Jueces 16:20):
Jue 16:20 Y ella le dijo: --¡Sansón, los filisteos sobre ti! El se despertó de su sueño y pensó: "Saldré como las otras veces y me escaparé." Pero no sabía que Jehovah ya se había apartado de él.
Por contra, el único factor que sostenía a la asamblea del Nuevo Testamento era la vida del Espíritu Santo. La iglesia primitiva contó enteramente con la vida espiritual de los miembros, como individuos, para mantener su existencia. Por tanto, si la vida de una reunión del Nuevo Testamento decaía, todo el mundo lo percibía. No se puede pasar por alto el escalofrío de la muerte. Aún más, si el Espíritu de Dios salía de la asamblea, la reunión se derrumbaba enteramente. Para abreviar, la iglesia del Nuevo Testamento no conoció otro sostén e influencia a excepción de la vida del Espíritu mediante la comunidad de creyentes. No confió en un sistema programado y planificado por hombres, abastecido institucionalmente, para conservar su impulso.
Las referencias a las Escrituras marcadas NIV se toman de la Santa Biblia: Nueva Versión Internacional.
Derechos de propiedad literaria, © 1973, 1978, 1984 por la Sociedad bíblica Internacional.
Usado con permiso de Zondervan Bible Publishers.
Con la salvedad de los segmentos citados, el permiso se concede a todos los que tienen el deseo de copiar y distribuir el material de este libro, pero no puede venderse o volverse a publicar sin el permiso expreso del autor.
Primera Impresión, Marzo 1997
Dedico este libro a mi esposa Susan, quien amorosamente ha compartido, apoyado, y fomentado mi visión de Cristo y Su iglesia desde que nuestro viaje comenzó.
Nota del traductor.- En la traducción al Español se ha utilizado la Versión de la Biblia de Casiodoro de Reina – Cipriano de Valera.
PRÓLOGO
El libro de Frank Viola 'Volviendo a meditar acerca de los odres de vino' forma parte de una larga línea de comentarios que retratan el modo de vida que caracterizó la iglesia neotestamentaria y su efecto sobre nosotros hoy. Voces como la de Frank hacen una exposición del carácter distintivo de la iglesia del Nuevo Testamento; la iglesia es un "cuerpo," una "familia," y una "novia." En efecto, la iglesia del Nuevo Testamento es una iglesia en la que existe una relación de tipo familiar.
Que la iglesia del Nuevo Testamento tiene una relación familiar es indiscutible. A muchas personas los libros de Frank les asustan. Las iglesias a las que la mayoría de nosotros asistimos tienen poco o nada en común con el modo de vida que marcó la iglesia neotestamentaria. Lejos de ser un cuerpo o una familia, la iglesia para la mayoría de nosotros es una organización o una institución. El contraste entre la forma institucional de la iglesia actual y la forma familiar de la iglesia neotestamentaria no puede por menos que resultar llamativa.
La iglesia institucional sabe, al menos vagamente, que la iglesia del Nuevo Testamento era un tipo de iglesia muy diferente, a pesar de eso sigue actuando a su manera, en flagrante desprecio de la forma en que aquellos primeros creyentes hacían iglesia. Pueden igualmente pretender que la Biblia es su única autoridad en "fe y práctica" y, sin embargo, seguir ignorando virtualmente su autoridad respecto a cómo practicar la iglesia. Quizás estén a favor de esta opción. Pero más frecuentemente la ignorancia se debe a la inercia producida por la velocidad, pues las iglesias institucionales son muy
semejantes a los trenes. Van en cierta dirección, y seguirán en esa dirección durante mucho tiempo, aún cuando todas las manos traten de hacerlas parar.
Al igual que los trenes, las opciones que tienen las iglesias institucionales para cambiar de dirección son, en el mejor de los casos, muy limitadas. Si hay disponible un cambio de agujas o una vía muerta, el tren podría dar la vuelta; si no, sencillamente seguirá la vía. Por eso, todo el mundo que va a bordo tiene la esperanza de ir en el tren correcto, en la dirección adecuada.
Las iglesias familiares, como las del Nuevo Testamento, son diferentes. No son como los trenes, sino grupos de personas en camino. Estos grupos se mueven mucho más lentamente que los trenes, sólo unos cuantos kilómetros por hora lo más rápido, pero pueden volverse en un instante, al menor aviso. Aún más importante, pueden estar atentos a su mundo, a su Señor, y pendientes unos de otros.
Como los trenes, las iglesias institucionales son fáciles de hallar. El humo y el ruido son inequívocos. Las iglesias familiares son una pizca más sutiles. Como no anuncian su presencia con letreros luminosos en cada intersección, algunos creen que iglesias como las del Nuevo Testamento desaparecieron hace mucho. Pero nada podría estar más lejos de la verdad. Las iglesias familiares están por todas partes. Yo personalmente hace más de veinte años que estoy en una. A pesar de eso, los grupos como el nuestro caminan sosegadamente juntos, procurando no llamar la atención indebidamente hacia nosotros, sencillamente porque somos peregrinos que caminamos juntos.
Una vez que aprendes cómo reconocer una iglesia "familiar", descubrirás pronto grupos de gente en todas partes reunidas precisamente como la iglesia del Nuevo Testamento: como cuerpos, familias y novias, más que como instituciones. Yo personalmente conozco gran cantidad de ellas; esos grupos, colectivamente, conocen centenares o millares más. Son simplemente grupos de personas que caminan con Dios. Los trenes los pasan continuamente. A veces las personas a bordo del tren se agitan, a veces ni eso tan siquiera, porque el tren va tan rápido que la gente, lanzada a tanta velocidad, sólo parecen una estela desdibujada.
Pero todo ello está en el libro de Frank. Su enfoque es muy personal: didáctico y espiritual a la vez. Esto le permite descubrir la iglesia neotestamentaria y su efecto sobre nosotros de un modo distinto. Y evitando mecanismos editoriales convencionales, él ha podido ponerlo a nuestra disposición de manera gratuita.
Si usted está en uno de los grupos de personas que ahora caminan como una iglesia "familiar", 'Volviendo a meditar sobre los odres nuevos' le dará una nueva percepción de sus raíces en la asamblea del Nuevo Testamento. Si usted va en uno de esos trenes lanzados a toda velocidad, puede resultarle sorprendente averiguar que algunas de esas manchas de color emborronadas que aparecen por fuera de su ventana, son grupos de personas que caminan con Dios. Eso que acaba de pasar es otra iglesia "familiar".
Hal Miller
Salem, Massachusetts
PRÓLOGO
En las páginas siguientes he intentado volver a tocar ciertas cuestiones provocativas sobre cómo hacemos iglesia en el siglo 20. Mi intención al hacerlo así es doble: 1) Presentar, a quienes estén poco familiarizados con ella, la enseñanza bíblica sobre la vida de iglesia en el Nuevo Testamento. 2) Procurar una comprensión más honda de cómo la práctica de la iglesia esta relacionada con la intención fundamental de Dios en Cristo.
