La búsqueda de la felicidad

 
La felicidad personal y colectiva se ha convertido en algo primordial. Toda sociedad, religión, iglesia, ideología que no contribuya a esta aspiración, será rechazada. Esto significa que la proclamación de la felicidad tendrá que tener ese presupuesto o apartado: Contribuir a la felicidad del hombre.
Si a cualquiera de nosotros se nos dijera dónde están vendiendo la felicidad, seríamos capaces de vender todo lo que tenemos con tal de ir allá y comprarla.

Eso es, en realidad, lo que muchos están tratando de hacer ahora mismo. Sin embargo, hay muy poca relación entre el dinero y la felicidad.

Todos aspiramos a ser felices. ¿O no? Todo lo que decidimos en la vida tiene un único objetivo: la felicidad. La verdadera cuestión consiste, pues, en saber si esta felicidad es posible y de qué manera.

Déjeme contarles un cuento (Aclaro que es solo un cuento):

En cierta ocasión se reunieron todos los dioses y decidieron crear al hombre y la mujer, planearon hacerlo a su imagen y semejanza, entonces uno de ellos dijo: esperen, si los vamos a hacer a nuestra imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual al nuestro, fuerza e inteligencia iguales a las nuestras, debemos pensar en algo que los diferentes de nosotros, porque sino, estaríamos creando nuevos dioses.

Debemos quitarles algo, pero, ¿qué les quitamos? Después de mucho pensar uno de ellos dijo: ¡Ah! ¡ya sé!, vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la encuentren jamás.



Propuso el primero: vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo, a lo que inmediatamente repuso otro: recuerda que les dimos fuerza, alguna vez alguien subirá y la encontrará, y si la encuentra uno, ya todos sabrán dónde está. Luego propuso otro: entonces vamos a esconderla en el fondo del mar y otro contestó: no, recuerda que les dimos inteligencia, y un día alguien construirá un submarino y bajaran y entonces la encontrará.

Uno más dijo: escondámosla en un planeta lejano a la Tierra, y le dijeron: no, recuerda que les dimos inteligencia, y un día alguien construirá una nave en la que pueda viajar a otros planetas y la descubrirá y entonces todos tendrán felicidad y serán iguales a nosotros. El último de ellos era un dios que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás dioses. Analizó en silencio cada una de ellas y entonces rompió el silencio y dijo: creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren. Todos voltearon asombrados y preguntaron al unísono: ¿Dónde? la esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán. Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así, el hombre se pasa la vida buscando la felicidad por todo el mundo, sin saber que la trae consigo...

El pensador español Ortega y Gasset ha dicho: “Las cosas externas (los bienes materiales) no producen la felicidad. Sólo satisfacen nuestros deseos, pero no nuestra personalidad en forma íntegra.” Los deseos son insaciables, pues apenas se satisfacen unos, surgen otros, en una sucesión infinita. Es por eso que, quien añade riquezas, añade dolor, hasta extremos que suelen ser fatales.

Muchos se han dedicado a buscar los secretos de la felicidad, para luego ofrecer sus hallazgos. En libros, recetas que dicen “El secreto de la felicidad es este, o esta acá, o esta allá. Uno de estas personas es Dennis Prager, conferencista por muchos años sobre este tema. En uno de sus artículos publicados en una revista famosa dice: “Hay muy poca relación entre las circunstancias que uno vive y la felicidad”, y añade: “Todos conocemos gente infeliz que lleva una vida relativamente cómoda y fácil, y gente dichosa que ha sufrido horrores.” ¿Porqué?

¿Qué tiene que haber en nosotros para que podamos ser felices? Prager sugiere salvar tres problemas para llevar una vida dichosa:

No compararse con otros. Desechar las imágenes de perfección, ante las cuales nuestra vida parece desdichada.

No obsesionarse por las mínimas fallas. Esta obsesión la pinta con un tejado, al cual uno sólo le ve la única teja faltante.

Otro pensador ha dicho: “La felicidad se encuentra sólo cuando se busca para otros y la vida del hombre no depende de las cosas, sino de la riqueza de espíritu que lleva en su interior”.

Alguien más ha dicho: “El secreto de la felicidad no está en hacer lo que uno quiere, sino en aprender a querer lo que uno tiene que hacer”. Pero - usted y yo podemos decir - “aprender a querer lo que uno tiene que hacer” es una tarea terriblemente complicada.

¿Que dice Dios?

Seguramente como yo, ustedes se habrán preguntado ¿Entonces qué debo hacer para ser feliz? ¿Cuál de todos los caminos conduce a la felicidad? En verdad La felicidad no puede ser hallada sin la intervención directa de Dios en nuestras vidas, todas las vías que suponen la capacidad del hombre para ser feliz por sí mismo solo producen satisfacción momentánea.

Como si por un ejercicio del corazón y la voluntad el hombre pudiera alcanzar la meta de ser feliz.

La felicidad sólo se halla en Dios. Como Creador, sólo Él conoce los resortes más íntimos de nuestra complicada personalidad, y sabe qué necesitamos para ser plenamente felices.

Lo primero, entonces, es conocer a Dios, y tenerlo en el corazón. Tenerlo, no como mera información, o como cultura general, sino como un amigo constante, permanente en nuestras vidas. Fíjense por favor, una cosa es conocer de Dios y otra muy diferente conocer a Dios.

