No todo creyente es un hombre o una mujer de Dios. La 1ª epístola a Timoteo define algunos rasgos fundamentales de lo que es un hombre y una mujer de Dios, los únicos capaces de sobrevivir espiritualmente en un día tormentoso como el que ya empezamos a vivir.

Vamos a compartir hoy una palabra tomada del capítulo 2 de 1ª Timoteo, y que estará dirigida fundamentalmente a dos clases de creyentes: a los hombres y a las mujeres. Espero –con la gracia de Dios– ser equitativo y ocupar más o menos el mismo tiempo en las dos partes de este mensaje.

Tenemos gran necesidad en estos tiempos de ser instruidos por la palabra del Señor para que los creyentes no sólo sean salvos, sino que sean hombres de Dios y mujeres de Dios. Quisiera explicar brevemente que no es lo mismo ser un creyente que ser un hombre de Dios. Que no es lo mismo ser una creyente que ser una mujer de Dios. Hay una matiz que hace la diferencia.

Un creyente, es decir, uno salvado es aquél que tiene a Cristo, sus pecados han sido perdonados, su herencia eterna está asegurada en los cielos, pero no siempre su carácter y su caminar en la tierra son íntegros, probados, maduros en Cristo. Un hombre de Dios es aquel que ha pasado por el agua y por el fuego – usando esa metáfora del profeta. Aquel que está dispuesto a comprometerse con Dios, aun a riesgo de perder algo de su propia vida, o toda su vida.

Hay una frase en esta misma epístola que dice: “Mas tú, oh hombre de Dios ...” Timoteo era un hombre de Dios al cual se le podía demandar cosas con toda confianza. Era un hombre que estaba comprometido con el Señor. ¿Cuántos hombres de Dios hay en el mundo hoy, en la cristiandad? ¿Qué porcentaje de creyentes son hombres de Dios? Lamentablemente, los hombres de Dios escasean. Los salvados puede ser que abunden, pero los hombres de Dios escasean. Para ser un hombre de Dios hay que tomar la cruz y seguirle cada día; hay que ir contra la corriente del mundo; hay que pagar un precio; hay que tener a Jesucristo no sólo en la boca, sino en el corazón y en la vida toda. No sólo como doctrina, sino también como conducta, como modo de vivir.

Una mujer de Dios, por su parte, no es aquella que sólo se preocupa de sí misma, sino que es una sierva que se ha inclinado para servir a su Señor y para servir a los siervos de su Señor – como Abigail, esa noble mujer del Antiguo Testamento. (1 Samuel 25).

Cómo han de conducirse los hombres

¿Qué diremos a los hombres esta mañana? En el versículo 3:15 de Timoteo dice: “Para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios ...” Hermanos, creyentes, que desean ser hombres de Dios: hay una forma de conducirse en la casa de Dios. ¿Cómo debes conducirte? ¿Cómo debes relacionarte? El fundamento de Dios ya está puesto en tu corazón. La revelación de Jesucristo es una roca firme y segura. Los vientos huracanados y el mar tempestuoso no la pueden remover. Pero Dios desea que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios.

Un soldado en guerra

1ª Timoteo 1:18 dice: “para que ... milites por ellas la buena milicia”. La primera cosa que surge aquí de esta frase es que el hombre de Dios es uno que milita una milicia. Hombre de Dios: tú vives en estado de guerra. Hay aires de conflagración, hay una guerra espiritual. Efesios cap. 6:10 en adelante nos demuestra ese estado de guerra en que siempre se encuentra el hombre de Dios. No quisiéramos ser catastróficos ni amedrentarles como si temiésemos ser destruidos en cualquier momento, porque a esta guerra ya le sabemos el final: Jesucristo ha vencido, la victoria está asegurada, el enemigo está derrotado; sin embargo, hoy tenemos que pelear la buena batalla.

En otro lugar dice: “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo” (2ª Tim.2:3). Sacamos de este versículo esta expresión: “Soldado de Jesucristo”. Un soldado de Jesucristo es uno que milita la buena milicia. Y un soldado, amados hermanos, es uno que está dispuesto al rigor, a la autodisciplina, a la fatiga, al cansancio. Es uno que tiene que estar dispuesto a velar. “Pelea la buena batalla de la fe”, le dice Pablo a Timoteo en otro lugar. (1ª, 6:12).

En 2ª de Cor. 6:7 dice lo siguiente: “En palabras de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra”. Subrayo la expresión “con armas de justicia a diestra y a siniestra”. La diestra es la mano derecha; la siniestra es la mano izquierda. En otra versión de las Escrituras dice: “mediante las armas de la justicia: las de la derecha, y las de la izquierda” (Biblia de Jerusalén). En los días de Pablo había dos armas fundamentales para la batalla, que usaba un soldado: en la mano derecha llevaba una y en la izquierda, la otra. En la mano derecha la espada y en la izquierda el escudo; una era ofensiva y la otra defensiva. Así lo dice otra versión de la Biblia: “con armas de justicia, tanto ofensivas como defensivas.” (NVI).

