Antes de referirnos al artículo traducido por Luis Fernando y colocado con el título “Biblia y Tradición...”, conviene resumir -para evitar malentendidos- lo que los evangélicos entendemos por Sola Scriptura. Digo esto porque si bien “Sola Scriptura” -solamente la Biblia- podría tomarse como una declaración que no necesita comentarios, en realidad no es así. Ocurre más o menos como con la teoría de la Relatividad ... que no significa que “todo es relativo.”
Sola Scriptura significa:

1. Que la Biblia es la única regla infalible de la fe (doctrina) y la práctica (costumbres).

2. Que la enseñanza de la Biblia es suficiente para que las personas acepten a Jesucristo como Señor y Salvador, y haciendo lo que ella dice, alcancen la vida eterna.

Corolarios:

1. La Iglesia de Jesucristo no necesita revelaciones que no se hallen explícitamente o por lógica y clara implicación en la Biblia.

2. No hay otra regla infalible de fe fuera de las Escrituras.

Por otra parte, Sola Scriptura NO significa:

1. Que la Biblia contenga absolutamente todo lo que Dios ha dicho y hecho.

2. Que la Palabra de Dios no se haya transmitido oralmente en muchas ocasiones y situaciones históricas.

3. Que la Iglesia carezca de autoridad para interpretar, enseñar y defender la Palabra de Dios.

4. Que toda tradición no escrita deba ser rechazada a priori y a fortiori.

Los cristianos evangélicos creemos que la Iglesia es columna y fundamento de la verdad, que debe tener maestros piadosos y conocedores de las Escrituras, y que muchas tradiciones son expresiones válidas de la fe cristiana. Aceptamos las expresiones normativas de los Credos de los primeros concilios ecuménicos, y tomamos seriamente las enseñanzas de los Padres, así como de los muchos y muy buenos maestros, doctores y comentaristas que Dios le ha dado a la Iglesia a lo largo de los siglos. No creemos que la Escritura sea de interpretación privada (libre interpretación), pero sí sostenemos el principio del Libre Examen.

Si aceptamos algunas cosas y rechazamos otras, lo hacemos sobre la base de lo que consideramos son las enseñanzas de las Escrituras. La enseñanza de la tradición -sí, aún de nuestra propia tradición- , de los concilios, de los Padres, etc, debe conformarse a las Escrituras, que son la Palabra final, inspirada e infalible de Dios.

Ahora vayamos al artículo en cuestión, y veamos cuán firmemente establece su tesis, y al final incluiré un resumen de las razones bíblicas que nos obligan a reafirmar el principio de Sola Scriptura.

El autor (Armstrong) reconoce que los Protestantes no ignoran “la importancia y validez de la historia de la Iglesia, la Tradición, los Concilios ecuménicos, o la autoridad de los Padres de la Iglesia y destacados teólogos. La diferencia reside en la relativa posición de autoridad mantenida por la Escritura y las instituciones y decretos de la Iglesia.”

Nótese que el autor sabe perfectamente que la diferencia fundamental no es el rechazo de toda otra autoridad aparte de las Escrituras, aunque aquélla se considere subordinada a éstas. Sin embargo, luego se afirma que “La prevalencia del sola Scriptura, de acuerdo al pensamiento católico, ha facilitado una extendidísima ignorancia y desprecio de la historia de la Iglesia entre los protestantes de a pie.” Supongo que la oscura referencia a los protestantes “de a pie” se referirá a aquellos más ignorantes. Debiera ser obvio que aunque tal cosa sea verdad, no es menos cierto que los católicos “de a pie” son tanto o más ignorantes de la historia, y por añadidura de las Escrituras. Se limitan a asentir sin examinar todo cuanto su Iglesia diga que es cierto. Lo del conocimiento de la historia entre los católicos, pues, debe de referirse a los católicos cultos, que entonces debieran compararse con los protestantes instruidos; y en este caso el supuesto desnivel desaparece o incluso se invierte.

“El Catolicismo afirma que su Tradición es ni más ni menos que la conservación de la enseñanza de Cristo tal y como fue revelada y proclamada por los Apóstoles. Existe un desarrollo, pero sólo en el sentido de un aumento del entendimiento que no en la esencia, de esta Tradición apostólica. El Catolicismo afirma ser el guardián y custodio del depósito original de la fe la cual fue una vez entregada a los santos (Judas 3).”

