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La Palabra ¿La Palabra?

Te aviso: no se parece a ninguno de los tres anteriores. Con este puedes estudiar y hasta convertirlo en material diario de consulta. Porque desde el corazón mismo de la Biblia, he podido extraer lo que realmente deberás tomar como Palabra de Dios, fuera de todo discurso humano.

Cuando comencé a escudriñar esto, creí que iba a difundirlo desde la ventana de Producciones Especiales. Pero, una vez más, mi Señor fue tan claro que no pude desobedecer y, por causas que ignoro, es formato libro.

 

El Ministerio de Enseñanza Bíblica

TIEMPO DE VICTORIA

Presenta:

 

La Palabra…

¿La Palabra?

 

Autor: Espíritu Santo

 

Colaboradores: Muchos Instrumentos Humanos Utilizados por el Autor

 

Escrito Por: Néstor Martínez – Rosario – República Argentina

                           (Uno de esos Instrumentos)

Prólogo

 

Si te ubicas en un duro y antiguo banco de un templo conservador o tradicional, o en una confortable butaca de un moderno salón funcionando como iglesia, más allá de la apertura de tu entendimiento, siempre será por un exclusivo motivo: oír La Palabra.

¿Y que significa eso?

Alimento, Guía, Manual de Vida, Nutrimento espiritual, Dirección divina. Eso, claro está, si lo que oyes y asimilas, es La Palabra de Dios.

¿Qué sucede si en lugar de ser La Palabra de Dios lo que oyes, es palabra humana?

Te informas, Te entretienes, Te alegras por coincidencias, Te enojas por disensos. Pero no te alimentas ni te sirve más allá del templo.

Nadie te previene sobre esto. En todo lugar auto denominado como Cristiano, lo que se habla desde el púlpito, siempre es La Palabra.

Pero tú y yo sabemos que no siempre lo es. Que en muchos casos, es apenas la palabra de un hombre que necesita pilotear una empresa llamada iglesia.

¿Cómo discernirla? ¿Cómo saber cuando es una cosa y cuando la otra?

No me gusta la auto promoción, pero creo que leer este libro va a darte, al menos, algunas pistas que pueden ayudarte.

A mí me ayudaron y mucho encontrar estas bases, pero no fue el total ni mucho menos.

Lo que este trabajo deje pendiente, vas a tener que escudriñarlo por ti mismo, indagarlo, investigarlo, por una simple razón: eso es lo que Dios quiere y eso es lo que nos ha ordenado hacer.

Tengo la certeza que esto es sólo una parte. Quizás haya otras. O quizás no. Mi Padre celestial tiene la última palabra. Y la única. Te invito a La Palabra… ¿La Palabra?

 

 

 

A Modo de Introducción…

 

 

En una ocasión, y por sugerencia de unos hermanos que solían visitarme al estudio de la emisora de radio donde tenía el programa que conoces por los audios, asistimos a una congregación bastante numerosa, en mi ciudad de residencia.

 

Un culto de los que yo llamaría “kilométricos”, casi cinco horas. Fue norma, desde el indudable despertamiento de los años 90, que en mi país, los cultos, reuniones o servicios de las iglesias evangélicas, pasaran a ser muy extensos en comparación de los antiguos, donde en algunos casos, solían prolongarse por espacio de una hora estricta por reloj.

 

 

Todavía hay pastores que recuerdan con algo de humor y otro algo de nostalgia, la época donde todo estaba cronometrado de tal modo que, si el sermón se extendía unos minutos más de lo previsto, la gente de la congregación comenzaban a observar sutilmente sus relojes pulsera…

 

En esos años 90, asimismo, ocurrieron muchas cosas en los templos, que hizo que la gente no quisiera terminar nunca sus reuniones. Soy uno de los que tiene certeza que, en aquellos años, la presencia de Dios inundaba esos lugares, más allá de lo que los hombres hiciéramos o dejáramos de hacer, y cuando en un lugar hay presencia del Señor, real y casi tangible, tú no tienes ganas de estar en otra parte que no sea allí.

 

Después pasaron las cosas que pasaron, surgieron muchas “figuras” o “estrellas” del evangelio, cabalgando a favor de lo que Dios había estado haciendo, los cultos comenzaron a ser más show de entretenimiento que cultos verdaderos y la unción se fue apagando, apagando y finalmente desapareciendo de ellos.

 

 

¿Y que hará el hombre que ha estado acostumbrado a que Dios se haga presente en sus reuniones, el día que a Dios le deja de dar la gana de estar allí? Indudable e irrebatible: procurar reemplazarlo con diverso tipo de expresiones carnales, que pueden ir de la música, pasando por las danzas y añadiéndole todo lo que se te ocurra, conforme a culturas y lugares del planeta se trate.

 

Entonces, aquellos cultos que se prolongaban indefinidamente por causa de que la presencia del Espíritu Santo los llevaba de un lado a otro y nadie quería dejar de experimentar esa maravillosa presencia y todos sabíamos cuando empezábamos, pero jamás cuando terminábamos, un día se quedaron vacíos de todo eso y decidieron reemplazarlo con oratoria, entretenimiento, bullicio, colorido, luces y algunas expresiones más de las que seguramente habrás conocido y visto.

 

Lo cierto es que nunca más las reuniones evangélicas retornaron a sus orígenes de horarios preestablecidos y acotados. Tres horas mínimo. Nadie podía tener un culto inferior a ese tiempo si deseaba mantener el prestigio de iglesia con unción. El resultado de todo esto, te lo imaginas: aburrimiento y algunas escenas lindantes con espectáculos televisivos. Y para colmo, de mala calidad.

 

Pero ese día, y habiendo oído de labios de esos hermanos que en ese lugar había muy buena Palabra del Señor, decidimos ir a oír, aprender, alimentarnos y disfrutar de algo que cada vez se recibía en menor cantidad.

 

Buena música con ritmo, (No puedo decir alabanza porque no lo experimenté así, pero dejemos esto), un desfile incesante de personas, testimonios, canciones de dudosa calidad “dedicadas al Señor”, pero armadas para conseguir aplauso humano, presentación de coros infantiles, juveniles, de señoras, de hombres, de ancianos, etc.etc. Y, finalmente, la presencia del pastor y…La Palabra.

 

 

Un versículo, (¡Un versículo!) del Libro de los Hechos, donde se hablaba del inicio de un viaje de Pablo, y el comienzo de la “predicación”. El pastor encontró en ese pequeño texto, una similitud “espiritual” con un viaje que él había realizado hacía pocos días a un remoto lugar del mundo, invitado por un pastor que, a su vez, había estado aquí de visita el año anterior.

 

Durante una hora y media y algo más, estuvimos oyendo relatos de viajes, paisajes, costumbres, formas de relación afectiva y peripecias de su viaje. Por momentos, con detalles llenos de humor, que hicieron reír mucho a la iglesia.

 

Por momentos, con episodios cargados de dramatismo que, en casos, desataron más de una lágrima en la audiencia. Cuando el tiempo del audio y el video lo determinaron, hubo algo parecido a un llamado global al altar, y media congregación pasó al frente. Fin.

 

Íbamos saliendo del templo, cuando los hermanos que nos habían invitado, se acercaron cordialmente y nos dijeron si deseábamos quedarnos a “saludar al siervo”. Le agradecimos con su misma cordialidad la gentileza, pero argumentamos que se nos había hecho algo tarde y el lugar estaba un poco alejado de nuestra casa.

 

Comenzamos a despedirnos de ellos, sin dejarles traslucir en absoluto nuestra impresión sobre todo lo que habíamos visto y oído, cuando el mayor de esos hermanos me miró con la admiración todavía pintada en su rostro y me dijo: “¿Y, hermano? ¿Qué le pareció? ¡¡Que palabra! ¿No es cierto?”

 

Me quedé un momento paralizado sin saber que responderle. Consideré que por respeto, nobleza y reconocimiento a su sinceridad, no podía siquiera abrir la boca con lo que pensaba, así que hice un gesto que no quiso significar nada, una sonrisa de esas que parecen estar colgadas en la puerta de ingreso a los templos, les di un abrazo a cada uno y me fui.

 

 

Pero algo me quedó dando vueltas en la cabeza. Eran personas que yo conocía y por las cuales guardaba mucho afecto. No tenían ningún interés personal ni familiar de decir algo por conveniencia y todo eso que se puede ver, a veces, en nuestras iglesias. Todo lo cual me llevaba al gran interrogante que, a partir de ese momento, se incorporó a mi vida de creyente.

 

Ese interrogante tiene dos preguntas concretas, la una como resultado de la invisible respuesta de la otra. ¿Qué cosa creen los cristianos que es La Palabra de Dios? Y a la vista de lo que yo viví esa noche y tú seguramente otras, ¿Qué cosa es, verdadera y fielmente, La Palabra de Dios?

 

Desde ese mismo momento me dije que alguna vez iba a ponerme a escudriñar la Biblia y encontrar esa respuesta. Y que no lo iba a hacer cuando a mí se me diera la gana, sino cuando a mi Señor le pareciera tiempo preciso, conforme siempre a Su voluntad y Su propósito.

 

Bien; parecería ser que este es el momento y este es el tiempo. Hace una semana, por la mañana, y sin haberlo pensado en absoluto desde hace meses, me levanté con la convicción que debía comenzar a darle forma a aquella carga espiritual.

 

Y como en estas cosas suelo ser más que obediente, dejé de lado todo lo que estaba haciendo, y me arrojé de cabeza en una piscina aún vacía de contenidos, pero con la fe y la certeza de que, cuando fuera en el aire, mi Padre celestial haría aparecer el agua.

 

En principio, tal como lo digo en el formalismo literario del prólogo, suponiendo que era un trabajo más para anexar al nutrido índice de nuestras producciones especiales, pero mi Señor aparentemente tenía otra idea. Y yo he aprendido en los años de vida que tengo como creyente, (Dejo fuera los de religioso dormido), que las ideas de Dios no sólo son mejores que las nuestras, sino que son las únicas que valen la pena ejecutar.

 

Así fue que, orando por esto, Él habló con mucha claridad a mi corazón y me dijo “No…estudio simple, no; libro”. Obedecí sin chistar, pero aún sigo pensando que cosa habrá visto mi Padre celestial allá en el futuro, lejano o cercano, que me modificó los planes.

 

Porque si lo analizo hoy, desde la perspectiva del movimiento natural de una página Web, no sólo daría lo mismo incluirlo en un sitio que el otro, sino que por algunas estadísticas internas que manejo, sería mucho más leído en el área donde yo pensaba subirlo.

 

Pero, reitero una vez más, Dios sabe lo que hace. Siempre lo supo y tengo más de un ejemplo concreto y contundente de ello. Así que el trabajo es formato libro y se acabó la discusión. El título no es ninguna originalidad, pero refleja la duda de muchos que viven algo parecido a lo que he relatado más arriba: les dicen que han oído La Palabra… ¿Sí? Pero… ¿Qué Palabra?

 

 

Vas a caminar por once capítulos en los que tomarás contacto con la que yo considero es auténtica y pura Palabra de Dios: lo que dijo Jesús. Porque ya sabemos que el hombre del común está necesariamente contaminado por su carnalidad, y con lo que él dice, se debe implementar lo que el propio Pablo propuso: examinarlo todo y rescatar lo bueno.

 

Pero lo que dijo Jesús, por ser el único sin pecado, necesariamente es todo bueno y todo divino. Y porque Él mismo asegura que no habla por su boca sino lo que el Padre le da que hable. Nadie más puede asegurar eso, sólo Él.

 

Aquí ya está surgiendo la pregunta que el contenido seguramente va a responderte. ¿Pero no es toda la Biblia la Palabra de Dios? Lo es, pero no en la forma en que nosotros lo hemos implementado. En toda la Biblia está contenida la Palabra de Dios, que no es lo mismo.

 

¿Cuántas palabras de personas que luego ni siquiera fueron salvas tiene la Biblia? Muchas. ¿Y vas a darle a ellas también carácter y calibre de Palabra de Dios, sólo porque están en la Biblia? No. La Biblia es un compendio de relatos literales que encierran principios espirituales, eso está muy claro.

 

¿Y como se hace para entender un relato literal? Se aplica la inteligencia, la riqueza intelectual que posea cada uno. ¿Y con respecto a los principios espirituales? Allí se necesita sí o sí la revelación que otorga el Espíritu Santo. De otro modo, es total y absolutamente imposible interpretarlos.

 

En suma: la Biblia es un libro inspirado por el Espíritu Santo y escrito por una serie de hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo. Por lo tanto, podrá ser leído por cualquier persona, pero solamente entendido por personas llenas del Espíritu Santo. Y no es doctrina denominacional, créeme.

 

Sólo voy a pedirte un favor, antes de comenzar con el tema. No leas esto como quien lee “Las Mil y una Noches” o el periódico del día. Sería bueno que inviertas algunas monedas y te lo imprimas. Luego, empieza a leerlo despacio, asimilando todos y cada uno de los conceptos y, fundamentalmente, pasando todo lo que digo por el tamiz y filtro de la Palabra de Dios. Sólo así te será de bendición, nutrición y crecimiento.

 

 

1

 

¿Y Cual es La Palabra?

 

Yo tenía unos cinco o seis años de edad, (Y que lo recuerde hoy, casi tiene entidad de milagro), y me encontraba sentado junto a mi madre, mi abuela materna y una tía, en uno de los ancestrales bancos de la iglesia católica romana del pequeño pueblo de campo donde nací, prisionero de cierto matriarcado familiar.

¿Qué hacía allí? Lo que de vez en cuanto me “invitaban” a hacer, (En realidad era obligatorio); “oír misa” (Jamás entendí el significado de eso) y “prepararme espiritualmente” para tomar mi primera comunión, ya sabes; el catecismo, la hostia y todo eso.

 

Si ellas, (La “gran madre”, la madre y la “media” madre) hubieran sabido en el lío que me estaban metiendo, creo que no lo hubieran hecho. ¿Cómo iban a pensar que hacerme participar de esa ceremonia con la ropa de un santo italiano (San Antonio de Padova), iba a tener un efecto satánico en mi vida que determinara renuncias, oraciones, ungimientos con aceite y casi espumarajos por la boca como el gadareno que liberó Jesús?

Mi abuela, mi madre y mi tía me amaban, de eso nadie podría tener dudas. Y al hacer eso suponían estar regalándome algo de mucho valor. Lamentablemente, el tiempo diría que no fue así, sino todo lo contrario. Pero ellas no lo sabían. Como no lo saben hoy, todavía, cientos, miles, o millones de personas que continúan con estos mismos rituales.

Encima de toda esa ornamentación santamente payasesca, súmale que la misa de la comunión fue en un 24 de diciembre por la noche, en la llamada “misa de gallo”, muy amada por el catolicismo, pero muy utilizada también por los brujos para sellar sus conjuros, ¡Mira que chiste! ¿Acaso sabría el diablo que ese niño tendría que hacer un trabajo para el Reino de Dios?

De no haber sido por Cindy Jacobs y su emblemático discernimiento masivo haciéndome renunciar a mí y a centenares más nuestros respectivos pactos diabólicos con supuestos “santos” que no eran otra cosa que demonios disfrazados, hoy no podría estar sirviendo con autoridad y poder, ya que aún estaría bajo dominio satánico por causa de ese “favor” materno, tiúno y abuelario (Perdona mis inventos no aprobados por el idioma español, de términos familiares exclusivos para esta ocasión).

Ya te conté en mi primer libro este episodio, pero bien vale sintetizarlo una vez más en este. En el marco de un seminario sobre guerra espiritual que la americana vino a dar aquí en mi ciudad argentina de Rosario, ella quiso saber cuantos de nosotros teníamos nombres relacionados con santos católicos.

Yo me quedé con cara de “esto no es para mí”, hasta que de improviso mi mente estalló con la certeza: mi segundo nombre, Antonio, no estaba en mi documento por alguna razón de esas que llevan a los padres a darles un determinado nombre a sus hijos, sino por causa de “una promesa” (O pacto), que en su ignorancia espiritual,  mi madre había realizado.

Los argentinos debemos ser los únicos de la América Latina que no utilizamos el apellido materno como complemento al paterno. Somos así, con delirios de ser “distintos” ¡Y vaya si lo hemos logrado! Aunque no para sentir orgullo, precisamente. Pero el segundo nombre, es imperativo. Por si el primero no le gusta al niño cuando crezca…

Sin quererlo y sin saberlo, obviamente, mi madre me había entregado al o a los demonios que vivían en la estatua de ese santo y, tal como te estoy contando, lo había corroborado en esa ceremonia de primera comunión vistiéndome con esas ropas medievales.

Me sacaron una foto con un rostro de santidad inigualable. Me deshice de la foto el día que acepté a Cristo y entendí que santidad no es un rostro para una fotografía, sino un estilo de vida que es punto de partida para ser medianamente útil en el Reino de Dios.

Entonces, fue todo que Cindy comenzara a orar y reprender, (Naturalmente, en inglés y en este caso sin traducción, y yo no entiendo ese idioma), para que yo sintiera que adentro mío “algo” se había agitado primeramente y roto después, quitándome un enorme peso físico y espiritual. Fue a partir de allí donde mi vida de creyente (Ya era “cristiano”), dejó de ser mediocre y comenzó a servir con más excelencia.

Lo cierto es que yo estaba allí, oyendo misa, tal como mandaban los rudimentos previos a “tan importante paso espiritual”. Claro que era un tiempo donde todavía las misas se daban en latín, así que de no haber pasado por un instituto del léxico en cuestión, todos los “oidores” se quedaban sin entender absolutamente nada de lo que oían. “Deus”, “Ora pro nobis”, era lo poco que se pescaba.

Cada tanto, y porque así estaba reglamentado en el protocolo de la liturgia correspondiente, el pueblo, los asistentes, la feligresía, estaba autorizada a decir en voz alta la palabra que luego signaría no sólo mi vida, sino las de miles y miles de seres: Amén.

El diccionario dice que esta palabra significa algo así como “así sea”, y se usa para manifestar aquiescencia o vivo deseo de que tenga efecto lo que se dice, en suma: asentir a todo expresando acuerdo y declarando que queda firme y en marcha. Todo eso, en aquel momento, dicho para con lo que no entendíamos ninguno de los que estábamos allí, fuera del cura, claro.

Y a esto lo decíamos cuando así se nos indicaba con un gesto ya conocido, ya que por cuestiones idiomáticas no estábamos en condiciones de entender que era una respuesta estipulada a una expresión que, en latín, el sacerdote proclamaba desde el altar: Palabra de Dios…

Por tanto, puedo asegurarte que fue a los seis años de mi existencia terrena que oí hablar por primera vez de la Palabra de Dios. Y te entiendo si te sonríes, pero entonces no pude menos que pensar seriamente que si esa era la palabra de Dios, no había sido dicha para mí. Primero porque no entendía ni pepa, y segundo porque era demasiado aburrida.

