El popular sistema religioso conocido hoy como "Teología de la Liberación" es un intento de combinar el comunismo revolucionario de Carlos Marx y el lenguaje de ciertos pasajes bíblicos que dan la impresión de que la Biblia predica la revolución sangrienta del comunismo y el socialismo. Pero en realidad sólo existen dos tipos de teología de liberación: una es marxista y la otra es Cristiana. Una se basa en las enseñanzas de un hombre que dijo que "la religión es el opio (es decir, la droga) de los pueblos" y la otra se basa en las enseñanzas de Aquel que dijo: "Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida".
¿Quién fue Carlos Marx?
Tenemos que estar claros en esto desde un principio: Carlos Marx fue un ateo. En su juventud había sido un Cristiano liberal, como lo demuestra su ensayo escolar "Sobre la unión de los fieles con Cristo según Juan 14: 1-14" (reproducido en el libro "The unknown Karl Marx", de Robert Payne, New York University Press, 1971, pp. 39-43). Pero a los 20 años abandonó su creencia en Dios. A los 25 años, escribió: "La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo despiadado, y el alma para los que están vacíos. Es el opio de los pueblos" (Karl Marx, "Early Writings", Edit. McGraw-Hill, 1964, pp. 43-44). En ese mismo ensayo, Marx argumenta a favor de la idea de que la humanidad es la forma más elevada de vida, es decir, que el hombre es dios: "La emancipación de Alemania es sólo posible en la práctica si uno adopta el punto de vista de esa teoría según la cual el hombre es el ser supremo para el hombre". Los marxistas no creen en el poder transformador del mensaje del evangelio, sino en el cambio a través de la revolución violenta. Los marxistas no creen en un Dios que creó este mundo y lo llevará al juicio final. Ellos creen sólo en el hombre.
La concepción humanista
Para las religiones humanistas, como el marxismo, los males de la sociedad radican en el medio ambiente, es decir, en las circunstancias políticas y sociales de determinado momento histórico. El marxista cree que sólo el Estado tiene el poder para cambiar ese medio ambiente. El Estado tiene que reconstruir el ambiente físico y espiritual del hombre a fin de cambiar y salvar al hombre. El cambio social a través de la acción del Estado es la gracia estatal en operación. El ambiente malo tiene que ser destruido a fin de liberar al hombre. A veces, este ambiente malo incluye personas e instituciones, como la burguesía, los capitalistas, el clero, los Cristianos, las iglesias, las organizaciones y empresas privadas, etc. Todas ellas tienen que ser- y con frecuencia lo son- "liquidadas" o destruidas como parte del proceso de salvación. Al resto hay que "reeducarles", suplantando el Cristianismo con el nuevo credo.
El determinismo ambiental
El problema con esta filosofía es que parte de un error llamado determinismo ambiental, que consiste en que los hombres culpan a su medio ambiente por su pecado. Esto fue lo que hizo Adán cuando Dios le preguntó si había comido del fruto prohibido: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí" (Gn. 3:12). Luego la mujer dijo: "La serpiente me engañó, y comí" (v.13). En otras palabras, " Es tu culpa, Dios. Tú nos diste un medio ambiente deficiente, y pecamos". Pero Adán y Eva fueron castigados, porque Dios no es un determinista ambiental. Dios no es un humanista. El culpa a los pecadores por sus pecados. En cambio, el marxista cree que el cambio positivo en la sociedad sólo puede venir como resultado de la revolución. Los marxistas quieren crear una sociedad nueva a través del poder del Estado para cambiar el ambiente económico, político y social. Los marxistas creen que a través del cambio impuesto desde lo externo, por la acción del Estado, pueden cambiar la naturaleza interna del hombre, para corregir así los males de la sociedad.
