Las consecuencias presentes y futuras de un pequeño error…

Todos los colores del mundo se reflejaron en su rostro cuando el contador de la empresa extendió frente a sus ojos las facturas que por meses logró incorporar al plan de gastos, pasando inicialmente inadvertidas. Le ardía la cara de vergüenza. Sudaba. Movía las manos inquieto.

 
--No puedo concebir, González, que haya volcado sus capacidades a esto: a robar la compañía--. Acto seguido el hombre tomó la calculadora y con la rapidez de un prestidigitador, sumó. Corroboró la operación matemática, imprimió el resultado y lo puso en el escritorio. Los números sobresalían en medio de tantos papeles y comprobantes de cobro--: Toda la confianza que se depositó en usted queda reducido a esto: Cinco mil dólares—movió su cabeza y se limitó a decir--: Lo lamento pero esto irá a conocimiento de los directivos--.

De pronto se sintió totalmente solo, olvidado, abandonado en aquél lugar, como el niño que en un descuido se desprende de la mano de su madre y queda perdido en un centro comercial atestado de gente. Para ser sinceros, no podía razonar en lo ocurrido. Le parecía una pesadilla.

Salió sin decir nada. Era su último día en la empresa en la que prestó sus servicios por dos años y medio.

La tentación está a la puerta

Con frecuencia escuchaba en mi pueblecito decir: “La ocasión hace al ladrón”. Refrán de ancianos pero con una profunda sabiduría. Siempre estará a las puertas la posibilidad de incurrir en un hecho doloso. No es nuevo. Es algo en lo que siempre tendremos la viabilidad de incurrir, así no esté bien. Y lo grave es que quizá muchas de las cosas que moral o socialmente sabemos que no están bien, pueden parecernos atractivas. ¿Le ha ocurrido alguna vez?

Pues bien, un desliz de ese género, puede destruir no solo nuestro presente y futuro profesional, como el protagonista de la historia, sino que además, que trae consecuencias graves para nosotros y quienes nos rodean.

Sobre este aspecto advirtió hace siglos el autor sagrado cuando escribió: “Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable. ”(Eclesiastés 10:1).

El proceso de caer

Una caída moral o espiritual no se produce en un abrir y cerrar de ojos. Obedece a un proceso. Y durante su desarrollo, estamos conscientes de lo que ocurre. Sin embargo persistimos, aún cuando sabemos que no está bien. Lo que nos lleva a reflexionar con cuidado son las consecuencias, que inevitablemente llegarán.

Piense por ejemplo en la imagen que quizá tienen de usted como una persona equilibrada. Sin embargo, un momento de ira o quizá de rabia descontrolada puede echar por tiempo todo lo que le tomó tiempo construir por meses o años.

Igual su matrimonio o relación sentimental. Abrir las puertas a una ilusión que no corresponde al compromiso de fidelidad que asumió con su pareja, puede dar al traste con la relación que llevan durante mucho tiempo.

En el campo laboral igualmente corremos el peligro de dejarnos arrastrar por el momento para caer en el desprestigio, tanto personal como profesional.

¿Y qué decir de la iglesia? Muchos ministros y líderes --tanto evangélicos como católicos-- han caído justo por que no saben guardarse en santidad.

Medite en sus hechos, es probable que esté dando lugar a su destrucción moral, espiritual y personal en todos los órdenes. No todo está perdido, es hora de revisar nuestras vidas y determinar en qué estamos fallando... Recuerde: con ayuda de Dios es posible cambiar...

Si tiene alguna duda, sugerencia o inquietud, espero su comunicación ahora mismo.

Ps. Fernando Alexis Jiménez
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