Porque si Dios hubiera querido hablarme a mí, lo tendría que haber hecho en un idioma en el que yo pudiera entenderlo. Eso era lo que pensaba mi ingenua mente infantil. ¿Cómo nos iban a obligar a decir “amén” a algo que ni siquiera podíamos asegurar que no fuera un insulto oculto, si no entendíamos lo que se estaba diciendo?

Por esa y otras razones, la primera imagen de Dios que yo tuve en mi vida, fue la de un viejo (No sé por qué alguien inventó a un Dios eterno con imagen de un viejo de mil años de vida con larga barba blanca), medio cascarrabias, dispuesto a darte un golpe ni bien te equivocaras en algo y hablando en una jeringoza que sólo el cura podía traducir, aunque nunca le daba la gana de hacerlo y enterarnos de que cosa había dicho ese Dios en su Palabra.

Esa pobreza comunicativa fabricó, dentro de las catedrales y las parroquias, más ateos y escépticos que todo el mundo secular en sus distintos territorios no cristianos. Porque otorgó a esa clase de religión una tibieza lindante con la que el Señor expresa como pasible a ser vomitada de su boca.

Luego, pasada aquella época, llegué a otra faceta del cristianismo: la iglesia evangélica. Confieso que no me di cuenta en un principio que esta nueva expresión de mi fe me proclamaba la misma mentira que ya antes había oído en la otra: eran los dueños de la Palabra de Dios.

Yo no me lo creí porque la falacia estuviera bien armada o bien argumentada; me la creí sencillamente porque, era tanta mi felicidad por haberme encontrado con un Cristo vivo y poderoso, que estaba dispuesto a creer cualquier cosa que se me dijera, allí donde se supone tenía que ir a escucharlo. Supongo que esto me ocurrió sólo a mí, que ninguno de los que lee vivió algo similar…

Además, convengamos que ahora las cosas eran muy distintas. Al hombre (O mujer, aunque pocas); que hablaba desde el púlpito, yo podía entenderle. Primeramente el idioma, y luego lo que me quería decir. Así es que, dijera lo que dijera, yo estaba convencido que eso, era la Palabra de Dios. Y así fue como seguí diciendo Amén.

Los años vividos adentro de las estructuras evangélicas y las diferentes experiencias observadas o padecidas, terminaron por convencerme que la Palabra de Dios era algo demasiado singular o especial, ya que se oía mucho más el discurso humano que convenía a los líderes de turno.

Luego, todas las inclemencias ministeriales, me llevaron a ciertas confrontaciones no buscadas pero producidas. Y en cada una de esas confrontaciones, (Carentes de amor y misericordia por ambos lados, lo reconozco), las partes intervinientes aseguraban estar fundamentadas en…la Palabra de Dios.

Eso, y la revelación cruda y contundente de la presencia activa de Babilonia, comenzaron a dar vueltas en mi mente, en una agitación notoria producida por las inquietudes que el Espíritu Santo ponía en mi espíritu, hasta llegar a la referencia crucial: ¿Cuál es la Palabra de Dios? Para esto es este primer capítulo, para examinar Sus Características.

LENGUAJE

¿Cuál es la Palabra de Dios? El cristianismo nominal y mejor informado, tendrá una respuesta rápida: ¡¡La Biblia, hermano!! ¡¡Esa es la Palabra de Dios!! Ah, sí, claro; la Biblia. Ahora bien; un día la voz suave me advirtió sobre el error: la Biblia, ¿ES la Palabra de Dios o, en ella, ESTÁ la Palabra de Dios?

Pero…¿No significan la misma cosa? No, no significan la misma cosa. Son dos vocablos diferentes y, entiendo, por allí podemos comenzar a darle forma concreta y nutritiva a esto que sé perfectamente adonde y por donde comienza, pero de ninguna manera me atrevo a asegurar adonde terminará.

El prefijo ES, proviene del latín (¡Oh paradoja del destino!) Ex. Dice el diccionario de la lengua española que denota separación, como por ejemplo Escoger, eliminación en Espulgar, e intensificación en Esforzar.

ES, es la tercera persona del singular (él, ella, usted) presente indicativo del verbo SER, y se constituye asimismo en un sufijo que se añade a sustantivos patronímicos para formar gentilicios y que significa Origen o Procedencia.

Por lo tanto, entonces, cuando decimos que la Biblia ES la Palabra de Dios, estamos diciendo que ella contiene el origen y la procedencia de esa Palabra y, por lo consiguiente, todo, absolutamente todo lo que encontremos en su texto y contexto, deberá ser considerado con ese nivel.

Todos quienes hemos abierto nuestra Biblia con un interés superlativo, y más allá de la clásica rutina de domingo-banco-templo, y la hemos escudriñado conforme al mandamiento divino, hemos visto sobradamente que existen textos y expresiones que en modo alguno pueden considerarse como Palabra de Dios, aunque de alguna manera formen parte de un relato donde ésta podría estar presente.

Que son relatos, episodios y escenas que contribuyen a la creación de conceptos y principios morales y teológicos, puede ser. Pero que pueden tomarse como una declaración contundente a seguir ciegamente, en modo alguno. Acatar esto literalmente puede llevarnos al mismo error que el que muchos cometen al buscar nombres para sus hijos.

Cuando tú buscas en tu Biblia un nombre que haga juego métrico con tu apellido para dárselo a tu futuro hijo, tú debes buscar algo más que una expresión gramatical. Tú debes elegir un nombre que tanga un significado bendecido y positivo.

Creo que nadie, por amplio de conceptos que fuera, le daría a un hijo suyo el nombre de Judas, ¿Verdad? Claro; la difusión del acto de la traición, las treinta monedas y el ahorcamiento ha sido demasiado mediática y todos están más o menos bien informados.

Pero créeme que no sucede lo mismo con otros. Conozco a mucha gente que les ha dado a sus hijos nombres bíblicos que, si conoces sus historias, atan a la criatura a episodios nefastos. ¿Un ejemplo? Mara. Mara significa amargura. ¿Es un nombre para bendecir?

 ¡Animo! Si tienes ese nombre, no te desgarres tus vestiduras; sólo ora al Señor pidiéndole que rompa todo pacto de amargura en tu vida. Con eso, si lo crees, es más que suficiente. Y ni se te ocurra confrontar a tus padres por habértelo otorgado. Ellos, al igual que los míos con el vestido de San Antonio, creyeron estar haciendo lo mejor. No repitas sus errores, pero sin justificarlos, compréndelos y perdónalos, vivan o estén ya muertos.

Así es que, decir que la Biblia ES la Palabra de Dios, contiene bastante de verdad, pero no la verdad total y completa. Por el contrario, conlleva el riesgo de cometer errores que me ha tocado ver en muchas congregaciones, donde tomándose de un versículo aislado y relacionado con personajes negativos de la historia del pueblo de Dios, se han creado doctrinas que después presentan centenares de inconvenientes.

Allí es donde debemos revisar el otro término utilizado: ESTÁ. Proviene del verbo ESTAR, tanto en la segunda persona del singular como imperativo, como en la tercera en presente indicativo. Tiene dos definiciones: Existir, hallarse una persona o cosa en un lugar, situación, condición, etc. y permanecer cierto tiempo en un lugar, en una situación.

Conforme a lo visto, y sin que por ello se entienda que estamos dando una definición absoluta, se puede considerar que es mucho más apto este segundo término que el anterior de ES. Luego lo podremos definir puntualmente, pero en lo global es indudable que es así.

UNA MIRADA TÉCNICA

Luego de examinar estas dos expresiones semánticas, será bueno recurrir a un buen diccionario bíblico para conocer cual es su posición respecto a lo que verdaderamente significa la Palabra de Dios. El Salmo 119, por ejemplo, se refiere constantemente a la Ley escrita como Palabra de Dios.

 

Por lo que respecta al Nuevo Testamento, se usa superlativamente el término logos del mensaje del Evangelio, aparte de su uso para designar a Aquel que es la Palabra viva del Dios viviente y predicado por el Evangelio.

 

Rhema también es usado para denotar el mensaje del Evangelio. La Palabra de Dios es mencionada por el Señor Jesús en la parábola del sembrador, y también como contrapuesta a la tradición humana.

 

En los Evangelios Sinópticos, el Señor siempre se refiere a Su mensaje en forma plural (Habla de “palabras”. En cambio, se halla frecuentemente en forma singular en el cuarto Evangelio. Será interesante, entonces, establecer estas dos diferencias.

Es aquí, entonces, donde la clásica y tradicional duda se hace carne en las personas, que tienden a preguntarse: La Biblia, ¿Es la Palabra de Dios o un simple argumento humano? Es, - reitero -  la pregunta que muchos se han hecho a lo largo de los siglos, pero la Bíblia declara concretamente acerca de ellos y también existen otras evidencias externas que veremos a continuación. Para ello, soporta un momento leerte una breve síntesis respecto a la Biblia como cuerpo, como libro.

Incluso para un lector ocasional de la Biblia, pronto se pone de manifiesto que está leyendo un libro fuera de lo usual. Aunque cubre miles de años de la historia humana y está escrita por más de cuarenta escritores humanos, la Biblia no es una simple colección de escritos, sino todo un Libro que posee una fascinante continuidad.

Se le llama La Biblia, de la palabra griega biblos, que significa “Un libro”. Su extraordinaria característica es debida al hecho de que se la considera ciertamente la Palabra de Dios, aunque haya sido escrita por autores humanos.

Se ofrecen dos líneas de evidencia que apoyan la conclusión de que la Biblia puede aceptarse como expresión nítida de la Palabra de Dios: 1) La evidencia interna; los hechos hallados en la propia Biblia y la propia afirmación de la Biblia concerniente a su origen divino; 2) La evidencia externa; la naturaleza de los hechos dados en la Escritura, que apoyan su carácter sobrenatural.

 Las Escrituras declaran, de muchas formas diversas, que la Biblia ostenta la condición de ser la Palabra de Dios escrita, y que su afirmación es clara e inteligible para cualquiera. La afirmación constante de los escritores del Antiguo Testamento, los del Nuevo y del propio Jesucristo, es que la Biblia es la inspirada Palabra de Dios.

 Por ejemplo, el Salmo 19:7-11 declara que la Biblia es ciertamente la Palabra del Señor, (En realidad, dice “la ley”, no la Palabra, y esto condiciona un poco lo señalado), y nombra seis perfecciones, con sus seis correspondientes transformaciones de carácter humano, que la Palabra cumple.

Jesucristo declaró que la Ley tiene que ser cumplida. En Hebreos 1:1-2, no solamente se afirma que Dios habló en el Antiguo Testamento a los profetas con Palabra de Dios, sino que también lo hizo Su Hijo en el Nuevo. La Biblia sólo puede ser rechazada Si se rechazan sus constantes afirmaciones de ser la Palabra de Dios.

 La Biblia no sólo afirma y reclama para sí el ser vehículo de la Palabra de Dios, sino que apoya estas afirmaciones por abundantes evidencias que han convencido con frecuencia incluso a los lectores más escépticos.

1)= La continuidad de la Biblia. Uno de los más sorprendentes y extraordinarios hechos respecto a las Escrituras es que, aunque fueron escritas por más de cuarenta autores que vivieron a lo largo de un período de más de 1,600 años, la Biblia es, no obstante, un Libro y no una simple colección de 66 libros.

Sus autores proceden de los más diversos lugares y situaciones de la vida; hay reyes, campesinos, filósofos, hombres de Estado, pescadores, médicos, eruditos, poetas y agricultores. Vivieron en diferentes culturas, en diferentes experiencias existenciales, y con frecuencia fueron completamente distintos en carácter. La Biblia tiene una continuidad que puede ser observada desde el Génesis hasta el Apocalipsis.

La continuidad de la Biblia puede ser constatada en su secuencia histórica que comienza con la creación del mundo presente hasta la de los nuevos cielos y la nueva tierra. El Antiguo Testamento revela temas doctrinales tales como la naturaleza del propio Dios, la doctrina del pecado, la de la salvación y el programa y propósito de Dios para el mundo como un todo, para Israel y para la Iglesia. ¿Israel nación? Algunos dicen que sí, otros que no. Yo creo que Israel, hoy, es símbolo de pueblo elegido. ¿Y cual es hoy el pueblo elegido por Dios? Los genuinos creyentes, no los religiosos.

 La doctrina está progresivamente presentada desde sus principios en forma de introducción, hasta su más completo desarrollo. El tipo está seguido por el antitipo, la profecía por su cumplimiento. Uno de los temas continuados de la Biblia es la anticipación, presentación, realización y exaltación de la persona más perfecta de la tierra y los cielos, nuestro Señor Jesucristo.

 El relato de tan fascinante Libro, con su continuidad de desarrollo, exige un milagro mucho mayor que la inspiración en sí misma. De acuerdo con esto, los creyentes de la Escritura, si bien reconocen la factura humana de varios de sus libros, su continuidad y su guía es debida a la inspiración del Espíritu Santo.

2)= La extensión de la revelación bíblica. En su manifestación de la Verdad, la Biblia es inextinguible. Al igual que un telescopio, se adentra en el universo desde las infinitas alturas y profundidades de los cielos, hasta la tremenda hondura del infierno y capta las obras de Dios desde el principio hasta el fin.

Como un microscopio, revela los más diminutos detalles del plan y el propósito de Dios y la perfectísima obra de la creación. Al igual que un estereoscopio, sitúa a todos los seres y objetos, tanto si están en los cielos como en la tierra, en correcta relación, los unos con los otros.

Yo siempre he enseñado, (Cuando digo “siempre”, comienzo desde mi despertamiento, no desde mi conversión), que la Palabra de Dios se puede ver y estudiar como el mar. Apenas debajo de la superficie, extrayendo pescados muy pequeños, a media profundidad, con pesca mucho más importante, y haciendo caza submarina, donde se obtienen piezas de alto valor.

 Aunque muchos de los libros de la Biblia fueron escritos en los comienzos del conocimiento humano, en una época en que sus autores ignoraban por completo los modernos descubrimientos, lo que ellos escribieron, sin embargo, no ha sido nunca contradicho por posteriores descubrimientos, y los antiguos escritos de la Escritura se hallan sorprendentemente adaptados a modernas situaciones.

Obviamente, no podemos considerar al evangelio como un asunto agrícola, por el simple motivo de que los ejemplos que la Biblia entrega, mayoritariamente son relacionados con la agricultura. Era lo que había en la época en que se escribió, pero no queda invalidado por la industrialización, ni por la informática, ni por la cibernética y ni siquiera por la ciencia nuclear.

 En el amplísimo contexto de su revelación, la verdad bíblica alcanza horizontes insospechados que van más allá del descubrimiento humano, alcanzando, como de hecho lo hace, desde la eternidad del pasado, a la eternidad del futuro, revelando hechos que sólo Dios puede conocer. No existe otro libro en todo el mundo que haya intentado siquiera presentar la Verdad de un modo comprensible como lo hace la Biblia.

3)= La influencia y publicación de la Biblia. Ningún otro libro ha sido jamás publicado en tantas lenguas e idiomas, por y para tan diferentes pueblos y culturas, como la propia Biblia. Sus páginas están entre las primeras que fueron impresas cuando se inventaron las prensas de la moderna imprenta.

 Millones de copias de la Escritura han sido publicadas en todas las principales lenguas del mundo, y no hay una sola lengua escrita que no tenga, al menos, una porción impresa de la Biblia. Aunque los escépticos, como el francés Voltaire, infiel y herético, han predicho con frecuencia que la Biblia quedaría relegada al olvido en el paso de una generación, e incluso autores del siglo veinte han pronosticado que la Biblia pronto sería un libro olvidado, lo cierto es que la Biblia continúa publicándose en número creciente y en mayor número de lenguas que antes.

Otras religiones han sobrepasado a la Cristiandad en número de seguidores, pero no han sido capaces de ofrecer ninguna revelación escrita comparable a la Escritura. En nuestra época moderna, la influencia de la Biblia continúa su ritmo de difusión incesante. Para los no salvos es la “espada del Espíritu” y para los salvos es un poder efectivo, santificante y que limpia de toda mancha. La Biblia continúa siendo la única base divina para la ley y la moralidad.

4)=. El contenido de la Biblia. El carácter sobrenatural de la Biblia se aprecia en el hecho de que trata tan libremente con lo desconocido y, desde luego, incognoscible, como con lo que es conocido. Describe la eternidad en el pasado, incluyendo la creación antes de que el hombre existiese.

Se revelan la naturaleza y las obras de Dios. En las profecías bíblicas se manifiesta la totalidad del programa divino para el mundo, para Israel y para la iglesia, culminando en esta última, que es eterna.

En cada materia presentada y descrita, sus declaraciones son decisivas, concretas y están al margen del tiempo. Su naturaleza comprensiva ha hecho a sus lectores sabios en la verdad que se relata tanto en el tiempo como en la eternidad. La Biblia no sugiere, dice.

5)= La Biblia como literatura. Considerada como obra literaria, la Biblia es también algo supremo. No solamente contiene la historia gráfica, sino la profecía en detalle, la más bella poesía y el drama, relatos de amor y de guerra, las especulaciones de la filosofía y cuanto se relaciona con la verdad bíblica.

La variedad de la producción de sus autores está contrastada por la multiplicidad de sus materias. Ningún otro libro de literatura tiene tantos lectores apasionados de todas las edades y de todos los grados de inteligencia y erudición. Pero no es ni atinado ni inteligente concluirlo allí.

6)=  La autoridad sin prejuicios de la Biblia. El carácter humano de los autores de la Biblia, carece de prejuicios en favor del hombre. La Biblia registra y señala, sin vacilar, el pecado y la debilidad de los mejores hombres, y advierte gráficamente a aquellos que confían en sus propias virtudes de su condenación final.

Aunque escrito por humanos, es un mensaje de Dios hacia el hombre, más bien que un mensaje del hombre para el hombre. Aunque algunas veces habla de cosas terrenales y de experiencias humanas, también describe con claridad y autoridad cosas tanto de los cielos como de la tierra, visibles o invisibles; revelando hechos acerca de Dios, de los ángeles, los hombres, del tiempo y de la eternidad; de la vida y la muerte, del pecado y la salvación, del cielo y del infierno.

Semejante libro no podría haber sido escrito por el hombre - si hubiese tenido que elegir hacerlo, y aun de haber podido, nunca habría querido hacerlo - al margen de la divina dirección. Por tanto, la Biblia, aunque escrita por hombres, es un mensaje que procede de Dios, con la certeza, la seguridad y la paz que sólo Dios puede proporcionar.

7)= El carácter supremo de la Biblia. Por encima de todo lo dicho anteriormente, la Biblia es un libro sobrenatural que revela la persona y la gloria de Dios manifestada en Su Hijo. Tal persona, Jesucristo, jamás pudo haber sido la invención de un hombre mortal, ya que Sus perfecciones nunca podrían haber sido comprendidas ni por los hombres más sabios y santos de esta tierra.

