“Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán estas a él” (Sal. 32:6)
Llega la noche. Todo está oscuro. La luz de la luna ha sido opacada por las densas y oscuras nubes. Está lloviendo fuertemente sobre la tierra. La tempestad arremete contra todo lo que está en su camino. Los relámpagos cruzan fieramente el espacio. Se oye el retumbar de los truenos. El viento silba fuertemente. Los árboles están empapados por el agua. Un árbol enorme queda abatido por una furiosa centella. La gruesa rama que por años se erguía orgullosa, en un breve instante ha venido a dar al suelo. Ése mismo suelo, que ella miraba con soberbia. Ese mismo suelo que por años, y sin ningún interés le alimentó y le sostuvo, es ahora su lecho de muerte. Su hermosura quedó abatida. Su orgullo ha quedado herido, y muerto. En las cabeceras de los ríos quietos, está lloviendo copiosamente. El agua corre ladera abajo de las montañas, sin nada que las detenga. No hay contención para ellas, y corren libremente en su ruta siniestra. Todo es un caos.
Al finalizar el chaparrón de agua, las altas montañas quedan secas. Pero, ¿dónde está el agua? ¿Qué se hizo el agua? ¿Qué pasó con esa agua que bajó de las montañas?. Allá la veo. Veo un gran lago. Allí está imponente. Toda esa agua que no pudo derribar a las montañas, está ahora concentrada en un sitio. Es un sitio preparado para recogerlas, para contenerlas.
Pero, esto no queda allí. Se derriba una parte del muro de contención, y se escapa el agua represada. Ésta comienza otra vez su curso. Esta vez con más fuerza, con más ímpetu. Va erosionando el suelo, por donde pasa. Va arrancando árboles. Arrastra con fiereza fuerza todo lo que le hace frente. Derriba casas, torres, postes de luz. Arrastra vehículos. Arrastra personas. De repente en su curso, aparece un pueblo. Ese pueblo está incapacitado para detener esta furia que le cae encima. Este pueblo no se preparó para una situación de esta magnitud. Este pueblo se confió en la tranquilidad aparente que le brindaba la naturaleza. La misma que ahora lo derriba, la misma que ahora lo arrastra en su acometida. El caudal de esta agua ahora está aumentando. En su haber hay ahora: Ramas de todo tipo, rocas de todo tipo y tamaño, lodo, láminas, ropas, enseres, piezas de todo tipo, etc. El agua ahora está más espesa. Todo lo que encuentra en su paso, lo arrastra e inunda. No hay nada que se le escape a este torrente demoníaco y destructivo. Todo es caos y destrucción. La gente corre de aquí para allá. En su desesperación se atropellan unos a otros. Una gran mayoría es arrastrada por el torrente destructivo. No hay escapatoria. No pueden coordinar, pensar ó razonar. Esto es algo que los tomó de sorpresa, porque aunque estaban avisados, no se prepararon.
Cuando amanece, los pocos sobrevivientes están desesperados. Evalúan las pérdidas. Evalúan lo que pudieron salvar. Cuantas vidas pudieron rescatar. Se oyen llantos. Hay dolor en sus rostros. La desesperación ha tomado el control del lugar. Todo es llanto y confusión.
Hermanos en Cristo, este es un vivo cuadro que el Espíritu Santo me está presentando hoy. Es una viva representación de la iglesia de Jesucristo, y la contaminación que Satanás ha introducido en ella. Fijémonos en una cosa. Solamente los altos montes escaparon del ímpetu de las aguas fieras. Hubo algo que los protegió. Y ese algo fue, el hecho de no estar en una parte inundable. Observa que las aguas tuvieron contacto con ellos. El horrible aguacero cayó sin misericordia sobre ellos, pero, ellos estaban en lo alto. Ellos estaban erguidos sobre las alturas. Esa agua que para otros fue destrucción, para ellos fue de bendición. ¿Por qué?. Porque las aguas no pudieron juntarse. No tuvieron fuerza para arroyar. Porque la misma forma de las montañas, no permitió que las aguas se detuvieran para dañar. Esas aguas se convirtieron en alimento para los montes. Trajeron nuevos nutrientes. Nuevas plantas nacerán. Las raíces de esos árboles se fortalecerán más. Las ramas se pondrán más robustas.