Habrá que tomar cuidadosa nota de este párrafo, según el cual, y en conformidad con la doctrina católica, se sostiene que la Tradición que la Iglesia de Roma considera inspirada y por tanto dotada de suprema autoridad no es toda tradición que pueda tener esa u otras iglesias, sino aquellas que se remontan directamente al Señor y los Apóstoles.

“Debe anotarse también que la palabra escrita y la masa enorme de literatura ha sido extendida ampliamente sólo desde la invención de la imprenta alrededor del 1440. De ese modo, esa palabra escrita no pudo haber sido la principal transmisora del evangelio durante al menos catorce siglos. Los cristianos anteriores en el tiempo a la Reforma Protestante aprendieron sobre todo a través de las homilías, los sacramentos, la liturgia y su calendario anual, las fiestas cristianas, las prácticas devocionales, instrucción familiar, arquitectura eclesial y otro tipo de arte sagrado que reflejaba temas bíblicos. Para todos esos creyentes, el sola Scriptura hubiera sido a simple vista una absurda abstracción de imposible puesta en práctica.”

He aquí una falacia repetida hasta el cansancio por los apologistas católicos. Es tan obvia que debería darles vergüenza siquiera repetirla. La existencia de miles de manuscritos bíblicos debiera indicar que, por mucho tiempo, los cristianos pudieron hacer para sí copias de parte o de toda la Biblia, pero este no es el punto.

Los protestantes no afirmamos que la Palabra escrita haya sido el principal vehículo de transmisión, sino que es la fuente definitiva de la Verdad revelada. Por ella es posible juzgar las homilías, los sacramentos, la liturgia, etc. La cuestión es si nuestra predicación y nuestras prácticas son conformes a las Escrituras, no de si cada cristiano que haya existido tenía una Biblia. Por tanto, el argumento además de falaz es irrelevante.

“Solo un prejuicio previo contra tal noción o una indebida fijación en el rechazo por parte de Cristo de lo corrupto, tradiciones humanas farisaicas, podría cegar a alguien ante la considerable fuerza de los datos escriturales. Dicho de otra forma, la Escritura no enseña el sola Scriptura, un concepto que se basa en el uso de un documento (la Biblia) contrariamente a lo que el propio documento testimonia explícita e implícitamente.”

Esto se contesta al final.

“Es absurdo para cualquier cristiano el desdeñar lo que Dios ha enseñado a millones de otros cristianos a lo largo de los siglos.”

No puedo interpretar este párrafo sino como un profundo prejuicio contra los evangélicos. ¿Quién le habrá dicho a este buen Señor que en conjunto despreciamos a los santos y los sabios del ayer? La cuestión no es ésa, esto no es lo que se discute. Lo que está en juego es la norma final de autoridad: Biblia o Biblia más tradición apostólica.

Nótese que aquí se contrapone Sola Scriptura con “lo que Dios ha enseñado a millones de otros cristianos a lo largo de los siglos.” Aquí deja traslucir -involuntariamente, supongo- el verdadero origen y naturaleza de la tradición católica, a saber, la religiosidad popular de las masas. Pero esta tradición secular NO es la que nominalmente defiende Roma, ya que teóricamente esta última tradición no fue dada a las masas ni a lo largo de siglos, sino que provendría directamente del Señor y sus Apóstoles, quienes la recibieron en un intervalo de décadas. Sin embargo, en la práctica Roma confunde una con otra, y de hecho le atribuye sanción dominical y apostólica a cosas que provienen de la religiosidad popular.

“En el Nuevo Testamento, lo primero de todo, encontramos un testimonio bien claro del hecho de que la Escritura no contiene al completo la enseñanza de Cristo. Presumiblemente nadie negaría esto, pero los Protestantes acostumbran a negar que cualquiera de Sus enseñanzas no recogidas en la Escritura podrían haber sido fielmente transmitidas oralmente por la primitiva tradición apostólica.”

No existe razón a priori para negar que algunas enseñanzas del Señor que no están en las Escrituras podrían haberse transmitido por tradición oral. Dios es soberano, y puede hacer las cosas como a El le plazca. No le corresponde a ningún ser humano decirle a Dios cómo hacer mejor las cosas... El problema surge cuando queremos determinar a este respecto cuál fue la voluntad de Dios.

