Los héroes todavía viven entre nosotros…

La distancia que separaba el lugar del naufragio –en aguas del Pacífico-- de la costa en donde encontraría ayuda, le pareció enorme, y cada nueva brazada, una eternidad. La oscuridad se tornaba cada vez más densa y la desesperación trataba de embargarle por momentos. Lo más fácil era dejarse llevar por las olas y perderse en la inmensidad del océano, pero sabía que varios kilómetros atrás, 26 personas esperaban que llegara con ayuda de los guardacostas. De lo contrario, al igual que él, morirían. Y volvió a intentarlo.

“No pensé en mi vida sino en tantas personas que en --ese instante-- dependían de que yo lograra llegar hasta un lugar habitado”, relató a los periodistas, al tiempo que con gestos y descripciones vívidas, recordó que la mayor preocupación era cómo sobrevivir a las olas que seguramente le estrellarían contra los arrecifes.

Javier Hurtado Mejía lo logró, al filo de la madrugada, con un firmamento estrellado que nunca le pareció más hermoso que en el preciso instante en que logro asirse de unas rocas y salir a tierra firme. ¡Estaba vivo! Ahora, la tarea era salvar a sus acompañantes...

Este hombre de 32 años protagonizó una de las hazañas que Colombia no logra olvidar. Nadó cinco horas. Pidió auxilio a las autoridades y regresó por los náufragos que le esperaban con expectación. El constituía su tabla de salvación...

Un viaje que no terminó bien...

Todo comenzó con un viaje. Un recorrido de tan solo una hora, entre el muelle y los balnearios naturales de Buenaventura, en Colombia. Pero justo cuando estaban por arribar a la costa, en un paso peligroso, la embarcación zozobró. Caía la noche y con el sol que se ocultaba en el horizonte, esperaban que un barco pasara cerca. Pero no ocurrió. Estaban solos, en medio del mar. Por espacio de tres horas, Javier convenció a sus pasajeros de no desesperarse, de conservar la calma y el optimismo, y de velar porque ninguno renunciara al deseo de vivir.

La única alternativa era nadar hasta la orilla, bastante distante por cierto. Hacerlo implicaba un riesgo. Y Javier asumió ese sacrificio. Comenzó a nadar hacia lo desconocido...

Los héroes de hoy

Los héroes existen. No están en la imaginación de los escritores. Habitan entre nosotros. Viven nuestra cotidianidad. Y nos llevan a creer nuevamente que vale la pena vivir...

Javier no tiene nada de extraordinario. Al igual que usted y yo, enfrenta temores, vive el día a día con los problemas que trae y sueña con un mejor mañana. Pero lo que le torna diferente, son varias características:

a.- La perseverancia. No renuncia aunque las circunstancias digan que es imposible lograr cualquier propósito.
b.- Guardar la calma en medio de las crisis. Tiene claro que quien se desespera, difícilmente encontrará una salida a los problemas.
c.- Piensa en su prójimo. Sabe que así como nuestras vidas valen mucho, también las de quienes nos rodean.
d.- Un indeclinable sentido de responsabilidad. Como motorista de la nave, se dispuso a hacer las cosas bien hasta el final, sin renunciar a su compromiso.
e.- Se fija metas y no renuncia con facilidad a ellas. Dejar de nadar y dejarse morir, no le permitiría llegar a su objetivo: un lugar desde el cual buscar ayuda.

Jesús, un héroe de todos los tiempos...

En un mundo que no tiene líderes que sirvan de punto de referencia para imitarles, cobra vigencia la figura del Señor Jesús. ¿Una comparación? Sí, vale la pena hacerla al mirar lo que hizo por nosotros y la disposición de sacrificio que observó el náufrago del Pacífico. Fue el propio Jesús quien dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13).

Es difícil pensar en otros cuando está en juego nuestra vida. Pero alguien en pleno siglo veintiuno lo hizo. Y hace más de veinte siglos, Jesús lo hizo. Puso su vida por nosotros.

Nuestro pecado nos separa de Dios. Y así iba a ser por la eternidad a menos que algo ocurriera... Ese algo fue el sacrificio voluntario del Señor Jesús por nuestros pecados, tal como lo describe el apóstol Pablo: “A vosotros, estando muertos en pecados y en la incurcuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándonos todos los pecados, y anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio, y clavándola en la cruz”(Colosenses 2:13, 14).

Su muerte, nos reconcilió con Dios el Padre. Ahora usted y yo, por mucho que hayamos pecado, tenemos una nueva oportunidad... la oportunidad de comenzar una nueva vida. Ya Jesús pagó por todas nuestras culpas: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él e pecado de todos nosotros” (Isaías 53:5, 6).

Una puerta al cambio

La decisión de aceptar el perdón de los pecados y comenzar una nueva vida, está en sus manos. Nadie le obliga. Es una decisión personal. Quizá quiere hacerlo hoy. Sabe que su vida necesita algo que llene ese vacío. ¡La respuesta es Jesucristo!

Si reconoce la necesidad de Jesús en su corazón, haga una sencilla oración. Dígale: “Señor Jesucristo, reconozco que he pecado y que, por tu sacrificio en la cruz, me perdonaste y me abres las puertas a una nueva vida. Te acepto en mi corazón. Haz de mi la persona que tú quieres que sea. Amén”.

¡Felicitaciones! Tomó la mejor decisión de su vida. Ahora la invito para que asuma tres hábitos edificantes en su vida. El primero, la oración a Dios. El segundo, leer la Biblia. Encontrará enseñanzas que transformarán su existencia. Y el tercero, congregarse. ¡Una nueva vida comienza para usted...!

Si tiene alguna inquietud, no dude en escribirme ahora mismo:

Ps. Fernando Alexis Jiménez
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