Apreciados hermanos, vayamos a las Escrituras, para descifrar qué nos quiere enseñar el Espíritu glorioso de nuestro Señor. En el Salmo 125:1 dice que: “Los que confían en Jehová son como el monte de Sión, que no se mueve, sino que permanece para siempre”. En este versículo, hay una comparación del monte de Sión, el “monte de Dios”, con los que confían en Él. Ahora, ¿Quiénes son los que confían en Él? ¿Quiénes son esos que han puesto su confianza enteramente en Dios?. Hay varios textos, pero, tomaremos sólo uno (Salmos 20:7) “Éstos confían en carros, y aquéllos en caballos; más nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria”. Éstas fueron las palabras del rey David cuando clamó a Dios, pidiéndole la victoria contra sus enemigos. Ellos estaban muy confiados en su fuerza militar, pero, David no tenía la mirada puesta en esas cosas terrenales. David tenía su confianza puesta en Dios. Muchas veces, alguien quiere amedrentarnos porque no tenemos recursos físicos; porque no estamos formados en un Instituto Bíblico; porque no tenemos un grado universitario. ¡Qué gran equivocación! Dios lo que quiere es un corazón arrepentido y dispuesto para Él poder actuar a través de nosotros. Podremos estar cargados de libros. Podremos tener una biblioteca completa en nuestras mentes. Podremos sabernos y haber estudiado la Biblia cien veces, desde Génesis hasta el Apocalipsis. No es eso lo que quiere Dios de nosotros. El diablo se conoce completita la Biblia. Amén por el que estudió en un Instituto Bíblico. Amén por el que pasó por una Universidad. Amén por el que tiene recursos físicos. Amén por el que se estudió completa la Biblia. Pero, no es eso lo que está en discusión. Es la confianza en Dios lo que Él quiere para podernos usar. Los fariseos estaban llenos de filosofías. Gamaliel estaba lleno de estudio, él era un maestro de las Escrituras. Pero, Dios no usó a ninguno de ellos. Él usó al simple hijo del carpintero. Él usó a los simples pescadores. Hombres toscos, rudos, pero con sentimiento, con pasión, con amor por las almas. ¿Qué vieron los fariseos en Pedro y Juan?: “Y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús” (Hch. 4:13). ¡Qué maravilloso! Los mismos que les estaban acusando, sabían que ellos habían estado con Jesús. Muchas veces vemos hombres que tienen Biblia, que tienen letra; pero es una letra muerta, es una letra que seca y pudre los huesos de los oyentes. Hombres carnales, sensuales que no tienen al Espíritu. Gente que está matando a ese pueblo que no quiere despertar, que no quiere ver que el agua putrefacta está inundando su vida. ¡Qué diferente! Pedro y Juan, hombres vulgares, hombres sin estudios. Pero, a Dios le plació usarlos a ellos.
¿Qué quiere Dios de nosotros? Que confiemos enteramente en Él. Ya basta de claudicar entre dos pensamientos. Ya basta de seguirle el jueguito al diablo. Basta ya de andar con mentiritas blancas. El diablo ha metido una potestad de mentiritas blancas en la iglesia de Jesucristo. Líderes, hasta pastores vemos a diario jugando el jueguito del diablo con estas mentiritas. Hay hermanitos que dicen: “Hermano, mi pastor las dice, y si él lo hace es porque está bien”. ¿Quieres saber algo, “ministro”? ¿Quieres saber algo, oveja?. Tú no puedes hacer o guiarte por todo lo que haga tu pastor ó líder. Acuérdate que él también es un ser humano, de carne y hueso igual que tú. Él no es infalible, comete fallas como cualquier otro. Dios no tiene una clase de gentes privilegiadas. ¡No!. La Biblia dice que “Dios no hace acepción de personas, sino que en cada nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hch. 10:34-35). ¿Te fijaste hermanito? Dios sólo se agrada del que le teme y hace justicia. Una persona que dice mentiritas blancas, no tiene temor de Dios, y le falta “el cinturón de la verdad” (Ef. 6:14 VI). Una persona que practica la injusticia, le falta “la coraza de justicia” (Ef. 6:14), y no puede agradarle a Dios, así sea pastor, evangelista ó líder de cualquiera organización. Nadie está exento de esta regla. Éstos son instrumentos de Satanás para estropear la obra que Dios quiere hacer en cada congregación.