La visión Cristiana
Pero los Cristianos sabemos que solamente Dios puede cambiar la naturaleza corrompida del hombre: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios..." (2 Cor. 5:17-18), no de la revolución marxista ni de la benevolencia estatal. Para el Cristianismo bíblico, la respuesta al problema del mal es la gracia de Dios y la restauración de todas las cosas a través de Jesucristo. El problema del hombre no es su medio ambiente, sino su pecado, su deseo de ser su propio dios, su propia ley y su propio fin. El hombre no puede salvarse a sí mismo, ni por la política, ni por la ley ni por la moralidad, ni por ningún otro medio. Jesucristo es el único Salvador del hombre. El hombre tiene que vivir bajo el sistema legal de Dios a fin de vivir libre y felizmente. El Cristianismo ofrece una visión que puede transformar al hombre desde su interior, para que éste se convierta luego en un agente de cambio para toda la sociedad. La Biblia no es un libro que se refiere solamente a la salvación personal. El plan de Dios es conquistar al mundo. Jesús lo expresó claramente cuando dijo: "Id y haced discípulos a todas las naciones..." (Mt. 28:19-20).
Conclusión
No puede haber concesiones en esto. O se tiene fe en Dios o en el hombre, en el Cristianismo o en el marxismo. Honesta y correctamente, no hay modo de mezclar el marxismo con el Cristianismo. Los Cristianos estamos llamados a discipular a las naciones. Esto significa traer a los hombres bajo la disciplina de las estipulaciones legales del pacto de Dios. Y esto sólo será posible a través de la fidelidad a los principios establecidos por Dios, no a través del humanismo. Por esto, cuando los Cristianos abrazan las filosofías humanistas que exaltan el poder del Estado, poniendo su fe en el Estado para transformar la sociedad, es por falta de conocimiento del plan de Dios.
(Adaptado de "Liberando la Tierra: ¿Regeneración o Revolución?", Gary North, ICE, 1987).
¿Cristianismo o Marxismo? (Parte II)
Por: Noel Rojas
Una de las diferencias fundamentales entre el Cristianismo y el Marxismo radica en la visión acerca del Gobierno y la función del Estado dentro de una nación. En este artículo haremos una aproximación a la visión de Gobierno Cristiano, en contraposición al concepto Socialista. Es importante que conozcamos los principios de Dios acerca del Gobierno de una nación, si verdaderamente queremos ser una generación que se constituya en factor de cambio para establecer Su Reino en la tierra.
La visión Cristiana del Gobierno
El concepto de Gobierno es inherente a la naturaleza de Dios, ya que Él es el Creador, Dueño absoluto, Regidor y Soberano del Universo. Fue Dios quien dio inicio a la Historia, y será Dios quien le dé final a la Historia, cuando se siente en Su trono a juzgar a las naciones. La Biblia está llena de referencias que corroboran esta idea. Veamos, por ejemplo, el Salmo 96, versículos 10 y 13: "Decid entre las naciones: Jehová reina. También afirmó el mundo, no será conmovido; juzgará a los pueblos en justicia... juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad". De manera que un concepto Cristiano de Gobierno tiene que comenzar por el reconocimiento incondicional del Gobierno Supremo de Dios.
Por otra parte, el hombre ha sido creado conforme a la imagen de Dios (Gén. 1:26-27) y por lo tanto Dios le ha dado una dignidad y unos derechos que son inalienables, y que ningún sistema de Gobierno puede violar. Básicamente, estos derechos son:
1. El derecho a la vida: "No matarás" (Exodo 20:13).
El derecho a la libertad: "Asímismo, el que robare una persona y la vendiere... morirá" (Exodo 21:16).
El derecho a la propiedad: "No hurtarás" (Exodo 20:15).
El Gobierno de una nación tiene que reconocer que Dios es el Autor de los derechos y las libertades. Ningún Gobierno tiene autoridad legítima ni para conceder ni para quitarle los derechos a los ciudadanos. La función de un Gobierno bíblico es asegurar que estos derechos sean respetados y garantizados.
Además, Dios ha establecido en Su Palabra unas funciones limitadas y específicas para el Gobierno civil:
1. Mantener la justicia, la ley y el orden (1 P. 2:13-14; 2 Ti. 2:1-2).
Proteger a la nación de la agresión extranjera a través del Ejército (Ro. 13:4).
Garantizar el respeto a las libertades individuales, como la libertad de culto, la libertad de expresión, la libertad de asamblea, la libertad de la iniciativa empresarial, el derecho a la ganancia justa, el derecho a la propiedad privada, y en general, el respeto a los derechos consagrados por Dios. (Ro. 13:3).