Un soldado de Jesucristo no es sólo uno que arremete contra el enemigo, sino que es también uno que se defiende. Ustedes se acuerdan, en los tiempos de Nehemías, en la reconstrucción del muro –en esos días difíciles de restauración– los que trabajaban eran pocos y los enemigos eran muchos. ¿Cómo lo hacían para trabajar? Nehemías dice: “La mitad de mis siervos trabajaba en el día, y la otra mitad tenía lanzas, escudos, arcos y corazas.” Los que llevaban armas, tenían armas ofensivas –lanzas y arcos– y defensivas – escudos y corazas. El hombre de Dios es uno que sabe usar las armas defensivas y las ofensivas. La Palabra es la espada para herir las tinieblas, en tanto la fe es el escudo para apagar todos los dardos de fuego del maligno.

Los hombres de Dios oran por la salvación de la nación

1ª Timoteo 2:1-2 dice: “Exhorto, ante todo, que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.” Más adelante, en el versículo 8, dice: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.”

Aquí se recalca de los hombres el que ellos oran. “Exhorto ...” dice Pablo en el versículo 1. Luego en el ocho dice: “Quiero ...” Exhorto a que se ore. Quiero que se ore. En estos dos primeros versículos se nos muestra que tenemos que orar por todos los hombres, por los que están en eminencia, y por toda la sociedad: “Para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”.

En estos días somos testigos de cómo una nación vecina está sumida en el caos. Según los analistas, pareciera ser que las principales responsabilidades recaen sobre los gobernantes. Pero ¿no habrán fallado también las iglesias en esa nación para que la nación llegase a ese descalabro? ¿No habrán fallado los creyentes en interceder para que hubiesen podido vivir quieta y reposadamente y para que en el país hubiese habido prosperidad y paz? ¿Para que en el país hubiese sido predicada la Palabra y muchos hubiesen sido salvos?

Chile en este momento experimenta una relativa bonanza económica, una cierta estabilidad social y política. Gracias a Dios porque en este país hay muchos hijos de Dios, que son temerosos y que oran, que interceden, que piden, que ruegan. Pero ¿tendremos nosotros un país próspero sólo para disfrutar las comodidades y bondades de la vida moderna? Las vitrinas están llenas, los supermercados están abarrotados. Todo está reluciente, hay abundancia. Pero ¿es sólo para disfrutar la vida regaladamente?

El versículo 3 y 4 dicen: “Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.” Alegrémonos por la prosperidad, por la estabilidad que tiene hoy nuestro país en el concierto de las naciones latinoamericanas. Pero el objetivo de esta prosperidad, y de esta paz, es que los hombres sean salvos, y vengan al conocimiento de la verdad. El objetivo de la iglesia, y de los hombres de Dios, en tiempos de prosperidad, es orar para que los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.

Creo que nunca en el pasado hemos tenido tanta libertad y recursos como hoy para hacer esta obra. Los medios – radio, T.V., revistas, audio cassettes, etc.– están disponibles para difundir la Palabra. Pero ¿estamos aprovechando esta bonanza para extender el reino de Dios? Hombres de Dios aquí reunidos: ¿estamos aprovechando esta bonanza para que muchos hombres sean salvos? Este es un motivo de atención para los hombres que conocen a Jesucristo y que desean ser hombres de Dios.

Seguramente los días que vienen –lo dijimos el domingo pasado basándonos en 1ª y 2ª de Timoteo – no serán mejores que los nuestros hoy. Dijimos que 1ª Timoteo era como un disco “Pare”, porque hay un peligro. 2ª de Timoteo nos muestra una situación de caos, de apostasía, en que reina e impera la impiedad. 1ª de Timoteo es una advertencia para que el pueblo de Dios se prepare, para que invierta bien su tiempo, sus recursos, sus energías. Antes de que sea tarde.

Los hermanos de la China, allá por la década del ’50, vivieron una experiencia muy similar a la que creo que va a experimentar todo el mundo en los próximos años. El comunismo se levantó como una poderosa fuerza revolucionaria. Los cristianos de todo el país comenzaron a ver nubes negras en el horizonte. Entonces, los cristianos que estaban velando, dijeron: “Tenemos que aprovechar la libertad que nos queda, porque no podremos predicar el evangelio con este régimen que se avecina.”

Y entonces se dedicaron a escribir y a imprimir libros, revistas, folletos, lecciones, en todas las formas posibles. Escribir y guardar, escribir y difundir. Difundir, difundir. (Es así como mucho del tesoro espiritual de esos varones de Dios ha llegado hasta nosotros). Y el régimen comunista se vino encima. Y desde el año 50 y tantos hasta esta fecha, allí no hay libertad para predicar el evangelio. Los cristianos son perseguidos. Hay un régimen de terror contra la fe. Es como si el anticristo estuviera sentado en el trono en ese país.