Esos montes son gente de Dios, que no se ha contaminado por la abominación que agarró a la iglesia. Gente que Dios tiene en el anonimato. Gente que permanece en la búsqueda del rostro de Dios. Gente que sabe escuchar la voz del “buen Pastor” (Jn. 10:3). Gentes que “no conocen la voz de los extraños” (Jn. 10:5). Extraños que abundan en la iglesia de Jesucristo, personalizados en cizañas y lobos rapaces. Esos montes son gente que Dios ya está preparando, porque a través de ellos va a desplazar toda esa suciedad, junto con sus portadores, y echarlos fuera del ministerio. La contaminación llegó, pero, ellos permanecen intachables, imperturbables. Comparativamente, son esos “siete mil que no han doblado rodilla” (1 R. 19:18) ante las potestades que gobiernan en cada pueblo, en cada ciudad, y aún, en cada congregación de gente que es de Dios, pero no han recibido la vista para ver y echar fuera esas potestades del diablo.
¿Qué sucede? Pues, viene Satanás con sus trucos, con sus trampas, tratando de arrancar el trigo de Dios. Utilizando a la cizaña y al lobo rapaz, para afligirnos, para tendernos trampas y redes, y luego burlarse desde el púlpito. Pero, Dios está observando toda esa injusticia, y convierte todo ese mal en bendición, porque “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Ro. 8:28). Gózate, hermanito porque si se lo hicieron a Cristo, cuanto más a nosotros. Mira lo que dice el Señor, cuando estaba pasando por esa tremenda tribulación: “Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?” (Lc. 23:31). ¿Qué le parece? ¿Es que acaso Cristo no tenía la verdad? Claro que la tenía, y esa verdad era como un árbol de espinas en los costados de sus enemigos.
Vayamos ahora al lago, en dónde, por un momento se detuvieron las aguas de la muerte. Allí se debaten impetuosas. Los remolinos se revuelcan embravecidos. Destruyen la vegetación que se encuentra en el lecho, en donde hay árboles de todo tipo. Todo ese pedazo de tierra, ha quedado sepultado bajo las turbulentas aguas. A esta parte de la tierra, no le ha ido muy bien porque buena es el agua pero no en exceso, ni de esta forma tan turbulenta. Esta es una representación del pueblo de Dios, que ha sido invadido por falsas doctrinas. Doctrinas del legalismo, de ritualismos, de ceremonias. El mesianismo ha invadido la iglesia, y continúa su avance, pero, reprendamos fuertemente en el Espíritu a esa potestad maligna que está portando esta falsedad. La Nueva Era también ha invadido gran parte de la iglesia. Los satanistas han invadido algunos altos puestos de las dirigencias internacionales, nacionales y locales. Esto es parte de esa agua que queda estancada. Son mensajes que líderes satanistas, cizañas del enemigo y lobos rapaces, están lanzándole a la iglesia. El plan de Satanás a través de ellos, es desbastar la iglesia, para él no irse sólo al lago de fuego.
Estamos entretenidos en la televisión. En estos días terminó un “culebrón” colombiano llamado: Bety, la fea. Cómo se rió el diablo del pueblo de Dios. Lo veo riéndose del pueblo, y diciéndole a Jesús: “Mira, Jesús. Observa cómo tengo a tus redimidos. Mira, les mandé esta novelita, y ve cómo los tengo. Al supuesto pastor, mira cómo lo tengo. Cómo se divierte con las ocurrencias de Bety. ¡Qué descaro! ¡Qué vergüenza!. Hermanito, en lugar de estarle dando lugar al diablo, perdiendo el tiempo en esas cosas, ocupémonos, más bien, en la oración, en el rescate de otros. El pueblo está flojo en la oración. El pueblo está flojo en la búsqueda del rostro del Señor.¿Cuántos caen en el infierno, por segundo?. Y nosotros, encantados, con un encantamiento demoníaco en la televisión. A los que están entretenidos, viendo películas pornográficas, por favor, abre los ojos a la realidad espiritual. Tu alma está ahogándose en las aguas putrefactas del diablo. Despierta, todavía hay chance. ¿Cuántos siervos de Dios están ahora entretenidos, viendo pornografía por Internet?
