Haga clic sobre el capítulo al que desee ir
| 1 | 2 | 3
| 4 | 5 | 6
|
7 | 8 | 9
|
10 | 11 | 12
|
13 | 14 | 15
|
16 | 17 | 18
| 19 | 20 | 21
| 22 | 23 | 24
|
1:1 Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de
las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,
1:2 tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo
vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra,
1:3 me ha parecido también a mí, después de haber
investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas
por orden, oh excelentísimo Teófilo,
1:4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has
sido instruido.
Anuncio del nacimiento de Juan
1:5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado
Zacarías, de la clase de Abías;
su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.
1:6 Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en
todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.
1:7 Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril,
y ambos eran ya de edad avanzada.
1:8 Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante
de Dios según el orden de su clase,
1:9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte
ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor.
1:10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del
incienso.
1:11 Y se le apareció un ángel del Señor puesto
en pie a la derecha del altar del incienso.
1:12 Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió
temor.
1:13 Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque
tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará
a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
1:14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán
de su nacimiento;
1:15 porque será grande delante de Dios. No beberá vino
ni sidra,
y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de
su madre.
1:16 Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan
al Señor Dios de ellos.
1:17 E irá delante de él con el espíritu y el
poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a
los hijos,
y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor
un pueblo bien dispuesto.
1:18 Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré
esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.
1:19 Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel,
que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas
buenas nuevas.
1:20 Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta
el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras,
las cuales se cumplirán a su tiempo.
1:21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba
de que él se demorase en el santuario.
1:22 Pero cuando salió, no les podía hablar; y comprendieron
que había visto visión en el santuario. El les hablaba por
señas, y permaneció mudo.
1:23 Y cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa.
1:24 Después de aquellos días concibió su mujer
Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo:
1:25 Así ha hecho conmigo el Señor en los días
en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.
Anuncio del nacimiento de Jesús
1:26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
1:27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba José,
de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.
1:28 Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve,
muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las
mujeres.
1:29 Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba
qué salutación sería esta.
1:30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque
has hallado gracia delante de Dios.
1:31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz
un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
1:32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo;
y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
1:33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino
no tendrá fin.
1:34 Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo
será esto? pues no conozco varón.
1:35 Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá,
será llamado Hijo de Dios.
1:36 Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha
concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban
estéril;
1:37 porque nada hay imposible para Dios.
1:38 Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor;
hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de
su presencia.
María visita a Elisabet
1:39 En aquellos días, levantándose María, fue
de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá;
1:40 y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet.
1:41 Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación
de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue
llena del Espíritu Santo,
1:42 y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las
mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
1:43 ¿Por qué se me concede esto a mí, que la
madre de mi Señor venga a mí?
1:44 Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación
a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
1:45 Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá
lo que le fue dicho de parte del Señor.
1:46 Entonces María dijo:
Engrandece mi alma al Señor;
1:47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
1:48 Porque ha mirado la bajeza de su sierva;
Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada
todas las generaciones.
1:49 Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso;
Santo es su nombre,
1:50 Y su misericordia es de generación en generación
A los que le temen.
1:51 Hizo proezas con su brazo;
Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
1:52 Quitó de los tronos a los poderosos,
Y exaltó a los humildes.
1:53 A los hambrientos colmó de bienes,
Y a los ricos envió vacíos.
1:54 Socorrió a Israel su siervo,
Acordándose de la misericordia
1:55 De la cual habló a nuestros padres,
Para con Abraham
y su descendencia para siempre.
1:56 Y se quedó María con ella como tres meses; después
se volvió a su casa.
Nacimiento de Juan el Bautista
1:57 Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento,
dio a luz un hijo.
1:58 Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había
engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella.
1:59 Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar
al niño;
y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías;
1:60 pero respondiendo su madre, dijo: No; se llamará Juan.
1:61 Le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela
que se llame con ese nombre.
1:62 Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo
le quería llamar.
1:63 Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su
nombre. Y todos se maravillaron.
1:64 Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló
bendiciendo a Dios.
1:65 Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las montañas
de Judea se divulgaron todas estas cosas.
1:66 Y todos los que las oían las guardaban en su corazón,
diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la
mano del Señor estaba con él.
Profecía de Zacarías
1:67 Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo,
y profetizó, diciendo:
1:68 Bendito el Señor Dios de Israel,
Que ha visitado y redimido a su pueblo,
1:69 Y nos levantó un poderoso Salvador
En la casa de David su siervo,
1:70 Como habló por boca de sus santos profetas
que fueron desde el principio;
1:71 Salvación de nuestros enemigos, y de la
mano de todos los que nos aborrecieron;
1:72 Para hacer misericordia con nuestros padres,
Y acordarse de su santo pacto;
1:73 Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre,
Que nos había de conceder
1:74 Que, librados de nuestros enemigos,
Sin temor le serviríamos
1:75 En santidad y en justicia delante de él,
todos nuestros días.
1:76 Y tú, niño, profeta del Altísimo
serás llamado;
Porque irás delante de la presencia del Señor, para
preparar sus caminos;
1:77 Para dar conocimiento de salvación a su
pueblo,
Para perdón de sus pecados,
1:78 Por la entrañable misericordia de nuestro
Dios,
Con que nos visitó desde lo alto la aurora,
1:79 Para dar luz a los que habitan en tinieblas
y en sombra de muerte;
Para encaminar nuestros pies por camino de paz.
1:80 Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu;
y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación
a Israel.
Los ángeles y los pastores
2:8 Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban
las vigilias de la noche sobre su rebaño.
2:9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor,
y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron
gran temor.
2:10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí
os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
2:11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que
es CRISTO el Señor.
2:12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño
envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
2:13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud
de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
2:14 ¡Gloria a Dios en las alturas,
Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
2:15 Sucedió que cuando los ángeles su fueron de ellos
al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén,
y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.
2:16 Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a
José, y al niño acostado en el pesebre.
2:17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho
acerca del niño.
2:18 Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores
les decían.
2:19 Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas
en su corazón.
2:20 Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas
las cosas que habían oído y visto, como se les había
dicho.
Presentación de Jesús en el templo
2:21 Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño,
le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto
por el ángel
antes que fuese concebido.
2:22 Y cuando se cumplieron los días de la purificación
de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén
para presentarle al Señor
2:23 (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón
que abriere la matriz será llamado santo al Señor),
2:24 y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor:
Un par de tórtolas, o dos palominos.
2:25 Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado
Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación
de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
2:26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo,
que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.
2:27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los
padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por
él conforme al rito de la ley,
2:28 él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
2:29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,
Conforme a tu palabra;
2:30 Porque han visto mis ojos tu salvación,
2:31 La cual has preparado en presencia de todos los
pueblos;
2:32 Luz para revelación a los gentiles,
Y gloria de tu pueblo Israel.
2:33 Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se
decía de él.
2:34 Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He
aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento
de muchos en Israel, y para señal que será contradicha
2:35 (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean
revelados los pensamientos de muchos corazones.
2:36 Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel,
de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con
su marido siete años desde su virginidad,
2:37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se
apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.
2:38 Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios,
y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención
en Jerusalén.
El regreso a Nazaret
2:39 Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley
del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
2:40 Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba
de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
El niño Jesús en el templo
2:41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la
fiesta de la pascua;
2:42 y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme
a la costumbre de la fiesta.
2:43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño
Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su
madre.
2:44 Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron
camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos;
2:45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
2:46 Y aconteció que tres días después le hallaron
en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles
y preguntándoles.
2:47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia
y de sus respuestas.
2:48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo,
¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre
y yo te hemos buscado con angustia.
2:49 Entonces él les dijo: ¿Por
qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios
de mi Padre me es necesario estar?
2:50 Mas ellos no entendieron las palabras que les habló.
2:51 Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba
sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
2:52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura,
y en gracia para con Dios y los hombres.
El bautismo de Jesús
(Mt. 3.13-17; Mr.
1.9-11)
3:21 Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también
Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,
3:22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en
forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía:
Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.
Genealogía de Jesús
(Mt. 1.1-17)
3:23 Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta
años, hijo, según se creía, de José, hijo de
Elí,
3:24 hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana,
hijo de José,
3:25 hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum, hijo
de Esli, hijo de Nagai,
3:26 hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de
José, hijo de Judá,
3:27 hijo de Joana, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel,
hijo de Neri,
3:28 hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo
de Er,
3:29 hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de
Matat,
3:30 hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá,
hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
3:31 hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de
Natán,
3:32 hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz,
hijo de Salmón, hijo de Naasón,
3:33 hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares,
hijo de Judá,
3:34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré,
hijo de Nacor,
3:35 hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo
de Sala,
3:36 hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé,
hijo de Lamec,
3:37 hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de
Mahalaleel, hijo de Cainán,
3:38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de
Dios.
Jesús principia su ministerio
(Mt. 4.12-17; Mr.
1.14-15)
4:14 Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a
Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor.
4:15 Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado
por todos.
Jesús en Nazaret
(Mt. 13.53-58; Mr.
6.1-6)
4:16 Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día
de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó
a leer.
4:17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto
el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
4:18 El Espíritu del Señor
está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas
a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de
corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
4:19 A predicar el año agradable
del Señor.