Es cierto que la investigación histórica sugiere que algunos dichos de Jesús podrían haberse conservado fuera del Nuevo Testamento (por ejemplo, Joachim Jeremias, “Palabras desconocidas de Jesús”, trad. cast., Salamanca: Sígueme, 1979). Pero esto es por su propia naturaleza dudoso, y en todo caso no afecta las doctrinas centrales del cristianismo.

Por otra parte, la misma Biblia da testimonio de lo poco confiable de la tradición oral en el mediano o largo plazo. “Por eso el dicho se propagó entre los hermanos que aquel discípulo no moriría, pero Jesús no dijo que no moriría...” (Juan 21:23). San Juan obviamente corrige aquí, por escrito, una tradición oral errónea.

Ahora bien, según el dogma romano, el depósito de la tradición apostólica oral quedó fijado en el primer siglo, y no es posible quitarle ni añadirle (aunque se admita la noción de “desarrollo” tan hábilmente propuesta por el Cardenal Newman). Aunque la Iglesia de Roma ha apelado a tal presunta Tradición oral apostólica (como al dudoso “consenso unánime de los Padres) para definir algunos dogmas, el protestante se pregunta -y el católico debiera preguntarse- lo siguiente: ¿por qué extraña razón en los siglos transcurridos desde el tiempo de los Apóstoles, la Iglesia de Roma no ha determinado y enunciado los límites precisos de la tradición que dice celosamente guardar? Por cierto, las pretensiones del romanismo podrían tomarse más seriamente si el Papa por sí o mediante una comisión realizase tal tarea. Hasta que se demuestre lo contrario, cabe pensar que la tradición apostólica oral no es más real que el traje nuevo del emperador.

Nuestro apologista romano apela luego a los siguientes “textos de prueba”:

“Marcos 4:33 Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas . . .

En otras palabras, como se entiende, muchas parábolas no están recogidas en la Escritura.

El Evangelio de Marcos no presenta sino nueve del total de 46 parábolas de Jesús que se hallan en los Evangelios. Por lo tanto, es lógico pensar que Marcos se refiere a las otras 35, y por tanto la afirmación que “muchas parábolas no están recogidas en la Escritura” es gratuita.

“Marcos 6:34 . . . y se puso a enseñarles muchas cosas.

Ninguna de estas muchas cosas está reflejada ahí

Juan 16:12 Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello.

Quizás, este mucho fue hablado durante sus apariciones después de la Resurrección, a las cuales se alude en Hechos 1:2-3 (ver más abajo). Muy pocas de estas enseñanzas se han guardado por escrito, y aquellas que sí lo han sido, contienen sólo mínimos detalles.”

Si el Nuevo Testamento concluyese con los Evangelios, el argumento basado en estos textos y en Hechos 1:2-3 tendría algún mérito. Sin embargo, dado que los Apóstoles evidentemente recibieron y enseñaron “muchas cosas” que no se hallan en los Evangelios pero están registradas en los Hechos , las Epístolas y el Apocalipsis. En otras palabras, cerca de la mitad del Nuevo Testamento está dedicada a estas enseñanzas. El romanista se ve obligado a soslayar este hecho tan evidente para buscar apoyo a su tesis.

“Juan 20:30 Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro.”

Aquí se le olvidó el contexto, al cual le reconoce tanta importancia a la hora de refutar a los evangélicos. El versículo 31 continúa: “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.” Ni el propósito de Juan ni el de ninguno de los Sinópticos parece ser proporcionar un registro exhaustivo. Lo mismo vale para Juan 21:25. Al parecer el Espíritu Santo no lo consideró necesario. Por lo demás, la afirmación de Juan se refiere solamente al cuarto Evangelio, que como es bien sabido es muy parco en cuanto a los milagros del Señor, mientras que los sinópticos contienen muchas otras señales que hizo Jesús.”

“Si a casi cualquier protestante evangélico instruido se le pide que defina, según la Biblia, cuál es la columna y fundamento de la verdad, seguramente respondería: “la Biblia misma, por supuesto”. Pero sin embargo la Escritura no se pronuncia así; declara, en perfecto acuerdo con el Catolicismo y en oposición al sola Scriptura:

...la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad. (1 Timoteo 3:15)”

Otras traducciones de la Biblia vierten fundamento como bastión, baluarte, o pilar.”