Por último, el Gobierno civil debe reconocer que existe una Ley más alta que todas las leyes humanas: la Ley de Dios, revelada en Su Palabra escrita, la Biblia. Esta ley gobierna en la conciencia de los hijos de Dios, y por lo tanto, el Gobierno no puede bajo ningún pretexto inducir a los Cristianos a transgredirla (Hch. 5:29).
Como podemos ver, el Gobierno fue creado por Dios para ser un ministro de bien (Ro. 13:1-4). Cuando el Estado se encuentra bajo la autoridad de Dios, actúa como ministro de Dios para bendición del pueblo. En cambio, cuando el Gobierno asume atribuciones mayores que las establecidas por Dios, buscando controlar las acciones de los hombres, el resultado inevitable es la tiranía. Esto es lo que enseña la Biblia: "Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime" (Pr. 29:2, 1 Samuel 8).
La visión Marxista del Gobierno
En el primer artículo de esta serie quedó claramente establecido que uno de los fundamentos del Marxismo es la negación de Dios. Para el marxista-socialista, el Estado es quien representa la máxima autoridad y quien ocupa el poder absoluto sobre los gobernados. Greg Anthony, autor Cristiano, en su obra "Economía Bíblica", declara lo siguiente: "Una parte central del panorama comunista en el mundo es que el Estado es el máximo poder, por lo tanto es dios sobre la tierra. No hay mayor autoridad después de él, ni el Espíritu Santo. Es la fuerza que traerá la utopía futura... Dios es soberano –controla toda la historia- no el Estado. Sin embargo, el Estado piensa que puede controlar las acciones del hombre y determinar lo que se debe hacer económicamente" (citado en "Principios Bíblicos para la Reforma de las Naciones", por Stephen McDowell y Mark Beliles, pp. 109-110). El Dr. Gary North, reconocido estudioso de los principios bíblicos sobre Economía y Política, dice lo siguiente en su libro "Heredando la Tierra": "El socialismo moderno también transfiere al Estado un grado de poder que la Biblia dice que le pertenece sólo a Dios: el poder total. Por lo tanto, la teoría socialista requiere de un Estado omnipotente" (op. cit., p. 110). No hace falta profundizar demasiado para darnos cuenta de que el concepto del Estado todopoderoso está en total oposición con las enseñanzas de las Escrituras.
¿Qué es el Estatismo?
"El estatismo es la práctica de dar progresivamente al gobierno poderes ilimitados. Es la violación de la ley de Dios, cuando los gobernantes intentan jugar a ser dios controlando las vidas y las actividades de quienes están a su cargo. Dios ha limitado severamente los poderes del Estado, y cuando el Estado sobrepasa estos límites está actuando como deidad ´para ser como Dios´... El estatismo incluye todas las formas de intervencionismo y socialismo" (op. cit., p.109)
¿Concretamente, cómo se manifiesta el estatismo?
Generalmente, el intervencionismo estatista utiliza métodos sutiles de engaño deliberado para, poco a poco, obtener el control sobre la gente y sus propiedades, con el argumento de estar ayudando a los más desafortunados. Por ejemplo:
1. El Estado enfatiza que el pueblo debe esperar que el Gobierno resuelva los problemas del pobre, del enfermo, del desempleado, del anciano, del joven, del que se encuentra en bancarrota, del falto de educación, del menos privilegiado, etc. Es el "Estado Mesiánico", es decir, el Estado como Salvador del hombre. Estas son algunas de las maneras en que actúa:
a. Se invierten grandes cantidades de dinero para subsidiar a la agricultura. Al agricultor se le dice que el Estado correrá con la mayor parte del riesgo. Pero en vez de beneficiar a la agricultura, esto conduce a la falta de esfuerzo y de búsqueda de calidad en la producción, además de ser fuente de corrupción, ya que los agricultores se roban o malgastan el dinero que les regala el Estado.
A los trabajadores se les dice que el Estado les garantizará que los empresarios les darán la mayor parte de las ganancias. Pero esto, en vez de beneficiar a los trabajadores, los perjudica, ya que las empresas no pueden invertir para obtener mayores ganancias, y por lo tanto no pueden aumentar los sueldos, no pueden generar más empleo, y no les queda más remedio que reducir su personal. Consecuencia: ¡el desempleo aumenta!