A lo largo de este libro, me referiré a aquellas iglesias que la mayoría de las personas conocen coloquialmente como "iglesias institucionales." Yo podría haberlas llamado simplemente "iglesias establecidas," "iglesias basílica," "iglesias tradicionales," " iglesias organizadas," "iglesias dominadas por el clero," "iglesias contemporáneas," "iglesias basadas en programas," y así sucesivamente. A pesar de que esta frase es una herramienta lingüística inadecuada, parece que capta mejor la esencia de la mayoría de las asambleas modernas de hoy.
Antes de que un sociólogo objete mi uso de la palabra "institucional," admito que todas las iglesias, igualmente las que yo apruebo como "iglesias neotestamentarias" son de hecho instituciones. Sociológicamente hablando, una institución se refiere a cualquier organización o actividad humana diseñada para realizar un fin determinado. Sin embargo, yo uso la frase en un sentido mucho más limitado. Es decir, me refiero a esas iglesias que operan primariamente como instituciones que existen por encima de, más allá de, e independientes de sus miembros individuales; que están organizativamente centradas sobre un personal y unos pastores profesionales; que están construidas sobre programas más que sobre relaciones; y que están unificadas en base a prácticas o doctrinas especiales.
Por contra, lo que en este libro deseo es fomentar una visión de la iglesia que es orgánica en su construcción, con relaciones familiares en su funcionamiento, bíblica en su modelo, Cristocéntrica en su operación, y orientada hacia el Cuerpo en su unidad. Dicho sencillamente, el propósito de este libro es descubrir de nuevo lo que significa ser la iglesia desde el punto de vista divino.
Para quienes nunca leen ninguna cosa que cuestione su noción de "iglesia," este libro puede estallar como una bomba. A los que no están todavía preparados para hacer una evaluación honrada y rigurosa de la iglesia contemporánea, esta explosión pueden resultarles potencialmente ofensiva. Mas para los que se atreven a llevar toda práctica bajo el escrutinio de la revelación bíblica, aunque para ello hayan de caminar fuera de los límites seguros de la religión tradicional, capaces de desdeñar componendas para abrazar la cruz, las verdades explosivas presentadas en este libro bien pueden liberarles a una nueva dimensión de realidad espiritual.
Dada la cantidad de libros escritos sobre la iglesia neotestamentaria que se hacinan en muchos estantes de las bibliotecas de los seminarios, algunos pueden preguntarse porqué veo la necesidad de agregar uno más al lote. Sencillamente, creo que el valor de este libro reside principalmente en su acercamiento. Esto es, tratar de combinar la naturaleza celestial y espiritual del propósito de Dios en Cristo con las dimensiones prácticas y terrenales de la vida de iglesia. Mientras unos libros han tratado de discutir lo anterior a la luz de lo moderno (muchos de ellos tristemente fuera de imprenta), este libro intenta presentar lo actual a través de la lente de lo anterior. En otras palabras, trata de explorar rigurosamente la práctica de la iglesia del Nuevo Testamento dentro del contexto del propósito eterno de Dios. También intenta guardar un equilibrio saludable entre el aspecto teológico de la iglesia y sus dimensiones prácticas. Sencillamente, este libro es un modesto intento de presentar antiguas verdades desde nuevos puntos de vista.
Aunque no soy en ningún sentido experto en eclesiología (el estudio teológico de la iglesia), lo que he escrito ha salido de mi propia búsqueda bíblica así como de mi propia experiencia al encontrarme con muchas iglesias por todo el país que se reúnen en la manera que este libro describe. Así, los conceptos importantes en el libro no han permanecido en el reino de la teoría, sino que han nacido de una visión espiritual y han salido de las suelas de los zapatos de un cristiano. Lo que ofrezco en estas páginas, por tanto, no es el trabajo pulido de un erudito profesional, sino el rudo trabajo de tala de un creyente sencillo que ha repensado y 'repracticado' la iglesia durante años. Además, como éste no es un tratado erudito, he decidido citar mis fuentes de manera informal (aunque, las publicaciones importantes que he citado se enumeran en una bibliografía extensiva al final del libro).
Finalmente, soy deudor a un número incontable de hermanos preciosos y fieles amigos, quienes han tenido una influencia positiva sobre este trabajo, principalmente: Hal Miller, Russell Lipton, Stephen Kaung, Robert Banks, Christian Smith, Jon Zens, George Moreshead, Russ O'Connor, Howard Snyder, Dan Mayhew, Robert Long, Chris Kirk, y David Hebden del presente, así como también T. Austin-Sparks, Watchman Nee, y G. H. Lang del pasado. Gracias especialmente a mi esposa, Susan, conjuntamente con Peggy Osborn, JoAnne Gordon, Marca Mattison, Paul Hodges, Dan Barth, y Carey Kinsolving por sus comentarios técnicos sobre el manuscrito.
Ofrezco este libro como parte del trabajo no acabado del Maestro Constructor, el Señor Jesucristo, quien todavía hoy sigue construyendo Su iglesia con las piedras vivas de humanas vasijas redimidas.
Frank A. Viola Enero de 1997
INTRODUCCIÓN
ÉL EXIGE UN ODRE NUEVO
Mat 9:16 Nadie pone parche de tela nueva en vestido viejo, porque el parche tira del vestido y la rotura se hace peor.
Mat 9:17 Tampoco echan vino nuevo en odres viejos, porque los odres se rompen, el vino se derrama, y los odres se echan a perder. Más bien, echan vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan.
El tema de "la renovación de la iglesia" está hoy en boca de innumerables cristianos. No puede ir muy lejos en el mundo cristiano sin oír una exhortación sobre la necesidad de una unidad mayor en el Cuerpo de Cristo, la importancia del sacerdocio de todos los creyentes, la urgente necesidad de destruir todas las barreras artificiales, la demanda creciente de un poder espiritual más pleno, y el radical llamamiento al evangelismo global. Aunque ninguno de estos temas es nuevo u original, ahora captan la atención de muchos cristianos modernos.
Estas corrientes modernas de renovación espiritual no fluyen en exclusiva de una de las corrientes del Cuerpo de Cristo. Más bien, están siendo anunciadas a todas las líneas denominacionales tradicionales. En efecto, este énfasis bíblico en la renovación de la iglesia refleja el genuino obrar del Espíritu de Dios en Su pueblo. Son cauces del vino, incluso del vino nuevo, que representa la vida y ministerio del Espíritu Santo en el mundo de hoy.
Además, el testimonio del Espíritu registra también algo más, algo que toca una nota más profunda. Mediante una voz suave, aunque no por eso menos ferviente, Dios estimula a Su amada novia a que reexamine el propio contexto en el que ella asume que ha de tener lugar una renovación espiritual. Así, en el horizonte religioso, se puede detectar una largamente escondida, aunque cada vez más creciente, corriente de cristianos comunes a quienes Dios está utilizando para hacer volver a su iglesia a la sencillez y vitalidad del modelo del Nuevo Testamento que Él estableció para ella.
