Dar pasos de fe: la puerta a los milagros

Abrió la alacena. No había nada. Estaba vacía. Sobre la cómoda de la sala, arrumadas, las facturas de cobro por los servicios básicos. Junto al televisor, la solicitud escrita de las directivas del colegio donde estudiaba su hijo, para que se pusiera al día en el pago de las cuotas mensuales. Para empeorar el panorama, nadie le había llamado de las diferentes empresas en las que había dejado hojas de vida para aplicar a cualquier trabajo.

¿Salidas? No encontraba ninguna. Ya lo había intentado todo. Pidió prestado dinero, pero sus amigos y familiares parecía que se encontraban en una crisis peor que la suya.

¿Qué hacer? No tenía la más mínima idea. Fue eso la que le llevó a clamar a Dios en oración, en procura de una puerta que le permitiera salir del laberinto.

Un milagro para un tiempo de crisis

¿Cuándo recurrimos a Dios? Generalmente en períodos de crisis. Es común entere los cristianos. Volvemos la mirada al Creador, no en los tiempos de bonanza, sino cuando el infortunio toca nuestras puertas. Siempre ha sido así. Es una realidad presente a lo largo de la historia de la humanidad.

Para ilustrar bíblicamente este y otros planteamientos, le invito para que juntos examinemos el encuentro del profeta Eliseo y la viuda. Ocurrió en Palestina hace muchos siglos. La hallamos en el segundo libro de Reyes, capítulo 4, versículos del 1 al 7. “Una mujer de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo diciendo: tu siervo mi marido ha muerto; y tu sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos” (versículo 1).

La mujer llegó a clamar por una salida del laberinto cuando todas las circunstancias estaban en contra. En momentos en que, en apariencia, nada se podía hacer. Este hecho nos lleva a reflexionar en la importancia de tener en cuenta a Dios en todo instante, no solo en los momentos de crisis.

Dios abre sendas en el mar

Los métodos de Dios son extraños. Responde de una manera insólita, desconcertante, sin sentido ni lógica. En el caso de la viuda, la respuesta de Eliseo fue preguntarle qué tenía a disposición. Y cuando le indicó que sólo tenía una vasija de aceite, le instruyó: “Vete y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas” (v.3).

En las manos de Dios, nuestras vidas pueden ser mucho, y servir para mucho. No hay nada insignificante para Él. Tener esto claro nos lleva a depositar en Él toda nuestra confianza. No nos podemos dejar embargar por la desesperación.

Dice el pasaje, respecto a la orientación de Eliseo a la viuda: “Entra luego, y enciérrate tu y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando esté llena, ponla aparte”(v.4).

Lo reafirmo siempre: Dios tiene métodos ilógicos. Pero si queremos experimentar milagros en nuestra vida, debemos aprender y esperar y caminar en la lógica extraña de Aquél que todo lo puede.

Obedecer, palabra clave para los milagros

Creerle a Dios y no a la lógica humana, nos lleva a dar pasos de fe: a avanzar sin temor, caminar siempre hacia delante, sin prestar atención los cristianos que—llamándose creyentes—pueden ser incrédulos.

Obedecer en fe es una actitud clave, como lo podemos deducir del texto: “Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite” (versículo 5).

No importa que a su alrededor le digan que ese milagro es literalmente imposible. Deseche todo lo que obstaculice su fe, ponga la mirada en Jesucristo... y ¡Adelante!

¿Hay límites para recibir milagros?

Definitivamente no hay límites para recibir milagros porque el poder de Dios es ilimitado. ¿Hasta dónde llega el poder de Dios? Hasta donde podamos creer. “Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay mas vasijas. Entonces cesó el aceite” (versículo 6).

Si tan solo creemos, la respuesta de Dios se manifiesta en milagros. Los hechos gloriosos no terminan. Ya es hora de que se ponga en la brecha, en la voluntad del Creador, para que experimente prodigios y maravillas en respuesta a sus oraciones.

El pasaje concluye: “Vino luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tu y tus hijos, vivid de lo que quede”(versículo 7).

Es evidente que si usted pide con fe, el Señor responderá con ese milagro que necesita. Sólo basta que crea. Que tenga la plena certeza de que hay un Dios ilimitado, que todo, absolutamente todo lo puede.

Presente esa petición al Señor en oración. Si necesita que le acompañemos a interceder, le invitamos para que nos comparta cuál el motivo de su clamor. Le ayudaremos a interceder en cadena de oración.

Ps. Fernando Alexis Jiménez
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