¿Pero saben, amados hermanos? Lo que ocurrió con China en aquellos años es un anticipo de lo que va a ocurrir en el mundo entero en los próximos años. Esta no es una buena noticia, pero estamos anunciando con plena convicción que llegarán días en que el Anticristo se va a enseñorear de todos los hombres que no tengan a Jesucristo. Entonces, al igual que en China hoy, habrá cristianos perseguidos, martirizados, encarcelados. Habrá un régimen de terror.

¡Oh, vienen días negros para la humanidad! La bonanza que estamos disfrutando en este país no durará mucho tiempo. Amados hijos de Dios, iglesia amada: Hay señales que nos advierten que estas cosas ocurrirán. Por tanto, los hombres tienen que orar por los gobernantes, para que sean sabios, para que administren bien; por los empresarios, para que haya fuentes de trabajo; por los pobres, para que no les falte el pan. Tienen que orar por los que están arriba en la opulencia, y por los que están abajo en la miseria. Para que de todos ellos, el Señor, en su misericordia, salve a muchos.

Don y Santidad

En el capítulo 4:14 de 1ª Timoteo dice: “No descuides el don que hay en ti ...” En la 2ª epístola, 1:6 dice: “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti ... ” En las dos epístolas se menciona esto mismo. Timoteo tiene dones. ¿Los está descuidando? ¿Estarán apagados, porque dice que tiene que avivarlos? ¿Las victorias en Cristo son sólo un recuerdo para el creyente? ¿Los días de gloria son cosa del pasado solamente? ¿El don que se multiplica y se expande es cosa del ayer y no del hoy? No descuides el don que hay en ti. Aviva el fuego del don de Dios que está en ti. Varones de Dios: todos tenéis dones. Esos dones, ese tesoro que está en ti, ¿se está malgastando?

“Quiero que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin iras ni contiendas” (1ª Tim.2:8). La santidad es una cosa extraña en nuestros días. ¿Qué es la santidad? Mire un rato la televisión y va a ver que allí no hay santidad. Lea un diario, y verá que allí tampoco hay santidad. Escuche una conversación en una oficina o en la fila de un banco, y comprobará que allí no hay santidad. Sólo los hombres de Dios pueden exhibir santidad, y levantar manos santas, sin ira ni contiendas, en un día como éste.

Tal vez una de las características psicológicas más destacadas de un hombre, y a la vez, uno de los defectos más lamentados por todos los hombres creo yo es la ira. Hay una propensión del varón a la ira y a la disputa. Hay una inclinación natural a no querer perder, a vindicarse a sí mismo, a prevalecer. Hombre de Dios: desecha la ira y el enojo. Destiérralos. Las manos han de alzarse en oración “sin ira ni contienda”.

Cuida de ti mismo y de tu área de responsabilidad

Hombre de Dios: “Ten cuidado de ti mismo ...” (1ª Timoteo 4:16). Tal vez estés preocupado de cómo van los negocios, de las nuevas inversiones que piensas hacer. Pero aquí el Espíritu nos insta a cuidar primero de nosotros mismos: “Cuídate”.

Esto es el mismo que lo que ocurre con el padre que le dice al hijo cuando éste va emprendiendo un viaje: “Hijo, cuídate ...” El corazón del padre o de la madre queda por dentro con una preocupación, temiendo que algo le pueda suceder en el camino. Dios nos dice: “Varones, cuídense. Cuiden de ustedes mismos”.

Cuidado porque los enemigos nos rodean y el peligro acecha. Cuidado porque el diablo está apuntando sus armas contra nosotros. Ten cuidado de ti mismo, no sea que ese hombre viejo, ese hombre carnal, vanidoso, que está dentro de ti y que pugna por aparecer, aparezca y tome control de ti. “Ten cuidado de ti mismo”.

Pero también el versículo agrega: “ ... y de la doctrina”. Timoteo era un obrero, por tanto, debía cuidar de aquello que Dios le había dado para que él administrara: la doctrina, la Palabra. El área de servicio de un obrero es principalmente la palabra. La oración y el ministerio de la palabra – dice por ahí en Hechos que era la preocupación de los apóstoles (6:4).

Pero en otro lugar (Hechos 20:28) dice Pablo, hablándoles a los ancianos de Efeso: “Mirad por vosotros y por todos vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos.” Esta es una exhortación muy parecida a la que le hace a Timoteo. Primero les dice: “Mirad por vosotros ...”, es decir, “tengan cuidado por ustedes”. Y luego dice: “ ... y por todo el rebaño que está a vuestro cuidado”.

¿Cuál es la exhortación a un obrero? A cuidar de sí mismo y de la doctrina. ¿Y la exhortación a un anciano? A cuidar de sí mismo y de las ovejas que están a su cuidado. A partir de estos dos ejemplos, podemos derivar otros. Diácono: Cuida de ti mismo y del trabajo que el Señor ha puesto en tu mano, es decir, cuidar de los pobres y de los necesitados. Profeta: Cuida de ti mismo, y de la palabra que la iglesia local necesita.