4:20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó;
y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
4:21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido
esta
Escritura delante de vosotros.
4:22 Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados
de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían:
¿No es éste el hijo de José?
4:23 El les dijo: Sin duda me diréis este
refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas
que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también
aquí en tu tierra.
4:24 Y añadió: De cierto os digo,
que ningún profeta es acepto en su propia tierra.
4:25 Y en verdad os digo que muchas viudas había
en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado
por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra;
4:26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías,
sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.
4:27 Y muchos leprosos había en Israel
en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino
Naamán el sirio.
4:28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de
ira;
4:29 y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron
hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos,
para despeñarle.
4:30 Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue.
Un hombre que tenía un espíritu inmundo
(Mr. 1.21-28)
4:31 Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y
les enseñaba en los días de reposo.
4:32 Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.
4:33 Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu
de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,
4:34 diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros,
Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco
quién eres, el Santo de Dios.
4:35 Y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate,
y sal de él. Entonces el demonio,
derribándole en medio de ellos, salió de él, y no
le hizo daño alguno.
4:36 Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo:
¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los
espíritus inmundos, y salen?
4:37 Y su fama se difundía por todos los lugares de los contornos.
Jesús sana a la suegra de Pedro
(Mt. 8.14-15; Mr.
1.29-31)
4:38 Entonces Jesús se levantó y salió de la sinagoga,
y entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía
una gran fiebre; y le rogaron por ella.
4:39 E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre;
y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les
servía.
Muchos sanados al ponerse el sol
(Mt. 8.16-17; Mr.
1.32-34)
4:40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas
enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos
sobre cada uno de ellos, los sanaba.
4:41 También salían demonios de muchos, dando voces y
diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía
y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.
Jesús recorre Galilea predicando
(Mr. 1.35-39)
4:42 Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto;
y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para
que no se fuera de ellos.
4:43 Pero él les dijo: Es necesario que
también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios;
porque para esto he sido enviado.
4:44 Y predicaba en las sinagogas de Galilea.
Jesús sana a un leproso
(Mt. 8.1-4; Mr.
1.40-45)
5:12 Sucedió que estando él en una de las ciudades, se
presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús,
se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor,
si quieres, puedes limpiarme.
5:13 Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo:
Quiero;
sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.
5:14 Y él le mandó que no lo dijese a nadie; sino
ve, le dijo, muéstrate al sacerdote,
y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés,
para testimonio a ellos.
5:15 Pero su fama se extendía más y más; y se
reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus
enfermedades.
5:16 Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.
Jesús sana a un paralítico
(Mt. 9.1-8; Mr.
2.1-12)
5:17 Aconteció un día, que él estaba enseñando,
y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían
venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y
el poder del Señor estaba con él para sanar.
5:18 Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho
a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y
ponerle delante de él.
5:19 Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron
encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole
en medio, delante de Jesús.
5:20 Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre,
tus pecados te son perdonados.
5:21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo:
¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién
puede perdonar pecados sino sólo Dios?
5:22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo
les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros
corazones?
5:23 ¿Qué es más fácil,
decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
5:24 Pues para que sepáis que el Hijo
del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados(dijo
al paralítico):A ti te digo: Levántate,
toma tu lecho, y vete a tu casa.
5:25 Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando
el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.
5:26 Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos
de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.
Llamamiento de Leví
(Mt. 9.9-13; Mr.
2.13-17)
5:27 Después de estas cosas salió, y vio a un publicano
llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos,
y le dijo: Sígueme.
5:28 Y dejándolo todo, se levantó y le siguió.
5:29 Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había
mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la
mesa con ellos.
5:30 Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos,
diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos
y pecadores?
5:31 Respondiendo Jesús, les dijo: Los
que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
5:32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores
al arrepentimiento.
La pregunta sobre el ayuno
(Mt. 9.14-17; Mr.
2.18-22)
5:33 Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos
de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos,
pero los tuyos comen y beben?
5:34 El les dijo: ¿Podéis acaso
hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo
está con ellos?
5:35 Mas vendrán días cuando el
esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.
5:36 Les dijo también una parábola: Nadie
corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues
si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de
él no armoniza con el viejo.
5:37 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos;
de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará,
y los odres se perderán.
5:38 Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha
de echar; y lo uno y lo otro se conservan.
5:39 Y ninguno que beba del añejo, quiere
luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.
El hombre de la mano seca
(Mt. 12.9-14; Mr.
3.1-6)
6:6 Aconteció también en otro día de reposo, que
él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí
un hombre que tenía seca la mano derecha.
6:7 Y le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día
de reposo lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle.
6:8 Mas él conocía los pensamientos de ellos; y dijo
al hombre que tenía la mano seca: Levántate,
y ponte en medio. Y él, levantándose,
se puso en pie.
6:9 Entonces Jesús les dijo: Os
preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día de reposo
hacer bien, o hacer mal? ¿salvar la vida, o quitarla?
6:10 Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende
tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada.
6:11 Y ellos se llenaron de furor, y hablaban entre sí qué
podrían hacer contra Jesús.
Elección de los doce apóstoles
(Mt. 10.1-4; Mr.
3.13-19)
6:12 En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó
la noche orando a Dios.
6:13 Y cuando era de día, llamó a sus discípulos,
y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó
apóstoles:
6:14 a Simón, a quien también llamó Pedro, a Andrés
su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé,
6:15 Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado
Zelote,
6:16 Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a
ser el traidor.
Jesús atiende a una multitud
(Mt. 4.23-25)
6:17 Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en
compañía de sus discípulos y de una gran multitud
de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de
Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados
de sus enfermedades;
6:18 y los que habían sido atormentados de espíritus
inmundos eran sanados.
6:19 Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de
él y sanaba a todos.
Bienaventuranzas y ayes
(Mt. 5.1-12)
6:20 Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados
vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
6:21 Bienaventurados los que ahora tenéis
hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis,
porque reiréis.
6:22 Bienaventurados seréis cuando los
hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen,
y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
6:23 Gozaos en aquel día, y alegraos,
porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos;
porque así hacían sus padres con los profetas.
6:24 Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque
ya tenéis vuestro consuelo.
6:25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis
saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que
ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis.
6:26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los
hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres
con los falsos profetas.
El amor hacia los enemigos, y la regla de oro
(Mt. 5.38-48; 7.12)
6:27 Pero a vosotros los que oís, os digo:
Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;
6:28 bendecid a los que os maldicen, y orad por
los que os calumnian.
6:29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale
también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica
le niegues.
6:30 A cualquiera que te pida, dale; y al que
tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.
6:31 Y como queréis que hagan los hombres
con vosotros, así también haced vosotros con ellos.
6:32 Porque si amáis a los que os aman,
¿qué mérito tenéis? Porque también los
pecadores aman a los que los aman.
6:33 Y si hacéis bien a los que os hacen
bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también
los pecadores hacen lo mismo.
6:34 Y si prestáis a aquellos de quienes
esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis?
Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir
otro tanto.
6:35 Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced
bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón
grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es
benigno para con los ingratos y malos.
6:36 Sed, pues, misericordiosos, como también
vuestro Padre es misericordioso.
El juzgar a los demás
(Mt. 7.1-5)
6:37 No juzguéis, y no seréis juzgados;
no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis
perdonados.
6:38 Dad, y se os dará; medida buena,
apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con
la misma medida con que medís, os volverán a medir.
6:39 Y les decía una parábola: ¿Acaso
puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el
hoyo?
6:40 El discípulo no es superior a su
maestro;
mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro.
6:41 ¿Por qué miras la paja que
está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está
en tu propio ojo?
6:42 ¿O cómo puedes decir a tu
hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo,
no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita,
saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para
sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
Por sus frutos los conoceréis
(Mt. 7.15-20)
6:43 No es buen árbol el que da malos frutos,
ni árbol malo el que da buen fruto.
6:44 Porque cada árbol se conoce por su
fruto;
pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian
uvas.
6:45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón
saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca
lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
Los dos cimientos
(Mt. 7.24-27)
6:46 ¿Por qué me llamáis,
Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
6:47 Todo aquel que viene a mí, y oye
mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante.
6:48 Semejante es al hombre que al edificar una
casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y
cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu
contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre
la roca.
6:49 Mas el que oyó y no hizo, semejante
es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra
la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue
grande la ruina de aquella casa.
Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín
7:11 Aconteció después, que él iba a la ciudad
que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos,
y una gran multitud.
7:12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí
que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la
cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
7:13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella,
y le dijo: No llores.
7:14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que
lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te
digo, levántate.
7:15 Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó
a hablar. Y lo dio a su madre.
7:16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran
profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.
7:17 Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por
toda la región de alrededor.
Los mensajeros de Juan el Bautista
(Mt. 11.2-19)
7:18 Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas
cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos,
7:19 y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres
tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
7:20 Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan
el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú
el que había de venir, o esperaremos a otro?
7:21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas,
y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.
7:22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id,
haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos
ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen,
los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;
7:23 y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo
en mí.
7:24 Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir
de Juan a la gente: ta¿Qué
salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
7:25 Mas ¿qué salisteis a ver?
¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los
que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los
reyes están.