Sólo Dios puede tratar con las cosas que nos quitan la posibilidad de alcanzar la felicidad. ¿Cuáles son esas cosas?

Una de ellas es la inseguridad. ¿Cómo puede ser vencida? En Dios hay seguridad. Dios es dueño del mañana. ¿Y la muerte, no es una incógnita temible? Dios tiene control sobre la muerte y sobre lo que hay más allá de ella. ¿No se siente el hombre a la deriva en un mundo sin sentido? Pues, Dios conoce el sentido de su creación, y también del hombre en ella. ¿No se siente acusado por una conciencia hipersensible? Pues, en Dios hay perdón de pecados por la sangre de Jesucristo.

La felicidad no depende de ninguna circunstancia exterior, sino de lo que hay en el corazón, porque Dios viene a habitar dentro de la persona. Afuera, las circunstancias podrán ser todo lo adversas que quieran, pero adentro, en el corazón, hay paz.

La palabra “bienaventurado” quiere decir feliz, dichoso. En el original griego indica algo grande o de larga duración. Se trata de un adjetivo que denota felicidad, alguien muy bendecido, digno de ser congratulado. Es una palabra de gracia que expresa un regocijo y una satisfacción especiales, concedidos a la persona que experimenta la salvación. Esta es una descripción elemental de la condición interna del creyente como resultado de la obra de Dios.

Mateo

5:1 Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos.

5:2 Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:

5:3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

“Dichosos los que reconocen su necesidad espiritual, pues el reino de Dios les pertenece.”

Los felices son los que han reconocido que no son espiritualmente autosuficientes sino que necesitan la vida, el poder y la gracia sustentadora del Espíritu Santo a fin de heredar el reino de Dios.

Ser pobre en espíritu no es ser cobarde, sino que es reconocer que sin Dios estamos en bancarrota espiritual. El pobre en espíritu confiesa que no es digno de Dios y que depende totalmente de Él.

5:4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.

“Dichosos los que lloran y se afligen por sus propios pecados.”

La cualidad más notable de un hijo de Dios es su humildad, el reconocer nuestras faltas hace que nos sintamos libres de culpa y de gozar el perdón de Dios.

La humildad es la virtud que resulta del sentimiento de nuestra bajeza. Una persona humilde es aquella que se rebaja voluntariamente. Una persona humilde es aquella que es modesta respecto a sí misma. Es una persona que no tiene más alto concepto de sí misma del que debe tener. La humildad es una cualidad que Dios espera ver en los creyentes.

“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo, echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.” (1 Pedro 5:6,7)

5:5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.

“Dichosos los mansos, porque el mundo entero les pertenece.”

Una acepción de la palabra manso en griego es moldeable y su aplicación podría ser “dichosos los que se dejan moldear por los planes de Dios ya que el mundo les pertenece”

Bueno y recto es Jehová; por tanto Él enseñará a los pecadores el camino. Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera. SALMO 25:8-9

“Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” (Santiago 4:6)

5:6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

“Dichosos los que tienen hambre y sed de hacer lo que Dios exige, pues Él hará que se cumplan sus deseos.” Cuando nuestro interés principal es que nuestra gente conozca a Dios y su salvación nos sentimos contentos. ¿No le ha pasado que cuando alguien de su familia o alguien de sus amigos acepta a Jesús usted esta de fiesta? Así hay fiesta en el cielo.

Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. JUAN 6:35

5:7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

“Dichosos los bondadosos, los misericordiosos, porque alcanzaran misericordia.”

“Dichosos los que tienen compasión de otros, pues Dios tendrá compasión de ellos”

Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. EFESIOS 4:32

Esta es una secuencia lógica, Si usted es compasivo, con usted serán compasivos.

5:8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.

“Dichosos los de limpio corazón, porque verán a Dios “

¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño. Él recibirá bendición de Jehová y justicia del Dios de salvación. SALMO 24:3-5



Una de las condiciones más claras para ver a Dios es la limpieza de corazón, cuando usted ha limpiado su corazón de pecado y de orgullo y lo ha llenado de amor y de humildad usted esta en camino para ver a Dios.

5:9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

“Dichosos los que luchan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.”

Mucha paz tienen los que aman tu Ley y no hay para ellos tropiezo. SALMO 119:165

Seguid la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. HEBREOS 12:14



La paz que nos narra este pasaje no es solo ausencia de guerra, sino de aquellos que buscan la reconciliación de otros con Dios.

El reino de Dios es el reino de lo bueno, el reino de paz y tranquilidad, el reino de felicidad. El reino de los cielos no se obtiene basándose en la raza. Jesús les dijo a los judíos:

“Y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.” (Mateo 3:9).

La única forma de entrar en el reino de Dios es por medio de Jesucristo. No es por medio de una institución, ni siquiera por medio de una iglesia. Es únicamente por medio de la obra de Jesús en el calvario. Todos necesitamos ser humildes y reconocer esta realidad. Salomón dijo:

“Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor de Jehová.” (Proverbios 22:4)

Todo lo que se asocia con la felicidad está disponible para el hombre de hoy, hoy, hoy.

Si usted no la tiene, ahora mismo puede comenzar a disfrutar de ella, porque Dios le está esperando.

Ábrale su corazón a Jesucristo, y Él vendrá a habitar dentro de usted:

“He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (Ap.3:20).

Daniel Ortega



Enviado 26 Abril 2001 00:03

LA FELICIDAD (Daniel Ortega)
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