El supremo carácter de la Biblia está apoyado por su revelación del carácter supremo en la persona de Jesucristo. Como consecuencia de la combinación de las cualidades sobrenaturales y procedentes del hombre que entran en la composición de la Biblia, puede observarse una similitud entre la Biblia como la Palabra escrita y el Señor Jesucristo como el Verbo viviente.

Ambas son sobrenaturales en origen, presentando una mezcla inescrutable y perfecta de lo que es divino y de lo que es humano. Ambas también ejercen un poder de transformación sobre aquellos que creen, e igualmente permitido por Dios como algo negativo y rechazado por los que no creen.

Esa es la gran diferencia a su favor con respecto a los actuales libros escritos por hermanos. En cada uno de ellos, en el mejor de los casos, claro está, hay un porcentaje de cosa sobrenatural, emanada del Espíritu Santo, y otro porcentaje perteneciente al autor humano. El asunto es evaluar cuanto de casa cosa tiene cada uno.

Estoy convencido, y aquí está el epicentro de este trabajo, que el único con palabra total y absoluta de origen sobrenatural, es Jesús. El resto, aún los mejores y más distinguidos siervos, están sujetos inevitablemente a sus propias carnalidades. Lo bueno es que en la mayoría de los casos, sólo en pequeños porcentajes.

Las perfecciones divinas, impolutas y en toda su grandeza que no sufre la menor disminución, están inmersas en ambos aspectos. Las revelaciones que muestra son igualmente tan simples como la capacidad mental de un niño, y tan complejas como los infinitos tesoros de la divina sabiduría y el divino conocimiento, sostenidas por el Dios que las ha revelado.

UNA MIRADA ESPIRITUAL

Por su parte, el ministerio GotQuestion, compuesto por siervos voluntarios que tienen el deseo de asistir a otros en su entendimiento de la Escritura, y de tendencia conservadora, se han formulado una pregunta que ellos mismos responden acorde a sus formas de entenderlo. ¿Es realmente la Biblia la Palabra de Dios?

Expresan lo siguiente: “Nuestra respuesta a esta pregunta no solamente determina cómo consideramos a la Biblia y su importancia en nuestras vidas, sino que también ésta, a la larga, va a tener un impacto eterno sobre nosotros.

 

Si la Biblia es realmente la Palabra de Dios, entonces nosotros deberíamos apreciarla, estudiarla, obedecerla y finalmente confiar en ella. Si la Biblia es la Palabra de Dios, entonces, rechazarla es rechazar a Dios mismo.

 

El hecho de que Dios nos dio la Biblia, es una evidencia e ilustración de Su amor por nosotros. El término “revelación” simplemente significa que Dios comunicó a la humanidad cómo es El y cómo podemos tener una correcta relación con El.

 

Estas son cosas que no podríamos haber conocido si Dios divinamente, no nos lo hubiera revelado por medio de la Biblia. Aunque la revelación de Dios mismo en la Biblia fue dada progresivamente por sobre los 1500 años aproximadamente, siempre ha contenido cualquier cosa que el hombre ha necesitado para conocer acerca de Dios, a fin de tener una correcta relación con El. Si la Biblia es realmente la Palabra de Dios, entonces esta es la última autoridad para todos los asuntos de fe, práctica religiosa y moral.

 

La pregunta que debemos hacernos es, ¿Cómo podemos saber que la Biblia es la Palabra de Dios y no solamente un buen libro? ¿Qué es excepcional acerca de la Biblia que se destaca de todos los otros libros religiosos alguna vez escritos? ¿Hay alguna evidencia de que la Biblia es realmente la Palabra de Dios?

 

Este es el tipo de preguntas que deben ser consideradas si vamos a examinar seriamente la demanda bíblica de que la Biblia es la Palabra misma de Dios, divinamente inspirada, y totalmente suficiente para todos estos asuntos de fe y práctica.

 

No puede haber duda acerca del hecho de que la Biblia demanda ser la Palabra misma de Dios. Esto se lo ve claramente en versículos como 2ª de Timoteo 3:15-17, el cual dice, “…y que desde las niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.

 

 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”

 

A fin de contestar estas preguntas, debemos mirar tanto a las evidencias internas, como a las externas, que muestran que la Biblia en realidad es la Palabra de Dios. Las evidencias internas son aquellas cosas internas de la Biblia misma, que testifican de su origen divino.

 

Una de las primeras evidencias internas, de que la Biblia es en realidad la Palabra de Dios, se la ve en su unidad. Aún cuando en realidad son sesenta y seis libros individuales, escritos en tres continentes, en tres diferentes idiomas, en un período aproximado de sobre los 1,500 años, por más de 40 autores (que vinieron de muchos caminos diversos), la Biblia permanece como un libro unificado de principio a fin, sin contradicción. Esta unidad es única a diferencia de los otros libros, y es una evidencia del origen divino de las palabras, mientras Dios movió a los hombres de tal manera, que registraron Sus palabras mismas.

 

Otra de las evidencias internas que indican que la Biblia es realmente la Palabra de Dios se la ve en las profecías detalladas, contenidas en el interior de sus páginas. La Biblia contiene cientos de profecías detalladas, referentes al futuro de naciones particulares incluyendo Israel, al futuro de ciertas ciudades, al futuro de la humanidad, y a la venida de Uno que sería el Mesías, el Salvador de no solamente Israel, sino de todo el que creyera en El.

 

A diferencia de las profecías encontradas en otros libros religiosos o aquellas dadas por Nostradamus, las profecías bíblicas son extremadamente detalladas y nunca han dejado de hacerse realidad. Sólo en el Antiguo Testamento, hay sobre trescientas profecías referentes a Jesucristo.

 

 No solamente que fue profetizado dónde nacería y de qué familia vendría, sino también cómo moriría y que resucitaría al tercer día. Simplemente no hay un camino lógico para explicar las profecías cumplidas en la Biblia sino por origen divino.

 

No hay otro libro religioso con el alcance o tipo de profecía de predicción que tiene la Biblia. Una tercera evidencia interna del origen divino de la Biblia se ve en su autoridad y poder únicos. Mientras esta evidencia es más subjetiva que las dos primeras evidencias internas, ésta no es un testimonio menos poderoso del origen divino de la Biblia.

 

 A diferencia de cualquier otro libro alguna vez escrito, la Biblia tiene una autoridad única. Esta autoridad y poder son mejor vistos de manera que innumerables vidas han sido transformadas al leer la Biblia.

 

 Los adictos a las drogas han sido curados gracias a ella, homosexuales han sido liberados por ella, abandonados y haraganes han sido transformados por ella, criminales empedernidos, reformados por ella, pecadores son reprendidos por ella, y el odio se ha convertido en amor al leerla.

 

La Biblia posee un poder dinámico y transformador que es posible solamente a causa de la verdadera Palabra de Dios. Además de la evidencia interna de que la Biblia es en realidad la Palabra de Dios, también hay evidencias externas que indican que la Biblia es en realidad la Palabra de Dios.

 

 Una de aquellas evidencias es la historicidad de la Biblia. Ya que la Biblia detalla eventos históricos, su veracidad y precisión son sujetos de verificación como cualquier otra documentación histórica.

 

 A través de evidencias arqueológicas y otros documentos escritos, las descripciones históricas de la Biblia han sido probadas una y otra vez, para que sea exacta y verdadera. De hecho, toda la evidencia arqueológica y manuscrita que apoyan a la Biblia, hacen de esta el mejor libro documentado del mundo antiguo.

 

El hecho de que la Biblia registra con exactitud y verdad eventos históricamente verificables, es una gran indicación de su veracidad al tratar con temas religiosos y doctrinas, y ayuda a corroborar su demanda de que ésta es, la Palabra de Dios misma.

 

Otra evidencia externa de que la Biblia es realmente la Palabra de Dios es la integridad de los autores humanos. Como mencioné antes, Dios usó al hombre desde muchos caminos diversos para registrar Sus Palabras para nosotros.

 

 Al estudiar las vidas de estos hombres, no hay una buena razón para creer que ellos no fueron hombres honestos y sinceros. Al examinar sus vidas y el hecho de que estuvieron dispuestos a morir (a menudo muertes atroces) por lo que creían, rápidamente se vuelve claro que estos hombres ordinarios, no obstante honestos, realmente creyeron que Dios les había hablado.

 

Los hombres que escribieron el Nuevo Testamento y muchos otros cientos de creyentes (1ª Corintios 15:6) conocían la verdad de su mensaje porque habían visto y pasado tiempo con Jesucristo luego de que resucitó de los muertos.

 

La transformación de ver al Cristo resucitado tuvo un impacto tremendo sobre estos hombres. Ellos pasaron de esconderse por el temor, a estar dispuestos a morir por el mensaje que Dios les había revelado. Sus vidas y muertes testifican el hecho de que la Biblia realmente es la Palabra de Dios.

 

Una evidencia externa final de que la Biblia realmente es la Palabra de Dios es la indestructibilidad de la Biblia. A causa de su importancia y su demanda de ser la Palabra misma de Dios, la Biblia ha sufrido más ataques agresivos e intentos de destruirla que cualquier otro libro en la historia.

 

 Desde los Emperadores Romanos de la antigüedad como Diocleciano, a través de los dictadores comunistas y los ateos y agnósticos de los días modernos, la Biblia ha resistido y sobrevivido a todos sus agresores, y todavía es el libro más ampliamente publicado en el mundo hoy.

 

 A través del tiempo, los escépticos han considerado a la Biblia como mitológica, pero la arqueología la ha establecido como histórica. Los oponentes han atacado su enseñanza como primitiva y anticuada, pero sus conceptos morales y legales, y enseñanzas, han tenido una influencia positiva en sociedades y culturas en todo el mundo.

 

Continúa siendo atacada por la ciencia, la psicología y los movimientos políticos, no obstante permanece tan veraz y relevante hoy, al igual que desde cuando fue escrita. Este es un libro que ha transformado innumerables vidas y culturas a través de los últimos dos mil años.

 

Por mucho que sus oponentes traten de atacar, destruir o desacreditarla, la Biblia permanece tan fuerte, tan real, y tan relevante como lo fue antes, aún después de los ataques. La precisión con la que ha sido preservada a pesar de cada intento de alterarla, atacarla o destruirla, es un claro testimonio del hecho de que la Biblia es realmente la Palabra de Dios.

 

 No debería sorprendernos que por muy atacada que sea la Biblia, ésta siempre aparece igual y ha salido ilesa. Después de todo, Jesús dijo, “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Marcos 13:31). Después de mirar la evidencia, uno puede decir sin duda que “Sí, la Biblia es realmente la Palabra de Dios.”

 

Todos estos conceptos que hemos vertido, más los que se suman por parte de gente que también busca arribar a una verdad plena, nos otorgan un panorama donde queda más que claro y contundente de que en este tremendo libro llamado La Biblia, hay Palabra de Dios.

 

Yo confío de sobremanera que el Espíritu Santo que mora en ti, igual que lo hace en mí, producirá en tu interior, además del querer y el hacer, el poder aceptar o no cada uno de estos conceptos. Yo no comparto todo lo remarcado en rojo, pero si algunos aspectos.

 

 Lo he incluido para que tú pases por el mismo examen práctico. Es demasiado cómodo sujetarse a lo que dice UN hombre y suponer que esa es la verdad absoluta y definitiva. Si así fuera, como en muchos de nuestros lugares se ha enseñado y aún se enseña, ¿Para que nos habría ordenado nuestro Dios que escudriñemos Su Palabra?

 

Y como también sabemos que la Palabra de Dios es viva y eficaz, nos queda como sedimento que, leyéndola, tomamos contacto con los principios, modelos y hasta aspectos negativos que Dios pone a nuestra disposición par aprendizaje, crecimiento y maduración como hijos suyos.

 

No obstante, este libro no va a ser escrito para quedarnos en finas hipótesis académicas o expresiones conceptuales cargadas de teología sistemática. Este libro va a ser escrito para que todos aquellos que aún no han aprendido a discernir, encontrar y aplicar esa Palabra de Dios a sus vidas, puedan hacerlo a partir de terminar su lectura.

 

Y créeme que no estoy siendo ni presuntuoso ni vanidoso, sino concreto y específico. Si no creyera fielmente que el Señor volvió a poner una carga literaria en mi corazón para bendición de sus hijos, jamás me hubiera sentado una vez más frente al monitor sin más recursos técnicos que un teclado, para elaborar un trabajo que no está destinado ni a la venta ni a la búsqueda de dudosos prestigios personales.

 

Así que, de tal manera como si estuviéramos reunidos para el bien, (Eso es: Congregarse), en un salón o en el living de tu casa, o en la cocina si es pequeña, o en una plaza bajo la sombra de un árbol, comencemos a recorrer la que yo creo es auténtica Palabra de Dios, a partir de una de sus propiedades exclusivas: ser inconfundible y exclusiva.

 

2

 

A Él Oíd…

 

Un viejo pastor me decía, en una oportunidad, que él no alcanzaba a tener en claro qué cosa era alimento espiritual, desde la Palabra, y qué cosa mera información general de contenido teológico. Había sido formado en una escuela bautista sumamente conservadora y, los dictados doctrinales de su denominación, aún pesaban lo suficiente como para no permitirle observar con claridad.

Sus sermones eran prolijamente bosquejados, aceitadamente estructurados y magistralmente pronunciados, de eso ni yo ni nadie con un milímetro de captación e inteligencia podríamos albergar ni la menor duda. Sin embargo, haberlo oído durante muchos años, jamás alimentó mi vida espiritual.

El seguía los rudimentos clásicos de la oratoria griega adaptada al cristianismo para sus predicaciones: una introducción, tres puntos a desarrollar y una conclusión o remate en forma de moraleja con algún sentido práctico para el tiempo presente.

De hecho puedo asegurarte que, al lado de lo que me ha tocado oír por esas calles de Dios, (Debería decir: “por esos púlpitos de Dios”), lo de este buen hombre se constituían en piezas de alto valor histórico, geográfico, socio-político, cultural y también teológico. Pero eso, ¿Le alcanza al creyente para madurar espiritualmente?

A la vista del hambre y sed espiritual que en este tiempo se puede encontrar dentro de las congregaciones evangélicas tradicionales, es notorio que no. Que todo está muy bonito, que nadie desmiente lo que el pastor o el predicador invitado puedan declarar, pero de eso a considerarse alimentado por esa palabra, hay un campo extenso.

Mayoritariamente, los ministros optan por encarar los temas que tienen que ver con las problemáticas habituales en cualquier grupo humano con veleidades místicas. La moral, los vicios, las relaciones en el matrimonio, la enseñanza correcta de los hijos y, si hay amplitud y buena predisposición, algo de sexualidad, también.

¿Es malo todo eso? No, no es malo. Muy por el contrario, es mucha la gente, (Y hablo de gente que se congrega en iglesias cristianas), que se interesa vivamente por esos asuntos que en uno u otro ángulo tienen que ver con sus vidas cotidianas.

Entonces, los cultos se convierten en sesiones de educación sexual, consejería matrimonial, diagrama de moral y buenas costumbres, clínicas informativas sobre daños físicos relacionados con diversas adicciones y decálogos de formación infantil para los hijos, y captan con ello la atención  del 80 por ciento de los asistentes.

Ahora bien; si eso es así como te lo comento, ¿Qué tiene de malo hacerlo si es lo que evidentemente necesitan las personas que acuden allí? De malo, no tiene nada, obviamente. Lo único que no me cierra es que estamos hablando de la iglesia del Señor, no de un centro educativo humano cualquiera.

Porque será suficiente que llegue alguien con auténtica Palabra de Dios en su mensaje y unción clara y comprobable en sus conductas, para que nadie que lo escuche y entienda pueda volver a conformarse con la hojarasca almática existente.

Yo fui testigo personal y en parte también protagonista de algo así en los años 90. Se supo, en los corrillos de aquellos que buscábamos algo más que el mensajito dominguero que nos dejaba huecos y vacíos desde lo espiritual, que venía a una iglesia de la ciudad un predicador de Puerto Rico, hasta allí desconocido para la mayoría.

Te confieso que fuimos a oírlo con escasas expectativas. ¡Nos habíamos movido tanto y a tantos lugares buscando algo que parecía no existir, que ya estábamos casi convencidos que éramos nosotros los que pretendíamos algo inexistente!

Lo primero que le oímos fue un trabajo de suma profundidad que hoy está en mi Web, interpretado desde una unción y categoría mucho menor, claro está, bajo el título de “Rompiendo Estructuras Religiosas”.

De más está decirte que mi familia, yo y por lo menos unos cuarenta hermanos más, quedamos como si fuéramos cucarachas atacadas por el más eficiente de los insecticidas: espiritualmente con las patas para arriba. El Reverendo Rinaldo Texidor Jr., apareció en nuestras vidas de fe para bendecirlas, instruirlas y ayudarlas a madurar.

Le oímos decir en más de una ocasión algo que no alcanzamos a entender del todo en ese momento, pero que luego vimos en toda su dimensión. Decía algo así como: “cuando usted toma contacto con esta palabra que yo le traigo, usted jamás volverá a ser el mismo de antes”…

A mi familia le sucedió; a mí me sucedió; a muchos, (Lamentable y curiosamente no a todos) les sucedió. Cuando retornamos a nuestras iglesias a oír lo que hasta allí suponíamos que era nuestro “alimento espiritual”, pudimos entender lo que se nos había expresado.

Quizás sea lo mismo que experimentaste tú cuando oíste algunos de nuestros audios o leíste algunos de nuestros estudios escritos. Quizás cometiste, en un principio, el mismo error que cometimos nosotros en ese momento: otorgarle al hombre toda la responsabilidad de ese impacto.

Durante mucho tiempo estuvimos espiritualmente “enamorados” de ese tremendo moreno que hoy, partiendo de este mundo muy joven, ya está con el Señor. Eso, hasta que en un momento determinado, el Señor nos iluminó la verdad que hasta allí no habíamos visto.

Nos mostró, como espero ya te haya mostrado a ti respecto a nuestro trabajo ministerial, que no se trataba de un hombre fuera de serie, ni especial, ni superdotado, ni extraordinario ni nada por el estilo. Nos mostró que este predicador casi desconocido, simplemente andaba por la vida portando Palabra de Dios.

Y eso, simplemente eso, al lado de tanta palabrería humana, intelectual, emocionalista, oportunista y humanista a la que estábamos adaptados al punto de confundirla con mensajes espirituales, impactó nuestras vidas, les dio un vuelco total y acomodó las cosas en su debido sitio.

Espero que eso ya te haya sucedido hace bastante respecto a nosotros. Porque será desde allí para adelante donde podremos compartir y ministrarnos unos a otros. Mientras tú sigas pensando y creyendo que yo soy fuera de serie, especial, superdotado o extraordinario, tú aún estás con mentalidad babilónica y no eres útil para el Reino de Dios y su Justicia. ¿Está claro, amado del Señor?