Pero sigamos. Joven músico: ten cuidado de ti mismo, y ... ¿de qué más, agregaremos? Del servicio que el Señor te ha dado, es decir, los instrumentos, aprender a tocarlos bien, santificarlos para el Señor. Mujer: Cuida de ti misma, y ... ¿de qué, agregaremos? .. de tu casa, de tus hijos. Y así podemos seguir con cada tipo de servicio que hay en la casa de Dios.

No se trata solamente de hacer una obra. No se trata solamente del área de trabajo. Primero es: “Ten cuidado de ti mismo”. Luego viene el servicio. Así, son dos cosas que van equilibradas.

No sé cuánto he hablado de los hombres. Parece que es suficiente. Hablaremos sobre la mujer.

El retrato de una mujer piadosa

Capítulo 2:9-15: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia.”

Si nosotros observamos este pasaje, nos damos cuenta que Pablo aquí pareciera reducir a la mujer al silencio, al acatamiento, a una posición tan secundaria, que la mujer no tiene nada que hacer. Sin embargo, el versículo 10, dice: “(Ataviadas) con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad”. Ese “como corresponde” da a entender que es algo que se da por sentado: que las buenas obras son obras que corresponde que hagan las mujeres que profesan piedad.

Buenas obras, pero no activismo

Una mujer piadosa es aquella que tiene una comunión verdadera, de corazón, con Dios. Es una mujer de Dios que ha descansado de sus vanas obras de justicia y que ha entrado en las obras de Dios.

En Santiago, hace unos días atrás, después de compartir una palabra como esta, una hermana nos daba su testimonio. Ella llegó a la iglesia después de haber pasado casi toda su vida en un ambiente cristiano donde se veía muy presionada a trabajar. Pasó como cuarenta años haciendo cosas para Dios, en un activismo que la agobió. Sin embargo, cuando llegó a la iglesia, y vio al Señor, se dio cuenta que esas obras habían sido inútiles, obras de muerte. Era obras que habían sido hechas en sus fuerzas, y para “ganar” la salvación. Cuando llegó al Señor encontró el reposo.

Esto nos permite ver claramente el error de pedirle que haga cosas para Dios a alguien que no tiene a Cristo revelado en el corazón, y que tiene sólo doctrina. Cuando nosotros miramos en las Escrituras encontramos que lo primero que un creyente hace cuando llega a Cristo es descansar. Y luego, después que ya ha descansado, el Señor le demanda buenas obras.

Así que cuando hablamos aquí de “buenas obras como corresponde a mujeres que profesan piedad” se refiere a estas obras que surgen de un corazón quebrantado, un corazón que ha visto su inutilidad, que ha conocido su fracaso para agradar a Dios y que ya ha encontrado reposo en Cristo.

No por obras, pero para buenas obras

Hay una interpretación de la salvación que dice que puesto que los cristianos no necesitaron hacer obras para salvarse, no necesitan hacer obras después de su salvación. Veamos lo que dice Efesios 2:8-10: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe y esto no de vosotros, porque es un don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”

En este pasaje se demuestra que nadie es salvo por las obras que haya hecho. Somos salvos por gracia, salvos por la fe, por Cristo. Sin embargo, dice también que fuimos creados para buenas obras.

Las obras antes de ser salvos no sirven para ser salvos. Las obras después de ser salvos, de haber descansado de los esfuerzos propios y de haber visto al Señor, son una demostración palpable, concreta, de que allí hay una fe correcta. Notemos que Pablo aquí cuando habla de las buenas obras, viene de haber hablado, cuatro versículos más arriba, de que Dios nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús. Si primero nos vemos sentados, luego podemos hacer buenas obras. Primero se sienta uno en la posición de reposo al ver la obra completa de Cristo, y a descansar de sus obras de muerte, y luego se puede andar como es digno de la vocación con que fuimos llamados.

Obrar, más que hablar

Volvamos a Timoteo: “ ... Sino con buenas obras como corresponde a mujeres que profesan piedad.” Aunque el contexto de este versículo pareciera reducir a la mujer al silencio y a la inactividad; sin embargo, cuando hay verdadera fe y verdadera piedad, entonces hay fruto. Mujeres de Dios: la piedad genuina no es algo que se habla, sino algo que se vive. Una mujer piadosa, aunque sea en silencio (casi sin que se note), está sirviendo a Dios y se está ataviando de buenas obras.

Las buenas obras son más bellas que el mejor peinado, y más elegantes que el mejor vestido. En Apocalipsis 19:18 se habla de las “acciones justas de los santos”, que es la vestimenta de lino fino que tiene la iglesia. Las acciones justas allí es lo mismo que las buenas obras de este pasaje de Timoteo.

Si no hay estas buenas obras –estas acciones justas– habrá un vestido muy tosco y descolorido. Pareciera, a la luz de las Escrituras –perdónenme, hermanas, por lo que voy a decir– pareciera ser que los varones sirven a Dios hablando y haciendo, pero que las mujeres sirven mejor a Dios haciendo que hablando. Tenemos que decir que cuando una mujer habla mucho, comúnmente, va más allá de lo que debe. Por eso la Escritura pone resguardos y pone un freno en la boca de la mujer. “No calumniadoras” dice por ahí (1ª Tim.3:11). “Cuidado con los chismes” (1ª Tim.5:13). De nuevo en Tito dice: “No calumniadoras” (2:3). Pero cuando una mujer obra más que habla, es una mujer de Dios.