Por eso la carga presente del Espíritu es asegurarse un pueblo que arrojará las tradiciones de los hombres incrustadas en la iglesia, en lo que concierne a la política, la práctica y la organización de la iglesia, y que la conducirá al total señorío del Señor Jesucristo. Dicho de otra manera, el Espíritu de Dios no está hablando sólo del vino, también habla de los odres.
Estad seguros de que la corriente actual, que hace hincapié en una renovación espiritual y en una autoridad apostólica, es verdaderamente genuina y conserva una perspectiva bíblica. Pero esta otra corriente de vida, cuyo acorde distintivo es la recuperación de la vida y práctica apostólicas, está cavando cauces más profundos hacia el propósito eterno de Dios. Aunque esta última sea menos numerosa y obstructora que la anterior, refleja, sin embargo, los más profundos anhelos del Salvador bendito por Su prometida. No puede haber, pues, ninguna recuperación plena del poder apostólico si no se recobra primeramente la vida y la práctica apostólicas.
En la historia de la iglesia abundan los ejemplos que demuestran cuantas veces cada renovación del pasado se ha echado a perder porque el vino nuevo ha sido rutinariamente puesto en odres viejos. Por odre viejo, quiero decir esas prácticas de las iglesia tradicionales que toman como patrón el viejo sistema religioso judaico que dividía el pueblo de Dios en dos clases separadas, requiriendo la presencia de mediadores humanos, erigiendo edificios sagrados, y enfatizando las formas externas y el ritual. Las facetas del odre viejo son muchas: la distinción entre el clero y el laico, el estilo espectador - actor de reunión de iglesia, el sistema de un único pastor, el culto de adoración dirigido según un programa, el sacerdocio pasivo, el edificio o complejo de edificios, etc.
Así, el grito actual del Espíritu de Dios por una genuina renovación nunca llegará a ser realidad para quienes ignoran Su voz exigiendo un odre nuevo; el mismo odre que fue confeccionado bajo el Nuevo Pacto cuando la iglesia nació. Aunque no pocos han presumido de que Dios ha dejado el odre de la iglesia prácticamente a los antojos pragmáticos de los hombres bienintencionados, el Señor no nos ha dejado a nuestro criterio en lo que concierne al modelo para Su iglesia. ¡Con cuanta frecuencia olvidamos que la iglesia pertenece a Cristo y no a nosotros! Como en el modelo del Antiguo Testamento, ninguna estaca del tabernáculo fue dejado a la imaginación de hombre. Más bien, la casa había de ser construida "según el modelo" dado de lo alto.
Aquí reside la intención de este libro. Es un intento de equiparnos con un cuadro vívido del odre que Dios ha provisto para contener Su vino nuevo. Cada capítulo, en efecto, dibuja una imagen de la asamblea local tal como es plasmada sobre el lienzo del Nuevo Testamento. Y soportar serenamente cada golpe de pincel es un alegato solemne por los derechos soberanos del Espíritu Santo en Su iglesia de hoy.
Puede que nosotros no seamos tan necios de suponer que si retenemos los odres viejos de nuestras preferencias, podremos conservar el vino nuevo del Espíritu. Como nuestro Señor declaró, cuando los hombres ponen vino nuevo en odres viejos, "las pieles revientan y el vino se sale." Que el Señor trate radicalmente con nuestros corazones para que nosotros podamos recibir humildemente el vino nuevo que Él busca derramar, así como que también los prepare para abrazar el odre que El mismo se ha preparado. Esto, de hecho, es la única manera en que nosotros podemos asegurar la dirección plena de Cristo en Su iglesia. Por contra, nuestra negativa a separarnos de nuestros odres viejos continuará limitando Su mano soberana y afligiendo Su tierno corazón.
Que el Señor nos ayude a volver a meditar seriamente sobre la cuestión de los odres de vino.
CAPÍTULO 1
EL PROPÓSITO DE LAS REUNIONES DE LA IGLESIA
El gran expositor de la Biblia Martyn Lloyd-Jones dijo una vez, "Nosotros vivimos en una edad desesperadamente por debajo del patrón del Nuevo Testamento; satisfechos con un poco de pulcra religión" Con este pensamiento en mente, quisiera comenzar nuestra discusión sobre la práctica de la iglesia del Nuevo Testamento examinando el porqué se reunían en la iglesia primitiva. ¿Con qué propósito se reunía la iglesia del Nuevo Testamento?
Observe que cuando utilizo el termino "reunión de iglesia," lo hago en un sentido muy concreto. La Biblia muestra varios tipos diferentes de reuniones en que los cristianos primitivos se juntaban (reuniones para orar, reuniones de predicación del evangelio, reuniones en donde se ministra, reuniones apostólicas, concilios de iglesia, etc.). Por "reunión de la iglesia," me refiero a la reunión específica de la asamblea local que se describe en 1 Corintios 11-14. Según el registro bíblico, así como también en la tradición de la iglesia, esta reunión parece tener lugar en el primer día de la semana (Hech. 20:7):
Hech 20:7 El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan, Pablo comenzó a hablarles, porque había de partir al día siguiente, y alargó el discurso hasta la medianoche.
Antes de que examinemos el propósito de las reuniones en la iglesia del Nuevo Testamento, examinemos primero el porqué la mayoría de los cristianos de hoy se reúnen para "hacer iglesia".
Básicamente hay cuatro razones:
1) para adorar corporativamente,
2) para evangelizar,
3) para oír un sermón, o
4) por compañerismo.
Por extraño que parezca, en el Nuevo Testamento nunca aparece ninguna de estas razones como el propósito central de las reuniones de la iglesia primitiva.
El lugar del culto, evangelismo, predicación, y compañerismo
Según el Nuevo Testamento, la adoración es algo que nosotros vivimos. Es la consecuencia del agradecimiento, afecto, devoción, humildad, y obediencia sacrificada que Dios merece en todo momento (Mat. 2:11, Rom.12:1, Filp. 3:3).
Mat 2:11 Cuando entraron en la casa, vieron al niño con María su madre, y postrándose le adoraron. Entonces abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra.
Rom 12:1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Fil 3:3 Porque nosotros somos la circuncisión: los que servimos a Dios en espíritu, que nos gloriamos en Cristo Jesús y que no confiamos en la carne.
Por eso, cuando nos reunimos como pueblo de Dios, deberíamos entrar con un espíritu de adoración. El templo de Israel en el Antiguo Testamento es la figura clave para este aspecto de la reunión de iglesia, porque la característica principal del templo era la adoración. En la mente de muchos cristianos modernos, sin embargo, la adoración se limita a cantar coros, himnos, y cantos de alabanza. Aunque adorar a Dios mediante canciones fue una faceta muy importante en las reuniones de la iglesia primitiva (Efe. 5:19, Col. 3:16), la Biblia nunca lo presenta como su propósito principal.