Al decirle a los ciudadanos que el Estado les resolverá todos sus problemas, se estimula la flojera y la falta de iniciativa para la educación y para el trabajo, ya que éstos no verán la necesidad de esforzarse para superarse y solucionar por ellos mismos sus problemas. Esto hace que se incremente la delincuencia y la descomposición social.
1. El Estado enfatiza en la reducción del poder local y en la transferencia del poder y la toma de decisiones al Gobierno central. Esto trae como consecuencia el aumento de la burocracia y, por ende, el Estado tiene que pagar una gigantesca nómina, en vez de usar los recursos en las funciones que sí le competen. Este es el caldo de cultivo de toda clase de corruptelas. Además, los Gobiernos locales son debilitados y los ciudadanos pierden progresivamente su representatividad.
En vista de que el Estado requiere de grandes cantidades de dinero para mantener su aparatosa estructura burocrática, se incrementan más y más los impuestos y toda clase de medidas fiscalistas. Esto hace que la gente empobrezca, ya que les es quitado el fruto de su trabajo para sostener al Estado. ¡Esto es un robo legalizado!
Finalmente, el Estado acumula gradualmente el monopolio del poder utilizando tácticas manipulativas de descrédito y acusación contra las demás instituciones legalmente constituidas y los sectores de opinión de la sociedad civil, bajo el argumento de estar buscando el bien nacional. De esta manera, el Estado se abroga el derecho de actuar como la conciencia de todos los ciudadanos, lo cual es una clara violación al derecho de la libertad de conciencia dado por Dios.
Conclusión
El concepto del "Estado Benefactor" es uno de los engaños más sutiles y crueles que hayan brotado de las profundidades del infierno. Niega la soberanía de Dios entronizando al Estado como Señor y Salvador de los hombres. Dondequiera que ha sido aplicado, el resultado ha sido la miseria, la corrupción y la injusticia. Los Cristianos debemos renovar nuestras mentes, deshaciéndonos de las filosofías humanistas, e impregnarnos de los principios bíblicos acerca del Gobierno, para poder ser instrumentos de Dios para la transformación de nuestra sociedad (Col. 2:8).
Por: Noel Rojas
¿Quién fue Carlos Marx?
Tenemos que estar claros en esto desde un principio: Carlos Marx fue un ateo. En su juventud había sido un Cristiano liberal, como lo demuestra su ensayo escolar "Sobre la unión de los fieles con Cristo según Juan 14: 1-14" (reproducido en el libro "The unknown Karl Marx", de Robert Payne, New York University Press, 1971, pp. 39-43). Pero a los 20 años abandonó su creencia en Dios. A los 25 años, escribió: "La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo despiadado, y el alma para los que están vacíos. Es el opio de los pueblos" (Karl Marx, "Early Writings", Edit. McGraw-Hill, 1964, pp. 43-44). En ese mismo ensayo, Marx argumenta a favor de la idea de que la humanidad es la forma más elevada de vida, es decir, que el hombre es dios: "La emancipación de Alemania es sólo posible en la práctica si uno adopta el punto de vista de esa teoría según la cual el hombre es el ser supremo para el hombre". Los marxistas no creen en el poder transformador del mensaje del evangelio, sino en el cambio a través de la revolución violenta. Los marxistas no creen en un Dios que creó este mundo y lo llevará al juicio final. Ellos creen sólo en el hombre.
La concepción humanista
Para las religiones humanistas, como el marxismo, los males de la sociedad radican en el medio ambiente, es decir, en las circunstancias políticas y sociales de determinado momento histórico. El marxista cree que sólo el Estado tiene el poder para cambiar ese medio ambiente. El Estado tiene que reconstruir el ambiente físico y espiritual del hombre a fin de cambiar y salvar al hombre. El cambio social a través de la acción del Estado es la gracia estatal en operación. El ambiente malo tiene que ser destruido a fin de liberar al hombre. A veces, este ambiente malo incluye personas e instituciones, como la burguesía, los capitalistas, el clero, los Cristianos, las iglesias, las organizaciones y empresas privadas, etc. Todas ellas tienen que ser- y con frecuencia lo son- "liquidadas" o destruidas como parte del proceso de salvación. Al resto hay que "reeducarles", suplantando el Cristianismo con el nuevo credo.
