Pasaje: San Marcos 9: 2-29


Introducción

¡A quién no le gusta ir a una fiesta! ¿Recuerda la última que estuvo en una? En nuestro caso, como Iglesia acabamos de vivir unos momentos de mucha festividad debido a la celebración de nuestro vigesimotercer aniversario.
Las fiestas son reuniones de varias personas para divertirse o para celebrar algún acontecimiento. De acuerdo al libro de The Guinness Book of Records (1995), pp. 495-96, el banquete más grande del mundo contó con la asistencia de 150,000 invitados y se realizó en India el 2 de junio de 1991. El mismo libro nos informa, que a la fiesta de cumpleaños más grande del mundo asistieron 75,000 personas el día 4 de julio de 1991 en Buffalo, Nueva York. Allí se celebró el nacimiento de la nación de EUA y Canadá.

I. ¿Por qué nos gustan las fiestas?

¿Por qué tantas personas les gusta ir a las fiestas? ¿Qué es lo que sucede en ellas que tienen el poder de atraer multitudes? Si usted busca en su interior, ¿qué descubriría en cuanto a las razones para ir a una fiesta? Probablemente, las siguientes opciones o alternativas sean las que contesten esta pregunta. Algunas personas van a las fiestas porque están aburridas y esperan pasar un buen rato. Otras van porque desean olvidar un problema, aunque sea por unos momentos. O sea, quieren aislarse de la realidad. En algunos casos es porque se sabe que hay unos amigos/as y deseamos conversar con ellos/as porque hace tiempo que no los vemos.

II. A Los Discípulos También le Gustaban las Fiestas y, Mucho

Hoy vamos a tomar el tiempo para analizar cómo los discípulos reaccionaban a los momentos de festividad. El caso aparece en el Evangelio según San Marcos 9: 2-29.

Jesús ha decidido invitar a una ‘fiesta’ a Pedro, Juan y Santiago. Esta fiesta va a requerir ascender a una montaña que tiene más de 9,000 pies de altura. Allí el Maestro va a orar (cf. Lucas 9: 28) y mientras está orando comenzó a salir de EL una brillante luz que dejó a los discípulos espantados. (S. Marcos 9: 6)

El primer elemento que debe estar presente en nuestras mentes es el de la motivación, o sea, ¿por qué vamos a la fiesta? En el caso de Jesús se nos informa que ÉL va a orar, es una fiesta de oración. Y es mientras ÉL ora que la transfiguración acontece. Ni aún Cristo sabía que esto iba a suceder porque el verbo cambió, (metemorphote, gr.) está en voz pasiva. Esto nos indica que fue Dios, el Padre el que ejecutó la acción y, que Cristo fue el recipiente de la misma. ¿De qué manera este verso aplica a nuestras vidas hoy? Bueno, esta pregunta es sumamente sencilla de contestar; ¿por qué venimos a la Iglesia? ¿Qué es lo que nos impulsa a congregarnos? No olvidemos que esta pregunta puede tener contestaciones muy parecidas a las que daríamos si fuera una fiesta "en el mundo." Puede haber personas que vienen a la fiesta porque no tienen otra cosa que hacer el domingo en la mañana. Así que vienen porque no hay otro compromiso. Hay quienes vienen porque hay una fiesta y puedo pasar un buen rato. Dicen, "voy a despejarme la mente de todos estos problemas." Y, está la persona que viene porque se encontrará con un amigo/a y el lugar es conveniente para conversar.

III. Moisés y Elías, ¡Qué Tremendos Amigos!

Cuándo continuamos leyendo el relato apreciamos que a la fiesta llegaron dos personajes y, ¡qué personajes,! Moisés y Elías. Es Lucas, nuevamente, el que nos dice que conversaban "de la partida de Jesús de este mundo, que iba a tener lugar en Jerusalén." (9:31) ¿Podemos darnos cuenta que están hablando de la muerte de Cristo? Estas dos personas habían sido enviadas por el Padre para fortalecer al Hijo según su viaje hacia Jerusalén avanzaba y con él, la muerte.