Ef 5:19 Hablando entre vosotros con salmos, himnos y canciones espirituales; cantando y alabando al Señor en vuestros corazones.
Col 3:16 La palabra de Cristo habite abundantemente en vosotros, enseñándoos y amonestándoos los unos a los otros en toda sabiduría con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando con gracia a Dios en vuestros corazones.
Del mismo modo, la Biblia nunca iguala la evangelización con el propósito de la reunión de iglesia. Más bien, el Nuevo Testamento demuestra claramente que el evangelismo se reservaba comúnmente para fuera de las reuniones de la iglesia. Yo llamo a tales reuniones "reuniones de evangelismo" y habitualmente se producían en lugares frecuentados por incrédulos, p. ej. en las sinagogas de los judíos y en las plazas del mercado. Por contra, las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento era, en primer lugar, una reunión de creyentes. El contexto de 1 Corintios 11-14 deja esto bastante claro. Aunque a veces estaban presentes personas inconversas, estas no eran el foco de la reunión. (En 1 Corintios 14:23-25, Pablo menciona de pasada la presencia de incrédulos en la reunión, planteando su comentario en lenguaje hipotético.)
1Cor 14:23 De manera que, si toda la iglesia se reúne en un lugar y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o no creyentes, ¿no dirán que estáis locos?
1Cor 14:24 Pero si todos profetizan, y entra algún no creyente o indocto, por todos será convencido, por todos será examinado,
1Cor 14:25 y lo oculto de su corazón será revelado. Y de esta manera, postrándose sobre su rostro, adorará a Dios y declarará: "¡De veras, Dios está entre vosotros!"
Es más, la creencia popular de que la reunión semanal de iglesia era para oír un sermón no tiene confirmación bíblica. Mientras que el ministerio de la Palabra estaba ciertamente presente en las reuniones de la iglesia primitiva (1 Corintios 14 habla de los que traen doctrinas, revelaciones, y profecías), oír "un sermón" nunca fue su característica principal. En este aspecto, las reuniones de iglesia del Nuevo Testamento eran notablemente diferentes a los servicios religiosos de la iglesia institucional típica, en donde el púlpito es el punto central, donde todo conduce hacia y se estructura en torno al sermón, y donde la congregación evalúa la reunión por la calidad del mensaje. Una lectura cuidadosa del texto bíblico nos conducirá a la realidad sorprendente de que la creencia en una iglesia orientada hacia el sermón, estilo púlpito – banco, no puede ser sostenida por el Nuevo Testamento.
Aun cuando es cierto que en unas ocasiones a lo largo del libro de Hechos hallamos a los apóstoles ministrando la Palabra profusamente, tales reuniones no eran reuniones de iglesia. Más bien, eran reuniones apostólicas de ministerio en donde los apóstoles predicaban a un público pasivo cuando visitaban temporalmente un pueblo o fundaban una iglesia nueva. Esto sería semejante a un apóstol, profesor o profeta moderno ejercitando su don específico en un seminario especial de ministerio, taller, o conferencia. Tales reuniones son "reuniones de ministerio" y no se deben confundir con las "reuniones de iglesia." En aquel, un ministro dotado comparte con un auditorio pasivo para equiparlos para trabajos de servicio; en este último caso, cada miembro ejerce libremente sus dones. Por eso, la enseñanza de la Biblia era sencillamente uno de los aspectos de la asamblea de la iglesia. No era su propósito central. Además, en la reunión de la iglesia la enseñanza no era impartida por la misma persona cada semana como es costumbre en la mayoría de las iglesias institucionales.
Finalmente, el compañerismo no era el propósito central de las reuniones en el Nuevo Testamento. Aunque el compañerismo es una demanda de la vida del Cuerpo, nunca se declara que sea el propósito primario de las reuniones de la iglesia. El compañerismo, conjuntamente con las oraciones, el partimiento del pan, y la doctrina de los apóstoles, es simplemente una parte del crecimiento orgánico que surge cuando el pueblo de Dios comienza a entronizar con gozo al Señor Jesús y permitir que Su Espíritu dirija sus reuniones (Hech. 2:42):
Hech 2:42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en las oraciones.
Incluso, aunque estas cuatro actividades son tan necesarias para la vida de la iglesia, ninguna de ellas (por separado) se puede equiparar exactamente con el propósito de la reunión de la iglesia.
Exhortación y edificación mutua
Si el propósito de las reuniones de iglesia, como describe el Nuevo Testamento, no era para el culto juntos, el evangelismo, la predicación o el compañerismo, ¿para qué era entonces? Según la Sagrada Escritura, el propósito principal de las reuniones de iglesia era para la mutua edificación y exhortación. 1 Corintios 14:26 lo dice claramente:
1Cor 14:26 ¿Qué significa esto, hermanos? Que cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene un salmo o una enseñanza o una revelación o una lengua o una interpretación. Todo se haga para la edificación.
Hebreos 10:24,25 lo dice aún más claro:
Heb 10:24 Considerémonos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.
Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre; más bien, exhortémonos, y con mayor razón cuando veis que el día se acerca.
(Veamos también 1 Tes. 5:11; Heb. 3:13-14):
1Tes 5:11 Por lo cual, animaos los unos a los otros y edificaos los unos a los otros, así como ya lo hacéis.
Heb 3:13 Más bien, exhortaos los unos a los otros cada día, mientras aún se dice: "Hoy", para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.
Heb 3:14 Porque hemos llegado a ser participantes de Cristo, si de veras retenemos el principio de nuestra confianza hasta el fin,
La reunión de iglesia que vemos en la Escritura fue diseñada para permitir que cada miembro del Cuerpo local participara en la edificación de la iglesia como un todo (Efe. 4:16):
Ef 4:16 De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todas las coyunturas, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor.
La reciprocidad era la marca de calidad de las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento; "cada uno de vosotros" era su característica más destacada. Aunque se entonaban canciones de alabanza y adoración, no estaban supeditados a un grupo especial de músicos "profesionales" que, de manera exclusiva, dirigían a la asamblea en el canto. Más bien, la reunión era abierta para permitir a "cada uno" ministrar mediante el canto. En palabras de Pablo, "cada uno de vosotros tiene un salmo" en la reunión local.
Incluso las mismas canciones llevaban el sello de la reciprocidad, por lo que Pablo exhorta a los hermanos a que "hablando entre vosotros con salmos, himnos y canciones espirituales." (Efe. 5:19, Col. 3:16):
Ef 5:19 Hablando entre vosotros con salmos, himnos y canciones espirituales; cantando y alabando al Señor en vuestros corazones.
Col 3:16 La palabra de Cristo habite abundantemente en vosotros, enseñándoos y amonestándoos los unos a los otros en toda sabiduría con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando con gracia a Dios en vuestros corazones.
En semejante contexto tan abierto, es razonable suponer que los cristianos primitivos regularmente componían sus propias canciones y las compartían con el resto de los santos durante la reunión.