DE LA BOCA DE DIOS

Andar predicando la Palabra de Dios auténtica y genuina, es de alguna manera, seguir los pasos de Jesús, ya que Él vino a hacer precisamente eso. Cuando Jesús vino a anunciar las Buenas Nuevas del Reino de Dios, la Biblia lo afirma de forma muy clara.

(Marcos 1: 14 -15)= Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.Mira: tú podrás luego darle todas las vueltas que se te ocurra, pero la base es esta y todo lo demás, vano palabrerío.

Porque el evangelio del Reino, al margen de todo lo que puedas haber oído y leído al respecto, consiste simplemente en que se restaure el Gobierno de Dios, de manera que quienes creemos que hemos sido llamados, dejemos que el Rey reine sobre nuestras voluntades individuales libres. Claro; si pensamos en reinar nosotros sobre un grupito de hermanos, entonces estamos trabajando para otro reino…

Así es que, cuando oraba y le preguntaba al Señor por qué hoy vivimos en tanta ceguera espiritual y en tanta orfandad de palabra nutritiva, Él sólo se limitó a mostrarme que todo estaba centralizado en las cosas que había dentro de la Biblia, pero no necesariamente en Su Palabra.

Eso, en lugar de dejarme más tranquilo, te podrás imaginar que me complicó aún más la existencia desde el punto de vista de lo que veía e interpretaba. Porque yo también era uno de los que suponía que en la Biblia, la Palabra de Dios era todo, absolutamente todo lo que estaba escrito, hasta los comentarios editoriales.

Entonces el Espíritu Santo me habló con esa pequeña voz que, de tan débil, les pasa desapercibida a tantos creyentes sinceros y fieles que eligieron quedarse con la estridencia vociferante de sus pastores o predicadores predilectos.

Lo que me dijo no fue ni nuevo ni impactante. Tampoco estuvo cargado de misticismo espectacular, nubes de colores ni truenos estrepitosos. Me mandó directamente a esa misma Biblia a la cual yo de alguna manera ahora estaba cuestionando.

En una de mis Biblias, la que ahora estoy utilizando para copiar textualmente este contenido que, desde el libro de Deuteronomio quiero examinar, el mismo se encuentra bajo el subtítulo de “La buena tierra que han de poseer”, y contiene esas recomendaciones que Dios mismo le da a Su pueblo para que se comporte y se encamine por donde Él lo desea.

Sin embargo, quiero que encares estas lecturas venideras con la idea clara de lo que significa predicar el evangelio genuino. Es decir lo mismo que dijo Jesús: El Reino de los Cielos se ha acercado. Y ante la pregunta consabida de los oyentes, poder responder lo mismo que Él respondió: Yo lo represento; mi vida es testimonio visible de eso. No mis predicaciones: Mi Vida.

(Deuteronomio 8: 1)= Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres.

Fíjate que ya desde aquel tiempo, lo más importante para Dios era que el hombre pusiera por obra lo que Él le demandaba, no sólo que lo oyera o lo leyera, como aún lo sigue haciendo hoy. Y presta atención que eso no sólo era un caprichillo de un Dios deseoso de que su ser creado funcionara bien, sino casi una especie de llave para varias cuestiones muy importantes.

En primer término dice que poner por obra sus mandamientos implica, necesariamente, vivir, ser multiplicados, entrar en la tierra prometida y permitir que las promesas de Dios se cumplan. Esto sirve para que reflexionemos un momento: ¿Será por esa causa que tantos cristianos no están viviendo vidas abundantes, no pueden multiplicarse y giran en derredor de las promesas sin poder penetrarlas?

De todos modos, y porque tengo en mi corazón un espíritu pionero de conquista, vivo y activo pese a que ya no soy un joven impetuoso, me quedo con la clave que para mí es básica: poseer la tierra. El asunto es que cosa es, bíblicamente, esto de poseer una tierra.

La palabra que Moisés usa al escribir este libro, es yarash, que es un vocablo que se puede traducir como heredar, ocupar, apoderarse de. Este verbo aparece más de doscientas cincuenta veces en el Antiguo Testamento.

Su gran importancia se muestra en las promesas de Dios a Abraham, Isaac y Jacob, en repetidas ocasiones, en el libro del Génesis. Dios se compromete a darles la tierra de Canáan a los descendientes de Abraham como posesión eterna.

(2) Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová Tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos.

En lo lineal, tú puedes verlo con nitidez: Moisés hace especial énfasis en que el pueblo debe recordar la fidelidad de Dios. El propósito de la experiencia del desierto era disciplinario; ellos no debían olvidar lo que se les había enseñado.

En lo conceptual, en  cambio, el mensaje es bien diferente. Tanto que quizás tú tenías que interesarte por lo que este libro puede enseñarte para entrar y leer exacta y precisamente esto, que tal vez sea de aliciente y escudo futuro para tu vida.

Porque si estás viviendo una de esas crisis de las que parecería ser que sólo se sale en dirección al sepulcro, será bueno que pienses, al menos por un momento, si no será que Dios ha permitido que entres a este desierto para afligirte, probarte y saber que hay en tu corazón.

Porque Dios te ha visto todos estos años, cada domingo, yendo a tu iglesia y armando de a poco esa sonrisa indeleble metros antes de llegar al templo. Entrar y saludar a todos con un humor que muchos quisieran tener, despertando la admiración de los que conocen tus problemas y siendo casi el ejemplo a seguir por los demás. Pero desgarrándote por dentro porque no permites que se vea lo que hay realmente en tu corazón.

Muy bien; eso es lo que Dios puede ver con claridad cuando la crisis llega a la vida de alguien. Quiere ver si eres capaz de mantener las formas clásicas de la hipocresía religiosa o si, por el contrario, aceptas la humillación con humildad y clamas a Él para que, como asegura Jeremías, Él te responda y te enseñe cosas ocultas que tú no conoces. Insondables son para el hombre los caminos de Dios, no lo dudes. ¿Lo entiendes? ¡Gloria a Dios! ¿No lo entiendes? Entonces limítate a creerlo.

Sin embargo, es bueno el ejercicio que nos propone: recordar el camino por donde nos ha traído hasta aquí. Es mucha la gente que Dios ha sacado de diversas suciedades, tales como la drogadependencia, el alcoholismo, la prostitución, la homosexualidad y otras, que llega un momento en el que parecen olvidarse de donde han sido sacados y se permiten cuestionar a Dios. Y no estoy discriminando, estoy leyendo la Biblia.

(3) Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.

Aquí está el verso clave. Sin embargo, será bueno saber que cosa era ese maná del cual tanta gente habla y tanta gente desconoce. Su nombre quiere decir “¿Qué es esto? “ Es lo que se puede traducir del hebreo man hú y del griego manna.

El caso es que el maná fue el principal alimento de los israelitas durante los cuarenta años de su peregrinación por el desierto. Los israelitas lo conocieron por primera vez en el desierto de Sin, cuando se quejaron de falta de alimento.

El descenso del maná se compara con una lluvia de una especie de pan celestial. Por la mañana, cuando se disipaba el rocío, quedaban pequeños granos en el suelo, parecidos a la escarcha que deja una helada nocturna.

Allí fue, entonces, donde los hijos de Israel, no sabiendo de qué se trataba, preguntaron en su idioma: ¿Man hú? Entonces Moisés les dijo algo así como: “Este es el pan que Jehová os da para comer”.

El maná, recordaba a la semilla del culantro blanco. Era blanco también, y tenía un sabor suave a miel o aceite fino. La gente solía molerlo en molinos o lo aplastaba en morteros, cocinándolo o haciendo tortas con él.

 Moisés ordenó a los israelitas, de parte del Señor, que recogieran cada mañana un gomer por persona y que no guardaran nada para el día siguiente. Los gusanos atacaron el maná que los desobedientes quisieron acaparar.

En el día sexto, Dios les envió dos porciones de maná por persona, pero no hubo nada el sábado. Aarón conservó una porción de maná que, aquí se mantuvo incorruptible, para que sus sucesores después de él, lo fueran guardando a las generaciones sucesivas, para que vieran el alimento de sus antecesores en el desierto.

Un año después de la aparición del primer maná, en la misma época, se especifica que el pueblo seguía recibiendo este pan del cielo, que siguió cayendo hasta el final de los cuarenta años en el desierto.

Los israelitas menospreciaron esta bendición, a pesar de lo cual Dios no dejó de enviárselos. El maná no cesó hasta el día después de la Pascua celebrada en Gilgal, tras haber atravesado Canaán, y después que el pueblo hubo comido del fruto de la tierra.

Se ha planteado frecuentemente entre los llamados “eruditos” de la Biblia, la cuestión de si el maná era un producto creado especialmente para socorrer a los israelitas, o si se trataba de una sustancia natural, multiplicada de una manera milagrosa.

Hay diversas plantas que exudan una especie de sustancia análoga al maná. De manera espontánea, o bien debido a la picadura de un insecto. Este es el caso del “Tamarix nainnifera”, una variedad del “Tamarix gallica”, y que crece en la península del Sinaí; esta planta es picada por un hemíptero, “Chermes”, o “Coccus manniparus”.

El producto, de un color amarillento, se vuelve blanco al caer sobre las piedras y quedar al sol; se encuentra durante seis a diez semanas, sobre todo en junio. El “Alhagi maurorum” y el “Alhagi desertorum” exudan asimismo una especie de escarcha, y hay también plantas de este género.

Su producto es usado como miel y mantequilla por los árabes; tomado en dosis más fuertes, tiene efectos purgantes. Es evidente, sin embargo, que todas estas sustancias no tienen las características del maná.

 

El maná fue producido milagrosamente, en cantidad suficiente para toda una nación; esta cantidad era doblada al sexto día y no aparecía en el séptimo; dejó de existir cuando dejó de ser necesaria.

 

En un sentido simbólico y en clara tipología, puedo decirte que Cristo compara el maná con el Pan viviente descendido del cielo. En tanto que el maná nutría el cuerpo por un poco de tiempo, Jesús, el verdadero pan de vida, ofrece su carne y su sangre como alimento y salvación eterna de nuestras almas.

 

Todo israelita tenía que buscar el maná cada día, por la mañana, en cantidad suficiente, tomándose simplemente el trabajo de recoger este don de lo Alto. De la misma manera, cada creyente busca en Cristo su alimento, cada día antes de toda otra actividad, a fin de quedar plenamente provisto, apropiándose por la fe del don celestial. El que venza recibirá hasta en el cielo este maná espiritual y escondido, por cuanto Cristo será nuestro Pan vivo hasta la eternidad.

 

Sin embargo, pese a toda esta historia tremenda y concreta, Dios mismo le dice a su pueblo que no será solamente de esta clase de alimento material y físico por el que el hombre habrá de vivir, sino de todo lo que salga de la boca de Dios. ¿Y que cosa es lo que sale de la boca de Dios? Claro y concreto: Su Palabra.

 

Ahora bien; para entender debidamente y terminar con nuestras históricas y legendarias confusiones. ¿Todo lo que leemos en la Biblia sale realmente de la boca de Dios? No. Es indiscutible que no todo.

 

 En el Antiguo Testamento, hay expresiones concretas recibidas y difundidas por Moisés, pero el resto, siempre ha sido a través de hombres y, como tal, sujetas a los riesgos de la carnalidad de los instrumentos.

 

(Job 23: 12)= Del mandamiento de sus labios nunca me separé; guardé las palabras de su boca más que mi comida. (Esto es una corroboración que refrenda lo dicho en Deuteronomio).

 

(Salmo 119: 103)= ¡Cuan dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.

 

(Jeremías 15: 16)= Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos.

 

(1 Pedro 2: 2)= Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación. (Siempre llamó poderosamente mi atención este pasaje. ¿Será que Pedro ya sabía que iban a venir hombres religiosos a adulterar la palabra real y genuina?)

 

Estos textos, que son considerados básicos en cuanto a la palabra de Dios como alimento del alma, contienen elementos que hablan de mandamientos, leyes y todo aquello con lo que Dios, en su momento, les habló a su pueblo. Pero hoy estamos en otra era.

 

Por lo tanto y en vista de las barbaridades que muy bien podríamos cometer y hacer cometer a otros por causa de errores en estas apreciaciones, creo que lo mejor será ir a ver el otro texto, el que considero que es un complemento al que has leído. Este pertenecía a aquella época donde Dios decía que sólo lo que salía de su boca era alimento genuino. Hoy, Dios es Jesús, Su imagen y Su semejanza.

 

LA VOZ DEL CIELO

 

(Mateo 17: 1)= Seis días después, (De haber estado con sus discípulos hablándoles de la cuestión de tomar la cruz y negarse), Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; (2) y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.

A mí siempre me llamó mucho la atención este episodio. Creo que de haberse tratado de uno más de los tantos milagros de Jesús, hubiera sido inscripto con otras características. Pero entiendo que si la transfiguración, que en griego se dice metamorfosis, está en la Biblia, es por algo más que para relatar una simple anécdota espiritual.

Este término, tal como lo leemos casi al pasar,  indica el cambio que tuvo lugar en la apariencia de Jesús en la visión en el monte santo. El Señor, rechazado ya de manera oficial por las autoridades del judaísmo, se dirigió con Sus discípulos hacia el extremo norte del país, a la zona de Cesarea de Filipos.

Allí, en contraste con la ceguera de Israel con respecto a Su persona, recibió la confesión de Pedro de que Él era el Cristo, el Hijo del Dios viviente, ¿Recuerdas? El Señor empezó entonces a anunciar a Sus discípulos la muerte que Él iba a sufrir en Jerusalén de manos de las autoridades judías.

 Fue en el contexto de esta crisis en el ministerio del Señor, cuando afrontaba la última etapa de la que sería Su humillación, que tuvo lugar esta manifestación visible de la gloria del Señor que se ha de manifestar públicamente en el futuro.

Y que conste que, cuando digo “en el futuro”, no estoy hablando de seres privilegiados en un día determinado y especial, sino de cualquiera de nosotros y en el lapso de cualquier día. Una mañana me presentaron en mi trabajo a una persona que estaba con problemas y pude ver que se quedaba un momento mirándome con una expresión rara.

Hablé con esa persona un buen rato, pude orar por ella y, finalmente, luego de algunos meses, aceptó a Cristo y pasó a ser un creyente sincero. Un día me contó que esa mañana que me conoció, creyó ver una luminosidad que me rodeaba y se dijo para sí mismo: “este hombre tiene algo especial”. De hecho, “lo especial” que esa persona vio, fue sencillamente a Jesús reflejado en mí como ahora mismo podría estar reflejándose en ti, si haces Su voluntad.

Siguiendo con el relato básico, el Señor, dirigiéndose a Sus discípulos antes de la transfiguración, les anunció que algunos de ellos verían al Hijo del Hombre viniendo en su reino. Esta promesa no tardó en ser cumplida.

Acompañado de Pedro, Jacobo y Juan, el Señor se dirigió al monte a orar. Y en tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente; Nuestro texto dice: resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.

Pedro va a afirmar luego, que vieron con sus propios ojos la majestad del Señor. Fue así un breve atisbo del Señor Jesús investido de gloria, tal como ahora lo está en las alturas espirituales, y como se manifestará en Su reino. Y no hablo de un reino futuro, sino del que ya está aquí y ahora.

La Ley y los profetas, - Fíjate en este detalle -,  estuvieron presentes en esta escena, representados por Moisés y Elías; cuando Pedro propuso hacer tres tabernáculos fue acallado por una voz del cielo.

El evento de la transfiguración marca un punto de inflexión de suma importancia en el ministerio del Señor. Ya el tema de conversación del Señor con Moisés y Elías fue su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.

Desde entonces, la Cruz, el cumplimiento de su obra expiatoria, fue el centro de sus pensamientos: Afirmó su rostro para ir a Jerusalén. ¿Entiendes lo que significa “afirmar” el rostro? Establecer un rictus de fuerza y decisión y caminar hacia delante sin tener en cuenta lo venidero.

 Éste fue un camino emprendido en gracia salvadora: El Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino a salvarlas, se dice, y con una dolorida forma de estar  consciente del rechazo que lo rodeaba.

Del monte de Su glorificación, el Señor descendía así al valle de Su humillación, dirigiéndose a la Cruz. Eso es, de alguna manera y sin entrar en demasiados simbolismos al que tantos temen, la transformación del cristiano, por la renovación de su entendimiento. 

Asimismo, también es una transformación en la misma imagen del Señor, por Su Espíritu, al contemplar por la fe la gloria de Cristo, que es expresada con el mismo término que el de la transfiguración del Señor.

(Verso 3)= Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.

(4) Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. (Siempre tuve una duda al leer este verso: ¿Cómo supo Pedro que eran Moisés y Elías los que se aparecieron allí si no los conocía personalmente? Indudablemente, aquí hay algo profético y sobrenatural como la misma transfiguración.)

(5) Mientras él, (Pedro), aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.

Dicen que Pedro dijo lo que dijo sin saber que estaba diciendo, pero lo cierto era que se encontraba tan bien que se olvidó de todo lo que tenía que ver con su vida secular, (Pedro era casado), y eligió quedarse allí si es que Jesús así lo decidía.

Es Dios quien dice que ese es Su Hijo amado, por lo cual será conveniente ver que cosa estima Dios como hijo suyo. Es, en primer lugar, un adorador de Dios y objeto de sus bendiciones. Éste era el sentido corriente entre los antiguos semitas. Y dice, -atención con esto-, que a Él debemos oír.

Los hijos de Dios en Génesis 6:1-2 evidencian tres interpretaciones: (I) Los grandes, los nobles. Las “hijas de los hombres” serían mujeres de rango inferior. (II) Para otros expositores se trataría de ángeles que abandonaron su posición, y tomaron mujeres de los humanos. (III) Los hombres piadosos, especialmente los descendientes de Set, adoradores de Dios.

Seducidos por la belleza de las mujeres que no pertenecían a su línea, se unieron a ellas, perdiendo su espiritualidad. La interpretación (I) ha sido descartada. Argumentos en apoyo de (II): El término empleado designa asimismo a los ángeles en otros pasajes del Antiguo Testamento.

Se alega, además, que el término que significa ángel se relaciona con la naturaleza de estos “hijos de Dios”, en tanto que el término mal'akim, el término corrientemente usado, designa a mensajeros, y denota su ministerio.

A este argumento se añaden los pasajes de Judas. 6 y de 2 Pedro 2:4. No está demostrado que el término en cuestión se refiera a la naturaleza de los ángeles; esta expresión puede también entenderse como descriptiva de los ángeles bajo su aspecto de adoradores de Dios.

Se debería demostrar también que el pecado de los ángeles en Judas 6 fue el de tomar para sí a las “hijas de los hombres”. A primera vista, parece más razonable la interpretación (III), por la que los “hijos de Dios” serían la línea piadosa de Set.

