No es posible madurar sin pruebas (I de Pedro 1:6-7), es por medio del dolor, humillación, incomprensión, ingratitud, escasez, enfermedades y sufrimientos, que nuestro carácter va siendo pulido y afinado, si lo aceptamos con espíritu dócil, así las circunstancias nos sean adversas.
Un escritor cristiano escribe: “sus ‘herramientas’ son variadas, también lo son sus ‘prensas’ y su ‘horno’ es graduado por Él según nuestra necesidad y su plan eterno para cada uno de nosotros.”
Su propósito es que alcancemos madurez para:
1. Ser mejores testigos
2. Para utilizarnos en toda buena obra. “pelea la buena batalla de la fe… habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos…”
“Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, 11persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor”. II de Timoteo 3:10-11.
Estas palabras inspiradas nos llaman a la reflexión. Él nos ha llamado a servirle con amor, humildad y sacrificio; tiene un plan especial para cada hijo suyo, Él quiere que seamos sus testigos, sin importar el sitio y trabajo que desempeñemos, Él quiere que nuestra vida cristiana sea progresiva, constructiva y efectiva. No es su propósito engendrar hijos para que permanezcan en una niñez espiritual permanente. Es su voluntad que crezcamos en conocimiento, sabiduría, santidad y amor.
Cuando nos estancamos en nuestro desarrollo espiritual y nuestra infancia espiritual se prolonga indefinidamente, nuestro testimonio es pobre, nuestra luz es opaca y nuestra paz interior no es permanente. Este fue el caso de muchos hermanos en la asamblea de Corinto, ricos en dones, pobres en testimonio: “1De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. 2Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, 3porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? (I de Corintios 3:1-3)
Un creyente así, es una “fábrica” de problemas. Su vida tiende a ser rutinaria, fría, monótona, carnal y por la misma naturaleza de su problema, para calmar la insatisfacción que ese estado produce, algunos niños espirituales son propensos a caer en el legalismo religioso, lo cual los lleva a estar criticando con espíritu de amargura a los creyentes que no comparten sus puntos de vista, su visión espiritual distorsionada les hace ver “gigantes” donde solo hay molinos de viento y los “moscos se convierten en camellos”.
El comportamiento de los creyentes que sufren de “infantilismo crónico” es impredecible, varía de persona a persona; puede ser tibio y mundano, o bien, su carácter puede manifestar un espíritu de intolerancia, agresividad y orgullo. Muchos de ellos, tienen un espíritu religioso, quizá porque la religión les sirve como válvula de escape a su falencia espiritual, y los hace sentir bien. Estos creyentes, tal vez sin quererlo, destruyen a muchos, bien sea a nivel comunitario, hogareño o eclesial. El conocimiento es importante en el desarrollo de una vida cristiana normal, el discernir La Palabra en muchos casos robustece la fe, pero no es suficiente. El conocimiento, sin las virtudes del amor y la humildad en muchos casos es negativo.
En la paráfrasis del Nuevo Testamento sobre I de Corintios 8:1 (“El conocimiento envanece, pero el amor edifica.” Versión R.V.), dice: “lo más importante es el amor”, es traducido este versículo con más amplitud. Sin embargo, aunque el ser sabelotodo nos hace sentirnos orgullosos, lo que de veras se necesita para edificar la iglesia es el AMOR. Es posible ser predicador elocuente, famoso teólogo, evangelista, pastor, etc. y tener poca madurez. “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.” (I de Corintios 13:2) Y nada es nada; ningún don aparte del amor nos ayuda a madurar.
Veo, al menos tres cosas importantes que debemos practicar, si es nuestro propósito crecer:
1. TENEMOS QUE ARREPENTIRNOS
Como creyentes somos imperfectos y pecamos por omisión o comisión. Al Señor le agradan corazones limpios y sinceros: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (I de Juan 1:8-9). Es imposible crecer si no hacemos de este principio una realidad cotidiana en nuestras vidas.
2. TENEMOS QUE TOMAR NUESTRA CRUZ Y SEGUIRLE
Él nos ha llamado no solo a crecer, sino a ir en pos de Él. “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. (Mateo 16:24).
Estas palabras del Señor no son un “consejo”, son un mandamiento. Por lo mismo, o lo tomamos en serio o lo dejamos de lado. El tomar nuestra cruz es imperativo… si queremos crecer.
Es verdad que podemos negarnos a seguirle, en este caso nunca seremos creyentes maduros e igualmente pasarán los años sin que podamos salir de nuestro “kinder espiritual”. Negarse a sí mismo es terminar con el reinado del yo. Es en la negación del yo que toda soberbia, vanidad y orgullo son crucificados. Este proceso espiritual trae dolor y nos lleva a humillarnos ante el Señor y los hombres.
