El médico movió su cabeza y agachó la mirada. Reinaba el silencio en la habitación. Aquella era una de las tantas visitas que había hecho el facultativo a la vivienda. Los medicamentos habían servido de poco. El deterioro en el estado de salud de la chica era evidente.
--Lo siento, Jairo. Todo es en vano. Es mejor que te prepares para un desenlace fatal. Se escapa de mis manos—diagnosticó el galeno.
El calor era insoportable. La esposa, junto a él, lucía desconsolada. Jairo se preguntó para qué servían los títulos, la posición social y las propiedades, si la vida de su hija se escapaba cada segundo como agua entre las manos.
Y fue en ese momento que, como un fugaz relámpago, cruzó una idea por su mente. ¿Y si acudía a Jesús? Toda la región testimoniaba de él. Decían que obraba milagros. ¿Qué podía perder? Al fin y al cabo nada más grave podría ocurrirle a su pequeña. Y salió en su búsqueda. Lo halló cerca de la playa, y postrándose le dijo:
“—Mi hija se está muriendo; ven a poner tus manos sobre ella, para que sane y viva—(vv.2,3). La historia completa puede leerla en el evangelio de Marcos, capítulo cinco, versículos del 21 al 43.
Confiar es guardar la esperanza
Jairo se encontró en la frontera que separa la resignación de la esperanza. Un límite peligroso. El punto en el que muchos vuelven atrás y prefieren morir... o deciden depositar toda su confianza en el Dios Todopoderoso. En Aquél que no tiene límites. Nada hay imposible para Él. Esa es la razón por la que acudió al Señor Jesús.
Confiar es no desanimarse
“Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga a decirle al padre de la niña:--Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro?”(v.35).
Frente a una situación así, lo más probable es que, quien espera un milagro, se sienta embargado por el desánimo.
Pero Jesús no comparte esa actitud. Espera que permanezcamos firmes a pesar de la adversidad, que no declinemos en la fe a pesar de que todo a nuestro alrededor parezca en contra.
“Pero Jesús, sin hacer caso de ellos, le dijo al jefe de la sinagoga:--No tengas miedo; cree solamente—“(v.36).
Confiar es no someterse a los incrédulos
Al llegar a casa de Jairo, el panorama no podía ser más desolador.
El Señor Jesús ignoró la incredulidad de todos, e incluso las burlas cuando dijo que la pequeña no estaba muerta sino que dormía. “La gente se rió de Jesús, pero él los hizo salir a todos, y tomando al padre, a la madre y a los que lo acompañaban, entró donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: Talitá, cum (que significa: “Muchacha, a ti te digo, levántate”). Al momento, la muchacha, que tenía doce años, se levantó y echó a andar. Y la gente se quedó admirada”(vv.39-42).
Si Jairo hubiese prestado oídos a los incrédulos, aquél día habría tenido un funeral en casa. Pero no le creyó al mundo, le creyó a Dios. El hecho de tener fe, de creer, de guardar la esperanza, le abrió la puerta a los milagros.
Tal vez usted se encuentra al borde de la desesperanza. Necesita un milagro, y quienes están a su alrededor le dicen que es imposible. ¡No se deje vencer por los incrédulos!. Usted pertenece a una generación diferente: la generación de los ganadores, la estirpe de los cristianos que reciben milagros, señales y prodigios de parte de nuestro amado Dios.
Le invito para que no deje de clamar. No se desanime ni permita que la desesperación lo domine. Persista en oración. ¡Dios le responderá! Siga adelante. No olvide que sólo quienes tienen fe, ven hechos maravillosos.
El Señor puede sanarle, proveerle para esa necesidad financiera que enfrenta, restablecer su matrimonio o tal vez, generar cambios en las personas. Son milagros posibles. ¡Sólo se necesita tener fe!.
Si necesita que le ayudemos a interceder, no dude en compartirnos su petición de oración. Basta que nos escriba ahora mismo:
Ps. Fernando Alexis Jiménez
Página de Internet:
http://www.adorador.com/heraldosdelapalabraCorreo electrónico:
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.