Los hombres piadosos reciben el nombre de “generación de tus hijos”. También se objeta a la interpretación que identifica a los “hijos de Dios” con ángeles, que son espíritus, y que “los ángeles de Dios ni se casan ni se dan en casamiento”.

Sin embargo, los proponentes de (II) argumentan que éstos no son ángeles obedientes a Dios, sino desobedientes, y que el abandono de su dignidad se refiere precisamente a haber cometido el acto de materialización y ayuntamiento con mujeres.

El hecho de ser espíritus no les impediría necesariamente la materialización, si se asume que estos seres tienen gran poder. En la interpretación (II), estos ángeles forman un caso aparte dentro de los ángeles rebeldes, y están ya encarcelados, en tanto que hay otros en libertad, siguiendo y sirviendo a Satanás, y cuyo aprisionamiento en el gran abismo es aún futuro.

Proyectando una intensa luz sobre las verdades bosquejadas en el Antiguo Testamento, el Señor revela que Dios viene a ser verdaderamente Padre de aquellos que aceptan el Evangelio, habiendo pasado por el nuevo nacimiento.

Son engendrados por Dios; han sido hechos participantes de la naturaleza divina por la operación del Espíritu Santo que mora en ellos. La santidad, el amor, la separación del mundo, se hallan entre sus características; aunque no llegan a la perfección final en esta escena terrenal, Dios los ha adoptado como hijos; el Espíritu les enseña a decir “Abba, Padre”, y éste es el Espíritu que los guía.

La humanidad se halla dividida entre los que son hijos de Dios y los hijos de ira, sin Cristo, perdidos, y a los que se dirige el mensaje de amor y salvación. Hay una clase especial de hombres, los que se oponen activamente al Evangelio por un peculiar aborrecimiento contra Cristo, y que reciben el durísimo nombre de “hijos del diablo”.

Y Cristo se ofreció a Sí mismo para ofrecer su salvación a todos los esclavos de Satanás, para que así puedan pasar, por la fe en Él, de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios. Todo el que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios.

Sin embargo y sin dejar de lado lo explicado porque hace al entendimiento, el texto que estamos viendo tiene relación con Jesús. A Él es a quien Dios se refiere cuando dice que ese es su Hijo amado. No porque a nosotros no nos ame, sino porque la calidad de Hijo es diferente.

El de Hijo es uno de los títulos del Mesías que expresa, en su sentido más profundo, la misteriosa relación que existe entre el Padre y el Hijo en su eterna relación en el seno de la Deidad. Este título, empleado frecuentemente en el Nuevo Testamento, designa claramente a nuestro Señor.

Cristo es llamado asimismo el Hijo unigénito de Dios. Hay dos razones que justifican esta expresión: (A) Cristo, siendo eterno, no tiene principio ni fin; (B) su nacimiento fue un milagro, habiendo sido engendrado por la operación del Espíritu Santo.

Siendo hijo de Dios, Cristo es el mismo Dios, dotado de las infinitas perfecciones procedentes de su esencia divina. Es igual a Dios el Padre; sin embargo, para cumplir la voluntad del Padre, asumió la condición de hombre.

Fue enviado por Dios, que obró por medio de Él. El término “Hijo” no se relaciona con la misión de Cristo, sino con su naturaleza, idéntica a la de Dios, implicando su igualdad con Él. Jesús reclama para Sí este título, y los apóstoles proclamaron que Jesús es el Hijo de Dios.

Es por haber mantenido este título ante el sanedrín que Jesús fue condenado a muerte como blasfemo. El derecho a este título había quedado confirmado por el descenso del Espíritu, con ocasión de su bautismo; el Padre dio desde el cielo un testimonio audible.

La divinidad de Jesús fue asimismo confirmada en el relato que estamos estudiando, el de la transfiguración. El carácter de las obras de Jesús es la prueba de que era verdaderamente el Hijo de Dios, lo cual ya no deja duda alguna.

Y si eso es tal como lo estamos viendo, la palabra clave que vemos aquí para proseguir estudiando que cosa es y que cosa no es la Palabra de Dios, está en el final del verso. ¿Qué es lo que Dios Padre nos dice respecto a su Hijo? Dice sólo dos palabras: a Él oíd.

¿Y que significa esto? Que Jesús el Cristo, es el oráculo de Dios. Eso, incluso, está escrito. ¿Y que cosa es un oráculo? Linealmente, una respuesta que Dios da a una determinada consulta, tanto por sí mismo como  través de alguien.

Pero cuidado: oráculo es también la contestación que las pitonisas (brujas, videntes, adivinas), y sacerdotes gentiles pronunciaban como dada por sus dioses respecto a las consultas que ante sus ídolos se hacían. Es decir que vamos a tener en cuenta un elemento sumamente importante: ser oráculo de Dios, ya que con ser oráculo a secas, no alcanza.

En suma: hemos visto que desde el Antiguo Testamento, toda palabra que sale de la boca de Jehová conlleva, necesariamente, un alto grado de consuelo, de aliento, de empuje para continuar. Ahora veremos como es, realmente, la voz de Dios.

Y será muy valioso saberlo, para tu vida, ya que no será la única voz que aparecerá en tu mente. También te hablará tu carne, siempre en demanda de lo que la satisface. Y también te hablará Satanás, normalmente, descalificando todo lo que es de Dios y adjudicándose mayores méritos.

El tema esencial en tu vida de creyente, entonces, no serán las cosas que eres capaz de hacer, el ministerio que eres capaz de armar o la iglesia que eres capaz de administrar y conducir. Lo esencial, sin dudas, será saber con exactitud a que clase de voz estás respondiendo.

Si esa voz es imponente, imperativa y demandante, sólo ten cuidado. Ponte en oración y espera, espera y espera tener certeza y paz. Dios no suele hablar de ese modo, aunque por ser Soberano lo haga en cada caso como le da la gana y según convenga.

Si, por el contrario, la voz es suave, delicada y casi inaudible en el fragor de los bullicios naturales del mundo, entonces préstale atención. Deja todo lo que estás haciendo de lado y procura sintonizar con precisión ese simbólico dial divino. Poder oír la voz de Dios sin errores, es garantía de victoria sobre la oscuridad.

3

 

 

¿Cómo es la Voz de Dios?

 

 

Una tarde, hace muchos años, venía viajando en un bus desde la capital de nuestro país, Buenos Aires, hacia la que hoy es mi ciudad de residencia, Rosario. Es un viaje de aproximadamente cuatrocientos kilómetros y lo realizaba entre alguna lectura y breves siestas.

 

Era una etapa de mi vida donde aún no se habían solucionado totalmente determinados aspectos que me tenían en permanente conflicto. Era creyente ya, pero muy insípido. No sé si frío o sin confianza, pero sí con mucha religiosidad y falta de fe y de confianza. Lo clásico: todavía mezclaba culto con catedral, Biblia con misa y tratado con estampita.

 

Lo cierto es que dejé de leer no sé que cosa que traía en el viaje y me dispuse a hacer un breve sueño. Lo único que recuerdo es que antes de intentar dormirme me puse a orar por el asunto más importante que entonces tenía y, de paso, por todas las demás cosas que consideraba importantes.

 

Allí fue donde siempre me complicó la duda: ¿Me dormí? ¿O no llegué a dormirme y lo que oí fue en un estado intermedio a nivel de visión auditiva? Lo que recuerdo vívidamente es que oí una voz masculina que me decía textualmente: “Nada mañana será como es hoy”.

 

Cuando esa voz terminó de expresar lo que te menciono, oí una especie de coro de voces que cantaban sin música conocida repitiendo una y otra vez: “Santo, santo, santo”. Reaccioné (O me desperté) muy impresionado y sólo le comenté esto, luego, a alguien muy cercano.

 

De más está decirte que tomé eso como mensaje de Dios (O del Espíritu Santo, o mediante ángeles, es lo mismo), y lo creí como probabilidad cierta. Obvio resulta comentarte que cambiar la situación que yo vivía por ese tiempo era una tarea humanamente poco probable y directamente casi imposible. ¿Por qué creí esto? No lo sé, pero el tiempo y ciertas enseñanzas, lo corroborarían. Cuando se trata de un mensaje del cielo, no te produce miedo. Impacto, sí, pero miedo, no.

 

Quiero decir con esto que, si yo suponía que podría moverse algo en mi estructura de vida, ese algo tenía que ser sencillamente monumental para que esa promesa oída fuese realidad. Podían modificarse algunas cosas, de acuerdo, pero ninguna de ellas podía tomarse como que nada sería como en ese día.

 

¿Nunca te ha ocurrido que, ante un tremendo problema que tienes, tú digas que sí, que sin dudas Dios puede cambiarlo todo, pero que en lo natural es tan complicado que te cuesta bastante poder creerlo con verdadera confianza? Así me sentía yo. Cristiano incrédulo, ¡Que vergüenza! Sin embargo, quedan tantos, todavía…

 

Hoy, a muchos años de aquello, (aproximadamente unos veintiocho al momento de escribir este libro), puedo asegurarte dos cosas: que lo que oí fue un mensaje del Señor, no sé si en forma directa o indirecta, pero de Su procedencia, sin dudas.

 

Y lo segundo, que efectivamente, hoy, nada, pero absolutamente nada, es como era en ese momento mi vida. ¿Milagro? No lo sé, tú llámalo como encaje con tu formación teológica, yo lo único que puedo decirte es que sucedió.

 

Debo reiterarte, para que no te confundas, que yo ya no estaba en el mundo ni andaba en delincuencias, adicciones o cuestiones de ese volumen. Ya era convertido y si bien tenía mis regias luchas, confusiones y errores, dentro de mí estaba latente la necesidad de ser un digno hijo de Dios.

 

Creo que fue eso lo que determinó que mi Señor me prestara atención. Es mucha la gente que, al pasar por ciertas y determinadas crisis de gran volumen, suponen que Dios va a tenderles su mano simplemente porque están desesperados y se lo han pedido.

 

Es natural que Dios lo haga, sin dudas, pero lo que a Él lo moverá no será ni tus llantos, ni que te tires de los cabellos, ni que te arrojes al suelo de desesperación. Lo que a Dios moverá a extenderte su mano salvadora, será la certeza de que tu corazón está recto delante de Él. Dios no se mueve por lástima; Dios se mueve por fe.

 

No importa cuantos errores puedas todavía estar cometiendo. No importa cuantas veces te sigas equivocando y hasta fallando en lo considerado más elemental. Lo que importa es cual es el grado de rectitud e integridad que hay en tu corazón.

 

Dios ve eso y en función de eso se mueve o no. Nadie llega a su destino antes de salir. Por lo tanto, conviene recordar que estamos caminando en dirección a la estatura del varón perfecto, no que partimos desde esa perfección.

 

Si tú tomas a un grupo de alumnos de un seminario, futuros líderes, y les preguntas si ordenarían como pastor a alguien que en una iglesia no sólo ha cometido adulterio con la mujer de un diácono, sino que además ha movido sus influencias para enviarlo a trabajar lejos de allí para quedarse con ella tranquilamente, seguramente recibirás un “¡¡Nooooo!!” a coro como respuesta.

 

Por supuesto, es la misma respuesta que podríamos dar tú y yo si nos consultaran por lo mismo. Sin embargo, tú, yo y todos los que se sumaron en consenso a esa respuesta, estaríamos equivocados, ya que de otro modo, el equivocado sería Dios mismo cuando levantó a David.

 

Porque Dios no levantó a David para el destino tremendo que luego tendría porque era una buena persona. Tú ya lo sabes, David adulteró con Betsabé y fue indirectamente responsable de la muerte de su legítimo marido.

 

Pero así y todo, David tenía un corazón recto delante de Dios. ¿Cómo entender tamaña desproporción? No podemos entenderla, sólo debemos creerle a Dios y confiar en sus juicios. Pero en nuestra intimidad, sí sabemos de qué se está hablando. Se está hablando de toda la palabrería que gastamos procurando convencer a Dios que somos fieles, cuando la realidad nos muestra otra cosa.

 

Esta mínima experiencia mía, sumada a otras que quizás te cuente más adelante, y a las que seguramente tú, tú y tú podrían añadir, me da en lo personal un panorama que, sin embargo, no sirve a la hora de compartirlo porque el tema resulta demasiado cambiante para estatizarlo o cristalizarlo en algo definido.

 

Y ese algo definido es lo que en muchas ocasiones me han preguntado, me siguen consultando vía mail y, seguramente, seguirán inquiriéndome, tal como es obvio, lo hacen las personas con todos los ministros que les resultan confiables: ¿Cómo es la voz de Dios?

 

Debería responderte que no lo sé, que no puedo arrogarme la autoridad sapiencial de asegurarte conocer al dedillo la voz de Dios, más allá de lo que ya te dije. Sin embargo, yo sólo sé que eso que oí venía de Dios y que, de allí en más, cuando Él me ha hablado, en la mayoría de las ocasiones, yo he podido oírle y, gracias a su misericordia, obedecerle.

 

Desde las propias palabras que Jesús pronunciara durante su ministerio, extraemos una serie sintética que en cierto modo responde en lo global y conceptual esta pregunta. Y digo en lo global y conceptual porque, en lo auditivo, siempre cambia y nunca es similar de un caso a otro ni siquiera tratándose de una misma persona. Dios es soberano.

 

NUNCA SE TERMINA

 

(Marcos 13: 24)= Pero en aquellos días, (Está hablando del tiempo de la venida del Hijo del Hombre), después de aquella tribulación, (Se refiere a las señales antes del fin), el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, (Habla de un tiempo de oscuridad… ¿Espiritual?) (25) y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas.

 

(26) Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria.

 

(27) Y entonces enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. (Los ángeles tendrán una tarea importante en este evento. Ahora bien: ¿Qué ángeles? Porque la palabra usada se traduce como mensajero, y si nos tomamos de algo escrito en Job, también les cabe este rótulo a hombres. Y la otra pregunta a examinar: ¿Cuáles son sus escogidos? ¿Daremos una respuesta súper simplista, tal como: todos los que asisten a la iglesia los domingos?)

 

(28) De la higuera aprended la parábola: cuando ya  su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.

 

(29) Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas.

 

Lo de la higuera, además de ser un ejemplo comparativo, no es casual. En la Biblia nos encontramos con dos plantas con sus respectivos frutos a las que Dios compara con Su pueblo: la vid con sus uvas, y la higuera con sus higos.

 

Todos sabemos que la vid representa al pueblo en su conjunto y la uva a cada uno de sus componentes. La multiplicación será en función de la semilla que cada uva pueda sembrar y cosechar luego que germine. Todos sabemos que una uva puede tener dos o tres semillas como promedio.

 

Pero la higuera, que ha sido símbolo del remanente santo, contiene en sus frutos una particularidad muy notable. A diferencia de la uva, el higo es todo semilla. Esto, es revelación pura de la labor que tendrá el remanente que hoy Dios está reuniendo, para lo que deba hacerse en el tiempo final.

 

(30) De cierto os digo, que no pasará esta generación (¿Qué generación? ¿La que estaba viva en ese momento? ¿La actual en el momento de leer esto?) hasta que todo esto acontezca.

 

(31) El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

 

Jesús declara el carácter imperecedero de sus palabras. Son palabras inmortales y de connotaciones eternas. Todo esto, sumado los conceptos que van inmersos en esas palabras, las convierten en La Palabra. Lo que antes fue dicho con relación a la Ley, ahora Jesús lo revitaliza con respecto a su Palabra.

 

Por lo tanto, cuando recibas a través de la Biblia o por el medio que Dios elija, algo que tiene relación directa con SU Palabra, sabrás de inmediato que todo eso es para siempre. Que podrán cambiar las formas y los métodos, pero que el fundamento siempre es y será el mismo.

 

LLENAS DE GRACIA

 

Cuando se habla de la Gracia, así con mayúsculas, se habla de eso que Dios hace por el hombre sin que el hombre se lo merezca. En el Antiguo Testamento ya se halla la pura bondad de Dios que ama al pecador, y que anhela, no su muerte, sino su conversión y su vida.

Sobre la base de la ley, el hombre sólo podía ser justificado por las obras, y ello era imposible. Ésta es la razón de que ya de entrada el Señor deje entrever que ha elegido a Israel sin mérito alguno de parte de ellos.

Dice Él: Tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente, por cuanto es misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad.

Por los sacrificios cruentos que prefiguraban la Cruz, se asoció provisionalmente a los que creían la remisión y purificación de los pecados. También el salmista podía ya celebrar la gracia que le daba la salvación.

Si Dios guardara el recuerdo de las iniquidades, nadie podría mantenerse en pie; pero en Él se encuentra perdón, misericordia y redención en abundancia. Y el creyente clama: Sea tu misericordia, oh Jehová, sobre nosotros, según esperamos en ti.

La gracia vino por Jesucristo, en tanto que la Ley fue dada por Moisés. El Antiguo Testamento no podía más que prometer o anticipar aquello que la manifestación viviente y visible de la gracia de Dios en Jesucristo iba a hacer real y definitivo.

Es en la Cruz que resplandece la gracia salvadora. La venida del Señor a la tierra no era suficiente. La gracia no es un mero efecto de la misericordia de un Dios dispuesto por su bondad a otorgar un perdón pleno.

Su santidad y justicia absolutas tenían que ser satisfechas al mismo tiempo que su amor: para esto fue preciso el sacrificio expiatorio del Calvario. La gracia sólo puede ser recibida por la fe. Esta es la gran doctrina de la salvación por la sola fe, sin obras ni méritos personales para alcanzarla, y que los Reformadores tan claramente sacaron a la luz.

Es también indispensable aceptarlo humildemente por la fe, por cuanto Dios resiste a los soberbios, y da gracias a los humildes. Los efectos de la gracia en nosotros son maravillosos y completos, hasta el punto que se puede decir de la gracia que es el mismo Señor actuando para nuestra salvación.

Dios rodea al justo de su favor como con un escudo. Los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia reinarán en vida por Jesucristo. Esta gracia o favor dura toda la vida. Tales beneficios son tan numerosos que el creyente no podría desear nada más.

Ésta es la razón del deseo apostólico que la gracia... sea con vosotros, que se halla 31 veces en las Epístolas y en Apocalipsis. El resumen del mensaje del evangelio es el testimonio que el Señor y los suyos rinden a la palabra de su gracia.

El que ve almas salvadas puede decir que ha visto la gracia de Dios. A los nuevos convertidos se les persuadía a que perseverasen en la gracia de Dios. Si ello es así, rehusar un don como éste es rechazar al mismo Dios.

Así, se puede: dejar de alcanzar la gracia de Dios, o recibirla en vano, transformarla en disolución, caer de ella. En cambio se puede también: crecer en la gracia, ser lleno de ella, hasta tal punto que Dios pueda siempre decirnos: Bástate mi gracia.

Esto en lo concerniente a lo que más conocemos sobre la Gracia. Ahora bien: el texto que vamos a examinar contiene esta palabra, pero en el final veremos si está relacionada con lo que hemos visto o con algún otro punto de vista al respecto.