Dos semejanzas

En 1ª Pedro hay un pasaje muy similar al que hemos visto en Timoteo: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (3:1-4).

Si ponemos este pasaje al lado del de Timoteo, encontramos que hay dos cosas exactamente iguales. En ambos casos se le enseña a la mujer a guardar silencio. (En Pedro dice: “Para que sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas”, refiriéndose al caso de una mujer casada con un no creyente. Ahí encontramos a una mujer que sin hablar muestra a Cristo).

La otra característica similar en Pedro y en Timoteo es el atavío. En los dos se habla del atavío. ¿Por qué –nos preguntamos– se habla del atavío apenas se menciona a la mujer? Es por su constitución psicológica –no les vamos a echar la culpa a las hermanas– que la mujer se preocupa mucho de su atavío. Pero aquí en Pedro dice: “No el atavío externo, sino el interno. No el vestido de género, sino el vestido de un carácter afable y apacible”. ¡Oh, hermanas, estoy hablando locuras, parece! Esto en el mundo hoy día suena ridículo. Pero nosotros tenemos la palabra profética más segura. Tenemos un sólido fundamento. Tal vez seamos acusados de machistas, o no sé de qué, pero es lo que dice la Palabra.

Dos clases de vestidos

Hay, entonces, dos clases de vestidos en las Escrituras que las hermanas deben llevar. Un vestido se llama “buenas obras”, y el otro se llama “un carácter afable y apacible”. Hermana: si tú tienes estos dos rasgos metidos dentro de tu forma de ser y de actuar, tú eres una mujer de Dios.

De esto se desprende que la mujer tiene, constitutivamente hablando, dos rasgos que han de ser tratados: Es una persona que habla –normalmente– bastante, y es una persona que se preocupa de su atuendo. Son dos rasgos que se derivan de lo que dice la Biblia; no los estoy inventado yo. Y lo que hace la cruz de Cristo es poner freno, es neutralizar esos dos rasgos en la mujer. Por eso dice: “La mujer calle ... sin palabras”. Y por eso dice: “Atavíense de este tipo de vestido ...”

Termino diciéndoles a las hermanas lo siguiente: Hermana: cuando se dé cuenta que está hablando demasiado, piense: “El más dulce fruto que yo puedo producir, lo produzco sin necesidad de hablar.” Cuando mire su ropero o cuando vea la vitrina del comercio, piense: “El más hermoso vestido que me puedo poner es un carácter manso y apacible”. Le invito a que haga eso.

La Palabra nos pone en aprietos

Voy a volver un poco atrás para que el equilibrio sea completo. Varones: ¿cuál es vuestro mayor problema? Es la ira, la brusquedad. Por eso el Señor también pone freno a la ira. Dice: “Sin ira ni contienda”. ¿Y cuál es el freno para la brusquedad? “Dando honor a la mujer como a vaso más frágil”. (1ª Pedro 3:7).

Amados, la Palabra nos pone en aprietos a los hombres y a las mujeres. El carácter de un hombre de Dios o de una mujer de Dios no se caracteriza por lo que es su tendencia natural, sino por la forma de ser de Cristo. ¡Qué bello es el carácter de una mujer ponderada en el hablar, y que tiene ese atavío interno! ¡Allí está Cristo, allí luce Cristo! Por su parte ¡qué hermoso luce Cristo en un varón que tiene dominio propio, y que es delicado! (No afeminado: delicado). Eso es una expresión de Cristo.

Amados hermanos: el orden de Dios para la mujer y para el varón implica modificar los impulsos naturales, restringirlos para que se produzca un fruto esencialmente espiritual.

Hombres y mujeres de Dios en medio de una generación maligna

No sé si ocupé más tiempo en los hombres que en las mujeres. Si me incliné mucho para un lado, perdónenme.

Hermanos, que el Señor nos conceda en su gracia el ser hombres de Dios, mujeres de Dios, en medio de una generación maligna y perversa. En un mundo que va derecho al despeñadero, donde reinará el ministerio de la iniquidad. Si nosotros nos guardamos para el Señor, entonces, miraremos cómo Demas cae, cómo Alejandro el calderero cae, pero por la gracia de Dios no caeremos jamás. Que el Señor tenga misericordia de nosotros.





AGUAS VIVAS

http://www.aguasvivas.cl/





































http://www.aguasvivas.cl/centenario/01_aterrizamos.htm



¿Cómo aterrizamos nuestra fe?

24 de marzo de 2002

1ª Timoteo es una advertencia (un disco “Pare”) de una catástrofe que se avecina sobre el pueblo de Dios. La insistencia en un vivir piadoso es un grito dramático del apóstol a los fieles para evitar caer en la apostasía que viene.