Más aún, en la asamblea se daba libertad a cada creyente que poseyera una palabra de Dios para administrarla mediante su propio don espiritual. Por lo cual, una reunión típica de la iglesia del Nuevo Testamento puede haber tenido este aspecto: un niño comparte la palabra de Dios mediante una presentación dramática y una canción; una joven da su testimonio; un hermano joven comparte una exhortación seguida por una discusión en grupo; un hermano mayor expone una porción de las Escrituras siguiendo con una oración; una hermana mayor cuenta una historia extraída de su propia experiencia espiritual; varios adolescentes relatan su semana en la escuela y piden oración; y todo el grupo experimenta el compañerismo durante la comida compartida. Cuando el Apóstol, en 1 Corintios 14, descorre la cortina de lo que significa el compartir de las asambleas del Nuevo Testamento, nos encontramos una reunión en donde cada miembro se involucra activamente. La lozanía, la franqueza, y la espontaneidad eran las marcas principales de esta reunión, y la mutua edificación era su meta primaria.
Cristo, Líder de las asambleas del Nuevo Testamento
Los mandamientos bíblicos con respecto a las reuniones de la iglesia primitiva en la Escritura descansa sólidamente sobre la Dirección de Cristo, quien es el punto central del propósito eterno de Dios (Efesios 1:9-22, Col. 1:16 -18):
Ef 1:9 Él nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito que se propuso en Cristo,
Ef 1:10 a manera de plan para el cumplimiento de los tiempos: que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra.
Ef 1:11 En él también recibimos herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que realiza todas las cosas conforme al consejo de su voluntad,
Ef 1:12 para que nosotros, que primero hemos esperado en Cristo, seamos para la alabanza de su gloria.
Ef 1:13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo que había sido prometido,
Ef 1:14 quien es la garantía de nuestra herencia para la redención de lo adquirido, para la alabanza de su gloria.
Ef 1:15 Por esta razón, yo también, habiendo oído de la fe que tenéis en el Señor Jesús y de vuestro amor para con todos los santos,
Ef 1:16 no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones.
Ef 1:17 Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de él;
Ef 1:18 habiendo sido iluminados los ojos de vuestro entendimiento, para que conozcáis
cuál es la esperanza a que os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,
Ef 1:19 y cuál la inmensurable grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la operación del dominio de su fuerza.
Ef 1:20 Dios la ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y le hizo sentar a su diestra en los lugares celestiales,
Ef 1:21 por encima de todo principado, autoridad, poder, señorío y todo nombre que sea nombrado, no sólo en esta edad sino también en la venidera.
Ef 1:22 Aun todas las cosas las sometió Dios bajo sus pies y le puso a él por cabeza sobre todas las cosas para la iglesia.
Col 1:16 Porque en él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, dominios, principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él.
Col 1:17 Él antecede a todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten.
Col 1:18 Y además, él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo él sea preeminente.
Es decir, la preeminencia de Cristo era total en las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento. Él era su centro y su círculo. Él decidía el orden del día, Él dirigía los acontecimientos, y Él daba órdenes. Aunque Su dirección era invisible a simple vista, Cristo era claramente el Agente Guía.
En esta unión, el Señor Jesús era libre para hablar mediante cualquiera que Él escogiese, cualquiera que fuese la capacidad de esa persona. Por el contrario, la práctica común de unos pocos pastores profesionales asumiendo toda la actividad de la asamblea, mientras el resto de los santos permanecen pasivos, era absolutamente ajena a la iglesia primitiva. En cambio, las reuniones del Nuevo Testamento se basan en el principio de la "mesa redonda", en donde a cada miembro se le alienta a participar, en lugar del principio "púlpito-banco", donde los miembros se dividen en unos pocos activos y muchos pasivos.
En las asambleas del Nuevo Testamento, ni el sermón ni "el predicador" eran el centro. En cambio, la participación colectiva era la regla divina. Las reuniones reflejaban una espontaneidad no litúrgica, flexible, en donde el Espíritu de Dios tenía el control absoluto, moviéndose libremente mediante cualquier miembro del Cuerpo como Él quería, de forma ordenada. De hecho, las reuniones de la iglesia primitiva se gobernaban tanto por el Espíritu Santo, que si una persona recibía una revelación mientras otra compartía la Palabra era libre para exponer su pensamiento. Sorprendentemente, la persona que estaba en uso de la palabra paraba dando prioridad a lo que decía la otra (1 Cor. 14:29,30):
1Cor 14:29 Igualmente, los profetas hablen dos o tres, y los demás disciernan.
1Cor 14:30 Si algo es revelado a alguno que está sentado, que calle el primero.
Además, una parte común de la asamblea eran las preguntas provechosas y las discusiones saludables (1 Cor. 14:27-40):
1Cor 14:27 Si es que alguien habla en una lengua, hablen dos o a lo más tres, y por turno; y uno interprete.
1Cor 14:28 Y si acaso no hay intérprete, que guarde silencio en la iglesia y hable a sí mismo y a Dios.
1Cor 14:29 Igualmente, los profetas hablen dos o tres, y los demás disciernan.
1Cor 14:30 Si algo es revelado a alguno que está sentado, que calle el primero.
1Cor 14:31 Porque todos podéis profetizar uno por uno, para que todos aprendan y todos sean exhortados.
1Cor 14:32 Además, los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas;
1Cor 14:33 porque Dios no es Dios de desorden, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos,
1Cor 14:34 las mujeres guarden silencio en las congregaciones; porque no se les permite hablar, sino que estén sujetas, como también lo dice la ley.
1Cor 14:35 Si quieren aprender acerca de alguna cosa, pregunten en casa a sus propios maridos; porque a la mujer le es impropio hablar en la congregación.
1Cor 14:36 ¿Salió de vosotros la palabra de Dios? ¿O llegó a vosotros solos?
1Cor 14:37 Si alguien cree ser profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo es mandamiento.
1Cor 14:38 Pero si alguien lo ignora, él será ignorado.
1Cor 14:39 Así que, hermanos míos, anhelad profetizar; y no impidáis hablar en lenguas.
1Cor 14:40 Pero hágase todo decentemente y con orden.
Tal reunión parece casi inconcebible en el contexto de la mayoría de las iglesias actuales. Pues la mayoría de nosotros tememos confiar en la dirección del Espíritu para dirigir y dar forma a nuestros cultos. El hecho de que nosotros no podamos concebir una asamblea sin ponernos bajo la guía directa de un moderador humano revela que nos resultan extrañas las maneras de Dios. Mucha de la razón de esto tiene que ver con nuestra falta de familiaridad con el trabajo del Espíritu en nuestros propios asuntos personales. Si no conocemos el control del Espíritu en nuestras propias vidas, ¿cómo podemos conocerlo cuando nos reunimos? La verdad es que muchos de nosotros, al igual que el antiguo Israel, todavía queremos que un rey gobierne sobre nosotros y que haya un mediador visible para que nos diga lo que Dios ha dicho (Ex. 20:19; 1 Sam. 8:19):
Exo 20:19 Y dijeron a Moisés: --Habla tú con nosotros, y escucharemos. Pero no hable Dios con nosotros, no sea que muramos.