7:26 Mas ¿qué salisteis a ver?
¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
7:27 Este es de quien está escrito:
He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino delante de ti.
7:28 Os digo que entre los nacidos de mujeres,
no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño
en el reino de Dios es mayor que él.
7:29 Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron
a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.
7:30 Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon
los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados
por Juan.
7:31 Y dijo el Señor: ¿A qué,
pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué
son semejantes?
7:32 Semejantes son a los muchachos sentados
en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no
bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
7:33 Porque vino Juan el Bautista, que ni comía
pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.
7:34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe,
y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo
de publicanos y de pecadores.
7:35 Mas la sabiduría es justificada por
todos sus hijos.
Jesús en el hogar de Simón el fariseo
7:36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con
él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la
mesa.
7:37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que
Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro
con perfume;
7:38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó
a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos;
y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
7:39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo
para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y
qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
7:40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo:Simón,
una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro.
7:41 Un acreedor tenía dos deudores: el
uno le debía quinientos denarios,
y el otro cincuenta;
7:42 y no teniendo ellos con qué pagar,
perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará
más?
7:43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó
más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
7:44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves
esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies;
mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado
con sus cabellos.
7:45 No me diste beso; mas ésta, desde
que entré, no ha cesado de besar mis pies.
7:46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta
ha ungido con perfume mis pies.
7:47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados
le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona
poco, poco ama.
7:48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
7:49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a
decir entre sí: ¿Quién es éste, que también
perdona pecados?
7:50 Pero él dijo a la mujer: Tu fe te
ha salvado, vé en paz.
Parábola del sembrador
(Mt. 13.1-15, 18-23;
Mr. 4.1-20)
8:4 Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían
a él, les dijo por parábola:
8:5 El sembrador salió a sembrar su semilla;
y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada,
y las aves del cielo la comieron.
8:6 Otra parte cayó sobre la piedra; y
nacida, se secó, porque no tenía humedad.
8:7 Otra parte cayó entre espinos, y los
espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron.
8:8 Y otra parte cayó en buena tierra,
y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas
cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos
para oír, oiga.
8:9 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué
significa esta parábola?
8:10 Y él dijo: A vosotros os es dado
conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas,
para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
8:11 Esta es, pues, la parábola: La semilla
es la palabra de Dios.
8:12 Y los de junto al camino son los que oyen,
y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que
no crean y se salven.
8:13 Los de sobre la piedra son los que habiendo
oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces;
creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.
8:14 La que cayó entre espinos, éstos
son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las
riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.
8:15 Mas la que cayó en buena tierra,
éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra
oída, y dan fruto con perseverancia.
Nada oculto que no haya de ser manifestado
(Mr. 4.21-25)
8:16 Nadie que enciende una luz la cubre con una
vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero
para que los que entran vean la luz.
8:17 Porque nada hay oculto, que no haya de ser
manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.
8:18 Mirad, pues, cómo oís; porque
a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo
que piensa tener se le quitará.
La madre y los hermanos de Jesús
(Mt. 12.46-50; Mr.
3.31-35)
8:19 Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no
podían llegar hasta él por causa de la multitud.
8:20 Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están
fuera y quieren verte.
8:21 El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre
y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.
Jesús calma la tempestad
(Mt. 8.23-27;Mr.
4.35-41)
8:22 Aconteció un día, que entró en una barca con
sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro
lado del lago. Y partieron.
8:23 Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó
una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraban.
8:24 Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro,
Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento
y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza.
8:25 Y les dijo: ¿Dónde está
vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían
unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos
y a las aguas manda, y le obedecen?
El endemoniado gadareno
(Mt. 8.28-34; Mr.
5.1-20)
8:26 Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la
ribera opuesta a Galilea.
8:27 Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de
la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía
ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.
8:28 Este, al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose
a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo,
Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.
8:29 (Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre,
pues hacía mucho tiempo que se había apoderado de él;
y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las cadenas, era impelido
por el demonio a los desiertos.)
8:30 Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cómo
te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios
habían entrado en él.
8:31 Y le rogaban que no los mandase ir al abismo.
8:32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacían
en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y les dio permiso.
8:33 Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los cerdos; y
el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.
8:34 Y los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había
acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos.
8:35 Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús,
y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado
a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo.
8:36 Y los que lo habían visto, les contaron cómo había
sido salvado el endemoniado.
8:37 Entonces toda la multitud de la región alrededor de los
gadarenos le rogó que se marchase de ellos, pues tenían gran
temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió.
8:38 Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba
que le dejase estar con él; pero Jesús le despidió,
diciendo:
8:39 Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán
grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando
por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús
con él.
La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús
(Mt. 9.18-26; Mr.
5.21-43)
8:40 Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud
con gozo; porque todos le esperaban.
8:41 Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal
de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba
que entrase en su casa;
8:42 porque tenía una hija única, como de doce años,
que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía.
8:43 Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía
doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto
tenía, y por ninguno había podido ser curada,
8:44 se le acercó por detrás y tocó el borde de
su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.
8:45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién
es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con
él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién
es el que me ha tocado?
8:46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado;
porque yo he conocido que ha salido poder de mí.
8:47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta,
vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante
de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo
al instante había sido sanada.
8:48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado;
ve en paz.
8:49 Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal
de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al
Maestro.
8:50 Oyéndolo Jesús, le respondió: No
temas; cree solamente, y será salva.
8:51 Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino
a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña.
8:52 Y lloraban todos y hacían lamentación por ella.
Pero él dijo: No lloréis; no está
muerta, sino que duerme.
8:53 Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta.
8:54 Mas él, tomándola de la mano, clamó diciendo:
Muchacha,
levántate.
8:55 Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se
levantó; y él mandó que se le diese de comer.
8:56 Y sus padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó
que a nadie dijesen lo que había sucedido.
Muerte de Juan el Bautista
(Mt. 14.1-12; Mr.
6.14-29)
9:7 Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía
Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos: Juan ha
resucitado de los muertos;
9:8 otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta
de los antiguos ha resucitado.
9:9 Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; ¿quién,
pues, es éste, de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle.
Alimentación de los cinco mil
(Mt. 14.13-21; Mr.
6.30-44; Jn. 6.1-14)
9:10 Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían
hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto
de la ciudad llamada Betsaida.
9:11 Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió,
y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.
9:12 Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose
los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y
campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí
estamos en lugar desierto.
9:13 El les dijo: Dadles vosotros de comer.
Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados,
a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud.
9:14 Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos:
Hacedlos
sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.
9:15 Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.
9:16 Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos
al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus discípulos
para que los pusiesen delante de la gente.
9:17 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les sobró,
doce cestas de pedazos.
La confesión de Pedro
(Mt. 16.13-20; Mr.
8.27-30)
9:18 Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban
con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién
dice la gente que soy yo?
9:19 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías;
y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
9:20 El les dijo: ¿Y
vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo
Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
Jesús anuncia su muerte
(Mt. 16.21-28;
Mr. 8.31E.1)
9:21 Pero él les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo
rigurosamente,
9:22 y diciendo: Es necesario que el Hijo del
Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los
principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite
al tercer día.
9:23 Y decía a todos: Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día, y sígame.
9:24 Porque todo el que quiera salvar su vida,
la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí,
éste la salvará.
9:25 Pues ¿qué aprovecha al hombre,
si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?
9:26 Porque el que se avergonzare de mí
y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre
cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.
9:27 Pero os digo en verdad, que hay algunos
de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta
que vean el reino de Dios.
La transfiguración
(Mt. 17.1-8; Mr.
9.2-8)
9:28 Aconteció como ocho días después de estas
palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al
monte a orar.
9:29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra,
y su vestido blanco y resplandeciente.
9:30 Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales
eran Moisés y Elías;
9:31 quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida,
que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.
9:32 Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño;
mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los
dos varones que estaban con él.
9:33 Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro
dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí;
y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para
Elías; no sabiendo lo que decía.
9:34 Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió;
y tuvieron temor al entrar en la nube.
9:35 Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo
amado;
a él oíd.
9:36 Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y
ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo
que habían visto.
Jesús sana a un muchacho endemoniado
(Mt. 17.14-21; Mr.
9.14-29)
9:37 Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran
multitud les salió al encuentro.
9:38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo:
Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo;
9:39 y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces,
y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole,
a duras penas se aparta de él.
9:40 Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y
no pudieron.
9:41 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh
generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo
he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.
9:42 Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó
y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al
espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió
a su padre.
9:43 Y todos se admiraban de la grandeza de Dios.
Jesús anuncia otra vez su muerte
(Mt. 17.22-23; Mr.
9.30-32)
Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía,
dijo a sus discípulos:
9:44 Haced que os penetren bien en los oídos
estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será
entregado en manos de hombres.
9:45 Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban
veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre
esas palabras.
¿Quién es el mayor?
(Mt. 18.1-5; Mr.
9.33-37)
9:46 Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos
sería el mayor.
9:47 Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones,
tomó a un niño y lo puso junto a sí,
9:48 y les dijo: Cualquiera que reciba a este
niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe
a mí, recibe al que me envió;
porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése
es el más grande.