Muchas veces la situación económica hace que muchos del pueblo de Dios, se entreguen al juego de números, triples, Triple gordos, Kinos. Queriendo decir con esto, que si Dios me va a dar algo, puede dármelo de esta forma. ¡Hermanito, reprenda al diablo que ha invadido su casa espiritual! Ha tomado posesión de tu voluntad. Te aseguro que cuando pierdes dices: “No voy a jugar más. Ésta es la última vez que lo hago”. Mentira del diablo. Hasta que no te pongas a cuenta con Dios, y cierres esa puerta, el demonio de juego te va a estar controlando. ¿Cómo sabes que esos juegos no son de Dios? Cuando los estás comprando en el kiosco ¿Por qué te ocultas, cuando ves que viene el pastor, ó cualquiera conocido?. ¿Es que acaso no tienes temor de Dios?. ¿Por qué no temerle a aquel que puede enviar tu alma viciosa al infierno?. Despierta, todavía hay oportunidad.
Volvamos nuevamente al lago. Se rompe el muro de contención, y sale el agua desbaratando árboles, sembradíos, pueblos enteros, puentes, torres. La oración estuvo demasiado floja. El sueño espiritual fue más fuerte. La parte de abajo estaba sana hasta ahora. Se soltó la inmundicia, todo lo que consigue a su paso, queda contaminado, queda inmundo. La doctrina de demonios ha entrado en la iglesia de Jesucristo, contaminando y arrastrando a todo aquél que se atreva a hacerle frente. Todo esto no es más que la abominación del diablo, la furia de Satanás contra la iglesia.
¿Qué es lo que le hace más daño a una congregación? No es el diablo. Son las personas que él usa en la iglesia. No hay nada más destructivo que un pastor sordo. Un pastor que no acepta corrección. Un pastor que dice: “Yo soy el ungido de Jehová”, y dice mil palabras, y sólo una leve gota de unción. Un pastor que se roba y controla el fondo de la iglesia. Un pastor que se acuesta con las ovejas, quienes son cizañas entre el pueblo. Un pastor que hace y deshace a su antojo. Un pastor que quita y pone ministerios, cuando esto sólo es obra del Espíritu Santo. Un pastor que acepta y divulga chismes. Un pastor que critica a sus ovejas. Un pastor que corrige en su propia carne, con sus propios razonamientos carnales. Un pastor que no tiene fe. Un pastor satanista. Un pastor brujo. Un pastor espiritista. Un pastor homosexual. Esto es lo que más daño hace a la congregación. Eso está pasando, iglesia de Jesucristo. Las aguas putrefactas te han invadido. Sólo hay muerte y destrucción. Caos y desesperación.
El Señor ha mostrado que esos pastores satanistas, están orando y ayunando para que cuando los siervos de Dios estén predicando la Palabra, ese mensaje sea debilitado. Están lanzando oraciones y conjuros, mientras usted y yo estamos ministrando, para que sea un rotundo fracaso. Para que los siervos se enfermen, y así ellos poder colocar al resto de sus secuaces, en los cargos y ministerios. El Señor está mostrando toda esa podredumbre que hay en directivas completas que se reúnen en sitios estratégicos para echarse varones con varones y hembras con hembras. Hay homosexualidad y lesbianismo en el ministerio usurpado por cizañas y lobos rapaces. Es esa agua putrefacta que corre ladera abajo arrastrando con todo. Si tú te paras y le haces frente, te botan de la congregación. Ellos no quieren gente de Dios en las congregaciones. Quieren llenar las iglesias con sus propias gentes. Si te mantienes callado, pues no les haces peso, y te dejan tranquilo. Pero, ¿qué harás aquel día? ¿Podrás estar de pie ante Dios? ¿Podrás estar tranquilo?.
