Detrás de una sencilla palabra puede estar la puerta para una vida nueva. Jesucristo, Nuestro Señor, realizó obras admirables con palabras breves, como cuando sanó al leproso diciendo “Quiero, queda limpio” (Mc 1,41). En otras ocasiones, movido de ternura entrañable, dio fuerza al alma agotada con la palabra “¡ánimo!” (Mt 9,2.22; cf. Mc 10,49). Y su voz llenó de sentido…