No sé cuántos aquí han tenido la experiencia de volar en avión. Algunos dicen que es muy grato, en cambio, otros han estado temblando desde antes de embarcarse. El Señor trajo a mi corazón lo que es un vuelo en avión, con su despegue, con su ascenso, con su desplazamiento tan rápido por encima de las nubes, y también con su aterrizaje, como una comparación de lo que es la vida cristiana.

Nosotros fuimos tomados por el Señor y con él remontamos las alturas. Con el Señor alcanzamos la gloria de contemplar el cielo sin nubes, mirar la tierra desde arriba y ver las cosas del mundo en su pequeñez. Vimos –lo mismo que en un viaje en avión– los grandes edificios como una caja de fósforos, los grandes camiones como si fuesen de juguete, el inmenso mar como si fuese un charco que levemente se mueve. El Señor nos levantó muy alto. Nos mostró su gloria, el pasado eterno y la eternidad futura. Nos hizo sentir honrados.

Pero tal como el vuelo en un avión, la vida cristiana también tiene un descenso. (Y el descenso es una de las etapas relativamente peligrosas en un vuelo; algunos aviones han chocado, otros se han incendiado, o como un caso que ocurrió hace un tiempo atrás en Punta Arenas, el avión pasó de largo y cayó al mar). La vida cristiana no es sólo volar en las alturas, no es sólo contemplar la hermosura de Dios y tener revelaciones en el “tercer cielo”. En algún momento la vida cristiana tiene un aterrizaje. Y en el momento del aterrizaje, normalmente hay algún cimbrón, alguna dificultad.

¿De qué manera los cristianos, después de volar por las alturas con Dios, aterrizamos en esta tierra hostil, oscura; en este ambiente que es enemigo de Dios? Hay muchas formas de aterrizar, y también hay casos en que algunos cristianos no han sabido aterrizar. ¿Cómo los cristianos traemos a la tierra, a la práctica, a la vida cotidiana, esas tremendas verdades y realidades espirituales que nos han sido reveladas? Hay muchos a quienes nos cuesta aterrizar. ¡Nos sentimos tan a gusto en los lugares celestiales! Sin embargo, es preciso aterrizar.

Cuando miramos las epístolas de Pablo, nos encontramos que todas ellas tienen un alto vuelo, pero también que todas ellas aterrizan. Efesios tiene seis capítulos, tres son de alto vuelo, y tres son de un avión que se posa en tierra, y que encuentra en la tierra un lugar donde expresar la gloria de las alturas.

Tito y Timoteo

En estos días, el Señor me ha estado hablando acerca de esto: de cómo aterrizamos los cristianos. Y han venido a mi corazón dos epístolas (y aun tres) de Pablo: las dos epístolas a Timoteo y la epístola a Tito. Las cartas a Timoteo, lo mismo que la dirigida a Tito, son cartas personales de Pablo a dos de sus colaboradores más cercanos. Extrañamente, estas cartas solamente contienen elementos propios del aterrizaje y no del alto vuelo. Es decir, allí hay consejos y enseñanzas prácticas acerca de cómo vivir la vida cristiana.

1ª Timoteo y Tito son muy parecidas. Fueron escritas más o menos en el mismo tiempo. Y en ellas nosotros encontramos a un apóstol preocupado. Pablo está viendo que la doctrina –la santa doctrina, la recta doctrina–, que la enseñanza que él ha impartido se ha viciado en algunos creyentes. Que el testimonio del Señor ha sido manchado por algunos creyentes. Pablo advierte días de decadencia. Ve que comienza la apostasía. Entonces, la primera epístola a Timoteo intenta producir en los cristianos un buen aterrizaje. Extrañamente, en 1ª Timoteo, Pablo utiliza 10 veces una palabra que tiene que ver con esto, y que no aparece en ninguna de las demás epístolas: la palabra "piedad”.

El aterrizaje es una vida piadosa

En Tito, la palabra “piedad” ya está en el primer versículo. Y tiene un tremendo significado. Dice: “Pablo, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios, y el conocimiento de la verdad, que es según la piedad”. Esto concuerda con lo que dice 1ª Timoteo 6:3: “Si alguno enseña otra cosa y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad ...” En Tito dice: “La verdad que es según la piedad”, y en Timoteo: “La doctrina que es conforme a la piedad”.

¿Qué significa que la doctrina sea conforme a la piedad y que la verdad sea según la piedad? Cuando oímos la palabra “piedad” se nos viene a la imaginación la idea de “religiosidad”. Sin embargo, la palabra “piedad” en el idioma griego es “eusebeia”, que tiene un riquísimo significado: es reverencia, obediencia, temor, devoción, adoración a Dios. La palabra piedad tiene que ver, por tanto, con una conducta, con una vida vivida en el temor de Dios.

1ª Timoteo y Tito hablan de la piedad, y su mensaje es un llamado del apóstol para que los creyentes no se olviden de aterrizar, para que los creyentes no piensen que la fe cristiana consiste en revelaciones y más revelaciones, sino que consiste en una conducta de acuerdo a ciertos principios y de acuerdo a la vida que de Dios hemos recibido.

