La frase la repitió muchas veces en sus oraciones: “Señor, trata con mi vida. Yo el barro, tú el alfarero”. En el silencio de la noche esa expresión sonaba preciosa, poética, íntima. Y al día siguiente la rutina: el trabajo, las ocupaciones en la iglesia, la preparación de mensajes, leer la Biblia y tantas cosas mas...