(Lucas 4: 16)= Vino a Nazaret, (Jesús), donde se había criado; y en el día de reposo, (Entonces el sábado), entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, (Observa: ir a la sinagoga no era un mandamiento ni una obligatoriedad, era una costumbre), y se levantó a leer. (No lo hizo porque se le ocurrió; aunque aquí no lo diga, tienen que haberlo invitado. Así era como funcionaba eso. Además, eso te demuestra que Jesús no era ningún pobre indigente: sabía leer y no eran demasiados los que lo podían hacer. He creído necesario aclarar eso porque anda todavía por el mundo una especie de teología de la pobreza, donde se te asegura que si no tienes un centavo estás más cerca de Dios que los que sí lo tienen. Y todo partiendo la base de “un pobre” Jesús).

(17) Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, (Que en realidad era un inmenso rollo), halló el lugar donde estaba escrito: (18) El Espíritu del Señor está sobre mí,(Isaías 61: 1-2) por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres: (No te confundas: es a los pobres de espíritu, incrédulos, decepcionados y frustrados, no a los pobres en dinero), me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón (A nosotros también) a pregonar libertad a los cautivos, (Eso es exactamente lo que estoy haciendo en este tiempo), y vista a los ciegos; (A eso ya no lo hago yo, lo hace Él a través de Su Palabra) a poner en libertad a los oprimidos; (19) a predicar el año agradable del Señor.

(20) Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. (¿Alguna vez te has preguntado por que razón los ojos de todos estaban fijos en Jesús? Por simple discernimiento. Aún no había sucedido nada especial. Pero iba a suceder allí mismo y en ese mismo momento…)

(21) Y comenzó a decirles: hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.

¡Wao! Imagínate la escena. Mejor tráela a este tiempo y vas a poder entenderla mejor. El pastor te invita a ti a leer un texto bíblico, tal como se usa en nuestras congregaciones, minutos antes de comenzar su predicación que versará sobre un determinado punto doctrinal.

Tú te levantas, pasas al frente, te plantas en el púlpito, lees tu texto y luego, como si estuvieras de paseo en una plaza donde hay niños jugando, te lanzas con una palabra profética que es exacta y precisamente inversa al punto de vista doctrinal de tu denominación, del cual el pastor pensaba predicar.

El verso que sigue, y que es el que marca el punto de una de las características de la Palabra de Dios genuina, muestra lo que sucedió en aquella sinagoga un minuto antes que, como se suele decir vulgarmente: “ardiera Troya”.

Porque tú ya sabes que esa participación activa de Jesús en la sinagoga fue como las últimas que me han tocado a mí en algunas congregaciones evangélicas: Debut y Despedida. Sólo que  con él fueron menos hipócritas que conmigo. Casi lo apedrearon. A mí me despidieron con abrazos y sonrisas. No le hace: ninguno de los dos volvimos jamás a ese lugar.

(22) Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de graciaque salían de su boca, y decían: ¿No es este el hijo de José?

En mi país se utilizó durante mucho tiempo un refrán en alusión a las personas que lograban un determinado éxito en alguna actividad sin tener referencias previas al respecto. Decían: ¿Cómo va a ser un genio si vive tan cerca de mi casa?

Creo que los asistentes a la sinagoga, ese día, pensaron, hicieron y dijeron algo parecido. Ellos estaban pensando como podría ser que lo que ese muchacho joven les estaba diciendo los conmoviera tanto, si los sacerdotes profesionales y experimentados que conocían, jamás lo habían logrado. Esa es la gracia de la Palabra. Tú la sueltas, Dios la potencia.

Existe una tendencia, dentro de la iglesia, que es similar a la que en el mundo secular se da con los próceres o gestores de la independencia o algo similar de cada país. Se supone que un predicador de prestigio y fama, es casi sobrenatural. No come, no duerme, no bebe, no está con su esposa, no va al sanitario, etc. Hermano: salvo Jesús, que fue sin pecado, los demás, somos todos hombres o mujeres con más o menos unción, pero humanos. ¿Está claro?

No me evado del concepto anterior de la Gracia que compartimos, pero creo fielmente que, en este caso, la gracia a la cual se alude aquí es la cualidad o el conjunto de cualidades que hacen agradable a una persona o cosa que la tiene.

Es una especie de atractivo independiente de las cualidades individuales o incluso las facciones de alguien. Algo que habita en ese ser que lo hace atractivo por encima de todo lo que se considere como atractivo. Dios produce eso en todo aquel que hable Su Palabra, y no la propia. ¿Lo estás entendiendo?

Aquí tienes la respuesta respecto a por qué algunos hombres atraen las miradas sobre sí mismos y otros logran que mires a Cristo. Los que andan por la vida predicando bonito y con gran carisma personal, se convierten en estrellas del firmamento evangélico, al extremo de firmar autógrafos en las biblias que les acerca el cholulismo cristiano.

No puedo traducirte al idioma español correcto el argentinismo que se pronuncia cholulo, pero es una mezcla de tonto que se cree todo, que se deslumbra por todo y que supone que todo lo que brilla es oro. El sinónimo que conoces que más se le acerca, es el de tilingo. Búscalo en un diccionario.

Aquel que camina con la auténtica y genuina Palabra de Dios en sus labios, jamás va a firmar nada, nunca será homenajeado, no recibirá honras ni honores por una sencilla razón: él sabe, antes que nadie, que todo lo que dice no le pertenece, por lo cual la gloria que produzca, tampoco es suya.

Es mi oración real que hayas podido entender este punto tan importante, porque será el que te permita discernir luego a los que pasen por tu vida siendo o pretendiendo ser grandes siervos de Dios. Un momento: ¿Puede un siervo ser grande? No. Grande es su señor. Si es realmente siervo, es pequeño, muy pequeño…

ABUNDANTES DE AUTORIDAD

Durante una gran parte de mi vida viví confundido respecto a que cosa era la autoridad. Por haberme criado en un ambiente de una Argentina donde sobreabundaban los golpes de Estado por parte de las Fuerzas Armadas, fui enseñado a que autoridad era fuerza, ímpetu, despotismo. Aquel que tenía el poder y la fuerza, ese era el que tenía la autoridad.

Tuvo que pasar un gran lapso de mi vida para que pudiera conocer otras formas de comportamientos humanos y darme cuenta que lo que yo había creído que era autoridad, en realidad era apenas una mueca de autoritarismo, que suena parecido pero no es lo mismo.

Sabiendo ya que andar a los gritos y amenazando a medio mundo no era autoridad, sino simple esencia de temores, inseguridades y cosas por el estilo, llegué a la iglesia. Allí me enteré que, linealmente, autoridad era algo concreto y específico.

Era la potestad de dirigir u ordenar, inherente o delegada. Toda la autoridad pertenece a Dios, dice la Biblia, pero siempre y cuando esas autoridades hagan la voluntad del Padre. De otro modo son permitidas por Dios para prueba y crecimiento, pero no le honran.

Todas las autoridades establecidas lo han sido por Dios o han sido permitidas por Él por alguna muy buena razón. Pero las eligió la gente. De otro modo, nadie podría entender jamás como pensar que a un Hitler lo puso Dios en el poder.

Son múltiples las esferas en las que se ejerce la autoridad, y todos los depositarios de ella tienen ante Dios una profunda responsabilidad por el modo de ejercerla. En el Antiguo Testamento hallamos primero la autoridad de Dios dada a Adán para el dominio del mundo; después esta autoridad pasa a Noé en gobierno, y pasa a los patriarcas.

Los cabezas de familia, las cabezas de tribus, ejercen la autoridad. Surgen también los líderes especialmente llamados por Dios para momentos de crisis, como Moisés, Josué, los jueces. La autoridad se institucionaliza en Israel con el sacerdocio, aunque había instancias inferiores, como la del consejo de ancianos de las ciudades.

Más tarde, en el régimen monárquico, la autoridad divina es delegada en el rey, que es una tipología del Mesías, el Rey que Dios ha de imponer sobre esta tierra. El Señor Jesús afirma claramente que le es dada toda autoridad.

Esta autoridad se había evidenciado en su enseñanza, y en su dominio de la creación; y moralmente, para perdonar los pecados, como Dios verdadero. El Señor delegó Su autoridad en sus apóstoles e iglesia.

Ordena también a los suyos que se sujeten a las autoridades y magistrados por causa de la conciencia, no por temor, con la limitación expresa de que en caso de conflicto abierto entre la autoridad sujeta a Dios y la autoridad directa de Dios, el creyente se halla sujeto a obedecer a Dios antes que a los hombres.

Esto último ha sido enseñado muy entrelíneas y siempre ha existido la tendencia a darle mayor validez a lo primero. Por eso es que decimos que, aún dentro de las congregaciones, cuando la autoridad legal está caminando en contra del propósito o la voluntad de Dios, nadie está obligado a sujetarse a eso. ¡Eso es rebelión, hermano! Sí, pero no para con Dios, sino para con ministros disfrazados de ángeles de luz. ¿Se entiende?

Esto no puede nunca justificar la rebelión armada o física contra la autoridad, ni mucho menos la violencia. Llegará el día del reino directo del Señor Jesús. En el seno de la iglesia tiene su ejercicio y conducción en el temor del Señor; no debe ser ejercida al modo de los gentiles, sino a ejemplo del Señor, sirviendo a los demás. Después de la partida de los apóstoles, el creyente tiene como autoridad última la de Dios expresada en Su palabra.

(Lucas 4: 31)= Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de reposo.

(32) Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.

A diferencia de otros maestros, quienes monótonamente citaban lo que habían dicho otros rabinos anteriores, Jesús hablaba con autoridad, en clara evidencia de que tenía conciencia clara de su misión, respaldada por la aprobación y el apoyo divino.

Y dice que ellos se admiraban de su doctrina. ¿Qué cosa es una doctrina? Según un buen diccionario, una doctrina es una enseñanza que se da para instrucción de alguien, ciencia o sabiduría, conjunto de ideas u opiniones religiosas, filosóficas, políticas, etc., sustentada por una persona o grupo.

No sé si a ti te ha ocurrido, pero a mí te aseguro que en más de una ocasión. Sentarte y comenzar a oír a alguien que, supuestamente, va a traerte Palabra de Dios a tu vida. A los cinco minutos te caes de sueño, aburrido y en carencia total de interés.

¿Qué debes pensar? ¿Acaso que estás endemoniado y poseído por un feo espíritu que produce esa apatía en tu ser? Podría ser, pero en un diez por ciento de los casos. En el noventa restante, lo que sucede, es que quien está hablando no tiene autoridad en el Señor y por eso no capta, no calza, no engancha, no interesa, no…nada.

Yo he descubierto en más de una oportunidad que, cuando se está oyendo Palabra de Dios genuina y real, no hay tiempos, ni relojes, ni sensaciones; sólo hay una necesidad de oír, oír y oír, que es comparada a la necesidad de alimentarte para no desfallecer.

Un último detalle. Jesús jamás fue a predicar a una iglesia, tal como hacemos nosotros en este tiempo. Jesús predicaba afuera, en las calles, en los campos, al mundo. Adentro, en las sinagogas, las veces que fue, enseñaba. De allí extraemos el concepto. Al mundo se le predica, a la iglesia se le enseña. Y no es descabellado ni ocurrente, créeme.

Además, y esto para que lo tengas muy presente, ministrar con la autoridad de Dios no es para envanecerse ni alimentar falsos orgullos. Ministrar con la autoridad de Dios conlleva una enorme responsabilidad. Imagínate que no se puede hacer ni decir lo que queda bien o parece bonito, sino lo que Él ordena que se haga o se diga.

EN ESPÍRITU Y VERDAD

Dicen los diccionarios bíblicos que el hombre está compuesto por cuerpo y alma, aunque en ciertos pasajes se añade “espíritu”. Tanto el alma como el espíritu se ponen en contraste con el cuerpo, significando el componente incorpóreo del hombre; sin embargo, hay una distinción entre alma y espíritu.

Con frecuencia, se emplea el término alma para expresar la parte inmortal del ser humano, y en ocasiones se usa para denotar la persona. Como ya se ha indicado antes, el término hebreo generalmente traducido como “alma” es nephesh; en muchos casos se traduce como “vida”.

En el Nuevo Testamento, el término psuchë, también mencionado antes, se usa tanto de la vida como del alma. El alma, cuando es distinguida del espíritu, lo es como el asiento de los apetitos y deseos.

El rico dijo: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, bebe, regocíjate. Aquella noche le fue pedida su alma. La salvación del alma no puede ser distinguida de la salvación de la persona.

El espíritu es, característicamente, la parte más elevada del hombre, marca la individualidad consciente, y así distingue al hombre de la creación. Dios sopló en la nariz del hombre el aliento de la vida, y por ello el hombre fue puesto en relación con Dios, y no puede realmente ser feliz separado de Él, ni en su existencia presente ni en la eternidad.

Allí es donde tú, quizás formado en escuelas religiosas demasiado conservadoras, te preguntas: ¿Cómo es que hay tanta gente inteligente que supone que sí puede ser feliz sin Dios? Porque esa es la mentira que Satanás ha metido en el mundo y, convengamos, no le ha salido mal la estrategia.

Los términos usados son, respectivamente, el hebreo ruach y el griego pneuma, y son los mismos que se usan constantemente para denotar el Espíritu de Dios o Espíritu Santo, y los ángeles como espíritus, así como los espíritus malos.

La palabra de Dios es cortante y penetra hasta partir el alma y el espíritu del hombre, aunque pueda no ser fácil para el hombre ver esta división. El apóstol oraba por los tesalonicenses para que el espíritu (que probablemente es contemplado como el asiento de la obra de Dios), así como el alma y cuerpo, fueran santificados.

En la Epístola a los Hebreos leemos de los “espíritus” de los justos hechos perfectos: su puesto es con Dios por medio de la redención. Aquí, es evidente que “espíritus” significa las personas fuera de sus cuerpos.

Al haber sido dado el Espíritu Santo al cristiano, como la energía en él de la vida en Cristo, es exhortado a orar con el espíritu, a cantar con el espíritu, a andar en el espíritu, de forma que en algunos casos es difícil distinguir en estos pasajes entre el Espíritu de Dios y el espíritu del cristiano. Por eso es que el texto siguiente dice lo que dice.

(Juan 6: 60)= Al oírlas, (a las palabras que pronunció Jesús enseñando en una sinagoga de Capernaum), muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿Quién la puede oír?(Esto me recuerda a las quejas y críticas que a veces reciben los predicadores por llevar a un determinado lugar, palabras muy duras. ¿Qué pretenden?).

(61) Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende?

(62) ¿Pues que, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?

(63) El Espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
A mí me encantaría, te confieso, que a este verso lo leyeran más a menudo todos aquellos que, poniendo rostros de eruditos bíblicos, descalifican las “fantasiosas” ideas de aquellos que hablan, creen y enseñan sobre la revelación del Espíritu Santo y confían en sus elucubraciones literalistas.

Lo que Jesús ha hablado durante su ministerio terrenal, es lo último que Dios ha hablado en forma directa. Porque si con cualquier hombre que haga de mensajero, hay que hacer un examen lógico entre lo que viene de Dios y lo que llega de su carnalidad, en Jesús no. Pero con todo el resto, sí. Y cuando digo todo el resto, quiero decir exactamente eso: todo.

Y Jesús está diciendo que sus palabras, (Que es LA Palabra), son espíritu, (No dice que son llenas del Espíritu o inspiradas en el Espíritu, dice que SON espíritu) y son vida. Y esto coincide con lo anterior, cuando hablamos de que la Palabra de Dios es imperecedera, eterna e inmortal.

Porque si aquí hubiera dicho que sus palabras TIENEN vida, yo te estaría diciendo que todo lo que “tiene” vida, a corto, mediano o largo plazo deja de tenerlo, se muere. Pero no, no dice eso; dice que sus palabras SON vida, lo cual indica que está hablando de Vida Eterna.

Y esto se confirma en un texto que está muy cercano al que hemos leído, en el mismo evangelio de Juan, en el mismo capítulo 6, pero en el verso 68: Allí es donde Pedro, ante la sugerencia de Jesús a que lo abandonen si no están de acuerdo con lo que Él les dice y enseña, le responde:

(Juan 6: 68)= Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿A quien iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.

NO SE PUEDE COMPARAR

El subtítulo te lo está diciendo: ¿Podemos comparar a nuestro Dios con alguien o con algo? Yo digo que no ya mismo, pero seguramente otros hermanos, que gustan de examinar más las cosas se habrán quedado pensando a ver que conclusiones más profundas pueden sacar.

El relato también se encuentra en el evangelio de Juan. Se sitúa en un momento muy singular, donde luego de tener unos de sus clásicos enfrentamientos plenos en confrontación con los líderes religiosos de su tiempo, Jesús pronuncia la promesa del Espíritu Santo, cuestión que determina que ellos se pregunten quien podrá ser ese hombre tan…distinto.

(Juan 7: 40)= Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: verdaderamente este es el profeta. (¿Qué profeta? No sé, pero ellos estaban esperando a un profeta, a ese que se anuncia en Deuteronomio 18. Les llegó el Mesías y ni cuenta se dieron por buscar a ese misterioso profeta.)

(41) Otros decían: este es el Cristo. (¡¡Aleluya!! ¡Ya había gente con discernimiento!) Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo?

(42) ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo? (No pueden argumentar la crucifixión por ignorancia o desconocimiento. Ellos sabían perfectamente de que se trataba. El diablo aprovechó, una vez más, las ambiciones de los hombres).

(43) Hubo entonces disensión entre la gente a causa de él. (¿Y que? ¿No aseguran que el disenso es bueno y enriquece los debates? Pamplinas humanistas. El disenso jamás enriquecerá nada por una simple razón: para Dios, es una obra de la carne y en Gálatas, para Pablo, está muy claro).

Ahora bien: ¿Eso significa que cuando una jerarquía eclesiástica dice algo, yo no debo ni puedo discutirlo? No. Porque de lo que se habla, es de lo que Dios dice, no de lo que el hombre pretende traducir. Puedes debatir lo que se te ocurra respecto a cuestiones organizativas de tu congregación o denominación, pero ni se te ocurra hacerlo con La Palabra de Dios.

(44) Y algunos de ellos querían prenderle, pero ninguno le echó mano. (Atención con esto: no lo detuvieron y metieron preso porque no pudieron, no porque no quisieran.)

(45) Los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y estos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído? (¡Muy valientes los sacerdotes! Jesús les molestaba solamente a ellos y a sus ambiciones. Pero pretendían que los alguaciles les hicieran el trabajo sucio de detenerlo. Me hace acordar tanto a… No. Mejor no te lo digo).

(46) Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!

¿Los alguaciles fueron, finalmente, los que determinaron que las o LA palabra que traía Jesús no podía compararse a la de ningún hombre de carne y hueso? ¿Ellos, fueron, a despecho de tantos supuestos “creyentes” que le habían visto y oído?