El que no es contra nosotros, por nosotros es
(Mr. 9.38-40)
9:49 Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que
echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue
con nosotros.
9:50 Jesús le dijo: No se lo prohibáis;
porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
Jesús reprende a Jacobo y a Juan
9:51 Cuando se cumplió el tiempo en que él había
de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
9:52 Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron
y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.
9:53 Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.
9:54 Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor,
¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías,
y los consuma?
9:55 Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo:
Vosotros
no sabéis de qué espíritu sois;
9:56 porque el Hijo del Hombre no ha venido para
perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron
a otra aldea.
Los que querían seguir a Jesús
(Mt. 8.18-22)
9:57 Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré
adondequiera que vayas.
9:58 Y le dijo Jesús: Las zorras tienen
guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene
dónde recostar la cabeza.
9:59 Y dijo a otro: Sígueme.
El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi
padre.
9:60 Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos;
y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
9:61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor;
pero déjame que me despida primero de los que están en mi
casa.
9:62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo
su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.
Ayes sobre las ciudades impenitentes
(Mt. 11.20-24)
10:13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay
de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón
se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha
que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.
10:14 Por tanto, en el juicio será más
tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para vosotras.
10:15 Y tú, Capernaum, que hasta los cielos
eres levantada, hasta el Hades serás abatida.
10:16 El que a vosotros oye, a mí me oye;
y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha
a mí, desecha al que me envió.
Regreso de los setenta
10:17 Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los
demonios se nos sujetan en tu nombre.
10:18 Y les dijo: Yo veía a Satanás
caer del cielo como un rayo.
10:19 He aquí os doy potestad de hollar
serpientes y escorpiones,
y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.
10:20 Pero no os regocijéis de que los
espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres
están escritos en los cielos.
Jesús se regocija
(Mt. 11.25-27; 13.16-17)
10:21 En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu,
y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo
y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos,
y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así
te agradó.
10:22 Todas las cosas me fueron entregadas por
mi Padre;
y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es
el Padre, sino el Hijo,
y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
10:23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte:
Bienaventurados
los ojos que ven lo que vosotros veis;
10:24 porque os digo que muchos profetas y reyes
desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que
oís, y no lo oyeron.
El buen samaritano
10:25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó
y dijo, para probarle:
Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
10:26 El le dijo: ¿Qué está
escrito en la ley? ¿Cómo lees?
10:27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus
fuerzas, y con toda tu mente;
y a tu prójimo como a ti mismo.
10:28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto,
y vivirás.
10:29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo
a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
10:30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre
descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en
manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron,
dejándole medio muerto.
10:31 Aconteció que descendió un
sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
10:32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel
lugar, y viéndole, pasó de largo.
10:33 Pero un samaritano, que iba de camino,
vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
10:34 y acercándose, vendó sus
heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura,
lo llevó al mesón, y cuidó de él.
10:35 Otro día al partir, sacó
dos denarios,
y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes
de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
10:36 ¿Quién, pues, de estos tres
te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los
ladrones?
10:37 El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces
Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
Jesús visita a Marta y a María
10:38 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea;
y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
10:39 Esta tenía una hermana que se llamaba María,
la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
10:40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose,
dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir
sola? Dile, pues, que me ayude.
10:41 Respondiendo Jesús, le dijo: Marta,
Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.
10:42 Pero sólo una cosa es necesaria;
y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
Una casa dividida contra sí misma
(Mt. 12.22-30; Mr.
3.20-27)
11:14 Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo; y
aconteció que salido el demonio, el mudo habló; y la gente
se maravilló.
11:15 Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe
de los demonios, echa fuera los demonios.
11:16 Otros, para tentarle, le pedían señal del cielo.
11:17 Mas él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo:
Todo
reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida
contra sí misma, cae.
11:18 Y si también Satanás está
dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá
su reino? ya que decís que por Beelzebú echo yo fuera los
demonios.
11:19 Pues si yo echo fuera los demonios por
Beelzebú, ¿vuestros hijos por quién los echan? Por
tanto, ellos serán vuestros jueces.
11:20 Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera
los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.
11:21 Cuando el hombre fuerte armado guarda su
palacio, en paz está lo que posee.
11:22 Pero cuando viene otro más fuerte
que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte
el botín.
11:23 El que no es conmigo, contra mí
es;
y el que conmigo no recoge, desparrama.
El espíritu inmundo que vuelve
(Mt. 12.43-45)
11:24 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares
secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a
mi casa de donde salí.
11:25 Y cuando llega, la halla barrida y adornada.
11:26 Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él;
y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene
a ser peor que el primero.
Los que en verdad son bienaventurados
11:27 Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre
la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado el vientre
que te trajo, y los senos que mamaste.
11:28 Y él dijo: Antes bienaventurados
los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
La generación perversa demanda señal
(Mt. 12.38-42)
11:29 Y apiñándose las multitudes, comenzó a decir:
Esta
generación es mala; demanda señal,
pero señal no le será dada, sino la señal de Jonás.
11:30 Porque así como Jonás fue
señal a los ninivitas,
también lo será el Hijo del Hombre a esta generación.
11:31 La reina del Sur se levantará en
el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará;
porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría
de Salomón,y
he aquí más que Salomón en este lugar.
11:32 Los hombres de Nínive se levantarán
en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque
a la predicación de Jonás se arrepintieron,
y he aquí más que Jonás en este lugar.
La lámpara del cuerpo
(Mt. 6.22-23)
11:33 Nadie pone en oculto la luz encendida, ni
debajo del almud,
sino en el candelero,
para que los que entran vean la luz.
11:34 La lámpara del cuerpo es el ojo;
cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno
de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está
en tinieblas.
11:35 Mira pues, no suceda que la luz que en
ti hay, sea tinieblas.
11:36 Así que, si todo tu cuerpo está
lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso,
como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.
Jesús acusa a fariseos y a intérpretes de la ley
(Mt. 23.1-36; Mr.
12.38-40; Lc. 20.45-47)
11:37 Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese
con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la
mesa.
11:38 El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no
se hubiese lavado antes de comer.
11:39 Pero el Señor le dijo: Ahora bien,
vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato,
pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad.
11:40 Necios, ¿el que hizo lo de fuera,
no hizo también lo de adentro?
11:41 Pero dad limosna de lo que tenéis,
y entonces todo os será limpio.
11:42 Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que
diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza,
y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario
hacer, sin dejar aquello.
11:43 ¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis
las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas.
11:44 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres
que andan encima no lo saben.
11:45 Respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo:
Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.
11:46 Y él dijo: ¡Ay de vosotros
también, intérpretes de la ley! porque cargáis a los
hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo
las tocáis.
11:47 ¡Ay de vosotros, que edificáis
los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres!
11:48 De modo que sois testigos y consentidores
de los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron,
y vosotros edificáis sus sepulcros.
11:49 Por eso la sabiduría de Dios también
dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos
matarán y a otros perseguirán,
11:50 para que se demande de esta generación
la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la fundación
del mundo,
11:51 desde la sangre de Abel
hasta la sangre de Zacarías,
que murió entre el altar y el templo; sí, os digo que será
demandada de esta generación.
11:52 ¡Ay de vosotros, intérpretes
de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros
mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.
11:53 Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los
fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera, y a provocarle a que
hablase de muchas cosas;
11:54 acechándole, y procurando cazar alguna palabra de su boca
para acusarle.
A quién se debe temer
(Mt. 10.26-31)
12:4 Mas os digo, amigos míos: No temáis
a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer.
12:5 Pero os enseñaré a quién
debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado
la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste
temed.
12:6 ¿No se venden cinco pajarillos por
dos cuartos?
Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
12:7 Pues aun los cabellos de vuestra cabeza
están todos contados. No temáis, pues; más valéis
vosotros que muchos pajarillos.
El que me confesare delante de los hombres
12:8 Os digo que todo aquel que me confesare delante
de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante
de los ángeles de Dios;
12:9 mas el que me negare delante de los hombres,
será negado delante de los ángeles de Dios.
12:10 A todo aquel que dijere alguna palabra
contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare
contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
12:11 Cuando os trajeren a las sinagogas, y ante
los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo
o qué habréis de responder, o qué habréis de
decir;
12:12 porque el Espíritu Santo os enseñará
en la misma hora lo que debáis decir.
El rico insensato
12:13 Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta
conmigo la herencia.
12:14 Mas él le dijo: Hombre, ¿quién
me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?
12:15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia;
porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que
posee.
12:16 También les refirió una parábola, diciendo:
La
heredad de un hombre rico había producido mucho.
12:17 Y él pensaba dentro de sí,
diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde
guardar mis frutos?
12:18 Y dijo: Esto haré: derribaré
mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré
todos mis frutos y mis bienes;
12:19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes
tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe,
regocíjate.
12:20 Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen
a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
12:21 Así es el que hace para sí
tesoro, y no es rico para con Dios.
El afán y la ansiedad
(Mt. 6.25-34)
12:22 Dijo luego a sus discípulos: Por
tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis;
ni por el cuerpo, qué vestiréis.
12:23 La vida es más que la comida, y
el cuerpo que el vestido.
12:24 Considerad los cuervos, que ni siembran,
ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No
valéis vosotros mucho más que las aves?
