El libro de la Revelación de Jesucristo, más conocido entre nosotros como el Apocalipsis de Juan, nos revela el sentido de la historia: la victoria del Cordero mártir por sobre las fuerzas de los vencedores del mundo: los reyes, emperadores, príncipes, presidentes, cancilleres, primeros ministros, generales, magnates, los ricos de todos los tiempos y sus ejércitos.

Como otros apocalipsis, la Revelación de Jesucristo tiene una estructura esencial que consta de cuatro partes:

1. Discipulado: que tiene su expresión más clara en las cartas a las 7 iglesias (1:4 al 3:22).

2. Historiografía: la historia como lucha entre el Cordero, quien sí es digo de reinar y sus enemigos actualmente victoriosos y reinantes en el mundo. Del capítulo 4 al 12.

3. Profecía: El destino de Roma y el Imperio Romano, su caída irremediable. Especialmente del capítulo 13 al 19:10.

4. Escatología: el final de los tiempos, la derrota de los enemigos del Cordero, el reinado de Cristo en esta tierra, el juicio, la nueva tierra el nuevo cielo y la nueva Jerusalén (19:11 al 22).

Los cuatro aspectos que se localizan cada uno en partes del libro, se entrecruzan sin embargo a lo largo del texto, cuya fuerza radica en la forma como combina en cada parte los cuatro aspectos, convirtiéndose en una guía para la vida cotidiana, en una clara explicación de la Buena Noticia de Jesucristo y en una sólida sustentación de la Esperanza de quienes somos perseguidos por causa de la justicia.

El tema de la victoria es central. Los mensajes a las iglesias contrastan dos clases de vencedores: unos son los que han sufrido y conservan el amor; pobres; testigos fieles en la tribulación; con fe viva, cálida; sin poder del mundo. Los otros son los que tienen el poder del mundo y siguen a sus ídolos, al dinero, al egoísmo y los "nicolaítas", expresión sin traducir del griego, que quiere decir, quienes siguen a los vencedores del mundo.

La Iglesia está puesta a escoger entre estas dos clase de vencedores y las cartas muestran que de siete, solamente dos iglesias (Esmirna y Filadelfia) han optado decididamente por la victoria de Cristo. Tres, Efeso, Pérgamo y Tiatira, tienen grandes méritos, pero deben corregirse y no aceptar a los que siguen al vencedor (nicolaítas) ni a quienes profetizan por dinero (a lo Balaam) ni a quienes incitan al despojo de los pobres (Jezabel), cayendo en el egoísmo y la fornicación con los ídolos del mundo.

La segunda parte comienza dejando claro que ante Dios, Supremo Soberano, el Cordero con su muerte se hizo digno de recibir el poder, que ha estado en manos de otros. El Cordero sí es digno y por eso Su victoria es un hecho, aunque por el momento otros tengan la sartén por el mango. Es una afirmación necesaria para poder presentar la realidad dramática de la historia y encontrarle sentido.

Los tan nombrados cuatro jinetes del Apocalipsis hacen su aparición y son precisamente las desgracias que han atribulado a la humanidad. Encabeza el desfile precisamente el "vencedor", el clásico guerrero (armado de arco), representando a todos los gobernantes, sus ejércitos y su poder victorioso y deslumbrante. Siguen la carestía, la enfermedad y la guerra.

Sí, los gobiernos han sido y son un mal como el hambre, la peste y la guerra y además son el motor de estas desgracias, en vez de ser la garantía para evitarlas. Por eso no nos puede extrañar el resto del drama. Frente a ellos un victorioso ejército desarmado de mártires, los millones de santos que vienen de ser perseguidos en todas las formas y que han lavado sus vestiduras con la sangre del Cordero. Su victoria está garantizada pero nuevamente en medio del terrible drama que hasta ahora comienza.