La versión Reina y Valera traduce por “alguacil” la voz Lictor, que se aplicaba a los maceros romanos (Un macero era el hombre que llevaba la maza delante de los cuerpos o personas autorizadas que usaban esta señal de dignidad.

En castellano antiguo, “alguacil” significaba un ministro inferior de justicia, que llevaba por insignia una vara delgada, de junco por lo regular, y ejecutaba las órdenes de los juzgados y de los tribunales, como autos de arresto y prisión, mandamientos judiciales, embargos y otros actos.

Hoy, en ciertas regiones de Europa, se aplica sólo a empleados de Ayuntamiento (Municipios, Comunas), ya que muchas de sus atribuciones han pasado al cuerpo de policía. Por tanto, un alguacil era una especie de representante de la ley. ¿Y ellos discernieron a Jesús antes que los demás? Es más que notorio que sí. Los títulos y honores no acortan las orejas…

TIEMPO DE JUICIO

Para entender lo que es un juicio, habría que realizar un breve análisis de la palabra en sí misma y sus distintas aplicaciones. En principio, por ejemplo, tenemos al Juicio penal. Puede ser administrado en la tierra en el gobierno que Dios ejerce sobre los hombres o sobre su pueblo, de acuerdo con los principios de la economía que esté entonces en vigor; o en el más allá para la eternidad, en conformidad con los decretos de Dios.

Los cuatro gravosos juicios de Dios sobre los vivientes cayeron sobre Jerusalén y han caído en general sobre la humanidad. Caerán todavía sobre la tierra en el futuro, como se muestra en Apocalipsis: Guerra, muerte por espada, sea de parte de un enemigo exterior, o en guerra civil.

Hambre, que puede provenir de escasez en la tierra o de un asedio. Plagas de animales, que pueden incluir las devastaciones de langostas, debido a que asolan la tierra, destruyendo sus frutos. Pestilencia, que a menudo ha provocado la muerte en grandes proporciones de las poblaciones.

Aparte de éstos, se dan conflagraciones en diversas partes de la tierra: terremotos, erupciones, ciclones, avalanchas, inundaciones, heladas, naufragios, maremotos, etc., que se suceden con frecuencia.

Todo ello tiene lugar en los juicios providenciales de Dios, y mediante ellos Él se hace oír de continuo, manifestando su poder. Pero, además de este gobierno providencial, hay a menudo juicios directos, y por ello el profeta dijo: luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia.

Sin embargo, tales juicios son muy frecuentemente considerados como fenómenos naturales, meros accidentes o calamidades, sin reconocimiento alguno de Dios, y son pronto olvidados. Debieran servir para advertir a los hombres; así como a menudo caen lluvias ligeras antes de una tormenta, estos frecuentes juicios son sólo los heraldos de la gran tormenta de la ira de Dios que ciertamente caerá sobre este mundo culpable cuando se derramen las copas de su indignación.

Todo juicio, esto es, el acto de juzgar (En griego la palabra es krisis), sea de muertos o de vivos, ha sido dado al Señor Jesús. Él es presentado como viniendo de Edom, con vestidos teñidos en Bosra, cuando Él pisoteará en su ira a las gentes, y la sangre de ellos manchará todas sus ropas.

Sus juicios caerán sobre las naciones vivientes; asimismo, antes de que Israel (Hoy la iglesia), sea restaurado a la bendición, el juicio de Dios caerá también sobre ellos. Dios también ejecutará juicios sobre la Cristiandad profesante. El castigo eterno de los malvados recibe el nombre de “juicio eterno”. Los ángeles caídos están reservados para juicio, y el fuego eterno está preparado para el diablo y sus ángeles.

Después nos encontramos con el juicio en sesión formal. La común expresión “Juicio final” no se halla en las Escrituras. Mediante esta expresión se entiende, generalmente, que toda la humanidad en “el día del Juicio”, comparecerá ante Dios, el Señor Jesús, para ser juzgada por sus obras y para oír cada uno la decisión acerca de su destino eterno. Pero esto no es delineado así en las Escrituras.

En todos los pasajes (excepto 1 Juan 4:17 donde se dice que el cristiano tiene confianza en el día del juicio), el término es “día de juicio”; y no “el día del juicio” como refiriéndose a un día específico. Además del juicio sesional de los imperios en Daniel 7:9-14, hay otros dos de estos juicios en las Escrituras, revelados con mayor o menor detalle, y que no deben ser confundidos, no teniendo lugar al mismo tiempo ni con respecto a la misma categoría de personas.

El Señor Jesús ha sido designado el juez tanto de los vivos como de los muertos. En Mateo 25 se da el juicio de vivos, en tanto que en Apocalipsis 20 son los muertos los juzgados. El contraste se puede expresar así: en Mateo 25 se trata de las naciones vivientes, sin mención de los muertos; la escena donde se desarrolla es en esta tierra, a la que viene el Hijo del hombre.

En Apocalipsis 20 se trata de los muertos, sin mención de los vivos; la tierra ha desaparecido de delante de Aquel que se sienta sobre el Gran Trono Blanco. En Mateo 25, unos son salvados y otros perdidos.

En Apocalipsis 20 no se menciona ningún salvo: todos son perdidos. En Mateo 25 el juicio se refiere al trato dado a los hermanos del Señor, sin mención de pecados generales. En Apocalipsis 20 el juicio tiene como base los pecados generales, sin mención alguna de su tratamiento de los santos.

Es evidente que se trata de juicios distintos y separados en el tiempo y en el espacio. El juicio de los “vivos” será en el comienzo del reinado del Señor. Después de que la Iglesia sea recogida a la gloria, Cristo tendrá sin embargo siervos suyos haciendo su voluntad sobre la tierra, como sus dos testigos en Apocalipsis 11:3.

Cuando vuelva a reinar, las naciones serán juzgadas en base al trato dado a aquellos a los que llama sus “hermanos”. El juicio de los “muertos” malvados, según esta tesis, tendrá lugar después del milenio, y abarcará a todos los que han muerto en sus pecados; todos los secretos de los hombres serán entonces juzgados.

Surge, así, la cuestión en cuanto a los creyentes que puedan estar aún vivos en la venida del Señor y de la multitud de aquellos que ya han muerto. No pueden ser incluidos ni en el juicio de Mateo 25 ni en el de Apocalipsis 20.

En cuanto a su suerte personal, por lo que toca a su salvación, tenemos la clara afirmación de Juan 5:24, acerca de que los tales no vendrán a juicio en absoluto. El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación (griego. krisis: juicio), mas ha pasado de muerte a vida.

Muy bien: nos queda solamente referirnos sintéticamente al tribunal de Cristo. Todo quedará manifestado ante el tribunal de Cristo, a fin de que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o malo.

Esto no entra en colisión con la anterior afirmación de que el creyente “no vendrá a juicio”. El Señor Jesús se sentará en el tribunal. Es Él el que murió por los pecados de los creyentes y resucitó nuevamente para su justificación; y Él es la justicia del creyente: Él no va a juzgar su propia obra.

Los creyentes, habiendo sido justificados por el mismo Dios, no pueden ser juzgados. En Juan 5:24 se afirma taxativamente que Él no viene en absoluto a juicio. Pero será manifestado: las cosas llevadas a cabo en el cuerpo serán revisadas, todo será examinado por Él en su verdadera luz, tanto lo bueno como lo malo, y esto destacará la gracia de Aquel que ha dado la salvación.

Se requerirá entonces del creyente que dé cuenta de cómo ha servido al Señor. ¿Ha usado el talento que le ha sido confiado? Habrá aquellos que habrán trabajado con materiales impropios, y tal obra será quemada, con lo que el obrero perderá su recompensa, aunque el obrero mismo será salvo, pero como a través de fuego.

Para otros, su obra permanecerá, y los tales conseguirán recompensa por su labor. Cada uno recibirá recompensa conforme a la obra realizada. El apóstol Juan exhortó a los creyentes a permanecer en Cristo a fin de que él mismo, como obrero, no tuviera que avergonzarse ante el Señor en su venida.

Esto es, en síntesis, lo que los libros clásicos del cristianismo clásico, han ingresado a las mentes de los cristianos como enseñanza, también clásica. No lo discuto, no lo cuestiono, no lo comparto totalmente por un simple motivo.

El motivo en cuestión es que, cuando analizamos el significado real y amplio de la palabra juicio, nos encontramos con que, en el final de su disgregación, significa algo así como “separar lo verdadero de lo falso”. Y esto, sólo esto, nos está mostrando que cualquiera de los juicios preanunciados podría muy bien estar llevándose a cabo hoy mismo, en este preciso momento, aquí y ahora.

Allí es donde veremos nuestros textos que nos demostrarán que, muy en contra de lo que se enseña románticamente, nuestro Dios de amor tiene una palabra que encierra juicio. Porque no estamos hablando de que esa palabra desate necesariamente hecatombes similares a las de Sodoma o Gomorra, sino que se encarga de levantar a los que son y “ayudar” a caer a los que no son.

(Juan 12: 42)= Con todo eso, (Habla de los anuncios Jesús hiciera), aún de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. (Hoy seguimos en la misma tónica. Siempre hubo gente que aceptaba y creía en esta Palabra que enseñamos, pero no lo confesaban delante de sus pastores por temor a que los expulsaran de las congregaciones).

(43) Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios. (Tal cual. Es una réplica de este tiempo).

(44) Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió. (Ese es el mismo discurso que deberíamos implementar todos los que entendemos estar sirviendo al Dios genuino).

(45) Y el que me ve, ve al que me envió.

(46) Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.

La palabra Tinieblas que se usa en este verso, es la palabra scotia, y tiene que ver con sombras, lobreguez, mal, pecado, oscuridad, noche, ignorancia, depravación moral. El Nuevo Testamento usa la palabra especialmente en un sentido metafórico, al referirse a la ignorancia de la verdad divina, la naturaleza pecaminosa del ser humano, la ausencia total de luz y una falta de percepción espiritual. Luz equivale a felicidad. Scotia, como tinieblas espirituales, básicamente describe todas las cosas terrenales o demoníacas que están en enemistad con Dios.

(47) Al Que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. (¡Que bueno! ¡Jesús dice que podemos quedarnos tranquilos aunque no guardemos sus palabras! ¡Que tranquilidad! Un momento. Lo que dice no se refiere a nosotros. ¿Cómo que no se refiere a nosotros? No. Dice que Él no ha venido a juzgar…al mundo, sino a darle salvación. ¿Y eso que tiene que ver? Que nosotros no somos ese mundo, somos la iglesia. Y de ella, Él nada dice.)

(48) El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.

Esto parecería contradecirse con lo anterior, ¿No crees? Sí, pero tú ya lo sabes: la Biblia jamás se contradice. ¿Entonces? Entonces lee bien. Dice que al que le rechaza le sucederá eso. Y nadie puede rechazar a alguien a quien no conoce. ¿Entiendes?

Por lo tanto, aquí vemos a la Palabra de Dios obrando como juicio. Separando lo verdadero de lo falso. Los que no son de Dios, ni siquiera alcanzarán a tocarla. Los que conocieron esa Palabra y la aceptaron en primera instancia, pero luego la desecharon, serán quienes sean juzgados por ella.

¿Y por que habrá de ocurrir esto si el que está hablando es Jesús, sin que nadie pueda asegurarnos que es de Dios lo que dice? Porque Él mismo lo añade a continuación de lo expresado en los dos últimos versos del capítulo:

(49) Porque yo (Dice Jesús) no he hablado por mi propia cuenta; el padre que me envió, (O sea: Dios mismo), él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. (¡Ahhh!)

(50) Y sé que su mandamiento es vida eterna. (La Palabra de Dios es Vida Eterna. Cualquier otra palabra, es vana palabrería). Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.(¿Te ha quedado claro o debo fundamentarlo más, todavía?)

Esto que terminas de leer, es la base del evangelio de Jesucristo. Palabras de un Hijo que sólo repite lo que ha oído decir al Padre. En suma: Palabra de Dios inapelable. Un carácter que saca esa palabra de lo humano y lo lleva a otro ámbito.

DEL ÁMBITO DIVINO

Un par de páginas más adelante, encontramos en este mismo evangelio de Juan, un pasaje donde Jesús va a reafirmar debidamente lo que estamos enseñando, tanto como para que nadie suponga que basamos una enseñanza en un solo versículo. Es donde Jesús les está adelantando a sus discípulos el modo, el tiempo y la forma en que se cumplirá la palabra profética sobre su labor redentora.

(Juan 14: 19)= Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis.

Hoy, cuando te dije que aquella palabra de juicio se refería al mundo pero no mencionaba a la iglesia, seguramente pusiste un rostro con una expresión de: “…Y sí, pero está un poco traído de los cabellos pensar eso…”

¿Sí? ¿Y ahora que me cuentas? Porque aquí Él dice que el mundo no lo verá más (Morirá, será sepultado, desaparecerá del ámbito terreno). Pero añade que vosotros, (Esto es: sus discípulos, esto es: Su cuerpo, esto es: la iglesia, esto es; los creyentes), sí lo verán.

¿Y por qué el mundo no y ellos sí? Por que Él seguirá viviendo en sus discípulos, así de simple. - ¡Pero hermano! ¡Esa es una interpretación que no puede enseñarse como absoluta! - No, es cierto, pero…cuando te convertiste, ¿Adonde fue que invitaste a entrar a Jesús? A tu corazón, ¿No es así? Ajá, ¿Y adonde crees que está Él, ahora? ¡Pues allí mismo! Dios se toma muy en serio lo que dices.

(20) En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.

(21) El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.

¿Leí bien? ¡Dice que si guardo sus mandamientos, se manifestará a mí! ¿Eso dice? Sí, eso dice. Ahora, veamos: ¿Qué es lo que quiere decir cuando dice que habrá de manifestarse? En un terreno tan singular como ese, cualquiera podría entender o interpretar cualquier cosa, ¿No te parece? Entonces veamos puntualmente de que está hablando.

La palabra que se utiliza aquí para decir Manifestaré, es la palabra griega emphanidzo, y es una combinación de en y phaino, algo que podríamos traducir como: “hacer que brille”, aunque también puede ser entendido como aparecer, ser visto, revelar, exhibir, hacer visible, presentarse uno mismo a la vista de otro, ser conspicuo.

Esto último, para que te quede claro, es casi un sinónimo de lo anterior. Conspicuo significa ilustre, visible o sobresaliente. En este verso, emphanidzo designa la auto revelación de Jesús a los creyentes. Un significado secundario de la palabra que es declarar, dar a conocer.

Claro que nosotros, por una simple cuestión emocional y humana, somos mucho más afectos a ciertas espectacularidades. Entonces podríamos seleccionar mentalmente de todas estas posibilidades, las que más nos impactan, esto es: apariciones visibles, luces resplandecientes, rayos, centellas, cometas, etc.

Sin embargo, mucho me temo que a Dios no le gustan esas mismas espectacularidades por una razón muy sencilla: Él no se deja llevar por emocionalismos y funciona con su mente eterna a pleno. Entonces opta por algo mucho más simple y que puede pasar casi desapercibido por causa de las incredulidades, tal como ha ocurrido hasta hoy: la revelación de Su Palabra.

Por esa razón, entonces, es que algunos hombres (O mujeres, es genérico) tienen mensajes con tremenda revelación sin ser prestigiosas estrellas evangélicas, y otros directamente aburren con el soporífero de sus sermones: porque los primeros aman a Jesús y guardan sus palabras, mientras que los otros, en el mejor de los casos, se aman demasiado a sí mismos.

(22) Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿Cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?

(23) Respondió Jesús y le dijo: el que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.

(24) El que no me ama, no guarda mis palabras, y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.

Supongo que no necesitas demasiado más para entender la divinidad indudable de la Palabra de Dios. No obstante, y como cierre de este capítulo, puedo señalarte que Jesús identificó completamente su vida y su voluntad con las del Padre, lo cual revela su lealtad total a la Palabra y los mandamientos de Dios.

Y no me vengas con esa de que esto era así porque Jesús sabía que era hijo de Dios, porque entonces me obligarás a decirte que tú también sabes que eres hijo de Dios, y sin embargo no siempre actúas de la misma manera, ¿No es cierto?

También dijo Jesús que desaprobaba cualquier actitud que disminuyera el respeto o enseñar algo que no postulara la plena obediencia a toda Palabra revelada por Dios. Y así, en este pasaje que has leído, cuando vincula explícitamente el amor de sus discípulos hacia Él como Salvador, con la voluntad de estos de guardar sus mandamientos, descubrimos la intención de Jesús. Si amamos al Señor también amaremos la Palabra del Padre.

En Juan 5:39, nuestro Señor declara que el conocimiento de las Escrituras es el camino para conocerlo bien a él. Además, acerca de su resurrección, reveló que el antiguo Testamento decía de su persona.

Estos pasajes se agrupan para enseñarnos que seguir, conocer y crecer en Cristo como personas que caminan con el Señor resucitado, exige un compromiso básico de oír, atender y estudiar la Biblia.

No hay demasiada inteligencia para extraer una conclusión sencilla: cuando oigas, donde quiera que sea, (No necesariamente desde un púlpito, cosa que quizás sea más difícil) palabras que contengan los fundamentos que aquí has visto, sabrás que es Palabra de Dios.

Tendrán que ser palabras que resulten imperecederas, cargadas de eternidad, que lleguen llenas de gracia, que sean desplegadas con autoridad, que resulten eminentemente espirituales, que contengan  esencia de vida eterna, que te resulten incomparables con cualquier otra cosa que oigas, que encierren suficiente juicio implícito y que sean indudablemente de origen divino. Allí sabrás que Dios ha estado hablando.

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Tu Consuelo, Mi Consuelo

 Mis padres murieron bastante jóvenes y con apenas tres meses de diferencia entre uno y el otro. Y sin respetar esa supuesta “lógica” con que la gente pretende tranquilizar su temor (Y hasta terror) a la muerte, suponiendo que edades y dolencias necesariamente mandan y ordenan los casos.

Todavía Dios no está matando a nadie, pero sigue permitiendo que las personas desaparezcan de esta tierra física cuando Él lo dispone. Para Dios la muerte física no es problema, es como si alguien pasara de una habitación a otra y Él lo estuviera observando desde la altura a través del techo.

Porque mi padre sufría una terrible diabetes insulinodependiente que lo había dejado con una muy dificultosa movilidad, por causa de estar amputado de una de sus piernas y con la visión reducida. Igualmente se movía con muletas, pero su vida parecía tener un final acotado y anunciado.

Mi madre, si bien no era un dechado de salud, un poco porque era bastante más joven y otro poco porque desempeñaba en los últimos años ambos roles, se mantenía fuerte, activa y luchadora. Tenía planes y, cuando podía, sabía disfrutar de lo que la vida le entregaba.

Se llevaban muy bien entre ambos y solían frecuentemente cruzarse bromas lindantes con el humor negro. Pero generalmente, ambos suponían que a corto o mediano plazo, la que iba a quedar sola iba a ser ella.