1Sam 8:19 Sin embargo, el pueblo rehusó escuchar a Samuel. Y dijeron: --¡No! Más bien, que haya rey sobre nosotros.
Indudablemente, la presencia de un moderador humano en las reuniones de iglesia es una tradición apreciada que muchos cristianos defienden furiosamente. El problema es, que no cuadra con la Sagrada Escritura. En ninguna parte del Nuevo Testamento hallamos una reunión que esté dominada, dirigida, y oficiada por una persona. Ni hallamos una reunión que se circunscriba a un púlpito, centrada en un de hombre. Una de las características más destacables de las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento era la ausencia de oficiantes humanos. Cristo conducía las reuniones por medio del Espíritu Santo en la comunidad de creyentes. Nuevamente, el principio que gobernó las reuniones de la iglesia primitiva fue el de "los unos a los otros". ¡No es ninguna maravilla que la frase "los unos a los otros" se use aproximadamente 60 veces en el Nuevo Testamento!
Por eso, la orientación popular actual hacia un hombre, que rivaliza con la dirección funcional de Cristo, era completamente desconocida en las asambleas primitivas. En cambio, todos los hermanos iban a las reuniones de la iglesia sintiendo que tenían el privilegio y la responsabilidad de contribuir con algo. Además, las reuniones de la iglesia primitiva estaban marcadas por una abierta libertad y una ausencia de formalismo que era la atmósfera requerida por Cristo para manifestarse libremente a través de cada miembro de Su Cuerpo.
En esencia, yéndonos a la iglesia del primer siglo, primero significó más dar que recibir. No asistían a las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento para recibir de una clase de especialistas religiosos llamados "clero." En vez de esto, se reunían para servir a sus hermanos mediante sus dones individuales para que el Cuerpo entero pudiera ser edificado (Rom. 12:1-8):
Rom 12:1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Rom 12:2 No os conforméis a este mundo; más bien, transformaos por la renovación de vuestro entendimiento, de modo que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.
Rom 12:3 Digo, pues, a cada uno de vosotros, por la gracia que me ha sido dada, que nadie tenga más alto concepto de sí que el que deba tener; más bien, que piense con sensatez, conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno.
Rom 12:4 Porque de la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, pero todos los miembros no tienen la misma función;
Rom 12:5 así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero todos somos miembros los unos de los otros.
Rom 12:6 De manera que tenemos dones que varían según la gracia que nos ha sido concedida: Si es de profecía, úsese conforme a la medida de la fe;
Rom 12:7 si es de servicio, en servir; el que enseña, úselo en la enseñanza;
Rom 12:8 el que exhorta, en la exhortación; el que comparte, con liberalidad; el que preside, con diligencia; y el que hace misericordia, con alegría.
En el pensamiento de Dios, lo esencial para la edificación de la asamblea local es la unidad diversificada de los dones dados por el Espíritu. Robert Banks describe el funcionamiento de las asambleas del Nuevo Testamento diciendo:
"A cada miembro de la comunidad se le concede un ministerio hacia los otros miembros de la comunidad. Esto significa que ninguna persona, o grupo de personas, pueden rechazar, sobre la base de sus dones particulares, otras contribuciones del 'Cuerpo' o imponer una uniformidad sobre todos los demás. La comunidad contiene una gran diversidad de ministerios, y es precisamente en las diferencias de funciones en donde la totalidad y la unidad reside en el Cuerpo. Dios ha diseñado de tal manera las cosas que la involucración de cada persona, con su contribución especial, es necesaria para el funcionamiento adecuado de la comunidad. Esto significa que cada miembro tiene un papel único que realizar, aunque también es dependiente del de todos los demás" (la idea de Pablo sobre la Comunidad).
Es importante acentuar en este punto que el concepto de ministerio mutuo que se percibe en el Nuevo Testamento es muy distinto de la angosta definición "laico-pastor" que se fomenta en la iglesia institucional moderna. La mayoría de las iglesias establecidas ofrecen una plétora de cargos voluntarios para los laicos tales como cortar el césped de la rectoría, acomodar a los feligreses, lavar el automóvil del pastor, estrechar manos en la puerta de la iglesia, repartir boletines, enseñar en las clases de la escuela dominical, cantar en el grupo de alabanza o coro, e ir pasando diapositivas. Aún, estos cargos restringidos del ministerio están muy lejos del libre y abierto ejercicio de los dones espirituales que fueron dados a cada creyente en las asambleas de la iglesia neotestamentaria.
La necesidad de un sacerdocio funcional.
Considere estas cuestiones a la luz de todo cuanto se ha dicho: ¿Por qué se reunía la iglesia primitiva de esta manera? ¿Era una tradición cultural transitoria? ¿Representó la infancia de la iglesia primitiva, ignorante, e inmadura? Pienso que no. El modelo de las reuniones de la iglesia primitiva está profundamente enraizada en la teología bíblica. En efecto, esto hizo real y práctica la doctrina bíblica del sacerdocio de todos los creyentes, una doctrina que casi todos los evangélicos afirman con sus labios.
¿Y cual es esa doctrina? En palabras del Apóstol Pedro, es el concepto de que todos los creyentes son sacerdotes espirituales llamados para ofrecer "sacrificios espirituales" al Señor por sus hermanos.
1Ped 2:5 También vosotros sed edificados como piedras vivas en casa espiritual para ser un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo.
En lenguaje de Pablo, es la idea de que todos los cristianos funcionan como los miembros del Cuerpo Cristo. Desde un punto de vista pragmático, entonces, las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento son la dinámica bíblica que produce crecimiento espiritual tanto corporativa como individualmente (Efe. 4:11-16):
Ef 4:11 Y él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros,
Ef 4:12 a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
Ef 4:13 hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Ef 4:14 Esto, para que ya no seamos niños, sacudidos a la deriva y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar, emplean con astucia las artimañas del error;
Ef 4:15 sino que, siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo.
Ef 4:16 De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todas las coyunturas, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor.
Pero si nosotros no hacemos nuestra función no crecemos, y esta es una ley del reino (Mar. 4: 24,25):
Mar 4:24 Les dijo también: "Considerad lo que oís: Con la medida con que medís, será medido para vosotros y os será añadido.
Mar 4:25 Porque al que tiene le será dado, y al que no tiene aun lo que tiene le será quitado."
En este aspecto, la iglesia institucional es en su esencia una guardería para bebés excesivamente crecidos espiritualmente. Por habersele habituado al pueblo de Dios a ser sujetos pasivos, se les ha impedido su desarrollo espiritual manteniéndoles en una infancia espiritual. La incesante necesidad de alimento espiritual predigerido es una señal de inmadurez espiritual (1 Cor. 3:1,2, Heb. 5:12-14):
1Cor 3:1 Y yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niñitos en Cristo.
