Una pequeña muestra del amor de Dios derramado en el corazón del hombre. Gracias Dios mío por permitirme hacer partícipes de tu amor a mis hermanos.
TIMOTEO.
La Iglesia de Dios es pobre,
nada hay que codiciar.
¿Quién conoce sus tesoros?
¿Quién jamás conocerá
las mercedes que a las almas
el Creador, humildes, da?
Sus tesoros son de Luz,
con Amor, Justicia y Paz.
¿Quién codicia la justicia?
¿Quién, tal vez, conocerá
la Equidad del Ser Supremo,
que, sin par, a todos da?
Nadie conoce sus templos,
pues son templos de Cristal,
que reflejan cual los soles,
tanta luz, tanta belleza,
que en la noche resplandecen,
iluminando la tierra.
"Mi reino no es de este mundo".
¿Cómo pretendes buscar,
en tinieblas, y cegado,
cegado por tu maldad,
los dones que a solo almas,
purificadas les da?
"Con un azote de cuerdas,
expulsa los mercaderes".
¿Cómo pretendes comprar
y vender tan grandes dones,
que tan solo por amor,
puede el alma alcanzar?
¿Qué dicen las catedrales?
¿De qué nos hablan los templos?
¿Qué predica el ornamento,
comprado con el dolor,
de la verdadera Iglesia,
que habita en el corazón?
¿Cómo adorar a Dios,
sin abandonar el mundo?
¿Cómo llegarse al amor,
si no conozco la llave,
ni la quiero conocer,
pues la injusticia es mi obra,
y modo de proceder?
¿Quién se reúne en los templos?
¿Quién atiende a la razón?
¿Quién conoce al emisario,
que con tesoros de Amor,
desde el comienzo del mundo,
a Sí mismo se inmoló?
Jesús, amigo del alma,
mi luz, mi guía, mi tesoro.
Mil gracias son solo nada,
para agradecer la vida,
que con tu Cruz y tu Muerte,
nos mostraste en tu herida.
Dulce Jesús, dulce nombre,
¿Quién conoce tus secretos?
¿Quién se allegará a la fuente,
que a vida eterna nos lleva,
que no se olvide de sí,
que no se inmole en la tierra?
¿Quién conoce tus caminos?
¿Quién los quiere conocer?
¿Quién compartirá tu vino,
tu aceite, tu pan, tu miel,
que no cultive su campo,
a la luz de tu querer?
La Iglesia de Dios es pobre,
no conoce catedrales,
ni Vaticano, ni templos,
pues es fundada en amor,
que desconocen los muros,
labrados con el dolor.
Le duele su hambre al pobre,
al ver tanta falsedad,
tantas palabras vacías,
codiciosas de maldad,
pues, ¿qué otro nombre tiene,
robar al pobre su pan?
¿Para qué queréis los templos,
que perfumáis con flores,
pues no queréis oler,
la podredumbre de alma,
que cerrada a la bondad,
busca amar con falsedad?
¡Hipócritas, ateos, adúlteros!
¿Qué buscáis en las palabras,
llenas de la hipocresía,
del que habla y nunca hace,
lo que sabe debe hacer,
pues es siervo del pecado,
y esclavo de su poder?
Sois templos de iniquidad,
refugio de pecadores,
hacedores de maldad,
codiciosos de los dones,
que a manos llenas reparten,
los que con nadie comparten.
¡Ay de vosotros pastores,
que no entregáis la vida!
¡Ay de vosotros rebaños,
cegados por la codicia,
por los deseos del Dios,
que perseguís sin amor!
El mundo no sabe amar,
pues no es amor, es codicia.
Es correr tras sus deseos,
en la noche de la vida.
Correr sin saber a dónde,
sin rumbo y sin salida.
Jesús, mi amor, mi tesoro,
quién te diera a conocer,
a todos los que cegados,
cegados por su placer,
caminan robando amor,
sembrando odio y dolor.
Padre mío, muéstrales,
el camino de la vida.
¡Ciégales a su querer!