Esta experiencia, negarnos a nosotros mismos y tomar nuestra cruz, tiene que ser todos los días y empieza cuando recibimos a CRISTO por la fe (Romanos 6:6, 8, 11).
Esa fue la experiencia de San Pablo y es indispensable que sea la nuestra si queremos ser creyentes maduros: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí…” (Gálatas 2:20a).
3. NOS LLAMA A SERVIRLE
La vida y el ministerio del Señor debe ser una escuela para nosotros. Su santidad, dignidad, majestad y gloria son incomparables. De sus innumerables virtudes quiero destacar tres: compasión, humildad y servicio.
Su autoridad divina siempre la ejerció en el marco del amor. Siempre fue gentil, considerado, respetuoso, tierno, humilde y compasivo. Él si pudo decir con toda autoridad: “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.” Su carácter es perfecto, su personalidad armoniosa y equilibrada. Ningún mortal es comparable a Él. ¡Es admirable!
Su vida fue una cadena ininterrumpida de servicio a favor de los demás, con toda propiedad Él pudo decir: “…como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mateo 20:28). Él es el modelo perfecto.
Cuando un hijo suyo sirve motivado por el amor, lo está honrando e imitando: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.” (Mateo 13:15). Arrepentimiento, negación del yo y servicio son la agenda de Dios para nosotros.
“Hermanos, no seáis niños (inmaduros) en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar.” (I de Corintios 14:20) Y claro, maduros en la forma de vivir.
Esta es la voluntad de Dios para cada hijo suyo y… ¿Cuál es la nuestra?
El hermano Tulio Gómez, es un hombre anciano, que ha dedicado su vida al servicio del Señor. Trabajó en la Obra del Señor 17 años como predicador de medio tiempo, sosteniéndose económicamente con sus propias manos en las labores del campo tales como la agricultura y la construcción. En la actualidad reside en la ciudad de Santa Rosa, Risaralda, Colombia, América del Sur, dedicado a escribir para el Servicio del Señor Jesucristo y la edificación del pueblo de Dios.
COMENTARIOS Y CORRESPONDENCIA:
TULIO GÓMEZ
CALLE 25 Nº 24 – 02
HOGAR “BET- SEAN”, CIUDADELA FERMÍN LÓPEZ
SANTA ROSA, RISARALDA,
COLOMBIA, S.A.
TELÉFONO: 57-6-3643856
Un escritor cristiano escribe: “sus ‘herramientas’ son variadas, también lo son sus ‘prensas’ y su ‘horno’ es graduado por Él según nuestra necesidad y su plan eterno para cada uno de nosotros.”
Su propósito es que alcancemos madurez para:
1. Ser mejores testigos
2. Para utilizarnos en toda buena obra. “pelea la buena batalla de la fe… habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos…”
“Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, 11persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor”. II de Timoteo 3:10-11.
Estas palabras inspiradas nos llaman a la reflexión. Él nos ha llamado a servirle con amor, humildad y sacrificio; tiene un plan especial para cada hijo suyo, Él quiere que seamos sus testigos, sin importar el sitio y trabajo que desempeñemos, Él quiere que nuestra vida cristiana sea progresiva, constructiva y efectiva. No es su propósito engendrar hijos para que permanezcan en una niñez espiritual permanente. Es su voluntad que crezcamos en conocimiento, sabiduría, santidad y amor.
Cuando nos estancamos en nuestro desarrollo espiritual y nuestra infancia espiritual se prolonga indefinidamente, nuestro testimonio es pobre, nuestra luz es opaca y nuestra paz interior no es permanente. Este fue el caso de muchos hermanos en la asamblea de Corinto, ricos en dones, pobres en testimonio: “1De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. 2Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, 3porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? (I de Corintios 3:1-3)
Un creyente así, es una “fábrica” de problemas. Su vida tiende a ser rutinaria, fría, monótona, carnal y por la misma naturaleza de su problema, para calmar la insatisfacción que ese estado produce, algunos niños espirituales son propensos a caer en el legalismo religioso, lo cual los lleva a estar criticando con espíritu de amargura a los creyentes que no comparten sus puntos de vista, su visión espiritual distorsionada les hace ver “gigantes” donde solo hay molinos de viento y los “moscos se convierten en camellos”.