Los evangélicos instruidos conocemos ciertamente este pasaje, como también aquel de Efesios que dice que la Iglesia se edifica sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Jesucristo mismo su piedra angular. De modo que no ignoramos que la Iglesia de Dios es columna (stylos) y baluarte (edraioma) de la verdad. Más bien lo afirmamos. La iglesia debe defender la Verdad, que se halla en la Palabra de Dios. No hay contradicción alguna con el principio de Sola Scriptura.

“Es bastante evidente que este pasaje [2 Timoteo 3:16] no provee ningún argumento acerca de que la Sagrada Escritura, sin la Tradición, es la única regla de fe; porque aunque la Sagrada Escritura es útil para estos fines, no obstante no se dice que sea suficiente.

Aquí el apologista romano se enreda con sus palabras, pues él ya ha reconocido que los protestantes en conjunto NO enseñamos que las Escrituras sean la única regla de fe. De lo contrario, rechazaríamos todos los credos, concilios, catecismos, y de hecho todo lo que no fuese el texto mismo de la Escritura. Lo que afirmamos, sostenemos y defendemos es que es la regla suprema, final, inapelable. Todas las demás deben conformarse a las Escrituras y subordinarse a ellas.

“El Apóstol demanda la ayuda de la Tradición (2ª Tesalonicenses 2:15).”

Significativamente, este texto se menciona pero no se cita: “Así que, hermanos, estad firmes y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra o por carta nuestra.”

Pablo no demanda aquí una ayuda extra de la tradición, sino que exhorta a los tesalonicenses a retener la doctrina que han recibido oralmente o por escrito. No hay ninguna razón para pensar que lo que Pablo enseñaba oralmente fuese diferente de lo que expresó por escrito en el conjunto de sus epístolas. Por ejemplo, cuando habla del hombre de pecado unos versículos antes, en el mismo contexto, pregunta: “¿no os acordáis que cuando yo estaba con vosotros os decía esto?” En otros términos, está poniendo por escrito lo que ya había enseñado oralmente. Por lo demás, en aquellas cosas que no resultan obvias de las epístolas -por ejemplo, lo que detiene al “misterio de iniquidad”, v. 5-7 - los intérpretes católicos no se hallan en mejor posición que los protestantes. Por ejemplo, Lorenzo Turrado escribe: “En cuanto al “obstáculo” la problemática es todavía mayor. No es posible precisar la naturaleza de ese obstáculo o impedimento que está deteniendo la manifestación del Anticristo” (Profesores de Salamanca - Biblia Comentada; Madrid: BAC, 2ª Ed., 1975, vol. VI b, p. 360). ¡¡¡Pero esta afirmación es incomprensible si, como afirma la Iglesia Católica, ella ha conservado las enseñanzas no escritas de los Apóstoles!!! Bastaría con mirar en el depósito de la tradición apostólica en lugar de hacer ociosas conjeturas. Pero la Tradición oral falla miserablemente justo donde sería más necesaria.

“Más aún, el Apóstol hace aquí referencia a las Escrituras que Timoteo había aprendido en su infancia. Ahora, una buena parte del Nuevo Testamento no fue escrito en su niñez: algunas de las Epístolas Católicas ni tan siquiera había sido escritas cuando San Pablo escribió esto, y ninguno de los libros del Nuevo Testamento estaban puestos entonces en el canon de los libros de la Escritura. El se refiere, entonces, a las Escrituras del Antiguo Testamento, y si el argumento de este pasaje probara algo, probaría demasiado, a saber, que las Escrituras del Nuevo Testamento no eran necesarias para la regla de fe. Es muy necesario remarcar que este pasaje no provee prueba alguna de la inspiración de varios de los libros de la Sagrada Escritura, incluso de los que son admitidos como tales.. porque no se nos dice.. cuales son los libros o porciones de la Escritura inspirados.”

No hay mucha duda de que Pablo se refiere primariamente al Antiguo Testamento. Sin embargo, nuestro amigo católico confunde las cosas -supongo que involuntariamente- con su argumento. La declaración de Pablo concierne a la naturaleza de las Escrituras. No es una declaración concerniente al canon, es decir a la lista de los libros que se consideran inspirados. Al igual que Jesús, cuando dijo a los judíos que escudriñaban las Escrituras, se da por sentado que existía un conjunto definido y conocido de libros que eran inspirados. De nuevo, Pablo se refiere al valor de la Escritura. En la medida en que a los libros que preservan la enseñanza apostólica y hoy forman nuestro Nuevo Testamento se les reconoce el status de Escritura, se les aplica igualmente y sin ninguna dificultad lo dicho por Pablo a Timoteo.