12:25 ¿Y quién de vosotros podrá
con afanarse añadir a su estatura uncodo?
12:26 Pues si no podéis ni aun lo que
es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?
12:27 Considerad los lirios, cómo crecen;
no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda
su gloria
se vistió como uno de ellos.
12:28 Y si así viste Dios la hierba que
hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto
más a vosotros, hombres de poca fe?
12:29 Vosotros, pues, no os preocupéis
por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber,
ni estéis en ansiosa inquietud.
12:30 Porque todas estas cosas buscan las gentes
del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas
cosas.
12:31 Mas buscad el reino de Dios, y todas estas
cosas os serán añadidas.
Tesoro en el cielo
(Mt. 6.19-21)
12:32 No temáis, manada pequeña,
porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
12:33 Vended lo que poseéis, y dad limosna;
haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote,
donde ladrón no llega, ni polilla destruye.
12:34 Porque donde está vuestro tesoro,
allí estará también vuestro corazón.
El siervo vigilante
12:35 Estén ceñidos vuestros lomos,
y vuestras lámparas encendidas;
12:36 y vosotros sed semejantes a hombres que
aguardan a que su señor regrese
de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida.
12:37 Bienaventurados aquellos siervos a los
cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo
que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y
vendrá a servirles.
12:38 Y aunque venga a la segunda vigilia, y
aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, bienaventurados
son aquellos siervos.
12:39 Pero sabed esto, que si supiese el padre
de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría
ciertamente, y no dejaría minar su casa.
12:40 Vosotros, pues, también, estad preparados,
porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá.
El siervo infiel
(Mt. 24.45-51)
12:41 Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola
a nosotros, o también a todos?
12:42 Y dijo el Señor: ¿Quién
es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre
su casa, para que a tiempo les dé su ración?
12:43 Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando
su señor venga, le halle haciendo así.
12:44 En verdad os digo que le pondrá
sobre todos sus bienes.
12:45 Mas si aquel siervo dijere en su corazón:
Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a
las criadas, y a comer y beber y embriagarse,
12:46 vendrá el señor de aquel
siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe,
y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles.
12:47 Aquel siervo que conociendo la voluntad
de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad,
recibirá muchos azotes.
12:48 Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas
de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya
dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado,
más se le pedirá.
Jesús, causa de división
(Mt. 10.34-36)
12:49 Fuego vine a echar en la tierra; ¿y
qué quiero, si ya se ha encendido?
12:50 De un bautismo tengo que ser bautizado;
y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!
12:51 ¿Pensáis que he venido para
dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión.
12:52 Porque de aquí en adelante, cinco
en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra
tres.
12:53 Estará dividido el padre contra
el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija
contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
¿Cómo no reconocéis este tiempo?
(Mt. 16.1-4; Mr.
8.11-13)
12:54 Decía también a la multitud: Cuando
veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así
sucede.
12:55 Y cuando sopla el viento del sur, decís:
Hará calor; y lo hace.
12:56 ¡Hipócritas! Sabéis
distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no
distinguís este tiempo?
Arréglate con tu adversario
(Mt. 5.25-26)
12:57 ¿Y por qué no juzgáis
por vosotros mismos lo que es justo?
12:58 Cuando vayas al magistrado con tu adversario,
procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre al
juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
12:59 Te digo que no saldrás de allí,
hasta que hayas pagado aun la última blanca.
Parábola de la higuera estéril
13:6 Dijo también esta parábola: Tenía
un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto
en ella, y no lo halló.
13:7 Y dijo al viñador: He aquí,
hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo
hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también
la tierra?
13:8 El entonces, respondiendo, le dijo: Señor,
déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor
de ella, y la abone.
13:9 Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás
después.
Jesús sana a una mujer en el día de reposo
13:10 Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día
de reposo;
13:11 y había allí una mujer que desde hacía dieciocho
años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada,
y en ninguna manera se podía enderezar.
13:12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer,
eres libre de tu enfermedad.
13:13 Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego,
y glorificaba a Dios.
13:14 Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús
hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días
hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados,
y no en día de reposo.
13:15 Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita,
cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey
o su asno del pesebre y lo lleva a beber?
13:16 Y a esta hija de Abraham, que Satanás
había atado dieciocho años, ¿no se le debía
desatar de esta ligadura en el día de reposo?
13:17 Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios;
pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas
por él.
Parábola de la semilla de mostaza
(Mt. 13.31-32; Mr.
4.30-32)
13:18 Y dijo: ¿A qué es semejante
el reino de Dios, y con qué lo compararé?
13:19 Es semejante al grano de mostaza, que un
hombre tomó y sembró en su huerto; y creció, y se
hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
Parábola de la levadura
(Mt. 13.33)
13:20 Y volvió a decir: ¿A qué
compararé el reino de Dios?
13:21 Es semejante a la levadura, que una mujer
tomó y escondió en tres medidas
de harina, hasta que todo hubo fermentado.
La puerta estrecha
(Mt. 7.13-14, 21-23)
13:22 Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y
encaminándose a Jerusalén.
13:23 Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se
salvan? Y él les dijo:
13:24 Esforzaos a entrar por la puerta angosta;
porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
13:25 Después que el padre de familia
se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis
a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos,
él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.
13:26 Entonces comenzaréis a decir: Delante
de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
13:27 Pero os dirá: Os digo que no sé
de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de
maldad.
13:28 Allí será el llanto y el
crujir de dientes,
cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas
en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.
13:29 Porque vendrán del oriente y del
occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino
de Dios.
13:30 Y he aquí hay postreros que serán
primeros, y primeros que serán postreros.
Lamento de Jesús sobre Jerusalén
(Mt. 23.37-39)
13:31 Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole:
Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
13:32 Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra:
He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana,
y al tercer día termino mi obra.
13:33 Sin embargo, es necesario que hoy y mañana
y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta
muera fuera de Jerusalén.
13:34 ¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas
veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo
de sus alas, y no quisiste!
13:35 He aquí, vuestra casa os es dejada
desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo
en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.
Los convidados a las bodas
14:7 Observando cómo escogían los primeros asientos a
la mesa, refirió a los convidados una parábola, diciéndoles:
14:8 Cuando fueres convidado por alguno a bodas,
no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido
que tú esté convidado por él,
14:9 y viniendo el que te convidó a ti
y a él, te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences con
vergüenza a ocupar el último lugar.
14:10 Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate
en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó,
te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria
delante de los que se sientan contigo a la mesa.
14:11 Porque cualquiera que se enaltece, será
humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
14:12 Dijo también al que le había convidado: Cuando
hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus
parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar,
y seas recompensado.
14:13 Mas cuando hagas banquete, llama a los
pobres, los mancos, los cojos y los ciegos;
14:14 y serás bienaventurado; porque ellos
no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección
de los justos.
Parábola de la gran cena
14:15 Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la
mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.
14:16 Entonces Jesús le dijo: Un hombre
hizo una gran cena, y convidó a muchos.
14:17 Y a la hora de la cena envió a su
siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado.
14:18 Y todos a una comenzaron a excusarse. El
primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego
que me excuses.
14:19 Otro dijo: He comprado cinco yuntas de
bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.
14:20 Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto
no puedo ir.
14:21 Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas
a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo:
Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a
los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.
14:22 Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho
como mandaste, y aún hay lugar.
14:23 Dijo el señor al siervo: Ve por
los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se
llene mi casa.
14:24 Porque os digo que ninguno de aquellos
hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
Lo que cuesta seguir a Cristo
14:25 Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les
dijo:
14:26 Si alguno viene a mí, y no aborrece
a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también
su propia vida, no puede ser mi discípulo.
14:27 Y el que no lleva su cruz y viene en pos
de mí, no puede ser mi discípulo.
14:28 Porque ¿quién de vosotros,
queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos,
a ver si tiene lo que necesita para acabarla?
14:29 No sea que después que haya puesto
el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer
burla de él,
14:30 diciendo: Este hombre comenzó a
edificar, y no pudo acabar.
14:31 ¿O qué rey, al marchar a
la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer
frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?
14:32 Y si no puede, cuando el otro está
todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones
de paz.
14:33 Así, pues, cualquiera de vosotros
que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
Cuando la sal pierde su sabor
(Mt. 5.13; Mr.
9.50)
14:34 Buena es la sal; mas si la sal se hiciere
insípida, ¿con qué se sazonará?
14:35 Ni para la tierra ni para el muladar es
útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír,
oiga.
Parábola de la moneda perdida
15:8 ¿O qué mujer que tiene diez
dracmas,
si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y
busca con diligencia hasta encontrarla?
15:9 Y cuando la encuentra, reúne a sus
amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma
que había perdido.
15:10 Así os digo que hay gozo delante
de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Parábola del hijo pródigo
15:11 También dijo: Un hombre tenía
dos hijos;
15:12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre,
dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los
bienes.
15:13 No muchos días después, juntándolo
todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí
desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
15:14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino
una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
15:15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos
de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase
cerdos.
15:16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas
que comían los cerdos, pero nadie le daba.
15:17 Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos
jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí
perezco de hambre!
15:18 Me levantaré e iré a mi padre,
y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
15:19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo;
hazme como a uno de tus jornaleros.