1Cor 3:2 Os di a beber leche y no alimento sólido, porque todavía no podíais recibirlo, y ni aún ahora podéis.
Heb 5:12 Debiendo ser ya maestros por el tiempo transcurrido, de nuevo tenéis necesidad de que alguien os instruya desde los primeros rudimentos de las palabras de Dios. Habéis llegado a tener necesidad de leche y no de alimento sólido.
Heb 5:13 Pues todo el que se alimenta de leche no es capaz de entender la palabra de la justicia, porque aún es niño.
Heb 5:14 Pero el alimento sólido es para los maduros, para los que por la práctica tienen los sentidos entrenados para discernir entre el bien y el mal.
Aunque la Reforma recobró la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes, fracasó en la restauración de las prácticas necesarias que encarnaran esta enseñanza. Así, mientras la iglesia ha reclamado el terreno del sacerdocio del creyente, ha fracasado en ocupar este terreno. Por consiguiente, en la iglesia evangélica típica, la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes no es nada más que una verdad estéril. Al respecto, Joseph Higginbotham y Paul Patton comentan puntualmente:
"Cada año en el 'Domingo de la Reforma' se proclama insistentemente que la Reforma ganó la batalla para el sacerdocio del creyente. El deseo es ciertamente el padre del pensamiento, pero todavía estamos hablando de anhelos, no de hechos. Las mismas congregaciones que oyen la proclamación niegan con su política, con su vida congregacional, e incluso con su arquitectura la verdad que ellos reclaman encarnar... Nuestras palabras traicionan las celebraciones por la victoria el Domingo de la Reforma. La batalla no está ganada; nosotros no ocupamos aún el terreno donde el sacerdocio de los creyentes sea un hecho." ("The Battle for the Body," Searching Together, (La Batalla por el Cuerpo, Buscando Juntos), Vol.13:2)."
En efecto, la doctrina del sacerdocio del creyente en el evangelicalismo moderno continúa rogando su aplicación práctica y su realización en la vida del pueblo del Señor. Así, Dios ha establecido reuniones de participación abiertas para encarnar la espléndida realidad espiritual de expresar al Cristo Resucitado mediante una utilización plena del sacerdocio. De esta manera, las reuniones de la iglesia del Nuevo Testamento fue diseñada por Dios para cumplir Su propósito eterno, que se centra en formar a Cristo en un grupo de gente para llevarlos a la plena estatura de Su Hijo (Gal. 4:9, Efe. 4:11-16):
Gál 4:19 Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros.
Efe 4:11 Y él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros,
Efe 4:12 a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
Efe 4:13 hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Efe 4:14 Esto, para que ya no seamos niños, sacudidos a la deriva y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar, emplean con astucia las artimañas del error;
Efe 4:15 sino que, siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo.
Efe 4:16 De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todas las coyunturas, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor.
No hay nada más conducente al crecimiento de la vida espiritual que las reuniones abiertas de iglesia que se reflejan en el Nuevo Testamento. A este respecto, el libro de Hebreos demuestra ampliamente que el alimento mutuo del Cuerpo es vital para el crecimiento espiritual de la iglesia. Simplemente, el ministerio mutuo es el antídoto divino para prevenir la apostasía, el requisito divino para asegurar la perseverancia, y los medios divinos para cultivar la vida espiritual individual. Considere Hebreos 3:12-14:
Heb 3:12 Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros un corazón malo de incredulidad que os aparte del Dios vivo.
Heb 3:13 Más bien, exhortaos los unos a los otros cada día, mientras aún se dice: "Hoy", para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.
Heb 3:14 Porque hemos llegado a ser participantes de Cristo, si de veras retenemos el principio de nuestra confianza hasta el fin.
Aquí el escritor de Hebreos nos enseña que la mutua edificación es el remedio para no desarrollar un corazón descreído y una voluntad endurecida a causa del engaño del pecado. Además, en Hebreos 10:25-26, la Biblia nuevamente presenta la exhortación mutua como la salvaguarda divinamente establecida para no desviarse del Señor.
Heb 10:25 No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre; más bien, exhortémonos, y con mayor razón cuando veis que el día se acerca.
Heb 10:26 Porque si pecamos voluntariamente, después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por el pecado.
Aunque una multitud de clérigos han hecho uso común de este texto para acentuar la importancia de "asistir a la iglesia," han ignorando alegremente el resto del pasaje, que nos equipa con el propósito primario y la actividad de las reuniones de iglesia, es decir: el aliento y la exhortación mutua. Francamente, es peligroso que ignoremos toda la enseñanza de este pasaje, pues nuestra prosperidad espiritual depende de estas reuniones corporativas marcadas por el ministerio mutuo.
Manifestando a Cristo en Su plenitud
No es baladí que la palabra griega para iglesia, ekklesia, signifique literalmente "asamblea." Esto encaja exactamente con el pensamiento dominante del corpus Paulino: que la iglesia es el cuerpo de Cristo como expresión corporativa (1 Cor. 12:1-27, Efe.1:22,23, 4:1-16).
1Cor 12:1 Pero no quiero que ignoréis, hermanos, acerca de los dones espirituales.
1Cor 12:2 Sabéis que cuando erais gentiles, ibais como erais arrastrados, tras los ídolos mudos.
1Cor 12:3 Por eso os hago saber que nadie, hablando por el Espíritu de Dios, dice: "Anatema sea Jesús." Tampoco nadie puede decir: "Jesús es el Señor", sino por el Espíritu Santo.
1Cor 12:4 Ahora bien, hay diversidad de dones; pero el Espíritu es el mismo.
1Cor 12:5 Hay también diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.
1Cor 12:6 También hay diversidad de actividades, pero el mismo Dios es el que realiza todas las cosas en todos.
1Cor 12:7 Pero a cada cual le es dada la manifestación del Espíritu para provecho mutuo.
1Cor 12:8 Porque a uno se le da palabra de sabiduría por medio del Espíritu; pero a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu;
1Cor 12:9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por un solo Espíritu;
1Cor 12:10 a otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
1Cor 12:11 Pero todas estas cosas las realiza el único y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él designa.
1Cor 12:12 Porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo.
1Cor 12:13 Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados todos en un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu.
1Cor 12:14 Pues el cuerpo no consiste de un solo miembro, sino de muchos.
1Cor 12:15 Si el pie dijera: "Porque no soy mano, no soy parte del cuerpo", ¿por eso no sería parte del cuerpo?
1Cor 12:16 Y si la oreja dijera: "Porque no soy ojo, no soy parte del cuerpo", ¿por eso no sería parte del cuerpo?
1Cor 12:17 Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oreja, ¿dónde estaría el olfato?
1Cor 12:18 Pero ahora Dios ha colocado a los miembros en el cuerpo, a cada uno de ellos, como él quiso.