Todo el resto del argumento, como la apelación a Efesios 4:11-15, se ensaña inútilmente con una noción ajena al principio de Sola Scriptura, a saber que la norma única y exclusiva y que el ministerio docente de la Iglesia carece de valor. El apologista pierde su tiempo al intentar convencernos de lo que ya creemos... porque lo enseña la Escritura. Ello no significa, como injustificadamente concluye, que el ministerio docente y la Escritura estén al mismo nivel: aquél debe someterse a ésta.

“1ª Corintios 4:6 . . . para que aprendáis de nosotros aquello de: “No propasarse de lo que está escrito” y para que nadie se engría en favor de uno contra otro.

... el significado parece bastante claro cuando se toma en consideración todo el contexto (al menos los versículos 3-6). Este principio básico de la interpretación bíblica (el contexto) es a menudo abandonado, incluso por buenos eruditos, presumiblemente debido a prejuicios previos.

Uno tiene simplemente que leer la frase que sigue al “texto de prueba” para ver qué es lo que San Pablo está queriendo decir. Todo el pasaje es una exhortación ética para evitar el orgullo, la arrogancia y el favoritismo, y de esta manera, no tiene nada que ver con la idea de la Biblia y la palabra escrita como alguna clase de patrón global de autoridad por encima de la Iglesia.

... Asumiendo que él se está refiriendo al Antiguo Testamento (tal es la interpretación más directa), esto probaría, de nuevo, demasiado, porque él no estaría incluyendo todo el Nuevo Testamento, cuyo canon no fue determinado hasta el 397 A.D.”

Sobre este pasaje comenta el P. Lorenzo Turrado:

“Lo de “no ir más allá de lo que está escrito” parece ser una expresión proverbial para indicar que en nuestras apreciaciones no se debe ir más allá de la norma objetiva, y, en este caso, de lo que exige la naturaleza del ministerio apostólico. Algunos autores, sin embargo, creen que se trata de una cita bíblica, bien aludiendo a toda la Escritura en general, bien a alguno de los textos citados anteriormente (cf. 1,19.31; 3,19). Creemos más probable la primera explicación.” (o.c, p. 42).

El contexto del pasaje está claramente relacionado con las facciones existentes en Corinto, y Pablo establece aquí como principio la validez superior de lo escrito sobre las opiniones humanas ( “carnales” según 3: 1-4).

Al dirigirse a los corintios a propósito de las contiendas entre facciones, San Pablo recomienda que, “como está escrito, el que se gloría, gloríese en el Señor” (1:31, cf. Jer 9: 23-24). Y más adelante, en el mismo contexto, aconseja “no ir más allá de lo que está escrito.” (4:6). Como quiera que se vea este versículo, parece claro que para San Pablo lo escrito tenía un carácter normativo que iba más allá de los pareceres individuales. El hecho de que el NT estuviese entonces en proceso de escribirse no niega su autoridad una vez que dicho proceso se completó.

“Aunque de ninguna manera es evidente que toda la verdad religiosa está en un número de obras, aunque sean sagradas, las cuales fueron escritas en diferentes épocas, y no siempre formaron un libro; de hecho, esa es una doctrina muy difícil de probar . . . Es una presunción asentada tan profundamente en el sentir popular de los protestantes, que es un trabajo de gran dificultad el obtener de ellos un reconocimiento de que es una presunción.”

No hay razón para pensar que la Biblia tiene “todo”; los evangélicos afirmamos que tiene todo lo que necesitamos saber en orden a la salvación. No existe reparo en reconocer lo que es un hecho histórico, a saber, que durante sus primeras décadas desde el bautismo de Jesús hasta las primeras epístolas, el cristianismo se proclamó de manera predominantemente oral (aunque desde luego sobre la base del Antiguo Testamento). Asimismo es evidente que “toda la verdad religiosa” (que incluiría grandes misterios sobre el ser de Dios, por ejemplo) no se encuentra en ninguna “obra”, ni siquiera en la Biblia, ya que allí está escrito “las cosas secretas pertenecen a Yahveh.” La cuestión es si realmente existe otra fuente igualmente confiable que suplemente lo que a la Biblia le falta. Los católicos dicen que sí, pero a la hora de mostrar la evidencia de tales supuestas tradiciones apostólicas, todo queda en declaraciones vagas e insustanciales. Es difícil evitar la impresión que estamos simplemente frente a un intento no de establecer la verdad, sino de sostener la posición romana.

