Dispuestos a la renuncia por el Señor Jesús

Era un gran predicador. Versátil. Con extraordinario manejo del léxico, elocuente, en ocasiones gracioso y en otras muy serio, pero siempre con pleno dominio del auditorio y del tema que abordaba.

 
Dos años más tarde estaba de nuevo en el mundo. José Alberto renunció a un futuro promisorio. Trabaja en una empresa de transportes. Llega bien temprano en la mañana y sale cuando cae la noche. No tiene un minuto de descanso. Ha reflexionado que no tiene sentido lo que hace, porque antes era embajador de Cristo y ahora un empleado común, pero considera que no tiene las condiciones para seguir adelante.

“Los pastores deben reunir condiciones especiales” explicó a sus superiores y descartó que él fuera uno de los dueños de esas características. “Ni siquiera se leer bien. No, definitivamente no es para mi”. Hoy nadie podría imaginar que frente a ellos tienen a un hombre que pudo ser uno de los evangelizadores más brillantes de su pueblo.

Atrás quedó la época en que sintió el llamamiento al ministerio pastoral. Fueron días apasionantes. No podía esperar siquiera terminar sus obligaciones para estar inmerso en la oración y el estudio bíblico, inclinaciones que le llevaron a tener una íntima comunicación con Dios. Pero dejo ir todo por la borda. Ya ni siquiera tiene esperanza...

¿Renunciar ahora? ¡Jamás!

La Palabra de Dios es clara cuando señala “Porque muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mateo 22:14). No basta únicamente con sentir el llamado, es necesario seguir adelante. Es natural que usted, como llamado a una misión especial de representar al Rey de reyes y Señor de señores, enfrentará tropiezos, pero no puede renunciar ante las primeras dificultades.

Llegar al final de la carrera amerita estar asidos de la mano del Señor Jesucristo. ¿Y si faltan fuerzas? Pedirlas a Dios. La Biblia dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”(Filipenses 4:13).

El asunto no es tan sencillo como a veces suponemos. Creemos que implica simplemente aceptar a Jesús como Señor y Redentor y vivir conforme lleguen los días. Se requiere una disposición de marchar adelante por encima de las adversidades. Es necesario renunciar al pecado y consagrarnos a nuestra nueva vida como criaturas renovadas en Cristo (2 Corintios 5:17).

Es necesaria una dependencia absoluta de Dios

Fueron tres seguidores. El pasaje lo relata el evangelio de Lucas, capítulo 9, versículos del 57 al 62. Allí, hombres del común se ven confrontados a caminar siempre con el Señor Jesús. Implicaba renuncia, pero ellos no estaban preparados.

El primero de ellos, se vio retado a renunciar a su inseguridad y la necesidad de tener solidez en lo material, para depender absolutamente de Dios. Eso no estaba dentro de sus planes. Rompía todos sus esquemas.

“Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.”(Lucas 9:57, 58).

Seguir a Cristo implica comenzar a confiar en Él. Tener la certeza que tiene cuidado de nosotros, de nuestras necesidades de nuestras dificultades. Él nos ayudará. Basta que depositemos toda nuestra esperanza en Su poder.

Es necesario redefinir nuestras prioridades

¿Qué es importante para usted? Se ha tomado el trabajo de formularse ese interrogante. Para algunos, lo esencial es tener un buen saldo en la cuenta bancaria; hay quienes consideran fundamental cursar estudios superiores y de post-grado para tener bases académicas en la profesión que eligieron; otros por el contrario aman su auto y hacen todo lo que esté a su alcance para tener el modelo del año.

Si realizáramos una encuesta, las respuestas serían diversas. Incluso, lo que usted responda puede ser diferente de los demás. Por eso de entrada podemos afirmar que cada quien tiene su propio nivel de prioridades. Sin embargo, en ocasiones pasamos por alto cosas esenciales, tal como lo describe el diálogo que tuvo el Señor Jesús con el segundo protagonista del relato:

“Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.”(Lucas 9:59,60).

El primer lugar debía ocuparlo Dios. Pese a ello, la respuesta de este hombre reveló qué había en su corazón: para él era importante atender sus múltiples compromisos y dejaba de lado, es decir dilataba, el momento de comprometerse con Cristo, tal como ocurre con muchos creyentes hoy día.

La renuncia es fundamental

Renunciar no es fácil. Y menos cuando se trata de nuestros deseos, principios, inclinaciones o hábitos para comprometernos con Jesucristo. Pero cuando ponemos la mirada en Él, es necesario adoptar ese principio esencial: renuncia.

“Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.”(Lucas 9:61, 62).

Si volvemos la mirada atrás, seguramente no ascenderemos. Eso ocurre con muchos creyentes. Evalúan lo que fue el ayer, suspiran y... en muchos casos retornan a lo que habían dejado.

Este hecho puedo graficarlo con un incidente en cierta ocasión que intenté escalar una empinada cumbre. Iba con alguien experto en el asunto. Y llegué a la mitad del camino. ¿La razón? Ignoré las múltiples advertencias del guía quien de mil maneras me explicó que si miraba abajo, sentiría vértigo. Pero mi inclinación era ver cuánto había avanzado. Y ocurría: sentía temor de seguir avanzando...

Si no renunciamos a todo aquello que nos separa del Señor Jesucristo, para emprender un camino de consagración, seguramente nos quedaremos estancados. Es necesario empezar el camino ya, asidos de la mano del Hijo de Dios.

Si tiene alguna inquietud, no dude en escribirme:

Ps. Fernando Alexis Jiménez
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