La figura del disco “Pare”

Al observar atentamente las dos epístolas a Timoteo vemos que hay otro importante mensaje que nos entregan. Para explicarlo, usaremos también otra figura. Al comparar 1ª y 2ª Timoteo nos da la impresión que la primera es como un disco “Pare”. El disco “Pare” en Chile significa “Pare”. Es decir, cuando hay un disco “Pare” realmente hay que detenerse. 1ª Timoteo es un disco “Pare”. Si un auto se enfrenta con una línea férrea, donde hay un disco “Pare”, el automovilista sabe que tiene que parar. Si no lo hace, se expone a ser arrollado por una locomotora. 2ª de Timoteo, en cambio, nos muestra las consecuencias (en algunos cristianos que están allí mencionados) de no haber respetado el disco “Pare”.

2ª Timoteo contiene pasajes como éste: “Ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están en Asia”, “Demas me ha desamparado amando este mundo”. “Alejandro el calderero me ha causado muchos males”. “En mi primera defensa nadie estuvo a mi lado”. “... Sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor ....”

Se nos muestra aquí la situación de aquellos que no se detuvieron ante el disco “Pare”, es decir, de quienes no oyeron las advertencias del apóstol. Nos da la impresión que en la 1ª Timoteo Pablo percibe una catástrofe que está por ocurrir. Hay hombres impíos que están introduciendo doctrinas extrañas. Hay hombres con conciencias cauterizadas y con una fe no auténtica. Entonces Pablo comienza a repasar en estos capítulos los distintos aspectos de la vida de un creyente, deseando, anhelando, rogando, para que estas advertencias sean tomadas en cuenta. Porque vienen días terribles, días de apostasía.

Tengo la fuerte impresión de que nosotros estamos viviendo los días de 1ª Timoteo, y que dentro de muy poco el mundo cristiano va a estar sumido en la situación que presenta 2ª de Timoteo. Por tanto, al compartir en esta mañana sobre esta 1ª epístola tengo la firme convicción de que este es un llamado dramático a vivir una vida piadosa.

Es tan lamentable y tan triste –más que para nosotros, para el Señor– ver cómo en nuestro caminar la fe es negada y los principios santos son descuidados. Cómo el testimonio es mancillado. Y entonces pareciera que el Señor nos dijera: “Hijo mío, no me importa tanto que tú conozcas el plan y el propósito eternos. No me importa tanto que tú tengas mucho conocimiento, como el que hecho de que lo que tú sabes, aunque sea poco, se traduzca en una conducta santa y piadosa.” ¡Qué triste es conocer situaciones en las cuales pareciera ser que hemos tenido un doble estándar, por años! Como si el Señor pudiera ser engañado.

El resultado de desechar la buena conciencia

“Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos, de los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás, para que aprendan a no blasfemar” (1ª Timoteo 1:18-20). Himeneo y Alejandro. ¿Cuál fue el problema de estos dos cristianos? Ellos naufragaron en cuanto a la fe. Ellos sucumbieron. ¡El mar se los tragó! ¿Por qué? Porque desecharon la fe y, sobre todo, la buena conciencia. “Teniendo cauterizada la conciencia” nos dice otro versículo de esta misma epístola (4:2). Es un problema de la conciencia.

¿En qué sentido la conciencia es un problema, amados hermanos? Cuando el Espíritu Santo viene a nuestro corazón, la conciencia nuestra, que estaba dormida, despierta, y comienza a funcionar, entonces cada vez que cometemos un pecado, o faltamos al Señor en algo, la conciencia nos reprocha, y entonces lo que procede, inmediatamente, es confesar el pecado y pedir perdón. Lo que procede es tomarse de la preciosa sangre del Señor, para que el pecado sea perdonado y la conciencia sea descargada.

La conciencia es tan sensible que normalmente nos está amonestando cada vez que hacemos algo que desagrada al Señor. Pero hay veces en que nos cansamos de obedecer a la conciencia. Y entonces argumentamos contra ella, y nos defendemos, y decimos, por ejemplo: “Yo no tuve la culpa, ¿por qué él me hizo eso?”. O bien decimos: “Ah, pero hay que entender esto de esta manera ...”. Argumentamos a favor de nosotros, y en contra de nuestra conciencia. Y esto se repite una y otra vez.

Entonces llega un momento en que la conciencia deja de hablar. Y, de ahí en adelante, cuando el cristiano obra mal, a él le parece que obra bien. Y si en la familia tuvo un problema con la esposa o con los hijos, no ve necesario pedir perdón. Y si le faltó el respeto al jefe en el trabajo, ya no ve necesario pedirle perdón. Se escabullirá, la dará una sonrisa amable ... para no pedir perdón. Y entonces, la conciencia aletargada, entumecida, ya no reacciona, y llega un momento en que está cauterizada.

Uno podría pensar que un cristiano con una conciencia cauterizada es un cristiano silencioso. Pero no es así. Un cristiano puede tener la conciencia cauterizada, y por causa de que tiene dones, puede seguir predicando, puede seguir testificando, puede seguir orando, es decir, puede seguir haciendo lo mismo que siempre. Está funcionando por los dones, no por la vida. Sus palabras naturalmente no bendecirán, porque no tienen respaldo de vida. Es sólo un címbalo que retiñe.