15:20 Y levantándose, vino a su padre.
Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia,
y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
15:21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra
el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
15:22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad
el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en
sus pies.
15:23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos
y hagamos fiesta;
15:24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido;
se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
15:25 Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando
vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las
danzas;
15:26 y llamando a uno de los criados, le preguntó
qué era aquello.
15:27 El le dijo: Tu hermano ha venido; y tu
padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.
15:28 Entonces se enojó, y no quería
entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
15:29 Mas él, respondiendo, dijo al padre:
He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido
jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
15:30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido
tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.
15:31 El entonces le dijo: Hijo, tú siempre
estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
15:32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos,
porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido,
y es hallado.
La ley y el reino de Dios
16:16 La ley y los profetas eran hasta Juan; desde
entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar
en él.
16:17 Pero más fácil es que pasen
el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.
Jesús enseña sobre el divorcio
(Mt. 19.1-12; Mr.
10.1-12)
16:18 Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera.
El rico y Lázaro
16:19 Había un hombre rico, que se vestía
de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete
con esplendidez.
16:20 Había también un mendigo
llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno
de llagas,
16:21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían
de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían
las llagas.
16:22 Aconteció que murió el mendigo,
y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió
también el rico, y fue sepultado.
16:23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando
en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
16:24 Entonces él, dando voces, dijo:
Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro
para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque
estoy atormentado en esta llama.
16:25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate
que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males;
pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.
16:26 Además de todo esto, una gran sima
está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren
pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.
16:27 Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre,
que le envíes a la casa de mi padre,
16:28 porque tengo cinco hermanos, para que les
testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de
tormento.
16:29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a
los profetas tienen; óiganlos.
16:30 El entonces dijo: No, padre Abraham; pero
si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
16:31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés
y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare
de los muertos.
Auméntanos la fe
17:5 Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos
la fe.
17:6 Entonces el Señor dijo: Si tuvierais
fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro:
Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.
El deber del siervo
17:7 ¿Quién de vosotros, teniendo
un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego
le dice: Pasa, siéntate a la mesa?
17:8 ¿No le dice más bien: Prepárame
la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y
bebido; y después de esto, come y bebe tú?
17:9 ¿Acaso da gracias al siervo porque
hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
17:10 Así también vosotros, cuando
hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles
somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.
Diez leprosos son limpiados
17:11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y
Galilea.
17:12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres
leprosos, los cuales se pararon de lejos
17:13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten
misericordia de nosotros!
17:14 Cuando él los vio, les dijo: Id,
mostraos a los sacerdotes.
Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
17:15 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió,
glorificando a Dios a gran voz,
17:16 y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole
gracias; y éste era samaritano.
17:17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No
son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?
17:18 ¿No hubo quien volviese y diese
gloria a Dios sino este extranjero?
17:19 Y le dijo:
Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
La venida del Reino
(Mt. 24.23-28, 36-41)
17:20 Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir
el reino de Dios, les respondió y dijo: El
reino de Dios no vendrá con advertencia,
17:21 ni dirán: Helo aquí, o helo
allí;
porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.
17:22 Y dijo a sus discípulos: Tiempo
vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo
del Hombre, y no lo veréis.
17:23 Y os dirán: Helo aquí, o
helo allí. No vayáis, ni los sigáis.
17:24 Porque como el relámpago que al
fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así
también será el Hijo del Hombre en su día.
17:25 Pero primero es necesario que padezca mucho,
y sea desechado por esta generación.
17:26 Como fue en los días de Noé,
así también será en los días del Hijo del Hombre.
17:27 Comían, bebían, se casaban
y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé
en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.
17:28 Asimismo como sucedió en los días
de Lot;
comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
17:29 mas el día en que Lot salió
de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó
a todos.
17:30 Así será el día en
que el Hijo del Hombre se manifieste.
17:31 En aquel día, el que esté
en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en
el campo, asimismo no vuelva atrás.
17:32 Acordaos de la mujer de Lot.
17:33 Todo el que procure salvar su vida, la
perderá; y todo el que la pierda, la salvará.
17:34 Os digo que en aquella noche estarán
dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado.
17:35 Dos mujeres estarán moliendo juntas;
la una será tomada, y la otra dejada.
17:36 Dos estarán en el campo; el uno
será tomado, y el otro dejado.
17:37 Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor?
El les dijo: Donde estuviere el cuerpo, allí
se juntarán también las águilas.
Parábola del fariseo y el publicano
18:9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban
a los otros, dijo también esta parábola:
18:10 Dos hombres subieron al templo a orar:
uno era fariseo, y el otro publicano.
18:11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo
mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros
hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
18:12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos
de todo lo que gano.
18:13 Mas el publicano, estando lejos, no quería
ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo:
Dios, sé propicio a mí, pecador.
18:14 Os digo que éste descendió
a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece,
será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Jesús bendice a los niños
(Mt. 19.13-15; Mr.
10.13-16)
18:15 Traían a él los niños para que los tocase;
lo cual viendo los discípulos, les reprendieron.
18:16 Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejad
a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque
de los tales es el reino de Dios.
18:17 De cierto os digo, que el que no recibe
el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
El joven rico
(Mt. 19.16-30; Mr.
10.17-31)
18:18 Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno,
¿qué haré para heredar la vida eterna?
18:19 Jesús le dijo: ¿Por qué
me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.
18:20 Los mandamientos sabes: No adulterarás;
no matarás;
no hurtarás;
no dirás falso testimonio;
honra a tu padre y a tu madre.
18:21 El dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
18:22 Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún
te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
18:23 Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era
muy rico.
18:24 Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo:
¡Cuán
difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen
riquezas!
18:25 Porque es más fácil pasar
un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
18:26 Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá
ser salvo?
18:27 El les dijo: Lo que es imposible para los
hombres, es posible para Dios.
18:28 Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras
posesiones y te hemos seguido.
18:29 Y él les dijo: De cierto os digo,
que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o
hijos, por el reino de Dios,
18:30 que no haya de recibir mucho más
en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.
Nuevamente Jesús anuncia su muerte
(Mt. 20.17-19; Mr.
10.32-34)
18:31 Tomando Jesús a los doce, les dijo: He
aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las
cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre.
18:32 Pues será entregado a los gentiles,
y será escarnecido, y afrentado, y escupido.
18:33 Y después que le hayan azotado,
le matarán; mas al tercer día resucitará.
18:34 Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra
les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.
Un ciego de Jericó recibe la vista
(Mt. 20.29-34; Mr.
10.46-52)
18:35 Aconteció que acercándose Jesús a Jericó,
un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
18:36 y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué
era aquello.
18:37 Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.
18:38 Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David,
ten misericordia de mí!
18:39 Y los que iban delante le reprendían para que callase;
pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia
de mí!
18:40 Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle
a su presencia; y cuando llegó, le preguntó,
18:41 diciendo: ¿Qué quieres que
te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.
18:42 Jesús le dijo: Recíbela,
tu fe te ha salvado.
18:43 Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo
el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
Parábola de las diez minas
19:11 Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo
una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos
pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.
19:12 Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un
país lejano, para recibir un reino y volver.
19:13 Y llamando a diez siervos suyos, les dio
diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.
19:14 Pero sus conciudadanos le aborrecían,
y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste
reine sobre nosotros.
19:15 Aconteció que vuelto él,
después de recibir el reino, mandó llamar ante él
a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber
lo que había negociado cada uno.
19:16 Vino el primero, diciendo: Señor,
tu mina ha ganado diez minas.
19:17 El le dijo: Está bien, buen siervo;
por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez
ciudades.
19:18 Vino otro, diciendo: Señor, tu mina
ha producido cinco minas.
19:19 Y también a éste dijo: Tú
también sé sobre cinco ciudades.
19:20 Vino otro, diciendo: Señor, aquí
está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;
19:21 porque tuve miedo de ti, por cuanto eres
hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.
19:22 Entonces él le dijo: Mal siervo,
por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que
tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;
19:23 ¿por qué, pues, no pusiste
mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los
intereses?
19:24 Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle
la mina, y dadla al que tiene las diez minas.
19:25 Ellos le dijeron: Señor, tiene diez
minas.
19:26 Pues yo os digo que a todo el que tiene,
se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
19:27 Y también a aquellos mis enemigos
que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá,
y decapitadlos delante de mí.
La entrada triunfal en Jerusalén
(Mt. 21.1-11; Mr.
11.1-11; Jn. 12.12-19)
19:28 Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.
19:29 Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de
Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos,
19:30 diciendo: Id a la aldea de enfrente, y
al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún
hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo.
19:31 Y si alguien os preguntare: ¿Por
qué lo desatáis? le responderéis así: Porque
el Señor lo necesita.
19:32 Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les
dijo.
19:33 Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron:
¿Por qué desatáis el pollino?
19:34 Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.
19:35 Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre
el pollino, subieron a Jesús encima.
19:36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino.
19:37 Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos,
toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó
a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían
visto,
19:38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor;
paz en el cielo, y gloria en las alturas!
19:39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron:
Maestro, reprende a tus discípulos.
19:40 El, respondiendo, les dijo: Os digo que
si éstos callaran, las piedras clamarían.