El determinismo ambiental
El problema con esta filosofía es que parte de un error llamado determinismo ambiental, que consiste en que los hombres culpan a su medio ambiente por su pecado. Esto fue lo que hizo Adán cuando Dios le preguntó si había comido del fruto prohibido: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí" (Gn. 3:12). Luego la mujer dijo: "La serpiente me engañó, y comí" (v.13). En otras palabras, " Es tu culpa, Dios. Tú nos diste un medio ambiente deficiente, y pecamos". Pero Adán y Eva fueron castigados, porque Dios no es un determinista ambiental. Dios no es un humanista. El culpa a los pecadores por sus pecados. En cambio, el marxista cree que el cambio positivo en la sociedad sólo puede venir como resultado de la revolución. Los marxistas quieren crear una sociedad nueva a través del poder del Estado para cambiar el ambiente económico, político y social. Los marxistas creen que a través del cambio impuesto desde lo externo, por la acción del Estado, pueden cambiar la naturaleza interna del hombre, para corregir así los males de la sociedad.
La visión Cristiana
Pero los Cristianos sabemos que solamente Dios puede cambiar la naturaleza corrompida del hombre: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios..." (2 Cor. 5:17-18), no de la revolución marxista ni de la benevolencia estatal. Para el Cristianismo bíblico, la respuesta al problema del mal es la gracia de Dios y la restauración de todas las cosas a través de Jesucristo. El problema del hombre no es su medio ambiente, sino su pecado, su deseo de ser su propio dios, su propia ley y su propio fin. El hombre no puede salvarse a sí mismo, ni por la política, ni por la ley ni por la moralidad, ni por ningún otro medio. Jesucristo es el único Salvador del hombre. El hombre tiene que vivir bajo el sistema legal de Dios a fin de vivir libre y felizmente. El Cristianismo ofrece una visión que puede transformar al hombre desde su interior, para que éste se convierta luego en un agente de cambio para toda la sociedad. La Biblia no es un libro que se refiere solamente a la salvación personal. El plan de Dios es conquistar al mundo. Jesús lo expresó claramente cuando dijo: "Id y haced discípulos a todas las naciones..." (Mt. 28:19-20).
Conclusión
No puede haber concesiones en esto. O se tiene fe en Dios o en el hombre, en el Cristianismo o en el marxismo. Honesta y correctamente, no hay modo de mezclar el marxismo con el Cristianismo. Los Cristianos estamos llamados a discipular a las naciones. Esto significa traer a los hombres bajo la disciplina de las estipulaciones legales del pacto de Dios. Y esto sólo será posible a través de la fidelidad a los principios establecidos por Dios, no a través del humanismo. Por esto, cuando los Cristianos abrazan las filosofías humanistas que exaltan el poder del Estado, poniendo su fe en el Estado para transformar la sociedad, es por falta de conocimiento del plan de Dios.
(Adaptado de "Liberando la Tierra: ¿Regeneración o Revolución?", Gary North, ICE, 1987).
¿Cristianismo o Marxismo? (Parte II)
Por: Noel Rojas
Una de las diferencias fundamentales entre el Cristianismo y el Marxismo radica en la visión acerca del Gobierno y la función del Estado dentro de una nación. En este artículo haremos una aproximación a la visión de Gobierno Cristiano, en contraposición al concepto Socialista. Es importante que conozcamos los principios de Dios acerca del Gobierno de una nación, si verdaderamente queremos ser una generación que se constituya en factor de cambio para establecer Su Reino en la tierra.