En esta fiesta los otros dos invitados saben de qué cosas se conversan con el Maestro: de su muerte. Y, ¿cuándo tú y yo venimos a la fiesta sabemos de qué debemos conversar con Jesús? ¿Cuáles son los temas de nuestra conversación cuando estamos en la fiesta? ¿Puede estar nuestra mente tan envuelta en otras cosas que perdamos de vista el centro de la razón al porqué estamos de fiesta en la Iglesia? ¿Nos podría pasar a nosotros/as lo mismo que les sucedió a Pedro, Juan y Santiago? Veamos un momento la reacción de Pedrito.

IV. ¡Esto está Buenísimo!

"Pedro le dijo a Jesús: -Maestro, ¡qué bien que estemos aquí! Vamos a hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." (S. Marcos 9:5)

¿Qué es lo que Pedro está proponiéndole a Jesús? Nuevamente, la respuesta es fácil de encontrar, ¡vamos a quedarnos aquí!, ¿para qué bajar? ¡Esto esta super-bueno, chico! Detrás de la propuesta de Pedro está el deseo de no tener que realizar la misión. Es muy fácil envolvernos de tal manera en la fiesta que acontece dentro de las paredes del templo, que no deseemos volver a la realidad de nuestra existencia. Allá afuera nos esperan dificultades, contratiempos, trabajo y, la muerte. Sí, la muerte porque así como para Pedro seguir a Cristo en Su camino hacia Jerusalén significaba la cruz, ¿no nos podría suceder lo mismo a nosotros/as? ¿Qué cree usted? Umm, a mí me parece que sí. Esa es una de las razones por la que las fiestas nos gustan: aislarnos de nuestra realidad. Muchos/as somos los que decimos, "¡si esto no terminara, qué rico! (Esta situación se volvió a repetir cuando Jesús ascendió y los ángeles le preguntaron a los discípulos que qué hacían mirando hacia el cielo. cf. Hechos 1: 11. Hay un trabajo que hacer, ¡muévanse!)

V. El Padre Habla y los Discípulos Tiemblan

"…y de la nube salió una voz que dijo:

‘Este es mi Hijo amado: escúchenlo"

Al momento, cuando miraron alrededor, ya no vieron a nadie con ellos, sino solo

a Jesús." (vv.7-8)

Es Dios, el Padre quien define la razón de nosotros/as venir a la fiesta. Cada vez que usted y yo participamos de la vida de la Iglesia lo hacemos porque en nuestro corazón arde el deseo de oír la voz de nuestro Maestro. "Escúchenlo," dijo el Padre. ¿Hemos venido a oír la voz de Dios?

El segundo elemento de máxima importancia en estos versos radica en las palabras "solo a Jesús." Cristo y sólo Cristo es la razón de congregarnos. Es ÉL el que imparte sentido a nuestra vida. Es ÉL quien conoce todas nuestras inquietudes y pensamientos. ÉL sabe porqué y a qué, tú y yo, hemos venido a su templo.

Conclusión:

Los cristianos/as somos las personas que más fiestas tenemos. Nos gozamos y deleitamos cada domingo y debe ser así. Jesucristo mismo es el que nos invita a tener un encuentro con ÉL. Pero debemos preguntarnos por qué venimos a la fiesta: por aburrimiento, para olvidar, para ver las amistades o, para oír la voz de nuestro Maestro.

Debemos recordar el caso de Pedro, porque la reprensión del Padre vino cuando trató de perpetuar la experiencia de la transfiguración. Cuando Dios nos regala experiencias que nos estremecen no nos las da para que hagamos una "choza" y nos quedemos en el mismo lugar. Las experiencias que Dios nos regala son para fortalecer nuestra fe en ÉL, de tal manera que podamos cumplir eficazmente nuestra misión sobre esta tierra. Debe ser entonces parte de nuestra oración, "Padre, dame más de Ti, para poderte revelar mejor al mundo, porque el mundo necesita conocerte y yo quiero ser tu instrumento." ¿Deseas tú ser instrumento en las manos de Cristo?

Sermón predicado el domingo, 25 de abril de 1999.

Iglesia "Casa del Alfarero" (PC-USA)

Ponce, PUERTO RICO

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