19:41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró
sobre ella,
19:42 diciendo: ¡Oh, si también
tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para
tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.
19:43 Porque vendrán días sobre
ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán,
y por todas partes te estrecharán,
19:44 y te derribarán a tierra, y a tus
hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por
cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Purificación del templo
(Mt. 21.12-17; Mr.
11.15-19; Jn. 2.13-22)
19:45 Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos
los que vendían y compraban en él,
19:46 diciéndoles: Escrito está:
Mi casa es casa de oración;
mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
19:47 Y enseñaba cada día en el templo;
pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo
procuraban matarle.
19:48 Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo
estaba suspenso oyéndole.
Los labradores malvados
(Mt. 21.33-44; Mr.
12.1-11)
20:9 Comenzó luego a decir al pueblo esta parábola: Un
hombre plantó una viña,
la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo.
20:10 Y a su tiempo envió un siervo a
los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los
labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías.
20:11 Volvió a enviar otro siervo; mas
ellos a éste también, golpeado y afrentado, le enviaron con
las manos vacías.
20:12 Volvió a enviar un tercer siervo;
mas ellos también a éste echaron fuera, herido.
20:13 Entonces el señor de la viña
dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás
cuando le vean a él, le tendrán respeto.
20:14 Mas los labradores, al verle, discutían
entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémosle,
para que la heredad sea nuestra.
20:15 Y le echaron fuera de la viña, y
le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de
la viña?
20:16 Vendrá y destruirá a estos
labradores, y dará su viña a otros.Cuando ellos oyeron
esto, dijeron: ¡Dios nos libre!
20:17 Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué,
pues, es lo que está escrito:
La piedra que desecharon los edificadores
Ha venido a ser cabeza del ángulo?
20:18 Todo el que cayere sobre aquella piedra,
será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará.
La cuestión del tributo
(Mt. 21.45-46; 22.15-22;
Mr.
12.12-17)
20:19 Procuraban los principales sacerdotes y los escribas echarle mano
en aquella hora, porque comprendieron que contra ellos había dicho
esta parábola; pero temieron al pueblo.
20:20 Y acechándole enviaron espías que se simulasen
justos, a fin de sorprenderle en alguna palabra, para entregarle al poder
y autoridad del gobernador.
20:21 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas
rectamente, y que no haces acepción de persona, sino que enseñas
el camino de Dios con verdad.
20:22 ¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?
20:23 Mas él, comprendiendo la astucia de ellos, les dijo: ¿Por
qué me tentáis?
20:24 Mostradme la moneda. ¿De quién
tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron:
De César.
20:25 Entonces les dijo: Pues dad a César
lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
20:26 Y no pudieron sorprenderle en palabra alguna delante del pueblo,
sino que maravillados de su respuesta, callaron.
La pregunta sobre la resurrección
(Mt. 22.23-33; Mr.
12.18-27)
20:27 Llegando entonces algunos de los saduceos, los cuales niegan haber
resurrección,
le preguntaron,
20:28 diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano
de alguno muriere teniendo mujer, y no dejare hijos, que su hermano se
case con ella, y levante descendencia a su hermano.
20:29 Hubo, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa,
y murió sin hijos.
20:30 Y la tomó el segundo, el cual también murió
sin hijos.
20:31 La tomó el tercero, y así todos los siete, y murieron
sin dejar descendencia.
20:32 Finalmente murió también la mujer.
20:33 En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos
será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?
20:34 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los
hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento;
20:35 mas los que fueren tenidos por dignos de
alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni
se casan, ni se dan en casamiento.
20:36 Porque no pueden ya más morir, pues
son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de
la resurrección.
20:37 Pero en cuanto a que los muertos han de
resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la
zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios
de Jacob.
20:38 Porque Dios no es Dios de muertos, sino
de vivos, pues para él todos viven.
20:39 Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron: Maestro,
bien has dicho.
20:40 Y no osaron preguntarle nada más.
¿De quién es hijo el Cristo?
(Mt. 22.41-46; Mr.
12.35-37)
20:41 Entonces él les dijo: ¿Cómo
dicen que el Cristo es hijo de David?
20:42 Pues el mismo David dice en el libro de
los Salmos:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
20:43 Hasta que ponga a tus enemigos por estrado
de tus pies.
20:44 David, pues, le llama Señor; ¿cómo
entonces es su hijo?
Jesús acusa a los escribas
(Mt. 23.1-36; Mr.
12.38-40; Lc. 11.37-54)
20:45 Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:
20:46 Guardaos de los escribas, que gustan de
andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras
sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
20:47 que devoran las casas de las viudas, y
por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor
condenación.
Jesús predice la destrucción del templo
(Mt. 24.1-2; Mr.
13.1-2)
21:5 Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas
piedras y ofrendas votivas, dijo:
21:6 En cuanto a estas cosas que veis, días
vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea
destruida.
Señales antes del fin
(Mt. 24.3-28; Mr.
13.3-23)
21:7 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será
esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas
estén para suceder?
21:8 El entonces dijo: Mirad que no seáis
engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo:
Yo soy el Cristo, y: El tiempo está cerca. Mas no vayáis
en pos de ellos.
21:9 Y cuando oigáis de guerras y de sediciones,
no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero;
pero el fin no será inmediatamente.
21:10 Entonces les dijo: Se levantará
nación contra nación, y reino contra reino;
21:11 y habrá grandes terremotos, y en
diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes
señales del cielo.
21:12 Pero antes de todas estas cosas os echarán
mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y
a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores
por causa de mi nombre.
21:13 Y esto os será ocasión para
dar testimonio.
21:14 Proponed en vuestros corazones no pensar
antes cómo habéis de responder en vuestra defensa;
21:15 porque yo os daré palabra y sabiduría,
la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan.
21:16 Mas seréis entregados aun por vuestros
padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de
vosotros;
21:17 y seréis aborrecidos de todos por
causa de mi nombre.
21:18 Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.
21:19 Con vuestra paciencia ganaréis vuestras
almas.
21:20 Pero cuando viereis a Jerusalén
rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha
llegado.
21:21 Entonces los que estén en Judea,
huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que
estén en los campos, no entren en ella.
21:22 Porque estos son días de retribución,
para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
21:23 Mas ¡ay de las que estén encintas,
y de las que críen en aquellos días! porque habrá
gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo.
21:24 Y caerán a filo de espada, y serán
llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será
hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.
La venida del Hijo del Hombre
(Mt. 24.29-35, 42-44;
Mr.
13.24-37)
21:25 Entonces habrá señales en
el sol, en la luna y en las estrellas,
y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido
del mar y de las olas;
21:26 desfalleciendo los hombres por el temor
y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra;
porque las potencias de los cielos serán conmovidas.
21:27 Entonces verán al Hijo del Hombre,
que vendrá en una nube
con poder y gran gloria.
21:28 Cuando estas cosas comiencen a suceder,
erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención
está cerca.
21:29 También les dijo una parábola: Mirad
la higuera y todos los árboles.
21:30 Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis
por vosotros mismos que el verano está ya cerca.
21:31 Así también vosotros, cuando
veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino
de Dios.
21:32 De cierto os digo, que no pasará
esta generación hasta que todo esto acontezca.
21:33 El cielo y la tierra pasarán, pero
mis palabras no pasarán.
21:34 Mirad también por vosotros mismos,
que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez
y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
21:35 Porque como un lazo vendrá sobre
todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
21:36 Velad, pues, en todo tiempo orando que
seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán,
y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
21:37 Y enseñaba de día en el templo;
y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de los Olivos.
21:38 Y todo el pueblo venía a él por la mañana,
para oírle en el templo.
Institución de la Cena del Señor
(Mt. 26.17-29; Mr.
14.12-25; Jn. 13.21-30; 1
Co. 11.23-26)
22:7 Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual
era necesario sacrificar el cordero de la pascua.
22:8 Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id,
preparadnos la pascua para que la comamos.
22:9 Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?
22:10 El les dijo: He aquí, al entrar
en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro
de agua; seguidle hasta la casa donde entrare,
22:11 y decid al padre de familia de esa casa:
El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde
he de comer la pascua con mis discípulos?
22:12 Entonces él os mostrará un
gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí.
22:13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon
la pascua.
22:14 Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él
los apóstoles.
22:15 Y les dijo: ¡Cuánto he deseado
comer con vosotros esta pascua antes que padezca!
22:16 Porque os digo que no la comeré
más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
22:17 Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad
esto, y repartidlo entre vosotros;
22:18 porque os digo que no beberé más
del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
22:19 Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les
dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros
es dado; haced esto en memoria de mí.
22:20 De igual manera, después que hubo cenado, tomó
la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto
en mi sangre,
que por vosotros se derrama.
22:21 Mas he aquí, la mano del que me
entrega está conmigo en la mesa.
22:22 A la verdad el Hijo del Hombre va, según
lo que está determinado;
pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!
22:23 Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién
de ellos sería el que había de hacer esto.
La grandeza en el servicio
22:24 Hubo también entre ellos una disputa sobre quién
de ellos sería el mayor.
22:25 Pero él les dijo: Los reyes de las
naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad
son llamados bienhechores;
22:26 mas no así vosotros,
sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige,
como el que sirve.
