TEXTO: Isaías 6:8 Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.
Introducción
A medida que va pasando este último tiempo podemos observar que el obrar del Espíritu Santo se está dando con mayor fuerza que hace unos 15 a 20 años atrás. Son muchos los que vienen a los pies de Jesucristo de una manera sorprendente, el proceso de conversión se está dando de una manera fácil. Esto se debe a que estamos viviendo tiempos de cosecha.
Isaías 6:5-8 “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.”
Yo puedo ver aquí la vida de todo cristiano que recién llega a los pies de Cristo, cuántos en alguna oportunidad nos hemos sentido indignos de tanta gracia y misericordia. Aquí ocurren dos situaciones o te quedas paralizado por tu indignidad, por tu autocondenación y rechazas la misericordia del Señor o simplemente eres consciente de que toda bendición no es para ti sino para otros.
Qué bueno que a Dios no se le escapa nada, Él tiene la solución para todo. “Yo limpio tus pecados y quito tu culpa”. Allí entra a tallar nuestra fe. Ahora nos toca a nosotros creerlo y aceptarlo, otros fallan porque no lo pueden aceptar. En el versículo 8 podemos ver el sentir de Dios: ¿A quién envío?. Este ministerio no se lo ha encomendado a los ángeles sino a nosotros. Antes de usarnos es necesario que él nos limpie como lo hizo con Isaías. La Biblia dice que era inmundo de labios, seguramente que era un hombre cuyas palabras eran corrompidas, lo que bien hoy podríamos decir un lisuriento. La Biblia nos enseña que Dios usa lo que aún nosotros consideramos inmundo para glorificarse.
Qué lindo el sentir de Isaías: ¡Envíame a mí!, no al otro sino a mí.
Dios quiere usar a sus hijos para hacer su obra en medio de nosotros. Él quiere usarnos. Cuando un hijo de Dios dice no, el igualito va hacer su obra. El no se detiene porque alguien dice no, Él apresura su Palabra para ponerla por obra.
La Biblia dice “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”. 1 Timoteo 4:5
Nadie dijo que para el ministerio todo iba a ser color de rosa, la Biblia dice soporta las aflicciones. Las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Haz obra de evangelista, un apasionado por las almas perdidas. Para poder tener una comunidad familiar con éxito, el líder y toda la comunidad debe pedirle a Dios que tenga el mismo amor y apasionamiento que motiva a un evangelista. Pasión por perdidos. De allí que luego los reciba y luego tengan el mismo amor de un pastor para cuidar y dar bálsamo a las ovejitas.
Americo Davila
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
A medida que va pasando este último tiempo podemos observar que el obrar del Espíritu Santo se está dando con mayor fuerza que hace unos 15 a 20 años atrás. Son muchos los que vienen a los pies de Jesucristo de una manera sorprendente, el proceso de conversión se está dando de una manera fácil. Esto se debe a que estamos viviendo tiempos de cosecha.
Isaías 6:5-8 “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.”
Yo puedo ver aquí la vida de todo cristiano que recién llega a los pies de Cristo, cuántos en alguna oportunidad nos hemos sentido indignos de tanta gracia y misericordia. Aquí ocurren dos situaciones o te quedas paralizado por tu indignidad, por tu autocondenación y rechazas la misericordia del Señor o simplemente eres consciente de que toda bendición no es para ti sino para otros.
Qué bueno que a Dios no se le escapa nada, Él tiene la solución para todo. “Yo limpio tus pecados y quito tu culpa”. Allí entra a tallar nuestra fe. Ahora nos toca a nosotros creerlo y aceptarlo, otros fallan porque no lo pueden aceptar. En el versículo 8 podemos ver el sentir de Dios: ¿A quién envío?. Este ministerio no se lo ha encomendado a los ángeles sino a nosotros. Antes de usarnos es necesario que él nos limpie como lo hizo con Isaías. La Biblia dice que era inmundo de labios, seguramente que era un hombre cuyas palabras eran corrompidas, lo que bien hoy podríamos decir un lisuriento. La Biblia nos enseña que Dios usa lo que aún nosotros consideramos inmundo para glorificarse.
Qué lindo el sentir de Isaías: ¡Envíame a mí!, no al otro sino a mí.
Dios quiere usar a sus hijos para hacer su obra en medio de nosotros. Él quiere usarnos. Cuando un hijo de Dios dice no, el igualito va hacer su obra. El no se detiene porque alguien dice no, Él apresura su Palabra para ponerla por obra.
La Biblia dice “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”. 1 Timoteo 4:5
Nadie dijo que para el ministerio todo iba a ser color de rosa, la Biblia dice soporta las aflicciones. Las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Haz obra de evangelista, un apasionado por las almas perdidas. Para poder tener una comunidad familiar con éxito, el líder y toda la comunidad debe pedirle a Dios que tenga el mismo amor y apasionamiento que motiva a un evangelista. Pasión por perdidos. De allí que luego los reciba y luego tengan el mismo amor de un pastor para cuidar y dar bálsamo a las ovejitas.
Americo Davila
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.