Breve reafirmación del principio de Sola Scriptura

Es curioso que nuestros hermanos católicos, que a menudo nos critican cuando recurrimos a “textos de prueba” , en este tema en particular utilicen precisamente ese enfoque. Sin embargo, el conjunto de la enseñanza del Nuevo Testamento nos muestra que:

[1] Jesús advirtió muy seriamente contra invalidar las Escrituras -obligatorias e inspiradas- por causa de la tradición oral (Mar 7: 8-9 y par.). No estamos hablando aquí de cualesquiera tradiciones, sino de las tradiciones religiosas piadosamente transmitidas y conservadas por los maestros de su tiempo.

[2] Además de Su propia Palabra de plena autoridad, el Señor recurrió siempre a las Escrituras para decidir cualquier controversia.

[3] Jesucristo nunca acusó a los judíos de ignorar las tradiciones orales, sino de no comprender que las Escrituras daban testimonio de Él (Juan 5:39)

[4] A los Saduceos, que rechazaban la tradición oral de los fariseos, el Señor no les reprochó esto, sino el desconocer “las Escrituras y el poder de Dios” (Mar 12: 24-27 y par.).

[5] Los Apóstoles y algunos de sus condiscípulos (como Marcos o Lucas) consideraron apropiado -inspirados seguramente por el Espíritu Santo- poner por escrito sus enseñanzas, como Moisés, Isaías y el resto de los autores humanos del AT pusieron por escrito las suyas;

[6] San Pablo afirma la naturaleza esencialmente inspirada de las Escrituras y su absoluta suficiencia cuando escribe a Timoteo (2 Tim 3: 15-17); el hecho de que el Apóstol se refiriese al AT no modifica su juicio sobre la naturaleza de la Escritura en cuanto a su carácter normativo.

[7] Los escritos apostólicos son considerados “Escritura” (2 Pedro 3: 15-16; 1 Tim 5:18 comparado con Lucas 10:7).

[8] Se considera encomiable que quienes oían a los Apóstoles viesen por sí mismos si la predicación era consistente con lo ya revelado por escrito en el AT (Hechos 17:11).

[9] Al dirigirse a los corintios a propósito de las contiendas entre facciones, San Pablo recomienda que, “como está escrito, el que se gloría, gloríese en el Señor” (1:31, cf. Jer 9: 23-24). Y más adelante, en el mismo contexto, aconseja “no ir más allá de lo que está escrito.” (4:6). Como quiera que se vea este versículo, parece claro que para San Pablo lo escrito tenía un carácter normativo que iba más allá de los pareceres individuales.

[10] La misma Biblia da testimonio de lo poco confiable de la tradición oral en el mediano o largo plazo. “Por eso el dicho se propagó entre los hermanos que aquel discípulo no moriría, pero Jesús no dijo que no moriría...” (Juan 21:23). San Juan obviamente corrige aquí, por escrito, una tradición oral errónea.

Durante un intervalo de cerca de mil años, el tiempo que tardó en formarse el Antiguo Testamento, Dios habló de muchas maneras y en reiteradas oportunidades, pero fue inculcando en el pueblo judío el valor de las Escrituras. En el caso del Nuevo Testamento, el intervalo entre las enseñanzas divinas y su puesta por escrito fue veinte veces menor. La cantidad y calidad de información histórica, doctrinal y práctica del Nuevo Testamento no puede compararse con las tradiciones orales, muchas veces dudosas, que se hallan en los escritos de los Padres. La apelación válida a la tradición en los Padres se refiere a la comprensión y aplicación de la doctrina asentada firmemente en las Escrituras. Y, naturalmente, sabemos hoy que apelaron a esta tradición interpretativa ... porque ellos mismos lo pusieron por escrito.

Bendiciones en Cristo,

Jetonius

(Publicado en el foro de la Web Cristiana.)

http://www.forocristiano.com/

 

Este web está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.