22:27 Porque, ¿cuál es mayor, el
que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta
a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.
22:28 Pero vosotros sois los que habéis
permanecido conmigo en mis pruebas.
22:29 Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre
me lo asignó a mí,
22:30 para que comáis y bebáis
a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce
tribus de Israel.
Jesús anuncia la negación de Pedro
(Mt. 26.31-35; Mr.
14.27-31; Jn. 13.36-38)
22:31 Dijo también el Señor: Simón,
Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos
como a trigo;
22:32 pero yo he rogado por ti, que tu fe no
falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
22:33 El le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo
a la cárcel, sino también a la muerte.
22:34 Y él le dijo: Pedro, te digo que
el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que
me conoces.
Bolsa, alforja y espada
22:35 Y a ellos dijo: Cuando os envié sin
bolsa, sin alforja, y sin calzado,
¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada.
22:36 Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa,
tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda
su capa y compre una.
22:37 Porque os digo que es necesario que se
cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue
contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí,
tiene cumplimiento.
22:38 Entonces ellos dijeron: Señor, aquí hay dos espadas.
Y él les dijo: Basta.
Jesús ora en Getsemaní
(Mt. 26.36-46; Mr.
14.32-42)
22:39 Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos;
y sus discípulos también le siguieron.
22:40 Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad
que no entréis en tentación.
22:41 Y él se apartó de ellos a distancia como de un
tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
22:42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí
esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
22:43 Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
22:44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y
era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
22:45 Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos,
los halló durmiendo a causa de la tristeza;
22:46 y les dijo: ¿Por qué dormís?
Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.
Arresto de Jesús
(Mt. 26.47-56; Mr.
14.43-50; Jn. 18.2-11)
22:47 Mientras él aún hablaba, se presentó una
turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos;
y se acercó hasta Jesús para besarle.
22:48 Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con
un beso entregas al Hijo del Hombre?
22:49 Viendo los que estaban con él lo que había de acontecer,
le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
22:50 Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y
le cortó la oreja derecha.
22:51 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Basta
ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó.
22:52 Y Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los jefes
de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido contra
él: ¿Como contra un ladrón habéis
salido con espadas y palos?
22:53 Habiendo estado con vosotros cada día
en el templo,
no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora, y
la potestad de la tinieblas.
Pedro niega a Jesús
(Mt. 26.57-58, 69-75;
Mr.
14.53-54, 66-72; Jn. 18.12-18, 25-27)
22:54 Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del
sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
22:55 Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron
alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos.
22:56 Pero una criada, al verle sentado al fuego, se fijó en
él, y dijo: También éste estaba con él.
22:57 Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco.
22:58 Un poco después, viéndole otro, dijo: Tú
también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy.
22:59 Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente
también éste estaba con él, porque es galileo.
22:60 Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida,
mientras él todavía hablaba, el gallo cantó.
22:61 Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro
se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho:
Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
22:62 Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.
Jesús escarnecido y azotado
(Mt. 26.67-68; Mr.
14.65)
22:63 Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él
y le golpeaban;
22:64 y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro, y le preguntaban,
diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?
22:65 Y decían otras muchas cosas injuriándole.
Jesús ante el concilio
(Mt. 26.59-66; Mr.
14.55-64; Jn. 18.19-24)
22:66 Cuando era de día, se juntaron los ancianos del pueblo,
los principales sacerdotes y los escribas, y le trajeron al concilio, diciendo:
22:67 ¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo:
Si
os lo dijere, no creeréis;
22:68 y también si os preguntare, no me
responderéis, ni me soltaréis.
22:69 Pero desde ahora el Hijo del Hombre se
sentará a la diestra del poder de Dios.
22:70 Dijeron todos: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios?
Y él les dijo: Vosotros decís que lo
soy.
22:71 Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio
necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
Jesús ante Herodes
23:6 Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea, preguntó si el hombre
era galileo.
23:7 Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió
a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén.
23:8 Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque
hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído
muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal.
23:9 Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió.
23:10 Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándole
con gran vehemencia.
23:11 Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció,
vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle
a Pilato.
23:12 Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque
antes estaban enemistados entre sí.
Jesús sentenciado a muerte
(Mt. 27.15-26; Mr.
15.6-15; Jn. 18.38--19. 16)
23:13 Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los
gobernantes, y al pueblo,
23:14 les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre
que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de
vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que
le acusáis.
23:15 Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí,
nada digno de muerte ha hecho este hombre.
23:16 Le soltaré, pues, después de castigarle.
23:17 Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.
23:18 Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera
con éste, y suéltanos a Barrabás!
23:19 Este había sido echado en la cárcel por sedición
en la ciudad, y por un homicidio.
23:20 Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús;
23:21 pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale,
crucifícale!
23:22 El les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho
éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él;
le castigaré, pues, y le soltaré.
23:23 Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado.
Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron.
23:24 Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos
pedían;
23:25 y les soltó a aquel que había sido echado en la
cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido;
y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
Crucifixión y muerte de Jesús
(Mt. 27.32-56; Mr.
15.21-41; Jn. 19.17-30)
23:26 Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene,
que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase
tras Jesús.
23:27 Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que
lloraban y hacían lamentación por él.
23:28 Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas
de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras
mismas y por vuestros hijos.
23:29 Porque he aquí vendrán días
en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres
que no concibieron, y los pechos que no criaron.
23:30 Entonces comenzarán a decir a los
montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
23:31 Porque si en el árbol verde hacen
estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?
23:32 Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores,
para ser muertos.
23:33 Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron
allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
23:34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen. Y repartieron
entre sí sus vestidos, echando suertes.
23:35 Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban
de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí
mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
23:36 Los soldados también le escarnecían, acercándose
y presentándole vinagre,
23:37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate
a ti mismo.
23:38 Había también sobre él un título
escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
23:39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo:
Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
23:40 Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni
aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
23:41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos
lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.
23:42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas
en tu reino.
23:43 Entonces Jesús le dijo: De cierto
te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
23:44 Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra
hasta la hora novena.
23:45 Y el sol se oscureció, y el velo
del templo se rasgó por la mitad.
23:46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu.
Y habiendo dicho esto, expiró.
23:47 Cuando el centurión vio lo que había acontecido,
dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
23:48 Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo,
viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose
el pecho.
23:49 Pero todos sus conocidos, y las mujeres
que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas
cosas.
Jesús es sepultado
(Mt. 27.57-61; Mr.
15.42-47; Jn. 19.38-42)
23:50 Había un varón llamado José, de Arimatea,
ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y
justo.
23:51 Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había
consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos,
23:52 fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
23:53 Y quitándolo, lo envolvió en una sábana,
y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún
no se había puesto a nadie.
23:54 Era día de la preparación, y estaba para comenzar
el día de reposo.
23:55 Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea,
siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto
su cuerpo.
23:56 Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos;
y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento.
En el camino a Emaús
(Mr. 16.12-13)
24:13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una
aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios
de Jerusalén.
24:14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían
acontecido.
24:15 Sucedió que mientras hablaban y discutían entre
sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos.
24:16 Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.
24:17 Y les dijo: ¿Qué pláticas
son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y
por qué estáis tristes?
24:18 Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres
tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido
las cosas que en ella han acontecido en estos días?
24:19 Entonces él les dijo: ¿Qué
cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón
profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;
24:20 y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros
gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.
24:21 Pero nosotros esperábamos que él era el que había
de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el
tercer día que esto ha acontecido.
24:22 Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre
nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro;
24:23 y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también
habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que
él vive.
24:24 Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así
como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.
24:25 Entonces él les dijo: ¡Oh
insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas
han dicho!
24:26 ¿No era necesario que el Cristo
padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
24:27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas,
les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.
24:28 Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba
más lejos.
24:29 Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con
nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró,
pues, a quedarse con ellos.
24:30 Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó
el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.
24:31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas
él se desapareció de su vista.
24:32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro
corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando
nos abría las Escrituras?
24:33 Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén,
y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos,
24:34 que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente,
y ha aparecido a Simón.
24:35 Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido
en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.
Jesús se aparece a los discípulos
(Mt. 28.16-20; Mr.
16.14-18; Jn. 20.19-23)
24:36 Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús
se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros.
24:37 Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían
espíritu.
24:38 Pero él les dijo: ¿Por qué
estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?
24:39 Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo
soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos,
como veis que yo tengo.
24:40 Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
24:41 Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y
estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis
aquí algo de comer?
24:42 Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel.
24:43 Y él lo tomó, y comió delante de ellos.
24:44 Y les dijo: Estas son las palabras que
os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que
se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de
Moisés, en los profetas y en los salmos.
24:45 Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen
las Escrituras;
24:46 y les dijo: Así está escrito,
y así fue necesario que el Cristo padeciese,
y resucitase de los muertos al tercer día;
24:47 y que se predicase en su nombre el arrepentimiento
y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
24:48 Y vosotros sois testigos de estas cosas.
24:49 He aquí, yo enviaré la promesa
de mi Padre
sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén,
hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
La ascensión
(Mr. 16.19-20)
24:50 Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los
bendijo.
24:51 Y aconteció que bendiciéndolos, se separó
de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
24:52 Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén
con gran gozo;
24:53 y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios.
Amén.