Las oraciones de los santos, las profecías de los enviados de Dios, el testimonio de los mártires no logra convencer a los poderes del mundo ni a sus seguidores, tampoco las terribles consecuencias de sus acciones y proyectos. La espera tiene sin embargo una justificación: completar el número de quienes van a ser mártires (6:11), más y más gente que se convertirá y seguirá al Cordero, hasta cuando llegue la hora de "destruir a quienes destruyen la tierra" (11:18).

Un resumen altamente simbólico de la historia está en el capítulo 12: la serpiente que quiere devorar al hijo de la Mujer. La Mujer tiene que huir con su hijo, pero la serpiente es derrotada en el cielo gracias a la sangre del Cordero y al testimonio de los mártires, su destino esta fijado, será derrotada, pero por ahora está en la tierra, que ha auxiliado a la Mujer. La serpiente le sigue haciendo "la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús."

No se nos olvide, estamos en medio de esa lucha, no hay lugar para la tibieza de la iglesia rica de Laodicea ni para la fe muerta de Sardis ni mucho menos para seguir a los actuales vencedores. Se necesita el testimonio fiel: los testigos son asesinados aunque dan muestra del poder de Dios. Parte de la propia Iglesia, simbolizada por el patio del templo, no estará a la altura del testimonio "será pisoteada" y los propios testigos serán asesinados dentro de ella (la Gran Ciudad donde también su Señor fue crucificado, por su propio pueblo que se comportó como Egipto o Sodoma 11:8).

La situación de los cristianos en el Imperio Romano se veía a la luz de todo esto. La profecía sobre Roma (Babilonia) fue y es una consecuencia de toda esta historiología. Roma estaba (y está) victoriosa, pero tenía (y tiene) que caer (y caerá), pero antes causará indecibles sufrimientos. Es un vaticinio aplicable a todos los imperios de antes y después, a todos los poderes de la tierra. Por eso se usa el símbolo de Babilonia, que puede ser Roma o Contantinopla; o el imperio romano-germánico o el Otomano o el chino; o los califatos, España, los Estados Pontificios, la dominación inglesa, el nazismo, el stalinismo y Estados Unidos o cualquiera de los imperios que puedan venir tras la caída de Estados Unidos.

La Bestia es EL imperio y no un imperio particular; es el poder del mundo que recibió el poder de la serpiente antigua (Satanás o el enemigo de Dios Lc 4:6). Ante ella se postran sus seguidores y dicen "quién como el poder de los imperios". "Se le concedió el poder de hacer la guerra a los santos y vencerlos" (13:7).

Los santos, han sido, son y serán vencidos por el Imperio (cómo en Daniel 7:21). No hay duda de que la bestia tiene poder, armas y cárceles para atacar a los santos. La Bestia tiene además su profeta, el asesor de imagen de la bestia, que le da movimiento a su ídolo, produce y difunde su ideología y causa la represión de quienes no aceptan al poder dominante, con bloqueos comerciales que impiden "comprar y vender" a quienes no siguen a la Bestia y los manda exterminar. Es aquí donde se necesita la Esperanza. En medio del despliegue del poder de la Bestia. Quienes no aceptan adorarla, son asesinados.

Roma, o Babilonia, o cualquiera de los imperios, no puede sostenerse y cae. Su caída revela la debilidad del poder del mundo. Los "vencedores" mundanos siempre se han desplomado, se desploman y se desplomarán, uno tras otro. La propia Bestia abandona a cada una de sus Babilonias como a prostitutas de turno (17:16). En proporción a su orgullo y a sus lujos reciben tormentos y llantos. Y con cada imperio caído lloran los gobiernos, naciones, inversionistas y comerciantes que "se enriquecieron con su poder desenfrenado".

Es paradójico que el grueso de la Iglesia (podríamos decir cinco séptimas partes) ahora se precia de su relación con el poder del mundo. Desde Constantino la mayoría de la Iglesia dejó de esperar el fin del Imperio Romano y quiso más bien su conservación y se amparó bajo su manto. Sin embargo Roma cayó, a pesar de esta apostasía (2 Ts 2:3) y después de ella. Después, la mayoría de los cristianos se han puesto del lado de los imperios, Bizancio, el Papado, el rey de España, el de Inglaterra, el Zar de Rusia, Wall Street... A la Bestia la han adorado, la adoran y la adorarán "todos los habitantes de la tierra cuyo nombre no está escrito desde la creación del mundo en el libro de la vida del Cordero degollado".