El comportamiento de los creyentes que sufren de “infantilismo crónico” es impredecible, varía de persona a persona; puede ser tibio y mundano, o bien, su carácter puede manifestar un espíritu de intolerancia, agresividad y orgullo. Muchos de ellos, tienen un espíritu religioso, quizá porque la religión les sirve como válvula de escape a su falencia espiritual, y los hace sentir bien. Estos creyentes, tal vez sin quererlo, destruyen a muchos, bien sea a nivel comunitario, hogareño o eclesial. El conocimiento es importante en el desarrollo de una vida cristiana normal, el discernir La Palabra en muchos casos robustece la fe, pero no es suficiente. El conocimiento, sin las virtudes del amor y la humildad en muchos casos es negativo.
En la paráfrasis del Nuevo Testamento sobre I de Corintios 8:1 (“El conocimiento envanece, pero el amor edifica.” Versión R.V.), dice: “lo más importante es el amor”, es traducido este versículo con más amplitud. Sin embargo, aunque el ser sabelotodo nos hace sentirnos orgullosos, lo que de veras se necesita para edificar la iglesia es el AMOR. Es posible ser predicador elocuente, famoso teólogo, evangelista, pastor, etc. y tener poca madurez. “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.” (I de Corintios 13:2) Y nada es nada; ningún don aparte del amor nos ayuda a madurar.
Veo, al menos tres cosas importantes que debemos practicar, si es nuestro propósito crecer:
1. TENEMOS QUE ARREPENTIRNOS
Como creyentes somos imperfectos y pecamos por omisión o comisión. Al Señor le agradan corazones limpios y sinceros: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (I de Juan 1:8-9). Es imposible crecer si no hacemos de este principio una realidad cotidiana en nuestras vidas.
2. TENEMOS QUE TOMAR NUESTRA CRUZ Y SEGUIRLE
Él nos ha llamado no solo a crecer, sino a ir en pos de Él. “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. (Mateo 16:24).
Estas palabras del Señor no son un “consejo”, son un mandamiento. Por lo mismo, o lo tomamos en serio o lo dejamos de lado. El tomar nuestra cruz es imperativo… si queremos crecer.
Es verdad que podemos negarnos a seguirle, en este caso nunca seremos creyentes maduros e igualmente pasarán los años sin que podamos salir de nuestro “kinder espiritual”. Negarse a sí mismo es terminar con el reinado del yo. Es en la negación del yo que toda soberbia, vanidad y orgullo son crucificados. Este proceso espiritual trae dolor y nos lleva a humillarnos ante el Señor y los hombres.
Esta experiencia, negarnos a nosotros mismos y tomar nuestra cruz, tiene que ser todos los días y empieza cuando recibimos a CRISTO por la fe (Romanos 6:6, 8, 11).
Esa fue la experiencia de San Pablo y es indispensable que sea la nuestra si queremos ser creyentes maduros: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí…” (Gálatas 2:20a).
3. NOS LLAMA A SERVIRLE
La vida y el ministerio del Señor debe ser una escuela para nosotros. Su santidad, dignidad, majestad y gloria son incomparables. De sus innumerables virtudes quiero destacar tres: compasión, humildad y servicio.
Su autoridad divina siempre la ejerció en el marco del amor. Siempre fue gentil, considerado, respetuoso, tierno, humilde y compasivo. Él si pudo decir con toda autoridad: “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.” Su carácter es perfecto, su personalidad armoniosa y equilibrada. Ningún mortal es comparable a Él. ¡Es admirable!
Su vida fue una cadena ininterrumpida de servicio a favor de los demás, con toda propiedad Él pudo decir: “…como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mateo 20:28). Él es el modelo perfecto.
Cuando un hijo suyo sirve motivado por el amor, lo está honrando e imitando: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.” (Mateo 13:15). Arrepentimiento, negación del yo y servicio son la agenda de Dios para nosotros.
“Hermanos, no seáis niños (inmaduros) en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar.” (I de Corintios 14:20) Y claro, maduros en la forma de vivir.
Esta es la voluntad de Dios para cada hijo suyo y… ¿Cuál es la nuestra?
El hermano Tulio Gómez, es un hombre anciano, que ha dedicado su vida al servicio del Señor. Trabajó en la Obra del Señor 17 años como predicador de medio tiempo, sosteniéndose económicamente con sus propias manos en las labores del campo tales como la agricultura y la construcción. En la actualidad reside en la ciudad de Santa Rosa, Risaralda, Colombia, América del Sur, dedicado a escribir para el Servicio del Señor Jesucristo y la edificación del pueblo de Dios.
COMENTARIOS Y CORRESPONDENCIA:
TULIO GÓMEZ
CALLE 25 Nº 24 – 02
HOGAR “BET- SEAN”, CIUDADELA FERMÍN LÓPEZ
SANTA ROSA, RISARALDA,
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