La visión Cristiana del Gobierno
El concepto de Gobierno es inherente a la naturaleza de Dios, ya que Él es el Creador, Dueño absoluto, Regidor y Soberano del Universo. Fue Dios quien dio inicio a la Historia, y será Dios quien le dé final a la Historia, cuando se siente en Su trono a juzgar a las naciones. La Biblia está llena de referencias que corroboran esta idea. Veamos, por ejemplo, el Salmo 96, versículos 10 y 13: "Decid entre las naciones: Jehová reina. También afirmó el mundo, no será conmovido; juzgará a los pueblos en justicia... juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad". De manera que un concepto Cristiano de Gobierno tiene que comenzar por el reconocimiento incondicional del Gobierno Supremo de Dios.
Por otra parte, el hombre ha sido creado conforme a la imagen de Dios (Gén. 1:26-27) y por lo tanto Dios le ha dado una dignidad y unos derechos que son inalienables, y que ningún sistema de Gobierno puede violar. Básicamente, estos derechos son:
1. El derecho a la vida: "No matarás" (Exodo 20:13).
El derecho a la libertad: "Asímismo, el que robare una persona y la vendiere... morirá" (Exodo 21:16).
El derecho a la propiedad: "No hurtarás" (Exodo 20:15).
El Gobierno de una nación tiene que reconocer que Dios es el Autor de los derechos y las libertades. Ningún Gobierno tiene autoridad legítima ni para conceder ni para quitarle los derechos a los ciudadanos. La función de un Gobierno bíblico es asegurar que estos derechos sean respetados y garantizados.
Además, Dios ha establecido en Su Palabra unas funciones limitadas y específicas para el Gobierno civil:
1. Mantener la justicia, la ley y el orden (1 P. 2:13-14; 2 Ti. 2:1-2).
Proteger a la nación de la agresión extranjera a través del Ejército (Ro. 13:4).
Garantizar el respeto a las libertades individuales, como la libertad de culto, la libertad de expresión, la libertad de asamblea, la libertad de la iniciativa empresarial, el derecho a la ganancia justa, el derecho a la propiedad privada, y en general, el respeto a los derechos consagrados por Dios. (Ro. 13:3).
Por último, el Gobierno civil debe reconocer que existe una Ley más alta que todas las leyes humanas: la Ley de Dios, revelada en Su Palabra escrita, la Biblia. Esta ley gobierna en la conciencia de los hijos de Dios, y por lo tanto, el Gobierno no puede bajo ningún pretexto inducir a los Cristianos a transgredirla (Hch. 5:29).
Como podemos ver, el Gobierno fue creado por Dios para ser un ministro de bien (Ro. 13:1-4). Cuando el Estado se encuentra bajo la autoridad de Dios, actúa como ministro de Dios para bendición del pueblo. En cambio, cuando el Gobierno asume atribuciones mayores que las establecidas por Dios, buscando controlar las acciones de los hombres, el resultado inevitable es la tiranía. Esto es lo que enseña la Biblia: "Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime" (Pr. 29:2, 1 Samuel 8).
La visión Marxista del Gobierno
En el primer artículo de esta serie quedó claramente establecido que uno de los fundamentos del Marxismo es la negación de Dios. Para el marxista-socialista, el Estado es quien representa la máxima autoridad y quien ocupa el poder absoluto sobre los gobernados. Greg Anthony, autor Cristiano, en su obra "Economía Bíblica", declara lo siguiente: "Una parte central del panorama comunista en el mundo es que el Estado es el máximo poder, por lo tanto es dios sobre la tierra. No hay mayor autoridad después de él, ni el Espíritu Santo. Es la fuerza que traerá la utopía futura... Dios es soberano –controla toda la historia- no el Estado. Sin embargo, el Estado piensa que puede controlar las acciones del hombre y determinar lo que se debe hacer económicamente" (citado en "Principios Bíblicos para la Reforma de las Naciones", por Stephen McDowell y Mark Beliles, pp. 109-110). El Dr. Gary North, reconocido estudioso de los principios bíblicos sobre Economía y Política, dice lo siguiente en su libro "Heredando la Tierra": "El socialismo moderno también transfiere al Estado un grado de poder que la Biblia dice que le pertenece sólo a Dios: el poder total. Por lo tanto, la teoría socialista requiere de un Estado omnipotente" (op. cit., p. 110). No hace falta profundizar demasiado para darnos cuenta de que el concepto del Estado todopoderoso está en total oposición con las enseñanzas de las Escrituras.