1Cor 12:19 Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
1Cor 12:20 Pero ahora son muchos los miembros y a la vez un solo cuerpo.
1Cor 12:21 El ojo no puede decir a la mano: "No tengo necesidad de ti"; ni tampoco la cabeza a los pies: "No tengo necesidad de vosotros."
1Cor 12:22 Muy al contrario, los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles son indispensables.
1Cor 12:23 Además, a los miembros del cuerpo que estimamos ser de menos honor, a éstos los vestimos aun con más honor; y nuestros miembros menos decorosos son tratados con aun más decoro.
1Cor 12:24 Porque nuestros miembros más honrosos no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba;
1Cor 12:25 para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen los unos por los otros.
1Cor 12:26 De manera que si un miembro padece, todos los miembros se conduelen con él; y si un miembro recibe honra, todos los miembros se gozan con él.
1Cor 12:27 Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros suyos individualmente.
Ef 1:22 Aun todas las cosas las sometió Dios bajo sus pies y le puso a él por cabeza sobre todas las cosas para la iglesia,
Ef 1:23 la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo.
Ef 4:1 Por eso yo, prisionero en el Señor, os exhorto a que andéis como es digno del llamamiento con que fuisteis llamados:
Ef 4:2 con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos los unos a los otros en amor;
Ef 4:3 procurando con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
Ef 4:4 Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como habéis sido llamados a una sola esperanza de vuestro llamamiento.
Ef 4:5 Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo,
Ef 4:6 un solo Dios y Padre de todos, quien es sobre todos, a través de todos y en todos.
Ef 4:7 Sin embargo, a cada uno de nosotros le ha sido conferida la gracia conforme a la medida de la dádiva de Cristo.
Ef 4:8 Por esto dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad y dio dones a los hombres.
Ef 4:9 Pero esto de que subió, ¿qué quiere decir, a menos que hubiera descendido también a las partes más bajas de la tierra?
Ef 4:10 El que descendió es el mismo que también ascendió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.
Ef 4:11 Y él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros,
Ef 4:12 a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
Ef 4:13 hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Ef 4:14 Esto, para que ya no seamos niños, sacudidos a la deriva y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar, emplean con astucia las artimañas del error;
Ef 4:15 sino que, siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo.
Ef 4:16 De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todas las coyunturas, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor.
Por tanto, la función de la asamblea local está en expresar al Salvador Resucitado; estando así reunidos el Señor Jesús puede manifestarse a Sí mismo en Su plenitud en la edificación de Su Cuerpo. La única manera que esto puede llegar a ser una realidad, es si cada miembro de la asamblea cumple con ese aspecto de Cristo que él o ella ha recibido.
Así que si la mano no hace su función en la asamblea, entonces Cristo no es plenamente manifestado. El Señor Jesús no puede revelarse totalmente a Sí mismo mediante un único miembro. Asimismo, si los ojos fracasan en su función, Cristo estará limitado en revelarse a Sí mismo. En cambio, cuando cada miembro del Cuerpo realiza sus funciones según su particular don, ¡Cristo es percibido plenamente, como lo fue entonces, en medio de nuestra Asamblea!
Consideremos la analogía de un rompecabezas. Cuando cada pieza de un rompecabezas se pone en su posición correcta en relación con las otras piezas, decimos que el rompecabezas ha sido "ensamblado". Como resultado, el cuadro entero será visto y entendido. Lo mismo sucede con Cristo y Su iglesia. Cuando cada miembro de la ekklesia suministra (provee) algo de Cristo Resucitado mediante el libre, aunque ordenado, ejercicio de los dones impartidos por el Espíritu, se cumple nuevamente el deseo de Dios de dar a conocer a Su bendito Hijo a nuestros corazones.
Para que nadie entienda mal esta cuestión, la participación en las reuniones no excluye la idea de planificación. Tampoco significa que estemos desechando cualquier clase de orden o forma. En 1 de Corintios 14, el Apóstol Pablo despliega un amplio número de recomendaciones para que las reuniones de la iglesia transcurran de una forma ordenada. Estas directrices demuestran que en el pensamiento de Pablo, no hay tensión entre una participación abierta en las reuniones y una participación ordenada que resulta en la edificación de cada miembro. Con discernimiento erudito, Robert Banks resume la textura de la reunión de la iglesia del Nuevo Testamento:
"La soberanía del Espíritu sobre los dones da como resultado una distribución estable, aunque no inflexible, dentro de la comunidad y una interacción ordenada, aunque no fija, en las reuniones... Así pues, provistos ciertos principios básicos por la operación del Espíritu que saltan a la vista: Equilibrio, inteligibilidad, equidad, orden, y el ejercicio del amor, Pablo no ve ninguna necesidad de establecer reglas fijas que regulen el proceder de la comunidad... Pablo por lo tanto no tiene ningún interés en construir una liturgia fija. Esto restringiría la libertad de las comunicaciones de Dios. Cada asamblea de la comunidad tendrá una estructura, pero surgirá de manera natural de la combinación particular del ejercicio de los dones" (La idea de Pablo de Comunidad).
La cuestión del Poder Sustentador
Lo que ha sido largamente expuesto en lo concerniente al propósito de las reuniones de la iglesia primitiva toca un aspecto vital que aleja a la iglesia del Nuevo Testamento de la iglesia institucional moderna. Se trata de la importante cuestión sobre quién controla y sostiene la iglesia.
En la iglesia institucional, la maquinaria religiosa del 'programa' de la iglesia es la fuerza que propulsa y traza la dirección de la asamblea. Así, si el Espíritu de Dios saliera de una iglesia institucional, Su ausencia sería inadvertida. En cambio, el proceso 'según uso y costumbre' seguiría adelante: el culto no se vería afectado, la liturgia no se interrumpiría, se oirían los anuncios, se recogería la ofrenda, se predicaría el sermón, y se ofrecería la canción de final de culto. Al igual que el viejo Sansón, la congregación seguiría adelante con el programa religioso, "no sabiendo que el Señor se había apartado" (Jueces 16:20):
Jue 16:20 Y ella le dijo: --¡Sansón, los filisteos sobre ti! El se despertó de su sueño y pensó: "Saldré como las otras veces y me escaparé." Pero no sabía que Jehovah ya se había apartado de él.
Por contra, el único factor que sostenía a la asamblea del Nuevo Testamento era la vida del Espíritu Santo. La iglesia primitiva contó enteramente con la vida espiritual de los miembros, como individuos, para mantener su existencia. Por tanto, si la vida de una reunión del Nuevo Testamento decaía, todo el mundo lo percibía. No se puede pasar por alto el escalofrío de la muerte. Aún más, si el Espíritu de Dios salía de la asamblea, la reunión se derrumbaba enteramente. Para abreviar, la iglesia del Nuevo Testamento no conoció otro sostén e influencia a excepción de la vida del Espíritu mediante la comunidad de creyentes. No confió en un sistema programado y planificado por hombres, abastecido institucionalmente, para conservar su impulso.
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