Pero, espera un momento. Allí viene el Arcángel Miguel. Allí vienen los ángeles guerreros de Dios. ¡Oh Dios! Allí veo la figura del Hijo del Hombre. ¿Qué vienen a hacer? Vienen con gran furia a “limpiar” a la iglesia de tanta basura del diablo. Vienen a combatir la potestad que está gobernando en las congregaciones. A echar fuera del ministerio a esos lobos rapaces que están devorando las ovejas. A traer paz a la iglesia. A traer esperanza a la iglesia. A traer consuelo a la iglesia. A traer libertad a la iglesia. Ya lo comenzó a hacer el Señor. Ya está derribando ese muro que por años ha esclavizado a su iglesia. Ya está impartiendo liberación en muchos luchadores que van a arremeterse contra la potestad que está ungiendo a la cizaña, a los lobos rapaces, y echar fuera el pecado desbordante en la iglesia.
Llegó la hora de declararle la guerra al enemigo. Llegó la hora de ponernos a cuenta con Dios. De declarar como lo hizo David, cuando se enfrentó al gigante Goliat: “Tu vienes a mí con espada y lanza y jabalina; más yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado” (1 Samuel 17:45). No le temas al enemigo. Témele más bien a Dios.
Oye bien esto: “Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán estas a él” (Sal. 32:6). Esa promesa es para ti y para mí. La inundación de esas aguas putrefactas ha agarrado a muchos siervos y siervas del Señor. Pero, no dejemos que nos toque a nosotros. Aún estamos limpios. Todavía podemos luchar para “limpiar” a otros. Confía en Dios, así veas todas estas cosas suceder en tu congregación. No te vayas de ahí. Dios te quiere luchando ahí. Dios no te quiere aislado. Él quiere que te quedes en tu puesto y luches ahí. Presenta batalla desde allí. Si estás viendo cosas malas suceder, es porque el Señor quiere usarte para quitarlas. Es porque el Señor quiere usarte para sanar a otros que todavía no han abierto sus ojos. Si tú te vas de tu sitio ¿Quién ocupará tu lugar? Una cizaña. Un lobo rapaz más. Pues, no le permitas al diablo salirse con la suya. ¡Quédate donde estás y únete a otros “siete mil que no han doblado rodilla”!. No te debilites. Hay personas a las cuales Dios les ha abierto los ojos, para que luchen contra la potestad que gobierna al líder, y lo que han hecho es luchar contra el líder ¡Tamaño error!. Es contra la potestad que tienes que luchar, no es contra la creación de Dios. No confundas los términos. Lucha contra lo que está mal. No luches contra el hombre. Eso es lo que el diablo quiere. Que nos enfrasquemos en discusiones, en disputas, para él ganar la batalla. Hay hermanitos que en vez de luchar, lo que han hecho es irse de la congregación, pero no saben que lo que han hecho es una simple mudanza. Allá también estará la misma potestad esperando para seguir contra ellos, porque esta no descansará hasta verlos descarriados, derrotados y fracasados.
Pero, debemos estar alerta. No debemos caer en el plan del enemigo. Si tu pastor y mi pastor, son lobos rapaces, son cizañas del diablo, ellos tratarán de echarnos de nuestras respectivas congregaciones, porque no estarán conformes con lo que Dios está haciendo en nosotros. Porque serán desenmascarados. Serán sacados a la luz sus pecados. Toda esa podredumbre que hay en ellos, tarde o temprano saldrá a flote. Por lo tanto, debemos estar alerta. Tu puedes saber si tu líder es cizaña. Tu puedes saber si tu líder es un lobo rapaz. Pídele a Dios el discernimiento y Él no te fallará, porque está buscando hombres y mujeres para darles valentía, poder. Valor para decir la verdad.
No temas, pueblo fiel de Dios, las aguas no te inundarán. Así estén llenando tu sitio, pero, la Palabra no miente. Llénate de Dios. Llénate del Espíritu Santo. Llénate de ese “río de agua viva” que prometió Cristo en su Palabra. Es un río vivo, que no tiene inmundicias, que no tiene podredumbre, que no tiene suciedad. Es un río cristalino.
Dios les bendiga.
Su hermano y amigo
Diac Gonzalez
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09/06/2001