Hazles bajar al abismo,
que luego todo es subir,
a tu sol, encadenados,
a tu Luz, a tu Vivir.
Timoteo.
nada hay que codiciar.
¿Quién conoce sus tesoros?
¿Quién jamás conocerá
las mercedes que a las almas
el Creador, humildes, da?
Sus tesoros son de Luz,
con Amor, Justicia y Paz.
¿Quién codicia la justicia?
¿Quién, tal vez, conocerá
la Equidad del Ser Supremo,
que, sin par, a todos da?
Nadie conoce sus templos,
pues son templos de Cristal,
que reflejan cual los soles,
tanta luz, tanta belleza,
que en la noche resplandecen,
iluminando la tierra.
"Mi reino no es de este mundo".
¿Cómo pretendes buscar,
en tinieblas, y cegado,
cegado por tu maldad,
los dones que a solo almas,
purificadas les da?
"Con un azote de cuerdas,
expulsa los mercaderes".
¿Cómo pretendes comprar
y vender tan grandes dones,
que tan solo por amor,
puede el alma alcanzar?
¿Qué dicen las catedrales?
¿De qué nos hablan los templos?
¿Qué predica el ornamento,
comprado con el dolor,
de la verdadera Iglesia,
que habita en el corazón?
¿Cómo adorar a Dios,
sin abandonar el mundo?
¿Cómo llegarse al amor,
si no conozco la llave,
ni la quiero conocer,
pues la injusticia es mi obra,
y modo de proceder?
¿Quién se reúne en los templos?
¿Quién atiende a la razón?
¿Quién conoce al emisario,
que con tesoros de Amor,
desde el comienzo del mundo,
a Sí mismo se inmoló?
Jesús, amigo del alma,
mi luz, mi guía, mi tesoro.
Mil gracias son solo nada,
para agradecer la vida,
que con tu Cruz y tu Muerte,
nos mostraste en tu herida.
Dulce Jesús, dulce nombre,
¿Quién conoce tus secretos?
¿Quién se allegará a la fuente,
que a vida eterna nos lleva,
que no se olvide de sí,
que no se inmole en la tierra?
¿Quién conoce tus caminos?
¿Quién los quiere conocer?
¿Quién compartirá tu vino,
tu aceite, tu pan, tu miel,
que no cultive su campo,
a la luz de tu querer?
La Iglesia de Dios es pobre,
no conoce catedrales,
ni Vaticano, ni templos,
pues es fundada en amor,
que desconocen los muros,
labrados con el dolor.
Le duele su hambre al pobre,
al ver tanta falsedad,
tantas palabras vacías,
codiciosas de maldad,
pues, ¿qué otro nombre tiene,
robar al pobre su pan?
¿Para qué queréis los templos,
que perfumáis con flores,
pues no queréis oler,
la podredumbre de alma,
que cerrada a la bondad,
busca amar con falsedad?
¡Hipócritas, ateos, adúlteros!
¿Qué buscáis en las palabras,
llenas de la hipocresía,
del que habla y nunca hace,
lo que sabe debe hacer,
pues es siervo del pecado,
y esclavo de su poder?
Sois templos de iniquidad,
refugio de pecadores,
hacedores de maldad,
codiciosos de los dones,
que a manos llenas reparten,
los que con nadie comparten.
¡Ay de vosotros pastores,
que no entregáis la vida!
¡Ay de vosotros rebaños,
cegados por la codicia,
por los deseos del Dios,
que perseguís sin amor!
El mundo no sabe amar,
pues no es amor, es codicia.
Es correr tras sus deseos,
en la noche de la vida.
Correr sin saber a dónde,
sin rumbo y sin salida.
Jesús, mi amor, mi tesoro,
quién te diera a conocer,
a todos los que cegados,
cegados por su placer,
caminan robando amor,
sembrando odio y dolor.
Padre mío, muéstrales,
el camino de la vida.
¡Ciégales a su querer!
Hazles bajar al abismo,
que luego todo es subir,
a tu sol, encadenados,
a tu Luz, a tu Vivir.
Timoteo.