En un mes de mayo, mamá comenzó a sentir raros malestares, ciertas dificultades de coordinación que determinaron su internación “para control”. Nunca salió de ese sanatorio. Tan violentamente como había llegado su dolencia, casi sin darse cuenta acabó con ella.

Mi padre lo soportó estoicamente y con gran dignidad, pero todos suponíamos que era sólo una cuestión de tiempo. Estaban demasiado adheridos uno al otro (Y en su caso, muy dependiente de ella), como para que pudiera aceptarlo interiormente.

Así fue. En los primeros días de ese mes de Setiembre, (No llegó a tres meses de la partida de ella), él se descompensó, debimos internarlo, le hicieron muchos estudios, temieron que tuvieran que amputarle la otra pierna y él, cuando lo supo, decidió no seguir viviendo.

No fue suicidio, claro está; no estaba en condiciones de realizarlo en forma práctica y material, pero creo que fue una decisión cumbre tomada entre él y él mismo. No dejó de alimentarse, no dejó de levantarse y andar como mejor podía, no dejó de hacer nada de lo que hacía. Pero dejó de vivir y comenzó a perdurar, no sé si me entiendes.

Dejó de tener expectativas, dejó de tener proyectos, dejó de tener ideas prácticas, (Había sido un hombre que las elaboraba por cantidades a diario), dejó de pensar en mañana y, como no podía ser de otra manera, cuando sintió que ya nada había fuera de ese sanatorio que lo atrajera, decidió seguir la ruta que tres meses antes había tomado su compañera de toda la vida.

Hay mucho torbellino en la vida de las personas cuando suceden este tipo de cosas. Es más; tú lo lees y, por mucho o por poco, seguramente habrás vivido situaciones parecidas o, al menos, habrás conocido o visto a alguien que las estuviera viviendo.

Cada ser humano tiene diferentes reacciones ante la muerte física de un ser querido. Yo ya era creyente, pero no consolidado todavía. Quiero decir que creía y buscaba de Dios, pero no terminaba de confiar en Él como tenía que confiar.

Esas muertes significaron un sacudón a mi estructura humana y anímica bastante importante. Como detalle clínico, puedo contarte que hasta allí yo tenía una visión casi perfecta, pero pasados seis meses de sus partidas, tuve que comenzar a usar anteojos para leer.

Claro; yo era convertido y asistía a una iglesia, pero mis padres vivían en otra ciudad bastante alejada de la que yo residía, así que sus funerales (Aquí les llamamos velatorios) y sepelios, fueron a la manera clásica del mundo secular. Mi Dios, mi fe y yo peleábamos una de esas buenas batallas que nos han sido profetizadas, aunque yo no lo sabía en ese momento.

Un poco porque lo de mi padre era más previsible y otro poco (O mucho), porque los hijos varones tenemos más apego a la madrecita, cuando sucedió lo de ella, por momentos sentí que toda esa fuerza nueva que había conocido me abandonaba.

Para colmo, en su funeral no había, (Al menos yo así lo creía), presencia de ningún creyente real. Había, sí, mucho religioso del credo oficial que hablaban de responsos, misas y todo un bagaje de cosas que ni mi madre (Y mucho menos mi padre) hubieran deseado. Así que puedo decirte que se fue espiritualmente en silencio. Sólo yo oraba como podía, siempre y cuando no me atragantara con mis lágrimas.

Pero cuando estábamos llevando su féretro ya dentro de las instalaciones del cementerio, alguien (Creo que fue una mujer de cierta edad), se puso a mi lado, sólo me tomó levemente del brazo y me dijo: “¡Animo! ¡Dios no te ha abandonado! ¡Sólo tómate más fuerte de su mano!

Algo me ocurrió por dentro. Fue como si una bocanada de aire fresco y oxígeno puro me hubiera inundado los pulmones. Giré para mirar con agradecimiento a esa mujer de palabras tan simples y contundentes pero no la pude volver a ver.

Es más: jamás supe quien era, pese a averiguarlo cada vez con mayor interés. En más de una ocasión me pregunté a mí mismo si realmente existió, fue fruto de mi imaginación o…un ángel que llegó a traerme consuelo.

Allí pude aprender en carne propia la significación de esa palabra tan usada, tan malentendida, tan vapuleada y tan tergiversada: consuelo.  Y tanto me sirvió que, tres meses después, cuando el otro autor de mis días partió de este mundo, mi reacción interior fue muy diferente a la primera.

Y no porque mis afectos fueran distintos o porque ya estuviera vacío de dolores. Era como si por dentro tuviera una fuerza, una confianza, una mente y un sentir cargado de potencia, de esperanza y de todo un bagaje de cosas inexplicables. Eso es lo que yo podría denominar: el fruto del consuelo.

La vida siguió su curso y me llevó, en más de una ocasión, a visitar alguna sala de velatorios por causa de la muerte de alguna persona conocida, algún miembro de la congregación a la que asistía o simplemente por razones laborales. A diferencia de mi época anterior a Cristo y también a diferencia de algunos religiosos que dicen llamarse hermanos, siempre pude decir algo que al otro le sirviera de consuelo.

Entonces, ya en medio de mi trabajo para el Reino de Dios, comencé a encontrar que cuando se trata de consolación, no debemos limitar la expresión al Espíritu Santo, al que también conocemos como el Consolador. Porque pasó mucho tiempo y bastante agua debajo de los puentes, desde los funerales de mis padres, hasta que pude entender que La Palabra de Dios, conlleva necesariamente consuelo.

Y no ese consuelo lacrimógeno con el cual podemos respaldar y, como se dice en Argentina, “hacerle el aguante” a personas, sino también un consuelo lineal, profético, estructural y divino que, con toda simpleza y naturalidad, sale de la boca de Dios para llegar a tus oídos y tu corazón.

Porque todos conocemos las frases hechas con molde que la gente utiliza en estos casos: “Mi más sentido pésame”, “Le acompaño en el sentimiento”, “Lo lamento mucho” y otras por el estilo que, a todas luces, evidencian oratoria pura, hueca y vacía.

Porque nadie tiene tremendo pésame en su corazón si el muerto es alguien prácticamente desconocido y está allí porque su familiar termina de cerrar un negocio con él. Nadie puede acompañar en su sentimiento a alguien que acaba de perder a su madre, padre, hijo o cónyuge. Y porque en realidad nadie puede lamentar tanto la muerte de alguien como lo hacen sus afectos cercanos.

El consuelo no pasa por la bonita frase que tú recites cuando saludas al doliente. El consuelo está vigente y activo cuando tú, pidiendo ayuda al cielo y entregando tu mente y tus labios al Espíritu Santo, le hablas al que sufre y le dices exactamente aquello que esa persona necesitaba oír en ese exacto momento. Por esa razón es que la genuina Palabra de Dios, conlleva consuelo.

TOCAR EL MANTO

Hay un relato tremendo sobre una resucitación llevada a cabo por Jesús: la de una niña a la cual se creía muerta (Y quizás lo estaba, realmente, desde el punto de vista clínico), pero que Él aseguró que sólo dormía y la recuperó.

Ese suceso ocurrió a continuación de una serie de recomendaciones e instrucciones que Jesús dio a sus oyentes respecto al ayuno. Sin embargo, antes de esa resurrección, hay una pequeña anécdota, quizás minimizada por lo posterior, que no tiene menos entidad que esta, y que nos sirve de plataforma para fundamentar la base de este capítulo.

(Mateo 9: 18)= Mientras él decía estas cosas, (“Él” es Jesús, y “esas cosas”, lo que te comenté respecto al ayuno), vino un hombre principal (Cargo importante en el ejército romano), y se postró ante él, diciendo: mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.

Oye: tú puedes ir a entrevistarte con un evangelista de esos que andan por el mundo realizando grandes campañas donde, - Se dice –, Dios se mueve grandemente sanando a muchos y liberando a otros tantos. Pero es muy difícil que exista en ti la fe de este principal cuando se enfrenta con Jesús.

Además, y suponiendo que ese prestigioso hombre de Dios se haga eco de tu solicitud, lo más probable es que te pida que la traigas a su oficina, templo o carpa donde está ministrando. Sería casi increíble que hoy, un ministro famoso, vaya a la casa de alguien que pide ayuda. Sin embargo, míralo a Él…

(19) Y se levantó Jesús, y le siguió con sus discípulos. (A esto debes llamarlo Discernimiento. Jesús no se levantaba e iba a sanar a todos los enfermos de la comarca; sólo se movía cuando su Padre le avalaba esa decisión).

(20) Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; (21) porque decía dentro de sí: si tocare solamente su manto, seré salva.

No hay registros médicos respecto a la patología de esta mujer, pero todo hace presuponer que sufría de permanente hemorragia y su estado general debe haber sido sumamente delicado, ya que la continua pérdida de sangre por cualquier vía, debilita y quita mecanismos de defensa al organismo.

Pero fíjate en un detalle muy singular que determina cual es el orden de prioridad para Jesús, (Por consecuencia, para Dios), y cual suele ser el de nosotros, los hombres. Ella pensaba que si tocaba su manto, sería salva, no sana.

(22) Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora.

Mateo lo relata lisa y llanamente así. No otorgando prioridades, sino desconociendo otra que no sea la salvación. Porque da a conocer la respuesta de Jesús y toma de ella, la declaración básica de que su fe la ha salvado, (no menciona sanado). Y luego añade en el final que desde aquella hora fue salva, (no menciona sana).

No obstante, por el evangelio según Marcos sabemos que también fue sanada de esa dolencia, ya que en Marcos 5:29 dice. Y enseguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.

Y luego de preguntar quien lo había tocado, cosa que nadie podía responderle dada la multitud que lo seguía, y habiéndose acercado ella a confesárselo, Él le dice lo mismo que hemos leído en Mateo, con la añadidura que a continuación, le dice que queda sana de su azote.

Eso coloca las cosas en su justo lugar, otorga al evangelio un sentido prioritario de salvación por encima de la sanación, (Sin menospreciarla ni ignorarla, de hecho), y además coincide en un consuelo de alto poder efectivo, cuando le asegura que ella es salva.

Me pregunto cuantos de los que están leyendo hoy este trabajo, desearían tremendamente que el Dios de todo poder les hablara de alguna manera y les dijera que su fe, (Por pequeña que fuera), los ha hecho salvos. ¿Sabes la cantidad de cristianos que dudan sobre esto?

Mira; no soy alguien dedicado a estudiar demonología ni técnicas o métodos de Guerra Espiritual. Y, además, tampoco me gusta para nada difundir éxitos del enemigo. Pero debo decir, para que entiendas y aprendas, que si una estrategia le ha salido bien al diablo hasta hoy, esa ha sido la de producir dudas sobre su salvación a los cristianos.

Por la gran mayoría de hermanos creen hasta donde pueden, se exigen mucho a sí mismos como si estuvieran permanentemente rindiendo examen ante un profesor de esos que gustan de aplazar a sus alumnos por puro placer y, finalmente, en su intimidad, dudan sobre su propia salvación.

La Palabra de Dios, en esta hora, te está diciendo a ti mi hermano; a ti que has sido tan exigido cuando niño por padres amorosamente controladores, y que te pasas la vida exigiéndote a ti mismo lo que ningún hombre está en condiciones de hacer y, al mismo tiempo, resultando odioso por también exigir a los demás, que debes tener ánimo, que tu fe te ha salvado.

¿Quizás te ha sanado de alguna importante dolencia física también? ¡Gloria a Dios si así ha sido! Pero créeme que no es necesaria esta segunda parte. Aunque siempre resulta muy bienvenida porque sentirse bien físicamente, ayuda y mucho a servir bien, pero queda claro que el máximo consuelo que Dios tiene para tu vida es asegurarte que eres salvo. ¿Qué más necesitarás en la eternidad?

NO LLORES

(Lucas 7: 11)= Aconteció después, (Después que Jesús sanó al siervo de un centurión), que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.

Quiero que una vez más puedas ver y entender algo que hoy vivimos pero totalmente a la inversa de este tiempo y de este ministerio de Jesús. Él iba con sus discípulos a esta ciudad que estaba a un día de camino al sur de Capernaum.

Iba por razones bien concretas y específicas que luego pueden verse en este mismo evangelio, pero los episodios que se relatan acompañaban de cerca ese viaje. Y eso también sucedía con la gente. Ellos lo seguían por decisión propia, sin que nadie los invitara o llamara, sólo atraídos por la figura de Jesús y, naturalmente, por las señales sobrenaturales que Él realizaba.

Me pregunto y te pregunto que tendrá que ver esto con el marketing pensado, armado y ejecutado hoy por las megas iglesias, donde utilizando los efectos publicitarios pensados por la psicología secular para captar o atrapar, se cautivan personas mediante la propulsión de figuras consideradas como estrellas del evangelio.

No quiero que olvides que multitud no es sinónimo de victoria, sino de éxito humano. Porque en lo espiritual, no podemos dejar de lado ni soslayar que, la misma multitud que siguió, aprovechó, vivó y hasta adoró a Jesús, fue la que llegado el momento crucial de las decisiones, pidió que liberaran a Barrabás y lo crucificaran a Él.

(12) Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, (De Naín), he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. (Presta atención al detalle que se menciona: una mujer viuda quedaba en el desamparo total, ya que no tenía hombre que velara por ella y le quedaban muy pocas cosas para hacer y sobrevivir. Si a eso le añadimos que su único hijo, el que podía sostenerla y evitar que muriera de hambre, había muerto, es fácil imaginarnos lo que esta pobre mujer estaba viviendo.)

(13) Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.

La compasión, según nuestro diccionario de la lengua española, (En otros idiomas no es demasiado distinta la traducción), es un sentimiento de conmiseración que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias.

Lo más importante que rescatamos de esto, es que esto que Jesús experimenta es un sentimiento que lo lleva a enternecerse ante el mal de otra persona. Pero hay que añadir sí o sí, que un sentimiento no emana de nuestro espíritu sino de nuestra alma. Por lo tanto, el consuelo que Jesús lleva aquí a esa mujer, es el producto de una actitud de su alma, que a diferencia de la nuestra, sí estaba sujeta a su espíritu.

El relato tiene final feliz. Jesús se decide a poner en marcha el potencial de Dios que hay en su vida y, tocando el féretro donde estaba el cadáver de ese muchacho, simplemente le habla al muerto (!!!), y le dice: Joven, a ti te digo, levántate.

Yo quiero que por un momento recrees esta escena en tu mente y hagas funcionar un poco tu imaginación. ¡Ten cuidado lo que entiendes! No te estoy pidiendo que “visualices” nada, ya que eso es técnica ocultista de la Nueva Era, sólo que imagines el contenido de la escena.

 ¿Qué se supone que hubiera dicho la gente, hoy, si un ministro del Señor se acerca a un ataúd y le ordena al cadáver que se levante? Por lógica, lo mismo que tiene que haber sentido y expresado esta gente: “¡¡Pero este sujeto está rematadamente loco!!” O como solía decir con mucho humor un viejo pastor que conocí: “¿Está seguro que no bebió nada, usted?”

De hecho, cuando el muchacho se levantó del féretro donde supuestamente iba a ser sepultado, a más de uno se le deben haber aflojado las piernas. Y no es mi imaginación novelesca la que te dice esto. En el verso 16 dice que todos tuvieron miedo, pese a que luego glorificaban a Dios, hablaban loas de Jesús, lo ordenaban como profeta y le otorgaban una tremenda fama en la región.

Porque somos muy cristianitos, muy creyentes fieles y muy aplicados en los aprendizajes de las Escrituras. Y todos leímos, hablamos, enseñamos y predicamos sobre resurrecciones sin ningún problema. Pero, te pregunto: ¿Cuál sería tu reacción si vieras como un muerto se sienta en su ataúd sin previo aviso? Más de uno se parecería a Morticia, ese personaje de rostro cadavérico de aquella serie televisiva americana de nuestra infancia, llamada “Los Locos Adams”.

Ahora bien: ¿Por qué se ganó Él esa fama? ¿Quizás por consolar a esa mujer desesperada? No, eso pasó casi desapercibido y formó parte, quizás, del pretendido consuelo que todos trataban de prodigarle a esa madre desolada. Ellos tuvieron miedo a lo desconocido, así de simple.

Sólo una diferencia con el tiempo presente: hay mucha gente dando vueltas por el mundo y haciendo milagros, algunos cargados de dramática espectacularidad. ¿Ha modificado Dios su accionar? No. No siempre es Dios quien está detrás de esos milagros. Cualquiera puede aprender eso luego de leer a Watchman Nee en su tremendo trabajo sobre El Poder Oculto del Alma.

Lo cierto es que, más allá de si un enfermo se sana, un ciego recupera su visión, un paralítico camina o hasta si un muerto resucita, lo importante de todo es que cuando Dios se acerca y da una palabra de consuelo, es porque detrás de ese consuelo hay un poder presto a manifestarse. Muy distinto a ese consuelo humano que lleva a tantos a ponerse a llorar junto con el afligido pero sin mostrarle el poder consolador de nuestro Dios a través de su Palabra.

Pero hay algo más que tal vez queda un tanto oculto detrás de lo que es nada menos que una resurrección: la catalogación que ellos dan de Jesús, que es el indicador que nos muestra que, pese a la espectacularidad de sus milagros, ellos consideraban al Hijo de Dios desde otro ángulo mucho más íntimo: la Palabra.

 Porque dijeron que en Él Dios había levantado a su profeta (Algo así como su mensajero oral) y que por su intermedio los había visitado. A esto no se los enseñó carne y sangre a ellos, sino el Espíritu de Dios fue quien lo reveló en tiempo y forma.

NO ES TIEMPO DE TURBACIÓN


Pedro termina de dar su segunda aparición clave en la Biblia. La primera, habían sido cuando supo discernir quien era realmente Jesús y, de alguna manera, fue reconocido y levantado por éste cuando le dijo que a eso no lo había imaginado él, sino que lo había recibido de Dios.

Pero esta, la segunda, no es tan positiva ni favorable al rústico pescador. Aquí Jesús predice, profetiza, anuncia por adelantado que Pedro lo negará tres veces antes que cante el gallo por causa de su temor a ser detenido por considerárselo compañero del que será condenado a muerte.

Y como consecuencia de ello, los discípulos, todos, quedan con una sensación de tristeza, turbación y amargura como sólo podrían entender aquellos que en algún momento de sus existencias, han estado de pie en un sitio determinado sin saber hacia donde dirigirse. Allí es donde Jesús les da una hermosa palabra de consuelo que servirá de punto de partida para arribar a una de las más grandes y hermosas verdades de la Palabra.

(Juan 14: 1)= No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.

Les dice que sus corazones no deben turbarse, esto es: confundirse, desconcertarse, desordenarse. En este contexto, lo concreto que Él les está diciendo es que no deben permitir que sus corazones se sorprendan o aturdan por lo que están viviendo.

 

 


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