¿Qué es el Estatismo?
"El estatismo es la práctica de dar progresivamente al gobierno poderes ilimitados. Es la violación de la ley de Dios, cuando los gobernantes intentan jugar a ser dios controlando las vidas y las actividades de quienes están a su cargo. Dios ha limitado severamente los poderes del Estado, y cuando el Estado sobrepasa estos límites está actuando como deidad ´para ser como Dios´... El estatismo incluye todas las formas de intervencionismo y socialismo" (op. cit., p.109)
¿Concretamente, cómo se manifiesta el estatismo?
Generalmente, el intervencionismo estatista utiliza métodos sutiles de engaño deliberado para, poco a poco, obtener el control sobre la gente y sus propiedades, con el argumento de estar ayudando a los más desafortunados. Por ejemplo:
1. El Estado enfatiza que el pueblo debe esperar que el Gobierno resuelva los problemas del pobre, del enfermo, del desempleado, del anciano, del joven, del que se encuentra en bancarrota, del falto de educación, del menos privilegiado, etc. Es el "Estado Mesiánico", es decir, el Estado como Salvador del hombre. Estas son algunas de las maneras en que actúa:
a. Se invierten grandes cantidades de dinero para subsidiar a la agricultura. Al agricultor se le dice que el Estado correrá con la mayor parte del riesgo. Pero en vez de beneficiar a la agricultura, esto conduce a la falta de esfuerzo y de búsqueda de calidad en la producción, además de ser fuente de corrupción, ya que los agricultores se roban o malgastan el dinero que les regala el Estado.
A los trabajadores se les dice que el Estado les garantizará que los empresarios les darán la mayor parte de las ganancias. Pero esto, en vez de beneficiar a los trabajadores, los perjudica, ya que las empresas no pueden invertir para obtener mayores ganancias, y por lo tanto no pueden aumentar los sueldos, no pueden generar más empleo, y no les queda más remedio que reducir su personal. Consecuencia: ¡el desempleo aumenta!
Al decirle a los ciudadanos que el Estado les resolverá todos sus problemas, se estimula la flojera y la falta de iniciativa para la educación y para el trabajo, ya que éstos no verán la necesidad de esforzarse para superarse y solucionar por ellos mismos sus problemas. Esto hace que se incremente la delincuencia y la descomposición social.
1. El Estado enfatiza en la reducción del poder local y en la transferencia del poder y la toma de decisiones al Gobierno central. Esto trae como consecuencia el aumento de la burocracia y, por ende, el Estado tiene que pagar una gigantesca nómina, en vez de usar los recursos en las funciones que sí le competen. Este es el caldo de cultivo de toda clase de corruptelas. Además, los Gobiernos locales son debilitados y los ciudadanos pierden progresivamente su representatividad.
En vista de que el Estado requiere de grandes cantidades de dinero para mantener su aparatosa estructura burocrática, se incrementan más y más los impuestos y toda clase de medidas fiscalistas. Esto hace que la gente empobrezca, ya que les es quitado el fruto de su trabajo para sostener al Estado. ¡Esto es un robo legalizado!
Finalmente, el Estado acumula gradualmente el monopolio del poder utilizando tácticas manipulativas de descrédito y acusación contra las demás instituciones legalmente constituidas y los sectores de opinión de la sociedad civil, bajo el argumento de estar buscando el bien nacional. De esta manera, el Estado se abroga el derecho de actuar como la conciencia de todos los ciudadanos, lo cual es una clara violación al derecho de la libertad de conciencia dado por Dios.
Conclusión
El concepto del "Estado Benefactor" es uno de los engaños más sutiles y crueles que hayan brotado de las profundidades del infierno. Niega la soberanía de Dios entronizando al Estado como Señor y Salvador de los hombres. Dondequiera que ha sido aplicado, el resultado ha sido la miseria, la corrupción y la injusticia. Los Cristianos debemos renovar nuestras mentes, deshaciéndonos de las filosofías humanistas, e impregnarnos de los principios bíblicos acerca del Gobierno, para poder ser instrumentos de Dios para la transformación de nuestra sociedad (Col. 2:8).
Por: Noel Rojas