La caída de Roma, el colapso de cada Imperio, el fin de cada "Gran Ramera" que corrompe a la humanidad, venga la sangre de los santos asesinados y prefigura el desenlace, el final de los tiempos que es presentado en forma muy clara:

A. Un nuevo vencedor cuya arma es la Palabra y no el arco (ni el fusil ni el misil), derrota para siempre a la Bestia, a su profeta, a los reyes de la tierra a sus ejércitos y a sus demás seguidores. La historia en este mundo tendrá un cambio radical, la sucesión de Babilonias terminará, la Bestia será destruida. Satanás que le dio el poder a la Bestia será atado.

B. Cristo, junto con todos los asesinados por su testimonio verdadero y los que no adoraron a la Bestia reinarán por un tiempo muy largo: "mil años" comparados con los "Tres y medio" que ha durado el resto de la historia. Se hará la voluntad de Dios en esta tierra (Mt 6:10). El Reino de Dios, que ya está entre nosotros (Lc 17:21), reinará sobre toda esta tierra (como se anunció en la segunda parte del Apocalipsis, desde el capítulo 5:10). Una gran liberación ocurrirá en esta tierra y producirá efectos muy prolongados. Los muertos en Cristo y quienes no hayan seguido a los poderes del mundo resucitarán y reinarán con Jesús aquí en la tierra mucho tiempo. Sí es posible que se cumpla la voluntad de Dios en la tierra.

C. Sin embargo aun queda otra batalla, una vez vencido el poder político, económico, ideológico y militar de los imperios, reinos y gobiernos. Aun el enemigo de Dios podría contar con el corazón de los hombres. Satanás es desatado después de los "mil años", para esta prueba final. Sale a seducir a los pueblos (no a los reyes o gobiernos que ya no existen) y a cercar el campamento de los santos, pero es derrotado y quemado por siempre al fracasar su ataque al corazón de los santos.

D. El Juicio Final se produce después de que ha quedado demostrado que es posible hacer la voluntad de Dios en la Tierra. De otra manera el juicio se basaría en un imposible. También se produce cuando ya Satanás está en el lago de fuego y no es posible que intervenga en el juicio como Fiscal. No hay quien acuse a los santos. Cristo sí estará presente según Mateo 25: 31-45. Y separará a los benditos de los malditos según si cuando él tuvo hambre, le dieron de comer; cuando tuvo sed, le dieron de beber; cuando era forastero, le acogieron; cuando estuvo desnudo, le vistieron; cuando estuvo enfermo, le visitaron y cuando estuvo preso, fueron a verle. Unos y otros le preguntarán ¿Cuándo fue eso? Cristo Rey les dirá a unos y a otros que cuanto hicieron o no hicieron a uno de sus hermanos, a él lo hicieron o no.

E. La muerte será quemada por siempre junto con los que no hicieron nada por los hermanos.

F. Aparecen un nuevo cielo y una nueva tierra, un mundo nuevo y una nueva Jerusalén. Allí no hay templo ni sol ni luna ni alumbrado, porque Dios mismo y el Cordero son el Templo y la luz. Las puertas de la ciudad están siempre abiertas y en la nueva tierra está el río de agua de vida, del cual beberán gratuitamente los que tienen sed. La invitación desde ese nuevo mundo es clara hacia este: "Vengan, vengan, el que tenga sed que se acerque y reciba gratuitamente agua de vida"; "los que laven sus vestiduras (en la sangre del Cordero) podrán disponer del árbol de la vida y entrarán por las puertas de la (nueva) Ciudad" (que están abiertas).

Se cierra entonces el círculo, desde el Final se nos llama al presente. La Escatología culmina uniéndose con el discipulado, con el llamado a la conversión, al cambio de mentalidad.

Héctor Mondragón
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