Los cristianos tenemos una batalla permanente, y es ésta: tenemos que mantener la fe y buena conciencia. Tenemos que ponernos del lado de la buena conciencia y no atacarla con argumentos. Cada vez que se encienda una lucecita de advertencia en nuestro corazón tenemos que atenderla. Cada vez que el Señor nos hable a través de un hermano, tenemos que atenderlo. Cada vez que el Señor me hable a través de mi esposa, tendré que atenderla. Aun cada vez que el Señor me hable a través de un hijo, tendré que atenderlo. No para echarle la autoridad encima, sino entendiendo que es un llamado de Dios para mí, para que no me extravíe.

Amados hermanos, en el pasado tuvimos aquí mucho despliegue de dones. ¡Qué maravillosos son los dones! Un hombre o una mujer con dones nos lleva al tercer cielo, nos trae y nos vuelve a llevar. Nos abre la Escritura y desentraña los misterios más escondidos. Pero puede ser que eso no tenga ningún respaldo de vida. Entonces, eso no agrada al Señor, aunque deslumbre a muchos. El Señor no vino a enseñarnos una clase de discurso: él vino a mostrarnos una clase de vida. El hombre piadoso no es aquel que sólo cree correctamente, sino uno que vive correctamente.

Yo creo que Himeneo y Alejandro, que Demas, que Figelo y Hermógenes, toda esta lista de apóstatas que aparece aquí en la Escritura, antes de su caída, comenzaron a tener problemas con su conciencia. Y cuando venía la Palabra a amonestarles algo, ellos se sacudían y decían: “Eso no es para mí.”

Por ejemplo, es imposible que Dios se agrade en un marido que violenta a su mujer, aunque él hable en lenguas, diga profecías, predique desde un púlpito o componga las más lindas canciones. ¡Imposible! Es imposible que Dios pueda aprobar nuestras inconsecuencias.

Una vida piadosa y honesta

El Señor quiere que nosotros vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad en este mundo impío. Es imposible que Dios pueda agradarse si nosotros prestamos nuestros ojos para pasar horas y horas mirando cómo el mundo se corrompe, riéndonos con la corrupción del mundo, solazándonos con escenas atrevidas en la televisión, en revistas o en Internet. ¡Imposible! Si así hacemos nosotros, tal vez mañana lleguemos a engrosar la lista de los Alejandro, los Demas, los Figelos y los Hermógenes ...

Por causa del mucho conocimiento, tenemos también un corazón soberbio y orgulloso. Si el conductor del colectivo no nos trata bien, tal vez tengamos una palabra dura para él. Si el jefe nos trató mal, tal vez lo difamemos. El vecino, ¿cuánto de Cristo está viendo en nosotros? ¿O el dueño de la casa que arrendamos? ¿O aquél a quien le pedí que me cortara el pasto, o que me arreglara el cañón de la cocina, el que me arregló el cerco, o aquel cajero que me dio vuelto de más? “Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres” (Tito 3:2). Con demasiada frecuencia estamos viendo a creyentes antiguos que se encandilan con la mujer de su prójimo y se van tras ella. O que un creyente nuevo entre nosotros le levanta la voz a un anciano.

En algún momento nuestras grandes revelaciones, nuestro pacífico carácter y nuestra amable sonrisa serán probados. Tal vez hieran a mi hijo, u ofendan a mi esposa. En ese momento cuando nuestra fe y nuestras palabras sean probadas, se verá si el mensaje de Pablo a Timoteo –este mensaje dramático de la 1ª epístola por vivir una vida piadosa– fue tomado en cuenta a no.

Amado, ejercítate para la piedad. Jóvenes, ejercítense para la piedad. Ustedes tienen que ser una segunda o tercera generación mejor que la nuestra. “El ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera” (4:8).

“Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en ... ¿en qué? ... en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.” ¡Conducta! “Más tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.” ¿No les parece raro que se diga “piedad” aquí? Si nosotros miramos las cartas anteriores de Pablo nos hablan de la justicia, de la fe, del amor, pero nunca se nos habló de la piedad. Ahora aparece la piedad enseguida después de la justicia y antes de la fe. Antes del amor. Primero la piedad ...

Después de 1ª Timoteo –el disco “Pare”– viene 2ª Timoteo –la ruina, la catástrofe, el tren que arrolla al vehículo–. Nosotros estamos todavía a tiempo. Es cierto que la iglesia no va a fracasar en su propósito, porque tiene el futuro asegurado en Dios, y tiene una gloria venidera que nadie le puede quitar. Pero el Señor permita que nosotros estemos incluidos en esa gloria venidera. Que ninguno de nosotros siga jugando a ser cristiano. Que ninguno de nosotros viva una vida de doctrina y no una vida piadosa.

Que el Señor nos ayude.

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AGUAS VIVAS

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31 de marzo de 2002
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